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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    Tres días. Tan solo han transcurrido tres días.

    El Capitolio se ve muy similar a aquellas épocas en las cuales lo observaba desde la terraza del Centro de Entrenamientos. Desde las alturas, los edificios parecen los mismos y el aire carga con un extraño sentimiento de deja vú. El departamento que nos fue otorgado hasta luce como aquellos, demasiado blanco y minimalista para mi gusto. Es temprano en la mañana, pero llevo despierto desde mucho antes que el despertador hiciera ruido. Hasta he intentado ahogarme en la ducha, sin éxito por supuesto. Al secarme, toqueteo la muñeca, allí donde nos han colocado un chip de rastreo. Hay encantamientos en esta vivienda que nos mantienen controlados, que nos prohíben el huir o recibir mensajes provenientes de la red del distrito nueve. Estamos aislados, en una cápsula que ellos llaman compasión y yo lo veo como una prisión camuflada de libertad. Me han hecho tantos estudios que sospecho que deben poseer cada gramo de información que mi cuerpo puede darles. Y sobre Ava… Pues aún no tengo bien en claro qué es lo que pretende Aminoff con ella. La llevarán de tanto en tanto al ministerio… ¿Para qué?

    Siendo sincero, no hemos hablado mucho. Nos encerramos en nosotros mismos, las puertas de nuestros dormitorios esconden más que palabras y estoy seguro de que, en algún lado de su cuerpo, ella me odia por lo que he hecho. No quise preguntarle lo que ha pasado en esa celda durante todo este tiempo, pero puedo imaginarlo y prefiero que solo quede en una idea, porque de tener alguna confirmación me sentiría descompuesto. Ni siquiera se dignaron a curarla, le dieron algo de ropa y nos trajeron aquí, eso es todo. Si yo soy una paria, ella está en un nivel incluso más bajo. No sé cómo hablar con una persona que ha tocado fondo, me siento el menos indicado para ser de ayuda en un momento como este. Si tan solo pudiéramos hablar con los demás… y no obstante, estamos tan alejados que me siento a universos de distancia, se sienten tan poco reales que sospecho que hemos estado en este caparazón perfecto por más tiempo del real.

    La imagen que me devuelve el espejo me llena de vergüenza. Me hace pensar en lo que habría sido Benedict Franco de no haber caído jamás los Black, de seguir siendo una figura televisiva cargada de dinero. No me han dejado demasiadas elecciones y la indicación de Aminoff sobre mi primer día en el Ministerio fue clara: presentable. Lo suficiente como para llenar un montón de papeles, hablar con mis superiores y darme por entendido de cómo será mi trabajo de hoy en más. Quizá una charla pública, de paso. Algo que me califique como una persona que apoya a este gobierno, a pesar de haberse cagado en mi gente. Ah pero claro, si Magnar Aminoff ha perdonado a alguien como yo y lo ha insertado de nuevo en la sociedad… basura. Pura mierda.

    Decido que no puedo mirarme ni un segundo más, acomodo el cuello de la camisa y salgo al pasillo. Como he dicho, despertarme tan temprano hace que me percate de que aún faltan unas horas para el horario de ingreso y, para mi horror, Ava ha decidido madrugar también. Es eso o no puede dormir, da igual, no tenemos a nadie aquí que haya podido encender la cafetera por nosotros así que asumo que es ella. Me detengo un momento, no muy seguro de querer darle esta imagen. Me resigno a que tendrá que verla de todas formas y doy los pasos que me hacen aparecer en la cocina, asomándome por encima del desayunador. Tendrá que ser como sacar una bandita — ¿Qué haces arriba tan temprano? — pregunto sin poder contenerme. Mi voz suena extraña, delata que no la he utilizado demasiado en los últimos días — Deberías volver a la cama. No te culparía si decides dormir toda la semana — o, al menos, hasta que pidan por ella. Bordeo el mueble, estirando las manos hacia los costados — ¿Y bien? ¿Qué opinas? Parece que en el ministerio mi ropa era un poco ofensiva y han decidido que debo parecerme a ellos — que lo intenten.
    Benedict D. Franco
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    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    No puedo evitar sobresaltarme cuando siento como se abre la puerta de la habitación y tengo que aferrarme con los dedos a la mesada para recordarme que ya no estoy dentro de la celda. Es un poco difícil con todo lo blanco que me rodea, pero trato de enfocarme en las pequeñas cosas que difieren, como el sonido de los pasos familiares, o el aroma del café intenso que comienza a llenar la cocina. Es estúpido, me da ganas de llorar el pensar que necesito de algo tan tonto como el café para volverme a la realidad, pero es un consuelo en sí mismo el no oler el hierro de la sangre mezclado con la podredumbre acumulada de días, de meses…  No importaba cuantas horas pasara debajo de la ducha, casi quemando mi piel con el agua caliente y logrando que las heridas se vuelvan a abrir al restregarlas con la esponja, simplemente había sensaciones que no lograba hacer desaparecer.

    Suspiro con fuerza cuando puedo volver nuevamente a la cocina y no es hasta que levanto la vista que puedo encontrarme con la mirada de Ben a pocos pasos de mí. Y no sé qué pensar, porque verlo no deja de darme culpa, alivio y resentimiento a partes iguales, pero en esta ocasión, cuando noto lo que está vistiendo… Bien, podía decir que la vieja Ava no estaba tan escondida y enterrada como pensaba, pero no es un consuelo si tenía en cuenta las razones por las cuales Ben, de todas las personas en el mundo, estaba usando un traje.

    Me distraigo, o más bien vuelvo en sí, cuando me pregunta qué hago arriba tan temprano, y como respuesta inmediata lo único que puedo hacer es fruncir los labios. Es cuando insiste con una sugerencia estúpida que mi humor se dispara y si no lo mando a la mierda es por el simple hecho de que sé que es mi silencio el que lo tiene en ascuas. - No estoy pudiendo dormir. - Mi voz suena seca y rasposa, hasta el punto en el que molesta contra mi garganta. ¿Es por no haber prácticamente hablado, o por las cantidad de veces que acabo llorando en el baño o en mi cuarto? No lo sabía, así que vuelvo la vista hasta la encimera y saco una segunda taza de la alacena cuando lo escucho dar la vuelta para entrar en la cocina.

    - ¿Parecerte a ellos? - Se me escapa una risa seca que se parece más a un resoplido y acabo por mirarlo de arriba a abajo, esta vez tratando de no mostrarme tan cínica al respecto. - En otro momento, habría hechos muchos comentarios sobre ese traje y cómo quedaría mejor en otros lugares, pero espero que entiendas que no me encuentro del mejor de los humores… - No cuando su vestimenta parecía ser el sello al final de la página que lo declaraba como pertenencia del gobierno, justo debajo de la firma que le habían obligado a poner casi que con sangre a cambio de mi vida. No quiero llorar de nuevo, así que giro mi vista hasta la cafetera y quito la jarra para servir el café que prácticamente está hirviendo. - Te ves bien, de verdad. - Pero no era él.
    Ava E. Ballard
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    No puedo culparla, no seré la persona que la fuerce a hablar cuando sé muy bien lo que es necesitar un espacio y un tiempo para sanar. Solo asiento, le cedo su oportunidad de ser la persona con insomnio que será hasta que pueda sentirse en paz consigo misma, si es que alguna vez lo consigue. Mi lugar ahora mismo es el de acompañante, nada más. Me siento un poco sucio cuando lo señala de esa manera, intento que no me afecte como debería y lo tomo con la naturalidad que soy capaz de poseer. Me acerco con unos pocos pasos hasta abrir la nevera, buscando la leche. Es desagradable el ver que se han preocupado por mantenernos conformes con las necesidades básicas, cuando aquí todos sabemos que es su manera de demostrarnos que seguimos debiéndoles absolutamente todo — Se aprecia la sutileza — intento tomarme esto con el humor que ninguno siente, que conozco muy bien los comentarios de Ava y tampoco estoy seguro de sentirme cómodo con ellos. Ha sido una semana complicada, hay cientos de cosas que me duelen, incluso más allá de haber dejado el nueve para terminar de esta manera.

    Me giro con la leche en la mano, tengo que adelantarme para apoyar mis dedos suavemente sobre su muñeca para que el café no desborde la taza y así poder rellenar lo que queda — Gracias — es lo único que puedo decir con respecto a su elogio, estoy seguro de que ella comprende muy bien que no está en mí el querer la aprobación del gobierno, sino el hacer las cosas como debo hacerlo para ahorrarnos problemas hasta que encontremos alguna solución. Me encargo en mezclar la leche con el café y le ofrezco un poco dándole un golpecito a la botella blanca con uno de mis dedos — Se supone que estaré libre para las seis, así que podemos… bueno, pensaba que podríamos hacer algo juntos. ¿Quieres preparar una lista de películas? — resoplo, que sé muy bien cómo debe sonar. Buscar el azúcar me da la excusa de tener que estar pendiente de su rostro — Sé que suena como algo completamente estúpido, pero creo que es mejor distraerse con algo, aunque sea una noche. No voy a forzarte si no quieres — lo cual tendría todo el sentido del mundo.

    Me apoyo contra el desayunador para poder comenzar a beber el café, que se siente demasiado fino para un paladar que se ha acostumbrado a beber esa infusión que se parece más al barro que a otra cosa; al menos no es un montón de crema, como lo era la bebida de Spellbucks. Ya podré contarle de eso cuando esté de mejor humor — Avs… — le llamo, hay cierta cautela en mi voz — Sé que no quieres escuchar estas cosas, así que solo lo diré una vez y no volveré a repetirlo — se lo aclaro, con un arqueamiento de mis cejas que esperan que ella me preste atención — Pero debes saber que estoy aquí para ti y lo que sea que necesites. Seré tu mano, tu hombro y tu oído, cuando tú estés lista. ¿De acuerdo? — paso a paso, que vaya a saber por cuánto tiempo tendremos que convivir juntos. Ahora mismo, solo somos esclavos camuflados de ciudadanos rescatados.
    Benedict D. Franco
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    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    Me asusta el hecho de que un tacto tan corto como lo es el de su mano frenando mi muñeca me sobresalte, y me odio por eso. Por el escalofrío que me recorre desde la nuca hasta la espalda baja y me hace soltar la respiración de manera temblorosa. Aún así trato de no ser tan obvia, y cambio la jarra hasta poder verter el café en la otra taza. Yo sí la lleno hasta el tope, necesitando el sabor fuerte y amargo contra el paladar junto con la cafeína que sirve como sustituto de todas esas horas de sueño que no logro conseguir. Que no quiero conseguir. No cuando las pesadillas las traje aún más marcadas que las cicatrices que ahora adornan mi piel. No cuando tengo miedo de que la garganta se me desgarre a gritos que no le deberían pertenecer a nadie más que a mí.

    No me molesto en buscar el azúcar, pero sí tomo la cuchara para escuchar el tintineo que hace contra la cerámica cuando lo revuelvo. Con un gesto de la mano le indico que no usaré la leche y la bajo hasta enroscar los dedos en el asa, levantando la taza con cuidado hasta llevarla contra mis labios. El primer sorbo está más caliente de lo que debería al no estar cortado con algo más frío, pero al pasar por mi garganta me reconforta cuando va quemando al bajar por ella. Inspiro con fuerza el aroma que emite llevo la otra mano al recipiente para poder sentir el calor que emite. Me recargo contra la mesada cuando Ben se inclina en la pared opuesta, y trato de no pensar que todavía estoy en la incertidumbre constante de no saber qué harán conmigo. Al menos él tiene claro su horario, mientras que yo solo puedo pensar en que volveré a estar sola encerrada entre paredes demasiado blancas para poder soportarlas. Supongo que no debería ser muy diferente a los últimos tres días si es que considero el nivel de interacción que manejamos, pero no sé cómo decirle, sobre todo porque no tiene opción, que me aterra la idea de estar sola. - ¿Nos han dejado películas? - No lo sabía, a decir verdad lo único que había revisado eran los armarios en busca de ropa y de toallas en los momentos que había sido necesario. - No parece una mala idea…- Poder pensar en dramas ajenos que no fuesen los de mi propia cabeza, o el ver alguna comedia que me hubiese perdido en los últimos dieciséis años de no estar al día con el catálogo del país.

    Todavía no estoy ni a la mitad del café cuando Ben vuelve a hablar, y el líquido que tomo de pronto se me hace espeso hasta el punto de parecerme pastoso. - ¿Debo saberlo? - ¿Era necesario que lo pronunciase como si su sola presencia no bastara para recordármelo? - No lo entiendes… - ¿Cómo podría hacerlo? Él había estado en mi situación, yo sabía, incluso aunque no hubiésemos hablado de todo, que su estadía dentro del país hace años que no era grata; pero no había sido lo mismo. No cuando él había salido por su cuenta de esas situaciones, sin nadie que hubiese sacrificado tanto… - ¿De verdad ahora te estás ofreciendo? ¿Qué más quieres? Te has convertido en mis malditas piernas, en mis pulmones incluso, y aún así sigues queriendo mostrarte compasivo…- Estaba viva gracias a él, estaba de pie gracias a él, ¿de verdad esperaba que le pusiera otra carga sobre los hombros cuando él mismo había tenido que sacarme a rastras de ahí? - No necesitas que llore sobre tu hombro, ya hiciste demasiado. - Y si mi voz suena rencorosa, es porque todavía no sé como agradecerle sin sentirme culpable hasta el punto de no poder ni verlo a los ojos con sinceridad.
    Ava E. Ballard
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    No tengo idea — admito — Pero siempre nos queda buscar en internet o esos servicios de streaming — que no he utilizado uno en una eternidad, pero no debería haber cambiado demasiado a pesar de los años. En el nueve ni siquiera me he fijado en ello, ahora mismo no encuentro otra manera de hacer que esto parezca un desastre para nosotros. Ignorar la realidad por un momento hasta parece ideal, tanto como ahogarme en el café que siento que se me quedará corto. Empiezo a sospechar que mi momento favorito serán las noches, esas que podré utilizar para esconderme en mi cama e ignorar que el mundo sigue girando, con nosotros subidos en él a pesar de nuestros caprichos. Sé que Ava debe odiar cada respiro que da, es uno de esos complejos con los cuales uno tiene que cargar cuando eres el sobreviviente.

    Separo mis labios para pronunciar su nombre o una disculpa, no sé cuál de las dos, pero ninguna llega. No me sorprenden sus palabras, pero aún así me duelen. No puedo culparla cuando comprendo de dónde vienen, pero aún así… Me silencio con el café, bebo lentamente incluso cuando hacerlo se torna doloroso, que apenas y pasa entre el nudo que se ha formado en mi garganta. Solo hablo cuando creo haber vaciado la mitad de mi taza y me digno a bajarla, acariciando la cerámica con dedos cansados, ásperos — No voy a quedarme aquí viendo como te consumes a ti misma. No soy quien para recoger y pegar tus pedazos, pero puedo sostener el pegamento hasta que lo necesites. Jamás sería demasiado, tú harías lo mismo por mí — no lo dudo, no dejo margen de confusión a mis palabras, la conozco lo demasiado para afirmar que ella saltaría a defender y salvar a cualquiera que ella le importase lo suficiente. Crecimos juntos, que me mire a los ojos y me lo niegue, sé que no podría hacerlo.

    ¿Te crees que podría…? — continúo, tengo que tomar algo de aire para sentirme paciente de nuevo — Lo que he dejado atrás, lo dejé con el convencimiento de que era lo correcto, de que valía la pena hacerlo por ti. Y sé que no lo tomarás, conozco cada cosa que puedas decirme al respecto, pero ya está hecho y no me arrepiento — ¿Que he dejado mis proyectos de vida para poder salvarla? ¿Que vendí mi alma al diablo? Pues claro, pero lo hice con gusto, con el conocimiento irreemplazable de que ella estaría viva, cerca de mí para asegurarme de que no se pudriría en una celda hasta volverse huesos y polvo — Solo… No me apartes de ti. No levantes un muro entre nosotros, nos necesitamos, ahora más que nunca — me enderezo, soy cauteloso cuando doy un solo paso hacia ella — Por favor. Prometimos que estaríamos el uno para el otro. Eres la única familia que me queda — tiendo mi mano hacia ella, con la palma hacia el techo, con la esperanza de conseguir cierta tregua. A estas alturas, creo que lo necesitamos en partes iguales.
    Benedict D. Franco
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    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    Mis dedos se sienten temblorosos, e incluso cuando me aferro a la taza para calmar el movimiento, el líquido salpica con suavidad indicándome que mis intentos son en vano. ¿Será así siempre? Que ciertas palabras, ciertas acciones me dejen temblando como una hoja otoñal hasta caer… Supongo que en parte está bien, el temblar desde lo alto de una rama era mejor que el ser una hoja quebradiza esperando a ser aplastada o pisoteada por otros. - Sí, lo haría. Pero no es lo mismo. No deberías ser el que barre, el que junta y el que espera pacientemente algo que no sabe si va a funcionar. - Ni yo misma sabía cuántas piezas faltaban dentro mío, cuántas de verdad podrían armarse hasta volver a formarme. ¿Cuántas se habían vuelto polvo? ¿cuántas se había llevado Aminoff al igual que el anillo de mi madre? Habían sido meses en su presencia como para saber que esas no iba a devolverlas.

    Me pone nerviosa que él siga siendo Ben, dentro de paredes muy blancas y vestido con un traje que lo convertiría en un extraño si no fuera porque no puede ser otra cosa que no sea él mismo. Y creo que lo odio un poco por eso, por haber pasado por tanto y aún así seguir siendo el mismo Ben, con la misma esencia de siempre. ¿Cómo…? - Ese es el problema. No dejas de hacer cosas porque son lo correcto, cuando ya no deberías tener que hacerlo. ¿Tan difícil para tí es dejarte ser feliz? - No puedo ahora mismo con mis nervios y la taza, así que la deposito en la mesada, tal vez con más fuerza de la que debería si el sonido que hace es un indicador. - Dices que no te arrepientes, y te creo. ¿Pero será siempre así? Ben, van a usarte, ni tu ni yo sabemos hasta qué punto. ¿Cómo sabré yo que no serás tú el que luego me apartará? - No quiero tener que depender de él a cada paso que doy, no quiero tener la necesidad de necesitarlo sólo para recordarme que estoy viva. Tengo miedo, miedo de no poder estar entera nunca más, miedo de todavía seguir encerrada en esa celda que me persigue en cada paso que logro dar.

    - Yo sé que en estos momentos te necesito, incluso aunque no pueda hablar sin sentir que me estalla la garganta. Pero tú no deberías necesitarme. No te mereces esto. No deberías haber tenido que sacrificar nada. - Conozco su manera de pensar, entiendo sus motivaciones mejor que nadie, y aún así no puedo terminar de aceptarlas. No cuando el costo es tan alto. - Yo también sé lo que dirás, y lo entiendo, de verdad lo hago. ¿Pero cómo esperas que yo pueda vivir conmigo misma, o con lo que queda de mí, a sabiendas de todo lo que dejaste atrás solo para salvarme? - Si tomo su mano es por el hecho de que jamás seré capaz de rechazarlo, pero a la vez estoy esperando el momento en el que él la retire, cuando pueda caer en la cuenta de lo que de verdad ha hecho. - Aminoff se encargó de ilustrarme un poco de lo que es el nueve ahora. Lo hacía con la esperanza de herirme al querer hacerme creer que me habían dejado atrás, y aún así yo podía mantenerme en pie gracias a eso. El pensar que estaban bien me motivaba a seguir adelante... - Inspiro y dejo escapar el aire en un suspiro, uno que se lleva algo de mí que no puedo identificar. - ¿Vas a decirme que no eras feliz allí? Estabas encaminando tu vida, todos lo estaban haciendo. ¿Puedes mirarme a los ojos y asegurarme que no has sacrificado demasiado? ¿Que luego no te pesará? - No podía creer que ese sería el caso. No cuando ni siquiera yo podría asegurarle que todo habría valido la pena al final, cuando todavía estaba tratando de reconocer qué piezas quedaban de mí.
    Ava E. Ballard
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    ¿Y crees que sería feliz sabiéndote encerrada? — tengo que atajarla ahí, que ella sabe lo fastidioso es tener algo que te carcome por dentro, el sentirse inútil cuando lo único que quieres hacer es golpear con tus manos vacías — No te haría cargo por mis propias decisiones, pensé que lo sabías — tendría que ser demasiado estúpido para apartarla, cuando los dos estamos solos en esto. Sé que no he sido el mayor compañero desde que nuestra familia desapareciera por completo y nuestra relación se volviera tensa, pero sigo siendo su hermanastro, sigo creyendo que la familia viene primero y ella es… bueno, es todo lo que tengo. Sé que suena egoísta si pienso en el resto, en esas personas que siempre han estado para mí y con quienes he compartido años y experiencias, pero no es lo mismo. Hay una casa que nos une, años de vivencias hogareñas que nos mantienen juntos. No podía darle la espalda a eso.

    Puedo entender de dónde vienen sus reproches y prefiero callarme, solo aprieto su mano con cuidado en cuanto toma la mía y lo único que puedo hacer ahora mismo es sonreír, en uno de esos gestos que no enseñan una pizca de felicidad — Supongo que somos dos que no podían vivir dejando al otro de lado y lamento informarte que no son decisiones compatibles. Te gané en esta ocasión — como si fuera otra de nuestras competencias infantiles, para variar. Es extraño que su mención del nueve me duela cuando ella no ha estado ahí, no ha visto cómo es que las cosas cambiaron en los últimos meses, a pesar de ser muy pocos. Miro sus dedos, jugueteo con ellos entre los míos, resoplo con cansancio — No puedo prometerte nada de eso ni negarte que he renunciado a una vida nueva — declaro, sería demasiado estúpido hacerlo — Pero yo tenía una oportunidad que otros no para sacarte de ahí con vida y jamás voy a arrepentirme de ello, no importa el precio que he tenido que pagar — aunque mi dignidad se marche con cada paso en el ministerio, aunque Arianne me odie con toda su alma. Pensarlo hace que se me estruje el corazón.

    No sabíamos si Aminoff estaba siendo honesto cuando pusimos condiciones en nuestro acuerdo — confieso. Doy otro paso hacia ella, mi mano restante se hace con la suya que se encuentra libre — Pero Ava… sabes que no le tengo miedo a morir. Tampoco me importaba hacerlo. A veces… A veces simplemente recorres un camino por demasiado tiempo y ni siquiera sabes hacia dónde estás apuntando, la meta siempre se ve oscura. Creí que con Arianne había encontrado un punto fijo, un sitio en el cual podría… no sé, luchar por lo que deseamos y luego regresar a una casa, a una familia propia. Y luego surgió está nueva piedra y no podía apartarla a un lado, así que tuve bien en claro que necesitaba seguir corriendo. Hacia ti. Y si mi meta iba a ser oscura, al menos haría que valga la pena — a pesar de que siento picar los ojos al buscar los ajenos, la sonrisa esta vez es honesta. Pequeña, tímida y torcida, pero real — No me arrepiento de nada, de ninguna de las cosas que he hecho, porque me han vuelto lo suficientemente fuerte como para soportar todo esto que siempre me ha servido para cuidar de los que quiero. Y eso es exactamente lo que hago aquí. Cuidaré de ti y de los demás, siempre y cuando esté a mi alcance, hasta que mi cuerpo ya no lo soporte. Y recién ahí, estaré en paz.
    Benedict D. Franco
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    Ava E. Ballard
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    - ¿Ganarme? No estabas compitiendo contra mí, sino que has ido con todos tus ahorros al casino y estás feliz porque te devolvieron un par de monedas de bronce. - No se había tratado de una competencia sana, de esas en las que llegar al final primero no era tan importante como disfrutar de la carrera en sí misma mientras íbamos dándonos golpes y empujones que solo nos podían hacer reír. - No sé qué decirte. Porque de verdad te creo, pero no por eso deja de pesar. - De estrujarme por dentro y arrastrar eso mismo hasta la suela de mis pies. Él lo ha dicho, ha terminado por renunciar a una vida, justo en el momento en el que yo estaba renunciando a vivir. ¿Qué tan justo era eso? ¿Qué tan diferente habría sido si llegaba más tarde?

    Siento como su otra mano toma la que tengo libre, y no sé ni por qué me extraño de que siendo Ben haga justamente lo opuesto a lo que espero, pero exactamente lo que sabía que haría. Bajo la vista en el momento en que mis ojos comienzan a humedecerse y trato de escucharlo sin desmoronarme ahí mismo cuando va relatando el por qué de su decisión. No es tarea sencilla y tal vez, si no fuera porque me sostiene, no sería capaz de escuchar todo lo que tiene para decir. - Ese es el problema, no dejas que los demás cuidemos de ti. Necesitas ser ese gran protector que tiene que ver a todos ubicados antes de darse una oportunidad, y me aterra, de verdad me aterra que tu cuerpo deje de soportarlo antes de que puedas volverte siquiera un poco egoísta. - Me muerdo el labio con incertidumbre, y sé en el momento en que levanto la vista para encontrar su mirada, que no he podido aguantar el llanto. Al menos no se trata de los sollozos a los que parezco acostumbrada, sino a las lágrimas que vienen inevitablemente de la mano de la impotencia. - No me refiero a ser egoísta en la paz que puedas llegar a obtener al final; sino en esa que deberías tratar de conseguir mientras todavía tienes una vida que vivir. - ¿Estoy pidiendo mucho? No parecía que estuviese pidiendo demasiado, y aún así, ahora que estábamos atados los dos a un destino incierto, parecía la tarea más difícil de todas.

    No puedo aguantarme a mí misma por más tiempo, así que en el momento en que siento que ni sus manos pueden conmigo, las suelto en lo que me adelanto hasta aferrarme a su cintura en un abrazo que no he dejado de necesitar desde que lo ví atravesar esa puerta hace tres días. - Gracias. - Todavía lo odio por hacer lo que hizo, todavía sigo con la incertidumbre de saber si podré perdonárselo, perdonármelo. Pero cuando la palabra por fin se escapa de mis labios, puedo sentir como algo dentro mío vuelve a su lugar. - Quiero golpearte, ¿sabes?, reprocharte cada segundo que has dedicado a convencerte de que estabas haciendo lo correcto y gritar hasta que las ideas se acomoden dentro de tu cerebro. - No sería la primera vez en la que podría hacer algo como eso, pero la imagen me remonta a años que están a nuestras espaldas y que en estos momentos duelen más que nunca, así que la descarto en lo que trato de no mojar la solapa de su saco con mis lágrimas. Levanto la vista y apoyo  mi mentón contra su torso antes de hablar, necesitando que vea en mis ojos la verdad. - Pero tanto como no te mereces el camino en el que tú mismo te has puesto. Sí te mereces que te dé las gracias por eso. Yo no puedo prometerte el no resentir tu elección, el no querer maldecirte más horas del día de las que debería; pero aún así, y aunque me cueste sentirlo de verdad, no puedo decir que hay momentos del día en los que no suspire con alivio al sentirme viva cuando mis pulmones no queman. - Vuelvo a recargar mi frente contra su torso, y trato de que mis brazos se cierren con más fuerza a su alrededor. Para él no será mucho el cambio, pero por dentro podía asegurar que algo más ligera me estaba sintiendo. - Gracias.
    Ava E. Ballard
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    Vida por vivir, claro. No soy capaz de refutarle, ni siquiera consigo generar un pensamiento coherente antes de que sus brazos aprieten mi cuerpo contra el suyo, tan pequeño que tengo miedo de quebrarla a pesar de conocer su fortaleza. Mis brazos dudan, pero acaban por rodearla en lo que apoyo mi mentón sobre su cabeza, la cual huele al shampoo que tenemos en este lugar y que, de todos modos, no ha logrado eliminar su esencia. Por extraño que parezca, la persona que tengo conmigo sigue siendo Ava Ballard, tan testaruda como para no permitirme pasar esto sin un agradecimiento que ni siquiera es necesario y, aún así, lo tomo, consciente de lo que es para ella poder decir esas palabras. Me río entre dientes, tan profundo que no sé si se me escucha pero sí estoy seguro de hacerla vibrar conmigo — Si consigues hacer algo como ordenarme las ideas, deberás pasarme la fórmula secreta. Unas cuantas personas te lo agradecerían — tengo una lista, ella conoce a todos. No hay un solo nombre ahí que no me haga sentir al menos un poco de culpa.

    Sentirla llorar no se siente incorrecto, pero sí me hace sentir un poco miserable. Acaricio su cabello como si de esa manera pudiese consolarla cuando los dos sabemos que pasará un tiempo hasta que pueda sanar, si es que alguna vez lo hace. No me molesta el sentir como sus lágrimas humedecen mi ropa, tampoco voy a molestarme en pedirle que deje de llorar — Si hay alguien que no se merecía terminar pudriéndose en una celda, eres tú. Al menos, para mí — que sé muy bien que el gobierno tiene otras ideas y planes para ella — ¿Esto quiere decir que existe una mínima posibilidad de que me perdones alguna vez? Que se volverá agotador que me digas que soy un idiota cuando tengamos como ochenta años — si es que estamos vivos para ese entonces, me gusta pensar que podemos mentirnos por un tiempo. ¿No nos merecemos vivir al menos una mentira? El escenario ya está armado, podemos conformarnos con este departamento lujoso hasta que encontremos una solución que no ocasione riesgos. Podemos hacerlo, hemos salido de situaciones peores… ¿O no?

    Pongo las manos en sus hombros para obligarla a separarse, así soy libre de pasar los pulgares por unos pómulos demasiado húmedos, tratando de limpiar unas lágrimas que se me hacen demasiado gruesas — Tengo muchísimas cosas que contarte — anuncio, trato de teñir un poco la voz con un entusiasmo que no siento — No sé si te enteraste, pero Hero se proclamó como aliada de Kendrick por televisión y han estado trabajando juntos desde entonces. Se está planeando abrir una escuela para muggles y es… bueno, se siente como estar en casa de nuevo. En el catorce, pero con mucha más personas que quieren participar — gente que ha llegado con la esperanza de cambiar un sistema injusto, quizá no demasiadas, pero sí las suficientes como para hacernos creer que no estamos locos y todo esto vale la pena. Doy una última caricia a sus mejillas y vuelvo a dejar las manos sobre sus hombros — Todo terminará bien, estoy seguro. Por primera vez, puedo sentir que ganar es una opción tangible — si estamos o no para verlo, eso es otro tema.
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    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    No me espero en lo absoluto la risita que se me escapa, en especial cuando no recuerdo cuándo fue la última vez que pude reírme aunque sea por algo tan tonto como lo que dice. No sé qué es lo que te hace pensar que alguna vez dejarás de portarte como un idiota, pero sí, tal vez cuando pase algo más de tiempo y pueda acostumbrarme a todo… esto, pueda perdonarte por semejante estupidez. - Respirar duele un poco menos cuando puedo empezar a bromear al respecto, no importa que se trate de una mentira blanca; la posibilidad, por mínima que fuera, existía. Y eso en sí mismo era mucho más de lo que tenía hace tres días. Si tenía que aferrarme a ello para poder empezar a salir del pozo en el que me había adentrado, pues tal vez en algún momento pudiera salir. - No es la primera vez que decimos que vamos a acabar fastidiándonos de viejos, así que espero que en unos años pueda sacar ventaja golpeándote con el bastón.

    Me había olvidado de estar llorando hasta que no siento la humedad que sus pulgares tratan de eliminar, y por momentos me siento pequeña e insegura, pero me sorprendo al poder mantenerme firme sobre mis pies y mucho más entera de lo que me he sentido en meses. Y creo, si me esfuerzo un poco en tratar de reconocer la mezcla de emociones que bailan en mi interior, que puedo visualizar algo de felicidad detrás de esa nostalgia que me hace sentir cuando habla del nueve. Un distrito que solo he pisado en una batalla, pero que parece próspero y correcto cuando lo compara con el catorce. - Siento que han pasado años desde la última vez que vi a Kendrick y que no podré reconocerlo cuando lo tenga en frente. - Curvo una esquina de mis labios en lo que trata de ser una sonrisa con solo imaginarlo, y creo por momentos que me siento como su madre. No lo soy, lo sé, pero mierda que ese idiota podía hacerme sentir vieja y llena de añoranza.

    - ¿Cómo es posible que de todos los momentos, de cada cosa por la que pasamos, elijas precisamente esta para mostrarte así de optimista? - ¿Y por qué, si tomaba en cuenta esos mismos momentos que le reprochaba, era ahora precisamente cuando sentía que podía creerle? Supongo que, cuando has caído más bajo de lo que alguna vez creíste posible caer, solo queda mirar hacia arriba y pensar que existe una salida. Escalar hasta llegar ahí costaría más de lo que cualquiera podría pensar y necesitaría de fuerzas que ahora no sabía de dónde sacar, pero no parecía imposible. - De verdad, a veces siento que te odio. Pero incluso entonces te esfuerzas por no dejarme de lado y puedo recordar todas las razones por las cuales no lo hago. - Me separo de su agarre, y vuelvo hasta la mesada para tomar lo que queda del café. Uno que se encuentra más amargo de lo que esperaba y que me hace buscar la leche que antes había ofrecido antes de poder volver a tomarlo. Lo necesito porque siento la voz rasposa de tanto tiempo que ha pasado desde la última vez que hablé tanto, pero al menos mi garganta no parece estar al rojo vivo. - ¿Cómo… cómo van a quedar las cosas allí después de tu partida? - Trato de ser sutil y no preguntarle directamente cómo se han tomado su decisión. Ya me había dicho la locura que se le había ocurrido a Kendrick, pero esperaba que alguien allí dentro hubiese mostrado algo más de sensatez.
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    Tal vez, para cuando vuelvas a verlo ya pueda hacerse crecer el bigote como corresponde — se siente como una broma teñida de amargura, que no tengo la menor idea de si alguna vez volveremos a verlo en persona ni cuándo sería eso. No han sido tantos meses desde que tomamos el nueve y ella fue secuestrada, pero siento que fue hace eones. Pasaron las fiestas, su cumpleaños, los proyectos y aún así, aquí estamos. En una cocina desconocida que tendremos que llamar hogar si no queremos volvernos locos. No me queda otra que reírme de la locura que ella señala, sintiéndome casi avergonzado por eso — Si no soy optimista ahora, no sé cuándo quieres que lo sea — me queda esto o simplemente rendirme, es obvio que no voy a hacerlo tan rápido — ¿De verdad tienes que recordártelas? Pensé que habían quedado en claro en la Navidad del 60… — ya sabe, esas noches en las cuales la volvíamos loca por ser la más pequeña y cuando conseguía poder quitarle todas las galletas… o en ese caso, un par de botellas furtivas.

    Que se aparte me permite el regresar a mi lugar en el desayunador, ahí donde puedo beber lo que queda de un café que aún no se ha enfriado del todo. Me quedo con el borde de la taza pegado a los labios en lo que medito, doy un sorbo lento y pequeño — Amber se hará cargo de manejar la milicia y guiar a Kendrick, está en buenas manos. Tengo miedo de que todo esto lo sobrepase — Ava lo conoce bien, sabe a lo que me refiero. Me apoyo mejor en la barra, así tomo mi bebida con las dos manos, así me contagio de su calor — Podrán organizarse sin mí, las cosas ya están encaminadas y cada día hay gente nueva que se suma a nuestras filas. Arianne… no se lo tomó bien — hago una mueca, me termino la infusión de un tirón — Dijo demasiadas cosas que me parecieron fuera de lugar y digamos que se acabó todo. No era como yo había querido que terminen las cosas, pero supongo que no se puede tener todo… — al fin y al cabo, tengo suerte de que la negociación haya salido bien.

    Me acerco al lavabo para darle una enjuagada a la taza y la dejo secándose, uso uno de los repasadores para secarme las manos y suspiro con pesadez, delatando un cansancio que ni yo sabía que tenía — Por extraño que parezca… — comienzo — Estoy más dolido que triste. Sé que hay cosas más importantes por las cuales preocuparme ahora mismo para andar llorando por corazones rotos — no diré que no lo he hecho porque sería una vil mentira, pero considerando que hoy mismo comienzo a trabajar para el ministerio de magia, los dilemas amorosos deberían ser un poco menos importantes.
    Benedict D. Franco
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    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    Que nombre la navidad del 60 cuando literalmente había pasado una década desde aquel entonces no ayudaba a ese sentimiento de nostalgia permanente que parecía haberse instalado en mi pecho. Al menos ese sí podía catalogarlo, reconocerlo y sentirlo sin a su vez verme abrumada por la culpa. Era un terreno seguro cuando el catorce en sí mismo era una herida que ya había cicatrizado. Estaba presente en cada paso que daba, pero no dolía como antes. No cuando ahora tenía otro tipo de heridas que no terminaban de empezar a sanar. - ¿Ahí tengo que recordar las razones por las que no te odio, o las razones por las que sí puedo hacerlo? - Había detestado ese estado en el que no era adolescente, pero tampoco adulta; lo suficientemente grande para hacerme responsable por todo lo que Zenda hiciera o dejara de hacer, pero no tanto como para tomar un puesto permanente como exploradora. Puaj, recordar esas épocas me hacía entender a Ken todavía un poco más; incluso aunque él ahora tomase demasiadas responsabilidades, y un juego político que definitivamente no esperaba que tuviera que tomar.

    Así como acabo por agregar más leche a la taza, tengo que tomar un poco más del café que se mantiene caliente en la jarra cuando al probarlo lo siento frío. Al menos me da la excusa para seguir bebiendo cuando responde a mi pregunta, porque esperaba lo de Amber, pero lo de Arianne… No sé como reaccionar al respecto. No cuando recuerdo una de las últimas charlas importantes que hemos tenido antes de planear las negociaciones en el nueve y cómo acabé por confesar algo que ahora no venía al caso. No había dejado de sentirme de la misma manera, pero no era algo que necesitara recordarle. - Con lo de Ken… me preocupa que quiera abarcar más de lo que debería, pero no es tonto, sabrá escuchar a quienes lo rodean. - Si personas como Amber o Alice estaban a su alrededor cuando lo necesitara, bueno, podía entender por qué Ben sentía que esta vez podíamos ganar. Tenía fé en el enano.

    Aún así todavía no encuentro las palabras para poder opinar sobre su relación, y me refugio en lo que queda de mi café hasta que él mismo concluye con el tema de una manera que incluso aunque esa no sea su intención, termina por generarme un peso incómodo en la boca del estómago. - No creo que sirva de nada. Pero lamento que esa sea la manera en la que hayan terminado las cosas. - Ya habíamos hablado de que no debería haber renunciado a nada, que no se merecía lo que acarreaba su sacrificio, pero incluso dejando de lado lo que pudiera o no sentir por él no era justo. - Puede haber cosas que parezcan más importantes, pero no por eso no puedes tener tus propios sentimientos al respecto. No tienes porqué cargar con todo tú solo. - Me acerco a dónde está para también poder enjuagar la taza cuando la termino, y trato de encontrar un poco de la vieja Ava. No me cuesta tanto como debería y apoyo una mano sobre su antebrazo. - No soy la persona más emocionalmente estable en estos momentos, pero dijimos que estaríamos el uno para el otro. Eso significa que también puedo lidiar con tus pesares si es que en algún momento lo necesitas.
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    De todas las personas con las cuales podría haberme imaginado debatiendo sobre mis dilemas con mi ex, no esperaba que terminase siendo Ava, en una situación como esta. El dilema con Arianne es que creí que nos conocíamos, pero he llegado a pensar que quizá simplemente nos habíamos quedado con nuestra imagen de cuando éramos niños y no supimos ver que crecimos para lados opuestos. Ella se está buscando a sí misma en un cuerpo que aún no conoce del todo y yo estoy haciendo lo mismo, estamos demasiado incompletos como para poder llenar huecos ajenos. Meneo con la cabeza, pero no digo nada. Solo me quedo en el silencio, oyendo el consuelo de la rubia hasta que soy incapaz de hacer otra cosa que mirarla, sonriendo vagamente — Sé que lo harías — afirmo — Pero te juro, creo que podré superarlo. Quiero decir… — tomo algo de aire, que creo que no me estoy expresando como corresponde — Arianne dijo cosas… — recordarlas hace que me muerda la lengua antes de chasquearla con fuerza — Lo hizo sonar como que ustedes no valían la pena, como que ella había dejado todo por mí y tenía que elegir entre una cosa o la otra. La clase de cosas que me hacen pensar que jamás me ha comprendido en lo absoluto.

    Me es imposible no sonar dolido, incluso cuando hasta hace dos minutos estaba diciendo que no era realmente importante. Tengo que pasar saliva un par de veces y soy consciente de mi cambio de postura, esa que hunde mis hombros y me hace agachar la cabeza — Fue doloroso, pero me hizo poner en bandeja mis prioridades. Siempre voy a elegir el bien común por encima de cualquier cosa personal, en especial cuando está en juego la vida de personas que me importan. Y tú eres un pilar en mi vida, Avs. Siempre lo fuiste y siempre lo serás — tengo que dejar de mirar las alacenas para poder verla a ella, golpeteo con los nudillos en el borde de la mesada — En perspectiva, ya he llorado y necesito seguir para poder sanar esa herida del todo. Con todo lo que está sucediendo, mi cabeza no se ha dado el gusto de ver una ruptura como… bueno, como lo peor que pudo haberme pasado. Le deseo lo mejor y espero que pueda ser feliz, de verdad — incluso cuando yo no me encuentre en un panorama que solía ser para los dos — Y en cuanto a Ken… — retomo, buscando cambiar de tema. Hay cosas que aún no me olvido entre nosotros, que jamás se han solucionado — Será un buen líder, estoy seguro. Mucho más recordado que su padre o su tía, solo necesita… bueno, no olvidar cual es el objetivo y está rodeado de gente excelente. Tiene un inmenso futuro. Encontraremos el modo de volver a comunicarnos, ya veremos cómo.
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    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    Puedo sentir como mis dedos se prensan alrededor de su antebrazo, arrugando la tela del saco en lo que trato de controlar el subidón de furia que me invade por unos momentos. No es mi deber, ni tampoco mi lugar el comentar nada al respecto. No tengo interés en añadir más leña al fuego y mucho menos andar vociferando lo indignada que me encuentro ahora con su ex, así que me muerdo la lengua y trato de respirar profundo antes de aflojar mi agarre. No sirve cuando puedo notar las expresiones que pintan su rostro, y cómo su postura refleja algo que sus palabras no dicen. Duele verlo así, pero ya no sé cuántas veces le he dicho que no se merece haber pasado por eso.

    Me siento culpable, no puedo no hacerlo, pero la indignación gana por momentos y cuando termina de hablar trato de mostrarme sensata. No suelo pensar mucho antes de hablar, generalmente son mis sentimientos los que hablan por mí, pero esta vez, cuando sí me tomo el tiempo para pensar, también puedo comprender que he madurado en algunos aspectos que no esperaba. - Creo que ya estamos grandes para hacernos cargo de nuestras propias decisiones y no andar echando culpas a nadie. No estaré de acuerdo con cómo has decidido manejar esta en particular, pero puedo respetar tu elección, sobre todo cuando estoy viva gracias ello y a sabiendas de que habría hecho exactamente lo mismo si la situación fuese al revés. - Y dicho de esa manera suena tan coherente, tan malditamente cierto que termino de entender que no tengo que pensar demasiado antes de descubrir que sí puedo perdonarlo. - Ya dije que no deberías haber tenido que hacer ninguna elección, pero puedo asegurarte que también eres y siempre serás un pilar en mi vida. - Es solo por orgullo propio que no dejo que se vuelva también en las únicas vigas de soporte que puedo tener, pero sabía que en caso de necesitarlo si estaba al borde de desmoronarme, también estaría ahí para mí.

    Mordisqueo mis labios unos segundos, y acabo por soltarlo y resguardar mis manos contra el borde de la mesada antes de poder mirarlo. - Voy a seguir diciendo que eres un idiota, tanto ahora como en cincuenta años. Pero lo que dije es cierto, cada uno puede hacerse cargo de sus propias decisiones y no puedo seguir mirando con reproche la tuya solo porque me sienta rota o llena de culpa. Tú no eres culpable de nada, ni de las elecciones de Arianne, ni de lo como yo me pueda sentir luego de tantos meses allí. - Suelto un suspiro y me fuerzo a no desviar la vista pese a que me gustaría volver a mi cuarto y no salir por un tiempo. No me gustaba sentirme expuesta, pero por Ben podía hacer una excepción… siempre hacía una excepción. - Eres un idiota, pero si no te perdono es porque técnicamente hablando, no hay nada que perdonar. - Y lo dejo ahí. Probablemente volveré a odiarlo en unas horas, en unos días, y quién sabe en cuántos momentos más. Pero ahora me estoy sintiendo lo suficientemente yo como para asegurarle que hay cosas por las que no puedo culparlo.

    - Y en cuanto a Ken... - Lo imito al volver a cambiar de tema. - Puedo esperar un futuro increíble para él, pero no puedes hacerte una idea de lo orgullosa que me siento ahora. Incluso aunque piense en cosas estúpidas como ofrecerse en sacrificio. - Ruedo los ojos a sabiendas que eso no deja de ser cierto para él también - Ha llegado lejos desde que era una pequeña bola rosa con demasiada oreja para el tamaño que tenía su cuerpo. Y lo respeto. Puedo respetar sus elecciones y cada paso que ha dado hasta ahora. - Incluso aunque le ocultamos la verdad durante toda su vida, supo encontrar la manera de hallarse a sí mismo. Si él pudo luego de dieciséis años, creo que debería poder luego de un par de meses.
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    Tener su apoyo y su perdón posiblemente sea una de las pocas cosas que vaya a conseguir de manera positiva en un día como hoy. Conozco a Ava como para saber que todo esto es un paso hacia una relación mucho más sana y clara de la que hemos tenido en los últimos años, en los cuales todo era tomado como una provocación o una excusa para alguna discusión sin sentido, hasta hacer las paces. También la conozco como para saber que todo aquello era una muestra de su cariño, de su fidelidad, cosas que agradezco no haber perdido cuando dejamos absolutamente todo atrás para poder estar parados en este lugar, respirando. Lo único que consigo hacer, además de guardar silencio por un momento, es darle un apretón en uno de sus codos —  Gracias por comprenderlo. No quiero… bueno, tendremos que vivir juntos de ahora en más y prefiero que las cosas siempre estén dichas. Es lo mínimo que podemos hacer —  si nos ocultamos opiniones o no nos acompañamos cuando no tenemos a nadie más, nada de esto será posible.

    Me acuerdo de la imagen pequeña de Kendrick, lo suficiente como para reírme de ello. No existía una persona capaz de seguirle el ritmo a esa pelota hiperactiva, a la cual a veces me cuesta reconocer en el hombre ya adulto que se supone que es y que yo sigo viendo demasiado joven para poder cargar con todo lo que lleva en sus hombros —  No ha sido sencillo y las cosas solo pueden complicarse, pero sí. El orgullo no va a quedarse atrás —  si hay algo de lo cual no existan dudas, es de eso. Me giro, chequeando el reloj de pared para asegurarme que aún me queda algo de tiempo, pero incluso así opto por movilizarme —  Iré a… —  señalo por encima de mi hombro, aunque no estoy apuntando a ningún sitio en particular ya que el baño queda para el otro lado — Tengo que… ya sabes, cepillarme los dientes y toda la cosa. ¿Noche de películas, entonces? —  que suena extraño decirlo de esta manera, pero supongo que tendremos que irnos adaptando a la poca normalidad que nos queda. Hemos sido un equipo en cientos de ocasiones antes que esto y, estoy seguro, de que de alguna manera podremos solucionarlo. Siempre lo hemos hecho.
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