—Sé que dije que lo mejor era que fuésemos por nuestra cuenta pero —se cruzó de brazos, apoyado casualmente contra la pared del ascensor—... creo que no es la opción más inteligente.

Había convencido a Dianthe para abandonar el dormitorio y dirigirse a la terraza con una única intención, hablar de su estrategia para los Juegos sin ojos y oídos que pudiesen molestarlos o escucharlos. Hasta ese momento estaba seguro de que lo mejor era que fuesen solos, pero, viendo cómo se iban desarrollando los entrenamientos y las habilidades que mostraban los que en algún momento se convertirían en sus contrincantes... se lo había pensado mejor. Solos serían presa fácil, un objetivo jugoso para aquellos que fuesen en grupo y, lo tenía clarísimo, más de uno iba a unirse por lo menos para el baño de sangre.

El problema había sido decidir a quién le podrían preguntar porque, en realidad, no era como si hubiesen mantenido contacto con demasiadas personas.

—Ash es nuestra mejor opción —dijo finalmente, tal vez lanzarse a la primera opción fuese arriesgado pero, sinceramente... ¿los demás? No le inspiraban demasiada confianza—, ¿qué te parece si le pedimos que se una a nosotros?

Esperó a su respuesta pacientemente, por algún motivo, el ambiente en el ascensor se le hacía extraño, como eléctrico, así que intentó no pensar demasiado en eso. ¿Cuánto tardaba aquel bicho en llegar al último piso? Por las escaleras seguro que ya estarían allí.

Ding, dong.

Se abrieron las puertas de la terraza y, con ellas, la visión de un solitario Ash mostrándose frente a ellos como una confirmación de su intuición. ¿Qué a lo mejor se equivocaba? Bueno, de todas formas tenían un 99% de posibilidades de morir, ¿no? Ya sería mala suerte que fuese a manos de un aliado, eso se solía respetar.

—Ash —saludó inexplicablemente inquieto el mago—, justo estábamos hablando de ti.

Casi envidiaba esa tranquilidad que, pese a todo, parecía mantener Hyperion. Con todo lo que había pasado en su vida, Dianthe solo lo había visto perder esa imagen de calma en un par de ocasiones. Pero más que envidiarle, le admiraba y, mientras él se apoyaba con tranquilidad en una de las paredes del ascensor, ella intentaba hundirse en la pared contraria.

Lo escuchó primero en silencio, casi como se mantenía desde que toda esa pesadilla terminó; apenas había hablado, y casi todo eran respuestas de monosílabos. Él era el estratega, el que había ideado el plan, y la castaña ya había visto cómo lo había ido variando sobre la marcha, pero ¿aliados? Le preocupaba, la verdad. Comprendía que ella no sería de mucha ayuda en los juegos, y entendía que Hyperion quisiese tener a alguien que pudiese ser útil de verdad, por eso no iba a negarse, por mucho que la idea la intranquilizase.

— ¿Has pensado en alguien? — preguntó, imitando su gesto de cruzarse de brazos, aunque a ella le faltó esa aparente despreocupación. El suyo era claramente un gesto defensivo. Pero cuando el nombre de su posible futuro aliado salió a la luz, algo parecido al alivio recorrió su cuerpo. Le gustaba Ash, pese a que allí todos lo eran, no lo sentía como una amenaza; parecía tener un don para aligerar el ambiente y parecía... En fin, una buena persona. Si ellos no ganaban los juegos, de verdad que esperaba que el chico del 8 lo hiciese — Me parece que sería una buena idea. — accedió, justo cuando el ascensor se detenía y, al abrirse las puertas, como una señal, vieron al chico del que habían estado hablando.

Dianthe le sonrió como saludo y echó una mirada a Hyperion antes de tomar la iniciativa y salir del ascensor hacia la alta figura de Ash.

— Cosas buenas, de verdad. — aseguró — ¿Tienes que ir a algún sitio? Ahora que hemos hablado de ti, nos gustaría hablar contigo. — medio bromeó, con esa amabilidad siempre en sus ojos castaños.