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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    Ash B. Valentine
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    08.08.2471 Zona de armas tributos 07


    Hoy he decidido que voy a tener que centrarme en alguna que otra arma, más que nada para asegurarme de que controlo algo para la arena. Es el segundo día de los entrenamientos, y siento que el día de ayer lo desperdicié completamente. Puede que por estar haciendo nudos como un imbécil, o puede que por estar vigilando a mi... competencia. La gente que hay me intimida un poco, aunque hay algunos más que otros. Hay gente muy pequeñita y yo soy de las personas más altas de todos los tributos, algo que me da cierta confianza, aunque suene absurdo.

    Cuando todos llegamos, a primera hora de la mañana, lo primero que nos hacen hacer es pasar algunos obstáculos. Supongo que los vigilantes, los que se encuentran en un palco, estarán observando nuestros movimientos para ver qué tan hábiles somos. Hay algunas cosas que se me dan mejor que otras, pero en general podría decir que soy algo bastante normal. Tampoco es que destaque como lo pueden hacer otros chicos.

    Tras esos entrenamientos, nos dejan tiempo libre para practicar con lo que nos de la real gana, y como tenía planeado para hoy, decido acercarme a la sección de cuchillos. Hay algunas armas que me intimidan bastante, más que nada porque hay machetes que son tan largos como mi antebrazo. Y mira que tengo los brazos largos. Pero me decanto por un set de cuchillos mucho más pequeño. Mejor empezar poco a poco, tampoco quiero ir a lo más complicado por ahora. Pero tras unos cuantos intentos de tirar los cuchillos hacia una diana con forma humana, bufo por la rabia.

    A mi lado, se encuentra la tributo del siete, la cual identifico por el gran siete que tiene grabado en el uniforme que nos ofrecieron el primer día. — ¿Sabes cual es la mejor manera de agarrarlos? Yo es que siento que estoy haciendo el ridículo. — Le comento un tanto preocupado. Puede que ella sea más experta en cuchillos que yo. O puede que no, pero al menos el intento ha estado ahí. — Me siento demasiado observado por... ellos. — Le hago un gesto con mi cabeza hacia el palco de los vigilantes y ruedo los ojos.



    Ash B. Valentine
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    Dianthe Fairhope
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    08.08.2471 Zona de armas Ash ye Hyperion


    Por extraño que pareciese, aquel lugar no la intimidaba tanto como debería. Quizá porque a veces tantos estímulos le hacían olvidar a qué se debía todo, cómo iban a terminar las cosas; tal vez porque ya estaba más que acostumbrada a recibir miradas hostiles y de desprecio de los demás o podía ser que se debiera a que, aunque desde el desfile no hubiese recibido ni un gesto amable en público de él, sabía — porque algo dentro se lo decía — que Hyperion estaba de su lado. Él había prometido que no dejaría que le pasase nada, y ella le había creído.

    Había pasado el primer día de entrenamiento intentando familiarizarse con todo el lugar, con cada opción que le ofrecían, pero había dedicado más tiempo a las secciones de supervivencia que a las armas. Ese segundo día había cambiado de estrategia. Si bien Hyperion parecía tener un plan que la incluía a ella, y era perfectamente capaz de cuidar de sí mismo, no estaba de más que ella pudiese defenderse y defenderlo a él llegado el momento, ¿no?

    Por supuesto, evitó las armas pesadas como espadas y hachas, sabiendo que de poco le serviría ensayar con ellas durante unos pocos días; quizá se hiciese más daño que bien. Sí había practicado, sin embargo, con unas mini hachas parecidas a las que ella usaba en casa para cortar las ramas indicadas para las varitas y, en ese momento, se hallaba en un puesto de cuchillos. Tampoco estas herramientas le eran desconocidas del todo, no en vano sus manos eran más ásperas de lo que se podía esperar en una chica de alta cuna, debido a sus horas tallando madera. Sin embargo, nunca había usado los cuchillos y navajas como armas, y no sabía muy bien cómo hacerlo.

    Se quedó un tanto apartada, observando a la alta figura del chico des distrito ocho, que parecía estar teniendo problemas con ese puesto en particular. Cuando le habló, ella miró sobre su hombro, no pensando que estuviese dirigiéndose a ella, pero al ver que no había nadie más cerca, le miró un segundo desconcertada y, sí, un poco asustada. No solo porque el chico imponía, si no porque no sabía muy bien cómo reaccionar.

    Era cierto que parecía cordial, incluso amable, pero no dejaban de ser los juegos, y todos allí tenían la misión de matarse entre ellos, lo que incluía, bueno, matarla a ella. ¿Y si ese chico era, precisamente, el que terminaba con su vida? No sabía sus intenciones, ni si ayudarle era tirar tierra sobre su propia tumba, pero finalmente su carácter complaciente y su naturaleza hicieron que se acercase un paso, dubitativa.

    Ehm... Pues... ¿Puedo? — preguntó, tímidamente, tomando uno de los cuchillos — Si lo sostienes para... — le costó encontrar las palabras, pues ella nunca lo había usado con ese fin, pero suponía que no habría mucha diferencia en cuanto a la técnica — En distancias cortas... Sostenlo así. — le mostró su propia mano, y cómo lo hacía ella — De esta forma, no se te escurrirá y evitarás cortarte tú. Pero para lanzarlo... — frunció un poco el ceño — No estoy muy segura, pero la mujer, la instructora, dijo que hay que hacerlo así. — tomó el cuchillo por el filo, a la altura de la punta — Con fuerza, para que no resbale. — indicó; no sería la mejor con los cuchillos, pero siempre había atendido a las lecciones.

    Siguió sus mirada hasta ver a los vigilantes y bajó los ojos al suelo durante un segundo. No sabía muy bien cómo comportarse, no debía olvidar que tenía un papel que cumplir y que estaba siendo observada a cada momento. ¿Hablar con otros tributos la perjudicaba? Ya no sabía nada. Ella no estaba hecha para las intrigas y, desde luego, no estaba hecha para los juegos.



    Dianthe Fairhope
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    Ash B. Valentine
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    08.08.2471 Zona de armas tributos 07

    La primera reacción de la castaña no me sorprende en absoluto, porque yo tuve la misma sensación ayer con Kaila, cuando a ambos nos tocó en el puesto de combate cuerpo a cuerpo. Fue una sensación rara, porque no nos conocemos entre nosotros, pero es inevitable el tener que socializar con los demás. O al menos esa es la sensación que tengo yo. Puede que otros tributos no tengan esa necesidad y simplemente se dediquen a practicar o como mucho hablar con su compañero de distrito.

    Asiento con la cabeza cuando me pide permiso y me aparto un poco para que acceda mejor a los cuchillos. Agarro el mío y escucho atentamente las explicaciones que me da respecto a la pregunta que le he hecho. Se la ve una chica introvertida, cortada, cosa que es bastante diferente a mi, pero al menos se está comportando de la mejor manera que uno puede esperar. — Wow, has estado muy atenta a las explicaciones de la instructora. Tienes buena capacidad de retener información, ¿no? — Le digo con una pequeña sonrisa, cuando termina de explicarme todo. — Yo a mitad de su explicación he desconectado sin querer. Era demasiada información para mí, creo que sólo se me ha quedado una cuarta parte. — Bromeo, o al menos es un intento de ello.

    — ¿Tú solías usar los cuchillos en el siete? Por la madera y esas cosas... Yo es que soy más de cortar telas con las tijeras. — Puede que al ser del distrito de la madera, tenga cierta práctica, porque se la ha visto cómoda a la hora de explicarme todo. Sigue mi mirada hacia los vigilantes, pero no dice nada. — Son intimidantes, ¿verdad? Me parece ridículo que estén ahí arriba. Me siento como un animal en el zoológico. Esto es un asco. — Acabo diciendo, con el cuchillo aún en mi mano y bajándolo con el peso de mi brazo.



    Ash B. Valentine
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    Hyperion O'Riley
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    08.08.2471 Zona de armas Ash y Dianthe


    "Intenta ser amigable", ese había sido el consejo de su estilista cuando, aquella mañana, le entregó una muda limpia del traje de entrenamiento y se desvaneció como si no hubiese sido más que un mal sueño.

    ¿Amigable?

    Y un cuerno.

    Había visto al resto el día anterior en el centro de entrenamiento, cuchillos, supervivencia, al final, poco o nada importaba lo muy en desacuerdo que estuviesen unos y otros con el gobierno y sus métodos.

    Todos querían sobrevivir.

    Para que pudiesen hacerlo los demás debían morir y sí, puede que Hyperion estuviese dispuesto a ello pero, desde luego, no lo estaba si era a costa de la vida de Dianthe. Ya que iba a morir, solo aceptaba que eso se diese si, al hacerlo, su compañera sobrevivía y se convertía en vencedora, para poder protegerla iba a necesitar mucho más que parecer "amigable", desde luego. Hacer amigos no impediría que una vez sonase el fin de la cuenta atrás, todos saltasen a la Cornucopia a hacerse con cualquier cosa que les permitiese matar al resto.

    Él no iba a ser menos.

    Así que no, no fue en absoluto amigable, ni de cerca, cuando llegó al centro y se encontró con el resto de Tributos, Dianthe incluida, había decidido mostrarse ligeramente distante con ella por estrategia, después de todo quería que pareciese inocente a ojos tanto de los Vigilantes como de los propios miembros del Capitolio. Una mártir, ese era su papel.

    Él debía ser el verdugo, después de todo, por eso estaban ambos allí, ¿no?

    Pasó los obstáculos y se entretuvo observando al resto, evaluándolos, velocidad, agilidad, fuerza, había un par de chicos tan altos como él e incluso más. El Tributo del 8, que, al parecer no era una mujer, entre ellos, sin embargo, no tenía aquel aire letal que había visto en otras parejas. Aunque uno no podía fiarse teniendo en cuenta el historial sangriento que tenían los Juegos a su espalda, víctimas que se convertían en asesinos despiadados de repente, asesinos que después no eran más que una panda de adolescentes débiles y lloricas...

    Tras las pruebas iniciales fue directo a uno de los puestos de supervivencia, quería pasar desapercibido al menos hasta las pruebas, estaba siendo demasiado obvio al ocultar su talento para cortar leña —y, con suerte, tal vez algún cuello— pero tampoco le importó... hasta que vio acercarse al gigante del 8 a Dianthe en el puesto de cuchillos.

    ¿Estaba eligiendo una víctima? O peor, ¿estaba intentando ligar con ella?

    Como si de un rottweiler se tratase, Hyperion soltó la piedra que estaba usando para hacer fuego y se encaminó hacia el puesto de cuchillos a unas zancadas que bien podrían haberse considerado un sprint por cualquier experto en atletismo. Observó la forma en que Dianthe le enseñó —¡le enseñó!— a tirar con una profesionalidad que debería haberlo sorprendido por tratarse de ella pero que, en realidad, lo enfadó.

    ¡Qué le estaba enseñando a tirar al enemigo! ¡Al enemigo!

    Le faltó resoplar cuando se situó junto a los dos y clavó sus ojos oscuros en el chico que, aunque parecía inocente, podría estar perfectamente fingiendo serlo con tal de acercarse a ella y averiguar sus puntos débiles.

    De hecho, en el Distrito 7 nos gustan más las hachas —indicó de repente contestando a la pregunta que habría ido para su compañera. Mantuvo un tono de voz neutro pese a su evidente gesto de pocos amigos, después de todo, él también estaba estudiando al resto buscando la forma de matarlos, no podía culparlo si aquella era su intención—. Al menos si fuésemos animales en un zoológico no tendríamos que cortarnos el cuello unos a otros, ¿no?

    Cogió un cuchillo y lo clavó con fuerza sobre la mesa sorprendiendo a la instructora.

    ¿Estaba celoso, rabioso con el sistema o simplemente desequilibrado?

    Si se te dan bien las tijeras deberías considerar usar los kunai —cogió uno de aquellos que parecían más bien una punta de flecha con un mango alargado rematado en una circunferencia metálica—. Pesan menos, apenas se ven y pueden usarse tanto para matar como para trepar o escalar, además, podrás girarlos entre los dedos, como si fuesen unas tijeras.

    No era que él fuese un experto pero, por cuestiones de trabajo, alguna vez había usado herramientas similares en el Distrito 7. ¿Por qué le daba el consejo? Siquiera lo sabía, tal vez porque así sabría qué arma iba a usar, si no era muy diestro en cuanto a puntería no tendría demasiado que temer, si confiaba en los múltiples usos de los cuchillos podía ser hasta una desventaja.

    Soy Hyperion, ella es Dianthe.

    Tal vez ser dos contra el mundo no fuese lo mejor dadas las circunstancias, ¿no?


    Hyperion O'Riley
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    Dianthe Fairhope
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    08.08.2471 Zona de armas Ash e Hyperion


    Seguramente estaba siendo ingenua, incluso estúpida, pero no podía evitar que el tributo del 8 le transmitiese algo, una sensación agradable. Le caía bien a su pesar; porque pese a lo que se repetía a sí misma demasiado a menudo, sobre todo los últimos días, no era tonta, y sabía que ninguna de esas personas iba a ser su amiga. Que la matarían sin dudarlo ni un segundo en cuanto tuviesen oportunidad. No podía culparles, claro, era mera supervivencia.

    Parecía impresionado por sus conocimientos, o por lo rápido que los había adquirido, ¿eso era bueno o malo? Seguramente lo segundo; ser vista como una amenaza no era bueno para ella ni para el plan que Hyperion parecía tener. Dianthe solo se encogió de hombros y esbozó una pequeña sonrisa carente de alegría.

    Sí, bueno. — comenzó, bajando después la vista al cuchillo que aún sostenía — Suelo prestar atención cuando lo que me dicen puede salvarme la vida. — medio bromeó. Solo medio, porque aunque había intentado dotar a sus palabras de jocosidad, era cierto. El día anterior había tratado de no perderse una palabra por eso, porque su vida dependía literalmente de ello.

    Aunque era en parte irónico cómo esas palabras eran ciertas solo a veces. Porque si hubiese escuchado a Hyperion en su momento quizá ninguno de los dos estarían ahí. En ese momento, y en todos los que se había saltado la ley por estar con el moreno, su instinto de supervivencia se había visto eclipsado por algo mucho más grande.

    Sopesó durante unos segundos el daño que podía hacerle responder a su pregunta sobre los cuchillos y decidió que, después de haberle mostrado lo que sabía hacer, contarle el por qué sabía hacerlo no podía perjudicarla, pero tan rápido como abrió la boca la cerró, puesto que alguien respondió por ella. Se mantuvo en silencio mientras observaba el intercambio de palabras y miradas entre los dos tributos, algo desconcertada. ¿No era parte del plan el mantenerse separados? Así lo había entendido ella y, si Hyperion se estaba saliendo del plan, seguramente se debía a que ella la estaba fastidiando, para variar. Nada de hablar con otros tributos, al parecer. Anotado.

    Sin embargo, eso no evitó que abriera los ojos como platos por el arrebato del moreno. No sabía muy bien si eso era parte de la pantomima ni a quién iba dirigido, pero si ella tenía que mostrarse como una inocente e impresionable chica horrorizada con la brutalidad de aquellos que la rodeaban, desde luego que quien la observase en ese momento lo creería, porque su expresión era genuina.

    Pestañeó unas cuantas veces y cerró la boca, que se le había entreabierto, al oír cómo la presentaban y miró a ambos chicos desconcertada. Decidió mantenerse en silencio, puesto que no tenía ni idea de lo que debía decir o callar; al parecer el plan de su compañero había cambiado, y ella debía saber cómo adaptarse a él antes de hacer nada que pudiese mandarlo al traste. Otra vez.



    Dianthe Fairhope
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    Ash B. Valentine
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    08.08.2471 Zona de armas tributos 07

    No puedo evitar dibujar una media sonrisa en mi rostro ante el intento de broma de la tributo del siete. — Sí, yo tendré que aplicarme el cuento, la verdad. — La castaña tiene razón y creo que debería ser mucho más consciente del sitio en el que me encuentro y dónde podría acabar en una semana. Esta pequeña lección puede ser el comienzo de mi andadura en todo esto, por lo que intento retener todo lo que me ha dicho la tributo, para futuras ocasiones y futuras prácticas con los cuchillos.

    Sin embargo, tampoco tenemos mucha intimidad porque el chico de su mismo distrito se entromete en nuestra conversación privada. No puedo evitar cruzarme de brazos y mirarle de arriba abajo, fijándome en cómo el uniforme que nos han proporcionado se ajusta mucho a su piel. Puede que incluso demasiado, ya que se le marcan los brazos y los pectorales una barbaridad. — Sí, ya veo que las hachas deben ser tu punto fuerte. — Está claro que esos músculos no se han desarrollado por voluntad propia. — ¿También es tu punto fuerte? — Esta vez dirijo mi mirada a la chica, esperando a que conteste ella y no le interrumpa el machote de turno.

    Su comentario respecto a los animales de zoológico hace que me ponga un poco tenso, ya que intento evitar el hecho de que en algún momento de estos días, vamos a acabar matándonos los unos a los otros, por pura supervivencia. — Preferiría ser un animal de zoológico ahora mismo, no te voy a mentir. Esto no es que sea mi pasatiempo favorito. — Sigo aún observándolo y puede que me sienta un poco intimidado debido a lo fuerte que es, comparado conmigo que soy un simple palo. Tengo claro que si me tengo que batir en un combate cuerpo a cuerpo con él, que voy a acabar muerto.

    Pero su actitud hace que alce una ceja, desaprobando el gesto que ha tenido de clavar el cuchillo de manera violenta. — Puedes reservarte esa masculinidad tóxica para otro momento, chiqui. — Mascullo, pero lo suficientemente alto como para que me escuche. Puede que incluso me haya salido ese chiqui de una manera más afeminada de la que suelo hablar, pero no me importa. Tampoco estoy con ganas de tener que aguantar al unga unga de turno.

    De todas formas, su consejo me sorprende bastante, porque en un principio parecía algo rabioso. ¿Será porque tanto la chica de su distrito como yo estábamos teniendo una pequeña charla? — Gracias por el consejo, pero... ¿cuales son esos kunai que tú dices? No es que conozca los diferentes tipos de cuchillos que hay. — De hecho, desconozco completamente que haya diferentes cuchillos con diferentes nombres. Se presentan como Hyperion y Dianthe y alzo mi diestra para agitarla con la palma abierta, a modo de saludo. — Yo soy Ash, encantado. — Qué nombres más exóticos, nunca había escuchado esos nombres. — ¿Vosotros os conocíais de antes? — Pregunto, curioso. Puede que me meta donde no me llaman, pero que ella se haya callado desde el momento en el que él ha llegado, me huele un poco mal.


    Ash B. Valentine
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    Hyperion O'Riley
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    08.08.2471 Zona de armas Ash y Dianthe


    Visto de cerca y, después de escucharlo hablar, no le pareció tan irritante, tan letal ni, desde luego, tan interesado en Dianthe. Hyperion se mantuvo en la misma posición durante los escasos segundos que el contrario lo observó detenidamente, permitiéndose ese mismo tiempo para evaluar sus rasgos delicados, la finura que respiraba en cada movimiento, era alto, sí, un gigante, pero también era delgado, elegante.
    Tal vez por eso se había sentido desconcertado al verlo vestido y maquillado como lo haría una mujer del Capitolio.

    ¿Lo haría como burla? ¿Por eso estaba allí?

    Pensó en lo de ser un animal en un zoológico después de su propio comentario, en aquel momento, mirando a Dianthe, callada, sorprendida —lo de haber clavado el cuchillo en la mesa igual se le había ido de las manos— y, desgraciadamente, condenada, lo hizo replantearse todas las ideas que en algún momento hacía menos de dos semanas le habían parecido importantes pero que habían perdido todo el sentido en el momento en que fueron cosechados. Decir que preferiría ser un animal en el zoológico habría sido hipócrita por su parte, después de todo, había intentado huir de una cárcel que, en aquel instante, se le antojaba el paraíso.

    Podrían haber sido felices, pensó, podrían haber vivido juntos él y Dianthe, haber continuado con el negocio de varitas de sus padres. Su estupidez les había arrebatado aquel futuro al que tanto se había resistido, como si lejos del Distrito 7 hubiese podido encontrar algo mejor que lo que ya tenía.

    Ojalá hubiese tomado su mano aquella noche y hubiesen regresado a casa antes de que los descubriesen.

    No creo que sea el de nadie —suspiró más para sí mismo que para el resto mientras dirigía una sombría mirada a los niños del cuatro, Mara y Marco, apenas unos críos.

    Ladeó el rostro sorprendido al escuchar sus siguientes palabras, su perfecta máscara de indiferencia y malhumor resquebrajada por el tono y los extraños términos que empleó el Tributo del 8 con un tono tan femenino que, momentáneamente, lo desconcertó.

    ¿Masculinidad... tóxica? —preguntó visiblemente confundido, ¿qué significaba eso? ¿Que olía tanto a hombre que podría intoxicar a alguien? ¡Si no había sudado prácticamente! Tuvo que resistirse para no olisquearse a sí mismo como un topillo—. ¿Chiqui? ¿Es algún tipo de jerga que usáis en el 8?

    Después de aquello lo mínimo que pudo hacer —dado que el chico no le estaba resultando desagradable, para disgusto del pobre Hyperion— fue aconsejarle sobre cuchillos y, aunque le gustaba pensar que lo hacía en beneficio propio, lo cierto era que nada más lejos de la realidad. Alargó el brazo para tomar uno de los pequeños kunai que estaban en el puesto camuflados entre armas más ostentosas que, probablemente, llamasen la atención de aquellos que creían que tamaño y filo eran sinónimo de fuerza y superioridad. Lo sujetó atravesando con su dedo índice la circunferencia que hacía de mango y, para mostrarle su versatilidad, le dio un par de vueltas con el dedo. Él no tenía especial puntería por lo que no optaría por armas como aquellas, se requería ciertos conocimientos de los que carecía, relacionados con el cuerpo, puntos grandes de sangrado, zonas débiles y, además, alguien con tanto músculo tenía mucho más complicado y difícil usar armas así apropiadamente.

    Se lo tendió antes de asentir.

    Ash.

    A Di se le dan mejor estas cosas, gran parte de las varitas de NeoPanem las ha tallado ella —indicó invitando a la chica a hacer una demostración más explícita del funcionamiento de aquel tipo de cuchillos.

    "¿Vosotros os conocíais de antes?". Un pinchazo en el pecho, miró brevemente a su compañera de Distrito antes de bajar la mirada tratando de ocultar la culpabilidad que se instaló tras sus ojos.

    Trabajaba en la casa de sus padres, hemos vivido juntos desde los once años —contestó finalmente, ¿de qué habría servido ocultar la verdad? Sumando que había intervenido en la conversación y la forma en que la había tratado antes del desfile dejaban bastante claro que se conocían—, nos cogieron en los límites del Distrito una semana antes de la Cosecha, estaba intentando huir y nos cogieron por mi culpa —era la primera vez que lo decía delante de ella. Suspiró—. ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí?


    Hyperion O'Riley
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    Dianthe Fairhope
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    08.08.2471 Zona de armas Ash e Hyperion


    Era extraño. En casa lo más parecido a un amigo que había tenido era Hyperion, y estaba claro que el moreno no se parecía en nada al chico con el que ahora hablaba. Que estuviese manteniendo una charla así, tan informal incluso cuando hablaban de su inminente muerte, con quien era probable que se la otorgase, era de lo más surrealista. Y más teniendo en cuenta que él había sido más amable que sus vecinos del siete.

    Con la llegada de Hyperion, llegó también el desconcierto. Sus acciones, sus palabras y miradas, contradicciones de una frase a otra y bifurcaciones en un plan sencillo en un principio. Cuando el chico más alto volvió a hablarle a ella directamente, Dianthe se dio cuenta de que, quizá de manera inconsciente por su parte o voluntaria por la del moreno, había quedado medio escondida tras el cuerpo masculino; una manera de protegerla de la mirada y la atención del otro. ¿Quién iba a pensar que la chica podía ser una amenaza, en comparación? O... ¿Quién iba a pensar, directamente? Porque, por un minuto, el modo en que la tela remarcaba los músculos de su compañero parecía que había servido de distracción para el otro. Y para ella también, la verdad. Finalmente, solo se asomó un poco, y negó con la cabeza, con cierto sonrojo.

    Animales en un zoológico. De eso sabían, demasiados de los que había allí, no era nuevo para la mayoría de ellos pero Dianthe había aprendido no solo a vivir conforme a eso, sino que nunca perdió la esperanza de que todo iría, de alguna manera bien. Nunca, hasta aquella noche en el bosque. No supo si fue el tono, o la postura; ni siquiera estaba segura de saberlo de verdad, pero le pareció que ese recuerdo cruzó también por la cabeza de Hyperion y, en un gesto sutil y efímero, tan rápido que pasaría desapercibido a cualquiera y casi esperó que hasta a él mismo, rozó la parte de atrás de su brazo, en una caricia de comprensión y consuelo. De intimidad. Una manera de decir "déjame compartir esta carga".

    Por fin, le tocó sonreír, hacerlo de verdad aunque fuese una sonrisa pequeña, al ver que ya no era la única confundida. Ella sí había escuchado antes expresiones como esas, no en vano su familia se relacionaba con todo tipo de gente. Alzó una mano para saludar al recién conocido Ash, más desconcertada que tímida, mientras su mente intentaba encajar las piezas rápidamente para amoldarse al plan. Pero en cuanto encajaba una, Hyperion parecía tirarle otra.

    Le miró, casi más sorprendida por aquel diminutivo que utilizó para referirse a ella que porque ahora quisiese que mostrase las habilidades que antes pretendía que escondiese. Al parecer eso de fingir no ser cercanos no se aplicaba con delante de Ash. Tomó uno de los kunai y miró a Hyperion con la pregunta "¿qué dementores estamos haciendo?" bailando en sus iris castaños, adelantándose por fin para salir del refugio que era el cuerpo del moreno.

    Eso era lo que iba a decirte antes de que llegase Hyperion. — le comentó, con una sonrisa cordial, mientras hacía girar el cuchillo con destreza en su mano — Trabajaba en el taller con mis padres. Aunque estos no son los mejores para tallar, pero sí que sirven para todo lo que él ha dicho. —  tragó saliva al pensar en lo de matar — [color:1a94=99ccff]En ciertas superficies serían útiles para escalar, pero también ralentizarían la subida, porque... Bueno, tienes que clavarlos con fuerza para que sostengan el peso, pero luego tienes que desclavarlos para seguir avanzando... — su voz fue apagándose según hablaba, mirando a ambos dubitativa, sin saber si estaba hablando demasiado para su bieno si lo que estaba diciendo podía aburrir al otro, que ya había dejado claro que desconectaba con facilidad.

    Y aquella pregunta... Estaba claro que, pese a lo dicho, Ash prestaba atención a los detalles. No debía de haber pasado por alto la manera en que el moreno se había dirigido a ella, o quizá por lo que dijo de las varitas. Su rostro debió pasar del sonrojo a quedar totalmente blanco por esa pregunta y tragó saliva. ¿Cómo se suponía que debía responder a eso? "Sí, de vista", "Sí, creí que podría ser el amor de mi vida, pero mira, al final va a ser demasiado corta para eso", "Sí, estamos aquí porque no imaginaba mi vida sin él, y ahora ninguno vamos a tener de eso".

    Hyperion fue el que contestó, con una respuesta al principio bastante impersonal. Se alejó un par de pasos, dándoles la espalda con la excusa de dejar el cuchillo en su lugar, sintiéndose incapaz de mirarle mientras explicaba por qué estaban allí. No podía enfrentarse al reproche que imaginaba encontrar en su mirada. Sin embargo, al oírle echarse la culpa, le miró sin volverse del todo, con el ceño fruncido de nuevo por la confusión. ¿Su culpa? Eso... Debía ser parte de la actuación, ¿no? Él le había recalcado que ella debía insistir en su inocencia, y por eso acababa de culparse. Solamente por eso, ¿verdad? Porque no podía creer de verdad que él era el responsable de la situación en que se encontraban.

    Poco a poco, con cierto esfuerzo, desvió la mirada de su rostro para mirar al tributo del ocho, esperando su respuesta, más que curiosidad, con una ligera necesidad de saber que su delito no era tan malo. No podía ser que esa persona que le había llegado a caer simpática fuese en verdad mala. O sí, estaba claro que ella no era la mejor juzgando a los demás.


    Dianthe Fairhope
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    Ash B. Valentine
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    08.08.2471 Zona de armas tributos 07

    No puedo evitar soltar una pequeña risa, un poco más exagerada que la de la chica, la cual se queda detrás de él. Me hace gracia cómo me pregunta sobre la masculinidad tóxica y el diminutivo. — Con masculinidad tóxica me refiero a el querer demostrar ser el macho alfa en un contexto que realmente... no lo necesita. — Le explico al tributo del siete. — El querer demostrar tu fuerza y tu hombría, vaya. — No sé si me he explicado, pero bueno, es difícil explicarle esto a un hombre heterosexual. — Bueno, realmente puede que sea una jerga capitolina, aunque pensaba que era algo que se sabía nacionalmente. — Añado.

    Oh, vaya, de dejas impresionado Dianthe. Aparte de tener conocimientos sobre cómo lanzarlos, sabes manejarlos también. — Puede que parezca una chica tímida y que en un principio no sea una amenaza para los demás tributos, pero es ese tipo de gente la que realmente me gusta. No, por ejemplo, el tributo del dos, que parece ser bastante rudo. O al menos esa es la imagen que da. — Pues ya les voy a echar un vistazo durante esta semana, muchas gracias por el consejo chicos. — Les digo con una pequeña sonrisa de agradecimiento. De hecho, me sorprende bastante que el oficio de la chica sea el tallar varitas, por lo que tiene que tener buena mano con estos. —¡Wow! Eso mola mucho, no es lo mismo que estar cortando e hilando telas entre sí. Hay varitas que son muy bonitas, por las formas que tienen y la manera que son talladas. — Intento que suene como un cumplido, ya que según su compañero de distrito, ella ha sido la que ha tallado gran parte de las varitas.

    Chasqueo la lengua al escuchar la historia que me dice Hyperion, lo cual me hace pensar que ambos han tenido muy mala suerte al ser escogidos juntos para los juegos. La misma mala suerte que han tenido los hermanos del dos, está claro. — Vaya, eso sí que es mala suerte... — Murmuro, con cierto gesto de pena. — Supongo que vuestra situación tenía que ser desesperante para acabar huyendo del distrito. Yo conozco a mucha gente que ha querido ir a... ya sabéis qué distrito. — Digo lo último en un susurro, mirando hacia todos los lados para asegurarme de que sólo ellos han sido los que me han podido escuchar. Puede que su idea fuera irse al distrito nueve y tres cuartos, pero tuvieron la mala suerte de ser capturados por el camino.

    La pregunta sobre mi razón de estar aquí me hace suspirar. — Bueno, vosotros antes de conocerme a mi como Ash, me habéis conocido como Ruby. — Les explico. Puede que no se fijasen en mi en el desfile o no hubiesen hecho un repaso de las cosechas al igual que lo hice yo con Samantha y Jolene, pero tampoco es que sea una persona que pase desapercibida. — Antes vivía en el Capitolio, por eso mi manera de hablar, supongo. — Digo respecto a la jerga que antes comentaba Hyperion. — Hacía shows muy grandes en la capital, pero hubo un día en el que no le sentó muy bien a la gente mi crítica hacia el presidente respecto a cómo trataba a cierto tipo de gente. Eso hizo que mis padres tuviesen una multa enorme y a mi me mandasen al ocho. —.


    Ash B. Valentine
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    Hyperion O'Riley
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    08.08.2471 Zona de armas Ash y Dianthe


    No era... bueno —comenzó a intentar justificarse ante la explicación sobre la "masculinidad tóxica" y lo que implicaba.

    Igual sí que había sido un poco masculino tóxico... ¿se decía así? Un ligero rubor se apoderó de sus bronceadas mejillas ante las risas que provocó su ignorancia, no era como si él supiese mucho de jergas y socializar, se había pasado los escasos diecisiete años de vida que tenía trabajando, trabajando y así hasta el hartazgo.
    Su única amiga era Dianthe y, por lo visto, no le había salido bien a ninguno de los dos aquella amistad.

    Esperó a que su compañera de Distrito añadiese algo a la confesión pero, claramente, no lo hizo. ¿Qué iba a decir de todos modos? "Sí, fue su culpa", eso habría sido lo más acertado, no habría podido reprochárselo, desde luego.
    Debía estar haciéndose sangrar la lengua al escuchar las suposiciones del inocente Ash, ¿qué pensaría si le dijese que simplemente había querido irse porque tenía la ridícula idea de alcanzar en algún momento la libertad? Ahora le parecía una tontería, una tontería que les iba a costar la vida si no le salía bien la jugada.

    No podían entrar a la arena solos, serían carne de cañón.

    El que estaba huyendo era yo, ella solo estaba intentando evitar que me metiese en... bueno, en esto —contestó sereno antes de ponerse él mismo a juguetear con un cuchillo del tamaño de su antebrazo—. Salió mal... —se aclaró la garganta—. ¿Habéis estado en algún puesto más aparte de éste? ¿Algo de supervivencia?

    Trató de desviar la atención del tema preguntando por su propia historia y se sorprendió, por fin, al descubrir el motivo por el cual Ash a veces era también... ¿Ruby? Y él que creía que las personas que pertenecían al Capitolio se salvaban del colador que eran los Juegos... al parecer no. Lo indignó aún más si cabía pensar que el delito de aquel chico había sido, simplemente, criticar un comportamiento que todos veían.
    ¿Condenaban a un adolescente a la muerte simplemente por esa tontería? ¿Por algo que podía haber pasado sin malicia? Era desproporcionado, ¿sería cierto?

    Ahora entiendo lo de la Cosecha y el Desfile —admitió ligeramente avergonzado por no haber contemplado la posibilidad de que una persona pudiese ser ambos—. Pero... ¿condenado por una mera crítica? ¿Qué fue lo que dijiste que se consideró tan grave?


    Hyperion O'Riley
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    Dianthe Fairhope
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    08.08.2471 Zona de armas Ash e Hyperion


    Los elogios a su habilidad con los cuchillos no despertaron demasiado en ella; no importaba que supiese manejar esas armas, porque nunca las había usado como tal, y no sabía si llegado el momento sería capaz. Sin embargo, cuando Ash alabó las varitas, eso sí la llenó de orgullo y le dirigió al chico una verdadera sonrisa con tonos de gratitud.

    Pero todo eso quedó atrás cuando se tocó el tema de lo ocurrido aquella fatídica noche en el bosque. Oír las condolencias del tributo del 8, con sus suposiciones, le hizo soltar el cuchillo de golpe sobre el resto, haciendo bastante ruido. Apretó la mandíbula y cerró los ojos, tomando aire, esperando no llorar. Porque su situación no había sido desesperante, ella era feliz, o casi. Pero estaba claro que Hyperion no, y ella le había arruinado su posibilidad de serlo.

    Se sentía un fraude total. Le dolía cada vez que él parecía defenderla diciendo aquello, por mucho que fuese su papel. Porque ella no había intentado evitar que terminase así. Ella había intentado evitar que la dejase, y había provocado que terminase así. Decir que salió mal era quedarse demasiado corto.

    Escuchó la historia de Ash y Ruby, más para abstraerse de su propio drama que porque pensase en que la información podría serle útil. Porque, ahora que lo pensaba, ¿por qué estaba Hyperion siendo tan... sociable? ¿Quizá se estuviese planteando una alianza?



    Dianthe Fairhope
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    Ash B. Valentine
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    08.08.2471 Zona de armas tributos 07

    Me sorprende mucho lo callada que es Dianthe, ya que no participa demasiado en la conversación que estamos teniendo nosotros dos. Aunque es cierto que ha dejado de hablar cuando él ha llegado, ¿es que es él precisamente la persona que hace que este de esta manera?

    Puede que esa pregunta me la responda él mismo, ya que por su culpa ambos están en esta situación. Básicamente, si él no se hubiese escapado, ella no habría ido detrás de él y otras dos personas estarían ocupando su lugar. De hecho, la actitud que coge Dianthe me sobresalta un poco. — ¿Estás bien? — Me sale preguntárselo porque supongo que no es algo fácil de ingerir, habiendo pasado muy poco tiempo desde que los arrestaron. Me aclaro la garganta, al igual que ha hecho Hyperion, tras la incomodidad que siento y asiento con la cabeza. — Bueno, he pasado por la estación de combate cuerpo a cuerpo, aunque no es que haya sido muy efectivo. Y también por la de las lanzas, aunque supongo que los kunai se me han hecho ahora más interesantes. — Fuerzo una pequeña sonrisa, intentando que la tensión en el ambiente no se pueda cortar con un kunai. — Y bueno, también cómo hacer trampas. ¿Y vosotros? — Pregunto.

    Asiento con la cabeza y me llevo una mano a la nuca, para rascar esta. — Ahí está la explicación. — Digo un poco ruborizado. Tampoco es que me guste demasiado hablar sobre Ruby, más que nada porque no siento que tenga la misma confianza que cuando me pongo un vestido, unos tacones, una peluca y un quintal de maquillaje. — Bueno, no es que fuese una mera crítica, la verdad. — Todavía recuerdo los abucheos que recibí por parte de un par de personas en el pub del Capitolio, y seguramente fueran esas dos personas las que me delataron a los aurores que pasaban por las calles a aquellas horas de la noche.

    Tiré el nombre de Magnar Aminoff por el lodo. — Digo en un susurro. — Puede que mucha gente lo piense, pero muy pocas personas son las que lo dicen a pleno pulmón. Y yo fui el idiota que lo hizo delante de unos cuantos capitolinos resentidos. No fue una buena estrategia por mi parte. — Obviamente, porque sino, no estaría ni en el ocho ni en esta situación. — Hablé sobre el mal trato a los esclavos. De hecho me burlé diciendo que me iba a cambiar el nombre a Frida Slaves. Pero la gente en el Capitolio tiene al presidente en un pedestal, así que aquí nos encontramos. — Termino diciendo, alzándome de hombros.


    Ash B. Valentine
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