The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Había pasado tantas cosas en tan poco tiempo, que sinceramente no sabía ni por donde empezar. Había conseguido salir con vida de la arena, y no debido simplemente a su suerte ni a su habilidad por la lucha y la supervivencia, si no también por el patrocinio de la que ahora era su ama; Talysa Glace, esa mujer que había salvado en la matanza de la gala benéfica, donde los suyos los habían traicionado. Le sorprendió ese acto de altruismo o culpabilidad, o deuda, o solamente porque ella era de este gobierno y le apetecía apostar por un perro del gobierno para verlo pelear.

Sólo habían pasado dos meses aproximadamente de todo, o incluso menos, ya no estaba seguro de poder contar bien el tiempo, pues ahora no tenía que preocuparse de su supervivencia, pero lo que si sabía es que no había relación entre ellos dos. Todo era bastante frío, y aunque Dem quería un poco remediar eso, no podía. Demonios y más demonios venían a él. Ahora era un mantenido que disfrutaba de los privilegios de un gobierno que detestaba, alabado por ser el esclavo más caro y con "algo" de derechos más que los otros descarriados.

No podía seguir así, no podía seguir en un sitio que no era para él y mucho menos sin su libertad.

Tragó saliva mientras el agua hervía en la olla, dejándose llevar por el barboteo incesante del líquido. Quería dejar de pensar por unos instantes y vivir de momento el presente que le había tocado. El plan de fuga no tenía fecha, ni si quiera unos cimientos sólidos, pero la idea flotaba en su cabeza. Estaba ahí tan cerca...

Frunció los labios y se acercó al agua hirviendo y echó la pasta. No podía ser un esclavo que no hacía nada, él mismo tenía que estar siempre en constante movimiento y ya que ella llegaba tarde del hospital, él podía hacer la comida para ellos dos.

Y para colmo, la casa estaba terriblemente sola y vacía... ¿Podría traer una mascota?
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Talysa Glace
Mentiría si dijera que las cosas habían salido según lo planeado. Si, había levantado la mano a su favor cuando había escuchado el crimen del que se le había acusado y del cual yo sabía que no había sido artificiero... Y si, había hecho lo posible para mantenerlo con vida dentro de la arena.  Por primera vez había saltado de la alegría con cada victoria de un tributo y había sufrido con cada calamidad. Había deseado que saliera de aquello con vida... Pero pese a mi empeño por salvarle, pese a mi dolor y mi alegría entremezclada en los juegos... Nunca había imaginado que realmente pudiera ganar.

El último disparo que anunciaba el final de los juegos me devolvió a la realidad; Demetrios Scofield era el ganador de los juegos, y yo, como su patrocinadora...acababa de cambiar mi vida y sin saberlo, rompía una norma que ni siquiera sabía que tenía:  Norma numero 120: Nunca ganes nada relevante para la sociedad o estarás en el punto de mira.

Si, definitivamente que Demetrios ganase los juegos había complicado mi vida más de lo que yo jamás hubiese imaginado; Dinero, fama, atención... Esas cosas que yo nunca había querido, que siempre había evitado y que podían costarme la vida, estaban al alcance de mi mano, y rechazarlas podía ser mucho más peligroso para mí que aceptarlas.

Así que sin saber como había ocurrido realmente me vi a mi misma  trasladándome a una de las casas más lujosas de mi distrito, fingiendo una humildad increíble ante las cámaras por no querer cambiar de distrito ni de trabajo y acogiendo bajo mi techo a un esclavo que por descontado, yo no quería.  Norma numero 1 a la mierda:  Las relaciones personales tienen que ser a corto plazo o inexistentes.  ¿Cómo diablos iba a pasar las lunas llenas bajo el mismo techo que él?  ¿Cómo podía conseguir que no se enterara? ¿Y si se enteraba como lo convencía de que no hablara?  Mi seguridad se tambaleaba como una hoja frente  a un vendaval y yo...cadente de respuestas opte por lo fácil.

Demetrios no tenía que hacer nada. Era un esclavo florero al que le dejaba las puertas y las ventanas abiertas continuamente. Quería que se aburriera, quería que se fugara...Quería que se sintiera solo mientras yo estaba en el trabajo. Pero la seguridad reforzada de los distritos y imagino las comodidades de la sociedad... parecía ser más fuerte por el momento.

Aquel día entré a casa sin pensar mucho en el tema. El trabajo había sido como de costumbre y estaba cansada. La luna llena se acercaba y yo empezaba a volverme sensible a los estímulos que me rodeaban; El olor a pasta me dio en la nariz mucho antes de lo que a cualquier persona le habría dado y fui hasta la cocina.

-No  hace falta que cocines...- Dije apoyándome en el marco de la puerta observándole. Se aburría y lo sabía...pero matarlo de aburrimiento era mucho más suave que recurrir a esos miles de traumas que la arena debía de haber dejado en él y de los que me sentía en parte responsable.
Talysa Glace
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Esto no debió de ser así | Talysa IqWaPzg
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Dem escuchó como la puerta de la calle se abría y como sentía la pesadez en el estómago de tener que enfrentarse de cara a Talysa. Le iba a costar demasiado acostumbrarse a esa situación hasta que viera una solución viable a lo que tenía por delante, pero mientras sí y mientras no, tenía que hacer esfuerzos para tener una relación cordial con ella. Después de todo lo había salvado, pero ya así la deuda estaba pagada. Sin embargo, ella había aceptado hacerse cargo de él y no venderlo.

Mirándolo de ese modo, él le debía más a ella, que ella a él; y eso lo tenía entre la espada y la pared. La única salida que quedaba era odiarla, odiarla por lo que ella representaba. Una asquerosa maga que seguía a este asqueroso gobierno, que apostaba en juegos y había ganado un estatus privilegiado gracias a él.

Pero se la veía tan disgustada con esta situación...

Arrgg —Dem movió la cabeza, pasándose las manos por el pelo para dejar de comerse la cabeza y buscar contradicciones, cuando la voz de ella le llegó desde la puerta de la cocina. Se cruzó de brazos, sin mirarla, encontrando en esos momentos interesante la olla que barboteaba con la pasta.

Alguien tiene que hacerlo y tú llegas tarde. No está bien que yo esté aquí sin hacer nada y no la haga —También había limpiado la casa y hubiese hecho la compra si ella le hubiese dejado por ahí el dinero. Esta discusión ya la habían tenido semanas atrás, después de que Demetrios hubiese aceptado un poco su nueva situación, pero no dejaba de repetírselo una y otra vez —¿Qué tal ha ido hoy? —sonrió un poco, cogiendo la cuchara de madera para remover la pasta.
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Los ojos de Demetrios se clavan en la olla  con mi llegada;Como si vigilar que el agua no se salga de la misma, fuera mucho mejor que mirarme a los ojos. A veces me da la impresión de que me tiene miedo...de que sabe lo que yo soy y lo que puedo llegar a hacerle. Luego recuerdo que al margen de mi inusual maldición, él debe considerarme una bruja dispuesta a castigarle por cualquier cosa que considere mal hecha; Legalmente puedo hacerlo.  Sea como sea, su miedo está justificado. ¿Porque no se marcha entonces de una puñetera vez?

— Como veas. — Respondo una vez más a una conversación que se ha repetido un centenar de veces en las ultimas semanas. Dem, lo siento, necesito que te aburras y me odies, es el camino más corto para terminar toda esta mierda. Vete. No voy a seguirte y desde luego no voy a denunciar tu desaparición hasta dentro de un mes por lo menos.  Márchate ya. En realidad, no tengo ningún tipo de ganas de denunciar su desaparición, pero que se dé cuenta que no denuncio y me haga responsable a mi de algún crimen dentro de unos meses no me hace ilusión.

— Pues como siempre. Nada interesante que contar.
— Y de tenerlo, tampoco lo estaría contando. No puedo dejar que me use para evadirse, para eso seguramente estará usando el televisor. ¿Y si le pongo un hechizo para que no se encienda  durante las horas que no estoy en casa? La idea me parece tan infantil que casi se me escapa la risa. —¿Y el tuyo? — No sé si pregunto por educación o por interés real, existe algo agradable en tener a alguien con quien tener este tipo de conversación amenas...y bueno, sentir eso es...totalmente contradictorio para mi.

Me muevo por la cocina y tomo asiento en una uno de los taburetes frente a la encimera. El cambio de casa no me ha molestado tanto como creía en un principio que pasaría. Estamos alejados de vecinos molestos a los que matar en una mala luna y tenemos una sala en el sótano ya insonorizada por mis hechizos. Supongo que al final, haber apostado por Demetrios no solo me a cambiado la vida para mal. Suspiro inaudiblemente.
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Su desprecio e indiferencia era aún más doloroso y odiado por él que si lo hubiese atacado físicamente. No entendía el porqué si tanto le molestaba lo tuviese todavía ahí. Era maga, podía permitirse el lujo de llevarlo al mercado, venderlo, ganar buen dinero y ya está. Asunto arreglado, pero no... Talysa lo conservaba con ella y ya estaba pensando que lo tenía ahí por interés o por una compañía que no quería admitir. Por dios, si ni si quiera se había interesado por el pasado de él.

Dem soltó el aire, levemente mosqueado, y se encogió de hombros mientras apartaba la pasta —Como tampoco puedo hacer mucho, pues ya has visto —abarcó la casa con las manos y echó la pasta en un plato junto con la salsa pesto —Estarás agotada, come y échate un rato —¿Por qué narices la cuidaba? ¿Se había metido tanto en el papel de esclavo? ¿Agradecimiento después de todo? La deuda estaba saldada ya desde hacía un tiempo, pero aún así lo conservaba con ella...

Alzó la vista para observarla detenidamente y dejó el plato de él a un lado —¿Por qué no me has devuelto? —preguntó finalmente —¿Por qué me compraste? —soltó una pequeña risa condescendiente —Se nota bastante que  no te caigo bien o que igual te molesto, pero tan sencillo es devolverme al mercado, me compran, tu ganas bastante y ya está. Problema resuelto —soltó de forma despreocupada, encogiéndose de nuevo de hombros.
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Me entretengo observándole desde mi taburete pensativa. Su pongo que en parte me he acostumbrado a su presencia. ¿Cuanto tiempo llevaba sola? Mucho, mucho...muchísimo. Aunque jamás piense reconocerlo, tenerlo aquí en algunas ocasiones me resulta agradable. Y no tiene nada que ver con que limpie o haga de comer.

—Bueno, vale. — Me siento un poco tajante al respecto, así que me levanto de mi asiento y voy a por mi plato mientras él habla, para finalmente detenerme sorprendida por sus palabras. ¿Está molesto y quiere hablar de ello? Eso si que es nuevo. No he pensado mucho en que responder a ese tipo de preguntas; Supongo que porque con un “Porque me a dado la gana” puedo quitármelo de encima, quiera él o no.

—Primero. —Alzo un dedo, como si lo que voy a decir fuera importante; Supongo que en parte lo es. —Yo no te compré. Te gané. No he pagado por ti. Jamás he pagado por nadie.— Al menos no en lo que se refiere a la esclavitud. Supongo que para mi es importante que lo sepa. — Así que...si yo no te he comprado y tu no eras un esclavo antes de los juegos...no creo que tenga a nadie a quien devolverte. — Mis palabras tienen cierto sentido, pese a ello no se porque demonios le estoy dando explicaciones; Me estoy equivocando, seguramente ahora se le pase por la cabeza la idea de que lo deje libre, algo que...por apariencias no puedo hacer. — Supongo que podría venderte...si. ¿Pero estas seguro de que quieres eso? — La opción de liberarlo no la nombro, mejor quitarle de la cabeza que vaya a ser yo la que de ese paso. Ya le dejo suficientes ventanas abiertas y dentro de lo que cabe no soy tan mala, o eso creo. No le he puesto un dedo encima nunca, no le obligo a nada, no se...la idea de que le compre un cabrón con gustos por la tortura y la sumisión no me hace gracia.

He ido alzando dedos a medida que hablaba y ya no sé cuantos tengo, así que dejo las manos quietas. — Y por ultimo. No me caes mal.—Digo agarrando mi plato de pasta y saliendome de la cocina para ir a comer al salón. Espero no tener que dar muchas explicaciones más, esto es agotador e impropio.
Talysa Glace
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