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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    Katerina L. Romanov
    Es completamente comprensible que me sienta estafada, ¿no? Digo, primero Alexa, está bien, esa parte quizá la comprendía mejor. Hubo un tiempo en el que mi hermana iba a casarse, estaba comprometida con Percy y, a pesar de haber tenido cierta desconfianza hacia el tipo en sus primeros días de relación, ya hace años, podía decir que me caía bien. Todo eso cambió cuando nos enteramos de que le había puesto los cuernos con otra a Lexie y ha pasado a estar entre mi lista de personas odiadas. Porque sí, tengo una, pegada contra la puerta de mi habitación como indicación de que cualquiera que esté inscrito en ella no tiene permiso para siquiera respirar cerca de las cuatro paredes que me pertenecen. ¿Sabéis a quién casi coloco en la lista por un arrebato de cólera al enterarme de que también se mudaba? Sí, ¡a Luka! Maldito traidor, el muy capullo se cree con el descaro de dejarme sola conviviendo con papá y mamá.

    No es papá con quien tenga problema, es mamá y su personalidad que es capaz de poner a cualquiera de cabeza, incluida a mí que por costumbre suelo ir a mi bola. De manera que en los últimos días en los que mi hermano mayor ha estado en la casa, organizando sus cajas y con nuestra madre pegada a su cuello para ayudarle con la mudanza, como loca del control que es, yo me he limitado a mirarle por encima del hombro, apenas intercambiando palabras más allá de no, no son buenos días, perro traidor. Lo de perro lo omito cuando está mamá delante, por supuesto. Así hasta que de un día para otro sus cosas ya estaban recogidas y tuve que tragarme el orgullo para agarrarme de su cintura en un intento de obligarlo a quedarse en la casa. También hubo llantos dramáticos por mi parte, del tipo no me dejes sola con la loca de la colinaaaaaaa, luego tuve que recompensar a mamá haciéndole cupcakes por la expresión, pero como sea, tampoco funcionó para que se quedara.

    Pero mi lucha todavía no ha acabado, y es por eso que, exactamente a las diez de la noche, a una hora del toque de queda, según el reloj digital de mi muñeca, golpeo el timbre de la nueva vivienda de mi hermano. Una vez, dos, trescuatrocincoseissiete, pierdo la cuenta hasta que la cabeza rubia de Luka aparece por la puerta. — No te preocupes por mí, he conseguido provisiones, ni siquiera te voy a molestar, hasta he traído cereales para el desayuno. Eso sí, tendrás que dejarme un cepillo de dientes, tengo entendido que mamá te metió dos, sino tres. El tercero puede usarlo Milo. — todo eso lo digo en lo que me hago pasar por debajo de su brazo, con mi saco de dormir bajo el brazo y una mochila a mi espalda que poco me tardo en abrir al posarla en el suelo y dejar escapar la cabeza del perro por el agujero. — Así, muy bien, tumba, Milo. — le digo cuando extiendo el saco de dormir en el suelo, pero no me hace caso porque la casa es extraña y de por sí seguro ya está olisqueando para ver donde se encuentra Verde.
    Katerina L. Romanov
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    Luka T. Romanov
    Personal de Defensa
    Colocó los zapatos a un lado de la cama y dejó la ropa del trabajo a un lado, subiéndose las mangas del jersey en lo que dejaba la habitación con Verde tomado entre sus manos. Acarició la cabeza del reptil, sintiendo la rugosa piel contra la palma de su mano, la cual estaba más estropeada de lo que le gustaba pero quería ‘presumir’ como gajes del oficio. Lo dejó sobre la barra que dividía la cocina del comedor, percatándose del rápido movimiento del reptil que se apresuró a lanzarse sobre la manzana a medio comer que el rubio hubo dejado minutos antes. Se sentó en una silla cercana, siguiendo con la mirada al animal recorriendo la barra y comiendo con tranquilidad. Era lo único tranquilo del lugar, lo único que le recordaba algo a casa. Que no era que extrañara a su madre sobre su hombro mirando cada cosa que hacía, no dejándolo ser como le diera la gana; y mucho más teniendo en cuenta su nuevo empleo, el cual conseguiría que solo le prestara más innecesaria atención. Pero lo que más le importaba era haberse librado de la presencia de su padre; era poco el tiempo que permanecía en la casa común, pero cuando lo hacía era insoportable tenerlo a la vista.

    — Tendríamos que comprarnos un elfo, Verde anunció alargando el brazo hasta tomar el teléfono. Apoyó ambos codos sobre la barra, tomándolo con ambas manos en los que subía y bajaba por las publicaciones de las redes sociales. — Tienes quien te hace la comida, yo no — lo acusó entonces con una media sonrisa en los labios, parándose de tanto en tanto en algunas fotos de compañeras que habían empezado a trabajar en el Ministerio y presumían de sus empleos de secretarias bien vestidas. Arrugó los labios, divertido, con las imágenes. Mas la misma no duró demasiado puesto que un incesante ruido le taladró la cabeza como… una docena de veces seguidas, al menos así le sonó. — Callahan — masculló con enfado, porque era la única de sus ‘conocidos’ que sabía dónde quedaba su apartamento, al menos hasta que terminara de arreglarlo todo y diera una fiesta en el mismo. — ¿Quién es el insuf — quiso preguntar, quedándose la pregunta a medias cuando hubo abierto la puerta y se coló bajo su brazo una enana de cabellos dorados. Una que hablaba más de lo que hubo hablado las dos últimas semanas. La mano del rubio permaneció en la puerta, sosteniéndola incluso cuando ya hubo entrado, girándose en redondo hacia ella cuando nadie más apareció al otro lado del pasillo. — ¿Has venido sola hasta aquí? — fue toda su respuesta inicial. Que no se había ido lejos, pero era tarde y le extrañaba que su madre le hubiera permitido irse sola, de noche y… con un saco, cereales y el perro metido en la mochila. Porque allí estaba Milo también.

    Cerró la puerta, observando como su hermana se acomodaba con rapidez. — Ya me estás molestando — dijo avanzando hasta Verde y tomándolo antes de que se le ocurriera bajar y tuviera un nuevo encuentro con Milo. — Esos cepillos de dientes con para mis invitados, tú acabas de colarte en mi apartamento… con un saco de dormir. ¿Te has escapado de casa? — Que la entendía, vivir en aquella casa de locos era para perder la cabeza, pero tendría que joderse y esperar a tener la edad adecuada, como hizo él. — ¿Has decidido volver a hablarme o has venido a llamarme perro traidor? Porque mi orgullo tenía casi olvidado que me llamaste así durante una semana — habló en lo que se acercaba hasta ella.
    Luka T. Romanov
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    Katerina L. Romanov
    No. He escapado por la ventana, mamá aun estaba recogiendo en la cocina y hubiera sido muy evidente, ¿no crees? — no hace falta que se lo explique, desde mi ventana crece una hilera de hiedra que me permite descender hasta la planta baja sin dificultad alguna, realmente temo que algún día a nuestro padre le dé por hacer modificaciones en la jardinería del hogar. Tampoco hace falta mencionar el cómo mamá se hubiera negado completamente a mi escapada, y es que perdería toda la gracia de la travesura el contarle de mis intenciones. — Un vecino tuyo me abrió la puerta de abajo, muy simpático, por cierto.— comento de paso, que no he explicado como he llegado hasta aquí, pero no creo que sea necesario, tengo buena memoria y recuerdo el camino de cuando vine en la otra ocasión con mi madre, cuando Luka todavía estaba por decidirse entre este apartamento y otros cuantos.

    Milo decide que es una buena oportunidad para ir a husmear el resto de habitaciones, así que lo veo mover su rabo con la nariz pegada al suelo en lo que se da un paseo por el pasillo principal. Por suerte aún no ha visto que Verde se encuentra entre las manos de mi hermano, así que por el momento no me tengo que preocupar de que se le salte encima como un acosador de camaleones. Ignoro por completo las acusaciones de mi hermano para centrarme en lo que es importante. — Pero yo soy una invitada, ¡no seas egoísta! — me quejo, de no ser así tendría que cederme uno de sus cepillos, aunque solo sea por amabilidad. — Si no me conformo con que compartas un poco de tu pasta de dientes, puedo lavármelos con el dedo por esta noche e ir mañana a comprar uno a la tienda de la esquina. Quizá esté abierta ahora... — vaya por dios, no hubiera esperado tener que usar dinero de mis ahorros para comprar un cepillo de dientes porque mi hermano es tan tacaño que se niega a ofrecerme uno.

    Con una de mis manos me saco la chaqueta de encima y también la sudadera que me he puesto encima del pijama, que los pantalones del mismo ya los tengo puestos y solo necesito quitarme las botas de cordones y suela gruesa para descubrir mis calcetines. — Pero si no molesto, ni siquiera notarás que estoy aquí. — aseguro, alisando la tela del saco de dormir solo para proceder a meterme. Me giro sobre mí misma para poder mirar a mi hermano, apoyándome sobre uno de mis codos. — Eso fue el sentimiento de traición hablando, no me lo tengas en cuenta... ahora está todo bien, siempre y cuando me dejes vivir aquí claro. — pongo mis condiciones sobre la mesa, que de esto algo bueno tengo que sacar, aunque hay un pensamiento extra que me viene molestando dentro de mi cabeza... — ¿O es que tienes novia? ¿Es eso por lo que te has marchado de casa, como Lexie? — ya veo como se me aparece un pequeño puchero en los labios, a pesar de que lo interiorizo más para mí que para él. ¿Por qué la gente se empeña en tener novios y novias? Prffff, qué pereza.
    Katerina L. Romanov
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    Luka T. Romanov
    Personal de Defensa
    De acuerdo, entonces ambos tenían un problema porque no quería a su madre husmeando por su apartamento pero sabía que aparecería frente a la puerta cuando menos lo esperaran. Los ojos del rubio se dirigieron hasta el teléfono; si antes no le fundía el sistema con medio millón de llamadas. Se rascó la frente con la mano libre, sentándose en un taburete con Verde sobre sus rodillas en lo que recorría a su hermana, expectante ante las cosas que sacaba de su mochila y como, sin dudarlo demasiado, se acomodaba. — Para ser una invitada necesitas que te invite y, reitero, te has colado como una ratita —, porque no iba a llamar rata a su hermana. Frunció el ceño al pensarlo. La boca del rubio se entreabrió, incrédulo. Abandonó el taburete, caminando hasta donde se encontraba su hermana pequeña. — ¿Por qué ibas a tener que comprarte uno para tenerlo aquí? Estás solo de paso, ni se te ocurra pensar otra cosa — advirtió señalándola con un el dedo índice. Que entendía las razones por las que quería salir de aquella casa de locos, pero él tuvo que sufrirlos hasta que tuvo la edad suficiente para pirarse, a ella le tocaba apechugar también. — Una cosa es que vengas de visita, incluso puedo dejar que te quedes aquí un par de días pero, ¿tu cepillo en mi baño? Eso espantaría a t —odas las chicas. No, no podía decir aquello. Cerró los ojos, sintiendo una punzada en la sien.

    — Tú no me molestas, quien vendrá cuando sepa que te has fugado es quien me va a molestar — contestó automáticamente. ¿Una pequeñísima debilidad del rubio? Bueno, acababa de meterse dentro de un saco de dormir extendido en el suelo de su comedor. — Kit… — se rascó la barbilla, dejando a Verde sobre el sofá y acuclillándose cerca de su hermana. — sabes que no puedes quedarte aquí — habló lo evidente, sentándose en el suelo y clavándose el teléfono que aún mantenía en el bolsillo trasero de sus pantalones. — tienes que controlar a Lex para que no se ahogue con su propia perfección, te dejé esa tarea —. Era complicado hacerla entrar en razón, tampoco iba a patear fuera de su casa a su hermana menor, pero tenía que conocer el límite que existía en ese momento. — Además, nunca te escapaste para ir a casa de Lex, ¿qué pasa contigo? Deberías dejar de hacer tan evidente que soy tu favorito — se burló. La diferencia era clara, pero disfrutaba con ello.

    Tomó teléfono y buscó entre los contactos el de una pizzería cercana. Por sus palabras ella ya había cenado, pero el rubio había llegado hacía escasos minutos. Apoyó la espalda contra la mesa baja, con el teléfono pegado a la oreja en lo que pedía. — No has cenado judías, espinacas o algo de eso, ¿verdad? — le preguntó colocando la mano sobre el micro y dirigiéndose a su hermana.
    Luka T. Romanov
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    Katerina L. Romanov
    Mi cara de ofendida debería ser digna de una revista de quejas sobre hermanos mayores, porque no me puedo creer que haya tenido la desfachatez de decir algo semejante y sí, mi puchero lo respalda. — ¡Pero a la familia no se la tiene que invitar, eso se da por descontado! ¿O es que crees que a mamá le hará gracia saber que su hijo ni tiene la decencia de dejarla pasar sin una invitación? — amenazo, alzando una ceja en el proceso como forma de darle más seriedad a mi posición. Ni me importa que me señale con el dedo, soy una experta en hacerme la loca, que trece años conviviendo con mi madre tienen sus beneficios a la larga. — ¿Qué haces aquí todo solo, igual? Yo puedo hacerte compañía, así tendrías con quién hablar a la vuelta del trabajo, no puedes conversar con Verde todo el tiempo como si en serio te fuera a contestar. Es un camaleón. — explico, por si todavía hiciera falta. Yo no me pongo a hablar con Milo, ¿no? Bueno, no al menos esperando una respuesta. — ¿A quién, a quién espantaría? Son solo unos cepillos de dientes. — digo cuando no entiendo su reaccionar, va a ser verdad que a todos se nos pega un poquito del dramatismo de mamá.

    Me acomodo un poco sobre el saco, tirando de la parte que voy a usar como manta, que el suelo está frío en este invierno que parece durar años. — ¿Te refieres a mamá, verdad? No hay nada de qué preocuparse, lo tengo todo controlado, le dije que había explotado una de mis pociones y que si no quería morir de olor fétido, no entrara en mi cuarto por las próximas veinticuatro horas. Inteligente, ¿eh? — sonrío, asintiendo al unísono de manera que me estoy alabando a mí misma por mi cerebro. Me pregunto cuánto tiempo pasará hasta mi madre no aguante las ganas de meter su nariz dentro de ese desastre para tratar de arreglarlo, que todos sabemos que puede darle algo si no lo tiene todo bajo control. Por eso también coloqué un hechizo en la puerta para mantenerla entretenida por al menos durante unas cuantas horas. — Pues porque Lex iba a casarse, ¿lo recuerdas? No era plan de colarme en medio de su luna de miel pre boda. — no tengo hermano favorito porque soy bastante justa en ese aspecto, sí que cada uno tiene su propios aspectos llamativos que me pueden divertir más o menos.

    Como si pudiera oler lo que anda pidiendo desde aquí, levanto un poco la barbilla para acercarme en su dirección, justo en el momento en el que escucho las patas de Milo acercarse hasta tumbarse sobre mis piernas. Se ve que tras su inspección, ha aprobado el lugar. — No, odio las espinacas. ¿Por qué? ¿Vas a pedir pizza? Si lo dices por mí, me gusta la de pepperoni, gracias. — que creo que no lo decía por mí, pero qué va, estoy creciendo y tengo hambre, esto puede ser la re cena. No hace falta decir más, mi mano acaricia la cabeza del perro, también detrás de sus orejas. — Y no has contestado a mi pregunta, ¿sí tienes novia? — esta vez lo afirmo, en búsqueda de una pregunta más congruente.
    Katerina L. Romanov
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    Luka T. Romanov
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    — La familia debería al menos avisar — la interrumpió. Hasta su madre había sufrido la ‘advertencia’ por parte del rubio sobre caer de improvisto en la vivienda respaldándose en el hecho de que podría estar trabajando o… no sé, quizás duchándose. Simplemente era una mera llamada, todo el mundo podía hacer una como aviso de su presencia, no era un delito ni nada parecido. — ¿Qué habrías hecho si no llego a estar aquí? — preguntó, cruzando los brazos bajo el pecho en lo que observaba a Kitty tratando de imponerse con sus explicaciones. Como si las cosas fueran como siempre. Antes estaba más tiempo en casa, solo salía para entrenamientos, prácticas, clases y sus cosas, en ese momento era diferente ya que la mayor parte del día estaba fuera trabajando. Se recorrió el perfil de los dientes, negando con la cabeza e ignorándola en lo que se dejaba caer en el suelo cerca de ella. — Eres demasiado pequeña para entender determinadas cosas — fue todo lo que contestó sacando el teléfono y buscando el contacto entre los guardados, los cuales en realidad no eran demasiados si tenía en cuenta la cantidad de personas con las que hablaba a lo largos de la semana.

    Alzó la mirada del teléfono en dirección a su hermana. — No demasiado en realidad. Eres muy ingenua si crees que dejará que una habitación huela así. No me extrañaría que ahora mismo esté abriendo la puerta y esté o histérica, o histérica mientras rebusca entre tus cosas — negó nuevamente con la cabeza, estirando las piernas y regresando la atención al teléfono, marcando el correcto y llevándoselo a la oreja. Siempre creyó que lo de su hermana era más una fachada que otra cosa pero no hizo comentario alguno, a la espera de que su llamada fuera tomada pero antes insinuándole a Kitty si había cenado. — De pepperoni entonces — comentó a su interlocutor, colgando una vez hubo hecho el pedido y dejando el teléfono a un lado. Se volvió apenas un ápice, cerciorándose de que Verde seguía en su sitio en lo que Milo se acomodaba con su hermana. Se desordenó el cabello con la diestra, dejándola apoyada en el cuello por la insistente pregunta. — Puede que en unos días lleve a alguien a casa — contestó. Porque un par de días atrás le ganó una apuesta a cierta veela que tendría que acompañarlo a una interesante cena que ya le había informado. ¿Cómo reaccionarían al saber la naturaleza de la joven? Eso era lo más divertido del asunto.

    Se inclinó al frente, acariciando la cabeza de Milo que descansaba sobre las piernas de su hermana. — ¿Mañana no tienes clase? — preguntó. Porque no era viernes ni fin de semana y la enana al día siguiente tendría que ir, no se iba a librar por haberse colado en su apartamento.
    Luka T. Romanov
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    Katerina L. Romanov
    Pues hubiera esperado hasta que llegaras, en el pasillo o sentada en el felpudo, ¿qué tiene de malo? Había un 99,9% de probabilidad de que estuvieras en casa, no ibas a salir un día de diario. — me invento, que tengo estudiado que soltar algún que otro número en una frase aporta seriedad a la misma y, por norma general, la gente se pierde tanto que le restan importancia a lo que estás diciendo. Digo, que es lo que me pasa a mí en clase de aritmancia constantemente. Con un resoplido que provoca que mis labios reboten entre sí como si fuera un caballo, le miro con desgano. — ¿Entender el qué? Si solo lo intentaras te darías cuenta de que en realidad, sois los adultos los que no os explicáis bien, soy capaz a comprender lo que sea. — bufo, ¿qué es esa manía que tienen los adultos de creerse superiores a los niños constantemente? Me lo hubiera esperado de mamá, quizá de Lexie también, ya que viene siendo un clon de la primera, ¿pero de Luka? Me ofende siquiera que me excluya de esta manera solo por tener trece años. ¡Trece años! Soy prácticamente una adulta, solo me falta que me baje la regla.

    He puesto encantamientos en casi todos mis cajones personales, ¿sabes? Mamá no se atrevería a hurgar entre ellos, sabe que se lo tengo prohibido, y sino, habrá una sorpresa para ella esperándola si sigue insistiendo. — digo, hasta se me escapa un tonito de orgullo por haber sido capaz a convertir mi habitación en una especie de jaula tramposa para que mi madre no tenga permitido meter su nariz en mis asuntos privados. No quiero volver a verla histérica perdida porque se encontró una pecera llena de renacuajos al fondo de mi armario de ropa, ¿se pueden creer que descarada? — Ooohhhh, ¿de veras? ¿Puedo saber cómo se llama? — me remuevo un poco en el sitio para poder sentarme sin molestar a Milo, a pesar de que apenas despego la vista de mi hermano. ¿Quién lo diría? ¡Luka con novia! — Tengo clase, sí, ¿acaso es un problema? La parada de trasladores queda un poco más lejos desde aquí, ¡pero no pasa nada! No me importa madrugar, eso sí, vas a tener que dejarme unos pantalones, ¿todavía tienes el uniforme del colegio o ya lo tiraste? Porque entre los cereales y los premios de Milo, se me olvidó meter ropa para mí. — la desventaja de haber venido ya con el pijama puesto… Aparecer así por clase me ganaría una amonestación seguro.
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    Luka T. Romanov
    Personal de Defensa
    — Espero que no hayas olvidado que ahora trabajo. — indicó algo cansado y desordenándose el cabello con la diestra. No llevaba demasiado tiempo y tampoco había mucho que contar sobre lo que pasaba por el Ministerio, pero aun así seguía siendo un auror recién llegado que ‘debía ganar puntos’; lo cual tampoco esperaba que fuera complicado teniendo en cuenta la panda de incompetentes que formaban los escuadrones. Sonrió de medio lado, acomodándose con las piernas estiradas y la espalda apoyada en el perfil de la mesa baja. — Tienes trece años, lo mejor será que dejemos ciertas conversaciones para cuando seas más mayor. No quieras crecer tan rápido. — dijo entre risas para inclinarse y acariciar a Milo, mirando de tanto en tanto la puerta de entrada a la espera de que llamaran… aunque solo hiciera quince segundos que había hecho su pedido. — Cuando cumplas… no sé, dieciséis podremos hablar de todo lo que quieras. — con un límite, como era normal. Además de que vigilaría que ningún capullo se acercara más de la cuenta a su hermana pequeña.

    Su madre había parecido perdido parte de sus habilidades…  o quizás solo estaba cansada y prefería cerrar los ojos a determinadas cosas, siempre que no dañaran la imagen de la familia frente a los demás. Se levantó del suelo. — Bajo su techo ella pone las prohibiciones, enana. — Sólo era confiada, pero estaba seguro de que su madre lo tenía todo controlado, incluso los teléfonos toqueteaba, y por aquella razón él tenía uno de respaldo para todas las cosas importantes. Negó divertido, encaminándose hacia la cocina y rebuscando en el frigorífico hasta encontrar un refresco. — Ya la conocerás. — ¿No seas mala? ¿Demasiado directa? Eran peticiones obvias si llevara realmente a casa a alguien en quien estuviera interesado y no por venganza por entrometerse en su apartamento.

    Retiró la anilla y bebió directamente de la lata. — No iba a traer conmigo cosas tan inútiles como los pantalones del Royal, sin contar con que irías pisándolos. — dijo cuando hubo tragado y apoyado la lata sobre la barra. Si la mandaba a casa se ganaría su odio, si no lo hacía su madre entraría en cólera cuando supiera que se había escapado y le tocaría algún tipo de charla que prefería no tener que seguir sufriendo. Con ninguna de las opciones sacaba algo bueno para sí mismo. — Eres pésima en esto de fugarte de casa. — fue lo que dijo antes de escuchar el timbre de la puerta. Tomó su cartera en el camino y fue hasta la misma para encontrarse con el repartidor. — Así que no vuelvas a hacerlo, o al menos avísame para que vaya a recogerte con alguna escusa. — advirtió ya que su hermana podría haberse encontrado con cualquier loco teniendo en cuenta la situación.  Cerró la puerta y volvió hasta el comedor, colocando la pizza sobre la mesa y abriéndola de par en par. Tomó un trozo que se llevó a la boca aunque aún estuviera demasiado caliente.
    Luka T. Romanov
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    Katerina L. Romanov
    ¿Cómo olvidarlo? Si es todo de lo que habla mamá, su nene favorito siguiendo sus pasos para convertirse en auror. — bromeo, hasta le saco la lengua por esa expresión que en realidad, me creo bastante. Debe de ser por eso de que es hombre, que mamá siempre ha tenido un punto de debilidad por él. — ¿Crees que se llevará un chasco cuando le diga que no quiero ser auror, que quiero dedicarme a buscar la piedra filosofal? — tanteo con mi hermano, al parecer se las da de erudito con su siguiente frase así que debe de saber cual será la opinión de mamá al respecto, o al menos, deducirlo. — Tienes trece años — repito con una voz aguda y gestos exagerados de mi cara, rodando los ojos en el proceso. — ¿Qué es lo que hará de diferencia un par de años, huh? Cuando tenga dieciséis me dirás que cuando tenga dieciocho, y cuando los tenga será que veinte, y así hasta el día del juicio final. — me quejo, con el mismo berrinche de antes en el que repito lo de rebotar un labio contra otro, esta vez de forma que algunos de mis mechones que me caen por delante salen disparados hacia el techo.

    Bajo su techo, bajo su techo… ¡también es mi techo! Si no, que no me hubiera tenido. — bufo, que si solo nuestra madre va a poder poner las condiciones en la casa, esto pronto se va a convertir en una dictadura, si es que no lo es ya. Y encima me he quedado sola, ¡sola! No, sola no, que voy a vivir aquí, eso está más que hecho. — Mmmm… así que prefieres hacerte el misterioso, muy bien, ¿qué te parece si yo hago preguntas y tú solo tienes que responder con un sí o con un no? — es una propuesta que hago mientras me salgo del saco, Milo apenas se inmuta y se remueve para poder ponerse más cómodo ahora que tiene toda la manta para él. — ¿Eeeeees… mayor que tú? — de todas las preguntas que podría haber escogido, tuve que escoger la menos interesante.

    Tomo asiento en una de las sillas altas, apoyando los codos para poder observar bien a mi hermano. Sí, mi cara también está pidiéndole algo para beber, ya me colé en su casa, ¿tengo que también usurpar su nevera? — Bueno… quizá por el recuerdo, que sé yo, entonces tendré que ir en pijama a la escuela, ¡espera! Puedo decirle a una amiga que me lleve uno suyo, así me cambio en los baños, ¿me dejas tu teléfono? — extiendo la mano, que ya se sabe que yo no uso móvil. — Tsss, solo fueron un par de detallitos. — detallitos menores, nada que no se pueda solucionar, ¿vieron? Un par de llamadas telefónicas y más tarde… problema resuelto. Los adultos se ahogan en un vaso de agua. — Está bien, ¿también te tengo que avisar ahora que voy a vivir aquí o como va? — con cuidado de no quemarme tomo uno un trozo de la pizza caliente y soplo un poco antes de mordisquearla con los dientes.
    Katerina L. Romanov
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    Luka T. Romanov
    Personal de Defensa
    Y allí estaba la carcajada que el rubio no pudo contener por más tiempo. El hecho de que lo acabara de llamar ‘su nene favorito’ lo hacía querer tanto reírse como vomitar. ¿Nene? — Siendo objetivos… soy el único ‘nene’ por lo que no tiene otras opciones a mano. — contestó. En la casa Romanov estaba claro quién destacaba sobre los demás, y aquella era Alexa. Más que nada porque era una calcomanía, se mirase por donde se mirase, de su madre. — ¿Quieres deshonrar el puro e impoluto apellido Romanov? — se burló de su hermana menor, inclinándose al frente para desordenarle el cabello con la diestra. Podía estudiar lo que le diera la gana, y si le apetecía seguir corriendo detrás de la leyenda de la piedra filosofal no sería él el que la llamara loca. Aunque a veces su hermana menor pareciera tener demasiados pájaros en la cabeza. Sonrió de medio lado, dedicándose  levantarse en vez de prestarle atención al ocasional berrinche de Kitty.

    Bebió del refresco, observando a la menor desde la parte superior de la lata. La apoyó a un lado, dejando las manos sobre el perfil de la encimera con la mirada en ella. Al menos no estaba todo perdido y la enana se parecía un poquito a él; queriendo saltarse todas las normas de casa y quejándose sobre las mismas, poniendo barreras para tapar aquello que sabía que su madre no apoyaría. Se rascó la barbilla con la diestra. Golpeteó con el pulgar su mentón y siseó. ¿Era mayor o menor que él? Definitivamente era menor aunque tratara de hacerse la adulta con la cabeza bien amueblada. — No. — fue lo único que pronunció, sonando seguro de sus palabras aunque no lo supiera realmente. — ¿Por qué sientes curiosidad? No es como si fuera la primera. — acabó por acompañar sus palabras en lo que se sentaba en otro de los taburetes, encontrándose con la expresión y acabando por levantarse para entregarle un refresco también a ella.

    Tomó un trozo de pizza y masticó un bocado con la boca medio abierta por lo caliente que estaba. — Tu único amigo es Brian, no trates de engañarme. — balbuceó dejando la pizza a un lado de la caja y quitando un par de trozos de peperoni que puso encima del trozo de Kitty. — No borres la llamada — dijo en lo que tomaba el teléfono y lo desbloqueaba antes de entregárselo con la aplicación del marcador directamente en la pantalla. —, o dile que guarde el contacto para llamarme cuando llegues a clase mañana. —. Espera, ¿se estaba convirtiendo en Alexa? Tuvo que beber de su refresco para no ahogarse. Pero teniendo a Kitty allí no era fácil no ahogarse cuando lo interrumpía. — Primero, solo hay una cama. — tomó de nuevo su trozo y lo mordió, masticando con algo más de calma. — Y segundo, no vas a vivir aquí, tendrás que esperarte a cumplir la edad suficiente como para poder huir de casa. — mostró una fraternal sonrisa que poco tardó en convertirse en una burlona. — Ahora puedes tener mi habitación como trastero o laboratorio secreto, las mujeres solo sabéis quejaros. — chasqueó la lengua.
    Luka T. Romanov
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    Katerina L. Romanov
    Me encojo de hombros, en realidad no me importa que Luka sea el nene de mamá, por mucho que a mi hermano le gusta decir que Lex es la favorita, yo sé que en el fondo Luka es quien recibe todas las buenas caras y paciencia de nuestra madre. Y digo que no me molesta porque así como soy consciente de ello, también doy fe de que yo soy la niña de papá, no sé si porque soy la única que queda en casa o porque al ser la menor de los tres tiene un punto débil por mí. Probablemente sean las dos cosas. — Sí, la verdad es que está dentro de mi check list el sacar a mamá de cabeza terminando la escuela para dedicarme a ser cajera en un kiosko o convertirme en arqueóloga. — bromeo, con dos oficios tan distintos, es imposible que alguno me llame la atención y, por raro, lo hacen. ¿Ser cajera de un kisoko? ¡Podría comerme todas las chucherías que quisiera, incluso antes de cenar, sin que me dijeran nada de caries o dinero malgastado!

    Pero sí es la primera vez que te mudas de casa por una chica. — apunto inteligentemente, lo cual creo que, en parte, me estoy inventando. — ¿Es guapa? — otra pregunta que malgasto con tonterías, digo, por normal general todas las chicas que he visto con Luka, tienen esa característica. Con el trozo de pizza en la mano, me acerco la esquina para devorar un buen cacho en lo que se me ocurre algo más interesante. — ¿De qué la conoces? — me doy cuenta de que me salto mi propia norma de responder con monosílabos, pero si lo digo convencida puede que hasta ni se dé cuenta.

    Tengo más amigos que Brian. — replico, con un ruedo de ojos, y se lo voy a demostrar, mismamente tomando el teléfono que me entrega para hacer una llamada rápida a Gwen, una de mis muchas amigas. Lo remarco en mi cabeza, pero en realidad tendría que estar diciéndoselo a mi hermano. — ¿Quién eres, mamá? — me mofo, tendiéndole el aparato una vez he terminado de hablar con quien me llevará un uniforme para mañana. — Tranquilo, si no apareciera por clase, mamá sería la primera en enterarse y después procedería a llamar al pelotón de búsqueda. — bromeo, sí, pero no estoy tan segura de que no sea algo que haría mamá en caso de recibir una notificación de mi profesor diciendo que no he aparecido por la clase. — ¡Y por qué crees que he traído mi saco! Puedo dormir en el suelo unos días, luego te usaré el sofá porque estoy creciendo y no es bueno para mi espalda, aunque leí en una revista que dormir en el suelo es en realidad muy beneficioso... — bueno, que me estoy saliendo de tema, ¡no se vale! — ¿Peeeeeero por queeeeeeeeé? Eres un aguafiestas, te vas a aburrir aquí tú solo todo el día, y cuando regreses a casa, clamando mi perdón, te dejaré que duermas con Milo en su cama perruna como venganza, porque habré convertido tu cuarto en un inventario. — afirmo, ya le robo de a poco cosas a nuestra tía Sigrid de vez en cuando, mi armario es testigo de ello.
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    Luka T. Romanov
    Personal de Defensa
    Sonrió de medio lado sin poder evitarlo. Lo cierto era que la enana se parecía demasiado a él en algunos aspectos. Queriendo ser ella misma y saltándose todas las normas que habían establecido en casa, querer ir más lejos de lo que les había sido ordenado. Pero Kitty lo superaba con creces teniendo en cuenta su notable obsesión con la piedra filosofal y los desplantes que no dudaba en hacerle a la matriarca Romanov; y el rubio no podía negar que sabía que extrañaría los gritos histéricos de su hermana menor cuando alguien entrara en su habitación o le dijera que sus piedras no eran más que mierdas colocadas en una estantería para pillar polvo. Sin contar el hecho de que hacía lo que le daba la gana incluso delante del matrimonio, cosa que el rubio no para guardar las apariencias; lo que hiciera fuera era otro tema, su propio y entero problema.

    Mordisqueó el trozo de pizza que aún sostenía en la mano, sintiendo como Verde subía por su pierna lentamente hasta acabar tratando de ascender por su cuerpo y colocarse sobre el hombro. El animal tenía una obsesión con cualquier cosa que el rubio comiera, y siempre se encaramaba en él cuando comía fuere lo que fuere. Quiso hacer un aspaviento con la mano, queriendo alejarlo un poco  mientras el mismo agarraba partes de su camiseta en un intento de seguir subiendo por su ropa; pero el gesto quedó solo en un pensamiento. — Extremadamente guapa. Muchos dirían que irresistible. — contestó con cierta ironía en sus palabras, una que su hermana no entendería hasta el día que la conociera. Acercó la mano libre al reptil y lo ayudó a llegar hasta su hombro, deslizando el índice por la rasposa espalda del mismo cuando lo hubo dejado allí. — Puedes llamar a su puerta cuando te vayas, quizás te recibe en su casa y todo. — arqueó ambas cejas y volvió a morder el trozo, masticando con rapidez y volviendo a tomar el último para agarrar el refresco.

    — Vale, vale. — asintió con la cabeza con la bebida aún contra los labios y una sonrisa divertida en los labios, manteniendo la mirada en la enana mientras hablaba por teléfono con una de sus supuestas amigas. — Creo que tu padre se enteraría antes que mamá, recuérdalo. — puntualizó en lo que se levantaba del suelo sacudiéndose las manos contra los pantalones de trabajo y estiraba los brazos hacia arriba con total tranquilidad. Siendo testigo del drama de Kitty desde aquella posición, asintiendo con la cabeza, dándole la razón como a los locos. — ¿Quién te crees que soy? No te puedo dejar durmiendo en la suelo. Eso me dejaría como un mal hermano mayor. — puso los ojos en blanco y se desordenó el cabello a sí mismo, rascándose la parte posterior de la cabeza en el proceso. — Tengo muchas cosas que hacer, no es como si estuviera demasiado tiempo aquí, así que no tendré tiempo de extrañar tu preciada presencia. Así que creo que rechazaré tu propuesta de dormir con Milo. — puntualizó —,  y espero que no sea un inventario de esas cosas frikis que coleccionas. — se burló entonces de ella, inclinándose en su dirección y tomándola sobre el hombro que aún tenía libre. Llevándola como un saco de patatas hasta la habitación donde la dejó sobre la cama sin demasiado cuidado. — Duerme aquí, yo iré al sofá esta noche. Pero mañana te acompañaré hasta el colegio y luego dejaré a Milo en casa sin que nadie se dé cuenta de que antes no estaba. — habló mientras se alejaba de ella, y señaló al perro con un dedo antes de que el mismo se subiera también a la cama junto a su dueña, y él abandonara la habitación entrecerrando la puerta tras de sí. Porque era un desastre, pero era su pequeño desastre.
    Luka T. Romanov
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