The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Recuerdo del primer mensaje :

La mayor parte de las pompas de jabón que se crean a partir del aire que expulso suavemente con la boca sobre el pequeño juguete se pierden con el viento, esa suave brisa de inicio de verano, mientras que otras tantas llegan hasta el rostro de Hayden e incluso explotan sobre sus mejillas. Las primeras lo mantienen confuso al no perderse un detalle de lo que estoy haciendo, pero tras unas cuantas burbujas parece entretenerse con ellas y estira su manita con intención de tocarlas. Para su propia desdicha no es que consiga atrapar alguna antes de que estalle en el aire, aunque creo que es lo que lo anima a seguir intentándolo al actuar como una especie de placebo. De niña solían encantarme estas tonterías, algo tan simple como agua y jabón puede ser muy entretenido para un niño si se sabe de qué manera usarlo, los pequeños focos brillantes que se acumulan en el cielo suelen cautivar la atención de cualquiera, si voy a ser justa hasta a mí se me va la vista hacia las pompitas que luego caen en forma de agua. Con un hechizo estoy segura de que podrían durar más sin romperse, pero también le quitaría parte de la gracia a intentar alcanzarlas.

Lo bueno de haber cambiado de residencia es que el barrio ocupa unos campos extensos que rodean a las propiedades, por lo que no me importa demasiado no tener jardín en la casa cuando hay un lugar tan amplio rodeado de hierbas donde poder extender una manta grande y colocar todos los cachivaches de Denny, junto con el mismo bebé que se encuentra tumbado sobre su barriga, sosteniéndose sobre sus brazos al ir tomando más fuerza con el paso de las semanas. A unos metros está el camino de rocas que lleva a la orilla de la arena de la playa, una no demasiado extensa, pero que hace la tarea igual de bien que cualquier otra. Es un paisaje agradable, con el sol brillando en lo alto del cielo azul me he visto obligada a ponerme un sombrero para no asfixiarme de calor, lo mismo diría de mi hijo si no fuera porque no parece tolerarlos demasiado bien y siempre termina tirando de los extremos hasta que le cae por el rostro. Me conformaré con que la crema haga algo de efecto sobre su piel blanca y cabello rubio, porque por el momento está más distraído con las pompas que continuo soltándole, sentada a un lado de la manta.

Si solo pudiera reírse cuando la cámara está encendida... — o cuando mire a alguien que no sea yo, si vamos al caso, que es la razón por la que estamos jugando con burbujas en primer lugar, pero parece que a mi hijo solo le apetece reírse cuando su madre está presente. Cierro el cacharro de hacer pompas y lo dejo a un lado para levantarme y tomar el teléfono de las manos de Logan como señal de que ya puede dejar de grabar, que después de veinte minutos los dos podemos declarar que no va a repetir lo de esta mañana cuando le juré que fue la primera vez que se reía con tanta intensidad. — Puede que solo sea una impresión mía, pero me da la sensación de que está creciendo demasiado deprisa, ¿por qué no puede quedarse de esta manera para toda la vida? — así, pequeñito y necesitado de su madre, llegará un día en el que se cansará de mí, estoy segura. Sé que parece excesivo, tantos vídeos, pero existe un motivo por el cual lo hago y no creo que sea muy difícil de adivinar — ¿Está mal que no quiera regresar al trabajo cuando termine el verano? — murmuro en dirección a mi cuñado, llevando la vista de él hacia el bebé.
Phoebe M. Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Supongo que tiene razón, y tampoco soy la persona indicada para defender a su ex mujer, en vista de que yo ni siquiera puedo tragarla desde sus amenazas. No tengo una sola cosa buena que decir sobre Abbey, lo único que se me ocurriría decir es que si Logan pudo fijarse en ella algo decente tenía que tener, porque no creo que mi cuñado se casara solo por el beneficio de la vida compartida. La verdad que desconozco cuánto fue el tiempo que permanecieron casados, tampoco es algo que vaya a preguntarle, no considero que sea el momento y dudo que se me presente otra ocasión para hacerlo, aunque no es lo importante en este asunto. Me doy cuenta de que conozco más matrimonios que han terminado en fracaso, que relaciones que hayan perdurado. Empezando por mis padres, siguiendo por todas las relaciones tóxicas que pude llegar a ver en el norte y terminando por familia tan cercana como lo puede ser el hermano de mi esposo. Supongo que esto es a lo que se refería Hans cuando me preguntaba si estaba segura de lo que estaba haciendo, la ironía de que sea él quien esté por casarse ahora.

Me restriego el resto de lágrimas por el rostro, apartando la barbilla hacia un lado para que no sea quien tenga que soportar verme de esta manera. No acostumbro a dejar aflorar mis sentimientos frente a cualquiera, solía ser Chuck quien estaba para eso cuando simplemente no podía más, con mi hermano es imposible dejar ver algo que se le asemeje a un momento de vulnerabilidad, pero llega un momento en el que uno explota con la primera persona dispuesta a escucharte. — Si ser valiente significa tener que estar a kilómetros de distancia de Charles, sin saber qué le está ocurriendo o a lo que tiene que enfrentarse, prefiero ser una cobarde — por aceleradas que suenen mis palabras, no me arrepiento de decirlas. Daría lo que fuera por que las cosas fueran como hace tres meses, cuando recién nos estábamos acostumbrando los dos a lo que era cuidar de un bebé, como para que eso se convirtiera tan pronto en el trabajo de una madre sola. Entre todas las ironías que envuelven mi vida, ignorando las circunstancias de su partida, no puedo no pensar en la vez en que Rebecca me dijo esto mismo, que terminaría por cargar con un hijo por mi cuenta. Es entonces que uno se pregunta, hasta qué punto cuenta el desarrollo de los acontecimientos, cuando el resultado es el mismo.

Lo que estoy es cansada, Logan, cansada de que siempre sean otros los que dirigen mi vida, son quienes deciden quién es dispensable y quién no lo es, de quién se puede prescindir, sin pensar en el daño colateral que sus acciones pueden tener sobre nosotros. — le miro cuando se me pasa el momento, la conversación trasciende a otros dilemas que tengo, a pesar de que no se me hace tema a tratar delante de un niño. Si lo hago es porque estoy segura de que no recordará nada de esto, ni siquiera lo entiende y, a veces, creo que yo tampoco. — Estoy harta de ser un títere que solo se dedica a agachar la cabeza con cada cosa, ¿crees que yo hubiera permitido que Charles se fuera? ¿Pero quién soy yo para impedirlo cuando podría poner en peligro todo lo que tengo? — así es como sonó mi esposo la noche en que nuestro mundo se vino abajo, y sigo mordiéndome la lengua con respecto a ello. — Otras personas me han dicho que no deje que me pasen por encima, que me aleje de todo lo que pueda dañar a mi hijo, y que le den al resto. Claro que desearía regresar junto a mi esposo, ir a buscarlo para que volvamos a estar los tres, como debería ser, y mandarlo todo a la mierda. Pero no puedo — remarco ese puedo porque parece que el poder es algo que todos tienen a mi alrededor y que yo siempre termino sosteniendo la nada, a merced de todo el que mueva las cuerdas que me sostienen con los pies en la tierra. — Y por el otro lado está la gente cuya resolución es que las cosas son así ahora y no van a cambiar. Lidia con ello, es lo que yo entiendo, como si mi única finalidad en esta vida fuera tragar y tragar hasta que no pueda más — hasta que me ahogue, a fin de cuentas. Y yo solo puedo que esperar a descubrir qué será lo que me hunda del todo. — ¿A quién de todos hago caso, Logan? — pongo todo el peso de la pregunta sobre sus hombros, incluso cuando no es mi psicólogo ni la persona que debería soportarlo.
Phoebe M. Powell
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Invitado
Invitado
Todo lo que podamos decir sobre ser moldeados o no por las acciones de otros, pierde en parte su sentido cuando vemos la vida como un tablero de juego en el que siempre son otras personas las que deciden a donde mover las piezas y entran al interior de nuestras casas para seguir avasallando con sus decisiones, es algo de lo que sé que la misma Abbey es parte, la conozco tan manipuladora y fría como para que el destino de mi hermano le dé lo mismo y el de la familia que dejó. Nunca me ha gustado sentir que se me arrebata mi voluntad, trato de llevar un trabajo que no me exponga y construyo para mí espacios privados que solo me competen a mí, que controlo yo, con la particularidad de que necesariamente deben ser espacios solitarios, invitar a otra persona entrar es un riesgo. No sea que solo venga a hacer un desastre y se vaya como si nada, o lo que peor, que venga para ofrecerte su hombro y luego lo retire. Pero sabiendo lo que todos sabemos, que muchas cosas escaparan de nuestro control cuando vamos dando tropezones por la vida, dejar entrar a una persona es una elección que hicimos en un momento a riesgo de lo todo lo que vendría y por algo lo hicimos.

Phoebe— la llamo al colocar una mano en cada uno de sus hombros así puede mirarme y respiro hondo al no poder darle la respuesta que necesita, quizás no la haya. Si no hay respuestas, en ocasiones se trata de que no es esa la pregunta que debe ser, necesitamos que algo cambie que nos lleve a replantearnos lo mismo de otra manera. —También en esto, hasta un punto llegaba lo que podrías decidir tú y a partir de ese punto lo que decidió mi hermano, las circunstancias que pueda parecer que nos imponen otras personas también nos alcanzan hasta cierto punto— dejo caer mis manos. Necesitamos creer esto, necesitamos convencernos a nosotros mismos que nuestra voluntad es real, que lo que hacemos y elegimos tiene un sentido, que no se esfumara un buen día como si todo en lo que comprometimos nuestros sentimientos pudiera haber estado hecho de niebla. ¿Qué sentido tendría entonces? ¿Qué clase de carcaza vacía con rostro humano somos si nos llenamos de cosas que deciden los demás? —Pero nadie está contando las respiraciones que exhalamos, ni coloca uno de nuestros pies por delante del otro para hacernos andar, hay un espacio en el que nuestras decisiones importan y sí, a veces hay que construirlo, hay que conquistarlo con carácter al enfrentarnos a otros, saber sostenerlo, defenderlo.

Siento un nudo doloroso en la garganta por lo que voy a decirle, porque quisiera seguir insistiendo que mi hermano volverá, que eso bastará para que la carga del mundo que lleva a cuestas, ya no hará que se sienta cansada porque habrá conseguido imponerse al azar de la vida que nos da y nos quita. —No tienes que hacerle caso a nadie. Porque eres tú la que tiene que elegir que hará, porque son pasos de bebé los que vamos dando al ir eligiendo, al ir tomando decisiones. Es algo que se practica, al principio con miedo a que pueda salir mal, a que sean elecciones equivocadas, después cobra fuerza, muchas veces tendrás que ir a contracorriente, y llega a cobrar tanta fuerza… que el universo comienza a entender que eres quien decide sobre tu vida— digo, cargo mi pecho de aire al soltar lo siguiente en un suspiro: —Y Phoebe, hasta un punto podrás decidir tú, a partir de ese punto siempre dependerá de la otra persona y del mundo. Pero si en lo que te correspondía a ti, lo diste todo, nunca te arrepientas de ello. Porque habrá veces, lo juro, habrá personas, habrán circunstancias, que responderán de la manera en que mereces— susurro, quizás no, quizás nunca es suficiente cuando hay algo o alguien muy puntual que de faltar, hace que se sienta que falta todo, por eso también es necesario elegir en un primer momento aquello que nos de la confianza de que sabrá respondernos y no será una batalla perdida de antemano en la que nos quedaremos luchando solos. Eso me lo que quedo para mí, porque me sirve para mis propias decisiones a futuro. Por mi parte quiero creer que en lo que respecta a la historia de mi hermano con su esposa, el amor que ella puede sentir sí tiene la fuerza para conseguir que el universo le responda de la manera que merece.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Levanto la mirada del suelo para encontrarme con sus ojos claros al tomar mis hombros. Siento que estoy recibiendo el comentario de una persona mucho más sabia que yo y, honestamente, podría ser así. No me considero la persona más inteligente en cuanto a estudios profesionales, puedo saber en base a la experiencia, pero a veces uno necesita de la opinión fundamentada de alguien que sabe expresarse con las palabras correctas. — Pero no es así, no realmente… — sigo, estoy aprovechando este descargue para soltar todos los pensamientos que llevo acumulando en las últimas semanas, luego me tendré que disculpar por haberle hecho escucharme en estas cosas sin pagarle al menos un galeón. — Dicen que tenemos opción a decidir cuando están haciéndolo por nosotros, todo el rato… con esta falsa imagen de que nuestra vida nos pertenece. — sueno un tanto pesimista, soy consciente, tanto como de que hay una parte de gran verdad en nuestras palabras. — Ni siquiera le gustaba su trabajo… — murmuro después de un rato en silencio, regresando la vista hacia la cabeza del niño a pesar de que el pasearme dos dedos por mis cejas me obliga a cerrar los ojos un momento. — No le gustaba y mira a dónde lo ha llevado, a tener que marcharse para no saber cuando volver — solo de pensarlo me entra la angustia de todos los días cuando se repite este momento. Siempre hay uno, siempre hay un lugar en el día para hacerlo, demasiado tiempo muerto para que el silencio acuda como desconsuelo. No, mi hermano no tenía razón, no se hace más fácil con cada semana que pasa, lo que ocurre es que uno se acostumbra a ocultarlo y dejarlo para otra ocasión. Por mucho que digan, uno no se familiariza con el hueco que alguien dejó atrás, nunca.

Aun así asiento con la cabeza, para darle la satisfacción de que le estoy escuchando y de que tomaré su consejo como lo hago cada día con otros tantos. A fin de cuentas de eso se trata, de tomar lo que te dan y hacer lo mismo para con otros, en un mecanismo de retroalimentación. — Supongo que sí — le doy la razón, tampoco puedo ir en contra de un pensamiento que comparto a pesar de que me ha llevado hasta este punto en el que dudo de lo que me pertenece y lo que no son más que cosas que el resto se dedica a balancear sobre mi cabeza para ver si caigo. De mi lado tengo el saberme fiel al sentimiento que me une en matrimonio a mi esposo y, aunque no tuviera un anillo en el dedo, sé que no habría diferencia alguna. La distancia no está de nuestra parte, eso es más que evidente, si es que mis nuevos vecinos ya se han dado cuenta de ese detalle, solo me queda confiar en que podremos con esto tal y como hemos podido con otras cosas, incluso cuando no hay la que se asemeje en lo más mínimo. — Creo que por hoy ya has tenido suficiente de mis dilemas existenciales, gracias por escucharme, Logan — que lo haya hecho sin protestar una sola vez es algo que merece de agradecimiento, así que le sonrío por eso. — Siento que hoy no será el día en que pueda grabar a Denny riéndose — declaro, sujetando al niño fuerte entre mis brazos al pasar a levantarme. — Fue agradable pasar tiempo contigo, pero creo que abusamos de tu tiempo libre — que puede ser el padrino de Denny, pero eso no significa que no tenga vida propia que atender como para demandar su tiempo de manera descarada.
Phoebe M. Powell
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Invitado
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Pero necesitamos creer que nos pertenece, no solo por nosotros, sino por un niño sobre el que tengo una cierta responsabilidad que me hace desear que en la vida podamos mantenernos en lugares como estos, que parecen ajenos a todos y se crea una de esas espumas de jabón que hace unos minutos flotaban en el aire, para que podamos meternos en ellas. Así como Phoebe, me gustaría poder esconder a mi ahijado en una de esas hasta que tenga al menos cinco, diez años. Pasarán los años, saldrá de esa burbuja y se encontrara con el mundo así complejo como es, en el que demasiadas cosas tiran de uno y la injusticia de que a mi hermano su vida nunca le perteneció, como para tener que marcharse también por mandato de alguien más, espero se revierta en Denny. No estuve con mis hermanos cuando crecían, esa injusticia también espero revertirla, una vez fui un niño tan asustado como ellos cuando estábamos desamparados a lo que un orfanato decidiera sobre nuestros destinos y ahora que miro en sus brazos a quien se parece tanto a Charles, a Eugene, a la misma Eloise, tan distinto a mí que me parezco a un hombre de mis primeros años y que se desvaneció en el aire como si nunca hubiera sido real, me veo más grande, más sabio, puedo seguir creciendo con Denny.

Me paro en el mismo momento en que lo hace Phoebe, camino hacia ella para rodearlos a ambos en mis brazos para un gesto que me hubiera gustado darle a mi hermano de saber que se marcharía sin una fecha fija de regreso, tal vez quedó pendiente porque eran ellos quienes lo necesitarían luego y es un abrazo que llega tarde hasta para mí, para abarcar a un pedazo de mi familia, como tendría que haberlo hecho hace veinticinco años y es como debe ser en este presente. —Estoy para escucharte, Phoebe— le aseguro, aunque sienta que me falta tanto para saber cómo podría hacerla sentir bien, posiblemente porque no es tiempo aun de que se sienta bien, ella lo dijo. No es momento aun para estar bien, solo estar. —Y ya habrá otros días para que sonría, el verano es largo, ¿no?—. Coloco mi mano sobre la cabeza rubia de Denny al apartarme. —¿Puedo?— pregunto al tomarlo con cuidado por debajo de sus brazos para cargarlo y que no se desarme con mi agarre, que sigue pareciendo frágil por más que haya ganado peso. —No es abuso de mi tiempo libre— digo con una sonrisa honesta al estirar mis brazos lentamente para darle altura a Denny sobre mi rostro, —es mi ahijado y una parte de mi tiempo y todo mi reino— bromeo hacia los ojitos claros que me miran, —le pertenecen, para toda la vida—. Mi mente evoca rápidamente lo que fue mi discusión con Abbey sobre tener hijos, si esa fuera la única razón por la que nos separamos, le diría que esa fue una idea suicida que me planteé solo por creer que había alguien con quien llevar adelante ese plan, desde entonces es la posibilidad más remota entre mis pensamientos. Pero, por encima del miedo inicial de saberme como compañero de un bebé, encuentro en Denny –al que muevo para que el sol le dé en la espalda y se forme una aureola de luz sobre él- un lugar al que me gusta pertenecer. —Ustedes son mi familia, Phoebe. He perdido demasiado tiempo lejos de mi familia y ya no quiero hacerlo, quiero poder estar— susurro al traer al niño de regreso a la seguridad de apoyar su cabeza sobre el pecho de alguien y acaricio su frente con mi pulgar, recordando tan claramente los rostros de pequeños de Charles y Eugene hasta que se desvanecen, para que solo me quede mirando el de Hayden.
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