Bastante cerca del espacio de las armas más brutales se encontraban aquellas que les permitirían a los tributos enfrentarse a la distancia. Los entrenadores debían ser un poco más pacientes, ya que controlar la puntería no era fácil para todo el mundo.

Habían blancos estáticos, muñecos e incluso una habitación para poder enfrentarse a falsos oponentes construidos por partículas de láser. La colección de armas disponibles para los tributos era variada, pero tan muggle como era necesario para recordarles que ellos no tenían permitido hacer magia.

Aunque la narrativa del entrenamiento queda a gusto del tributo, se les pide que usen la etiqueta del arma escogida para evitar confusiones. Serán las siguientes: #Arquería , #Ballesta , #Cerbatana , #Cuchillo , #Lanza , #Tridente. Se recuerda que aquí se entrena el uso a distancia, las armas que puedan ser usadas para cuerpo a cuerpo lo harán con el atributo Fuerza.

El hashtag completo que deberán utilizar en sus post se compone de la siguiente manera: #Habilidad-NombrePJ. Por ejemplo si Pippa quiere incursionar en la arquería su hashtag sería #Arquería-Pippa

La flecha golpeó contra uno de los extremos del blanco. No se sintió ni sorprendido ni decepcionado; en su vida había tocado un arma. Suspiró con la calma de que no tenía sentido sentirse frustrado y preparó otra flecha.

Sacudió la cabeza para poder despejarse la vista, la misma que se le cubría por los rizos. Tomó un poco de aire. Si apuntaba mejor, quizá podía al menos atinar…


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Sintió el cosquilleo del entusiasmo cuando vio cómo la flecha se clavaba en el centro del blanco. Lachlan bajó la ballesta y, sin poder evitarlo, miró a su alrededor en busca de algún rostro que se hubiera fijado en su pequeño triunfo.

Sabía que no podía confiarse. En la arena, los disparos serían diferentes y no estaría tan tranquilo. Seleccionó una nueva flecha, la cargó y volvió a apuntar. La flecha volvió a golpear.


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Apoyó la ballesta en su estante con sumo cuidado. Supuso que, si no se le daba tan mal, podía repasar luego y aprovechar el día para aprender otra cosa. Un paseo rápido por la estación lo llevó a admirar los cuchillos.

Nunca le habían gustado mucho. Sospechaba que se trataban de armas difíciles de utilizar. ¿Pero no serían también sencillas de cargar? Además de útiles, claro.

Se hizo con uno de mango grueso. Parecía cómodo en caso de un ataque cercano, pero no sabía cómo sería lanzarlo. Lachlan tenía a favor su altura, pero no la fuerza. Regresó a la zona de blancos, preguntándose cuál sería la lógica física para hacer que el cuchillo dé el golpe donde debería.

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El cuchillo de Lachlan se separó de sus dedos, pero su viaje fue un poco penoso. Golpeó contra el extremo del blanco, rebotó y cayó al suelo con un sonido seco que le hizo bufar. Rogó en verdad que nadie hubiera visto su pequeño espectáculo y corrió en su dirección para recuperarlo.

Antes de volver a intentarlo, tomó algunos más y los colocó en su cinto. Estaba decidido a conseguir que al menos uno funcionara.


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Escogió una daga pequeña que no alcanzó una trayectoria decente. Lachlan la vio caer a mitad del camino; ni siquiera una liebre se sentiría amenazada por algo así. Se relamió en un intento de recobrar algo de paciencia y adelantó un pie. Buscó una postura cómoda y probó el movimiento de su brazo; quizá, con el impulso suficiente…

Entornó un poco la mirada. Solo necesitaba probarse que era capaz de hacerlo una vez.

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EEl mango se le patinó de los dedos y tuvo que atajarlo en el aire. Su pantomima fue torpe, así que en esa ocasión estuvo agradecido por no tener a nadie chequeando su pequeño espectáculo. Se echó el cabello hacia atrás como si nada hubiera pasado y se preparó una vez más.


Resultado: fallo
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Retuvo el cuchillo cuando se dio cuenta de que su cuerpo no estaba ayudándolo. Movió los hombros y dio algunos saltos pequeños en el lugar. Con el cuerpo flojo pero con los dedos firmes, quizá tuviera un mejor desempeño. Volvió a plantar los pies, dispuesto a lanzar.



Resultado: fallo
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Se dio cuenta de que su cuerpo hacía un pequeño vaivén. Trató de mantener el torso un poco más firme, pero dispuesto. No estaba seguro de dónde había sacado esas ideas; asumió que era la lógica de los videojuegos.

Buscó tomar algo de aire. Probó el movimiento de la muñeca antes de lanzar de una buena vez.



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El cuchillo se clavó en el blanco, pero no en el centro. La potencia fue suficiente para dejarlo vibrando por un instante. Suspiró, una mezcla de alivio y orgullo, antes de sacar uno algo más pequeño.

No tenía intenciones de apurarse, incluso cuando sabía que en la arena no tendría tiempo para recalcular. Era su primer día, así que iba a concedérselo. Volvió a apuntar y lanzó con fuerza.


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La ballesta pesaba entre sus manos. Era la más pequeña, la menos aparatosa y, sin embargo, para Pippa sujetarla suponía un mundo. Una traición a lo que era, a todo eso que se negaba a hacer. Había sido una combinación entre las palabras de su mentor y las de sus instructores la que la habían obligado a dirigirse a la estación de las armas, pero no estaba convencida. Las dudas aplastaban sus facciones, agitaban sus manos.

A su lado, una mujer de peso blanquecino y arrugas amables cogió otra ballesta y, colocándose frente a una pared llena de dianas, procedió a indicarle los pasos a seguir.

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