The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Cale J. Ballard
Consejo 9 ¾
Hace semanas decidí que Zenda es mi nueva hermana favorita. Ya ha pasado tiempo desde el problema con Ben y Ava y aunque ya podemos vernos sin fingir que el otro no está ahí no es del todo cómodo hablar. Ben a quién le importa, pero el hecho de que Ava se haya enojado conmigo es un poco triste, sólo golpeé a Ben en la cara, no es que haya cometido el crimen del mundo. En fin, sigue siendo mi hermana y eso nada lo va a cambiar, sólo desearía a veces que se hubiera quedado como la niña tierna y dulce que fue una vez, la que le daba besos a todo el mundo para alegrarlos y no besos a su hermanastro... No quiero ni imaginarme eso. Suelto un suspiro cansado y algo nostálgico. Son apenas las 6 de la mañana y acabo de terminar de hacer mi guardia. Hemos reforzado todo desde el incidente de los aurores, el pánico se esparció un poco y necesitábamos calmarlo.

Me estiro y escucho como truena cada hueso de mi cuerpo. Se siente bien. Tomo un jugo de mi mochila y lo bebo como si no hubiera mañana, no me había percatado de lo sediento que estaba. En una de las últimas expediciones a las que fui encontré unos jugos de esos que se les daba a los niños, uno de uva y uno de manzana. Le di el de uva a Zenda y me quedé con el de manzana y no se lo dijimos a nadie más para lo armar alboroto de que los demás quisieran. Voy a extrañar irme de expedición tanto como antes, hace poco me dieron el puesto que ocupaba Stephen. Se siente raro, bastante raro peor sólo es cuestión de acostumbrarme.

Camino de vuelta al centro del 14 y me detengo cuando veo a Zenda sentada en la orilla de la casa de mi madre. - Que madrugadora estás últimamente. - No la culpo, desde lo que pasó aquel día con los aurores ha estado bastante intranquila, ni siquiera la he visto pelear taaanto con Bev como antes, aunque eso es relativo porque ellas siempre encuentran algo para discutir. Me siento al lado de ella y pongo mi mano sobre su cabeza moviendo ligeramente mis dedos para acariciarla apenas antes de devolver mi mano a donde estaba. - Asumo que estabas esperándome para nuestra sesión de entrenamiento. -  Desde hace unos días comenzamos esta rutina de que yo la ayudo a practicar algo de su metamorfomagia, en parte la hace sentir más segura. Yo quería enseñarle a dar unos buenos golpes, ya saben, para cuando se le acercara un sujeto y pudiera alejarlo sin problemas, pero ella prefirió esto. Dios, no sé si sueno como hermano celoso o he adoptado una postura un tanto de padre desde que pasó lo de Ava. Sea lo que sea me siento viejo.  - Vámonos antes de que nos vea mamá. - Me levanto y le extiendo la mano, aunque sé que no la necesita.
Cale J. Ballard
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Zenda M. Franco
Fugitivo
Las pesadillas nuevamente la despertaron antes de la salida del sol y como ya no podía volver a dormirse, en lugar de dar vueltas entre las mantas, se vistió y bajó a tomar el desayuno. Por suerte sus padres todavía no estaban despiertos, así que aprovechó y en lugar de comer 3 galletitas, mojó dentro de su vaso de leche 5 de las de chocolate con crema.
Desde lo ocurrido en el bosque con aquellos aurores, Mia iba a todos lados con su arco, con su varita e incluso con su auto. Amaba ese regalo.

Iba a salir en busca de algunas hojas medicinales o frutales, sin embargo terminó sentada en la entrada de la casa, con el libro de runas abierto entre sus piernas. Aún no se lo había devuelto a Seth, pero ella lo necesitaba más que él ¿no?
Estaba tan concentrada en la página marcada con una flor seca, que la repentina visita de su hermano mayor la tomó por sorpresa y brincó en su lugar. —¡Cale, casi me matas del susto!

Las caricias de él en su cabeza le sacaron una sonrisa y terminó acurrucada contra el enorme cuerpo junto a ella. Claro que no era tan grande como Ben, pero igual la superaban, así que ambos eran enormes desde su punto de vista. —Sólo me caí de la cama, creo.— Mintió horrible y rió bajito. —Sí, estoy lista para nuestro entrenamiento de hoy y...¿Adivina qué?— Preguntó señalando su cabello rubio. —¡Ya casi puedo controlarlo!— Casi, casi...aún se le cambiaba el color cuando su ánimo explotaba, pero una vez lo había tenido bajo control y eso contaba.

Tomó la mano de Cale y se puso de pie, le entregó su preciado libro para que él lo llevara y ella tomó asiento en su auto. —Mamá sigue dormida, creo que anoche bebió vino de más, así que no se dará cuenta que no estoy hasta dentro de unas horas.— Y pisando el acelerador, empezó a conducir hacia el campo de entrenamiento vacío a esas horas.

Cale, ¿Qué extrañas del otro mundo? Me refiero fuera del distrito...¿Qué es lo que más quieres de regreso?— Preguntó al tiempo que giraba el volante para no atropellar a Gigi, el perro de Ben, y siguió avanzando. —Tengo que aprender el hechizo para hacerlo volar y acelerar más rápido, ¿Me enseñas eso también? POR FAVOOOOOOOOOOR
Zenda M. Franco
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Cale J. Ballard
Consejo 9 ¾
Sonrío cuando Zenda contesta y aprieto un poco mi cuerpo contra el suyo, dándole un empujoncito. Me entra un aire de orgullo cuando dice que ya puede controlar mejor el cambio de color de su cabello y asiento con la cabeza. - Si sigues así podrás presumirle a Bev en poco tiempo que te tiñes más rápido el cabello que ella. -  Me río un poco pero me callo al momento. Creo que si hace eso sólo terminarían peleando. De nuevo. Quiero a ambas chicas ya que una es mi hermana y la otra es.. bueno... ¿Mi hija?, ¿Mi casi hija? Es como si lo fuera y de todas formas vivimos en la misma casa. Alejo el pensamiento inmediatamente de mi cabeza porque me hace recordar a  Ben y que él también es uno de los padres de Bev, por lo que enseguida hilo todo como si los dos fuéramos padres que tuvieron una hija sacando a Eowyn de la ecuación. Y eso, eso me da náuseas.

Suspiro cuando veo a Zenda montarse en su coche, juro que está obsesionada con esa cosa. Tomo el libro entre mis manos y miro la portada al tiempo que avanzo junto a ella. - ¿Cómo vas con esto, Zen? ¿Has aprendido muchas cosas nuevas? - Cuando Echo nos hacía entrenar hasta el cansancio, tuvimos que aprender a curar heridas y cosas sobre plantas medicinales. Cosas muy básicas para no morir cuando salíamos. Sin embargo, nunca me emocionó mucho. No me malentiendan, es de lo más útil, pero creo que nunca tuve la suficiente delicadeza para curar bien una herida o tratar con cuidado a alguien lastimado. Suspiro cuando dice lo de mamá. - Deberíamos esconderle el vino, ¿Eh? -

Seguimos avanzando en dirección al claro cuando Zenda lanza una pregunta que me toma desprevenido. ¿Qué es lo que extraño? Espero no parecer muy sorprendido. - La comida. - Bromeo. A medias, porque definitivamente estaba mejor antes. Respiro hondo y me detengo un par de segundos a pensar. Podría decir que a la gente, pero nunca tuve demasiados amigos, siempre pensaron que era un chico raro. Tampoco puedo decir que extraño que el mundo sea como antes porque estábamos igual, menos , o peor, de jodidos. - Supongo que lo que muchos te contestarían es que quieren de regreso su libertad, ¿Sabes? El mundo allá afuera es un caos y nosotros tenemos que escondernos y andar con cuidado. Me gustaría que hubiera sido diferente para ustedes. - Y con "ustedes" me refiero a todos los enanos del distrito. - Pero basta ya de reflexiones, ahora hay que concentrarnos. -

Carraspeo un poco cuando dice lo del carro. Es un claro no de respuesta pero no puedo decirlo en voz alta. Para empezar, mamá me mataría si hago algo así, y para continuar, creo que eso es magia avanzada para ella. - Primero veamos cómo vas con la metamorfomagia. - Yo tuve que deducir varias cosas solo pero es lindo tener estas sesiones con ella. Me distraen bastante de lo que pasa a nuestro alrededor. El claro empieza a formarse frente a nosotros y dejo mi mochila en el suelo y encima su libro. No era necesario traer la mochila pero lo hago ya más por costumbre que por otra cosa. - Muy bien Zen, muéstrame lo que tienes. - Le digo al tiempo que hago que mis ojos se vuelvan como los de un gato.
Cale J. Ballard
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Zenda M. Franco
Fugitivo
El rostro de Zenda, al escuchar la sugerencia de su hermano, fue de pura maldad infantil. —Por favor, Cale. No haré eso...ya se me ocurrirá algo mucho mejor para cuando pueda controlar más cosas.— Y sonrió de oreja a oreja. Ya se imaginaba la cantidad de travesuras que podría hacer, como asustar a Beverly durante la noche o cuando fuese su turno de guardia.
Salió de su nube de pensamientos y al mirar a su hermano, volvió a formar una pequeña sonrisa inocente, esa que usaba cuando era un poco más pequeña. —...Como ser una buena explorador.— Mintió. Era una pésima mentirosa, pero lo intentaba.

Una vez dentro del auto que su padre le había armado, empezó a conducir con cuidado como había prometido, junto a Cale. —Es el único libro que me gusta, puede leer como siete páginas por días.— Y era verdad, Zenda estaba más entusiasmada por aprender el lenguaje de las runas, que en hacer la tarea del colegio.
Seth le había ayudado también con la metamorfomagia y le había prometido que sería constante en su entrenamiento. —He aprendido un nuevo truco, que Ben y Ava odian.— Le comentó soltando varias carcajadas y pisó el acelerador.
Con la cabeza, negó varias veces hacia los lados. —Claro que no, ¿Por qué le sacaríamos algo que le gusta? Además siempre me ha dicho que una copa de vino por día hace bien al corazón y la salud.— Y no lo discutiría, si su madre decía eso, era cierto.

De todas las respuestas posibles, la de Cale es la que más le logra sorprender. —¿La comida? ¿En serio?— Arrugó la nariz sin comprender muy bien el porqué. —Pero si mami cocina muy rico...Y sus galletas son las mejores de todo el Distrito.— Y al recordar el sabor de los bocadillos de vainilla con chispas de chocolate, su estomagó gruñó.
Lo segundo era cierto, incluso ella había hablado con Ken acerca del secreto dentro de la cueva. Ellos querían salir del 14, conocer un poco el tan famoso NeoPanem y luego regresar con sorpresas y regalos para todos. —Pero...¿Te gusta más tú casa de allá fuera o aquí?— Volvió a interrogar al mayor, mas este le cortó en seco sus reflexiones y curiosidades.
Y no hizo falta hacer mucho para que Zenda se entusiasmara con la nueva actividad.

Bajó del coche de madera y se paró con las piernas ligeramente abiertas para mayor estabilidad. Observó como Cale transformaba sus ojos a los de un gato y luego de un par de carcajadas, se concentró y logró hacer su nuevo truco.
Cerró los puños y cambió los suyos a los de Ben. Luego Ava y finalmente a los de Echo.
Estos últimos, los mantuvo para hablarle, tratando de imitar su tono de voz. —Las novias solo dan problemas. Así que prefiero a mi gato. A él le dan menos ganas que a mi la compañía. Somos una pareja estupenda.— Al notar que le había salido a la perfección, perdió la concentración y tanto sus ojos, como la voz, volvieron a la normalidad en un nuevo ataque de risas.
Zenda M. Franco
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Cale J. Ballard
Consejo 9 ¾
Cuando Zenda menciona a Ben y a Ava, mi corazón, y cada órgano de mi cuerpo, dan un vuelco. La mayor parte de mi tiempo la empleo haciendo guardias o entrenando mientras intento NO pensar en ellos. Simplemente no quiero hacerlo. Lo que es gracioso aquí es que uno de mis argumentos en contra de ellos  fue lo que pensaría Zenda. Porque, seamos honestos, todo el distrito se enteró de la situación, queriendo o no. De cualquier forma, no parece importarle en lo más mínimo o pensar diferente de ellos cuando los menciona. ¿Y cómo podría? Si para ella no son mas que sus hermanos mayores. - ¿Ah si? ¿Qué truco? Tal vez podrías enseñármelo ya que dices que le molesta tanto a Ben. -

Sonrío cuando menciona la comida pero nunca llego a contestar su segunda pregunta pues ya nos hemos puesto con el entrenamiento. Sé que a Zenda le importa mucho aprender su metamorfomagia, y con toda la razón, es muy útil y tal vez un día pueda salvarle su vida. Espero que nunca llegue a depender de esto en una situación de vida o muerte, pero algo que he aprendido desde que huimos, es que nunca es demasiado temprano para entrenar y mejorar las habilidades que cada uno posee.

Sonrío cuando Zenda imita mis ojos, sin perder la concentración en los míos felinos, excepto cuando aparecen en su cara unos inconfundibles ojos que, si no fuera porque ella controla sus gestos, podría jurar que aun me miran con odio como el día que fui a pegarles un puñetazo. Arrugo la nariz y regreso a la normalidad mientras la observo quedarse con los ojos y tono de voz de Echo. Intento, sin mucho éxito, suprimir la risa que me produce su frase. Ahhh... Echo sigue siendo igual que cuando lo conocí. Río un poco menos discreto cuando mi hermana suelta una carcajada. - Bueno, hay una definitiva mejoría pero si pierdes la concentración así no vas a durar mucho tiempo transformada. - No es un regaño, es una observación. Yo sé que es difícil pero también sé que puede lograrlo.

Me estiro un poco y doblo mi cabeza a ambos lados para tronarme el cuello. - Parece que el cambio de ojos y voz te funciona, salvo porque al reírte has regresado a la normalidad. Así que sigamos con... mmm... - Me quedo pensando. Tal vez deberíamos dejar para el final transformar varias partes de su cara al mismo tiempo. - ¿Por qué no me muestras lo que has avanzado con el cambio de color de tu cabello? - Le digo mientras mi cabello se pone verde. Jamás andaría por el distrito con este tono color, obviamente. De sólo pensarlo ya escucho la voz de Eowyn  en mi cabeza mofándose y pidiendo que le pinte el cabello de modo que combinemos, o qué sé yo. - No es tan fácil al inicio, pues si quieres lograr que tu cabello se vea del mismo color que tus cejas, tienes que concentrarte aun mas. - Regreso a mi cabello rubio pero pongo una ceja de color verde y la otra la dejo de mi tono natural para que vea lo que puede pasar cuando no te concentras bien. - También es importante que sepas que tu estado de ánimo afecta a tu metamorfomagia. - Una emoción muy fuerte puede cambiarlo todo. Yo por ejemplo, no pude transformarme muy bien mientras huíamos de Neopanem. - A ver, enséñame como imitas el tono de cabello de Seth.
Cale J. Ballard
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Zenda M. Franco
Fugitivo
Sin dejar de reír por lo anteriormente ocurrido, Zenda observó como el cabello de su hermano mayor, se teñía de un verde demasiado fuerte. Trató de mantener la seriedad como lo madura y adulta que era, sin embargo las cejas terminaron por romperla.
Volvió a estallar en carcajadas y cubrió su rostro para que Cale no viera que hasta lagrimas comenzaron a caer. —Lo siento, lo siento. Si, ya estoy concentrada.— Se disculpó porque sabía que el mayor tenía razón, siempre que Zenda pasaba por emociones fuertes, no lograba controlar el color de su cabello...Menos podría con todo lo demás.

Respiró hondo, cerró los ojos e intentó enfocarse en lo que le pedía. En un principio, lo único que consiguió fue teñir las puntas de sus cabellos en un tono negro carbón, mas al continuar entrenando, consiguió quedar completamente morena.
La sonrisa no tardó en llegar y al abrir los ojos, también los había cambiado a los de Seth. —¿Cómo me veo?— Preguntó forzando sus cuerdas vocales y voz, hasta también tener el tono del médico del Distrito. —Si, está es la planta que necesitaba ¿Donde la encontraste? ¿Te has alejado sola del distrito, otra vezzz?

Esta vez no dejó que las risas la desconcentraran, se esforzó un poco más hasta que su cabeza empezó a doler. Sólo entonces paró y levantó la mirada. —¿Lo conseguí?— Preguntó. Jamás había intentado con las cejas y esperaba que ambas tuvieran el mismo color que su cabello.
Si era así, faltaba poco para que pudiera tener el control completo de la cara y aunque obviamente necesitaba conseguir transformar la nariz y boca, sabía que podría hacerlo si seguía trabajando duro.

De nuevo volvió a la normalidad y dio saltitos en el lugar.—Ya, ya. Quiero otro reto.— Pidió demasiado animada, aunque detuvo los saltos porque las botas le quedaban demasiado grandes y temía perderlas. Justo hoy se había puesto un par de medias con agujeros en los dedos y mamá lo odiaba.
Zenda M. Franco
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Cale J. Ballard
Consejo 9 ¾
Alzo las cejas mientras hago una mueca ante la reacción de Zenda. Sabía que le causaría gracia verme con el cabello verde pero mira que llorar de la risa... - Ya lo creo. - Le comento cuando dice que está concentrada. Intento relajar mi cara porque toda la vida he escuchado decir a los demás que soy un amargado, y la verdad es que no lo soy, o al menos eso creo. Tal vez lo que sucede es que muchas cosas no me causan gracia y las que sí lo hacen no son igual de chistosas para el resto del mundo, o que a veces mis reacciones son muy serias. Nunca lo sabré.  Termino por sonreír de lado, no importa que se burle de mí mientras pueda darle un rato de risa y se desestrese de lo que pasó con los aurores.

Mi sonrisa termina de mostrarse cuando la veo hacer un esfuerzo por transformarse, parcialmente, en Seth. Al inicio la voz suena temblorosa, como si aun estuviera probando y alternando tonos hasta llegar al más convincente en este caso. Puedo ver cómo lo intenta de verdad, e incluso, siendo muy meticuloso, creo que hay pocas gotas de sudor resbalando por su cabeza. Asiento con orgullo. - Te ha salido a la perfección, Zen. Aunque si quieres imitar a alguien mucho más guapo podrías transformarte en mí, claro. - Bromeo al final. La verdad es que no quiero enterarme de las frases que diría con mi voz en un intento por copiar mi forma de ser o hablar.

- ¿Sabes cambiar tu nariz o tu boca? - En particular siempre me fue más fácil transformar mi nariz y boca de acuerdo a la de un animal ya que podía visualizarlas de mejor manera en contraste con las  humanas y los detalles que hay que ponerles. En general puedo notar varias cosas viéndolas de frente, pero no tanto en mi cabeza para transformar las mías. - Dejaremos lo más avanzado para otro día pero pienso que podríamos adelantarnos y terminar de ver lo básico de la cara. - Después de esto si se cansa mucho tomamos un descanso y seguimos luego, entiendo lo exhausto que te puede dejar practicar magia, además de que no deberíamos volver muy tarde. - Mira Zen, el truco es imaginarte primero la nariz o boca que quieres, visualizar bien el color, la forma y los detalles. Y al final sólo la colocas en lugar de la tuya en tu cabeza y concentras tu magia para que se vuelva realidad. - No sé ni cómo explicarle pero espero que sea de ayuda. - Cambiaría la mía pero no quiero matarte de ataques de risa. -
Cale J. Ballard
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Zenda M. Franco
Fugitivo
Si quisiera imitar a alguien más guapo, no cambiaría nada porque yo soy perfecta.— Respondió bromeando, mientras inflaba el pecho y colocaba ambas manos alrededor de su cintura. Arqueó las cejas tratando de poner cara seductora como las modelos de las revistas de Beverly, pero sólo parecía que iba a estornudar.
Al final terminó su actuación cuando Cale volvió a preguntar acerca de sus transformaciones, qué podía y qué no podía hacer. —Bueno...La boca no me cuesta mucho, la nariz si, excepto de los animales.— Respondió y sin dificultad cambió su nariz y labios a los de una pantera. —¿Así?

Al volver su rostro a la normalidad, prestó atención a los consejos de su hermano mayor. Por como lo explicaba, no parecía complicado, sin embargo en la practica si lo era.
Cerró los ojos y pensó en uno de los rostros más conocidos o que veía con frecuencia, trató de imaginar la forma y tamaño de la nariz, luego de la boca y al estar segura de que lo tenía, intentó hacer que su magia cambiara las partes del cuerpo.

Volvió a costarle bastante e incluso se mareó un poco, pero al abrir sus parpados, había conseguido cambiar los ojos, nariz, boca y color de cabello, a los de Kendrick.
Le sonrió a Cale y trató de ajustar las cuerdas vocales una vez más. —Hola, soy Kendrick pero mis amigos me dicen Ken. Amo a Delilah con todo mi corazón, quiero que sea la mamá de mis dos hijos— Bromeó y a pesar de intentar mantener los cambios, no duró más de un minuto. Estaba agotada.

Lo siento...Creo que...— Y sus piernas fallaron. Cayó al suelo de culo y se mantuvo allí. —Necesito sentarme, ¿Podemos tomarnos un descanso?— Se estiró para tomar el libro de runas que Seth le había dado. No iba a ponerse a leer, pero quería actuar casual, no se había caído, ella se sentó así a propósito.
¿Crees que vuelvan? Los aurores.— Preguntó al final, sin levantar la mirada de las runas pintadas en las páginas.
Zenda M. Franco
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Cale J. Ballard
Consejo 9 ¾
Suelto una risa cuando dice que ella es perfecta. No a modo de burla, sino porque no esperaba la respuesta. Me alegra que piense así. - Muy bien señorita perfecta, parece que es de familia tener más control cuando se trata de cambiar la cara con partes de animales. - Porque a mí me pasaba lo mismo cuando tenía su edad. "Cuando tenía su edad", dios, que viejo estoy ya. Me le quedo viendo fijamente mientras cierra los ojos para empezar a cambiar sus facciones. Se nota la cantidad de concentración que le está poniendo así que no hago ni un ruido, para que pueda lograrlo. Podría espantarla o algo, porque a fin de cuentas allá afuera no tienes tiempo para pensar las cosas dos veces, pero creo que para fines educativos es mejor dejarla en este momento, si no nunca va a aprender.

Después de un momento, aparece poco a poco la cara de Kendrick. - Después trabajaremos en el resto del cuerpo, Zen - La miro de arriba a abajo y río con su frase. - Te ves graciosa teniendo sólo la cara de Ken cuando el resto de tu cuerpo se ha quedado igual. - Mi comentario no le llega porque apenas unos segundos después cae al suelo agotada. Creo que le exigí de más, debimos haber descansado antes de hacer esto.

Me acerco rápido hacia ella pero se me adelanta y toma el libro de runas como si todo hubiera sido planeado. No le digo que en su cara se ve el cansancio, ni que le sudor que le resbala por la frente la delata también, simplemente me siento junto a ella y rebusco en mi mochila lo que queda de una barra de chocolate que llevo guardando desde la última expedición a la que fui. - Mira, a ver si esto te anima un poco. - Tomo el libro de runas de sus manos y lo regreso a su lugar encima de mi mochila, para después pasarle el chocolate.

Medito en silencio lo que pregunta y evito contacto visual con ella. No quiero preocuparla, pero no quiero mentirle. Aun así, sigue siendo una niña. - No lo sé. Probablemente lo intenten y por eso es importante que entrenes con los demás. - Como nosotros, que tuvimos que prepararnos para cualquier cosa cuando huimos del distrito, y luego cuando encontramos el 14. - No pienses en eso. - La rodeo con un brazo y la jalo con suavidad hacia mí. - Pero bueno, ¿Por qué no me cuentas cuál es el drama con Bev? Que siempre que las oigo están discutiendo por alguna cosa. -
Cale J. Ballard
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Zenda M. Franco
Fugitivo
Eso suena bien, ya quiero cambiar mi cuerpo y tener más pechos como los de Eowyn.— Comentó mareada, al tiempo que se dejaba caer al suelo culpa de sus piernas, estas se sentían como gelatina de lo mucho que temblaban por el agotamiento, más que nada mental. —Así Beverly no me molestará más.
Se estiró para sujetar el libro y observar un par de páginas, mas Cale se adelantó y lo recuperó de un simple manotazo.
Zenda por supuesto que iba a quejarse, pero la barra de chocolate frente a sus ojos fue mucho más tentadora y no tardó en agarrarla para darle un gran bocado. —No tiene nueces ¿verdad?— Preguntó algo tarde, con la boca llena y abierta, tratando de no masticar.

La respuesta a su pregunta anterior no se hizo esperar y aunque no era lo que quería o esperaba oír, asintió con la cabeza repetida y lentamente. —Estoy entrenando mucho, pero si me gustaría que dejen de molestarnos...Nosotros no hacemos nada para herirlos, sólo buscamos un poco de comida, cositas pequeñas para las casas y ya...Ah y Ben en la última excursión me trajo un paquete de goma de mascar sabor a sandía. Fue delicioso.— Comentó tragando el bocado de chocolate, para luego estirar el resto hacia Cale. —Puedes sacar un pedacito.— Le compartió, al tiempo que intentaba recordar si le quedaban chicles dentro de su mochila o no.  

La pequeña sonrió y se movió para terminar sentada sobre las piernas de su hermano mayor, apoyando la cabeza en el hueco unido por el hombro y el cuello. —No puedo no pensar en ello, todas las noches tengo pesadillas.— Admitió en voz baja, sujetando el resto del dulce entre las manos.
El cambio de tema le sacó una pequeña risa y negó. —No discutimos, peleamos porque ella me molesta. Siempre dice que quiero ser un nene en cuerpo de una nena y no es así, no quiero ser Link.— Frunció el ceño algo enfadada. —Si sigue molestándome, usaré mis métodos de conquista para robarle a Ken. Entonces pasearé con él y le daré muchos besos, pero sólo frente a ella, para que se sienta mal. Para que sienta la derrota.— Y volvió a carcajear ante su magnifico plan.
Zenda M. Franco
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