The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Recuerdo del primer mensaje :

Marzo

Para ser una mujer que hasta hace poco decía no entenderse con su teléfono móvil, no sé cómo hace para encontrar todas estas cosas y compartirnos en el grupo que creamos. ¡No me da la vida para ver todos los videos que manda! ¡Si los miro tiene que ser en el baño!— me desahogo con Phoebe al revisar lo llena que está la ventana del chat que compartimos con Mohini, en su momento pareció una buena idea tener un sitio donde ambas madres primerizas pudiéramos recibir toda la información que la madre superiora pudiera compartirnos, pero fue un pacto en el que embargamos nuestras almas y no hay un segundo de paz para nuestros teléfonos porque cae una notificación de Mo con algo sobre cómo detectar si los bebés son sensibles a la alergia de comienzos de primavera, ¡todavía no se acaba el invierno! Claro que no hago otra cosa que contestarle a mi madre con un «¡Gracias, Mo! ¡Eres la mejor!» con una carita que le guiña un ojo, porque no, no soy tan estúpida como para ofender a la sabiduría de mi madre y que me prive de sus consejos de supervivencia.

Dejo el celular sobre el borde del sillón, a mi espalda, para devolver mi atención a los dos niños que duermen en la alfombra. Mi pierna extendida entre ambos como barrera para que Tilly no ruede encima de su primito, que no sabe medir su entusiasmo de tener algo tan pequeñito que hace ruiditos, a los que ella contesta con sus propios gorjeos y risas estridentes. Hay veces en las que Hayden no hace más que mirarla y ella ya gatea a toda prisa para esconderse detrás de mi pierna, creída que están jugando a algún tipo de juego en el que ella se alborota y él apenas pestañea. —Como te decía...— digo retomando la charla en el punto que lo dejamos, — fue algo en lo que me quedé pensando después de esa charla que tuvimos sobre esa profecía que no te acuerdas, pero estando embarazada no quise ni siquiera mencionarte la posibilidad de hacer un estudio sobre cómo serían los episodios de trance. Seguimos avanzando en otros proyectos en el departamento, lo que no fue fácil, tengo cuidado al meter papeles de cosas para que me los aprueben y que no me lo rechacen por ser una idea demasiado descabellada. Ahora que Hayden ya nació, me preguntaba si… si consigo permiso, claro, si te gustaría ir un día y que veamos eso…— tanteo con cautela, algo me dice que Phoebe no me diría que sí, sin embargo, no quiero que se sienta comprometida a nada que luego le resultará incómodo.

Tiro de un hilo que sobresale de la alfombra, mis ojos puestos en las puntas de mis dedos. —Sigo teniendo la hipótesis de que es en el trance de las videntes que la mente se vuelve tan extremadamente vulnerable y sensible, que los tiempos la atraviesan— lo digo así sin más, maldición, detesto hacer esto con dos bebés a los que hace media hora estuvimos cambiando pañales y no con una botella de whisky al lado, en un bar oscuro a la madrugada, para que hablar de estas cosas tenga una gravedad distinta, también podamos descartar como simple charla de borrachas, ¡juro que sigo oliendo los pañales! Esto es lo que tenemos, lo que somos. —La mente de todos es tan increíblemente vulnerable, no sé qué nos hace creer que es nuestro único sitio seguro, esa vieja idea de que nuestros pensamientos nos pertenecen y si no los verbalizamos, nadie tiene por qué conocerlos. Los legeramentes pueden saberlo. Los manipuladores de memoria pueden entretenerse con ellos desarmando historias y montando otras. Las visiones… ni siquiera le pertenecen a ustedes, quedan capturadas en una esfera— medito en voz alta, y puesto que esta es una charla honesta con Phoebe, hay detalles que también debería conocer. —Hace tiempo decidí aprender oclumancia, quería proteger todo lo que estaba dentro de mi mente, porque no podía solo sacarlo y descartarlo… y ahora, cada noche que voy a dormir, tengo esa paranoia de revisar que las trabas estén echadas, suelo tener sueños que me perturban mucho sobre alguien que logra entrar a mi mente, no sé si es producto de mi paranoia o sí…— la miro, —ocurre en verdad.
Anonymous
Invitado
Invitado
¿Lo conoces?— la pregunta me sale de la nada, la familiaridad con la que se refiere al hombre me da el permiso para indagar un poco más sobre él. —Si hay algo turbio en su reputación o algún cadáver en el armario que le conozcas, mejor me lo dices, que ando compartiendo mentes con él y no me gustaría enterarme luego que lo hago con un hombre que… no sé, es un coleccionador serial de animalitos de porcelana. Turbio, mejor no— es una broma, se nota por la manera en la que una sonrisa llena todo mi rostro porque nada de lo que he trabajado con él me hizo sospechar que sea alguien de quien dudar, en principio no creo que nadie que esté en el departamento de misterios sea… de hecho, sí, somos bastantes raros y damos la imagen de ser un grupo variopinto del cual te puedes preguntar cómo cada uno terminó donde está. Todos los que no encajan donde suelen estar, terminan encontrándose en algún lugar, al que estoy tratando de invitar a Phoebe para que se una al club.

Ah, ya entiendo— murmuro, abandonando la broma para tomarme lo que dice con la seriedad que se merece. Tomo su muñeca con los dedos para darle un apretón cariñoso. —Me parece muy valiente de tu parte, muchas personas no se animan a dar ese paso, reconocer que tenemos cosas por resolver o pedir ayuda si lo necesitamos. Muchas personas no saben pedirla…— y antes de que parezca que estoy hablando de mí, que es cierto, lo dirijo hacia otra persona que sufre del mismo mal. —Había pensado en invitar a Wilhelm a cenar, hacerlo pasar por una cita con Mohini, porque si no quiero intoxicar al pobre hombre, alguien más debe encargarse de la cena… y presentárselo a Hans, quien sabe, quizás le haga bien…— cuento, aunque no sé qué tan conveniente sea en términos médicos que en la misma familia compartan psicólogos, quizás deba mandar más seguido a Hans a hablar con Mohini con el pretexto de que me olvidé el chupete de la bebé en la cocina de mi madre.  

Cubro mi rostro con las manos por la imagen mental de Abbey en la mesa de la cena de Navidad ¡o el cumpleaños de Hayden! ¡La fotografía detrás del pastel! ¡Por Morgana! ¡NO! ¡QUÉ CLASE DE INFIERNO EN LA TIERRA SERÍA ESE en el que tendríamos que compartir fotografía con Abbey! —¡Seríamos las hermanas horribles que Logan y Chuck nunca tuvieron!— o eso es lo que creo. —Fulminando con miradas de odio a Abbey al otro lado de la mesa— describo la escena que tengo en mente, en ningún momento dije que no estuviera agradecida, lo estoy, estando solos cada uno puede ir por su lado. No soy lo suficientemente buena persona como para decir algo como que tal vez el amor haría de Abbey alguien mejor y más feliz, soy más del tipo desconfiada, la que nunca creyó que pudiera salir algo bueno de eso. Abbey sigue removiendo en mí sentimientos amargos y mezquinos, pese al tiempo que pasó, a que yo misma me reconozco como alguien distinto a esa persona que no creía en general que las promesas de compromiso pudieran cumplirse. —Hay personas que no lo merecen, tienes razón en eso. Mohini es una mujer que nunca lo mereció, por eso me alegra ver que su idea de una familia creció en estos meses hacia más personas que su revoltosa hija— es en quien logro pensar, por lo general no suelo ver la soledad como algo malo, aunque nunca me creí en el derecho de imponérselo a nadie como pensamiento, cuando a mí no me gustaba que me impusieran lo contrario. Depende de cada persona que se adapta mejor a su estilo de vida, siempre se ha tratado de poder elegir, aunque no se me escapa que a veces hay circunstancias que no dan espacio a que pueda ser así. —Si todas esas malas compañías te ayudan ahora a poder reconocer a las personas que te harían mal de las que te harán bien, para que puedas rodearte de las segundas, puedes pensarlas como experiencias, no como arrepentimientos. Que nos cruzaremos con todo tipo de personas en la vida es un hecho, gente que nos hará mierda y gente que nos dará cosas buenas, las encontraremos hasta los noventa años. Pero con quien eliges pasar todo ese tiempo hasta los noventa años, sí, es una decisión importante… porque a veces no la pasas con esa persona, solo amándola, que a veces es lo que creo que pasó con mis padres. Entonces lo que eliges es eso, no es estar con esa persona, es amarla…— digo mirando a la nada. Hago girar el teléfono en mi mano para poder deslizar el pulgar por el teclado. —Me lo voy a apuntar para cuando me toque escribir lo que sea que tenga que decirle a tu hermano.
Anonymous
Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Me río por la impresión que tiene de Schumer y que, si me pongo a recordar nuestro primer encuentro, la idea de que sea también un coleccionador de animales de porcelana además de calcetines extravagantes no se me hace una proposición tan alocada como hubiera podido pensar en un primer momento. — No sé turbio… pero sé que le gustan las medias estrafalarias y que tiene una habitación en su apartamento utilizada exclusivamente para gritar. — lo último me hace torcer un poco los labios a pesar de que estoy hablando completamente en serio. — Así que si alguna vez sientes la necesidad… como compañeros de trabajo estoy segura de que no tendrá problema en prestarte la sala si ves que lo de escoger unos pendientes que vayan a juego con los zapatos se te hace un dolor de cabeza. — bromeo con respecto a los preparativos de su boda, que yo soy plenamente consciente de todo lo que hay que organizar para un evento así y le transmito mi serio apoyo con una sonrisa, lo va a necesitar.

Hago un gesto desinteresado con la mano que tengo libre y al que acompaña levemente mi cabeza, cuando por alguna razón decir que acudes a un psicólogo tiene esta reacción en las personas. Mi hermano tuvo la misma y de veras que no la comprendo. — Por favor, no me pongas esa cara de haber visto a un cachorro atropellado — intento seguir por la línea de humor que se fue esfumando, lo prefiero antes de que esto se vea como la gran cosa que en realidad no es, incluso cuando yo misma sé el trabajo que costó que fuera en primer lugar. — La cosa es que nunca supe como pedirla… sino que tenía que pedirla. No era un opción que tenía, sabía que había algo que estaba haciendo mal y que tenía que corregir cosas en mí, sigo haciéndolo, pero saber… nunca supe nada con certeza, admitirlo creo que fue el primer paso en la dirección correcta. — reconozco. No se trató de algo que me afectaba solo a mí, sino a todos a mi alrededor, ahí fue cuando me di cuenta de lo peligroso que podía llegar a ser no poner un freno. — Siempre está bien que Mohini dé el visto bueno… — admito, aunque mi reflexión no llega a más de ahí. Lo consideraré todo un logro que mi hermano se abra a alguien más allá de sus personas de confianza, pero en cuanto a mí, no deseo que mi relación con Wilhelm se extienda lejos de la profesionalidad que mantenemos. No es lo mismo contarle tus conflictos internos a una persona con la que tienes un trato de confidencialidad, que si de repente esa misma persona empieza a convertirse en amigo.

Lo que sí me hace reírme con mucha más gana es ese comentario que me lleva a sacudir la cabeza a la par que cierro los párpados por el tiempo que dura el gesto. — Por alguna razón esa frase me hizo recordar al cuento de las hermanastras que son un infierno para su otra hermana, pero la verdad es que Abbey no tiene nada de Cenicienta. — espero que lo conozca, cuando era niña solía leer sobre esas historias y no me avergüenza decir que de pequeña yo también quería ser una princesa. ¿Quién no ha tenido un sueño como ese alguna vez? Esa ilusión se fue perdiendo con el tiempo, es lo que hace que suelte un suspiro que acompaña al discurso de Lara. — Honestamente, espero que cuando lleguemos a tener noventa años — si es que llegamos, que esa es otra — , las personas que solo están para incordiar nos den tanta pereza que no valdrá la pena ni malgastar un suspiro por ellas. — de verdad quiero eso, deseo no tener que preocuparme por cosas que no deberían preocuparme, pero que a la vez lo hacen porque mi cabeza es una máquina que funciona hasta cuando se supone que debería estar apagada. Si no es apagada, al menos descansando. — Se pudo ver que es exquisito así que más te vale escribirlo en un pergamino de buena calidad y con tu letra más prolija. — porque todavía se puede bromear sobre las reacciones de mi hermano, para eso creo que nunca va a existir fecha de caducidad y se puede ver por la forma que tengo de reírme después.
Phoebe M. Powell
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Invitado
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Medias estrafalarias y un cuarto para gritar— sopeso estas curiosidades sobre mi compañero de trabajo, ese al que permití el acceso a ciertos rincones de mi mente sin que supiera que era la mía, la manera más rebuscada de dejar que un psicólogo husmee entre mis pensamientos. —Lo normal en una persona cuerda— sonrío al decirlo, que si hay un par de personas desquiciadas por las calles o en el mismísimo sillón presidencial, en parte es culpa de no haberse encerrado a sí mismas en un cuarto a desahogarse en gritos todo lo que está mal en sus vidas. —¡Lo voy a necesitar! ¡Se lo rentaré por los meses que faltan!— suelto todo en el suspiro más dramático que mi pecho puede exhalar. —Con Hans necesitamos años para ponernos de acuerdo en que podríamos caernos bien— digo, tengo en cuenta que es la hermana así que ciertos detalles me los tengo que reservar, sobre que quizás hubo un intermedio entre llevarnos mal y empezar a llevarnos bien en el que pasaron otras cosas que nos acercaron, nos acercaron mucho. —Planear una boda entre los dos es como andar a oscuras y chocarnos con la espalda del otro todo el tiempo— me encojo de hombros, por algo fuimos delegando los detalles importantes en terceras personas.

Es la comparación que mejor que se me ocurre porque si en algo coincidimos, es en el que nunca pensamos que fuéramos a pasar por esto así que no hay nada que podamos decir que lo queríamos de una determinada forma. Es gracioso en cierta forma, si dejamos fuera las razones más profundas que tienen que ver con nuestros propios padres para querer escapar del compromiso. Puedo decir que en mi madre he encontrado el sostén para hacer frente a lo que a ambas tuvimos que asimilar como familia, en el caso de Phoebe y en el de Hans, no sé qué tanto podamos hacer por ellos las personas que les acompañamos o los hijos que tienen, para sanar las cicatrices del pasado. —No te estoy mirando así— la contradigo, no era mi intención al menos, que pudiera sentir que la veo débil cuando es todo lo contrario, la considero fuerte por dar el paso para querer estar bien. Si tengo que juzgar por mí misma y por lo que he visto en otras personas por años, solía tener creencias tan firmes que ahora reconozco, lo que hacían era retenerme en un lugar en el que me sentía cómoda, en el que me hacía mal a mí misma, porque era lo que conocía. —Fue el primer paso, al que seguirán otros— sonrío hacia ella y luego hacia el bebé diminuto que combina sus rasgos y los de Chuck.

Abbey no tiene nada de Cenicienta, así que no lo lamentaría…— actúo como la bravucona que solía ser a los cinco años, solo falta que me arremangue la camisa para verme intimidante, cuando siempre fue un palillo de brazos flacos. —En la escuela solía pegar a los niños que se metían con Riley, ¿sabes? Teníamos doce años en ese entonces… también me opuse a que Rose se casara con Jack, pensé en secuestrarlo…— recuerdo, siento que ha pasado una vida desde entonces y que me ha llevado recorrer mucho camino poder decir lo siguiente: —Ahora todos somos adultos y entiendo que toca respetar las decisiones de cada uno, sobre todo cuando se trata de las personas que eligen para estar. Solo espero que la próxima vez, Logan tenga mejor suerte…— sacudo mis hombros, dejando que esos movimientos de encontrar y desencontrar personas se encargue el universo, que siempre tiene la última palabra en estas cuestiones. —Y cuando tengamos noventa años todos nos juntemos a jugar canasta y tomar tequila sin mencionar a los incordios— suena a un buen plan, si es que todos los buenos pasos que hemos decidido dar, para los que hemos puesto de nuestro esfuerzo, cambiando hasta los hábitos más arraigados y enfermizos que teníamos para hacernos daños, en verdad puedan llevarnos a un buen lugar. —Él sabe con quién se está casando, nada de pergaminos caros, se lo leeré desde el teléfono— me río al guardarlo en mi bolsillo al ver que Tilly se incorpora para quedar sentada, parpadeando para quitarse el sueño y le tiendo los brazos así puedo venir a hacer su corto berrinche al despertarse en mi pecho. —Ahora que se despertó, toca meterla una hora en el agua para que se ponga de buen humor— digo, hurgo con mi nariz en el hueco de la garganta de la niña para que relaje ese morro fruncido que tiene. —Me la llevaré antes de que comience a lloriquear porque el aire le molesta— bromeo.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Sonrío abiertamente por el entusiasmo de mi cuñada por una sala que yo califiqué como bizarra, quizá sea cosa mía y no del psicólogo en sí, debe de ser efectiva si sus pacientes le dan uso de seguido. — No hace falta que lo jures — bromeo, no sería la primera vez que pienso que, así como Hans y yo podemos actuar como el agua y el aceite en ocasiones, él y Lara están a otro nivel completamente diferente. Supongo que entre todas las diferencias que puedan tener, se encontraron lo suficiente como para compartir una vida juntos y, en realidad, eso es todo lo que importa. Me gusta pensar que Lara le hace bien en un sentido que él jamás podría haber encontrado por su cuenta, mi hermano no es la misma persona ahora que la que me reencontré cuando cambió mi suerte y muchos de esos cambios se los tiene que reconocer a Lara. — Eso espero — murmuro, y espero también que esos pasos sean además en la dirección correcta, lo cual no sé si es mucho pedir en los tiempos que corren, pero me consuela saber que tengo un grupo de personas confiables para cubrirnos las espaldas.

No me es difícil imaginar a una Lara de doce años preparada para golpearse a puños en el patio de la escuela como defensora de los más débiles, me limito a responder a lo último. — Te gusta eso de secuestrar a prometidas de las bodas, ¿cierto? — alzo una ceja por el recordatorio de lo que ocurrió la noche que yo conté que iba a casarme con Chuck, su reacción y la de mi hermano no son unas que se puedan olvidar con facilidad y ahora me gusta recordarlo con diversión, nada que ver con lo que estaba sintiendo en ese momento. — Ahora me siento en la obligación de decirte que si en algún momento sientes que debo rescatarte de mi hermano, puedes contar con mi participación — mi barbilla se mueve en una afirmación segura de que así será si se da el caso, a pesar de que la risa de después delata mi intención de bromear al respecto como una pequeña venganza a lo que sucedió cuando la situación era del revés. — Sí, yo también — coincido. Sé que los divorcios no son precisamente lo mejor de un matrimonio, pero sigo agradeciendo internamente que se divorciara de Abbey, porque no podría imaginarla siendo la madrina de mi hijo, ni en un millón de años.

Asiento brevemente con la cabeza cuando Tilly se despierta y es la señal que necesita su madre para marcharse, a lo que solo alcanzo a acariciar la melena oscura de la niña con mi mano a modo de despedida. — Me quedaré con mi oruga hasta que despierte — le comunico con cierta gracia, que no era consciente de lo mucho que duermen los recién nacidos hasta que me han encasquetado a uno. ¿Mi oruga en particular? Bueno, no puedo decir que no se parece a su padre.
Phoebe M. Powell
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