Llevaba años viviendo en la casa de los Weynart y Ludovic era mejor padre de lo que papá había sido jamás, así que me esforcé lo máximo en ser una buena hija y una buena hermana para compensar la culpabilidad que sentía por estarles mintiendo acerca de mi procedencia; procuraba causar los menores problemas posibles y si tenía que agachar la cabeza y permanecer callada en un rincón, lo hacía. Eso fue hasta los 12 años, cuando la pubertad me dio una bofetada y la familiaridad con la que los Weynart envolvieron mi rutina, me hizo olvidar que solo era una invitada; pero a nadie pareció importarle. Los años fueron pasando y las trastadas fueron cada vez a peor. ¿Cumpleaños de Ethan? tartazo en la cara para despertar. ¿Navidad? incendié un árbol sin querer mientras hacia un truco de magia que acababa de aprender -se ve que no tan bien como yo pensaba-; ¿pascua? ¡JOYCE ESOS CHOCOLATES ERAN PARA TODOS! y así fue como la normalidad se instauró en el día a día.

La noche anterior no había podido dormir en absoluto, así que había estado vagando por casa pensando en qué ocupar el tiempo. Podría haberme puesto a estudiar para el examen del lunes, pero ¿para qué? yo aprendía mucho más bajo presión (o sea, 5 minutos antes del examen) y lo único que se me ocurrió fue tomar un libro para leer en la biblioteca, de esos que me habían recomendado mis amigas más de una vez pero me había dado una pereza terrible empezar. ¿El problema? que Ethan había traído sus amigotes a casa y habían acaparado la biblioteca como su guarida y no quería interrumpir su noche de chicos (que le había dejado caer con toda la maldad del mundo, que era un poquito gay). Eso solo dejó disponible el cuarto de Keiran, que a veces acumulaba libros al azar en su escritorio por vete tú a saber qué razón.

Y bueno, así fue como me enteré de que Keiran y Laila estaban saliendo.

A la mañana siguiente estaba medio adormilada en la cocina, intentando desayunar; y digo intentando porque había hecho café y lo tenía entre las manos desde hacía al menos 20 minutos, pero no le había dado ningún sorbo. Bostecé y escuché los buenos días de alguien, como quien escucha una conversación que es con otra persona, a la que respondí con grandes muecas y sílabas inexplicables debido a la boca abierta. Una mezcolanza de sílabas que pretendía responder aquel gesto. Tardé en darme cuenta de que era Keiran y el chisme del que me había enterado, era suficiente para inyectarme en vena un choque de adrenalina que me desperto del todo. — Buenos días — Esta vez sí que hablé, con un leve tonito cantarín que, para cualquiera que me conociera lo bastante, era obvio que tenía mil cosas más que decir. — ¿Has dormido bien, Kei-kei? — Pongo los dedos en la taza de café y me la llevo a la boca, haciendo todo el aspaviento de maruja chismosa que está por contarte algo que sabe y todo el mundo no, pero disfruta del momento. — O has estado liado. Ya sabes. — Guiño cómplice.

¿Cuándo se había ido Laila? ¿Se había ido a tiempo de que no la pillasen? Esto era cada vez peor. Laila seguía viviendo con su padre y Keiran con su hermano, haciendo imposible verse en las situaciones de desfogue que querían ambos. Algún día los iban a pillar y no tenía ni idea de que ya lo había hecho la pelirroja.

Tenía un sueño del demonio. Le picaban los ojos y tenía la cabeza abombada, por lo que abrió el armario de la cocina y trasteó buscando alguna poción que le ayudase con el dolor. Sin embargo, ahí estaba su hermana para estropearle la mañana tranquila.

—Buenos días —rodó los ojos y cogió la poción, cerrando el armario de mala gana y la echó en un vaso. El tono con el que le habló ya puso a Keiran alerta, y paró momentáneamente de echar la poción, y la miró por encima de las pestañas.

—Si, he dormido bien —siguió a lo suyo de manera normal y tiró el bote de cristal mientras la bebía. ¿Había alguna posibilidad de que los hubiera visto? Joder, Joyce, y joder Keiran por ser tan putamente descuidado. Tragó la poción y dejó el vaso en el fregadero sin mostrar nada extraño.

—¿Liado? Si con eso quieres decir jugando a los videojuegos, si, he estado liado —sonrió de oreja a oreja —¿Has desayunado? Voy a hacer unas tostadas, ¿quieres? —abrió el frigorífico y sacó el zumo para luego ir a por la crema de cacahuete. Tenía que desviarla del tema si o sí —¿Qué haces bebiendo café? Después no hay quién te aguante.