The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Emile L. Maksimov
Mentor
Whatever it takes
Lunes 7 - Piso D02 - Thomas y Vega

Era una persona que me tomaba con una calma admirable cada cosa que sucedía en mi vida. Era el seguro al que mi hermana se sostenía cuando perdía los nervios y quien servía para poner calma en las disputas en mi familia. Pero la noche anterior no había dormido y hoy me sentía bastante incómodo y nervioso. Estaba lejos de Raven. Y toda aquella situación parecía poder llegar a superarme en cualquier instante.

¡Pero no! No podía permitir que aquello pasase. Por eso y quiero creer que por eso, me encontraba paseando desde hacía unos minutos por aquel lugar con una taza en una mano y una libreta abierta en la otra. Repasaba mentalmente aquello que había estado investigando y practicando en aquellos días previos desde que fui nombrado mentor. El saber que no podrían usar magia fue un jarro de agua fría que aún no había logrado superar. Me sentiría desnudo si se me privase de la varita, aunque no negaré que tendría la ventaja de ser una comadreja. De encontrarme en su lugar, probablemente sería lo que haría, transformarme en comadreja y dejar que todos se matasen para salir cuando no hubiese peligro. Parecía una estrategia cobarde, pero a mi, en mi caso, me parecería la más acertada e inteligente.

Pero eso no era de importancia aquí donde ninguno de los dos hermanos contaba con la capacidad de ser animago. Tuve que pensar otras estrategias, pedir ayuda a Raven, razón por la que aún conservaba algunos moratones en el cuerpo y exprimir todos mis conocimientos sobre plantas, criaturas y cualquier cosa que pudiese serles de utilidad. Si había conseguido algo de ello lo vería ahora. Estaba esperando que ambos llegasen. No me sentía cómodos abordándolos, por lo que opté por mantenerme calmo cerca hasta que ellos apareciesen. Tampoco podíamos esperar demasiado pues no teníamos tiempo eterno. Lo sentía por Jolene, pero iba a luchar por aquellos mellizos como si fuésemos Raven y yo.

Y era por eso mismo que los había citado aquí en apenas unos pocos minutos.


Emile L. Maksimov
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Vega M. Fisher
Tributo
El cuerpo de la joven estaba entumecido y sus ojos ligeramente enrojecidos, sus músculos no terminaban de responderle cuando, sentada en la orilla de la cama, la mirada permanecía fija al frente. Hacía muchos años que no se colaba en la cama de Thomas… pero las circunstancias la habían llevado a ello. La última vez no fue tanto tiempo atrás, sino más bien unos meses, el día que todo cambió en su vida, el día que, en cierto modo, su madre colocó, sin ser consciente de ello, el nombre de ambos mellizos en el interior de las urnas.

El día anterior había sido tranquilo, habían acabado hablando de lo sucedido en el desfile, de como quemaron viva frente a miles de espectadores a una persona, una que hizo daño en el pasado pero que, a fin de cuenta, no dejaba de ser una persona. Aunque a ellos mismos los habían condenado a morir de forma televisada, entonces, ¿en qué se diferenciaban? Tragó saliva, removiéndose inquieta y levantándose de la cama para apoyar la diestra en el hombro de su mellizo, moviéndolo en un intento por despertarlo. — Thomas, despierta, tenemos que salir. — comentó un par de veces, moviéndolo hasta que el otro rubio abrió los ojos y, entonces, dio por concluido el contacto, alejándose de él tan rápido como lo hubo invadido la noche anterior.

Un armario plagado de prendas deportivas se abrió frente a ella; unas que movió de un lado para otro hasta que acabó por tomar algunas al azar, poniéndoselas y arrastrando los pies por el suelo del piso seleccionado para el distrito dos. La claridad del día entraba por las cristaleras, y la modernidad del inmueble, aunque no le resultaba destacable, sí llamaba su atención por la situación que los rodeaba. Si iban a matarlos, si eran considerados traidores, ¿por qué los alojaban en un lugar como aquel? Pasó la lengua por el labio inferior, colocándose el cabello tras la oreja derecha, caminando hacia el comedor y viendo la alineada distribución de alimentos, tomando apenas una de las tazas de café y un bollo que no parecía tener relleno alguno. Aventurándose, acto seguido, a dirigirse al hombre. — Thomas no tardará en llegar. — pronunció con lentitud, arrastrando las palabras y alejándose un poquito para tomar asiento. Su hermano siempre había sido el típico al que las sábanas se le pegaban, y Vega la que lo despertaba en las mañanas, al menos aquello no había cambiado. — Soy Vega. — se presentó aun sabiendo que sabría quién era.

Prensó los labios, girándose hacia la puerta que daba al comedor y, al no ver a su mellizo aparecer, volvió a hablar. — No necesito que me ayudes, necesito que ayudes a Thomas. — pidió con su claro mirar, entonces, fijo en el contrario. Ella se había encerrado en sí misma después de lo ocurrido con su madre, mientras que Thomas sí siguió con su vida; él merecía poder seguir teniéndola, se había esforzado por seguir adelante. Ella no.

Vega M. Fisher
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Thomas J. Fisher
Tributo
Bastaron unos minutos para que el rubio se impacientara en la cama producto de las escenas de las que había sido testigo aquella noche. Thomas nunca vio como quemaban a una persona con vida delante de todo el mundo, como si se tratase de un entretenimiento, ¿No iban a hacer con ellos exactamente lo mismo? Burdo y cruel. Eso era el gobierno que regía en ese momento. En algún momento él hubiese querido formar parte del sistema e intentar cambiarlo, aunque ahora no importaba.  

Esa noche le costó conciliar el sueño y no lo consiguió hasta que a Vega se le ocurrió colarse en su cama. Thomas la abrazó como lo había hecho unos meses atrás, cuando la madre de ambos se perdió en su venganza y ellos quedaron prácticamente huérfanos. Cuando eran niños, era su melliza quien lo abrazaba a él, especialmente en las noches de tormenta.  

A la mañana siguiente le costó un verdadero horror querer abrir los ojos e incluso salir de la cama. No fue hasta que Vega le sacudió un poco que, con un ceño fruncido, balbuceando alguna tontería es que aceptó que tenía que volver a la realidad. Dormir resultaba demasiado tentador cuando su vida estaba a punto de acabarse. Era la salida fácil.  

Fisher a penas se estaba terminando de vestir cuando su hermana abandonó la habitación. Otra vez volvía a tener un momento a solas, donde suspiró y le echó un vistazo a todo a su alrededor. Las sábanas revueltas, el surtido de ropa deportiva y todos los lujos que pudiesen probar en sus últimos días de vida. Aquellos que venían de un distrito más pobre seguramente le sacarían muchísimo más provecho que ellos.  

Con la ropa nueva e incluso la cara lavada se veía como el chico normal de siempre o al menos esa era la intención de Thomas. Interpretar un papel. Al otro lado de esa puerta se encontró a su hermana ya desayunando y a otro muchacho de cabellos rojizos.  

Buenos días —dijo Thom dirigiéndose a los dos presentes. Le echó un vistazo a la comida, tantas cosas para elegir a él tampoco era que le apeteciera nada en particular. Tomó una taza, quería beber chocolate caliente y eso hizo antes de ubicarse a un lado de su hermana. Sentía que había otras cosas más importantes de las que charlar antes de elegir la comida del desayuno—. Yo soy Thomas —se presentó estirándose en la búsqueda de estrechar la mano de aquel que ya se encontraba allí desde un inicio.  

Thomas J. Fisher
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Emile L. Maksimov
Mentor
Whatever it takes
Lunes 7 - Piso D02 - Thomas y Vega

Seguía con aquello de dar vueltas sin destino hasta que unos pasos y la presencia de la chica me hizo detenerme en seco casi consiguiendo así que vertiese parte del contenido de la taza sobre mi ropa. - Claro. No hay problema Vega. - Un gesto educado con mi cabeza acompañó a esas palabras que poco comunes eran en mi. Teniendo en cuenta la diferencia de edad que existía entre ambos y de haber sido otra situación, probablemente la hubiese tratado con una galantería y una caballerosidad de la que muchas veces no era consciente. Pero aquel no era instante para ello, menos cuando todo me recordaba de algún modo a Sam.

Pero este pronto desapareció de mi mente para dejar paso a la imagen de mi hermana. Sus palabras, las de Vega, fueron las que trajeron a mi mente a mi hermana. De haber estado en su lugar, estaba completamente seguro, que yo hubiese dicho una frase muy parecida a esa. Siempre protegería a mi hermana con todo lo que tuviese, aunque fuese mi vida. - Pero ayudándote a ti es como podrás ayudarle a él. - Me giré sobre mis pies para mirarla con una mirada que dejaba ver que entendía perfectamente a lo que se refería. Pero de nada serviría si moría.

Fui a añadir algo más, pero la voz del otro chico me hizo callar en seco. Me giré una vez más para saludarle con un gesto de cabeza- Buenos días Thomas. Te estábamos esperando. - Quise responder a su gesto, pero me di cuenta de que tenía ambas manos ocupadas. Dejé la taza en la mesa y ahora si respondí a este alargando mi mano para estrechar la contraria. - Yo soy Emile.

Solté su mano y miré la libreta que tenía en mi otra mano. Dudé un poco pero terminé por bajar esta antes de elevar mi vista hasta ambos hermanos. - Cuando os vi en la cosecha, no pude evitar pensar en mi hermana melliza y en mi mismo. - Moví mi cabeza titubeante, no era intención de dar envidia o algo así. - Pero creo que esa puede ser también vuestra mayor ventaja. Os conocéis y si sois como nosotros... podréis compenetraros más de lo que pensáis. - Raven era la que sabía luchar, la que tenía el pronto rápido. Yo el tranquilo y el, como a ella le gustaba llamarme, cerebrito de los dos. - He intentado reunir cosas que os puedan ayudar. Pero me gustaría saber antes que sabéis hacer. - Había empezado rápido pero no teníamos demasiado tiempo y no creía que regodearse en la pena pudiese ayudarnos a ninguno.


Emile L. Maksimov
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Vega M. Fisher
Tributo
Un reclamo quedó ahogado en los labios de la rubia que, aunque quiso agregar algo más, tuvo que contenerse a ello al escuchar las palabras de su mellizo, el cual llevó antes de lo que esperaba y casi interrumpe la pequeña conversación que se hubo dado previamente; o más bien intercambio de peticiones. Miró al otro rubio, suspirando cuando se dejó caer a su lado. Las manos de la joven bruja se cernieron en torno a la cálida taza que hubo tomado previamente, su mirada bajó hasta el contenido de la misma y su mente voló mucho, mucho más lejos de lo que esperaban ninguno de los presentes.

Thomas quería que se concentrara y, al parecer, el mentor quería exactamente lo mismo de ella. Porque si la ayudaba podría ayudar a su mellizo, porque si conseguía ser un poco mejor podría marcar una pequeña diferencia con respecto a la supervivencia de aquel que se mantenía a su lado. El claro mirar de la joven se dirigió una última vez hacia el rostro contrario, respirando apesadumbrada antes de regresarla hasta aquel que se presentó como Emile. Nunca fue interesante aprenderse los nombres de los mentores, ¿de aquellos que sobrevivieron? Ni siquiera sabía si aquello era real.

Los labios de la mayor de los mellizos Fisher se prensaron dando lugar a una fina línea blanquecina e, instintivamente, buscó la mano del otro por debajo de la mesa. Tragó saliva. También tenía una melliza pero, por suerte, no había acabado por ella en un lugar como aquel; o no podría contarlo, como le pasaría a ella misma. Se humedeció los labios, mordisqueándoselo instintivamente. — Thomas es fuerte. — habló de los atributos del menor. — Está preparándose para auror, en la Academia del distrito dos. — siguió explicando. — Tiene estrategia, y piensa bien las cosas, sabe organizarse y… nadar, también sabe nadar. — agregó. — También habla bien y es muy persuasivo, pero no sé si eso tendrá algún tipo de utilidad real. — siguió como quien no quería la cosa, solo hablando de su hermano y dejándose a ella a un lado, porque ella no era especialmente buena en nada, y no pretendería serlo.

Vega M. Fisher
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Thomas J. Fisher
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Emile. Ese era el nombre de su menor, el de cabellos rojizos, Emile. Recordarle no iba a servirle de mucho, especialmente cuando Thomas no tenía planeado ser el mellizo que regresara al distrito con vida. Esa iba a ser su Vega, su hermana mayor. Igualmente mantuvo la tranquilidad e incluso la pantomima de una charla más o menos formal. Estrechó su mano con la del otro muchacho y se ubicó a un lado de su hermana para beber la infusión que tenía en la taza. Como si fuera una comida normal, aunque no lo era.  

Al menos tu pudiste reencontrarte con tu hermana —comentó con demasiada ligereza considerando la situación. Thomas encontraba trágico que lo que ahora parecía ser una fortaleza para él y su hermana fuera a ser lo que determine que ellos estuvieran separados para siempre. Tarde o temprano la muerte iba a separarlos, pero, ¿Por qué así? Bueno, el gobierno era caprichoso y ellos pagaban los crímenes de su madre.

El menor de los Fisher tenía la taza a medio camino de su boca cuando a Vega se le ocurrió comenzar a hablar acerca de él. Cuáles eran sus fortalezas, mas bien y él no pudo evitar enarcar una ceja. Ella tenía que hablar de sí misma, valérselas por sus medios y tenerlo a él como un recurso. Al final, con muchísima suerte, si juntos conseguían eliminar a todos los demás pues sería una bendición. El problema sería si a él lo eliminaran antes y ella tuviera que valérselas por sí misma. Debían estar preparados para todo pronóstico.  

Tenemos conocimientos medicinales —agregó sin ninguna intención de explicar cómo es que los tenían. Debajo de la mesa su mano encontró la de su hermana y le ofreció un ligero apretón—. Vega también sabe nadar, es astuta, rápida y buena con los cuchillos. Es capaz de resistir más de lo que cree —explicó el mismo dado que la otra rubia había hablado de él.  

Es estrictamente necesario que Vega sea capaz de defenderse o atacar valiéndoselas de sí misma en el caso de faltarle yo. —Su voz había decaído ligeramente, en un tono más bajo, se dirigía únicamente al chico que era su mentor, ignorando completamente si Vega estaba o no de acuerdo con ello—. Pero también creo que es importante que consigamos amalgamar nuestras habilidades para sacar mayor provecho en la arena.  

Thomas J. Fisher
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Emile L. Maksimov
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Whatever it takes
Lunes 7 - Piso D02 - Thomas y Vega

No puedo evitar dejar escapar un suspiro por las palabras de Thomas en referencia a mi hermana. Por que mi mente se ha ido volando por unos segundos a aquella noche en casa de mis padres cuando le conté a mi hermana todo lo que había sucedido y la razón por la que era mentor. La verdadera razón y lo que se escondía tras la información pública. - No puedo vivir sin ella. - No era quizás la mejor frase en aquel instante, pero no me salía ser un mentiroso. Era un coquito, pero también demasiado sincero. - Aunque casi me mata ella misma cuando se enteró del por que de que me nombrasen mentor y eso. Menos mal que no lo hizo- Puse una mueca algo más cómica y después negué.

Negué y me quedé en silencio escuchando las explicaciones que me daban. Primero ella de él y luego él de ella. No era exactamente lo que había pedido, pero podría servir para ir trabajando. Por que sus palabras casi me sacan una sonrisa. Se que estaría feo sonreír en aquel instante, pero siento que puedo ayudarles. Al menos, un poco. - Vale. - Apunto algunas cosas en la carpeta para no olvidar nada y tras unos minutos alzo la cabeza observándolos. - Yo soy medimago. Conozco de venenos, uso de plantas y demás. También se sobre criaturas. - Tenía un pequeño pequeño vicio por ellas desde que era bastante pequeños y podría quedarme corto si solo día que sabía sobre ellas. - El combate no se me da tan bien, pero mi hermana es Auror y he tratado de que me enseñe algunas cosas, sobre todo las que he creído más convenientes. - Aclaro primero esas cosas para que ellos tengan una base propia hacia que camino podría ir dirigida mi ayuda. - También he estudiado otros juegos. Supongo que querrán innovar. - Yo lo haría. - Pero las bases están presentes en todo proyecto y el copiarnos de aquello que existe es algo muy común.

Dicho esto alzo la cabeza como si hubiese salido de una pequeña burbuja en la que hablaba como si aquello fuese una charla informal. Pero no lo era, lo sabía y por alguna razón, trataba de no pensar en el hecho de que ellos iban a ir a un camino probablemente sin retorno y que deseaba que uno de los dos ganase. Las posibilidades eran bastantes ínfimas, pero mientras hubiesen no tiraría la toalla. - Como tenéis conocimientos medicinales, podemos enfocarnos en ello. Por lo visto, el mayor peligro de los juegos es la propia arena y no otros participantes. Tener conocimientos para curaros y para conocer que hacen las plantas y criaturas que os rodean podrían ser la mayor ventaja.

Me temo que me había puesto como diría Raven, en modo cerebrito, pero necesitaba decir aquello que pensaba antes de escuchar sus palabras. - Nadar, también es positivo. - Me palmeo con un dedo la frente un par de veces. - Quizás a priori se me ocurre que la mejor estrategia sea mantenerse alejado de otros tributos y de la batalla. Dejar que ellos mengüen el número. - No me atrevía a decir que se matasen entre ellos. - Y ser persuasivo puede ser decisivo sin duda. Es otra arma más que siempre tendrás contigo. - Lo último lo digo mientras miro a Thomas. — Y si, creo que centraros en algo y pensar una buena estrategia pueda ser lo que os diferencia de un resultado u otro.

Guardo silencio unos segundos más antes de señalarlos a ambos con el bolígrafo. - Por eso me tenéis a vuestra disposición. Como os dije he estado preparando todo lo que he creído conveniente y algunas estrategias u opciones. Pero todo depende de lo que vosotros queráis y en lo que queráis centraros. - No quería que muriesen, pero si deseaban ir de frente com oRaven haría, sabía que no podría detenerlos.


Emile L. Maksimov
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