The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Denya C. Brewster
Fugitivo
Enero

Pasó las perchas del armario de un lado para otro, ojeando la ropa que la anterior inquilina había dejado allí antes de huir despavorida ante el ‘nuevo gobierno’. Si es que podían llamarlo así. Lo importante era que podrían pasar un invierno con ropas nuevas y que abrigaban, con una chimenea encendida en el comedor y agua corriente caliente recorriendo las cañerías de la vivienda. Si no había muerto y vuelto a la vida estaba cercana a hacerlo. Acomodó un mechón de rubio cabello tras su oreja derecha, chasqueando la lengua mientras seguía observando con indecisión hasta que acabó por sacar un jersey de lana y una falda larga con al que bien podría barrer el suelo a cada paso. Sonrió tomándolo entre sus manos y cerrando, finalmente, el armario.

— Isi — llamó a su hijo cuando entró en la cocina y lo encontró atacando el bol de las galletas. — Te dije que estaban recién hechas. Si te las comes calientes después te dolerá la barriga — siguió riñéndolo en lo que llegaba hasta él y le quitaba lo que quedaba en el bol. — ¿De verdad tú…? — no fue capaz de decir más puesto que frunció los labios con seriedad. Se mordió el lateral de la lengua, dejando el bol a un lado y apoyando las manos contra la encimera; no teniendo que pronunciar ninguna palabra más para hacerle saber a su hijo que lo mejor era que se fuera a su habitación. No podía seguir regañándolo, sabía que hacía años, muchos años, que había podido comer algo en condiciones y quería meter las manos en todo; pero también tenía que velar por su salud en un lugar que no conocía.  

No había pasado ni una semana fuera de ‘su casa’ y ya extrañaba las ruinas. Meneó la cabeza y se sacudió las manos. Tocaba lo primordial: conocer a los demás. Los humanos tenían que apoyarse entre sí, ¿cierto? Asintió con energía y tomó un plato hondo en el que colocó algunas de las galletas, viendo lo pobre que quedaba después del asalto al bol por parte de su hijo. — ¿A la gente le gustan las batatas? — se preguntó en voz alta tomando un par de un cesto que había traído con ella desde el once. Lo movió entre sus manos acabando por meterlo dentro de un bolso y tapando el plato de galletas que tomó entre sus manos antes de salir a la calle.

Derecha o izquierda. Miró ambas casas, acabando por encaminarse hacia la izquierda  y tocar la puerta con los nudillos desnudos. Se encogió un poco cuando una helada brisa le golpeó la cara y tuvo que girarla hacia otro lado. Quizás era una mala estación para tratar de socializar.
Denya C. Brewster
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Episode XIV - D. Moon IqWaPzg
Invitado
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-Puaj, ésto está asqueroso - me quejo de forma a penas entendible cuando dejo caer el trozo de pastel que me metí a la boca sobre la mesada. No me sorprende la verdad pues llevo comiendo mi pastel de cumpleaños desde... ¿Qué día es hoy? No importa, el punto es que han pasado varios días y se ha terminado poniendo algo amargo. Eso me pasa por haberlo hecho tan grande siendo que la única persona para festejar era yo. El próximo año me cocinaré un muffin si es que no hago algunos amigos en éste distrito o al menos intentaré meterme en alguna fiesta de año nuevo genérica para tener alcohol a mano y música para mover el cuerpo.

Al menos ahora dispongo de dinero para hacer compras más de seguido ¡Y sin robar! Así que ésta decepcionante comida no tiene por qué quedarse de ésta forma. Es un cambio realmente grande y todavía sonrío cada vez que entro a la tienda y salgo con las bolsas cargada de ingredientes que no tengo idea de cómo usar. Puedo hacerlo de nuevo, así que tomo las llaves de la casa y me coloco un abrigo sobre el cardigan que llevo puesto ¡Un cardigan! Incluso parecería un viejo adorable de no ser porque lo combiné con unos pantalones asombrosos que encontré en la tienda. Sí, ahora también soy la clase de hombre que se entusiasma por comprar un poco de ropa.

Estoy por salir cuando los golpes en la puerta me interrumpen. Solo tengo que estirar el brazo para abrir de inmediato y frunzo el ceño al encontrarme con una mujer completamente desconocida. Por ésta puerta no dejan de desfilar las rubias... ¿Qué dirán los vecinos? - ¿Puedo ayudarla en algo? - pregunto un poco desconfiado intentando adivinar sus intenciones en mi mente - Azúcar no tengo y el teléfono de línea dejó de usarse hace siglos - me ataco ante las opciones más posibles - Aunque éstos magos tienen un sistema de lechuzas muy efectivo que podría considerar usar...
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Sostener un plato en la diestra y tratar de mantener su cabello en el sitio con la siniestra nunca había sido tan complicado; no, en realidad no lo habría sido sino fuera por la constante brisa que le ponía las cosas difíciles en aquel instante. — ¿Puedes solo…? — se quejó tratando de sacarse el pelo de la boca inclinando la cabeza hacia un lado. Que ridiculez. Escuchó el sonido de la puerta abrirse y lo primero que vió fueron los zapatos de un hombre aparecer en el hueco. Tardando unos segundos en reaccionar, y volver a colocarse erguida. Rezando porque las galletas no hubieran acabado desperdigadas por el suelo.

Meneó la cabeza, recolocándose y esbozando una amable sonrisa en los labios, una mano aún tratando de mantener su flequillo  y la otra asiéndose con fuerza al plato. — Hola — anunció, ignorando deliberadamente sus comentarios en relación al azúcar, la línea telefónica y las lechuzas. Para la rubia aquellas criaturas solo eran eso, animales salvajes que debían vivir en libertad y no ser usadas como transportistas de correo. ¿Las obligaban también a cargar paquetes pesados? Los labios de la mujer se fruncieron apenas unos instantes, ante el mero pensamiento. Mas no era el momento para pensar en ello. — Soy Denya, vivo justo en la casa de al lado — continuó, señalando con un dedo justo la vivienda continua, aquella que se separaba de la suya por algunos metros de descuidado jardín. — Quería empezar con buen pie así que os he traído unas galletas recién hechas — siguió hablando mientras estiraba el brazo en su dirección a modo de ofrenda vecinal. — Dicen que da buena suerte compartir con los demás lo primero que cocines en tu nueva casa — se justificó, aunque en realidad lo hacía porque quería conocer a los demás. No tenía la menor idea de cuántos humanos podía haber, tampoco de quienes eran así que, no es que fuera a preguntarlo, pero cada día llamaría a la puerta de alguien y trataría de entablar conversaciones en el mercado, plantaciones y granjas, ¿qué más podía hacer?
Denya C. Brewster
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Episode XIV - D. Moon IqWaPzg
Invitado
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Lo veo y no lo creo ¿De verdad me trae galletas sin ningún motivo? Creo que la sorpresa se nota en la sonrisa que se forma en mi cara y rápido me apresuro a tomar algunas de las cosas que carga para que pueda acomodarse el cabello con el que está luchando. Saco mi cabeza por la puerta y así intentar ver la casa, es muy similar a la mía y al parecer sus habitantes también decidieron abandonarla... Supongo que es una cuestión del barrio, aquí había personas regulares, ningún guerrero, así que no es sorpresa que hayan decidido alejarse de los problemas.

-Soy Dressler - me presento algún algo sorprendido y me aparto a un lado para dejar que pase. No puedo ser un maleducado, tengo que invitarle algo para beber y así comer las galletas juntos pero me sigue resultando extraño que hasta hace un mes estaba robando por conseguir algo de comida, la cual no era ni un cuarto de deliciosa de lo que probablemente serán éstas galletas, y ahora lleguen a la puerta de mi casa sin siquiera haberlas pedido.

-Lo primero que cociné yo era incomible, así que creo que la mala suerte ya está echada - bromeo con ella invitándola a la cocina para que tome asiento en la pequeña isla que hay en el centro - Así que... Denya - digo su nombre para fijarlo en mi cabeza - ¿Dónde vivías antes de todo esto? - sé que la respuesta que puedo recibir es que era esclava, así que intento mantener el ambiente lo más relajado posible mientras nos preparo a ambo una taza de café - ¿Y has encontrado empleo ya? Sino tengo contactos con los que podría hablar para facilitar eso - ofrezco como todo un profesional. Aunque es cierto, nada me cuesta pedirle un favor a Arianne.
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Siempre tuvo una manía cuando se acercaba a otros; y la misma afloró cuando el hombre se acercó hasta ella para ayudarla a quitarle parte del peso que cargaba. Los claros ojos de la mujer trataron de visualizar sus muñecas, fijando su mirada primero en la diestra y después en la siniestra. Era complicado de verlo pero había presenciado demasiadas marcas del mercado de esclavos como para saber exactamente el lugar y a la altura que ésta se encontraba. ¿Había conseguido escapar antes de todo lo que pasó? ¿Era mago? Apretó los labios, sosteniendo entonces con ambas manos su cabello en una especie de coleta a un lado de su cuello. Sonrió con naturalidad, avanzando al interior de la vivienda cuando la hubo invitado. — Encantada Dressler — pronunció una vez dentro, girándose hacia él sin saber muy bien lo que hacer, pero dejando que sus ojos se distrajeran apenas unos segundos.

Todas las viviendas eran similares, la misma distribución y estructura, como cambiaba el toque que cada residente quisiera darle al mismo. Caminó tras de él, manteniendo aún sobre su hombro el bolso, pero dejándolo a un lado cuando la invitó a sentarse. Sonrió con diversión, apoyando ambas manos, una sobre la otra, en la mesa. Siguiéndolo con la mirada. — Hacía mucho tiempo que no cocinaba con un horno de verdad, así que no estaba segura de cómo saldrían — trató de animarlo —. Pero están bien, así que compartiré mi suerte contigo — ofreció con una sonrisa amable en los labios. Jugueteó entrelazando sus dedos entre ellos, con la mirada fija en la espalda contraria, permitiéndose inclinarse hacia un lado para ver lo que estaba haciendo. — En los distritos del Norte — habló —, nunca nos quedábamos en ningún sitio más de dos años seguidos por lo que supongo que todo el Norte era mi vivienda —. Sus palabras fueron naturales, no dándole demasiada importancia al hecho de que había pasado los últimos diecisiete años yendo de un lado para otro llevando consigo a su hijo y su hermana.

En pocos segundos un olor conocido y desconocido a la vez se apoderó de la cocina. Uno que la abstrajo hasta que la voz del hombre rompió el breve silencio. — Pensé acercarme a alguna de las plantaciones, quizás también a las granjas — habló con sensatez sobre las opciones que más se adaptaban a sus conocimientos adquiridos. — ¿Tienes contactos? Suena a alguien importante — se permitió apostillar estirándose hacia el plato de galletas para quitarle el plástico que colocó sobre el mismo. — No hay demasiadas — comentó volviendo el rostro hacia ambos lados, casi a la espera de que alguien más apareciera en algún momento. —, tengo un par de ratones en casa — bromeó pensando en Isi y Sammy, aunque la segunda no había participado en el asalto.
Denya C. Brewster
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Episode XIV - D. Moon IqWaPzg
Invitado
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Sonrío de forma honesta y relajada, encantado con la situación pues me son pequeños gestos que me hacen creer que todo valió la pena. Al igual que entrar a la tienda a hacer las compras, Denya visitándome con galletas creo que es uno de mis nuevos recuerdos favoritos en los últimos años y lo atesoraré con fuerza más allá de que sigamos siendo vecinos en le futuro o no. Espero que sí pues eso sería señal de que las cosas en el distrito van realmente bien - Comprendo, estaba en una situación similar aunque me movía sobre todo en el doce y el cinco, allí tenía mis guaridas estables - comparto antes de tomar una galleta sin poder aguantar más y meterla en mi boca ¡Comida! ¡Comida de verdad!

Mastico con rapidez pues me ha quedado una pregunta en el aire con respecto a lo que ha dicho y aún cuando estoy tragando me apresuro a agregar - ¿Con quién viajabas? - tengo que bajar unos descibeles pues aquí no nos persigue nadie así que podemos tomarnos un tiempo para charlar como dos personas normales y no como fugitivos - Que lo has dicho en plural... - de verdad espero que la respuesta no sea con "Mi mejor amiga muerta" o "Mi esposo que acaba de morir en el último coliseo"

Nos sirvo el café desde la cafetera y tomo asiento en la butaca junto a ella de la isla. Es una casa realmente bonita... incluso más que la que tenían mis padres cuando aún gobernaban los Black - Son buenas opciones si estás familiarizada con el manejo, tenemos que aferrarnos a lo que sabemos - respondo levantando mi taza para hacer un brindis por ello - Bueno, digamos que cuando pones en riesgo tu cuello para conseguir el distrito te ganas unos cuántos favores - agrego encogiéndome de hombros. Aunque podría decirse que ya tengo un puesto en el consejo ¿No? Eso sí es importante.

Me distraigo un momento al escuchar unas pisadas detrás de ella y me alarmo hasta que veo que solo se trata de un canino que ha entrado por la puerta de mascotas - Creo que el ratón te ha seguido - bromeo observándola sin poder creerlo y señalo el perro para que pueda verlo. Es extremadamente adorable, creo que se trata de un pomerania - Sabes que has hecho un buen trabajo en la cocina cuando los perros siguen el aroma - digo entre risas saliendo de mi asiento para tomar al cachorro entre mis brazos y volver al sitio - Lamento informarte, amigo, que éstas galletas son mías - le digo a la criatura mientras lucho con el cabello que tiene - Estoy confundido, de verdad... No sé si es perro o esponja - confieso a Denya con una sonrisa - ¿Es tuyo?
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Asintió lentamente con la cabeza al escuchar sus palabras. Quizás para él solo eran eso, palabras, pero para la mujer eran mucho más que eso. Eran una certeza, puede que a medias pero, en el fondo, deseaba que fuera la que ella quería. No solo los humanos se movían por los distritos del norte, también lo hacían las criaturas, al menos hasta hacía poco tiempo, y aquellos magos que renunciaron a sus derechos en pos de buscar un intento de igualdad. Una utopía más bien. Esperó con impaciencia un veredicto en relación  las galletas pero, en su lugar, preguntó con quien iba. — Oh — contestó en un inicio, girando la cabeza en dirección a la ventana más cercana y desde la cual se podía ver justo su vivienda al lado. — Con mi hermana y mi hijo — dijo con cierto orgullo en su voz. Eran lo más importante de su vida. Había criado a su hermana como si de su hija se tratara, y no podía decir nada menos de su hijo. Se quedó sola en demasiadas ocasiones y con demasiada rapidez, pero allí seguía tratando de dar algo de guerra.

Tomó el vaso con café, abrazándolo con ambas manos y disfrutando de la calidez del mismo, a la par que del aroma. Cuando estudiaba era algo que tomaba con asiduidad, pero hacía demasiados años que no tomaba uno, y mucho con menos con la calma del que no tiene que salir corriendo en cualquier momento. Una pequeña sonrisa se escurrió en sus labios, volviendo el rostro en dirección a su agradable compañía. Brindó con agrado. — Por seguir con vida — comentó antes de llevar el borde de la taza a sus labios y beber con cuidado. Susurró un ligero ¿uhm? a sus palabras del ratón, temiendo que Isi hubiera salido de casa y se hubiera colado en la del hombre. Seguro que incluso no se había puesto ropa de abrigo para no agarrar un resfriado.

Parpadeó con confusión, observando al cachorro en manos del hombre. Dejó la taza y acercó la mano para acariciar al animal en la cabeza, chocando su mano con la contraria y sonriendo con amabilidad para deslizar la mano por el pelaje de perro. — Por un segundo pensé que mi hijo se habría colado en tu casa siguiendo el olor de las galletas — aseguró, negando con la cabeza a su pregunta. — Un perro… suponía demasiado cuidado, y no quería tener que transportarlo de un lado para otro — habló. No era vida para una persona, tampoco para un pobre animal. — ¿No es tuyo? Tienes… eso — siguió señalando con el dedo pulgar la gatera de la puerta trasera. Las personas con mascota tenían aquel tipo de entradas para que el animal pudiera entrar y salir a voluntad.

Siguió acariciándolo hasta que acabó por prensar los labios y tragar saliva. — ¿Puedo hacerte una pregunta? A parte de ésta, claro — se adelantó a la posible y más que clásica respuesta. No dejando tampoco que contestara a la misma antes de hacerla. — ¿Eres humano? — preguntó directamente sin tapujo alguno. No es que fuera a huir despavorida de no ser así pero… era obvio que su interés decaería notablemente. No estaba allí para hacer amistades con magos, sino para conocer a gente como ella. Personas que se habían visto humilladas por no ser como los gobernantes querían.
Denya C. Brewster
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Episode XIV - D. Moon IqWaPzg
Invitado
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Tengo que tragar la segunda galleta y bajarla con algo de café cuando la respuesta me sorprende bastante. Así que al menos tuvo a su familia con ella en ésta horrible aventura que es vivir corriendo... Me alegro por ella y me dan ganas de preguntar cómo ha sido. Una parte de mí quiere que me diga que fue terrible, la peor decisión de su vida pues eso querría decir que Sigrid tuvo razón al tener a los niños con ella - Yo también tengo hijos... Dos, Brian y Jenna - comento con una sonrisa melancólica - Pero no pude traerlos conmigo cuando tocó la hora de huir - comparto mirando el suelo - Las galletas están deliciosas, por cierto, podría comprártelas si decides hacer más... - sugiero intentando dejar pasar el tema. Aun no estoy listo para hablar de forma profunda sobre esas cosas.

No sé si el brindis es lo más apropiado porque más que seguir con vida, lo que espero aquí en el nueve es comenzar a vivir como corresponde... Y quizás tener un perro es parte de esa cotidianidad que espero conseguir. Ni bien lo tengo en mis brazos toda la amargura desaparece e incluso tomo sus patitas para simular que ataca a Denya, no podría hacerlo, quizás saltando con todas las ganas podría llegarle a la rodilla - La puertilla vino con la casa - explico encogiéndome de hombros - Entonces si no es de nadie... Supongo que puedo quedármelo ¿No? Al menos así son las leyes en el norte, el que lo encuentra se lo queda - luego pegaré carteles y demás, pero si nadie se hacer cargo ya puedo empezar a llamarlo... - Scott - me parece un buen nombre de perro.

Sigo acariciando dejando más espacio para que ella lo haga cuando nuestras manos se chocan, así que su pregunta me agarra un poco distraído. Guardo silencio por un momento y toda sonrisa desaparece de inmediato de mi rostro - Podría serlo, no lo sé... O un squib - comienzo apartando mis ojos de ella pues es un tema bastante delicado - Soy adoptado así que no sé si mis padres biológicos tenían magia o no... Aunque supongo que lo que realmente importa es que no tengo magia, así que sí, soy un muggle. - comparto atreviéndome a levantar los ojos por un segundo - Mis hijos... No lo son. Por eso no viajo con ellos - aclaro para dejar liquidado el tema por hoy - ¿A qué viene la pregunta?
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Lo escuchó con atención. Alzando las cejas con sorpresa y remarcando una pequeña y delicada “o” con sus labios. Así que tenía dos hijos. Eso quería decir que estaba casado también, aunque… su familia no estaba junto a él. Esbozó una muequita de disculpa. No era nadie para traer amargos recuerdos a la mente de otros; y haber tenido que huis sin ellos habría sido, posiblemente, lo más difícil de su vida. ¿Seguían con vida? Decía que tenía dos hijos, pero que no pudieron huir con él, ¿cómo debía de interpretar sus palabras? Mordió el interior de su mejilla; cuando se trataba de hijos se sentía débil ya que el corazón de la rubia se encogía ante el mero pensamiento de perder tanto a su hijo como a su hermana. Sin contar con que aún extrañaba a su marido, le dolía no saber qué había sucedido con él. Meneó la diestra en señal negativa, intentando esbozar una risueña sonrisa. — No, no, no. Siempre me ha gustado compartir con los demás. Por eso… si algún día quieres unirte a nuestra mesa estás más que invitado a hacerlo — propuso en un intento de suavizar el aire relativo a la familia. Aunque quizás le hiciera sentir mal estar rodeado por la familia de otros.

— Oye — se quejó a modo de broma, colocando ambas manos frente a su cuerpo para cubrirse de los simulados ataques del cachorro; chocando, en su lugar, las palmas de sus manos con las huellas del mismo. — Puede que alguien lo dejara atrás cuando se marchó… — arrugó un poquito los labios. — si sabía de la existencia de la puertecita puede que perteneciera  a los anteriores dueños de la casa. Además parecer domesticado — aseveró acariciando aún la pequeña cabeza del adorable animal. Asintió con la cabeza al nombre dado, no pudiendo evitar que sus dedos se deslizaran por el cuello en busca de un collar que tuviera su nombre grabado pero, al no encontrar nada, supuso que lo habían dejado allí cuando hubieron dejado el distrito. Las personas eran abandonadas, un animal era mucho más sencillo de abandonar, ¿no?

Podía haberse arrepentido de la pregunta, puede que lo hiciera un poquito ante su respuesta, pero era como una cuestión básica cuando se acercaba a alguien. Una interiorizada manía. — No quería incomodarte — habló en primer lugar, esbozando una diminuta y culpable sonrisa. Aunque no solo aclaró la duda sobre su sangre, sino también sobre sus hijos; lo cual alivió la expresión de la mujer al saber que, al menos, estaban vivos. Tenían sangre mágica, pero estaban vivos. No tenía muy claro cómo debía sentirse con respecto a aquello, así que solo tomó la taza nuevamente, bebiendo breve en un intento de cohesionar sus pensamientos. — Bueno, soy humana — pronunció en primera instancia —. En todos estos años no he tenido contacto directo con nadie con sangre mágica, mi mundo ha estado reducido a personas como yo. Por eso sentía curiosidad —. Lo cual, en realidad, no era una mentira.
Denya C. Brewster
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Episode XIV - D. Moon IqWaPzg
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Intento agradecer pero el sonido no sale y solo termino moviendo mis labios emulando la palabra. No quiero entusiasmarme con el futuro, pero Denya parece una mujer agradable así que no puedo esperar conocer a su hijo y su hermana, cenar juntos y hacer nuevos amigos. De verdad lo espero, con todo mi corazón, y espero no estar siendo un ingenuo al dejarme llevar por el pensamiento - Estaba por ir a hacer las compras... ¿Que tal si intento cocinar algo para la noche y lo llevo como ofrenda de vecindad? - pregunto con media sonrisa - Probablemente será un menú para niños, mis habilidades no dan para mucho más que eso - admito rascándome la cabeza con la mano libre ¿Unos panchos quizás? - Pero será el mejor menú infantil del mundo, lo prometo... Conseguiré las coronas de cartón y todo - bromeo haciendo referencia a esos sitios de comida que ninguno de los dos visita desde hace años probablemente.

El perro sirve para refugiarme del ambiente que se genera a causa de su pregunta, pero pronto me relajo pues no lo pregunta en el sentido que me lo imaginaba. Todos éstos años estuve escondiendo mi falta de magia, porque algunos magos hacen lo que sea para conseguir un poco de comida en el norte, como por ejemplo entregar a un potencial esclavo - Creo que es de las pocas veces en las que doy a conocer mi estatus mágico y no me siento juzgado o veo ojos de lástima en la otra persona - comparto levantando la vista para encontrarme con sus ojos una vez más, sin temor ésta vez - ¿Cómo es que escapaste de los magos todo éste tiempo? - pregunto con auténtica curiosidad, salen hasta debajo de las piedras - Creo haber recorrido todo el norte y nunca me encontré con un sitio que sea 100% muggles.
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Denya C. Brewster
Fugitivo
— ¿De verdad? — su voz sonó más emocionada de lo que le hubiera gustado, porque trataba de contener su emoción cuando estaba frente a desconocidos, sobre todo cuando no tenía de todo claro como tomar la información que la había dado. Pero estaba allí para conocer a todos aquellos que pudieran ser humanos y vivieran allí, y por algún sitio tenía que empezar. — Sería genial que te unieras a nosotros esta noche, y todo lo que implique comida es más que bien recibido. A fin de cuentas no todo el mundo puede disfrutar, siquiera, de una cena sencilla... por lo que será perfecto traigas lo que traigas — puntualizó tocando la punta de la nariz del cachorro y entrelazando las manos sobre la mesa, apenas rozando con los dedos la taza de café y sintiendo la calidez de la misma.

Bebió un poco, mirándolo sobre la taza y sintiendo las comisuras de sus labios elevándose ligeramente por sus palabras. Se sentía triste por una parte, que lo juzgaran por su sangre no mágica era como verse reflejada con la diferencia de que nunca dejó que nadie la acusara de ello, pero contenta  por el hecho de que ambos eran humanos. Que no tendría por qué elevar una impenetrable barrera cuando saliera de su casa. Dejó que sus ojos se encontraran con los de él, dejando claro con su mirada que no existía ningún problema, queriendo mostrarse cercana con él. Mas su mirada se alejó de él ante sus preguntas, sonriendo con cierta culpabilidad. Era demasiado pronto para hablar de Hermann; los que conocían su nombre lo relacionaban directamente con las amenazas y el ataque al mercado de esclavos, no sabían nada de él y era fácil de juzgar por aquellos ajenos a su entorno. — Bueno… los primeros años los pasé con mi marido, él se relacionaba con magos del norte pero siempre traté de mantenerme al margen. Nunca crucé más de dos o tres palabras con algún mago — aseguró en un inicio. Obviamente habían excepciones, no lo negaría, cuando uno quería sobrevivir se veía obligado a hacer cosas de las que luego no estaba cien por ciento orgulloso. — Luego encontramos una pequeña ‘comunidad’ o unión de humanos que trataba de autoabastecerse y nos aceptó cuando nos quedamos solas. En ese caso los contactos con magos era nula, creo que en los últimos diez años no he hablado con ninguno —. Raspó con la uña del pulgar la superficie de la taza, prensando los labios. — Es complicado fiarse de los magos —. Y no lo hacía en absoluto. Los toleraba por las circunstancias, pero no porque quisiera hacerlo; ellos no respetaban a los humanos, ¿por qué tendría que ser inclusiva con ellos?

Meneó la cabeza, fingiendo una sonrisa que quiso iluminar también sus ojos. — Pero éste sitio es bonito, no recordaba los distritos así — aseguró. Tenía veintiséis años cuando dejó su casa, su familia y amistades atrás, antes de que su mundo colapsara tuvo tiempo para ver  y conocer el resto de distritos; pero se veía diferente después de tanto tiempo.
Denya C. Brewster
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Episode XIV - D. Moon IqWaPzg
Invitado
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Respiro con tranquilidad cuando mi propuesta es aceptada y hasta me quito la presión de encima cuando dice que cualquier tipo de comida será bienvenida sobre su mesa. Es cierto lo que dice, hubo días en le norte que tuve que pasar sin comer e incluso llegué con lo último de energías a la casa de Adam para pedir un poco de ayuda en los días en que la seguridad era reforzada y se me era imposible hasta robar una hogaza de pan. Pero ya estamos aquí ¿Cierto? Un lugar en dónde podemos trabajar como personas honestas, comprar los víveres en la tienda y luego arrepentirnos de no haber pedido comida hecha al ver los desastrosos resultados sobre la mesa - Si sigues siendo tan amable con él, se encariñará demasiado para su propio bien - bromeo mirando al cachorro aunque puede que no me refiera completamente a él.

Escucho su relato sin dejar de acariciar al perro en ningún momento, creo que en cierto punto mi corazón se acelera tanto como el suyo pero más por mimetismo que por algo que esté ocurriendo en particular. Aun así, sus palabras me dejan pensando pues me resulta extraño que alguien como yo no haya escuchado de dicha comunidad, soy un entrometido, mi especialidad es traficar información así que ¿Cómo es que no me enteré de un sitio tal? - Desearía haberlos encontrado yo también - confieso con el ceño fruncido acercando una de mis manos a la taza para beber un poco. Quizás no me habría quedado 10 años, pero al menos podría haber descansado del tener que fingir que soy alguien que no soy - Aunque se puede confiar en algunos magos... El problema es que esos mueren demasiado pronto - comento con voz débil. Y los desgraciados son los que siguen adelante, llevándose el mundo por delante - Pero tienes razón... Por mucho que me duela, ni siquiera sé si puedo confiar en mis hijos. Acudiría ciegamente a su llamado, sin importar las consecuencias, pero sé que en cierto grado es un peligro.- pero no estamos aquí para hablar de cosas tristes - ¿En qué distrito vivías antes de todo esto? - pregunto con las cejas en alto - Yo vivía en el tres.
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Sonrió con alegría, rascando tras las orejas del cachorro en lo que arrugaba la nariz cariñosamente. Sí, alguien como ella, que se dedicaba a ayudar en la cría y sacrificio de animales para alimentación también podía sentir cariño por un animalillo como él. Porque parecía avocada a querer unir las piezas de las causas que los demás creían perdidas. Prensó un poquito los labios y tomó la taza de café apurando en un último sorbo lo que quedaba, permitiéndose esbozar una diminuta sonrisa tras ésta. — No era… algo demasiado organizado hasta hace unos meses — quiso explicar. Lo cierto es que era complicado entrar en un lugar donde no se fiaban de los demás; porque la mayoría, de un modo u otro, parecían haber sido influenciados por los magos y su pequeña comunidad era todo lo contrario. Se mordisqueó el labio inferior, dejando a un lado la taza y apoyando las manos sobre sus rodillas, entrelazándolas. Y él parecía confiar en los magos, o al menos parecía que hubo algunos en los que confió pero murieron. El mero pensamiento hizo que apareciera una muequita en sus labios. — Lo siento por eso — aseguró. Las perdidas eran lo mismo para todos, se sentían igual.

— ¿El marítimo? — preguntó antes de procesar del todo su respuesta; meneando la cabeza hacia ambos lados, algo confundida. — No, espera, ese era… ¿el cuatro?  — frunció el ceño, esbozando una inocente y culpable sonrisa. — Vivía en el uno. Mi madre tenía un pequeño negocio allí, y mi padre siempre estaba encerrado rodeado de trastos electrónicos que luego entregaba en la sucursal de otro distrito — explicó. Se sentía extraño, como si hubieran pasado cientos de años desde la última vez que vió a su padre casi electrizarse y a su madre gritando como una posesa sin saber qué hacer; pero lo recordaba todo con tanta nitidez que dolía. —  Estudié electrónica y… algo más, solo espero que las cosas no hayan cambiado demasiado o tendré que estudiar otra especialización a este paso — bromeó sobre la situación que los rodeaba. Que nunca pretendió ejercer sobre ello, que nunca estuvo realmente interesada; mucho menos habiendo adquirido otros conocimientos que le resultaban mucho más útiles y fructíferos. — Creo que estamos cercanos en edad — susurró retirándose hacia atrás y, ni tonta ni perezosa, recorriéndolo de arriba abajo con la mirada. — Así que sospechoso que hacías algo antes de todo esto —. Señaló con un dedo lo que la rodeaba. — A parte de estar casado y tener hijos, porque... supongo que fueron antes —, ¿no? Se mordisqueó la punta de la lengua, realmente no quería volver a meter la pata.
Denya C. Brewster
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Episode XIV - D. Moon IqWaPzg
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Lo dejo pasar pues no quiero entrometerme demasiado en lo que fue su vida antes de venir al distrito. Sé por experiencia propia que uno toma lo que puede así que ninguna historia es sencilla de contar y mucho menos en frente de un desconocido. Así que no digo nada más al respecto y lo único que acoto es una mueca cuando dice que lo siente por aquellos que ya no están. Me tomará un tiempo superarlo pero sé que Lea estará por siempre en mi corazón y su recuerdo me impulsará a hacer cosas que quizás antes ni siquiera habría considerado, como tomar el puesto de líder de educación en el consejo, por ejemplo.

-No, el marítimo es el cuatro - respondo con una sonrisa más relajada agradecido de que la conversación tome éste rumbo - El tres es el de la tecnología y demás... Pero mis padres eran médicos así que no sé qué demonios hacíamos allí - confieso entre risas sintiendo como Scott se sacude también por el movimiento de mi abdomen - La electrónica básica sigue siendo lo mismo, solo que los desgraciados le agregaron magia... como a todo - caigo en la cuenta suspirando - Tuve que aprender unas cosas básicas sobre eso por la fuerza, me habría venido bien tu ayuda hace unos años - confieso recordando aquella primera vez que intenté poner en marcha el plan de seguir las vidas de mis hijos a través de internet sin poder ser localizado ¡Que tarea titánica! Tardé meses y meses hasta conseguirlo, pero valió la pena.

Bajo los ojos avergonzados pues me halaga que crea que podamos tener la misma edad, definitivamente ella es mucho más joven que yo... Quiero decir, con esa piel no puede tener más de treinta años y está en excelente forma - Ese era mi pastel de cuarenta y uno - confieso señalando los restos incomibles que están sobre la mesada. Pero la siguiente pregunta me pone tan tenso que incluso Scott salta de mi regazo y va corriendo a explorar la casa. Necesito más café o té o lo que sea para poder ocultar el rubor de mi rostro - No fueron exactamente después - digo en voz baja y espero que comprenda que prefiero dejar el tema ahí - Era profesor de historia, lo sé, aburrido... El más odiado por todos los jóvenes - en realidad eso no es del todo cierto - Me gustaba bailar, vivir la vida y amaba a una mujer con locura - cuento como pequeño resumen - Parece tan lejano... Como si fuese otra persona.
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Denya C. Brewster
Fugitivo
Todos sufrían pérdidas, no era el primero y tampoco sería el último en sufrirlas. Pero tenían que pasarlas, hacerse más fuertes y seguir hacia delante en un mundo en el que parecían tenerlas todas contra ellos. No ahondaría más en ello, no se conocían lo suficiente como para poder consolarse mutuamente. Además de que hablar sobre las pérdidas para superarlas era la mentira más grande la historia. ¿Qué conseguían con ello? Solo exteriorizar el dolor que sentía dentro, como si hablarlo fuera a aliviarlo en algún sentido; siempre estaría allí. Y por ello agradeció su sonrisa, correspondiéndola con otra de vuelta. Asintió con la cabeza a sus palabras, arrugando un poquito los labios cuando habló de los nuevos agregados a los sistemas técnicos. Eso sería un problema, aunque tampoco era una facilidad que estuviera tan oxidada en el tema. — ¿Y ya no la necesitas? — preguntó —, seguro que tienes por ahí alguna… no sé, tostadora rota — bromeó. No sabía armar una silla con el manual delante, mucho menos algo mecánico como aquello porque, a fin de cuentas, ella era más de tecnología ¿inmaterial? Volvió a sonreír, retirando la silla hacia atrás y girándola en dirección al hombre, sentándose con las piernas cruzadas entonces frente a él.

— ¡No te creo! — se rió, inclinándose un poco para ver lo que quedaba del abandonado pastel de cumpleaños. — Tenemos la misma edad — agregó con orgullo por haber acertado a la primera, seguía teniendo un ojo crítico, si por ello quiso siempre dedicarse a las relaciones públicas, tenía buen ojo. — Aunque de momento soy más joven — apostilló con diversión, entrelazando las manos en torno a la rodilla, con la sonrisa divertida aún prendida de los labios. Mas pronto se presionaron entre sí. Bueno, no era nadie para juzgarlo. Los ojos de la rubia se desviaron al ver a Scott abandonar el regazo de su nuevo amo, volviendo hasta él ante el breve resumen de lo que era su vida; seguro que había más cosas, muchas más que hicieron que fuera buena a su modo. — La típica vida entonces. Trabajo, vida social y alguien importante a tu lado — contestó, natural.

El tiempo era algo extraño e incontrolable. — Todos esos años tienen el regusto de haber pasado demasiado rápidos, y los últimos dieciséis muy despacio — sonrió con cierta nostalgia a la par que tristeza. Cuando se vivía con miedo los segundos se convertían en horas. — Entonces vendrás a cenar, ¿cierto? No me hagas poner un cubierto más en vano — bromeó en un intento de no pensar demasiado en aquello. No tenía ni al menor idea de cómo, ni por qué, pero cuando dos humanos estaban juntos siempre acaban hablando de desgracias; puede que fuera porque estaban rodeados de las mismas, viéndose abordados aunque no realizaran movimiento alguno.
Denya C. Brewster
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Episode XIV - D. Moon IqWaPzg
Invitado
Invitado
Sonrío entreteniéndome con el canino pues creo que sí necesitaré ayuda con algo. Los accidentes pasan y ahora no puedo simplemente arrojar el objeto roto para armar uno nuevo con las piezas restantes, las personas civilizadas reparan y se aferran y es lo que tengo que recordarme cómo se hace - Aunque no tenga nada que reparar, probablemente terminaría inventando algo para hacerte venir aquí - confieso con una sonrisa tímida ¿Mucho y demasiado rápido? Bah, la vida es corta como para andar fingiendo que alguien no te cae bien de inmediato.

Abro los ojos como platos cuando dice que tenemos la misma edad pues... No, no es posible ¡Se ve muchísimo más joven! La vida nos ha destrozado a la mayoría de los seres vivientes. Tengo la suerte de no tener cicatrices que se vean a simple vista, pero la mayoría sí las tienen por no haber podido recibir cuidado médico adecuado cuando correspondía. Ella en cambio luce radiante - Ahora siento pena por mi apariencia ¿Así de joven debería lucir a los cuarenta? - pregunto entre risas - Oh no, y aquí viene la crisis de la mediana edad - llevo una de mis manos hacia la cabeza para acomodar mi cabello.

Las risas ya están apagadas cuando habla con tanta razón sobre lo lento que han transcurrido estos años. Pues sí que fui feliz por todo ese tiempo, por más del que llevo siendo un fugitivo... Pero tiene más peso en mi mente todo eso que he perdido. No nos aferramos a las cosas materiales, pero si a la oscuridad que nos deja el camino recorrido, esa es la vida del ilegal - No me lo perdería por nada - aseguro con una sonrisa. Supongo que esa es su forma de decir amablemente que quiere retirarse así que hago un ademán para que nos levantemos pues no soy quien para retenerla en contra de su voluntad - Iré a hacer las compras para tener todo listo... ¿Te parece a las ocho?
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Denya C. Brewster
Fugitivo
— Vaya — comentó cruzando los brazos bajo el pecho, retirándose hacia atrás hasta casi desestabilizarse un poco en la silla. — Siempre puedes ser tú el que vengas. Podemos turnarnos — contestó, guiñándole un ojo con diversión. Decirle a alguien que fuera a su casa se sentía extrañamente gratificante, como si se tratara de unas palabras que siempre quiso pronunciar pero le fueron arrebatadas.

Alzó ambas cejas, sintiendo como la sonrisa se ensanchaba en sus labios por sus expresiones. Sabía que no aparentaba la edad que tenía pero, ¿tan sorprendente era? Si hubiera tenido al alcance todas las cremas y potingues que usaba en su juventud en aquel momento… aparentaría quince, quizás hasta la confundiera con una hermana melliza de Isidore. Meneó la cabeza, divertida con sus propios pensamientos. — Soy una excepción a la regla — dijo con orgullo pero entre livianas risas. —. Pero, ¿tu apariencia? Eres alguien atractivo, da igual que aparentes más o menos edad de la que tienes — aseguró entonces, asintiendo con la cabeza con plena seguridad. Había que ser ciego y ella no lo era; además no tenía problema alguno en alabar las virtudes de los demás.

Se levantó de la silla, alisándose la larga falda con ambas manos y arreglándose la parte trasera del jersey que vestía. — A las ocho me parece perfecto — contestó con un rápido gesto con la mano que quería representar un ‘ok’. Algo más juvenil de lo que eran realmente. Sonrió con alegría, siguiéndolo de regreso a la puerta, con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta y a la espera del aire que, muy probablemente, la recibiría cuando diera la cara. Menos mal que vivía cerca. — Si necesitas cualquier cosa… estoy a un par de metros — anunció cuando a hubo estado fuera, no tardando demasiado en caminar a paso ligero hasta su vivienda, despidiéndose desde la puerta de ésta antes de entrar en la misma.
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