The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Marzo
18:00 hs

La mañana de trabajo no había sido mucho más que rellenar unos cuantos formularios y leer solicitudes de adopción por parte de dos parejas ricachonas del Capitolio. Tenían todos los requisitos necesarios para poder llevar a un niño a sus casas, de hecho, recuerdo las palabras textuales del asistente social asignado a ese caso "Ojalá yo hubiese crecido en un penthouse con jacuzzi como ese". Pues conozco a muchos idiotas que han crecido con burbujas en el trasero y eso no los ha hecho mejores personas. Es triste enviarlos a esa clase de familias sabiendo en lo que los convertirán, pero supongo que no puedo juzgar mucho ya que yo mismo he convertido a mi hija en una pequeña del Capitolio... Y no me arrepiento, está más segura de esa forma.

Al salir de allí fui a saludar al pequeño y pasamos toda la tarde discutiendo un libro que ha comenzado a leer en la escuela. Debo agregar que comí unas galletas fantásticas y lo único que lamento es haber accedido a releer el libro para captar todos esos detalles que según mi hijo, me he perdido por despistado. Pero fue una buena visita... Hasta puedo sentir como las líneas de expresión de mi rostro se han relajado, abandonando la máscara de estúpido arrogante que llevo la mayor parte del tiempo. Quizás soy algo arrogante, pero estúpido jamás.

Al llegar a casa me encuentro con un panorama desolado, cosa que no es sorpresa, así que dejo mi maletín en el sofá y aflojo mi corbata un poco. Al encender el televisor no encuentro más que noticias viejas, cosas que ya he escuchado en el trabajo o he visto con mis propios ojos así que comienzo a cambiar los canales sin encontrar nada digno de mi atención. Suspiro y cierro los ojos, no quiero quejarme, yo he construido este hogar frío.

Apago el televisor y voy hacia la biblioteca con el libro en la mano. Es probable que tenga que esconderlo luego ya que no tiene los colores propios de nuestros libros. La portada es bastante infantil y con una extraña combinación de colores, muy distinta a los tonos oscuros de nuestras tapas duras ordenadas alfabéticamente según temática y año de publicación. Al menos los tonos oscuros de ésta zona de la casa hacen que sea un poco más acogedora, es una lástima que no haga suficiente frío como para prender la chimenea, en ese caso sería perfecto.
Ivar Lackberg
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Doy unos pasos confiada al interior de la sala, hasta que me encuentro con mi padre repasando los libros y dejo caer el morral de mi hombro al piso por la impresión. — ¿Qué estás haciendo aquí? — balbuceo, una pregunta absolutamente incorrecta de hacer a mi padre. Le pertenece cada una de las habitaciones de esta casa. Es que estoy acostumbrada a deambular sola por estos espacios, a cruzar la sala en dirección a mi dormitorio para perderme dentro. Si salgo es unos pocos minutos para buscar algo comestible en la cocina, entonces vuelvo a encerrarme entre mis paredes favoritas, donde estoy rodeada de mis bocetos con un montón de rostros que me miran y no los hechizo porque me agrada el silencio, no quiero que lo llenen de charla superficial.

Me muevo incómoda sobre mis pies pensando en otro tipo de conversaciones banales, del tipo que suelo tener con mis padres cuando nos cruzamos cinco minutos en el desayunador antes de que cada quien se dirija a cumplir con su jornada. Papá no… suele tener apuro en volver a casa, o esa es la idea que me hice después de que los trabajos le demandaran a ambos horas extras, si no estaban en sus oficinas, en algún lugar de la isla ministerial cumpliendo con una tarea pendiente… y en el caso de papá, tal vez con su otra familia. El nudo en el estómago se tensa, evito los momentos a solas con él porque puedo escucharme a mí misma preguntando: «¿Cómo es tu otra familia?». No queriendo saber si es verdad o mentira, si fue un malentendido que cometí al leer la dedicatoria escrita con letra infantil hace unos meses y fechada en un mes reciente como para creer que fuera un recuerdo de hace años. Ese niño es real, es parte también de mi presente.

Pero en esta casa soy su única hija y es necesario que me recuerde cómo se espera que sea mi comportamiento, así que el cambio en mi postura se produce al echar mis hombros hacia atrás y colocar la barbilla a una altura que despeja mi rostro de mi cabello rubio. — ¿Quieres que prepare algo de cenar? — sueno amable y un poco ansiosa por complacerlo. No sé siquiera por qué me ofrezco a hacerlo, soy un desastre culinario. Puedo colocar verduras entre dos rebanadas de pan, si con eso se puede dar por satisfecho y alabar como un plato exquisito. Me apresuro en sacar los brazos de mi abrigo y lo cuelgo, entonces avanzo con la confianza recuperada hasta quedar tan cerca de mi padre que puedo ver el libro que tiene. Solo un pestañeo, nada más en mi expresión demuestra lo poco familiar que me resulta, que lo identifico como algo que no nos pertenece, o quizá sí a mi padre. — ¿Es nuevo?— pregunto sin poder contener mi curiosidad.
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Escucho la puerta cerrarse y pienso en apresurarme a esconder el libro que tengo entre mis manos pero no logro encontrar un simple hueco escondido en toda la biblioteca. Al final me rindo y actúo con naturalidad cuando escucho la voz de mi hija a mis espaldas - Vivo aquí, Synnove - respondo con voz grave simulando desinterés... ¿Lo estoy simulando? A veces pienso que llevo tanto tiempo atrapado en el personaje que poco a poco voy olvidando cómo soy realmente, lo que siento, y temo convertirme completamente en ese hombre que todos creen que soy.

La experiencia me dice que la conversación ha terminado aquí y ella irá a encerrarse a su habitación como de costumbre. Así que sin levantar la vista, vuelvo a sentarme en el sofá y comienzo a hojear las primeras páginas que contienen una introducción, biografía del autor y dedicatorias a la familia. Muchos creen que esa parte es puramente por compromiso, para mostrar el lado sensible del escritor y ganar la simpatía de los lectores, pero en realidad es cierto... la familia es quien nos da la estabilidad mental y motivación para crear una historia, o un personaje como es mi caso, y también los sentimientos que el escritor necesita describir en las páginas, sean buenos o malos.

Una segunda pregunta llega a mis oídos y ahora me veo obligado a prestar más atención. La muchacha quiere conversar, de otra forma no se ofrecería a hacer algo para lo que es terriblemente mala. Debí haberme tomado el tiempo, en su momento, para enseñarle a cocinar lo mínimo para sobrevivir pero supongo que ya es tarde para cualquiera de esas cosas - Ya comí, gracias - respondo amablemente conteniendo una sonrisa de lado, mi estómago está lleno de galletas pero podría hacer lugar para un poco más.

Respiro profundo pues ya no puedo evitar un tercer intento de conversación, sería demasiado cruel de mi parte y no tengo la fuerza para llevar mi fachada tan al extremo. Además, no puedo desperdiciar la oportunidad de escuchar sobre su día y enterarme cómo le está yendo de su propia boca, pues claro que le sigo los pasos a través de sus profesores en el Royal.

- Me lo prestó un niño que entró al orfanato del centro - miento levantando el ejemplar sobre el respaldo del sofá. Las mentiras salen tan naturales de mi boca que ya hasta ni siquiera siento la punzada de culpabilidad que sentía al comienzo, han pasado varios años y en realidad me sorprende que Synnove aún no haya unido los cables - Es sobre un mago joven que intenta criar a un colacuerno que se lastimó una de sus alas... Lo leí hace unos años pero ya no recuerdo - esta parte es verdad.
Ivar Lackberg
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Invitado
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Sí, claro— modulo, mis labios moviéndose independientemente de mi cerebro que todavía no consigue encajar a la figura de mi padre en el escenario que es la sala, porque no es el paisaje habitual que tengo al regresar del colegio. Es una alteración en mis hábitos, y con mis padres llegamos a ser personas con una rutina muy bien ordenada, que nos mantiene casi todos los días girando en órbitas diferentes. Coincidir es la excepción, me desconcierta lo suficiente como para olvidar los patrones de conducta que tan bien me inculcaron sobre limitarme a responder solo si me hablan, no entrometer mi opinión, guardarme las preguntas que pueda tener y, básicamente, ser la hija que siempre dice que todo va bien en la escuela y no da más charla que esa. Pienso en saltar sobre esta oportunidad para contestar todos los interrogantes, lo que sería una catástrofe. Lo sé.    

Estoy nerviosa en presencia de mi propio padre y es más fuerte que yo la impaciencia por ir hacia él, buscar su atención como si fuera una niña de seis años que necesita de aprobación paterna. Hago ofrecimientos ridículos para tener una excusa que me tenga orbitando a su alrededor. Me muevo por la sala y su suave rechazo me detiene a una distancia segura de su lugar en el sillón. Eso basta para recordarme cómo son las cosas, cómo fueron siempre. Mentiría si no dijera que todavía duele un poco. Y lo peor es que sé que ocurrirá, hago el intento de todas formas, pero vuelve a lastimarme encontrarme con el muro que bordea a mi padre. Me cuelo por la rendija que me ofrece, todavía de pie a un lado del sillón y tan tiesa como si fuera una auror centinela.

El problema de tener padres que te enteras que mienten a tus espaldas, es que nunca dejas de preguntarte cuando están mintiendo, y tengo que decidir qué cosas quiero creer. Sé que el libro no es de un niño del orfanato. —Creo que conozco esa historia. Compré una novela sobre un niño mago que vivía en una comunidad que cazaba dragones, y en cambio, él cuida a uno lastimado— digo. Lo implícito queda en el aire: no fue para mí que leyó ese cuento hace unos años. Quizá para niños del orfanato, para su otro hijo. — Tenía un padre… que esperaba grandes cosas de él, que se convirtiera en líder. Pero él nunca cumplía sus expectativas—. Me siento en el borde de otro sillón, uno más angosto, tan lentamente porque temo que mi padre se levante de pronto si cree que voy a quedarme en la sala. — ¿Así también comienza tu cuento?— pregunto y mis manos se sienten húmedas por el nerviosismo, que procuro controlar jugando con el anillo de mi dedo anular. — ¿Los niños te prestan muchas cosas cuando vas a visitarlo?— sutilmente quiero información de mi hermano. — ¿O es solo este niño en especial?
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Ivar Lackberg
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Mis propias palabras y luego las de mi hija van desbloqueando recuerdos sobre la historia que tengo entre mis manos. Es curioso ya que está ambientada en mi antiguo hogar, allá de dónde no teníamos permitido salir ya que había que mantener las historias sobre la casa intactas para mantener a los curiosos alejados. Tengo que ocultar la sonrisa melancólica que se forma en mi rostro y contener las ganas de hablar más al respecto pues no está en las costumbres establecidas charlar sobre el pasado de la familia.

- Pero por sí solo logró hacer cosas maravillosas y cambió la opinión de su padre, cambió la opinión de todo el pueblo en realidad - recuerdo el final dándole vueltas al libro entre mis manos. Creo que no tendré que volver a leerlo después de todo, solo hacía falta refrescarme un poco la memoria así la próxima vez podré mantener una conversación más animada al respecto con mi muchacho - Aunque creo que su padre opinaba lo mismo que él en el fondo solo que estaba tan acostumbrado a seguir la corriente que se perdió en ella - cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. Aunque en mi defensa yo no me encuentro perdido, sino que reúno fuerzas hasta que no sea una completa estupidez ponerme a nadar contra la corriente.

Siento como todos mis músculos se tensan con la siguiente pregunta, por suerte llevo tantos años mintiendo que me he convertido en una especie de experto en el asunto así que no me cuesta improvisar una respuesta pese a que todos mis sistemas han encendido su modo de alerta - Los niños no suelen tener cosas para prestarme así que sí, este es un caso especial - la mejor forma de vender una mentira es envolverla con la verdad y es lo que hago desde que me he mudado a Neopanem - Creo que fue un regalo de su madre - y así es, mi amiga lo compró para él.

Dejo el libro a un lado pues temo que si lo toma entre sus manos note que no se trata de un ejemplar sacado de los distritos más pobres, sino de uno comprado en la librería-café del Capitolio de la calle 7, y vuelvo mis ojos hacia ella. Podría preguntar cómo le fue en la escuela, cómo están sus amigos, si quiere que dejemos la casa el sábado a la noche para que pueda montar una fiesta pero no... Esa no es nuestra familia, somos los que hablan en situaciones excepcionales así que debo actuar como si esta charla que tenemos me resultara incómoda y desagradable - Veo que los estudios están surtiendo efecto, no dejas de hacer preguntas - dejo salir con el mismo tono que he mantenido en toda la conversación, seco, frío, digno de un funcionario.
Ivar Lackberg
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Tengo unos pocos conocimientos sobre padres que se pierden en la corriente como para asentir con la barbilla y coincidir con su conclusión de aquella novela que no sabía que teníamos en común por haberla leído en tiempos distintos. Se explaya en su opinión de manera que puedo armar la fantasía de que hacemos esto siempre, tenemos conversaciones sobre nuestras impresiones respecto a un libro y las compartimos. —Lo bueno e importante es que su padre al final cambió de opinión. Lo que pudiera decir el pueblo no creo que sea para el protagonista, más importante que la opinión de su padre— murmuro. No tomo el riesgo de ahondar en la lectura, de hacer un comentario crítico que casualmente no concuerde con mi padre, porque ahí se acabaría esta charla y él se cerraría como un piedra, como la gran piedra inexpresiva y silenciosa que es, ocupando espacio en esta casa, pero incapaz de mostrar un sentimiento o compartir algo conmigo o con mi madre. Porque así son las piedras.

Me hace sentir un poco mal al señalarme que los niños de los orfanatos no tienen cosas para compartir, porque la aclaración hace patente que mi infancia fue distinta, como una niña a la que nunca le faltaron los lujos del capitolio y todos los libros que se le antojara leer. — ¿Te prestó un libro que le regaló su madre? — pregunto con suspicacia. — Este niño debe apreciarte lo suficiente como para confiarte su única posesión y además siendo un regalo hecho por una persona tan especial—. ¿Estoy cuestionándolo? El por qué lo hago con este comentario que bien podría pasar de largo, es lo que en verdad me perturba. Nada me dice que no se trate efectivamente de un niño huérfano, pero estoy sobre él como si sospechara de cada una de las relaciones que entabla en los orfanatos.

Se me calientan las mejillas cuando me increpa tras lo que parecía un comentario esperanzador sobre mis estudios. Mi tez que suele ser por lo general de una palidez llamativa, se colorea en los pómulos con un tinte rosa claro. — Sea cual fuera la profesión que elija al terminar mi especialidad, no puede faltarme la curiosidad de saber. Sea abogada, periodista o asistente social, hacer preguntas será lo que me saque de una ignorancia dañina para otras personas y para mí misma— defiendo mi actitud, con todo el ahínco del que no hago uso para ponerlo en práctica, porque todas las preguntas que tengo apuntas para hacérselas a mi padre no hay manera de que asomen a mis labios. Un pavor frío me estremece con la sola idea de enfrentarlo, él me intimida tanto como mi madre y más si eso es posible, porque el genio furioso de mi madre cuando eclosiona suele ser de temer.
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Ivar Lackberg
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Aprieto fuerte la mandíbula pues coincido plenamente con lo que dice, la opinión de los padres es importante y por eso a veces dudo sobre mi modo de tratar a Synnove ¿De verdad la estoy protegiendo al ocultarle mi verdadera postura? ¿O estoy criando a una joven en un hogar en el que no puede confiar en nadie? Nunca me puse a evaluar los pros y contras atentamente, pero si me atrapan y descubren que ella estaba al tanto terminará muerta y no hay nada que supere eso, la muerte es irreversible, nuestra relación podrá componerse llegado el momento adecuado.

- Viven en habitaciones pequeñas con pocas personas que los cuidan, están compitiendo constantemente por la atención de los adultos así que es sencillo hacer que me aprecien, una sonrisa y pocas palabras suelen bastar - explico como si fuera sacado de un libro de psicología y no de mi propia experiencia. En realidad le doy mucho más que eso a los niños, abrazos, a veces historias y regalos, lo que esté a mi mano en el momento - Pero el libro es importante, sí, así que tendremos que cuidarlo mientras esté aquí - finalizo metiéndolo en el cajón de la mesa ratona.

Noto el rubor en sus mejillas y contengo una sonrisa pues se ve bella de esa forma, un poco de color en una casa llena de blanco y negro siempre se aprecia, un pequeño signo de sentimientos para recordarnos que somos humanos fingiendo ser más duros de lo que en realidad somos. Sin embargo no puedo fingir mucho yo mismo ya que dice algo que me saca de mi eje. No solemos hablar de éstas cosas así que no tenía idea de que está en sus planes ser asistente social... Suena maravilloso y estoy seguro de que hará un trabajo excelente - ¿Asistente social? - se me escapa y por ende no llego a poner el filtro habitual. Mi voz suena entusiasmada, llena de orgullo y estoy seguro de que mis propias mejillas se ven de color rosa.

Nunca cruzó por mi cabeza que la idea de que pudiera seguir mis pasos, quizás trabajar juntos algún día y que sus colegas se quejaran por el favoritismo al encargarle los casos más importantes. Es una idea interesante con la que fantasearé en días futuros, pero debo controlarme ahora si no quiero mandar a volar mi fachada ahora mismo- Tienes razón, un buen asistente social debe saber hacer las preguntas - agrego con la solemnidad de siempre. Me aclaro la garganta y acomodo en el sofá, como si eso fuera a ayudarme a volver a mi personaje de alguna forma - Pero es un trabajo duro y no debes dejar que se meta bajo tu piel ¿Podrías lidiar con eso?
Ivar Lackberg
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Creo que puedo entender el sentimiento de esos niños que aprecian el menor gesto de atención que le dedica un adulto, porque en mi habitación de esta departamento, que no es muy grande, tampoco muy pequeño, también tuve pocas personas que me cuidaran y las palabras que mis padres dejaban caer las guardaba, las sonrisas eran espectáculos tan esporádicos como visualizar una estrella fugaz. — Comprendo— lo digo con solemnidad, asintiendo con mi mentón y este movimiento hace que mi cabello rubio roce mis hombros. — Es considerado de tu parte ser ese adulto que les dedica unas palabras y una sonrisa— tengo las palabras al borde de mis labios y simplemente están ahí, acaban por ser dichas. — Le diré a mamá que tenemos un nuevo libro por cuidar, entonces—. ¿Hablamos de un libro? ¿En serio? Se siente como darle la bienvenida a una mascota, y es que lo hizo sonar así, como una responsabilidad compartida. Y como sé que si mi madre lo ve por la casa lo hará parte de su hábito compulsivo de revisar la biblioteca, tendré que ser quien la ponga sobre aviso para que su aparición y desaparición no la desconcierte.

Después de mi perorata salida de todos los pensamientos que llevo conteniendo y muchos que por años no pude compartir con mis padres, espero a que recrimine mi inusitada curiosidad por las cosas. Mi crianza dentro de una burbuja no resultó tan efectiva si tengo ánimos de explorar por fuera, cuanta rebeldía inesperada. Soy una con mis pensamientos, mi expresión no me evidencia. En cambio se muestra desconcertada cuando repite la última de mis opciones, ¿asistente social? Por mi especialización, es una de las que considero, pero si tengo que ser sincera si lo mencioné a lo último es porque ser abogada o periodista van por delante. Me gustaría hacer por los demás con todos los conocimientos en leyes que voy adquiriendo, luchar contra las injusticias por idílico que suene. Asistente social puede darme esa oportunidad, pero… No lo saco de lo que parece un malentendido porque sigue hablando y puedo notar que ignora totalmente la abogacía y el periodismo, tengo toda su atención por haber mencionado la asistencia.

Y al final de cuentas, también soy una chica que necesita de la atención de un adulto, que sea mi padre lo hace aún mejor. ¿Mis padres siquiera imaginan lo mucho que deseo escuchar de sus labios que sea cual sea la decisión que tome se sienten orgullosos de mí? Depender de su orgullo me hace débil de carácter, no me importa porque se trata de ellos. Me importan demasiado pese a lo roto que pueda estar esto y llevemos años caminando con pies descalzos sobre vidrio.  — No lo sabré hasta que no lo haga— digo. — Creo que son de esas cosas que con el tiempo y en el trabajo nos van haciendo más resistentes. Y tampoco estará mal que se meta debajo de la piel, ¿no? Puede que me importe lo que le ocurre a otros y quiera hacer algo por mi parte. ¿Eso estaría mal?— lo cuestiono, sonando un poco a la defensiva por su manera de hacerme sentir como si me pusiera a prueba y dudara de mis capacidades. Claro que yo tampoco tengo plena confianza de que, al hundir mis pies en el mundo real, tenga el carácter como para hacerle frente.
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Es una molestia en la mandíbula no poder ser honesto con lo que hago en mi trabajo, soy bueno y es algo por lo que mi hija podría estar orgullosa de mí tal y como lo está mi hijo. Creo que Syv hasta aprobaría la historia que hemos inventado para mantener a salvo a su desconocido hermano. Amalie es otra historia, por eso aprecio que la joven se ofrezca a informarle sobre el nuevo libro en la casa, de todas formas no se quedará por mucho tiempo ya que dudo leerlo hasta el final ahora que he recordado los detalles. Aunque debería conseguir un ejemplar para nuestra colección, quizás una edición mas seria para que no desentone con el resto de la biblioteca, así habría algo de mi hogar dando vueltas por aquí, aunque sea una pieza de ficción.

Escucharla hablar de la profesión hace que me resulte casi imposible no sonreír, así que opto por levantarme del sofá y finjo un repentino interés por una de las obras de la pared. De esta forma estaré a espaldas de ella y mis expresiones no revelarán lo que en realidad siento - No importa cuan fuerte seas, llega un punto en que las historias son simplemente demasiado - respondo a su planteo con las manos en la espalda - Si dejáramos que se metan en nuestro corazón nadie ejercería la profesión por más de 5 años y viviría para contarlo - finalizo encogiéndome de hombros. En realidad eso es cierto, pueden importarte los niños pero lo más saludable es mantener lo profesional y lo personal aislados, de otra forma terminas adoptando a un niño como yo lo hice.

Se siente bien poder tener una charla más o menos honesta con mi hija luego de tanto tiempo. Y para colmo involucra temas de su futuro lo cual es el tema de conversación favorito de la mayoría de los padres. Quiero ofrecerme a llevarla a la oficina, quizás a los orfanatos para que vea su posible futuro sitio de trabajo pero temo que sea demasiado, he pasado mucho tiempo marcando la distancia como para poner marcha atrás ahora ¿Qué tal si Synnove se emociona creyendo que nuestra relación está tomando un rumbo diferente? ¿Cómo se sentirá cuando al final vuelva a alejarme de ella? A demonio, puedo hacerlo, solo debo mantener cierta dualidad y no dejar que mi emoción por tenerla cerca sobrepase el plan original.

- Podría organizar una visita a la oficina y los orfanatos si quieres - sueno incómodo, hasta me cuesta encontrar las palabras correctas cosa que no suele ocurrir - Nada como estar en el campo de acción para decidir si es lo que en realidad quieres... o puedes hacer - sí, no es tan difícil. Respiro profundo y pongo mi cara de poker habitual para la familia antes de girar sobre mis talones para quedar frente a ella - Alguno de mis empleados puede acompañarte o yo mismo si tengo el día libre, aunque eso no suele ocurrir.
Ivar Lackberg
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Solo puedo tomar el distanciamiento de mi padre, su interés mayor en los cuadros de la pared que en mi opinión y cada una de sus palabras como un intento de desalentarme a continuar una carrera que me lleve por todo lo que él ya recorrió. Estoy a punto de confesar que era una mentira, que no hace falta que me aparte así porque si insistiera en ese camino lo haría solo para llegar a él, aunque implicara dejar a un lado mis propios deseos, y qué bueno que no quiera que sea parte, así no hará falta el sacrificio. Me muerdo con fuerza los labios para contener un gesto en mi rostro que delate mi emoción, no diré nada porque en esta casa nunca he hablado más allá de lo que se me tiene permitido o es posible y eso se vuelve parte de una como si fuera un rasgo más del carácter. No se me va a quitar por un exabrupto. —Prefiero descubrir esas cosas y aprender como sobrellevarlas en el ejercicio, y no comenzar un trabajo así con un espíritu totalmente apático y desesperanzado— me escucho decir.—Aprecio el consejo, pero hay cosas que tendré que aprenderlas por mi cuenta.

Ese es el problema de engañarlo con la idea de que me interesa trabajar en el mismo departamento que él, puedo imaginar que a mamá le sucedería lo mismo y mañana mismo me pondría a leer todas sus enciclopedias de plantas, frutos, frutas, tubérculos y cosas de la fitomagia que nunca me han interesado en verdad. Ellos actúan como si mi vida fuera una extensión de la suya, sus expectativas y sus carreras son modelos de lo que se espera para mí. Es cierto que ninguno me impuso la especialización que elegí, pese a que no fue Ciencia y Educación, me hicieron sentir que les agradó que tuviera una ambición similar a la de ellos, con un plan a futuro dentro del ministerio. Pero, ¿en serio me acompañarían en cualquier decisión que tomara? Dudo de esto, no obtengo ninguna respuesta, porque cuando mi padre se da la vuelta y escrudiño su mirada, no veo nada. En serio, no veo ninguna emoción, ningún pensamiento transparente. Su invitación no sé si tiene una intención real y me desanimo un poco, apenas puede notarse por la forma en que mis hombros caen.  

La verdad es que…— pienso en rechazarlo, con cuidado de no herir la mínima consideración que tuvo hacia mí. Si es para relegarme con alguno de sus empleados, ¿para qué iría? Y entonces mi mente reacomoda rápidamente todos mis movimientos. —Me gustaría mucho poder conocer los orfanatos, y no, no hagas un hueco en tu agenda por mí. Si alguien que pueda acompañarme no habrá problemas, así también podrá comentarme un poco del trabajo y será una opinión diferente a la que le daría un padre a su hija— « Pura desmotivación», pienso. Conocer los orfanatos es una idea que me emociona, no me importa que tan difíciles sean ahí las condiciones para los niños, quiero verlo y necesito verlo. Algo distinto a mi propia infancia solitaria dentro una habitación de marfil, a la comodidad del Royal para los más pequeños, el deseo siempre callado de conocer algo distinto.
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
En otras palabras le importa un comino lo que tenga para decir de la profesión y no puedo estar más orgulloso por eso. El camino y los motivos son diferentes para cada uno, inútil sería colgarse de la cruzada de alguien más pues al final no tendríamos el coraje que se necesita para enfrentar las adversidades del camino. Por eso creo que la visita a los orfanatos puede ser una buena idea para ella, quizás allí encuentre su razón de elegir la profesión y alguna de las historias la afecte tanto que será su cable a tierra en los años venideros.

Asiento y sonrío de lado cuando escucho una respuesta afirmativa. Estoy frente a ella y puede ver mi expresión pero no me parece que sea exagerada pues tendría que ser algo menos humano que un robot para no expresar sentimientos al respecto - De acuerdo, solo avísame una semana antes de la visita para poder acomodar a mi equipo - respondo como si fuera algo sencillo. Debo enviar a alguien de confianza, joven para que pueda simpatizar con ella, y que luego no tema contarme todos los detalles de la visita ya sean positivos o negativos. Se me ocurre a la persona perfecta para el trabajo pero enviarla a ella sería tentar demasiado al destino, más si Amalie sabe algo sobre mi segunda familia.

Dejo de pensar al respecto ya que puede que pase un mes antes de que mi hija se decida por la visita y hay mucho trabajo y decisiones que tomar antes de eso, es estresarme antes de tiempo. En realidad todo lo que acaba de ocurrir es simplemente demasiado para contenerlo y me gustaría estar en buenos términos con mi esposa para poder charlarlo, no hay otra persona con la que preferiría hacerlo ahora mismo pero no va a poder ser.

- Me retiraré a tomar un café en mi habitación - allí podré escribir alguna carta o quizás charlar con polvos flu libremente - Recuerda lo comentarle sobre el libro a tu madre y... lo que estás pensando sobre tu futuro también, debe estar al tanto.
Ivar Lackberg
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Invitado
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Si hablamos del tema, ¿por qué esperar una semana para volver sobre lo dicho? Tengo la decisión tomada, soy más impaciente de lo que la gente cree debido a mi conducta moderada en la mayoría de las situaciones. Quiero ir a conocer los orfanatos y lo haría mañana mismo, porque tengo una corazonada sobre esto. El presentimiento es tan fuerte que tira de mí. -Toma esta charla como el aviso que necesitas. Puedes organizar una cita para la semana que viene-. Queda de su parte cumplir con el plazo, concretar su promesa si es que tiene una intención sincera de hacerlo. Hago memoria de cuantas promesas ha roto mi padre y no cuento ninguna, porque no las hace. No se involucra. Puede que mi presentimiento no sea otra cosa que la necesidad de recibir un poco de su atención.

-¿Por qué no tomas tu café aquí?- la pregunta se escapa de mis labios antes de poder detenerla y me pongo de pie. Estabamos teniendo una conversación, ¿por qué se va? Siento una pesadez en el pecho y comprendo que estos fueron unos minutos regalados. -Yo iré a la cocina a buscar algo de comer-. Prefiero ser yo la que se retire, asi no me deja sola en la habitación, hablándole al silencio. Porque si fui yo quien llegó a importunarlo, me corresponde ser quien se vaya. Y... con toda honestidad, porque quiero escuchar sus pasos en la casa y no saberlo encerrado en su dormitorio como si no existiera.

-Si, claro. Le hablaré a mamá sobre el libro- contesto como si fuera un detalle menor, nada importante. Lo otro me provoca un poco más de recelo, no sé si quiero decirle a mamá la misma cuasi mentira de que pretendo ser asistente social, porque... no. No estoy estudiando para eso. ¿Por qué lo hice? ¿Y como reaccionaría ella si hay posibilidad de que trabaje en la oficina de papá? Es posible que... se sienta un poco traicionada. No quiero pensar en ello, y sí en encontrar un modo de retener a mi padre unos minutos más. -Tengo unos libros. Podría dárselos al niño que te prestó este- vacilo. No quiero usar al niño, pero lo hago. -¿Quieres esperar unos minutos y te los busco?- muy por debajo de mi tono de voz hay una súplica.- ¿Qué tipo de historias le gusta más?- consulto para no fallar en mis recomendaciones.
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
La sonrisa de mi rostro se traslada de una forma humanamente imposible a mi pecho. Está tan decidida con la idea que debo organizar una cita para la semana que viene, así que tengo que poner manos a la obra ahora mismo para que todo esté perfecto... Hago una rápida lista de tareas en mi mente, primero debo llamar al orfanato para que preparen todo para recibir a alguien que aún no está preparada en el oficio pues lo último que quiero es que los niños le den una mala bienvenida por considerarla una extraña, creo que lo mejor será llevarla yo mismo fingiendo que me han cancelado una cita así que no debo preocuparme de contactar a alguien y por último... Creo que eso es todo por el momento.

- Está decidido - respondo con voz grave y los puños bien apretados. Algunos lo hacen para contener el llanto, yo para contener la felicidad ¿A ese punto he llegado? Con más razón creo que debo largarme de aquí pues continuar con la charla y los planes podría hacer que me sobreentusiasme y Synnove descubra algo al respecto - No te preocupes, prefiero ir a mi habitación... Hay algunas cosas que debo hacer, papeleos, y no quiero ser interrumpido.

Comienzo mi camino hacia la cocina para buscar el café y la pregunta de mi hija hace que me detenga en seco. Sus libros favoritos son los de aventuras y animales fantásticos, todo lo que involucre salvar a una criatura en peligro llamará su atención... Aunque recientemente ha mostrado interés en libros de ciencia ficción, si eso existe en un mundo en el que casi todo es posible. Pero es una pregunta capciosa, no tengo por qué saber los gustos personales de un niño que es uno en un montón.

- No lo sé, Synnove, es solo un niño en uno de los orfanatos en los que trabajo... Ya me cuesta trabajo solo recordar sus nombr
es - y dicho esto, voy a la cocina a preparar mi café.
Ivar Lackberg
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Semper Solennes - Synnove IqWaPzg
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Escucho en mi mente todas las puertas cerrándose, una tras otra, la última se escucha con eco y mi padre vuelve a refugiarse en su sitio seguro al que no tengo acceso. Este piso no es tan grande a pesar del costo que pudo suponer para mis padres al comprarlo, si quisiéramos podríamos hablarnos de una punta a la otra y nuestras voces se escucharían. Pero caben tres mundos solitarios y aislados, y es momento de regresar al mío, lo acepto con un suspiro suave que me guardo para mí. No quiero que llegue hasta sus oídos mi expresión de derrota, porque eso también sería importunarlo y ha tenido suficiente de mí en un rato, es lo que me hace sentir.

Entonces… si lo vemos en el orfanato, aprovecharé para preguntarle su nombre y los libros que prefiere— decido en voz alta. No solo a ese niño, a todos los que pueda, memorizaré todos sus nombres así como mi madre puede fijar el orden de sus libros o las categorías de sus plantas. Me pongo de pie y deslizo mis dedos por mi pelo para empujarlo hacia atrás en una coleta que sostengo con mis manos, de espaldas a mi padre.

Hundo las yemas en mi cuero cabelludo para aliviar la tensión y suspiro una vez más, en esta ocasión con la intención de que me escuche. Ni siquiera lo miro cuando me encamino hacia el pasillo que lleva a mi habitación, en dirección contrario a su andar a la cocina. Nunca en mi vida me atreví a un acto de rebeldía a mis padres, ni el más insulso, y este silencio que me impongo, que seguramente pasará desapercibido a sus oídos acostumbrados a no escucharme, es el único gesto que demuestra que me siento enfadada con mi padre, pese a que el dolor del rechazo es mucho más profundo y no mitigará en una tarde rayando con fuerza un par de carboncillos contra el papel.
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