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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    Esto ya me empieza a aburrir un poco. Un poco, mucho. Que vamos, sé de sobra que me tienen como el cachorro del escuadrón, pero una cosa es eso, y otra muy diferente el tener que ponerme todos los turnos habidos y por haber de patrullar calles. Si hasta mi acompañante, un licántropo no muy amistoso que digamos, ha decidido que es mejor que nos separemos para ocupar más terreno, así tendremos la zona más controlada dice. Mi intuición me dice otra cosa, y es que no le apetece pasar cinco horas con una mocosa que todavía no ha acabado el colegio y no hace más que soltar chistes cuando hasta el propio sonido del aire se vuelve incómodo. Mejor para mí, no lo voy a negar, me libro de tener que andar como si me hubiera tragado una escoba y puedo relajar un poco mi espalda. Después de todo el entrenamiento que hice con Rebecca, vigilar la calle se me hace un poco patético, aunque luego pienso en el balazo que le metieron a Guerrero, y se me pasa un poco.

    Tengo que agradecer que el trabajo no me coincide con la escuela, a pesar de que no puedo decir lo mismo de mi labor como niñera de la menor de los Powell, me las he apañado para seguir haciendo las mismas horas que antes y eso se lo tengo que reconocer a David, por hacerme el favor de cubrir los turnos en que yo no puedo estar. Cualquiera diría que con mis nuevas responsabilidades tendría que haber dejado lo de ser niñera, pero no me molesta decir que cuidar de bebés es algo que mantiene mi rutina diaria dentro del rango de lo que se consideraría normal en un adolescente. Mi padre opina lo contrario, que entre el escuadrón, mi otro trabajo y la escuela, lo cierto es que no tengo mucho tiempo para estudiar, porque ese lo dedico para estar con mis amigos. Es una suerte que a veces pueda usar los horarios de Tilly para estar con Oliver, por eso de que vivan en el mismo lugar, pero por lo demás soy una chica muy profesional.

    Tan profesional que en medio de una jornada de trabajo estoy dedicándome a tirar del palo grueso que un perro se ha llevado a la boca y lo muevo con intención de sacárselo de los dientes para poder lanzárselo de nuevo. La dueña está encantada porque es una anciana y puede estar sentada en el banco mientras la otra perra entretiene a su perro. Sospecho que está un poco ciega o que no tiene las gafas bien graduadas, porque no sé si ha diferenciado el uniforme que llevo puesto y es demasiado amable conmigo. La cabeza rubia que está a unos metros de mi lugar, también solía ser amable conmigo, pero las dos tenemos que reconocer que nos hemos distanciado en este último tiempo y, supongo, debe de ser por sus numerosas visitas a un lugar que no debería visitar. — Mierda. ¡Toma, ve a por él, chucho! — tampoco mencioné que Meerah no sabe lo que soy, ¿verdad? Le lanzo el palo bien lejos al animal antes de esconderme en el primer cruce que veo.
    Maeve P. Davies
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Hay muchas cosas en la vida que me resultan útiles, muchísimas. Pero cuando vas en busca de telas, muestras de encaje, satín, seda y un sinfín de botones y apliques, pues había que admitir que tener un bolso con un hechizo de expansión indetectable en verdad era de ayuda. Ya había comenzado a trabajar con los diseños de los trajes, sí en plural, trajes de la boda de Hans y Lara; y quería jugar con patrones y formas. Tener opciones antes de poder decidir por el diseño final, y sobre todo: los colores, o más bien la falta de ellos. Ya había decidido que Hans no usaría un traje negro, no había forma en que eso pudiese funcionar habiendo tanto contraste, así que además del exceso de blanco, también había comprado telas en color gris y plata que servirían para probar diferentes modelos.

    No estaba prestando demasiado atención al camino si tenía que ser sincera, seguía revisando vidrieras pese a que ya había comprado todos los elementos necesarios, pero nunca estaba de más el buscar inspiración o materiales extra para otros proyectos. Que sí, lo sabía, no estaba dedicándole mucho tiempo a aquellos proyectos, pero en mi defensa estaba ocupada. ¿Qué tan loca estaba por querer a entrar al club de porristas? Ni siquiera sabía de dónde es que había surgido la idea, pero llevaba semanas dándole vueltas al asunto y, a decir verdad, cada vez estaba más cerca de postularme. Era una actividad escolar, podía hacer ejercicio sin la necesidad de ser el asco completo que era en cualquier deporte, y ni siquiera era algo que requiriese de muchos días de práctica. También estaba el plus de que los uniformes eran bonitos. Aunque bueno, los uniformes en general son bonitos. Incluso el del escuadrón de licántropos se me hacía estéticamente…

    Un segundo…

    ¿Esa era Maeve? Me había quedado mirando el uniforme, sin ver exactamente a la persona que lo llevaba. Pero no podía ser Mae, ella no era… Apresuro el paso para tratar de seguirla, pero la muy escurridiza desaparece en cuestión de segundos. ¿Sería ella? Tal vez no y… - ¡Mae! - Me sorprendo al verla cuando doblo la esquina pese a que literalmente la estaba buscando y sí, mi mirada la recorre de arriba a abajo. - ¿Cuándo? ¿Cómo?... - Soy una mala amiga. Soy una pésima amiga. Soy la peor de las amigas. ¿Cómo no podía saber? ¿Qué se supone que debía decir en una situación así? - ¡Lo siento! No sabía nada, soy… - Podía entender que no quisiera confiar en mí después de haberme atrapado en único distrito en el que en verdad no debía estar y con una compañía que a ojos de muchos era indeseada, pero aún así me sentía mal por no conocer algo tan importante en su vida. La había visto ayer por todos los cielos, ¿de dónde sacaba el tiempo para estar en el escuadrón y cuidar de mi hermana? Me quedo parada sin saber que más agregar, queriendo hacer un millar de preguntas y a la vez pedirle disculpas por ser la peor de las amigas que pudiese tener.
    M. Meerah Powell
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    Mi escondite es patético, tanto como el saltito que pego de la impresión cuando la veo aparecer de repente al doblar la esquina, incluso cuando ya sabía que estaba viniendo en esta dirección. — ¿Qué tal? — mi voz suena tan natural que en serio parece que esté preguntando por su vida, la expresión de mi rostro, con las cejas alzadas y una sonrisa tan tensa que parezco un muñeco del cual tiraron de sus mejillas, hace evidente que no esperaba tener que encontrármela, precisamente ahora. A sus preguntas solo puedo responder con la misma manifestación de confusión que ella, bajando la mirada hacia mi uniforme como si fuera la primera vez que lo he visto. — Ah, ¿esta cosa? Pues resulta que los regalan, sí, sí, si compras dos bebidas en The Wizard Corner te llevas un uniforme de regalo con la nueva promoción… — porque decir tonterías e intentar bromear es lo que mejor se me da, utilizo el café al que los estudiantes del Royal más acuden por estar a apenas unas cuadras de la salida del colegio como primer recurso de defensa. — La placa te la personalizan si lo pides — añado, no hace falta que me señale con un dedo la lámina de metal que brilla sobre mi pecho con mi apellido inscrito en ella. No sé a quién pretendo engañar con eso, pero está claro que alguien debería darme un premio por originalidad de excusas, ¡y luego dicen que uno no aprende nada en la escuela! Prf, novatos…

    Intento que no se me note lo evidente y carraspeo un poco, viajando la mirada hacia cualquier parte menos a ella, hasta que su disculpa me obliga a posar mis ojos sobre los suyos. — No importa, no tenías forma de saberlo — asumo que esa es la única respuesta que puedo darle, ¿qué voy a decirle si no? Es tan consciente como yo que no ha sido precisamente una figura estable en los últimos meses. Por estable me refiero a que hemos perdido la relación que pudimos tener antaño, no sé muy bien quién de las dos se alejó más, pero no diré que no ha sido por no intentarlo. De igual forma, tanto ella como yo hemos guardado secretos, no es algo que pueda reprocharle a pesar de mi sorpresa aquella vez que la encontré en el nueve, quizá esa visita concluyó en que era obvio que Meerah estaba ausente por razones que estaba lejos de explicarme. Ni siquiera cuando estoy en su casa, cuidando de su hermana, es que podemos actuar como solíamos hacerlo. — Es una larga historia — me excuso, malamente, si tengo que admitirlo, porque en realidad es muy simple, solo que no sé si tengo ganas de contarlo una vez más, no cuando ya de por sí tiene otras cosas en la cabeza. — ¿Todo bien contigo? — pregunto como si nada, cambiando abruptamente de tema. ¿Puede ser esto más incómodo? Por Morgana, la vi ayer y estaba bien, no sé qué tanto puede cambiar una persona en menos de veinticuatro horas. Coherencia, Maeve. ¿Alguna vez tuve de eso?
    Maeve P. Davies
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - ¿Confecciono ropa y lo mejor que se te ocurre es decirme que regalan un uniforme de esa calidad solo por la compra de dos bebidas? - Mi escepticismo es evidente en mi rostro, y el rodar los ojos da el toque justo como para que la incomodidad que llevo desaparezca. Tal vez sea porque se trata de Maeve y, mal que mal, no hay forma de estar incómoda frente a ella jamás. Su personalidad simplemente no te lo permitía, y me lo acaba demostrando en cosas que podían llegar a ser tan serias como estas. Lo de estar en el escuadrón de licántropos y no lo del uniforme en sí, no soy tan materialista.

    Mis labios se aprietan en una fina línea y trato de no mostrarme exigente cuando no tengo ningún derecho de serlo. Cualquier cosa que quiera decirme debería ser a su tiempo y no porque no le quedó salida. Conmigo había sido diferente, lo que yo estaba haciendo era ilegal; lo de ella no. - Yo… lo lamento. - Me tambaleo sobre mis pies y trato de encontrar las palabras justas antes de recaer en la cuenta que lo que he dicho se puede malinterpretar. - ¡No por esto! Osea sí, pero no por… Me refiero a que lamento no haber estado para tí. Estabas todo en tu derecho el no haberme confiado nada, que todos sabemos que yo estoy en falta también. - ¿Tal vez sería por eso? Me refiero a lo de no decirme, ¿debería entregarme por saber lo que sabe de mí? Se nota en su rostro la incomodidad y que trate de desviar la conversación hacia mí es… Ufff, ¿hace cuánto que de verdad no pasaba tiempo con ella? ¿tan mal me había portado? ¿tan descuidada había sido? - Ya, esto es muy raro. ¿Falta mucho para que termine tu ronda? o guardia… Podemos ir a The Wizard Corner a ver si me consigo uno de esos uniformes. - La señalo con el dedo con lo que trata de ser un gesto gracioso y trato de que no parezca que la estoy forzando a nada. - O a cualquier lado que prefieras, yo invito. - Me encojo de hombros y cruzo los dedos de manera inconsciente, a la espera de que acepte y no se de la vuelta y me mande a freír calabazas.
    M. Meerah Powell
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    ¡Hey! Eran dos bebidas muy buenas… — y caras, pero eso no se lo digo porque para empezar, ni siquiera se trata de eso, de modo que tengo que conformarme con mover la cabeza y los hombros para que se desentienda de todo el asunto. — Era mucho esperar que eso colara, ¿verdad? — tampoco creo que lo haga el decirle que formo parte del escuadrón de licántropos porque me queda tremendamente bien el uniforme, ¿no? La miro con una ceja alzada cuando ni ella parece saber por lo que se está disculpando, y al final todo lo que puedo hacer es rodar los ojos con un gesto de mi mano. — No tienes que disculparte, las cosas son como son — aunque suene brusco el decirlo, no hay nada que yo pueda hacer para cambiar todo esto, tampoco para volver el tiempo atrás. Eso es algo que aprendí con el tiempo, aunque no estoy muy segura de que con sus disculpas se esté refiriendo al hecho de la licantropía en sí. — Lo entiendo, en serio, tenías otras cosas en mente, no puedo culparte por eso. — no cuando yo misma también he utilizado su ausencia como excusa para no molestarme en consultarle nada, quizá porque estos meses la he visto tan ocupada, yendo de un lado para otro constantemente. No voy a mencionar a donde, eso lo sabrá ella mejor que yo.

    Muevo mis cejas en coincidencia, pero no digo nada, admito silenciosamente que esta es una de las situaciones en las que más incómoda me he sentido en mucho tiempo, y eso, teniendo en cuenta con quién está tratando, es decir mucho. Miro el reloj de mi muñeca, como si no lo hubiera comprobado ocho veces ya en lo que va de tarde, para hacer el gesto de pensarme la respuesta un poco más natural — Sigo de servicio hasta un par de horas más. — murmuro, no es mentira, pero sí siento que estoy esquivando su invitación de una manera excesivamente evidente. Un último pensamiento me hace cambiar de opinión, de modo que hincho mi pecho de aire y lo escupo de un suspiro. — ¿Sabes qué? Qué más da, vayamos — acepto, porque de perdidos al río. — Pero si dos perros se pelean por una pelota de tenis en mi ausencia y no estoy para hacer de mediadora, será tu culpa. — bromeo, sintiéndome un poco más como yo misma. Le sonrío de lado al despegarme de la esquina y emprender el camino hacia la calle donde está el pub, aunque en el recorrido mis labios se transforman en una pequeña mueca. — Mira, Meerah… — empiezo, no sé muy bien como decirlo sin que suene brusco — No soy quién para meterme en tu vida, ni en lo que haces o dejas de hacer con ella — suena un poco incoherente decirlo cuando literalmente llevo un uniforme que me obligaría a entregarla por traición al estado, pero creo que el hecho de que no haya dicho nada ya tiene que darle la seguridad de que no pienso delatarla. Soy fiel a mi idea de que cada uno tiene que ser consecuente con sus acciones, estar donde estoy deja claro que yo estoy intentando serlo con las mías. — Solo me da lástima que te hayas apartado tanto este último tiempo, solíamos ser muy buenas amigas… — sobra mencionar todas las cosas que solíamos hacer juntas y que, sin apenas darnos cuenta, fueron desapareciendo hasta convertirnos en dos absolutas extrañas, la una para la otra.
    Maeve P. Davies
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    “Las cosas como son”. Esa frase suena tan horrible como se siente, pero tenía razón. O bueno, no técnicamente porque seguía siendo mi culpa, pero no había nada que pudiera hacer para cambiar el pasado. Supongo que al final todo el mundo tenía razón y sí estaba queriendo abarcar más de lo que podía. Que era una idiotez, porque en sí no estaba haciendo la gran cosa, pero al no incluir a Mae, y el querer tener todos los tantos separados… entre mis visitas al nueve, mis proyectos de diseño, el colegio, la boda de mis padres (¿estaba bien llamarlos de esa manera? que se sentía bien, pero no lo había pensado de esa manera, y a la vez sonaba de lo más correcto). En fin, ¿de dónde había sacado la idea que lo de ser porrista podría funcionar? - Puedo tener varias cosas en mente, pero no deberías quedar afuera de eso. No puedes decirme que no puedes culparme por cosas que al fin y al cabo, son completamente culpa mía - Me cruzo de hombros en una muestra de mi terquedad, porque no hay forma en la que pueda hacer que cambie de opinión.

    - ¿Estás segura? No me gustaría que te regañen por cosa mía, que la de la falta de tiempo era yo. - Lo que faltaba era que la regañaran o le pusieran algún tipo de apercibimiento por una invitación que no quería que se sintiera obligada a aceptar. Al final acabo siguiéndola de todas formas, mordiéndome el labio al escucharla y tratando de no esquivar su mirada cuando sé que lo que dice es completamente cierto. - Lo sé. ¿Sabes que es lo peor? Que te dí por sentada. Es como… no sé, supongo que estoy abarcando mucho mientras trato de que todo siga igual que siempre y bueno, como que siempre has estado y no me di cuenta que era yo la que no estaba. - Maeve era una constante en mi vida, y creía que sabía las cosas por las que estaba pasando, y ella entendía lo que a mí me pasaba también… difícil cuando llevas meses sin hablar como corresponde, o sin tener una salida decente entre amigas como lo podía ser ir a tomar algo al pub de la esquina. - ¿De verdad no quieres golpearme o entregarme? Estás en todo tu derecho de hacer ambas cosas. Que viéndote con el uniforme… Tengo ganas de hacerte un sinfín de preguntas, pero no se siente correcto hasta que no me hayas gritado, golpeado, o cuando menos insultado como corresponde. No hace falta tener tacto conmigo y lo sabes. - Técnicamente iban años de conocernos, estaba en su derecho.
    M. Meerah Powell
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    Me encojo vagamente de hombros, porque no estoy dentro de su cabeza para saber como funciona, ni como maneja sus prioridades en su ajetreada vida. Es ese mismo pensamiento el que me lleva a abrir la boca, tratando de que no se tome tan a pecho sus propias palabras. — Meerah, en ningún lado pone que no puedas tener como prioridad las cosas que tú consideres importantes, lo hace todo el mundo y la mayoría de veces sin darse cuenta. No significa que no sigamos siendo amigas — o eso quiero creer, que es difícil decirlo cuando llevamos meses sin hablar como corresponde, pues en su casa yo estoy trabajando, en la escuela ni siquiera nos vemos tan a menudo y hace un millar que no quedamos para hacer algo. ¿Pero y qué? No puedo guardarle rencor por eso, para empezar porque no soy una persona rencorosa, y tampoco soy de las que tienen razones para enfadarse con alguien, menos por cosas como estas. — No es cuestión de culpar o no culpar — ¿se fijaron? ¡hasta soné madura y todo! A ver si es verdad que con esto de la responsabilidad viene la madurez dada de la mano como regalo de dos por uno…

    Claro, lo cogeremos para llevar, así a mí no me darán problemas y puedo acompañarte a… donde sea que estés yendo — que creo que no me lo dijo, pero tampoco creo que sea lo más importante de todo esto. — Auch — suelto en media broma cuando dice que me dio por sentada, de alguna manera me hace sentir como un segundo plato y, ¡hey! No tengo problema con los segundos platos, si es el postre todavía mejor, pero auch. — Creo que ese es el punto… que nada es como siempre — por triste que suene, solo hay que echarnos un vistazo para darse cuenta de eso, y por alguna razón me siento obligada a decir lo siguiente. — Entiendo lo que dices, y como dije antes, con esto no te estoy culpando ni nada de eso… Pero no puedes esperar moverte por el mundo, hacer miles de cosas, y que los demás permanezcamos en el mismo lugar, aguardando a que regreses. — estoy tentada a volver a encogerme de hombros, si no lo hago es porque no quiero mostrarme repetitiva. — Todos tenemos cosas en nuestras vidas, todos nos estamos moviendo constantemente — concluyo, no sé si de la mejor manera.

    La miro con cara de espanto, como si no me conociera en lo absoluto. — ¡No voy a golpearte! — ¿qué razón tendría para ello? ¿porque no me ha contado sus cosas? Por favor, no tengo doce años, y no soy como las chicas del colegio que se molestan unas con otras porque no sé quién no le dijo a no se quién que estaba saliendo con el otro no se quién. Ruedo los ojos ante su insistencia de que la golpee o la grite, pero estoy lejos de hacer alguna de esas cosas. — Me conformo con que me invites a un café — respondo, sí, auto invitándome, ¡pero fue ella quién lo propuso! Y porque tampoco llevo dinero encima. Empujo la puerta del establecimiento, afortunadamente no hay mucha cola así que me meto las manos en los bolsillos en lo que esperamos. — ¿Y qué es lo que quieres preguntar?
    Maeve P. Davies
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Creo que el punto principal es ese precisamente, que no me he dado cuenta que estaba en falta hasta no haberla visto con el uniforme. Lo cual decía mucho de mi ausencia en su vida si tenía que ser sincera. ¿No había sido hace unos días que Lara me había preguntado por su vida? o aún peor, me había dado a elegir en dónde pasar las dos semanas que ellos estarían fuera, y había señalado a la morocha sin siquiera preguntarle. ¿Qué era lo que estaba mal conmigo? - Es que nunca pensé que estaba poniendo prioridades de ningún tipo, así que aunque digas que no es echar culpas, te costará hacerme creer que no la tengo. - Estaba segura de tenerla, pero como ella dice, supongo que ese no era el punto.

    - En realidad ya terminé con lo que vine a hacer aquí, así que literalmente tengo el resto de la tarde libre. ¿Tal vez sea yo la que pueda acompañarte? - Mi pregunta es tentativa, pero no tengo idea de cómo funcionan sus rondas, o qué tanto puede desviarse de su ruta si es que tenía una; aunque bueno, si no tiene problemas para acompañarme, supongo que tampoco será complicado de la otra manera. Su “auch” me hace fruncir los labios en una mueca incómoda, como si a mí misma me causara dolor. Y es que entiendo que cada vez que abro la boca las cosas suenan horrible, pero mejor sincerarse ahora que andar con arrepentimientos luego. - Tienes razón, pero tengo tantos sentimientos contradictorios que últimamente no sé cómo mantengo mi cabeza sobre mis hombros. Lo de querer que nada cambie sobre todo, porque a la vez quiero que muchas cosas lo hagan y… ya. Tienes razón, no me corresponde esperar que el mundo quede quieto a la espera de que yo reaccione. - Y si no le digo que lo siento nuevamente, es porque terminaré gastando la palabra hasta el punto en el que pierda significado.

    - Ya sé que no vas a golpearme, pero es lo más sencillo que se me ocurre porque ambas sabemos que lo merezco. Y no es que quiera tomar la salida fácil, pero arghh. Ya. - Respiro profundo, sacudo la cabeza y trato de sentirme otra vez como yo misma. - Desde el inicio. Lamento no haber estado, la culpa es mía y tienes razón en todo, pero si sigo queriendo disculparme no llegaremos jamás a ningún lado y lo último que quiero es estar incómoda contigo cuando eres una de las personas que más aprecio. - Lo del café lo doy por sentado en la invitación, y cualquier cosa que quiera comer también. Como mínimo. - No sé, como que todo. Siento que me he perdido la mitad de tu vida en estos últimos meses. ¿Sigues estando y no estando con Oli? ¿Desde hace cuánto que estás en el escuadrón? ¿Siempre fuiste licántropo? Que perdona si son preguntas sensibles, no tienes que contestarlas si no quieres, pero uffff… ¿cómo es que trabajas para el ministerio y yo recién me entero? - Porque al parecer, dejando de lado a mi hermanita, todas las personas con las que me relacionaba o trabajaban en el ministerio, o eran fugitivos de la ley. Y no, no son conceptos que vayan de la mano con mi sanidad mental.
    M. Meerah Powell
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    Alzo las manos en señal de que me doy por vencida, porque no es como si pudiera hacer mucho más al respecto y solo espero que ella misma se dé cuenta de que de nada sirve el andar pensando en quién tenía la culpa, si al final las cosas siguen sin cambiar. Que no le estoy imponiendo nada, ni algo por el estilo… Solo que pienso aprovechar esta oportunidad para dejar las cosas claras entre nosotras. — ¿Estás segura? — que se me olvidaba el factor de que a la gente le sigue sin gustar esto de que haya un escuadrón llamado licántropos y no me gustaría que tuviera que recibir miradas al respecto. — No le dirás a tu padre de esto, ¿verdad? Porque te juro que soy muy cuidadosa con tu hermana. — bueno, en la medida de lo posible, pero los niños son niños, ¿no? No me gustaría tener que perder mi trabajo porque el ministro Powell piense como el resto de ciudadanos y ponga en duda mis capacidades para cuidar de su hija o algo así, que no es como si necesitara el trabajo ahora, pero lo cierto es que sí que me agrada pasar tiempo con Mathilda.

    Asiento con la cabeza a lo que va diciendo, como muestra de que la estoy escuchando y, además de eso, entendiendo también. — Supongo que es normal, con eso de ser adolescentes y esas cosas, digo… Bueno, es lo que dice mi padre — hago un gesto con la mano para restarle importancia, que no creo que sea la explicación más lógica para sus problemas, cuando ni siquiera yo sé qué decirle porque no me siento con la confianza como para meterme demasiado. — Pero no sé, Meerah, quizá tengas que sentarte a pensarlo durante un rato, qué es lo que quieres o lo que deseas conseguir en ello, a qué personas quieres tener en tu vida y cuáles deseas dejar atrás. Puedo entender en parte por lo que estás pasando, porque creo que es algo que nos ha pasado a todos, pero también pienso que a veces, dar por sentado que algunas cosas se mantendrán de una manera, no siempre te asegura que lo encuentres como estaba — me encojo de hombros para aligerar el peso de mis palabras. No voy a decirle lo peligroso que es lo que está haciendo, porque ella misma debe de ser consciente de esas acciones y de sus consecuencias. — Todo lo que pretendo decirte es que… las relaciones siempre hay que cuidarlas — no hablo por ella, sino por como funciona en general, que reconozco que yo también estoy en falta en gran parte de lo que nos ha pasado.

    Me alegro de que al menos pueda desistir en eso de pedir disculpas o cargar con la culpa, me es inevitable no sonreír por ello y me apresuro a avanzar un par de pasos en la cola cuando nos acercamos al mostrador. Suelto una risa cuando esa es la primera pregunta que se le ocurre y ruedo los ojos casi al mismo tiempo como acompañamiento. — De todas las preguntas… Sí, sigo estando y no estando con Oliver, o… lo que sea que quiera significar eso — porque deduzco que está preguntado por eso, es lo único que se me ocurre contestar. A lo siguiente tengo que meditar unos segundos, murmurando un leve mmmDespués de mi cumpleaños, más o menos, osea… hace unas semanas — aunque no le digo que los entrenamientos ya van desde hace mucho más que eso. — No, no siempre fui licántropo — es un murmullo que apenas sirve para que lo escuche ella porque nos acercamos a la barra y me demoro nada y menos en pedir un café con leche y hielo para llevar, a la espera de que ella haga su pedido para poder salir de aquí en cuanto antes. — Me mordieron en invierno del año pasado — por darle una fecha para que se haga a la idea, lo digo en cuanto veo que la persona tras la mesada se va a preparar las bebidas. A su última pregunta solo puedo que encogerme de hombros, porque creo que eso es algo que más bien debería ser capaz a responder ella misma.
    Maeve P. Davies
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    ¿Por qué no estaría segura? ¿y qué tiene que ver Hans? - No veo nada de malo con esto, pero si no lo deseas no se lo diré. - Que si yo no me había dado cuenta que ocupaba su tiempo con otro trabajo, claramente él tampoco. Que bueno, en realidad no era parámetro siendo que al parecer yo no me había dado cuenta de nada últimamente, pero Hans tampoco se había dado cuenta de mis andanzas, o lo disimulaba muy bien así que… - Seré una perdida de la vida, pero no diré cosas que no quieras. Incluso aunque me parezca que no pone en duda tu capacidad para con mi hermana siendo que eres terriblemente responsable. Lara dice que está muy feliz de tu trabajo con Tilly - Que omito el decirle lo de las rodillas raspadas porque no sé que tan bien se lo pueda tomar, pero yo entendía su punto y también estaba feliz con cómo estaba la bebé que ya no era tan bebé.

    ¿Qué es lo que quería conseguir con qué? ¿Acaso me estaba pidiendo que elija? Creo que mi mayor problema es que justamente no quería elegir, no quería verme en la necesidad de dejar a nadie atrás. La única elección consciente que había hecho al respecto en cuanto eso había sido mi madre, y solo después de que ella me dejase primero así que no contaba. - Bien, puedo quedarme con eso. Las relaciones hay que cuidarlas y prometo tratar de hacerlo con la nuestra. No eres una persona que quiera dejar atrás, Maeve. - Era la verdad, del Royal podía rescatar a algunas personas, los Helmuth, Leo ahora que se había transferido, Simon cuando estaba de buen humor… y tenía que dejar de contar. Y aún así, si tenía que dejar a alguno de ellos atrás, no me dolería ni la mitad de lo que lo haría con Mae.

    - ¡Hey! Es una pregunta válida, si tuvieses idea de la charla que tuve con Lara el otro día… No quería hablar de la varita de Oliver, a quien tiene en una especie de pedestal, ¿porque quien no tiene a Oli en un pedestal? En fin, nada de varitas, y es feliz por lo que sea que ustedes tengan. - A menos que haya metido la pata, y no quisiera que Lara lo supiera, pero mejor eso que ver su video dando vueltas. Al final trato de asimilar fechas mientras que pido un capuchino helado y pago por los dos cafés. Estoy guardando la tarjeta de nuevo en mi bolsa cuando dice desde cuándo es licántropo, y tengo que admitir que mi “oh” es porque me toma completamente por sorpresa. - ¿Cómo?... No me dí cuenta. Me refiero a que no sabía que estabas pasando por eso. Que sí, no éramos cercanas del todo en ese entonces, pero el pensar que… Dime que no pasaste por eso sola. Dicen que el proceso es doloroso, y me aterra que hayas tenido que pasar por eso sin nadie que pueda haberte dado una mano. - Que ahí tiene más sentido el que haya murmurado un par de cosas, por más de que lleve el uniforme. ¡Un año! eso era muy reciente para ya estar en el escuadrón, bajo mandato ministerial. ¿Qué se supone que debía opinar en esta situación? - Solo para que quede claro, no creo que seas más o menos por haber sido mordida. En lo que a mí respecta es algo tan normal como el período si es que tienes la ayuda necesaria. Y sino, no sé, veré como ayudarte. ¿Te dan matalobos? porque podría ver de conseguir… o no sé. Perdón, siento que me estoy metiendo de más, pero es que… Eres Maeve, y siento que ya me perdí demasiado estos meses como para perder más.
    M. Meerah Powell
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    La mueca que me recorre todo el rostro debe dejar claro lo que estoy pensando, aunque no tardo mucho en predicarlo en voz alta. — no ves nada de malo en esto… Tu padre… es diferente, Meerah, tiene otra percepción sobre lo que somos, no me dejaría cerca de tu hermana si se enterara — le aseguro, como si le hiciera falta, cuando es ella la que vive con él, que lo tiene como padre, y de ser de otra manera estoy segura de que Meerah no se guardaría sus andanzas para el diario. — Creo que me estás dando demasiado crédito — digo en apenas un murmullo, que no me considero la persona más responsable del planeta, solo que con su hermana es diferente porque no es más que un bebé, no puedo darme el gusto de hacer tonterías cuando el cuidado de Mathilda depende de mí. Y aun así, tengo que reconocer que se me alzan un poco las cejas y se me prensan los labios en una sonrisa contenida por lo siguiente. — ¿De veras? Bueno… — me aclaro la garganta un poco — No quiero presumir, pero Tilly me tiene más cariño a mí que a Dave — debe de ser cosas de chicas, ¿huh?

    Con un movimiento de cabeza se hace evidente que opino lo mismo que ella, así que dejo que eso sea lo que termine con esa parte de la conversación, en especial porque lo que dice a continuación me hace reír más alto de lo que me gustaría y por eso me apresuro a salir del local cuando nos han entregado nuestras bebidas. — Solo por aclarar, ¿de qué varita estamos hablando? — suelto cuando la brisa me golpea las mejillas y puedo dejar escapar un carcajada por esa ocurrencia sucia que espero que no se tome muy en serio. — Yaaaa, era broma, ¿quién no tiene a Oliver en un pedestal? Mi padre, por ejemplo.. quiso llevarme al ginecólogo solo porque lo vio entrar una vez en casa — con un ruedo de ojos simulo la misma reacción que tuve cuando lo sugirió, después de haber sugerido otras cosas como que me lo andaba tirando en las horas de clase. Y luego dicen que yo soy la de la mente sucia, en fin, la hipocresía…

    No, tenía a Oliver, aunque en el momento solo éramos compañeros de clase y poco más… Me ayudó mucho después de eso, estuvo cuando me mordieron, así que en parte es comprensible que quisiera hacerlo, incluso cuando no tenía motivos reales para ello — para seguir haciéndolo, vaya, lo excuso con un encogimiento de hombros, como diciendo “es Oli” mientras me acerco el vaso a los labios para darle un trago corto al café. Me veo forzada a ladear un poco la cabeza por como lo pone en palabras, sé que sin ninguna mala intención, pero tengo que obligarme a hacer la aclaración. — No, Meerah… no es algo tan normal como el período, sé a lo que te estás queriendo referir, pero son cosas completamente distintas. A ti no te entran ganas de golpear a alguien cuando se acercan esos días por cualquier mínima cosa, son… síntomas muy diferentes. No me quieres tener cerca cuando coincide que me baja y hay una luna llena cerca — intento bromear para aligerar la sensación de que pude haber sonado demasiado brusca, incluso cuando no fue mi intención. — Ahora que estoy en el escuadrón tengo una mensual, también cuando me registraron como licántropo, pero no te voy a mentir, los primeros meses fueron… horribles — un infierno, que digamos, trato de restarle importancia con un movimiento de mano, porque son cosas del pasado, ahora lo llevo de una manera diferente. — Aunque te vaya a sorprender, lo tengo todo bajo control, así que no tienes que preocuparte o… hacer nada, en serio. Solo me faltaba poder contárselo a una amiga — le dedico una sonrisa, porque Hero desapareció con sus razones, pero Meerah seguía en el mismo lugar y también desapareció. Si tenía que ocurrir de alguna manera, al menos me alegro de que este encontronazo haya servido para algo.
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Hans… Bien, tiene razón. O tal vez no. Porque quería creer que mi padre no la echaría del trabajo siendo que jamás hubo nada de malo con la forma que tenía de cuidar a Mathilda, pero no iba a arriesgarme y poner esa teoría a prueba. Como dije, si ella no quería que dijera nada, pues nada diría. Ya había aprendido hace tiempo que Maeve era de fiar, y claramente debía devolver el favor, no como pago, pero sino porque seguíamos siendo amigas. - Mientras que no te tenga más cariño a tí que a mí, puede tenerte en un pedestal de juguetes si quiere. Que seguro Dave sigue al pie de la letra las instrucciones de Hans y la pobre Tilly se debe pasar la mitad del día aburrida. - De acuerdo, no. Yo había visto lo mucho que mi hermana quería a Dave, pero si íbamos a lo que era seguir reglas, seguro que Maeve le había dado algún que otro dulce de más. No iba a negar que yo lo hago en más de una ocasión.

    - ¡Tú te ríes! Pero es exactamente de la varita que estás pensando, y yo acabé traumada de por vida. ¿Sabías que Lara quiere adoptarme? Eso la hace casi que oficialmente mi madre. Nadie quiere que ninguno de sus padres venga a hablarle de esas varitas. Quedé traumada de por vida - Y eso que no planeaba a contarle lo que había pasado con ella y el que ahora era su concuñado. Nono - Al menos en tu caso vieron a un chico. Yo tuve que ir al ginecólogo solo para calmarlos porque me vieron llegar ebria un par de veces. Y no miento, literalmente fue un par. - Lo bueno es que la visita médica había disipado dudas de cualquier tipo, y las pastillas habían hecho maravillas con mi ciclo. Al menos podía obtener beneficios de padres paranoicos que anda a saber qué cosas se andaban imaginando. Que creo que a fin de cuentas la realidad era peor, pero eso ellos no lo sabían.

    - Sé que no lo es, lo que quiero decir es que para mi no tiene importancia. Que literalmente es lo mismo a que me digas que te bajó la regla por primera vez. Luego de asegurarme de que estás bien y de que tienes todo lo necesario para poder pasarla… ¿Acaso de verdad hay una diferencia? No hace falta ni una hora de charla para saber que sigues siendo la misma Mae con un segundo uniforme. - Uno que debería marcar una distancia muy marcada entre nosotras pero que a decir verdad, acababa por pasar a segundo plano siempre que supiéramos que en sí no tenía importancia. - Me alegro que hayas podido contármelo y que, pese a mi ausencia hayas tenido a alguien que pueda acompañarte. La próxima vez que vea a Oli tendré que darle algo como regalo… ¡Juro que no tiene nada que ver con varitas! A menos que sean de regaliz. - Diría que no sabía si le gustaban, pero jamás había visto a Oli rechazar nada de comida. - ¿Quieres quedarte a dormir a casa algún día de estos? Empieza a hacer calor y podemos usar la pileta. Y puedes aprovechar si cambias de opinión y más tarde quieres golpearme
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    Maeve P. Davies
    Miembro del Escuadrón Licántropo
    Me río brevemente por esa imagen que tiene de Dave como niñero, la cual no creo que se aleje mucho de la realidad, pero no me sorprende el por qué lo hace, si tenemos en cuenta que es una persona mucho más madura que yo y, si vamos a ponernos quisquillosos, podría entender las razones por las que un padre se comporta de esa manera alrededor de sus hijas. — No, no lo sabía, ¿pero te pone contenta, no? Quiero decir… siempre me he fijado en que tienes una relación muy cercana con Lara — apunto, aunque si voy a ser sincera y por propia experiencia, el papeleo no es ni la mitad de importante de lo que significa el hecho de ser adoptado por alguien. — ¡Oh, vamos! Traumada de por vida… no me seas ingenua ahora, Meerah, de seguro has escuchado cosas peores, ¡tu problema es que no quieres escucharlo de ella! — lo acaba de afirmar ella misma, sí, pero siento la necesidad de remarcárselo dos veces— Al menos Lara es enrollada, yo la veo muy puesta en estas cosas, ¡no en el mal sentido! Si no de que… le puedes contar cualquier cosa — no es que pueda decir lo mismo de Hans Powell, pero en fin, tampoco conozco de las barreras que tienen entre ellos más allá de que soy consciente de que existen.

    Le doy un sorbo a mi vasito de cartón, notando como el calor me quema la lengua y es en este momento en el que me arrepiento de pedir una bebida caliente en lugar de una más apropiada para el tiempo que hace. — Desgraciadamente, aunque tú no la veas, sí que hay una diferencia, siempre va a haberla. Ahora está normalizado, pero la gente sigue sintiéndose recelosa cuando está alrededor de alguien como yo, uno nunca sabe cuando será que las circunstancias vuelvan a cambiar, quizá para mejor, quizá para peor, pero siempre quedará un resquicio de escepticismo. — hasta yo me sorprendo de la madurez en mis palabras, tengo miedo de haber escuchado demasiado a Rebecca hablar en estos últimos meses, que hasta sus discursos se me están pegando. La miro de lado, con una sonrisa que me saco de la manga, para rebajar el peso de mis palabras. — Pero si a ti no te importa, ni hace una diferencia, para mí es todo lo que necesito ahora mismo — le aseguro — No tienes que regalarle nada a Oliver ni nada por el estilo — que, de alguna manera, ese comentario me ha hecho sentir como si fuera un paquete que se regala y se devuelve, o algo así. No se me pasa el rodar los ojos con cierta gracia tras un suspiro que me remueve el cabello por eso último. — Terminaré por golpearte solo para que dejes de decir que te golpee — bromeo, mientras que a su propuesta acepto con un movimiento afirmativo de mi cabeza.
    Maeve P. Davies
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