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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    A light hits the gloom on the grey ✘ Meerah
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    2 participantes
    James G. Byrne
    Fugitivo
    Recuerdo del primer mensaje :

    Empujo la puerta de casa con parte de mi cuerpo, porque estoy tan helado que dudo mucho de que las manos me respondan incluso cuando tengo guantes. La calefacción se siente como una especie de caricia, más cuando te pasaste toda la tarde en la calle en busca de cualquier empleo, el que sea. Con esto de que muchos de los ciudadanos han salido del distrito, cientos de negocios se encuentran buscando empleados. Haber sido un esclavo me permite el decir que sé hacer de todo un poco, pero muchos me miran con malos ojos no solo porque no tengo habilidades especiales, sino también porque contratar un muggle es agitar la bandera contra el gobierno. Es complicado, pero de alguna manera puede llegar a funcionar.

    Estoy quitándome el gorro y pasando a la bufanda cuando me percato de la presencia rubia de Meerah en la sala, pero no veo ninguna cabeza colorada cerca y el silencio me indica que Hero no se encuentra en la casa. Además… ¿No tiene trabajo en la sede del consejo hasta tarde? ¿Y dónde está Sage? Que no tengo problemas con la chica Powell, pero a veces su actitud me parece confusa. Como la que tuvo en año nuevo, para variar; no es algo a lo que en el momento pude reaccionar y decidí simplemente retirarme a vomitar tranquilo. Por eso mismo me quedo de pie, aún sosteniendo la bufanda en lo que la mido con la mirada — Hola… — no, he sonado demasiado cauteloso y no quiero ser tan obvio — Viniste con Kitty, supongo — sino no me explico cómo es que ha entrado si no hay nadie en casa. Le doy la última vuelta a la bufanda y la cuelgo junto al gorro en el perchero — Hero llegará en unas horas, si quieres esperarla.

    Tironeo de mis guantes para poder sacarlos y me froto la nariz, que de seguro debe estar roja si considero lo helada que puedo sentirla. Doy algunos pasos, tirando del cierre de la campera — ¿Te quedarás a cenar? Hoy me toca cocinar a mí, así que debo saber para cuántos calcular — ahora sueno muy formal. Acomodo mi abrigo, hago un bollo de los guantes y, dudoso, me acerco al arco que me llevaría al pasillo, no muy seguro de si ir hacia mi habitación o no. La manera en la cual le arqueo las cejas deja en evidencia que no tengo idea de si brindarle mi compañía o si prefiere estar sola.
    James G. Byrne
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    No, no tengo idea de lo que me está hablando y no lo oculto con mi expresión de desconcierto, que jamás había pensado en hojas en un contexto de gramos — No lo sé. Creo que primero quieren hacer algunos cursos nivelatorios antes de abrir de manera oficial, hay mucho que tienen que organizar y no es sencillo montar todo un sistema nuevo de cero que afecte a tantas personas y tenga peso académico — que no sueno tan serio por mérito propio, he escuchado a Hero contarlo en la cena y solo me queda repetir como loro, incluso cuando le veo una completa lógica al asunto — La verdad es que… es agobiante y emocionante a la vez — tal vez ella no lo ve como yo porque jamás estuvo privada de una educación, pero para gente como yo es toda una novedad y no puedo evitar preguntarme cómo impactará al resto del país que exista un sitio con muggles educados. Es como un aire fresco de libertad.

    No puedo imaginarme a Kendrick dentro de un traje, pero tampoco me voy a poner a señalar esa falla cuando se ha esmerado en pensar un regalo para él y, para colmo, confeccionarlo — Creo que es parte de su estilo, pero como tú digas… — no puedo evitar que me asalte cierto pensamiento y hasta me atrevo a sonreírle con gracia — Solo esperemos que nadie reconozca tus diseños en televisión. No me imagino lo que dirían si la hija del ministro Powell anda por ahí vistiendo a Kendrick Black. Creo que Hero estaba trabajando en mejorar su imagen, deberías conversar con ella sobre eso — no me extrañaría que se pasen horas hablando de cómo mejorar la imagen de la mitad de las personas en este distrito, jamás me he molestado en averiguar qué es lo que hacen tanto tiempo encerradas. Lo único que sé es que a veces se oyen risas que me hacen pensar en dos viejas brujas de cuentos, con algo de locura encima.

    El chocolate no tarda en empezar a derretirse entre la leche, la cual va tomando una textura espesa en lo que revuelvo con la cuchara — Si mal no recuerdo… tú dijiste que no hablaríamos de ello y yo no tuve oportunidad de negarme — le señalo como quien no quiere la cosa. Me quito la vincha con sumo cuidado, que ya me están tirando algunos pelos y la acomodo de manera tal que acaba siendo una gruesa pulsera en mi muñeca. Estoy enrollándola cuando le lanzo un vistazo cansino a pesar de la sonrisa a Meerah, dejándole en evidencia que no, esa respuesta no me basta. Asiento vagamente con la cabeza, tomando lo que dice y regreso a lo que estoy haciendo, revolviendo un poco más antes de buscar algo de crema, la cual vierto con sumo cuidado de no pasarme — Con “esa”manera, asumo que quieres decir que no sientes nada romántico por mí — descarto los rumores de Sage, que sé muy bien de dónde han salido, no hay que ser un genio. Uso el cucharón para probar el sabor de la mezcla, la cual se siente bien, pero creo que le falta algo. ¿Canela? Busco un poco, solo un poquitito — No te preocupes. Solo quería saber qué había sido eso. Eres confusa, princesa — me giro hacia ella, apoyo mi cuerpo en la mesada y me doy unos golpecitos con la cuchara en los labios — Montas escándalos cada vez que alguien bromea sobre nosotros, pero luego me besas sin previo aviso y eso hace que me cueste comprenderte. No quiero sorprenderte, pero no tengo mucha experiencia en esto de comprender a las chicas — por la manera en la cual le sonrío de lado, debe comprender que estoy tonteando con esto.

    Guardo silencio en lo que se termina de hacer el chocolate y, con rapidez, hay dos tazas humeantes acomodándose en esos rincones de la mesa que aún quedan libres — ¿Quieres malvaviscos? — pregunto sin tomar asiento, sino que estiro el cuello para ver las etiquetas que ha ido escribiendo — ¿Alguna vez pensaste que me besas ebria, porque luego puedes usarlo de excusa para respaldarte? ¡No te estoy acusando! — me apresuro a aclarar, que por una vez puedo decir que estoy preguntando de la mera curiosidad y necesidad de comprenderla y no por el impulso de ser un completo incordio.
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Debía admitir que eso del curso nivelatorio tenía coherencia cuando tenía en cuenta que James era unos cuantos años más grande que yo, y nunca había asistido al colegio. Podía entender eso de que sea agobiante y emocionante, lo que me hace sonreír al recordar que el año anterior había cambiado de curso y algo tan sencillo como el cambio de color de una corbata me había dejado nerviosa hasta el punto de anudarla de cinco maneras diferentes frente al espejo antes de decidir dejarla como siempre había usado la anterior. No era precisamente el mejor ejemplo, pero era uno que me hacía comprender un poco el cómo debía estar sintiéndose. - Sé que técnicamente es ilegal hacerlo pero considerando la cantidad de cosas ilegales que estoy sumando en mi haber, no tengo problema en ayudar si alguno tiene dudas en el curso. No sé qué les explicarán, pero si empiezan a ver lenguaje mágico o algo similar, puedo ser de ayuda. - Sabía que Hero le había enseñado a Sage a leerlo incluso cuando era su esclavo, pero ella tenía otro tipo de inmunidad en aquel entonces y… ya que. No me molestaba servir de algo si alguno lo necesitaba.

    - El estilo de bohemio desahuciado estaba bien para cuando recién salía del norte, pero ahora están queriendo demostrar que pueden ser una civilización próspera, y no, me niego a que lleve jeans y jerseys viejos en televisión - El distrito nueve no tenía las mismas pintas que el once, o que el interior de las fábricas que, luego me enteré, estaban en el distrito cinco. No podía mostrar una imagen zaparrastrosa ante un público que buscaría seguilo e identificarse con sus ideales. - Ya hemos hablado con Hero al respecto. Será casi como remontar el proyecto que teníamos antes, pero mucho más anónimo. Nadie reconocerá mis diseños, no soy tan tonta como para firmarlos de la misma manera que los de mi padre. - Que sí, los firmaba, pero era mucho más discreta y nadie que no conociese de verdad mi estilo podría ser capaz de identificarlo. Además, los trajes de mi padre tenían otro corte, otro porte, un tipo de telas tan diferente que no habría forma de que relacionasen unos con otros.

    - Tecnicismos - Me aseguro de decir cuando se pone quisquilloso al respecto. Era tácito eso de no hablar, sobre todo luego del revuelo que se había generado la primera vez. Y jugueteo de manera nerviosa con el rotulador, hasta que me doy cuenta de lo que estoy haciendo y lo tapo antes de terminar con todas las manos marcadas. Podría seguir tratando de completar los nombres en las tarjetas, pero mi perfeccionismo no me lo permitiría así que dejo el paquete a un lado y trato de armar dos pilas a mi costado mientras lo escucho. No me hace falta el decirle que asume de manera correcta, así que solo suelto un “hmn” antes de asentir y seguir con mi tarea. - No soy confusa, yo tampoco tengo mucha experiencia con nada y… No sé, ¿de acuerdo? Todavía estoy haciéndome a la idea de que todas mis creencias se dieron vuelta como una tortilla y quedaron mitad dentro de la sartén, y mitad caídas por el costado. - Y no, todavía no sabía cuál era el costado caído que no dejaba de quemarse y emitir un aroma espantoso.

    - Si hay, sí. - Nunca podría decirle que no a los malvaviscos, ni siquiera cuando estoy al borde de morirme de vergüenza mientras quiero demostrar que no me afecta en nada lo que opina. - No es una acusación cuando es cierto. Es más fácil besarte cuando estoy ebria y ni siquiera yo puedo pensar en consecuencias que no vienen al caso. O que técnicamente no debería haber. - Me encojo de hombros y me alegro cuando el rubor no tiñe mis mejillas, lo cual le da más seguridad a mis palabras que se sienten bastante certeras. - Se había sentido bien besarte, pero me había molestado que todos hubiesen opinado al respecto, como si hubiera sido algo terrible, o algo que significaba más de lo que fue. Fue divertido, eres atractivo cuando no andas sacándome de quicio y no sé… Supongo que fue como mandar todas las opiniones de los demás al diablo. - Además él había dicho algo de un beso de año nuevo y claro que yo recordaba la tradición de otra manera. También recordaba que el dicho era a las doce de la noche, pero en ese momento ni era consciente de la hora. - ¿Puedo justificarlo en mi adolescencia sino? Eso es incluso peor que estar ebria.
    M. Meerah Powell
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Es halagador. El ayudar a dar vuelta la tortilla de tus creencias — más cuando la conocí siendo una mocosa quisquillosa que le chupaba las medias a su padre juez. Ni siquiera vacilo, me giro para alcanzar la alacena que contiene la bolsa de malvaviscos y la coloco sobre la mesa, así es libre de colocar la cantidad que le guste, mientras yo hago lo propio con un buen puñado que termina dentro de mi taza. Vivir con Hero y Sage me hizo descubrir que acá jamás va a faltar algo dulce, en especial en tiempos de heladas — Tecnicismos — la imito, que su “técnicamente” me hace querer señalarle todo lo mal que está en un simple beso acorde al resto. No sé si tendría que empezar por mi sangre, su apellido o la edad, o todo junto; ya saben, esas cosas con las cuales todos se escudan para poder hacer comentarios sobre nosotros y, en algunos casos, acabar a los golpes.

    Casi me atragando cuando dejo pasar un trago pesado al oírla llamarme atractivo sin ninguna clase de miramiento. Menos mal que estoy usando la mesa de apoyo, que sino de seguro me habría caído de culo sobre alguna de las sillas. Lo único que puedo hacer es sonreír, aunque espero que no se me escape tanto esa diversión que podría ser insultante — ¿Con tu “adolescencia” quieres decir “hormonas”? — tanteo — Es una buena justificación, en especial para querer mandar a la mierda a todo el mundo. Aunque, si quieres mi opinión, hay cientos de cosas por las cuales olvidarse de las opiniones de los demás — como, por ejemplo, la mitad de las leyes que dicen que hacer algo tan simple como compartir un vaso de chocolate caliente está mal, por el simple hecho de ser quienes somos.

    Apoyo la taza con cuidado sobre la mesa, pero mis manos continúan a su alrededor — Quería disculparme — declaro, suavizo mi voz con obvias intenciones de que tome todo esto con la honestidad que pretendo transmitir. Me cuesta despegar los ojos del chocolate, pero acabo obligándolos a buscar los suyos — Jamás pediré perdón por haber provocado a un idiota que vino a golpearme, pero creo que las razones son estúpidas y es incómodo saber que estabas en el medio de una pelea de la cual no querías formar parte. Verás, me agradas cuando no eres un incordio, Powell — es una sonrisa cómplice, de esas que salen cuando tomas un chiste que puede volverse íntimo a pesar de las circunstancias. Me aclaro la garganta, llevándome a los labios los nudillos por un segundo — También se sintió bien besarte, solo me tomó por sorpresa que decidieras repetirlo y pensé que sería incómodo si quedaba flotando entre nosotros. Somos amigos, ¿no? — dejo caer la mano, volviendo a alzar la taza, sobre la cual le sonrío de lado — A pesar de tu innegable atracción hacia mí — que sí, no puedo evitar lanzarle un beso burlón acompañado de un guiño que, para variar, acaba en risa.
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    No sé si halagador era la palabra que podía utilizar cuando a mi parecer, era Hero la que se llevaba el mérito por impulsar el cambio en mis creencias. Su situación, el que la volvieran una enemiga pública y la acusaran injustamente… Cuando pasas toda tu vida creyendo que todo es blanco o negro, el ver matices y descubrir que hay toda una escala de grises puede ser bastante shockeante. Bordeo las silla cargada de paquetes cuando baja los malvaviscos, y no dudo en colocar unos cuantos dentro de la taza que tengo más cerca. Me hago con una cucharita ni bien tengo la oportunidad y jugueteo con uno hasta que queda empapado de chocolate y puedo llevármelo a la boca. Es la contextura casi chiclosa que tiene lo que hace que me enfoque en masticar en lugar de responder con otra cosa además del revoleo de ojos que le regalo cuando busca imitarme.

    - Decir hormonas suena a que no tengo control sobre ellas, decir “adolescencia” suena más generalizado. - Algo así como una condición inevitable por la que todos debíamos pasar. Y no mentía. Para las hormonas no había escapatoria, para la otro al menos me quedaba el consuelo de la madurez si es que tenía suerte. - Espero que hable de la adolescencia, porque a nadie le gustaría que mande a todo el mundo a la mierda una vez al mes excusándome en las hormonas. - Que creía estar en mi derecho si quería hacerlo, pero no me gustaría mostrarme al mundo como alguien de humores cambiantes. Creo que es más seguro si me sigo justificando con la inhibición que viene de la ebriedad.

    Es su tono de voz lo que me hace bajar la taza cuando solo he tomado un sorbo, pero no esperaba que de todas las cosas que pudiera decir Jim, una disculpa fuera lo que eligiera en este momento. - Oh, que tierno. ¿Querías defenderme? - Me burlo para sacarle algo de seriedad al asunto luego de que él mismo me da el pie para hacerlo. - Ya, no me resulta incómodo ahora que puedo razonar como una persona coherente. Me prometí no tocar ese asunto y descartarlo como algo de ustedes. Creo que todos estábamos algo pasados de alcohol esa noche, pero supongo que gracias. - Me enojo de hombros y vuelvo a subir la taza a mis labios, probando nuevamente el líquido caliente que a decir verdad, está muy pero muy rico. - Dije que cuando no me sacas de quicio, cosa que en este momento no sería el caso. - Le aseguro al mirarlo por encima de la cerámica. - Pero sí. Somos amigos, Jim. Me atrevería a decir que buenos amigos incluso, o cuando menos, sinceros. Así que… - Tomo otro sorbo y dejo la taza sobre la mesa cuando siento la picazón propia del calor que emana al estar bastante caliente. - Nada de cosas incómodas en el medio. Fueron un par de besos nada más. Eso es normal, ¿no? - No tenía ningún ejemplo exacto porque incluso con Oli y Maeve la cosa era diferente, pero el punto se mantenía.

    - ¿Se supone que tengo que escupir mi palma y darte la mano para cerrar el trato, o algo así? - Dudaba que la gente hiciera eso jamás, pero lo había visto en un programa hace años, y siempre me había dado risa que los muchachos tuvieran tan poco respeto por la higiene personal - Porque si ese es el caso me temo que tendremos que replantear los términos de esta amistad. - Le aseguro con seriedad antes de usar la cuchara para llevarme otro malvavisco a la boca.
    M. Meerah Powell
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Lo único que puedo hacer es rodar los ojos hasta el punto en el cual se quedan en blanco, tratando de no empezar a reírme de ella — ¿Qué he hecho ahora para sacarte de quicio? — me es imposible no preguntar — ¿Hacerte chocolate, halagar tus diseños, decir que besas bien? Sí que eres complicada — por la manera que tengo de exagerar mi exasperación, es obvio que no estoy hablando en serio. Lo que puedo rescatar de todo esto es que me he ganado un título, de esa clase que pondría los pelos en punta de la mayoría de los muggles que he conocido durante mis años en el mercado. Hay muchas cosas que están mal en ser amigos con una bruja, en especial una de cuna de oro como Meerah Powell. Aún así, no me molesta estar dentro de una chaqueta que creó especialmente para mí y me pregunto, de verdad, si es tan malo. ¿Andrew opinaba todas esas cosas porque había tenido las experiencias erróneas? ¿Qué diría si pudiera contarle absolutamente todo lo que ha pasado? Es la duda de Meerah la que me distrae de la propia, menos mal que estaba bebiendo y de esa manera puedo disimularlo mejor — No lo sé. Jamás he tenido una amiga con la cual compartiera besos, pero no parece ser tan terrible. ¿No existe ese término de “amigos con derechos” o algo así? — que estoy seguro de que nosotros no entramos en esa categoría, pero creo que va a entender mi punto.

    Mastico uno de los malvaviscos, tratando de que no se me ande chorreando, así que me limpio con el dorso de la mano; menos mal, que apenas y he notado que estaba comenzando a tener un bigote de chocolate sobre los labios — Creo que nos podemos ahorrar la parte del escupitajo — pude haber crecido en un mercado, pero tengo mis límites — Si no tenemos absolutamente nada más que aclarar, me parece bien que demos por cerrado nuestro pacto de amistad a partir de ahora. Un chocolate caliente me parece mejor opción que un montón de moco — le enseño la taza, alzándola vagamente como si estuviera imitando el accionar de un brindis. Es bueno tener una idea de cómo continuar con esto, para variar. Si voy a tenerla en casa enseñándome de pintura, carpintería y fotografía, mejor poseer el panorama bien claro — Solo… — vacilo, midiéndola con un vistazo — La próxima vez que vayas a besar a un amigo, intenta ser clara al respecto. Tómalo como un pequeño consejo del viejo Jim — todavía me falta quedarme calvo y tener arrugas para apropiarme de ese apodo, pero ya qué.

    Tengo uno de esos lapsus en los cuales la mente se te queda en blanco y observas a una persona sin tener consciencia de estar haciéndolo, quizá un poco perdido en no saber qué más decir. Lo evidencio cuando desvío la mirada con algo de violencia y me digno a tomar asiento, cerrando las manos alrededor de la taza — Entonces… — tanteo, tengo que aclararme un poco la garganta — ¿Quieres enseñarme algo de pintura ahora? Ken puede esperar, el chocolate sigue caliente y siempre se puede adelantar un poco de trabajo.
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Ya no sé cuántas veces en la tarde voy a sorprenderme por las palabras que salgan de su boca, pero debía admitir que estas se llevaban el premio por lejos. Creo que se lo demuestro cuando le dedico una mirada de incredulidad por encima de la cerámica, y del único malvavisco que todavía sobresalía por sobre el borde de la taza. Yo acá tratando de no comparar la situación con lo que podían tener Oliver y Maeve, y él se encargaba de traer esa etiqueta como si fuese algo tan sencillo. - Existe, pero espero que no estés trayéndolo a colación como una propuesta. - ¿Amigos con derecho? ¿De verdad? Podía ser divertido besarlo, pero incluso ese término parecía acarrear detrás muchas cosas que no deberían para ser justamente un desligue de responsabilidades. - Luego soy yo la que da mensajes confusos. - Suelto un resoplido mientras niego con la cabeza, y hago todo lo posible para que la risa no me delate.

    Espero a masticar y tragar antes de agradecerle el no querer hacer algo tan asqueroso, sobre todo cuando menciona el “moco”. Que ya la saliva me parecía asquerosa, como para encima sumarle otro tipo de sustancia que… diaj. Y era estúpido pensar en eso cuando literalmente habíamos compartido saliva de otra forma, pero no viene al caso en estos momentos. - Amén - Es mi respuesta a su brindis cuando elevo la taza para imitarlo. O al menos lo es hasta que la llevo hacia atrás, casi a la altura de mi frente en lo que lo miro con completa incredulidad. - ¿Y qué se supone que diga? “Disculpa mi ebriedad, Jim. Pero tengo ganas de besarte, espero que sepas que no significa nada”. ¿Acaso no oyes lo ridículo que suena? - ¿Cómo se supone que deba ser clara al respecto? Además, él tampoco había sido precisamente esclarecedor cuando había devuelto el beso y… No. iba a dejar el tema morir ahí. De verdad, nada de pensar las cosas de más.

    Me siento algo incómoda cuando no sé qué más agregar al respecto, así que uso ese tiempo para dedicarlo a mi chocolatada caliente. Una que bebo más rápido de lo que debería y que me hace pensar que debería pedirle la receta. - ¿Quieres pintar algo en particular o llenar una hoja al azar con colores bonitos? Salen lindos patrones cuando uno juega con las acuarelas. - Tal vez la próxima me convenía encontrar mis viejos acrílicos. Me acerco mientras termino lo que queda en la taza, y sonrío cuando trato de quitarme los restos del chocolate de la comisura. - Si todo falla, podrías dedicarte a vender de estos. No creo que ni en Spellbucks tengan esta receta.
    M. Meerah Powell
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Creo que puedo sentir el chocolate irse a mi nariz cuando dice que algo que no tiene sentido alguno y tengo que tener cuidado de no morirme ahí mismo cuando me doy algunas palmadas en el pecho — No, no… — intento aclararme, que no tengo intenciones de ser confuso ni mucho menos — Yo no estaba proponiendo nada, solo decía… ya sabes, existen personas que sí… ¡Pero no nosotros! — ¿O es eso lo que quiere? ¿Por eso volvió a besarme, quería retomar aquello tan divertido que habíamos dejado inconcluso en la cocina de la fábrica? ¡No, no, eso no puede ser y a la vez tiene sentido! ¿Y yo soy el confuso? ¡Ella es la confusa! En lo que intento que no se me pase la bebida para otro lado con toda la gracia que soy capaz de poseer para que no parezca que me ha afectado, carraspeo un par de veces y hago una mueca — Es mejor eso que andar tratando de adivinarte. ¿Sabes lo complicado que es para mí seguirte el ritmo? Un día me odias, al otro me besas y luego dices que soy atractivo, pero que no significa nada, pero… ¡Bah! — que va a volverme loco, ahora entiendo cuando oigo a los chicos quejarse de las chicas.

    Debe ser por mi clara mezcla cerebral que asiento demasiado efusivo a poder ponernos a pintar, acerco el cuaderno en lo que acomodo mi silla así podemos hacer esto sin mancharme. Por si las dudas, dejo la taza y me quito la chaqueta, que lo último que necesito ahora es arruinarla — Creo que podemos empezar con los colores, no estoy seguro de ser capaz siquiera de dibujar una casa — acomodo su regalo contra el respaldo de mi asiento para que no acabe hecho una bola. Trueno los dedos y ya me estoy estirando para acercar los colores, su halago me toma por sorpresa y mis ojos se elevan hacia ella entre algunos mechones de pelo — Gracias — le sonrío — Celestine me enseñó a prepararlo. La hermana de Andrew — entonces recuerdo. Ella ha escuchado de él por mi culpa y luego lo ha visto morir en vivo y en directo. Apago un poco la mueca, aunque intento mantenerla para que no se note demasiado — Solíamos pasar mucho tiempo juntos, ella trabajaba en las cocinas de los Niniadis, así que me ayudó a aprender algunas cosas de cocina. Si te interesa, puedo pasarte la receta.

    No sé cómo funciona esto de las acuarelas, pero mis dedos rozan los colores más oscuros para poder decidirme por dónde iniciar — Lo que te dije sobre sentirme útil… — murmuro, aún pretendiendo estar centrado en mis acciones y no en mis palabras — Me gusta estar aquí, pero no siempre siento como que… encajo. Todos parecen tener bien en claro su papel y luego estoy yo, rebotando — sé que tiene sentido, a diferencia de muchos de ellos yo no he podido explorarme a mí mismo fuera de un ámbito diferente. Sage es el único que puede comprenderlo y él tiene a Hero, nuestras experiencias difieren un poco — Eres la única que no me hace sentir completamente fuera del cuadro — quizá porque ella tampoco encaja completamente en el suyo.
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - Entre odiarte y besarte pasaron muchas cosas en el medio. Perdón por ser una persona que puede madurar y dejar de ser tan obtusa. - Mi tono suena sarcástico, pero no por eso lo que digo es mentira. Ha pasado mucho en los casi dos años que llevamos de conocernos, y si bien no creo poder decir que soy una persona diferente a la de aquel entonces, sí puedo decir que mis ideales y mis motivaciones cambiaron. Lo suficiente para reconocer a un humano como un amigo pese a lo que podría significar si llegaban a descubrirme, lo suficiente para besarlo por considerarlo alguien decente en mis estándares. - No hay mucho que adivinar. Sí, me pareces atractivo, pero no, no creo que funcionemos en una relación cuando ninguno siente nada por el otro más allá de la amistad. Besos aparte. - Qué técnicamente hablando, ¿no es así como funcionaba lo de amigos con derechos? Ya no entiendo nada…

    Al menos puedo sentirme mucho más segura cuando se trataba de tener un pincel, un lápiz o una aguja entre los dedos, así que mientras él se encarga de acomodar su lugar de trabajo, yo tomo el recipiente plástico que había traído para poder mojar los pinceles y lo lleno en el lavabo. En casa directamente usaba  la varita, pero estando frente a él o Sage trataba de moderar el uso de la magia. A mí no me costaba, y no había una real diferencia entre caminar unos pasos o invocar un hechizo. - No hace falta que sepas dibujar para usar acuarelas. Puedes darte el lujo de jugar como quieras, incluso cuando al final no quede más que una mancha marrón y horrible. Lo importante al principio es jugar, no buscar la perfección. - Y que lo dijese yo cuando prácticamente era la reina del perfeccionismo, era mucho.

    Que nombre a Andrew y a una hermana que no sabía que existía me remueve algo por dentro, y me lleva al conflicto que se armó en casa hace unos meses. No se lo había dicho, y no sabía como se lo tomaría, pero creo que no estaría mal hacérselo saber. - Phoebe, mi tía… fue ella la que lo ayudó a entrar a la isla. Dijo que Andrew la había ayudado hace años, y bueno. - Apoyo el vaso cargado al costado de la mesa, y cierro las manos en el respaldo de la silla al no saber muy bien como seguir. - Hans nos prohibió verla un tiempo, pero no pude acatar su orden cuando mi haber no está precisamente limpio. Phoebe fue la que tuvo la vida más difícil, pero incluso con cómo terminaron las cosas supongo que tu amigo debió haber sido una buena persona si ella estuvo dispuesta arriesgarse en cierta forma por ayudarlo. - Espero que no crea que ella fue la culpable directa de su muerte, pero incluso aunque pudo haber generado una brecha en la familia, no podía no sentirme agradecida con alguien que de alguna manera había sido de ayuda para ella cuando lo necesitó. - Si es que quieres pasarle un mensaje a Celestine, creo que podré arreglármelas para hacerlo.

    Sacudo los pinceles en lo que él se decide, y casi que estoy por pedirle una hoja para ponerme yo a pintar a la par, pero cambio de opinión al no querer generar una comparación que no tendría ningún sentido. Termino por correr la silla y sentarme, no por hacer algo, sino porque lo necesito al no saber qué sentir con su comentario. - Puedo entender lo que dices. Antes eran Hans o Hero las personas que tenía como referencias en mi vida para sentirme, bueno… parte de algo. Pero entre todo el juego político y el tema de que ambos pelean por cosas diferentes… - Me encojo de hombros y trato de no mirarlo para no sentirme avergonzada. - Es irónico que sea contigo con quien pueda hablar de todo sin tener miedo a ninguna repercusión. Así que supongo que gracias por ayudarme a mantener los pies sobre la tierra. Tal vez no encajamos en ningún lado del todo, pero creo que no es tan malo el que nos ayudemos mutuamente a encontrar ese lugar. - Incluso aunque mi manera de ayudarlo sea con cosas tan tontas y pequeñas como unas cuántas acuarelas.
    M. Meerah Powell
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Prefiero no decir nada, lo único que atino a hacer es mover mis cejas y me muerdo la lengua para no hacer ningún comentario frente a sus palabras que me llenan de confusión. ¿O sea que le atraigo, pero no siente nada por mí? ¿Qué me está queriendo decir con eso, que quiere besarme sin compromisos? No, ya estoy entrando en el juego que suele utilizar Hero, no voy a ir con ese planteo y de seguro acabo haciendo el ridículo. La dejo ir y venir con algo de agua en lo que tomo sus indicaciones, me hago con un pincel y golpeteo mi mentón con su extremo — ¿Empiezo por cualquier lado? — lo que tiene sentido, porque no hay ningún dibujo y la hoja en blanco solamente me invita a mancharla. Me decido por el amarillo, con el cual remarco los bordes con sumo cuidado, que no tengo idea de cuánta presión le puedo poner al pincel y tampoco quiero manchar la mesa. Apenas y me doy cuenta, pero mi nariz casi se pega al papel.

    El pincel se detiene en una de las curvas cuando menciona algo que no me habría imaginado. Solo la escucho y uso la excusa de prestarle atención con mojar la punta de la brocha, empujando mi mejilla con la lengua por dentro — No lo sabía… — confieso. No voy a decir que lamento lo que ha pasado su tía porque no la conozco y, al fin de cuentas, ella sigue viva mientras que Drew murió en un charco de sangre ese día, así que sé quién es el que tiene mi simpatía — Era una buena persona. Tenía sus cosas, pero… Jamás me falló como amigo. Más bien… creo que fue al revés — porque fue mi culpa, ¿no? Yo lo arruiné, entré en pánico, tuve que declarar contra él. Respiro con fuerza y hundo el pincel en el color naranja, aunque en esta ocasión sí me atrevo a mirarla. Aunque sea un poco, le sonrío — Solo dile… que estoy bien. Y que espero verla pronto — es una petición muy vaga, lo sé, pero me conformo — La reconocerás fácil. Es bonita, trabaja en las cocinas y tiende a salir de compras al mercado los lunes a la mañana — no es como que la isla tenga a tantas personas con esa descripción.

    No me equivocaba al pensar que Meerah lo comprendería, pero no pensé que lo admitiría. Abro la boca y vuelvo a cerrarla, porque no puedo comprender la locura de mundos que debe tener dentro de ella en estos tiempos, cuando su familia le importa y sus caminos son tan opuestos que no pueden coexistir en un mismo espacio — Lamento que tengas que pasar por todo esto, si necesitas hablar sabes que estoy aquí. Crecer es una mierda, princesa. Tendría que habértelo dicho el día en el cual nos conocimos — cuando mi cabello estaba más corto y mugroso, cuando ella estaba más cachetona y su voz era más chillona. Mi mano se desliza por la mesa hasta llegar al extremo, pero no toma la suya. En su lugar, relamo nerviosamente mis labios antes de tomar su mentón con cuidado y así poder presionar los suyos. Es un tacto breve, dura solo unos segundos en los cuales creo contener el aliento y, cuando me separo, prenso mi boca al sonreírle vagamente y soltarla — Solo se sintió adecuado — me explico, acomodo mi postura en la silla y muevo el pincel para que me preste atención — Ahora… ¿Crees que deba hacer una escalera de colores o prefieres que los mezcle?
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - Si es tan buena persona como dices, dudo mucho que crea que le fallaste. - Podía entender la culpa del sobreviviente como un concepto y no por sentirla, pero pensar que un amigo se lleva un rencor así a su tumba… - Hay cosas que van más allá de lo que podamos o no controlar. Y sí, lo digo desde una casa perdida en territorio rebelde siendo la hija del ministro de justicia. - Yo sabía que incluso Hans no estaba de acuerdo con el Coliseo. Ni siquiera había hecho falta el ver su rostro en el palco aquella primera vez como para saber eso. Mi padre no era una persona cruel, y eso es lo que hacía mucho más difícil el estar mintiéndole como lo estaba haciendo. O no mentirle, pero sí ocultarle algo que se había vuelto tan importante en mi vida como podía serlo mi familia en sí misma. - No creo que sea muy difícil contactarla entonces… ¿Crees que a ella le gustaría vivir aquí? - Un lugar en el que los esclavos no tenían que serlo debería sonar tentador para todos aquellos que todavía trabajaban bajo el mandato de sus amos, ¿no?

    - ¿No te planteaste nunca el ser psicólogo? - Trato de aligerar la situación medio bromeando y medio no. - No te digo psicopedagogo porque no creo que a ningún niño se le tenga que decir tan en claro lo que les espera. Pero no se te da mal eso de escuchar a la gente y dar buenos consejos. - Si además de eso lo acompañaba de algún postre o de la chocolatada que había preparado creo que tendría bastante éxito. Claro que no sabía qué tanto le serviría con el resto esto de los besos esporádicos, pero como recomendación, en mi caso no resultaba demasiado esclarecedor o terapeútico. Todo lo contrario, incluso aunque puedo ver venir la acción gracias al cuidado que toma, cuando se aleja me deja ¿nerviosa? o tal vez ansiosa.

    Me molesta que casi no le afecte lo que acaba de hacer, y por momentos creo entender de dónde sale su confusión con respecto a la otra noche cuando fui yo la que lo besó de improviso. Bien, tal vez eso de no sentir nada no era del todo cierto si me dejaba tan confundida, pero no era algo que fuera a decirle. - La escalera de colores suele ser mejor para poder ver realmente qué tonalidades son las que adquieren las acuarelas al pintar. En la paleta siempre parecen más oscuras y… - Respondo por inercia, porque es fácil hablar sobre lo conocido en lugar de andar pensando en un beso en el que claramente estoy pensando. Bien… No, no estaba bien. ¿Cómo? Acabo por pararme, demasiado inquieta como para quedarme sentada y me acerco el paso que dista entre las dos sillas. Aprovecho la diferencia de alturas y trato de hablar con mucha más seguridad de la que siento. - Disculpa mi no ebriedad, James, pero tengo ganas de besarte o al menos creo que es se sentiría “adecuado” - Trata de ser una burla y una advertencia en partes iguales, pero no puede decirme que estoy en falta cuando me acerco y, apoyando mis dedos sobre su mandíbula, soy yo la que busca besarlo.
    M. Meerah Powell
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    ¿No necesitas una carrera universitaria para dedicarte a eso? — pregunto, tratando de tomármelo con gracia — Un paso a la vez. Las pinturas pueden funcionar por el momento — que ni siquiera he empezado la escuela y la última vez que asistí a una institución educativa fue cuando iba a jardín de infantes, así que podemos ahorrarnos las dudas sobre una profesión tan complicada hasta que tenga ordenadas otras dudas. ¿Y si es verdad? Podría ir por ahí haciéndome el importante, diciendo que me llamen “doctor Byrne” y abriendo mi propio consultorio. Ya, ya estoy delirando y yo fui el primero en decir que no tenía que dejarme llevar por ideas extrañas. Supongo que, de momento, vamos a quedarnos con lo que tenemos.

    No sé cómo consigo quedarme tan tranquilo, incluso cuando todavía tengo la sensación de su boca de una manera mucho más clara de la que recuerdo, gracias a la ausencia de alcohol. Hacer estas cosas sin tener de dónde aferrarme debería producirme cierto pánico pero, en su lugar, me hace dar cuenta de que no deberíamos haber complicado tanto las cosas. Un beso es un beso, no es tan terrible como todo el mundo lo hace parecer. En mi paz mental consigo tomar su consejo, ya estoy asintiendo para ponerme manos a la obra cuando me percato de su movimiento y tengo que alzar los ojos para poder encontrarme con los suyos — ¿Estás…? — se me pierde la duda en su boca, que su beso no es algo que hubiera esperado de no haber sido advertido. La razón me dice que debería ser cuidadoso, que meterla en problemas es un factor de riesgo con el cual no podemos jugar. Un beso casto no daña a nadie, recrear lo que sucedió en esa cocina es un tema totalmente diferente.

    Obvio que la razón no está muy presente, sino no estaríamos haciendo esto, para variar. Dejo caer el pincel sobre la mesa y mis manos se cierran en su cintura, que es demasiado delgada y pequeña como para que mis dedos puedan acercarla a mí en lo que estiro mi cuello. Mis labios la besan una, dos, tres veces, en toques breves que se acaban profundizando en cuanto demando su contacto con mi boca, sintiéndome suspirar. Con mi agarre, ayudo a que su cuerpo se apoye en mí, acoplándonos hasta que necesito respirar — Meerah… — murmuro, parpadeo para poder verla a pesar de la corta distancia, que no acabamos por separarnos del todo. Le sonrío con gracia, paseando mis ojos por su rostro — De esto sí que no deberíamos decirle a nadie. No hay testigos que puedan acusarnos — que lo último que necesito ahora son chismosos buscando hacerme sentir culpable, cuando sé muy bien que… — Esto está terriblemente mal — y debería volver a la pintura, pero en su lugar regreso a sus labios, hundo una de las manos en su cabello para poder jugar en su boca. Es diferente hacer esto a conciencia, cuando sé muy bien que es mi mano libre la que tira de ella para que se acerque, buscando la comodidad que nos puede regalar la silla y que mi cuello va a agradecer. No obstante, mis dedos sueltan su pelo y se deslizan hasta colocarse entre nuestros labios, acariciando los suyos — No quiero ocasionar problemas ni que creas que... — le recuerdo con sinceridad — Es solo esto — que sé que es un capricho que los dos aceptamos, pero tampoco sé muy bien cómo llegamos aquí.
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    ¿Estoy…? Loca probablemente. Total y completamente falta de razón si quería ser un poco más específica. Parecía chiste que hace no muchos minutos estuviésemos cuestionando el por qué de un beso, las confusiones que eso podía o no acarrear, y el cómo ninguno sentía nada por el otro. No dijimos nada de ponerle un fin a este tipo de contacto, pero creía que era una especie de acuerdo tácito cuando, al aclarar nuestra amistad, especificamos que el “con beneficios” debía quedar afuera. No me consideraba una experta ni nada por el estilo, pero creía que esto era un claro beneficio al que le estaba sacando provecho. Sobre todo porque si no no sabía explicar cuál era la razón por la cual se sentía cálido por dentro y no solo en dónde sus manos se aferraban a mi cintura, atrayéndome hasta el punto en que creía que casi todo mi peso se encontraba recargado sobre su torso. Debe molestarle en algún momento, porque en medio de sus besos acabo sobre su regazo y, mientras mis brazos se enroscan detrás de su cuello, puedo recordar sus facciones oscurecidas por la poca luz que tenía aquella vieja cocina.

    Era distinto poder saborear sus labios, con intención y no simplemente por impulso, y descubrir que la acción en sí misma es incluso más satisfactoria que cuando estaba bajo la influencia del alcohol. Más aún cuando todavía sabe al chocolate que preparó y si no acabo pidiéndole la receta a él, definitivamente se la pediré a Celestine cuando entregue su mensaje. Escuchar mi nombre me desconcierta hasta el punto en que debo abrir los ojos para poder enfocarlo, lo cual era divertido si consideraba que no recordaba haberlos cerrado. - ¿Cuántas veces vamos diciendo ya que nadie se debe enterar de esto? - Lo que sea que fuera esto. - Porque no diría que esto se sienta mal, pero sí que al parecer somos terribles al guardar secretos. ¿Es un secreto? - Que lo fuera sonaba a que había más detrás de los besos de lo que realmente debería haber, pero no le presto demasiada atención a mi hilo de pensamiento porque su boca vuelve a reclamar la mía y me desconcentra. Al menos puedo recordar que esta es una de las pocas veces en las que puedo admirar su cabello sin tener ninguna réplica al respecto así que acabo imitando su gesto cuando dejo que una de mis manos se enrede con sus rizos. Y creo que la fascinación con ellos debe ser de familia, porque incluso el dejar que mis uñas acaricien su cuero cabelludo se sentía bastante agradable.

    - ¿Problemas? Recién dijiste que no le diríamos a nadie, así que a menos que Hero haya aprendido a aparecerse desde la última vez que la ví… - Me encojo de hombros y sigo jugueteando con los cabellos sueltos que caen por su nuca, esperando que sepa que lo de la vincha es una broma y que no tiene por qué usarla. - ¿Me quieres convencer a mí, o a tí? Dijimos que no había confusión de nada, ¿no? - Porque no iba a buscar nombres ni etiquetas ni nada que ninguno quería, en especial porque esto era algo que se sentía bien y punto. - No hice escándalo por nada estando ebria, mucho menos lo haré estando sobria. - Y me siento tentada a decirle que “shhh” pero encuentro más efectivo el hacer a un lado su mano con mi rostro y volver a inclinarme para capturar su boca nuevamente, atreviéndome a mordisquear con suavidad su labio inferior antes de profundizar el beso. ¿Era muy malo de mi parte el pedir que por favor Hero no se apareciera en ese instante?
    M. Meerah Powell
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Debería ser un secreto, no veo por qué deberíamos ir a contárselo al resto cuando está claro que no necesitan saber de nuestra intimidad o lo que sea. Dudo mucho, tanto que no llego a contestar más que con un movimiento indefinido de los hombros en lo que me dejo ser, que ella no parece poner reproche alguno a la manera en la cual nos acercamos, hasta parece demasiado entretenida con la tarea de hacer mi cabello un enorme enredo que no quiero ni mirar en un espejo en un ratito. Poder hablar es un milagro, que siento que tengo que controlar el modo en el cual respiro y me encuentro a mí mismo mordisqueando mi boca, cerrando por un momento los ojos en un claro gesto de que estoy tratando de aclararme la cabeza — Ya sabes, la clase de problemas que podría causarte hacer esto y no tener excusa — intento tomarlo con gracia, incluso cuando hay una preocupación real — Yo… A ninguno. No necesito convencerme de nada, sé que está mal — y eso lo vuelve un poco más emocionante, deberían premiarme por masoquista. Debe ser por esto que todo el mundo rompe las reglas con tanta facilidad, es como correr una maratón ilegal.

    No quise decir… — creo que no tiene intenciones de escucharme, puedo decir que me da igual cuando se permite el morder mi boca de una forma que no me esperaba y correspondo, tirando con cuidado de su labio inferior. Perder la sensatez con facilidad es lo que me prohíbe de apartarla, su lengua se adapta bien a la mía, me hace dudar de poder regresar mi concentración a las pinturas que son tan fáciles de olvidar. Mi boca roza la suya, se entreabre para respirar con fuerza y me recuerdo, una vez más, que estoy en la sala de mi casa con Meerah Powell. Controlo las manos al ponerlas contra sus mejillas, la efusión del beso se va reduciendo hasta que sonrío contra sus labios, sintiendo el calor que presiona la boca de mi estómago. Solo nos estamos divirtiendo, eso es todo, pero no soy quien para sobrepasarme con ella — Tienes que decirme si te sientes incómoda — susurro, poner normas me parece importante si nos vamos a dejar llevar por caprichos físicos y nada cuerdos — No tenemos por qué arruinarlo.

    Aparto las manos, las dejo caer por sus brazos en una caricia vaga. El contacto visual no dura mucho, ladeo la cabeza para ser capaz de dejar un beso ligero en la curva de su cuello. Si me demoro en repetir la acción, es porque mido su reacción antes de volver a hacerlo con mucho cuidado — Lo decidí. No quiero que nadie se entere de esto y es de verdad esta vez — afirmo. Inclino la cabeza hacia el otro lado, rozando el otro extremo de su cuello — Quiero que sea algo nuestro. Y que si queremos interrumpir nuestras clases… sea cosa nuestra — porque está más que claro que tenemos un pequeño problema. Con un mordisco cariñoso, me separo de ella y echo la cabeza hacia atrás para poder mirarla. Es un vistazo que se permite analizarla, puedo centrarme en sus labios que parecen brillosos e hinchados, hasta que me río por lo bajo. Ni siquiera creo que ella pueda escucharme como corresponde — ¿Por qué todo es un enorme semáforo en rojo y nosotros pisamos el acelerador? — es una excelente duda y creo que ninguno tiene la respuesta.
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - ¿Excusa? A estas alturas debería pensar unas cuantas solo por el hecho de estar aquí. - Si miraba la lista de enemigos públicos, todas las ocasiones en las que no los había delatado ni entregado, el haberlos ayudado de manera explícita en alguna una ocasión, ¡le estaba por regalar a Kendrick Black un traje para que use en sus apariciones televisivas! - Creo que “esto” en sí mismo es el menor de mis problemas. - O no el menor, pero ¿qué le hacía una mancha más al tigre? Ya no sabía qué cantidad de decretos estaba rompiendo, o cuál tendría más peso en mi condena en caso de ser descubierta. ¿Estaba mal? seguro. Pero ya me había prometido a mi misma el no dejarlos de lado. No cuando había encontrado amigos y gente que podía hacerme entender que el mundo no era tan blanco y negro como yo creía. Gente que ayudaba a los que yo quería y que mal que mal tenía un ideal en el que podría llegar a creer.

    No sé qué responderle a lo de estar incómoda, porque no es un pensamiento que se me haya pasado por la cabeza. No cuando dentro de todo lo mal que podía estar me sentía, a decir verdad, bastante bien. Ya había dicho que besarlo era entretenido y la adrenalina que acompañaba a todo, junto con la suavidad que no esperaba pero había aprendido a aceptar de él… O tal vez no aceptar, pero olvido lo que se supone que debo responder cuando un nuevo beso, esta vez sobre mi cuello, me hace estremecer y soltar un suspiro que me obliga a mirarlo expectante. Repite la acción, y si me contengo al momento de corresponder es porque me concentro en tratar de escuchar lo que tiene para decir. No es sencillo cuando reparte caricias que son nuevas y me distraen, pero lo logro. Al menos lo suficiente como para haber entendido sus palabras.

    Lo siguiente que hago no es digno de la señorita que se que soy, pero me incorporo por unos segundos solo para volver a sentarme en su regazo, esta vez con una pierna a cada lado de su cintura y mis antebrazos usando sus hombros de apoyo. Sé que no me caería al tener la mesa detrás haciéndome de sostén, pero a decir verdad no sabía qué más hacer con ellos en lo que busco encontrar las palabras adecuadas. - Me gusta eso de que sea algo nuestro y de nadie más. - Aseguro mientras entrecruzo mis manos por detrás de su nuca hasta llegar a juguetear con mi muñeca contraria. - Y prometo no decirle a nadie siempre y cuando no tratemos nosotros mismos de complicarlo cuando ya aclaramos más veces de las que no, que no debería haber ningún tipo de confusión. - Incluso aunque en otro momento me habría parecido risible de solo pensarlo, valoraba más su amistad que lo mucho que pudiese disfrutar este tipo de contacto entre los dos. No quería que se repitiera el extraño trato que se había dado con mi llegada solo por… bueno, esto. - No me haces sentir incómoda ni creo que podamos arruinarlo de ninguna forma si es que te sirve de algo. - Recuerdo aclararle antes de estirarme para buscar su boca en un beso rápido. - Ya con lo del semáforo no sé qué decirte. Supongo que de momento la calle parece lo suficientemente desierta como para tomar ese riesgo, ¿no? - Y le sonrío antes de acercarme tentativa a su cuello para poder primero depositar un beso allí donde se siente su pulso, y luego un mordisco que espero se sienta igual de bien que lo que a mí me había parecido. - ¿Vale preguntar si no soy yo la que te incomoda a tí? - Le consulto medio en broma antes de dirigirme al otro lado de su cuello para buscar otro pequeño sector con el cual entretenerme.
    M. Meerah Powell
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    De entre todas las cosas que podría haber sospechado de Meerah, que se acomode de esa manera sobre mí no es una de ellas. ¿De verdad estamos teniendo esta conversación? ¿Estamos poniendo pautas sobre algo que ninguno de los dos estaba en verdad considerando hace unos minutos? — Honestidad bruta al cien por ciento. Me parece bien — que no debería ser tan complicado, las personas hacen estas cosas todo el tiempo y no siempre termina mal. Si nadie se entera, podremos despojarnos de cualquier tipo de drama que los demás han intentado colar con sus preguntas y suposiciones, cuando nosotros solamente seguimos nuestro camino hasta terminar en esta silla. Si lo pienso, nosotros jamás hemos hecho nada malo, ni siquiera éramos los que iniciaban las peleas y los rumores. ¿Ven por qué es mejor dejar las cosas entre dos?

    Me quedo con su falta de incomodidad, con el convencimiento de que esto no es un error incluso cuando hay momentos en los cuales que se siente como uno. Debe ser eso lo que lo vuelve un poco más entretenido, como la pizca de pimienta que sacude el sabor de las cosas. No creí encontrarme con Meerah Powell robándome besos furtivos entre palabras como si fuese lo más común de la existencia, mientras que mis dedos se acomodan en sus muslos para asegurarme de que estamos cerca, cuando mi naturaleza me dice que lo mejor que podría hacer ahora mismo es empujarla lejos — Oh… ¿Así que eso es lo que hacen las princesas cuando no hay testigos cerca? — me mofo con un murmullo juguetón, no llego a respirar como se debe por culpa del cosquilleo que produce su aliento en mi cuello y me encuentro suspirando sin disimulo frente al contacto de sus dientes. Está jugando sucio, cierro mis puños y presiono algo de su ropa entre los dedos. Su pregunta hasta se siente como un golpe salido de la nada y que me obliga a caer en la realidad.

    Me tomo un momento en contestar. Tomo algo de aire y rozo la punta de mi nariz por su hombro, paseo por la curva de su cuello y siento un cosquilleo al llegar a su melena corta, suave. Cuando dejo salir el aire, lo hago cerca de su oreja — No es incomodidad — susurro. Jugueteo con un beso detrás de su oído y regreso el mordisco, marcando la mitad de su cuello con cuidado — Pero me cuesta desprenderme de la imagen con la que te he conocido, el aceptar que estás creciendo y que ya no eres irritante. Con todo lo que sé de ti… trato de empujar a un lado muchas cosas y, al mismo tiempo, me convenzo de que no me tengo que dejar llevar — no sé si lo entiende, pero acordamos que seríamos honestos. Mis besos se vuelven un poco más demandantes al presionar su piel, estiro los dedos que trepan por sus piernas hasta abrazarla por la cintura, somos lo suficientemente delgados como para que un abrazo sea fácil de volverse estrecho. Mi nariz marca el camino antes que mi boca al subir por su cuello, hasta dejar un beso sobre su mentón y luego, dejar uno pequeño en sus labios — Hay algo en ti que es tentador para mí y no sé qué es, pero durante toda mi vida me enseñaron que algo como esto es lo peor que podría hacer. ¿Tiene sentido para ti? — debería, a ella también le inculcaron cosas parecidas pero a la inversa. Sonrío, riéndome más que nada de mí mismo — Ya, sé que estoy hablando demasiado, pero ya conoces el dicho: mejor afuera que adentro.
    James G. Byrne
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Nunca pensé que un contacto tan sencillo como podía serlo el de sus palmas contra mis muslos fuera algo que podría generarme cualquier cosa. Pero aquí estaba, sentada en el regazo de Jim, dedicándome a degustar su piel mientras trataba de no mostrar lo mucho que disfrutaba de su tacto. Es cuando sus puños se aferran a la tela en lugar de a mis piernas que puedo sentir otra sensación de satisfacción, diferente porque lo canto como una pequeña victoria en esto tan desconocido que de momento solo podía explorar con él. - No sabría decírtelo, pero no me molestaría que esto fuera algo habitual cuando no haya testigos cerca. - Si él podía provocarme, yo no tendría inconvenientes en hacer lo mismo. Además de qué no estaba mintiendo, así que solo para que no lo dude, pongo un poco más de empeño en mi tarea, dejando un camino de besos que llega hasta su clavícula antes de volver a subir.

    Me sonrío de manera inconsciente cuando dice que no soy irritante, y aunque me cuesta enfocarlo cuando él busca refugio detrás de mi oído, o en mi cuello, puedo entender lo que dice. Si no le contesto de inmediato es porque me sorprende al tironear de mi cuerpo hacia sí, logrando que mi pecho se pegue contra el suyo y generando que la diferencia de alturas se acorte incluso más que antes. Lo agradezco, me gusta poder mirarlo a los ojos y no solo a su mentón, así que refuerzo su intento de cercanía al cerrar un poco más mis brazos en torno a su cuello. No es suficiente, así que en lugar de dejar mis piernas colgando a su alrededor, tambien las junto hasta poder encerrar su cadera, aprovechando que el diseño de la silla me permite enganchar el empeine de mis pies por detrás de las patas. - Puedo entender lo que dices, porque pienso que en mi caso fue igual, pero al revés. - Eso no soaba muy bien, pero era lo que había sucedido. - Cuando me conociste era una niña insoportable a la que le habían enseñado que los humanos eran criaturas despreciables que debían agradecer que les dejemos estar en nuestra presencia. - No me gusta estar relatando esto, sobre todo porque me hace estremecer por razones muy diferentes a las de segundos atrás. - Por alguna razón me suena a que eso fue una vida atrás e incluso aunque todavía esté confusa en torno a muchas cosas, decidí dejar de ser un loro que repite sin tener ideas propias.

    Cuando vuelvo a besarlo no siento la necesidad de profundizar el beso y prefiero demorar unos segundos en juguetear con sus labios, mordisqueando con suavidad uno de ellos antes de soltarlo. - Yo creo saber que es lo que me tienta de tí. Creo que tiene que ver con el hecho de que no te importa cuestionar cada cosa que hago o digo y lo haces sin la necesidad de imponerte sobre mí. - Incluso al permitirme besarlo era tentativo y siempre se aseguraba de que todo fuese una elección consciente, que hacía sabiendo los riesgos. - Eres una especie de desafío al poder ser siempre sincero, y puede que eso sea más atractivo que tu mandíbula incluso. - Lo último es una broma, pero es una que me permite mordisquear allí mismo donde nombro antes de soltar una risita. - Creo que hay muchas cosas peores que esto en la vida como para andar cuestionando que tan mal puede ser el pasarla bien con alguien en quien puedes confiar.
    M. Meerah Powell
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    James G. Byrne
    Fugitivo
    Recuerdo muy bien a la niña que me describe, se siente demasiado lejano y a la vez, me gusta pensar que el tiempo no pasó tan rápido como para que terminemos de esta manera. Me siento demasiado viejo para ella y, a su vez, no me cuesta encontrarme a la par que sus pensamientos cuando se trata de compartir nuestros acuerdos y desacuerdos. Es imposible no sentirse atrapado por el modo que tiene de pegarse a mí incluso con sus piernas, creo que hay algo en mi cabeza que está latiendo y no tiene nada que ver con mis pulsaciones, sino con esa corriente eléctrica que tengo que dejar pasar para no sentir que soy un desastre — Menos mal — dejo caer — Sé que yo no era tu persona favorita, pero daban ganas de meterte uno de los bollos de Sage en la boca para que la cierres de una vez — hasta me permito reír por lo bajo, que burlarnos del pasado es la mejor manera de aceptar que ahora mismo nos estamos enroscando con demasiado ímpetu, incluso cuando el mundo no cambió tanto como nos gustaría. Yo sigo siendo un esclavo fugado, ella continúa siendo la hija perfecta de un ministro pulcro. Aún así, no quiero que se aleje, no por ahora, que ya será momento de volver a marcar un límite como ocurrió en la cocina.

    ¿Ah, sí? — es lo único que atino a decir, arqueamiento de ceja incluido, que tengo que callarme para que ella me dé esas mordidas que, por un momento, me desconcentran — ¿Estás queriendo decir que lo que te atrae de mí es lo que te disgustaba en primer lugar? Eres una revelación, princesa. Tendrías que hablarlo con tu terapeuta. Ya sabes, uno real y no en el cual terminas sentada en lugar de utilizar un diván, como las personas normales — obvio que me estoy mofando, nada de esto tiene mucho de normalidad. Levanto un poco el mentón en vista de que ella busca morder mi mandíbula, clavo los ojos en la lámpara del techo y contengo el aire. Un momento, luego otro, suspiro — Entonces no hay mucho más que hablar — murmuro — Solo pensamos demasiado cuando, en realidad, no hay nada en lo que pensar — porque lo que hacemos nace por instinto, no por medio de las neuronas; es obvio que éstas dejaron de funcionar hace un buen rato.

    Es por eso que muevo mi rostro con intenciones de interrumpir el recorrido del suyo, tengo una necesidad renovada de que mi boca se tropiece con la suya y me encuentro con que hablar es solo una excusa para frenar lo que acabará sucediendo de todas formas. Siendo honesto en mi poca experiencia con el mundo real, jamás había besado a alguien de esta manera. Ella fue mi primera experiencia en una fiesta y estaba ebrio, lo que sucedió en el mercado era todo mucho más distante y furtivo. Nunca había tenido la oportunidad de que mi pecho se presione contra otro con tanta efusión, consciente de cómo respiramos a la par. Podemos tener varias diferencias, pero es fácil olvidarlas cuando nos encontramos en un terreno en el cual los dos nos estamos descubriendo, reconociendo que somos humanos a pesar de todo. Los besos son descuidados, de esos que se sienten atolondrados, acompañados de las manos que buscan su rostro, sus hombros y su cintura. Me siento suspirar y estremecer, estrechándome a ella como si la vida se me fuera en ello, como si tuviera que respirar de su aliento y no al revés, que se está quedando con todo el que me pertenece al tratar de capturar el aire. Que si vamos a usar los minutos que tenemos a solas, no voy a despedirlos hablando. Cuando somos solo nosotros, las cosas son más simples.
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