The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Marzo

Para ser una mujer que hasta hace poco decía no entenderse con su teléfono móvil, no sé cómo hace para encontrar todas estas cosas y compartirnos en el grupo que creamos. ¡No me da la vida para ver todos los videos que manda! ¡Si los miro tiene que ser en el baño!— me desahogo con Phoebe al revisar lo llena que está la ventana del chat que compartimos con Mohini, en su momento pareció una buena idea tener un sitio donde ambas madres primerizas pudiéramos recibir toda la información que la madre superiora pudiera compartirnos, pero fue un pacto en el que embargamos nuestras almas y no hay un segundo de paz para nuestros teléfonos porque cae una notificación de Mo con algo sobre cómo detectar si los bebés son sensibles a la alergia de comienzos de primavera, ¡todavía no se acaba el invierno! Claro que no hago otra cosa que contestarle a mi madre con un «¡Gracias, Mo! ¡Eres la mejor!» con una carita que le guiña un ojo, porque no, no soy tan estúpida como para ofender a la sabiduría de mi madre y que me prive de sus consejos de supervivencia.

Dejo el celular sobre el borde del sillón, a mi espalda, para devolver mi atención a los dos niños que duermen en la alfombra. Mi pierna extendida entre ambos como barrera para que Tilly no ruede encima de su primito, que no sabe medir su entusiasmo de tener algo tan pequeñito que hace ruiditos, a los que ella contesta con sus propios gorjeos y risas estridentes. Hay veces en las que Hayden no hace más que mirarla y ella ya gatea a toda prisa para esconderse detrás de mi pierna, creída que están jugando a algún tipo de juego en el que ella se alborota y él apenas pestañea. —Como te decía...— digo retomando la charla en el punto que lo dejamos, — fue algo en lo que me quedé pensando después de esa charla que tuvimos sobre esa profecía que no te acuerdas, pero estando embarazada no quise ni siquiera mencionarte la posibilidad de hacer un estudio sobre cómo serían los episodios de trance. Seguimos avanzando en otros proyectos en el departamento, lo que no fue fácil, tengo cuidado al meter papeles de cosas para que me los aprueben y que no me lo rechacen por ser una idea demasiado descabellada. Ahora que Hayden ya nació, me preguntaba si… si consigo permiso, claro, si te gustaría ir un día y que veamos eso…— tanteo con cautela, algo me dice que Phoebe no me diría que sí, sin embargo, no quiero que se sienta comprometida a nada que luego le resultará incómodo.

Tiro de un hilo que sobresale de la alfombra, mis ojos puestos en las puntas de mis dedos. —Sigo teniendo la hipótesis de que es en el trance de las videntes que la mente se vuelve tan extremadamente vulnerable y sensible, que los tiempos la atraviesan— lo digo así sin más, maldición, detesto hacer esto con dos bebés a los que hace media hora estuvimos cambiando pañales y no con una botella de whisky al lado, en un bar oscuro a la madrugada, para que hablar de estas cosas tenga una gravedad distinta, también podamos descartar como simple charla de borrachas, ¡juro que sigo oliendo los pañales! Esto es lo que tenemos, lo que somos. —La mente de todos es tan increíblemente vulnerable, no sé qué nos hace creer que es nuestro único sitio seguro, esa vieja idea de que nuestros pensamientos nos pertenecen y si no los verbalizamos, nadie tiene por qué conocerlos. Los legeramentes pueden saberlo. Los manipuladores de memoria pueden entretenerse con ellos desarmando historias y montando otras. Las visiones… ni siquiera le pertenecen a ustedes, quedan capturadas en una esfera— medito en voz alta, y puesto que esta es una charla honesta con Phoebe, hay detalles que también debería conocer. —Hace tiempo decidí aprender oclumancia, quería proteger todo lo que estaba dentro de mi mente, porque no podía solo sacarlo y descartarlo… y ahora, cada noche que voy a dormir, tengo esa paranoia de revisar que las trabas estén echadas, suelo tener sueños que me perturban mucho sobre alguien que logra entrar a mi mente, no sé si es producto de mi paranoia o sí…— la miro, —ocurre en verdad.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Lo cierto es que solo puedo pensar en que me siento identificada con la pobre Mo cuando escucho las quejas de Lara hacia su madre, no hay que ser un genio para saber utilizar un teléfono de última generación, pero si nunca has tenido uno, puede hacerse la mar de difícil entenderlo. Aun así, se puede escuchar mi risa camuflada al no llegar a separar del todo los labios, más centrada en acariciar la punta de la nariz de mi hijo con el dedo índice, tumbada sobre uno de mis costados en la misma alfombra y apoyando mi cabeza sobre la mano que me queda libre. — A mí me resulta bastante tierno, seguro está todo el día pendiente del teléfono a ver si la respondemos, deberíamos enviarle una foto de los niños, ahora que por fin se durmieron… — te miro a ti, Mathilda, que hasta que no agotó su energía no hubo manera de que Hayden cerrara un ojo por estar demasiado entretenido en observar los movimientos patosos de su prima. Lo reconozco, por un momento temí por su vida cuando la bebé rechoncha andaba jugando las bolas esas de colores.

Sé que llegó otro vídeo por el modo que tienen nuestros teléfonos de vibrar a la vez, que me apuesto que Mo sabe que estamos reunidas y su forma de hacerse presente es bombardeándonos a mensajes. Pero no tengo mucho tiempo a comprobarlo porque Lara decide seguir con lo que dejamos a medio terminar y me obligo a apartar la mirada de los bebés para posarla sobre ella. Digamos que he desarrollado este nuevo miedo que me hace pensar que si dejo llevar la vista hacia otro lado que no sea mi hijo mientras duerme, se le va a parar la respiración o algo parecido. No sería la primera vez que me paro a comprobar que sale aire de su nariz porque de repente se ha quedado tieso como una estatua. En serio, estoy tentada a comprobar que su pecho se sigue moviendo cuando la palabra “estudio” llega a mis oídos e inmediatamente le estoy prestando toda mi atención a la morena. — ¿A qué te refieres exactamente? ¿Quieres colocarme unos electrodos en la cabeza y analizar mis ondas cerebrales o algo así? — aunque pretende sonar a chiste porque no espero que sea eso con lo que me venga, en realidad se me profundiza un poco la voz al final por estar pensando precisamente eso. — Porque si es así, tengo que advertirte que nunca fui muy fan de los experimentos, creo que mi hermano me dejó el trauma, ¿te conté alguna vez que me usaba como rata de laboratorio para todos sus proyectos escolares? — intento bromear, aunque ver que ella lo lleva hacia un tema más serio me hace perder un poco la sonrisa.

Mmm, no… yo hace tiempo que dejé de pensar en mi mente como un lugar seguro, si voy a serte honesta… — coincido con su teoría, son los mismos pensamientos que le he compartido a mi hermano en otra ocasión, pero él siempre ha tenido una postura completamente diferente en cuanto a todo esto, con Lara siento que puedo hablar con ella sin sentirme una loca necesitada de un centro psiquiátrico. — Nadie sabe como funciona la mente de un vidente, no sé siquiera si alguien ha intentado descubrirlo, supongo que sí, siempre hay una persona dispuesta a investigar sobre estas cosas, pero… vamos, no es sorpresa la razón por la que nadie, o prácticamente nadie, cree a los videntes, porque no tienen una base científica que lo respalde. La gente tiene miedo a lo desconocido, siempre ha sido así, es mejor no creer en algo que encima te puede perjudicar. — porque si hay algo de lo que tenemos fama las brujas videntes, es de ser embusteras. — ¿Cómo explicas algo, entonces, que sobrepasa los límites de la comprensión humana? — le pregunto directamente a ella, es quien desea sumergirse dentro de mi cabeza, aunque no con intención de que responda al minuto. — Y en cuanto a tu posible paranoia… — empiezo, tratando de deducir algo por lo que me cuenta. — Decirte que son solo sueños me convertiría en la mayor hipócrita de la historia, sobretodo cuando yo misma estoy teniendo problemas para diferenciar lo que es un sueño, de lo que es una premonición, e incluso de la propia realidad, por lo que te diré otra cosa diferente… — voy a meter la pata, ya lo presiento. — No es complicado el terminar proyectando nuestros propios miedos en sueños, si decidiste aprender a cerrar tu mente en su momento para proteger tus pensamientos, quizás ahora… al tener, corrígeme si me equivoco, una vida diferente a la que hubieras esperado tener, tengas miedo del daño que puedan hacer si en algún momento alguien te los robase. — la mente es un lugar peligroso, para nosotros mismos, pero también para aquellos que nos rodean y queremos.
Phoebe M. Powell
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Ruedo los ojos al encontrarme con el inconveniente de que Hans ha atemorizado a su hermana menor con experimentos como para que mi petición se encuentre con cierta resistencia de su parte, trataré de que Mathilda se abstenga esos juegos de nerd con su primo para prevenir estos problemas a futuro, que si bien no parece estar adoptándole como cobayo, sí que se la ve entusiasmada con el bebé de la misma manera en la que suele babear a su puffkein de peluche. —No, no hay electrodos, ¡por favor! Somos inefables, todo lo hacemos de un modo más elegante que los típicos estudios de hospital…— hechizos raros, efectos impredecibles, aparatos nunca vistos, ¡pero no te das cuenta! Ni lo sientes. Siento que estoy faltando a la ética por hacerlo ver todo tan simple como una compra de cigarrillos, porque no lo es. Pero no quiero asustarla, el miedo cohíbe a la mente de maneras increíbles, en serio… si la gente pudiera ver cómo actúan los mecanismos del miedo dentro de la mente, son más impresionantes que presenciar un tsunami, que de hecho es uno de los mecanismos que adopta y… quizá antes de intentar que Phoebe nos brinde acceso a su mente, debería invitarla a visitar otras. Hay una que tiene jardines con cúpulas de cristal, tal vez esa.

Hay un par de puntos de lo que dice sobre los que me gustaría volver, espero a que acabe para poder hacerlo, no es hasta que acaba que puedo hacerle un comentario que lo abarca todo. Mientras tanto ocupo mi teléfono para sacarle una fotografía a los bebés dormidos que comparto en el grupo que tenemos con Mohini, quien también podría darnos una opinión muy interesante sobre esto, es la persona en la que más he llegado a confiar sobre cuestiones referidas a mi trabajo cuando el secretismo y mi preocupación personal por la seguridad de mi mente fueron rayando límites en los que necesite elegir una única persona que pudiera guardar lo que me inquietaba, y aun así, hay tantas cosas que no nos decimos con mi madre. Mi confianza en ella radica también en verla como un cerradura inquebrantable de sus propios secretos.

Pero este tema amerita una primera charla con Phoebe, hacerle una invitación tímida que ella verá si acepta. —Todo lo que creas que no ha sido estudiado, tiene un expediente clasificado en el departamento de misterios. Todo lo que creas que provoca escepticismo por no tener una base científica, está siendo analizado en este departamento. Y toda la gente a la que le atrae lo desconocido— sonrío al decirlo, no puedo disimular mi emoción de nerd al hablar, —está en este departamento. Sí, es riesgoso, muchas veces. No todos estamos al tanto de los estudios que realizan otros, no sabría decirte en qué están trabajando otros, más que nada porque es un secreto y perdería mi empleo si te lo contara— hago una mueca. —Sueño, premoción, realidad… los límites físicos que colocamos para decir que es real o no lo es una necesidad de la mente, porque si no todo sería un océano negro y poder nadar en él requiere de mucha destreza. Pero esa destreza se adquiere con práctica, con el estudio de la propia mente, es un gran trabajo de introspección…— lo planteo como el desafío que es, reconociéndole lo difícil que puede llegar a ser. —La cuestión está en que toda la vida nos pasamos buscando las respuestas del universo en lo que está fuera de nosotros, todos los dilemas existenciales, cuando en el origen de nuestra existencia puede que se encuentre y ese origen está— coloco un dedo en mi sien, —en una caja fuerte en lo más profundo de nosotros mismos.

Asiento con mi barbilla dándole la razón cuando explica mi miedo, mis ojos puestos en mi propia hija. —Hay algo que sirve mucho cuando estás aprendiendo a moverte en el espacio de la mente y comprendes que no hay límites, se trata de un amuleto. Es la teoría de “algo real”, tomas algo por lo general creado por ti mismo porque es lo que te da la seguridad de que es algo real y lo usas como tu amuleto, acudes a ese algo para tener un referente de realidad y no perderte en todo lo ilusorio de la misma mente—  continúo, como si fuera una idea que sigue a lo anterior, y vuelvo a lo que estoy rodeando para no contestar. —Se trata del miedo a perder ese algo que sucedió, cuando no debía suceder. Hay cosas que deben ser y otras que no deben ser, como leyes instaladas para que un sistema esté en equilibrio. Si hay una anormalidad, el sistema se encarga de restablecer las cosas como debían ser. Y a veces es… el mismo sistema el que provoca esa anomalía, por ser necesaria. Soy tan molesta como tu hermano cuando era un nerd de laboratorio, ¿verdad?— me río, recostado mi espalda contra el sillón. —Sí, se trata de eso, tengo miedo a perder lo que nunca creí que podría tener.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
A pesar de sus aclaraciones, la mirada que le dedico es la de alguien que está esperando a una confirmación mayor que sus palabras para tragarse sus buenas intenciones, mis cejas alzándose en una curvatura que deja clara mi postura escéptica en cuanto a estas, todo por la experiencia que me ha dado el convivir con un hermano cuya obsesión por la elegancia vino mucho después de los experimentos de colegio. Aun así, dejo que se exprese lo mejor que pueda con una respuesta que esclarezca mis dudas acerca de a dónde quiere llegar con todo esto, en el mientras tanto me reacomodo a su lado, permitiendo que mi espalda se pose sobre el respaldo del sillón. La vibración de mi teléfono no tarda en llegar al recibir la imagen de los niños, y aunque los tenga delante mi dedo recorre la pantalla para abrir la conversación del grupo y echarle un vistazo, como si pretendiera encontrar alguna diferencia con lo que encuentro frente a mis ojos.

Mi mente, no obstante, está más centrada en lo que Lara tiene para decir que en prestarle realmente atención al teléfono móvil, el mismo que poso sobre el suelo antes de girarme hacia ella. — Supongo, sí… — empiezo, no muy segura de qué añadir a un discurso que tiene más carácter de monólogo que de conversación en sí. Tengo a Chuck en casa como para saber como funciona el departamento de Misterios, porque si bien sí que hablamos sobre mi trabajo, el suyo suele permanecer en la sombra, y no es hasta ahora que me doy cuenta de que se debe a la formalidad y privacidad del mismo antes que a mis suposiciones de que no es un empleo que le agrade particularmente. Pueden ser ambas. — Si es tan secreto lo que hacéis dentro del departamento… ¿cómo estás tan segura de que van a dejar que un civil cualquiera participe en un experimento? — de acuerdo, si tenemos en cuenta la videncia, no soy un civil cualquiera, pero aun así, me cuesta creer que me dejarían entrar a alguna de las salas aunque sea por puro descubrimiento científico. — No… no me molesta dejar que entres en mi mente si es lo que deseas, pero no entiendo muy bien de qué te serviría hacerlo cuando ni yo misma a veces soy capaz a diferenciar un pensamiento de una premonición. — confieso, aunque no sé si va a entenderlo desde mi punto de vista. — Lo que quiero decir es que… la mayoría de veces, no funciona como la gente cree que funciona, en el caso de las visiones, me refiero… — cuesta explicarme cuando es un sentimiento que nunca he compartido con nadie, por desgracia, quizá es por eso que nadie me toma en serio con estas cosas.

Escucho paciente su teoría acerca del amuleto, fijándome en como Hayden abre los ojos en un parpadeo que lo deja dormido a los dos segundos en lo que estira sus deditos. — Me recuerda a cómo funciona con los fantasmas, ¿no? ¿No es que alojan su alma en un objeto, o incluso la ligan a una persona, para poder mantenerse en esa forma? — suelto al aire, aunque dudo que tenga relación alguna con lo que ella me está proponiendo, se me hace una coincidencia curiosa que no puedo evitar remarcar en voz alta. — No, tú me das muchas más confianza que mi hermano, tranquila. — bromeo cuando dice ser más molesta que él en ese aspecto, lo cual acompaño con una sonrisa que se va difuminando al replantearme sus dudas. — Tener miedo a perder lo que tenemos es… perfectamente comprensible, pero si a mí me lo preguntas creo que es mejor tenerlo. ¿Nunca escuchaste lo de “nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”? — dejo unos segundos a que el silencio ocupe el espacio, aunque no va dirigido a que responda necesariamente. — En la medida justa, el miedo es necesario, siempre que no nos desvíe del motivo principal, que también puede ser malo, muy malo… Hacemos cosas estúpidas por temor, o por el contrario ni siquiera nos atrevemos a tomar ciertos pasos por ello. — la experiencia habla por sí sola — No soy ningún ejemplo por el que dejaría que alguien se guiara, pero si puedo decirte algo es que mientras encuentres el punto en el que sabes controlar el miedo y en lo posible, no dejar que te afecte, estás en el lugar adecuado. — el miedo no va a dejar de existir por mucho que queramos, ni vamos a poder solucionarlo de un día para otro, mi hermano me dijo una vez que simplemente aprendes a vivir con ello y, creo, es de las cosas más reales que escuché en mucho tiempo.
Phoebe M. Powell
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No eres una civil cualquiera— respondo a mi cuñada con una media sonrisa, —hay profecías con tu nombre en nuestras salas— lo susurro, es algo que ya lo había platicado con ella en otra ocasión y no deja de ser confidencial, que seamos solo las dos en su casa me da mucha más tranquilidad al hablar de lo que podría ser dentro de la isla ministerial con toda la seguridad que cuentan, esa misma seguridad es la que a veces me hace sentir que no puedo dar un paso sin que alguien se entere o que todo lo que digo o hago queda archivado en algún video de control. —¿Y nunca pensaste… con el don que tienes ser algo más que una civil? Te lo he dicho más de una vez, me gustaría poder trabajar contigo— digo, por eso estoy aquí ofreciéndole un pase al departamento de misterios si consigo convencer a mis colegas de que la mente de una vidente tiene mucho para ser estudiado, por lo que podría aportar a las teorías de la magia y también… a ella misma sobre conocimientos de su propia mente. —¿Es así de confuso?— pregunto, haciendo un alto en su comentario sobre la imposibilidad de diferenciar pensamientos y premoniciones. —Me habías explicado una vez sobre el trance, ¿te ayuda ponerlo en voz alta? Porque si quieres hacerlo…— dejo abierta la posibilidad de que lo haga si lo necesita para aclararse en palabras. —Todo lo que queda atrapado en nuestras mentes y no lo verbalizamos, crece como un monstruo, ocupa todos los espacios. Convertirlo en palabra dicha es lo que ayuda a darle un orden y un sentido…— y que a veces pierda esos rasgos de monstruos, puesto en palabras, lo terrible no lo es tanto.

No es lo mismo, pero sí, se parece… con un amigo de la escuela solíamos llamarlo el espíritu de las cosas. Todos lo que nos rodea puede actuar como un recipiente, depende de nosotros y de la magia, consciente o inconsciente que aplicamos, que damos un sentido a esas cosas…— murmuro, mi sonrisa se va ensanchando y asiento suavemente con la cabeza al agregar: —Ese amigo era tu cuñado Logan, cuando era mucho más joven y era tan flaco como una escoba— me río con disimulo, ciertas coincidencias me provocan cautela, no suelo hablar de estas porque si tuviera que armar un mapa de todas las vinculaciones posibles, puedo llegar a obsesionarme demasiado con las coincidencias. Una vez es un accidente, dos veces arman un patrón. Tengo que entretener a mi mente con lo justo, no dispersarla en más de un sentido, sino viviré dentro de esta y antes solía hacerlo, me pasaba las veinticuatro horas del día metida en mi taller, a su vez metida dentro de mis pensamientos. Salí para poder vincularme con otras personas, no se merecen que vuelva a mis hábitos de ermitaña. —También quiero creer que es así, que es mejor haberlo tenido y perderlo, a no haberlo tenido nunca. Pero el miedo está presente, si algo te importa, te importa de verdad, tienes miedo… y no es tanto el miedo a perderlo, sino a cómo lo perderemos— susurro, tomo el pie de mi hija para frotar mi pulgar contra la tela de su media que es más fina al ir subiendo la temperatura por el arribo de la primavera. —Cuando no puedes impedir que algo malo ocurra, tratas de minimizar todos los daños posibles. Cubres lo que te importa con algo que resista lo mejor posible el impacto… se repite una y otra vez, como si hubiera una huella en la memoria, de pérdidas anteriores, no las recordamos en detalle, sino el sentimiento y el desgarro de la pérdida, entonces tomamos todas las precauciones posibles...— continuo, y mi sonrisa se torna nostálgica. —No solía importarme, cuando todo corría a mi cuenta, no solía importarme ir directo hacia lo que podría dañarme y entonces ciertas personas empezaron a importarme más que yo misma, incluso mi madre que siempre estuvo, es lo que tiene sentirse parte de una familia...
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
¡Y eso es lo más frustrante de todo! — exclamo, mis párpados se abren por la misma fuerza que me sirve para girarme hacia ella a pesar de regresar la vista al frente enseguida, con una vaivén de cabeza. — ¿Sabes? Te diría que sí a tu experimento solo porque me da curiosidad que esas profecías puedan estar guardadas en mi subconsciente, en alguna parte, no pueden simplemente desaparecer, eso seguro. Solo… — tan seguro como que he visto cosas banales del futuro en ocasiones repetidas, ¿por qué no iba a poder suceder lo mismo con las profecías? Nada que sea tan importante es tan difícil de olvidar, incluso cuando el hecho de entrar en trance me hace imposible el recordar nada, creo eso es mucho más poderoso que cualquier otra cosa. Regreso la vista hacia Lara con una ceja alzada por esa propuesta que, dándole la razón, no es la primera vez que la ofrece. — No lo sé — contesto, en la más honesta expresión, con un encogimiento de hombros. En realidad sí lo sé, pero siento que decir un “no” como tal, hubiera sido una contestación algo abrupta, por eso siento la necesidad de explicarme. — Me refiero… No, nunca pensé en ser más que una civil porque tampoco tengo los estudios para ello, no estudié más que la educación obligatoria y ya me costó su tanto, — desde los ocho años no pisaba una escuela, mis conocimientos lectivos dejaban mucho que desear. — no tuve recursos para poder continuar con una vía de especialización, el que tenga mi trabajo es cuestión de enchufe, tan mal como suene, o por antojo de LeBlanc, si prefieres escucharlo como fue. — le explico, uso el humor para que el aire no se vuelva denso en lo que tenso mis labios en una sonrisa. — No creo que tenga las aptitudes que tienes tú. — por decir un ejemplo. Soy consciente de que lo que tengo no es por mérito propio, no he trabajado todo lo que mi hermano o Lara mismamente han podido para ganarse donde están.

Ladeo la cabeza en un gesto dudoso, como si con eso pudiera resumir todo lo confuso que puede llegar a sentirse. — Debo de tener un monstruo bastante grande dentro entonces. — trato de bromear, a pesar de que coincido en que en ocasiones es más complicado guardarnos las cosas que ponerlas en palabras. Otras veces, es mejor que te carcoma antes que dejarlo libre a exposición del resto. — No solía ser tan difuso igual, si voy a ser sincera… Se volvió confuso con el tiempo, probablemente porque yo también tengo miedo, a perder, a lo que pueda ocurrir, quien pueda salir lastimado. — enumero como si fuera un recuento de todo lo que ha pasado hasta ahora, esos miedos que han ido creciendo hasta que pesadilla y premonición se han vuelto prácticamente lo mismo. — Hay muchas cosas que pueden influir en el futuro, factores que quizá antes no tuve en cuenta y ahora que los he vivido más de cerca, me afectan más personalmente. — meneo la cabeza. — ¿Qué te gustaría hacer conmigo, de poder hacerlo? — quizá con su ayuda, las dos podemos llegar a un punto que sí tenga sentido, y si no lo tiene, al menos que deje de dar tanto miedo. Lo desconocido aterra, todos lo sabemos.

La miro pasmada cuando menciona a mi cuñado después de esa explicación que yo misma he forzado, porque esa sí que no me lo esperaba de entre todas las cosas que puedo esperar a diario. Siendo vidente, esas son muchas. — ¿Conoces a Logan? Ósea que compañeros de escuela… el mundo es verdaderamente un pañuelo, ¿eh? No lo hubiera esperado. — se lo confieso, incluso cuando el ponerlo en voz alta me hace pensar que no es tanta una coincidencia si todos rondamos la misma edad y la época en que crecimos no difiere mucho de como debió vivirla cada uno. — ¿Entonces tú conoces su historia de…? — no quiero meterme donde no me llaman, pero tengo la necesidad de preguntarle sin llegar a hacerlo si conoce de los antecedentes familiares de Logan, Chuck y Eugene, porque no sería la primera vez que menciono a la ministra de educación en el día que llevamos. — Lo entiendo. — murmuro en apenas un susurro cuando termina de hablar, lo hago en serio, tanto como para no tener mucho más que añadir al respecto, porque ella ya dijo todo lo que a día de hoy nos hace vulnerable y que, de ahora en adelante, será así para siempre. — Supongo que es lo que ocurre cuando te das cuenta de que tus acciones repercuten sobre los demás. Cuando se está uno solo, eso no importa demasiado, si caes en el error es fácil asumir las consecuencias porque te afecta a ti y a nadie más que a ti, pero cuando hay otros de por medio… Es más complicado. — añado. Los errores inconscientes, por otro lado, esos son tema para otro día.
Phoebe M. Powell
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Invitado
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Medito sobre lo que dice, si bien es cierto que en el ministerio hay puestos y se han dado ascensos por mérito entre los cuales su hermano como uno de los ministros más jóvenes es un buen ejemplo, quizá porque mis ambiciones personales han ido más allá de una placa o reconocimiento laboral, nunca he sido muy fiel a la idea de que todo tenga que darse de acuerdo a una jerarquía formal. Ella misma, así como otros, se vieron en circunstancias que le impidieron acceder a una educación más tradicional y cuando las desigualdades están en las bases, no puedo creer en un verdadero sistema de méritos donde cada uno se supone que ocupa el lugar donde estar. Ese es un engaño de base, que beneficia como siempre a un grupo reducido. No seré quien vendrá a cambiar estructuras de nada, así que me limito a decir lo que pienso: —Si hay algo que también me ha quedado claro, es que por propia cuenta, solo, puedes llegar lejos. Pero con un equipo, puedes llegar aún más lejos. Necesitamos de otras personas. Los equipos funcionan con lo que cada uno tiene para aportar… y no, no siempre se trata de lo que se aprendió en la escuela, muchas veces no suele ser nada de eso. Se trata de experiencias, talentos, emociones…— digo, la señalo con mi dedo índice y hablo un poco más bajo. —Tienes un don y experiencias, te hacen más calificada que cualquier persona que se haya leído cien tomos sobre videncia.

Tuerzo mi boca cuando menciona a su propio monstruo personal si es cierto lo que digo sobre el poder que tienen los pensamientos. —Todos lo tenemos. A veces somos más débiles que ese monstruo, a veces somos más fuerte que él…— murmuro, creo que en esos rasgos se basa la influencia que nuestra mente puede tener sobre nosotros, no tanto en si es un monstruo pequeño o grande, porque a veces el monstruo con el que debe lidiar una persona débil es un monstruo pequeño y aun así le parece una batalla imposible de ganar. No siempre es una lucha, algún día tiene que dejar de serlo. Al final de todo, se debe tratar de conseguir un aliado y que la mente actúe como nuestra mejor armadura. —Por brusca que suena lo que voy a decirte… me gustaría que pudiéramos inducirte a un trance o a un falso trance, proyectar lo que ocurra dentro de tu mente y entender cómo funcionan las fronteras del consciente y el subconsciente en una primera instancia…— le explico, una vez le hablé sobre cómo el subconsciente también se relaciona con los tiempos y sigue siendo mucho más amplio que eso, es un terreno infinito que puede llevar más vida de la que tengo para poder explorar, pero lo que podamos aprender en los bordes será un paso más lejos de lo que se ha dado hasta ahora. —Estarás cuidada, todo el tiempo. Trabajaremos con una buena pocionista que pueda suministrarte una sustancia controlable. Estaré ahí, contigo— le prometo.

Asiento cuando hablamos de Logan, fue en la escuela que también conocí a personas como Annie o la misma Rose, gente que quizá no consideraba íntima por verme a mí misma con un carácter rebelde y no por los altibajos de la adolescencia, sin embargo llegaron a ser amistades estables en el tiempo… si dejamos de lado mis tratos con lo ilegal. Pertenecemos a la misma generación, esa que también incluye a Phoebe y a Charles, si no coincidimos entonces fue por esas circunstancias injustas de la vida que conocemos bien. —¿De su divorcio con Abbey?— pregunto, aquí va el chisme entre cuñadas. Es la única historia que me viene a la mente como relevante, porque… —Fue una perra, Logan lo pasó mal. Estuvo meses tratando de demostrar que sus sospechas eran ciertas para que ella lo admitiera de una buena vez y dejara de negarlo, y cuando lo consigue, le pide el divorcio, ella lo gana a su favor. ¿Y sabes que es lo peor? Si le pidió el divorcio era porque estaba enojado, porque ella lo negaba todo, conociendo a Logan le hubiera perdonado una, dos, tres veces, que le fuera infiel. Lo que en su momento lo hubiera entendido, después de todo… esas cosas pasan, ¿no? Es casi normal, natural. Y en esto creo que me vas a entender porque estas casada, le rompería un jarrón en la cabeza a Hans si llegara a enterarme de algo así— no voy a fingir una mesura que no tengo, así que continúo: —Luego iría y prendería fuego a su oficina en el ministerio—. Suerte que la niña duerme. —¿Te referías a esa historia? De verdad que el mundo es un pañuelo, sabía que Logan era adoptado, lo que nunca me hubiera imaginado fue que su hermano sería el hombre con el que te casabas.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
No puedo hacer otra cosa que asentir muy brevemente a todo lo que va diciendo, suponiendo que esa fue la misma filosofía que llevó a Rebecca a mantenerme cerca en los tiempos en los que éramos algo más que simples conocidas. Toda la vida he pensado que mi crianza en el norte se resumió a la supervivencia solitaria, cuando la idea que forma Lara en un ambiente completamente diferente, me hace relacionarlo con una época en la que no estaba tan sola como creía. Soy consciente de que si no hubiera sido por ese trabajo en equipo que en su día me aseguró el llevarme algo a la boca, probablemente no estaría aquí y, aunque se trate de situaciones de origen tan dispar, entiendo hacia dónde quiere ir la morena. — Tienes razón, pero el talento también hay que pulirlo, sé que muchas personas se esfuerzan por conseguir lo que tienen sin un don que los haga destacar. No me parecería justo que, habiendo otras personas perfectamente cualificadas, me dieran a mí un puesto que no me pertenece por corte. — por mucha experiencia que tenga, la experiencia solo vale en aquel terreno en la que fue forjada, por triste que suene, robar o estafar a la gente con profecías no es algo que pueda poner en práctica dentro del ministerio. — Aunque me encantaría poder trabajar contigo, eso sí que no te lo voy a negar. — acepto con una sonrisa, algo me dice que tendríamos más de una cosa con las que mantenernos ocupadas.

No sé cual es la parte que me da más miedo, si la de inducir a un trance o la de la pocionista que se encargue de hacerlo. Trago saliva para que no se note que se me fue el color del rostro de un momento a otro. — Huh… Si lo dices así, tan científico… hasta tiene cierto sentido — obviemos que eso del consciente y subconsciente me ha erizado un poco el vello del cuerpo, que se metan dentro de mi mente, todavía un poco más. — ¿Correrá solo por tu cuenta o habrá más gente en la sala? — con Lara, podría, no tengo una excusa realmente válida que me haga rechazar su propuesta, pero con otras personas delante… creo que me sentiría un poco cohibida, sí, incluso aunque no fuera a enterarme de nada. — Te he hablado de mis sueños con anterioridad, también de mis propios miedos y experiencias que he vivido, todo eso… no querría, o más bien no me gustaría que quedara expuesto a nadie más que tú o que yo. Si acepto, será algo que mantendremos entre nosotras. — le pido, mi mirada se posa sobre ella para hacer más firme mi postura sobre querer respetar mi espacio personal, hay muchas cosas dentro de mi cabeza que solo me pertenecen a mí y a mi propio tormento, no necesito que nadie más las presencie.

No, no hablaba de su matrimonio con Abbey… — empiezo, negando con la cabeza suavemente en lo que me interrumpo a mí misma para dejar pie a que sea Lara quien tome las riendas de la conversación. — Chuck me contó algo sobre eso, nunca he querido preguntarle directamente a Logan porque… bueno, parece un tema delicado. — como otros tantos dentro de esa familia, lo que me hace pensar en lo complicado que será tratar de criar a mi hijo teniendo como base todo este drama entre familias. — No, creo que yo tampoco podría perdonar algo así… se sentiría como la peor de las traiciones, el mayor rechazo, me alegro de que al menos Logan supiera ver por como es de verdad esa mujer, no merece pasar el resto de su vida con alguien así. — una mujer que se parece más a una sanguijuela que a la especie humana, solo de pensar que Charles podría serme infiel con otra mujer tal como lo hizo ella con otro hombre… — No me refería exactamente a eso, pero está bien saber que conoces en gran medida a Logan, a veces me explota la cabeza de pensar que vivimos vidas tan distintas y, aun así, tuvimos la manera de encontrarnos, ¿no crees? — para que luego la gente diga que no existe el destino, ¡já! En toda su jeta.
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No te discutiré lo que dices porque me parece que es un pensamiento muy firme, así que me quedaré con la última parte de que trabajarás conmigo— digo al curvar mi boca en una sonrisa de agradecimiento por animarse a un nuevo experimento, luego de los que pudo haber pasado con su hermano mayor y quedaron como malos recuerdos de la infancia. No parece que mi poder de persuasión haya mejorado en nada, ya que no logro convencerla de que podría merecer estar en lugares así por ser quien es, ni siquiera por su don, sino por la experiencia que le ha dado ese don y porque confío en el criterio de Phoebe al ser vidente, me lo pensaría dos veces de hacerle el mismo ofrecimiento a otra persona que diga poder hacer profecías. Peco de ser recelosa de los trabajos que hago, no la estoy invitando como quien reparte invitaciones VIP a la salida de un supermercado, yo misma tengo que mis precauciones sobre a quienes dejo indagar en mis notas. —Seguramente necesitaré de la ayuda de otro inefable, he aprendido que hacer toda sola no suele ser lo mejor y creo haber encontrado quien puede hacerme de soporte. Trabajaba como psicomago hasta hace poco así que sabe del secreto de confidencialidad. ¿Wilhelm Schumer?—  pregunto, por si ha escuchado el nombre en alguna otra ocasión.  

»Si alguien está, será él, tiene más conocimientos de los que pueda tener yo sobre la psiquis humana. Podría decirte que en esto… yo ni siquiera tengo el talento, menos el conocimiento, lo que tengo es curiosidad. Mucha curiosidad. Trato de aprender lo que puedo y no me canso de hacerme preguntas de que tan lejos podemos llegar— le explico, cambió la dirección en la que me movía, el departamento de misterios puso delante de mí otras fronteras por cruzar. Me mantiene mucho más ocupada también, con mi mente dentro de esas paredes y no escapándose con alborotos en el norte que ahora entiendo no tienen nada que ver conmigo, si buscaba metas inalcanzables detrás de las cuales ir hay varias en el departamento. Por fuera está la familia que logramos formar remendando relaciones, la mía con mi madre, Phoebe con Hans, Hans con Meerah, la misma Phoebe con Charles. El mundo sigue pareciéndome caótico e inabarcable, lo que tengo más claro es a lado de quienes me paro. Logan y Abbey son un buen ejemplo de lo fácil que puede romperse todo, de lo banal que puede llegar a parecer un matrimonio y una separación, yo también lo creía así y hace que me cuestione en qué realmente creía antes, qué veía y a quienes veía, qué nos hace tan diferentes… o no lo somos, solo queremos serlo. —Logan era otra persona con Abbey, así que de permanecer juntos se lo hubiera merecido, porque no hubiera actuado distinto a como lo hacía ella. Tengo mis razones para apreciar a Logan, otras para detestar a Abbey, así que no estoy siendo objetiva con mi opinión a ella…— reconozco y no volveré a repetir esto en la vida, porque ¿yo? ¿siquiera insinuando que Abbey no es la peor de todos? —Pero seguiré manteniendo mi máxima de que es mejor estar solos que mal acompañados, que quien nos haga abandonar la soledad sea alguien que lo vale. Para angustiarnos día a día ya tenemos la política de este país…— esto último lo digo entre dientes y lo disimulo con una tos falsa que convierto en carcajada al escuchar lo extraño de haber coincidido. —Dicen que dos personas destinadas a encontrarse aunque se crucen muchas veces antes de ser las personas que deben ser para encontrarse, no se reconocerán. Será cuando tenga que ser, cuando estén listas. Tal vez nos pasó eso.
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Debí haberlo supuesto cuando nos pusimos a hablar sobre trabajar en equipo que esto no sería un proyecto que ella quisiera llevar sola y, por mucho que me pese pues será mi cabeza la que se exponga a ello, no puedo más que darle la razón en eso y la torcedura en mis labios indica que no voy a reprochárselo. Sí hace que se me eleven las cejas en sorpresa ante la mención inesperada de Wilhelm Schumer, sin poder evitar plasmar lo primero que atraviesa mi mente. — ¿Wilhelm Schumer ahora trabaja como inefable? No tenía ni idea... — digo, como si fuera camarada de toda la vida o compañero de la escuela de hace eones, y por eso procuro explicarme para cuando llevo la mirada hacia Lara, en actitud tímida ante lo siguiente que voy a decir. — Le conozco, es... bueno, desde hace un tiempo hago algunas visitas a su consulta, así que puedes considerarlo mi psicólogo. — no importa el tiempo que pase, siempre me dará vergüenza admitirlo y nada tiene que ver con la profesión en sí misma, sino con las razones por las que voy a terapia. — Tengo algunos problemas sobre los que estoy trabajando y él me está ayudando con eso, no es nada... — sigo, moviendo una mano para restarle importancia a pesar de que el movimiento se percibe algo inseguro, porque por alguna razón siento la necesidad de explicarme para que no se piense cosas raras. — Pero está bien, prefiero que sea él antes que cualquier otra persona. — acepto, esta vez sí me animo a sonreír en su dirección al sonar mis palabras tan honestas como las siento. ¿Quién mejor para el trabajo si no son Lara, que me conoce en cierta medida, y Wilhelm que también lo hace por la cuenta que le trae?

No sé si esto me hace mala persona, pero de alguna manera tengo que agradecer que Logan y ella se divorciaran, porque creo que no hubiera podido soportar el tenerla como familia. ¿Puedes imaginarlo? ¿Abbey y yo como cuñadas, estando así ahora como lo estamos tú y yo en este momento? — por si la cara de terror que le dedico no es suficiente, paso a negar con la cabeza en un gesto rápido de disgusto, barriendo cualquier imagen que se pueda crear en mi cabeza en base a esas suposiciones. Porque si Lara tiene sus razones para detestar a la morena, yo tengo otras cuantas que no me gustaría tener que mencionar. — Supongo, sí... igual, hay personas que no merecen estar solas y se quedan así para toda la vida, no me gustaría estar con alguien que me desagrada o con quién sienta que no puedo siquiera respirar, pero... siempre digo que me pasé sola más de media vida cuando la realidad es que no, no sé estar sola, siempre tuve a alguien cerca. Puede que no fueran las mejores influencias, y puede que es a lo que tú te refieres por mala compañía, pero... no lo sé, sé que no es lo mismo igual. — aclaro, la relación de pareja a la que podría tener con alguien como Rebecca, así que me apresuro a dejar eso claro antes de seguir en la conversación.
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¿Lo conoces?— la pregunta me sale de la nada, la familiaridad con la que se refiere al hombre me da el permiso para indagar un poco más sobre él. —Si hay algo turbio en su reputación o algún cadáver en el armario que le conozcas, mejor me lo dices, que ando compartiendo mentes con él y no me gustaría enterarme luego que lo hago con un hombre que… no sé, es un coleccionador serial de animalitos de porcelana. Turbio, mejor no— es una broma, se nota por la manera en la que una sonrisa llena todo mi rostro porque nada de lo que he trabajado con él me hizo sospechar que sea alguien de quien dudar, en principio no creo que nadie que esté en el departamento de misterios sea… de hecho, sí, somos bastantes raros y damos la imagen de ser un grupo variopinto del cual te puedes preguntar cómo cada uno terminó donde está. Todos los que no encajan donde suelen estar, terminan encontrándose en algún lugar, al que estoy tratando de invitar a Phoebe para que se una al club.

Ah, ya entiendo— murmuro, abandonando la broma para tomarme lo que dice con la seriedad que se merece. Tomo su muñeca con los dedos para darle un apretón cariñoso. —Me parece muy valiente de tu parte, muchas personas no se animan a dar ese paso, reconocer que tenemos cosas por resolver o pedir ayuda si lo necesitamos. Muchas personas no saben pedirla…— y antes de que parezca que estoy hablando de mí, que es cierto, lo dirijo hacia otra persona que sufre del mismo mal. —Había pensado en invitar a Wilhelm a cenar, hacerlo pasar por una cita con Mohini, porque si no quiero intoxicar al pobre hombre, alguien más debe encargarse de la cena… y presentárselo a Hans, quien sabe, quizás le haga bien…— cuento, aunque no sé qué tan conveniente sea en términos médicos que en la misma familia compartan psicólogos, quizás deba mandar más seguido a Hans a hablar con Mohini con el pretexto de que me olvidé el chupete de la bebé en la cocina de mi madre.  

Cubro mi rostro con las manos por la imagen mental de Abbey en la mesa de la cena de Navidad ¡o el cumpleaños de Hayden! ¡La fotografía detrás del pastel! ¡Por Morgana! ¡NO! ¡QUÉ CLASE DE INFIERNO EN LA TIERRA SERÍA ESE en el que tendríamos que compartir fotografía con Abbey! —¡Seríamos las hermanas horribles que Logan y Chuck nunca tuvieron!— o eso es lo que creo. —Fulminando con miradas de odio a Abbey al otro lado de la mesa— describo la escena que tengo en mente, en ningún momento dije que no estuviera agradecida, lo estoy, estando solos cada uno puede ir por su lado. No soy lo suficientemente buena persona como para decir algo como que tal vez el amor haría de Abbey alguien mejor y más feliz, soy más del tipo desconfiada, la que nunca creyó que pudiera salir algo bueno de eso. Abbey sigue removiendo en mí sentimientos amargos y mezquinos, pese al tiempo que pasó, a que yo misma me reconozco como alguien distinto a esa persona que no creía en general que las promesas de compromiso pudieran cumplirse. —Hay personas que no lo merecen, tienes razón en eso. Mohini es una mujer que nunca lo mereció, por eso me alegra ver que su idea de una familia creció en estos meses hacia más personas que su revoltosa hija— es en quien logro pensar, por lo general no suelo ver la soledad como algo malo, aunque nunca me creí en el derecho de imponérselo a nadie como pensamiento, cuando a mí no me gustaba que me impusieran lo contrario. Depende de cada persona que se adapta mejor a su estilo de vida, siempre se ha tratado de poder elegir, aunque no se me escapa que a veces hay circunstancias que no dan espacio a que pueda ser así. —Si todas esas malas compañías te ayudan ahora a poder reconocer a las personas que te harían mal de las que te harán bien, para que puedas rodearte de las segundas, puedes pensarlas como experiencias, no como arrepentimientos. Que nos cruzaremos con todo tipo de personas en la vida es un hecho, gente que nos hará mierda y gente que nos dará cosas buenas, las encontraremos hasta los noventa años. Pero con quien eliges pasar todo ese tiempo hasta los noventa años, sí, es una decisión importante… porque a veces no la pasas con esa persona, solo amándola, que a veces es lo que creo que pasó con mis padres. Entonces lo que eliges es eso, no es estar con esa persona, es amarla…— digo mirando a la nada. Hago girar el teléfono en mi mano para poder deslizar el pulgar por el teclado. —Me lo voy a apuntar para cuando me toque escribir lo que sea que tenga que decirle a tu hermano.
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Phoebe M. Powell
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Me río por la impresión que tiene de Schumer y que, si me pongo a recordar nuestro primer encuentro, la idea de que sea también un coleccionador de animales de porcelana además de calcetines extravagantes no se me hace una proposición tan alocada como hubiera podido pensar en un primer momento. — No sé turbio… pero sé que le gustan las medias estrafalarias y que tiene una habitación en su apartamento utilizada exclusivamente para gritar. — lo último me hace torcer un poco los labios a pesar de que estoy hablando completamente en serio. — Así que si alguna vez sientes la necesidad… como compañeros de trabajo estoy segura de que no tendrá problema en prestarte la sala si ves que lo de escoger unos pendientes que vayan a juego con los zapatos se te hace un dolor de cabeza. — bromeo con respecto a los preparativos de su boda, que yo soy plenamente consciente de todo lo que hay que organizar para un evento así y le transmito mi serio apoyo con una sonrisa, lo va a necesitar.

Hago un gesto desinteresado con la mano que tengo libre y al que acompaña levemente mi cabeza, cuando por alguna razón decir que acudes a un psicólogo tiene esta reacción en las personas. Mi hermano tuvo la misma y de veras que no la comprendo. — Por favor, no me pongas esa cara de haber visto a un cachorro atropellado — intento seguir por la línea de humor que se fue esfumando, lo prefiero antes de que esto se vea como la gran cosa que en realidad no es, incluso cuando yo misma sé el trabajo que costó que fuera en primer lugar. — La cosa es que nunca supe como pedirla… sino que tenía que pedirla. No era un opción que tenía, sabía que había algo que estaba haciendo mal y que tenía que corregir cosas en mí, sigo haciéndolo, pero saber… nunca supe nada con certeza, admitirlo creo que fue el primer paso en la dirección correcta. — reconozco. No se trató de algo que me afectaba solo a mí, sino a todos a mi alrededor, ahí fue cuando me di cuenta de lo peligroso que podía llegar a ser no poner un freno. — Siempre está bien que Mohini dé el visto bueno… — admito, aunque mi reflexión no llega a más de ahí. Lo consideraré todo un logro que mi hermano se abra a alguien más allá de sus personas de confianza, pero en cuanto a mí, no deseo que mi relación con Wilhelm se extienda lejos de la profesionalidad que mantenemos. No es lo mismo contarle tus conflictos internos a una persona con la que tienes un trato de confidencialidad, que si de repente esa misma persona empieza a convertirse en amigo.

Lo que sí me hace reírme con mucha más gana es ese comentario que me lleva a sacudir la cabeza a la par que cierro los párpados por el tiempo que dura el gesto. — Por alguna razón esa frase me hizo recordar al cuento de las hermanastras que son un infierno para su otra hermana, pero la verdad es que Abbey no tiene nada de Cenicienta. — espero que lo conozca, cuando era niña solía leer sobre esas historias y no me avergüenza decir que de pequeña yo también quería ser una princesa. ¿Quién no ha tenido un sueño como ese alguna vez? Esa ilusión se fue perdiendo con el tiempo, es lo que hace que suelte un suspiro que acompaña al discurso de Lara. — Honestamente, espero que cuando lleguemos a tener noventa años — si es que llegamos, que esa es otra — , las personas que solo están para incordiar nos den tanta pereza que no valdrá la pena ni malgastar un suspiro por ellas. — de verdad quiero eso, deseo no tener que preocuparme por cosas que no deberían preocuparme, pero que a la vez lo hacen porque mi cabeza es una máquina que funciona hasta cuando se supone que debería estar apagada. Si no es apagada, al menos descansando. — Se pudo ver que es exquisito así que más te vale escribirlo en un pergamino de buena calidad y con tu letra más prolija. — porque todavía se puede bromear sobre las reacciones de mi hermano, para eso creo que nunca va a existir fecha de caducidad y se puede ver por la forma que tengo de reírme después.
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Medias estrafalarias y un cuarto para gritar— sopeso estas curiosidades sobre mi compañero de trabajo, ese al que permití el acceso a ciertos rincones de mi mente sin que supiera que era la mía, la manera más rebuscada de dejar que un psicólogo husmee entre mis pensamientos. —Lo normal en una persona cuerda— sonrío al decirlo, que si hay un par de personas desquiciadas por las calles o en el mismísimo sillón presidencial, en parte es culpa de no haberse encerrado a sí mismas en un cuarto a desahogarse en gritos todo lo que está mal en sus vidas. —¡Lo voy a necesitar! ¡Se lo rentaré por los meses que faltan!— suelto todo en el suspiro más dramático que mi pecho puede exhalar. —Con Hans necesitamos años para ponernos de acuerdo en que podríamos caernos bien— digo, tengo en cuenta que es la hermana así que ciertos detalles me los tengo que reservar, sobre que quizás hubo un intermedio entre llevarnos mal y empezar a llevarnos bien en el que pasaron otras cosas que nos acercaron, nos acercaron mucho. —Planear una boda entre los dos es como andar a oscuras y chocarnos con la espalda del otro todo el tiempo— me encojo de hombros, por algo fuimos delegando los detalles importantes en terceras personas.

Es la comparación que mejor que se me ocurre porque si en algo coincidimos, es en el que nunca pensamos que fuéramos a pasar por esto así que no hay nada que podamos decir que lo queríamos de una determinada forma. Es gracioso en cierta forma, si dejamos fuera las razones más profundas que tienen que ver con nuestros propios padres para querer escapar del compromiso. Puedo decir que en mi madre he encontrado el sostén para hacer frente a lo que a ambas tuvimos que asimilar como familia, en el caso de Phoebe y en el de Hans, no sé qué tanto podamos hacer por ellos las personas que les acompañamos o los hijos que tienen, para sanar las cicatrices del pasado. —No te estoy mirando así— la contradigo, no era mi intención al menos, que pudiera sentir que la veo débil cuando es todo lo contrario, la considero fuerte por dar el paso para querer estar bien. Si tengo que juzgar por mí misma y por lo que he visto en otras personas por años, solía tener creencias tan firmes que ahora reconozco, lo que hacían era retenerme en un lugar en el que me sentía cómoda, en el que me hacía mal a mí misma, porque era lo que conocía. —Fue el primer paso, al que seguirán otros— sonrío hacia ella y luego hacia el bebé diminuto que combina sus rasgos y los de Chuck.

Abbey no tiene nada de Cenicienta, así que no lo lamentaría…— actúo como la bravucona que solía ser a los cinco años, solo falta que me arremangue la camisa para verme intimidante, cuando siempre fue un palillo de brazos flacos. —En la escuela solía pegar a los niños que se metían con Riley, ¿sabes? Teníamos doce años en ese entonces… también me opuse a que Rose se casara con Jack, pensé en secuestrarlo…— recuerdo, siento que ha pasado una vida desde entonces y que me ha llevado recorrer mucho camino poder decir lo siguiente: —Ahora todos somos adultos y entiendo que toca respetar las decisiones de cada uno, sobre todo cuando se trata de las personas que eligen para estar. Solo espero que la próxima vez, Logan tenga mejor suerte…— sacudo mis hombros, dejando que esos movimientos de encontrar y desencontrar personas se encargue el universo, que siempre tiene la última palabra en estas cuestiones. —Y cuando tengamos noventa años todos nos juntemos a jugar canasta y tomar tequila sin mencionar a los incordios— suena a un buen plan, si es que todos los buenos pasos que hemos decidido dar, para los que hemos puesto de nuestro esfuerzo, cambiando hasta los hábitos más arraigados y enfermizos que teníamos para hacernos daños, en verdad puedan llevarnos a un buen lugar. —Él sabe con quién se está casando, nada de pergaminos caros, se lo leeré desde el teléfono— me río al guardarlo en mi bolsillo al ver que Tilly se incorpora para quedar sentada, parpadeando para quitarse el sueño y le tiendo los brazos así puedo venir a hacer su corto berrinche al despertarse en mi pecho. —Ahora que se despertó, toca meterla una hora en el agua para que se ponga de buen humor— digo, hurgo con mi nariz en el hueco de la garganta de la niña para que relaje ese morro fruncido que tiene. —Me la llevaré antes de que comience a lloriquear porque el aire le molesta— bromeo.
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Phoebe M. Powell
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Sonrío abiertamente por el entusiasmo de mi cuñada por una sala que yo califiqué como bizarra, quizá sea cosa mía y no del psicólogo en sí, debe de ser efectiva si sus pacientes le dan uso de seguido. — No hace falta que lo jures — bromeo, no sería la primera vez que pienso que, así como Hans y yo podemos actuar como el agua y el aceite en ocasiones, él y Lara están a otro nivel completamente diferente. Supongo que entre todas las diferencias que puedan tener, se encontraron lo suficiente como para compartir una vida juntos y, en realidad, eso es todo lo que importa. Me gusta pensar que Lara le hace bien en un sentido que él jamás podría haber encontrado por su cuenta, mi hermano no es la misma persona ahora que la que me reencontré cuando cambió mi suerte y muchos de esos cambios se los tiene que reconocer a Lara. — Eso espero — murmuro, y espero también que esos pasos sean además en la dirección correcta, lo cual no sé si es mucho pedir en los tiempos que corren, pero me consuela saber que tengo un grupo de personas confiables para cubrirnos las espaldas.

No me es difícil imaginar a una Lara de doce años preparada para golpearse a puños en el patio de la escuela como defensora de los más débiles, me limito a responder a lo último. — Te gusta eso de secuestrar a prometidas de las bodas, ¿cierto? — alzo una ceja por el recordatorio de lo que ocurrió la noche que yo conté que iba a casarme con Chuck, su reacción y la de mi hermano no son unas que se puedan olvidar con facilidad y ahora me gusta recordarlo con diversión, nada que ver con lo que estaba sintiendo en ese momento. — Ahora me siento en la obligación de decirte que si en algún momento sientes que debo rescatarte de mi hermano, puedes contar con mi participación — mi barbilla se mueve en una afirmación segura de que así será si se da el caso, a pesar de que la risa de después delata mi intención de bromear al respecto como una pequeña venganza a lo que sucedió cuando la situación era del revés. — Sí, yo también — coincido. Sé que los divorcios no son precisamente lo mejor de un matrimonio, pero sigo agradeciendo internamente que se divorciara de Abbey, porque no podría imaginarla siendo la madrina de mi hijo, ni en un millón de años.

Asiento brevemente con la cabeza cuando Tilly se despierta y es la señal que necesita su madre para marcharse, a lo que solo alcanzo a acariciar la melena oscura de la niña con mi mano a modo de despedida. — Me quedaré con mi oruga hasta que despierte — le comunico con cierta gracia, que no era consciente de lo mucho que duermen los recién nacidos hasta que me han encasquetado a uno. ¿Mi oruga en particular? Bueno, no puedo decir que no se parece a su padre.
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