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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    El sonido de la máquina de hacer zumo al apretar una naranja contra la rueda giratoria con mis manos se ve interrumpido por otro de procedencia lejana. Tardo unos segundos en comprender que es el timbre porque al principio el estruendo que produce un aparato de tan pequeño tamaño es mayor que el que es capaz de reproducir la puerta de casa. Es por eso que tiene que sonar una segunda vez para que retire la monda que queda de la fruta cuando ya se ha perdido todo el líquido, tiro lo que resta a la basura y atino a lavarme las manos antes de el timbre vuelva a repetirse. Sea quien sea, es insistente, lo cual me extraña porque no es que hayamos recibido demasiadas visitas en las últimas semanas. Esas se han visto reducidas a los hermanos de Charles y… diría que poca gente más se ha acercado. No es que hubiera esperado otra cosa diferente, pero sí me está costando ocultar que no me afecta en este último tiempo.

    Por eso ayuda el tiempo que paso sola dentro de casa cuando mi esposo está trabajando, dado que yo me he tomado un descanso hasta no se sabe muy bien cuando, así no tengo que fingir que no me importa que haya caído tan bajo con respecto a mi familia. Lo que me digo a mí misma cuando esos pensamientos acuden a mi cabeza es que tengo que cuidar de la mía, de mi hijo que poco a poco está creciendo en mi interior y de Charlie ahora que mis labores se han reducido a cosas tan básicas como ocuparme de la casa, hacer compras y poco más. No es que me esté aislando de mis responsabilidades, soy consciente de que tendré que volver a trabajar y afrontar las consecuencias de mis acciones, pero el reposo impuesto por el médico que me atendió y que se ha convertido en quién se encargará de mi embarazo, me da la excusa de no tener que hacerlo hasta que esté preparada para ello. Por eso también estoy buscando información sobre psicomagos cercanos, es una tarea que pospuse cuando la idea se formó en mi cabeza, pero ahora que tengo más tiempo libre y eso requiere de más pensamientos profundos, he tomado la decisión de que no puedo alargarlo por mucho más.

    Como sea, espero encontrarme con el rostro de Logan para cuando abro la puerta, más la cabeza que aparece nada tiene que ver con la melena oscura de mi cuñado. La sorpresa es tal, que me quedo un poco petrificada en el sitio y no consigo hablar hasta que me obligo a hacerlo. — ¿Meerah? ¿Qué estás haciendo…? — apenas me he movido del marco de la puerta, manteniendo mis manos sobre la madera de la misma en un pequeño hueco que da opción a ahuecar mi tamaño y no a ver mucho del pasillo. Le echo un vistazo muy rápido a mi sobrina, antes de hacer girar mis ojos a ambos lados de la calle sin mover el cuello siquiera, alerta al exterior. Es solo cuando confirmo que está sola que puedo regresar la mirada hacia ella. — No deberías estar aquí. Tu padre… — trago saliva, por la expresión de mi rostro es evidente que estoy tentada a hacer una de las dos cosas, pedirle que se marche, o todo lo contrario. Me decanto por la elección más sabia si se tiene en cuenta lo que ha pasado hasta llegar hasta este punto. — Tienes que regresar a casa. — es día lectivo, después de la comida, su padre se estará preguntando donde está y lo que menos quiero ahora es resultar en otro problema.
    Phoebe M. Powell
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Había esperado prácticamente toda la semana para poder encontrarme con Phoebe en el colegio y así poder hablar con ella, así que cuando en la mañana nos informaron que se había tomado licencia, por poco y me da un infarto ahí mismo. ¿Estaría bien? ¿ Le habría sucedido algo? No era mi intención el plantearme un sinfín de escenarios, pero gracias a la orden de Hans no había podido contactarme con ella en todos estos días. No sabía cómo soportar el resto de las clases y para cuando el fin de jornada se anuncia en una campanada, prácticamente salto de mi asiento hasta dirigirime a la estación de trasladores más cercana. Lo bueno de tener dos casas es que no me cuestionan cuando indico la dirección en el cuatro, y si bien tengo que esperar unos minutos, los aprovecho para mandarle un mensaje a Mae y básicamente rogarle que me cubra si es que Hans o Lara deciden llegar antes del trabajo. Sobre todo Hans.

    ¿Estoy siendo irresponsable? Sí, estaba segura. ¡Pero era Phoebe! No podía quedarme de brazos cruzados respetando la prohibición de Hans sin hacer nada al respecto. Él podía decir lo que quisiera de ella, pero yo tenía mis propias opiniones, y esas no las podía cambiar por la fuerza.

    Llegar al distrito es pan comido, y si bien las casas no eran vecinas necesariamente, no demoro demasiado en tocar el timbre de la puerta de mi tía. Una vez… ¿le habría pasado algo? Dos veces… ¡seguro que le había pasado algo! tre… - ¡Phoebs! - La examino de pies a cabeza y de cabeza a pies, regodeándome al poder corroborar que mi tía se hallaba en una pieza. ¿No era hermosa? - Mi padre trabajará hasta tarde y Lara otro tanto. Si tu no le dices que vine, yo tampoco lo haré. - No es que mi padre no fuese a sospechar algo cuando me vea con los humores cambiados en la cena, pero no podía evitarlo. Phoebe era como una especie de bálsamo para mi grinch interno que no deja de pensar en cosas horrendas que no deberían pasar.

    - No hagas que me vuelva ahora… ¿Porfa? - Y acto seguido la abrazo, enterrando mi rostro contra su costado y tratando de aferrarme a su figura para que no me obliguen a soltarla. - Nos dijeron que estabas de licencia y me preocupé. Que ya pensaba venir a verte igual, pero tenía fé de lograrlo por medios más honestos. - El tema es que solucionar un problema que no es tuyo, cuando el asunto se dio por cerrado… - ¿Cómo te encuentras?
    M. Meerah Powell
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    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    Ese gritito me sobresalta por la sorpresa ya no solo de encontrarla aquí, sino de que lo haga de forma tan… ¿alegre? No me malinterpretéis, es una tensión que libero de mi cuerpo el obtener esta reacción de mi sobrina, lo que ocurre es que no esperaba tenerla porque imaginé que estaría algo más… enfadada, digamos como su padre. Expreso algo que se asemeja bastante aun 'ah’ silencioso, acompañado de una elevación vaga de barbilla, cuando menciona que Hans está trabajando, aunque lo cierto es que no esperaba otra cosa diferente. — No creo que sea la mejor idea. — vuelvo a repetir, esta vez con diferentes palabras para que entienda que, aunque por mucho que quisiera, no me es posible siquiera el decirle a mi hermano que su hija ha estado aquí, porque no es como que hablemos, pero de verdad no pienso que sea una buena idea el que esté aquí ahora mismo.

    Tampoco es como que ella me dé mucha opción a insistir en alejarla cuando me encuentro envuelta con sus brazos y por un segundo permanezco inmóvil sin saber muy bien que hacer. El impulso me lleva a devolverle el apretón, pasando mis manos por su espalda hasta que puedo apoyar mi cabeza sobre la suya durante un minuto. Me separo solo para poder observar su rostro, ya que llevo tanto tiempo sin poder disfrutar de su compañía y quizá sea solo el sentimiento, ¿pero creció unos centímetros en estas semanas que no nos vimos? En lo que me decido sobre qué hacer, termino por asentir con la cabeza con un suspiro.— Está bien, pero solo cinco minutos. — solo porque es mi sobrina, le sonrío y abro un poco más la puerta para que pueda pasar, demorándome un tiempo en comprobar que no hay nadie que la siga antes de empujar la manija y regresar a la seguridad que brindan las paredes de la casa. — Ah, sobre eso... No tienes que preocuparte, voy a tomarme un tiempo del trabajo, estoy necesitando un poco de reposo, hasta que... — bueno, en realidad no sé qué es lo que sabe o no sabe Meerah con respecto a mi embarazo, tampoco si tengo permitido el decirle nada porque hasta ahora, ni siquiera podía dirigirle la palabra, así que me callo. — Será solo por un par de semanas. — le aseguro en su lugar, en vez de contar nada de lo que ocurrió en el hospital.

    Estaba preparando zumo... ¿quieres? — le ofrezco de forma cautelosa, echándole un vistazo cuando me dirijo hacia la cocina a regresar con la tarea que tenía en manos antes de que apareciera. Antes era costumbre que Meerah y yo quedáramos para merendar con frecuencia, ahora ni siquiera le doy tiempo a que responda, que ya estoy tomando el cuchillo para partir a la mitad una nueva naranja y colocarla sobre el exprimidor, solo con la intención de rellenar el silencio. — Estoy bien. — contesto a su pregunta de forma escueta, dirigiéndole una mirada al tenerla cerca y le sonrío, aunque no estoy muy segura de conseguir el efecto que espero con esa curva, no creo que respalde demasiado bien mis palabras. Me aparto un mechón extremadamente fino del rostro, uno que se ha escapado de la coleta baja que recoge mi cabello, colocándolo detrás de mi oreja al volver a posar mis ojos sobre su figura. — ¿Y tú? ¿Cómo ha ido el comienzo de la escuela? — que ya ha pasado mucho de eso, pero siendo que he ido enganchando la luna de miel con la baja, y nunca llegué a reincorporarme para el inicio de las clases. Yo, que soy una persona charlatana por excelencia, teniendo que recurrir a conversaciones banales con mi sobrina por temor a no saber qué decir.
    Phoebe M. Powell
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    No. No era la mejor idea, de verdad que no lo era. ¿Pero la verdad? Pues la verdad era que  me importaba un pepino. No quería hacerme la desentendida en una situación en la que bien podría ser yo la que esté en su lugar. Era Phoebe, y dijeran lo que dijeran yo no podía encontrar falta alguna en su accionar. Era humana, una persona humana cargada de compasión y confianza. No tenía muchas figuras femeninas en mi vida, pero ella, Lara y Mo se habían transformado poco a poco en una especie de ejemplo a seguir. Eran una referencia de vida que quería incorporar para ayudarme a formarme, no solo como niña, sino que como mujer.

    No puedo negar que se me escapa una sonrisa cuando cede y me concede un poco de tiempo. Lo necesito luego de tantos días de no verla y me siento victoriosa cuando abre la puerta y me deja pasar. Es una sensación extraña el estar visitando a mi tía a escondidas, y casi que siento que me encuentro más segura en mis visitas a Hero que aquí dentro. Porque con la pelirroja nadie sabe qué es lo que estoy haciendo, y nadie me ha dicho directamente que no puedo verla. Con Phoebe lo hago adrede, sabiendo que me lo han prohibido en cierta manera, rompiendo una regla que está algo más que tácita. - Hasta que nazca el bebé. Lo sé, Hans nos lo dijo. ¿Sabes lo odioso que fue el no poder venir corriendo a abrazarte y felicitarte? Porque lo habría hecho. De verdad. - Pero claro que luego todo se fue al demonio y uffff.

    - Te voy a aceptar el zumo, ¿segura que no quieres que vaya yo? - Que extrañaba nuestras meriendas en cafés perdidos, o las juntadas en su casa tratando de hornear alguna tontería. no se me daba mal la cocina en sí, pero valoraba más el tiempo pasado con ella. - No es que quiera ser cruel o algo por el estilo, pero no te ves precisamente bien. Ninguno está bien ahora. La escuela es la misma de siempre, pero sin tú ahí, y con las cosas raras en casa… Creo que Tilly es lo único normal que tengo en mi vida. - Y Hero, pero eso no podía decírselo. ¿no? - ¿Sabías que Hans y Lara van a casarse? Los amo, y de verdad estoy feliz con la noticia. Lara es lo mejor que podría pedir en mi vida incluso desde antes que se fuera Audrey… Pero no es lo mismo si es que tú no estás en el cuadro. ¡Y tu bebé! Cómo podría perderme de eso… Lo lamento, seré una adolescente rebelde e insoportable, pero no eres una persona sin la que pueda estar.
    M. Meerah Powell
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    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    No puedo no mirarla cuando dice que Hans se lo dijo, sabiendo cómo fueron las cosas, ni siquiera puedo imaginarme como hizo devolución de las noticias. Regreso la vista hacia el conjunto de naranjas para pasar a partir otra en lo que deshecho la anterior, agradezco que el sonido al presionar sobre el exprimidor me dé una excusa para no hablar de inmediato. — Me sorprende siquiera que se tomara las molestias de hacerlo, no es como si fuera a hacer una diferencia ahora… — es lo único que soy capaz a decir, me niego a entrar en detalles de la conversación que tuvimos cuando es evidente que Meerah ya debe sospechar que a partir de ahora las cosas no van a ser como siempre. Por eso hago un esfuerzo enorme por sonreírle en su intento de felicitación, aunque apenas despego mis labios y se queda más bien en una mueca tristona. Desde luego no era así como pretendía exponer mi embarazo.

    Estoy de baja, pero puedo hacer un zumo sin problema todavía, ¿quieres algo más? — de esta forma sí consigo bromear con algo más de soltura, siendo que estoy empezando a notar que hacer cosas y por ende, sentirme útil, mejora con creces mi estado de ánimo estos días. — No tienes que preocuparte, de veras, solo han sido unos días difíciles, eso es todo. Ya se me pasará. — como lo hace todo en esta vida, es cosa de acostumbrarse a las nuevas circunstancias, incluso cuando no nos gustan. Esa es una lección que sí tengo bien aprendida. Asiento con la cabeza cuando me pregunta por la propuesta de matrimonio entre mi hermano y Lara, a pesar de que no digo nada hasta que termina de hablar para darle espacio. — Lo sabía, me lo dijo el día de mi boda. También me alegré por ellos, lo sigo haciendo, pero no sé como se solucionarán las cosas para cuando llegue el momento, si es que lo hacen. — me encojo de hombros, acercando un vaso para tomar la jarra y descargar el contenido dentro del cristal. — Por eso debes permanecer a su lado, seguir yendo a la escuela como todos los días, actuar con normalidad.

    Le entrego el vaso primero antes de verter lo sobrante en el otro cristal, a la espera de que me diga si quiere algo más, me acomodo sobre la mesada dándome la vuelta así puedo darle un trago al zumo y verla al mismo tiempo. Es lo que dice a continuación lo que me hace devolverle la atención, sin pensarlo la mano que rodeaba mi cuerpo se dirige hacia mi vientre, ese que todavía no da señales de que haya siquiera un bebé dentro. — Escucha, Meerah, yo… — comienzo, depositando el vaso en la encimera para tener todo el espacio del mundo para mirarla. — No sé exactamente lo que te ha contado Hans sobre lo que pasó, pero sospecho que lo necesario para prohibirte estar aquí. Tu padre tiene razones para creer que he cometido traición al estado, y no te voy a mentir, probablemente sea así. En ningún momento voy a tratar de poner la palabra de Hans contra la mía, es tu padre y está en todo derecho a cortarme de su vida como así lo ha querido. — ni sé de dónde saco la serenidad para no romperme allí mismo, para cuando continúo ya ni siquiera la estoy mirando y he pasado a contemplar parte del suelo. — Pero tu padre y yo tuvimos experiencias muy distintas, unas que tampoco estoy segura de que pueda contarte porque no tengo ninguna potestad sobre la información que Hans decide que debes que conocer, ¿entiendes? — incluso cuando es mi propia historia, que estaría en todo mi derecho de contarla a quién me plazca, aunque mi hermano no lo crea sí tengo respeto por mi familia. — De modo que… creo que vamos a tener que mantener las distancias a partir de ahora. — la mirada que le dedico después deja claro que a la que más le duele es a mí, pero mi posición no me permite hacer nada más, estoy completamente a la deriva en este tema.
    Phoebe M. Powell
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - Cómo quieres que no me preocupe si ni siquiera me dejan verte. - Podía decir que estaba bien, pero sus ojos me decían lo contrario. No sabía si era por el embarazo, o la situación de aislamiento obligado que había puesto mi padre, pero yo claramente que estaba preocupada. Incluso aunque quisiera mostrarse normal, no… Tengo que respirar y obligarme a dejarla actuar a sus anchas, es su casa y ella conoce sus límites, un zumo no va a matarla y es claro que está tratando de hacer que yo me sienta bien. Debería poder retribuirle con la misma moneda. - ¿Lo sabes desde tu casamiento? ¡Y desde entonces que no me lo habían dicho! Argh, no era momento de indignarme por eso. - No digas eso, las cosas van a solucionarse, tienen qué. Haré huelga de diseño si hace falta, pero no puedes pedirme normalidad si es que tú no estás en ella. Seguiré con mi rutina, sé que debo, pero no es lo mismo.

    Tomo el vaso que me ofrece y tras asegurarle que no quiero nada más, vacío la mitad en un par de tragos. Y luego… luego simplemente la escucho, sintiendo como el corazón se me oprime con cada una de sus palabras, y tratando de no gritar que no es justo, que ella no tiene culpa alguna y que no se merece el que la aparten como si fuese una paria. - ¿Quieres saber lo que opino? Opino que sus razones son basura. Independientemente de las experiencias que hayan tenido, lo importante es el ahora. Y sé a ciencia cierta que jamás harías nada para dañarnos. JAMÁS. ¿Y hace cuánto que te conozco? - Como profesora era una cosa, pero como mi tía llevaba poco menos que Hans en mi vida. Y aún así sentía que la conocía de toda la vida. - No tiene el derecho de apartarte de nada, no como familia. No… - Me muerdo el labio y me interrumpo.

    ¿Podía decirlo? ¿podía confiarle a Phoebe mis propias faltas? - No puedo mantener las distancias cuando yo misma no sigo todas sus reglas… - Dudo, rebuscando algo en la habitación que pueda darme alguna respuesta a una incógnita que no conozco. - Tengo un espejo con el que puedo hablar con Hero… y puede que no haya delatado a un esclavo que se fue… - Era la verdad, algo distorsionada o más bien incompleta, pero era la verdad. No le estaba diciendo que había visitado a mi tía, o que yo mismo había contribuido con el escape de Jim, pero era la verdad. - No te mereces el estar apartada de todos cuando yo misma he hecho cosas igual de cuestionables. O peor, porque técnicamente hablando estoy encubriendo a una fugitiva de la ley. - Largo el suspiro que llevo conteniendo y busco su mirada casi que con súplica. - Por favor, no le digas a nadie. Hero es inocente, de verdad.
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    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    La mirada que le dedico deja en claro que yo soy la primera en desear que las cosas no sean como son, pero cuando las decisiones ya han sido tomadas por una fuerza ajena y con mucha más autoridad sobre Meerah que yo, lo único que me queda por hacer es agachar la cabeza y aceptarlo. Es casi una muestra de lo que hago cuando es ella quién lo pone en palabras y no me queda otra que responder con una mueca. — No veo la manera en que vayan a hacerlo, Meerah… Tu padre ha sido muy claro con dónde quiere posicionarme en esta imagen y no creo que vaya a cambiar de parecer en un tiempo cercano, en cualquier tiempo siquiera. — opto por decir, aunque me abstengo de añadir que no veo tampoco que esté en el cuadro de esta familia. No puede siquiera imaginar lo mucho que me está costando mirarla y no romper a llorar por cómo han sucedido las cosas, si resisto es precisamente porque no quiero meterle más preocupaciones en la cabeza.

    Uso el zumo como excusa para taparme el rostro por los segundos en los que me dedico a beber, lo haría hasta terminarlo, pero lo que dice me hace bajar el cristal al terminar de tragar y volver a posarlo. Niego suavemente con la cabeza, cerrando los párpados ahora sí cuando siento una presión en mi cabeza que me indica que puedo ponerme sensible en cualquier momento. — No, Meerah, no lo son… Tienes que comprender que aunque lo que importe es el ahora, tu padre y yo somos personas que tuvieron una crianza completamente distinta, y eso, se quiera o no, son cosas que influyen directamente sobre nuestras acciones en el día de hoy. — explico, con una calma que no sé de dónde saco, probablemente porque si hablo más despacio, tengo menos posibilidades de quebrarme aquí mismo. — Meerah yo… en el pasado hice muchas cosas de las que Hans no aprobaría, y sí, esta vez me ha juzgado por ellas porque tiene razón, ¿sabes? No puedo exigirle nada porque tiene una idea de mí en su cabeza que ha formado en base a lo que él cree. — si hay algo contra lo que no puedo luchar, son sus creencias, porque ha quedado más que claro que mi hermano solo está dispuesto a escuchar a los que piensan como él. Aun así, sé que se me está por escapar una lágrima cuando noto mis labios temblar, razón por la que los aprieto uno contra otro por los segundos que me toma continuar hablando, girándome bruscamente hacia ella. — Pues claro que jamás os pondría en peligro, nunca. — podría decir un montón de cosas más que respaldaran esa posición, pero como también estoy segura de que a su padre se le ocurrirían otras cuántas para lo contrario, callo.

    Coloco los dedos corazón e índice de una mano sobre mis ojos, con los párpados cerrados, meneando ligeramente la cabeza cuando noto que estoy haciendo un esfuerzo enorme por compartir el juicio de Hans sobre esto. No obstante, sí me obligo a mirarla para cuando regreso a alzar la voz, bastante cruda para mi propio gusto. — Sí, sí tiene derecho, Meerah. Tiene derecho si cree que puedo ser una amenaza para vosotras, ¿entiendes? Ya me ha apartado de esta familia, ahora mismo para tu padre no soy nada. — expreso claramente, tan claro como él hizo cuando me escupió que para él ya no existía como su hermana. Y creo que no se da cuenta porque no es más que una niña, una a la que han protegido de muchas cosas dentro de la línea cronológica de los Powell, pero no sabe lo mucho que me ha dolido escuchar eso de boca de su padre después de todo por lo que hemos pasado para llegar hasta aquí.

    Vuelvo a recargar mis brazos por debajo de mi pecho, con los hombros hundidos y la cabeza medianamente inclinada hacia delante también, más lo que dice a continuación sirve como un energizante para colocar mi postura en un segundo. — ¿Qué? — la he escuchado bien, para mi propia desgracia, solo pregunto para tener tiempo a procesar lo que me está diciendo como si no fuera lo peor que podría venirme en estos momentos. — Meerah… — empiezo, pero no sé como seguir. No sé qué se supone que tengo que hacer con esta información, cuando la misma podría colocarla en una posición tan complicada que dudo mucho que a su padre vaya a agradarle. Me muerdo el labio inferior, segura de que mi rostro debe ser un calco de lo que está pasando por mi cabeza ahora mismo, hasta que ladeo la cabeza. — ¿Cómo has…? — no es podido la palabra que busco, sino más bien trato de preguntarme cómo ha podido hacerlo cuando más de medio país la está buscando. Masajeo mi frente con mis dedos, apartándome de la encimera con un impulso para dar unos cuantos pasos alrededor de la cocina en lo que trato de esclarecer mi mente. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? Porque es evidente que decírselo a Hans no es una opción si tenemos en cuenta cómo he terminado yo, pero siento que tengo demasiadas cosas puestas sobre mis hombros como para encima tener que cargar con secretos que no son míos. — No le diré a nadie. — prometo, parándome en el sitio y aprovecho que lo hago para dirigirme hacia ella y tomarla por los hombros. — ¿Pero eres consciente de lo que estás haciendo, Meerah? — no creo que lo sea, es mi sobrina y la sé más madura que el resto de su edad, pero sigue siendo una niña. — Tienes que prometerme que no te meterás en más problemas, tienes que dejar de hablar con Hero, por favor. Si te descubren… ¿tú sabes todo lo que perderías por eso? — no lo sabe, es lo que más miedo me da de todo esto. — No le contaré a nadie de esto, te lo prometo, pero a cambio tienes que asegurarme que no volverás a actuar a espaldas de tu padre, por favor. — es una súplica, la misma que ella ha utilizado para convencerme, en lo que mis ojos buscan alguna clase de respuesta honesta en los suyos.
    Phoebe M. Powell
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Podía entender las palabras de Phoebe e incluso en todo mi enojo no quería creer que Hans sería capaz de algo así. No de marginarla por completo para siempre, cuando era su hermana. Su hermana de sangre, esa a la que en teoría había buscado ¿por cuánto tiempo? Me mantenía a mí a su lado sin haberme buscado jamás, cuando había caído prácticamente de sorpresa en su vida, para luego tener que hacerse cargo de mí a tiempo completo. No. Me negaba a creer que esto sería un arreglo permanente. Me había aferrado demasiado a la idea de familia que teníamos como para permitir que se desmoronase sin poder hacer nada para evitarlo.

    - ¿Y no es justamente por esa misma crianza que no logra comprender? Phoebs, según él, esta persona en cuestión fue alguien que te había ayudado. En quien habías confiado. Si vamos a decir que cada situación influye en el ahora, pues que entienda que no… - No estaba en sus manos negarle algo de ayuda a alguien que había definido o marcado su pasado. Hablaba de todo lo humana que podía ser, de su compasión, de su entrega por los demás. Me importaban poco las cosas que mi tía podía haber hecho antes, si vivía eternamente en el pasado no podría disfrutar del ahora. No sin dejar que la soledad y el abandono fueran dos sentimientos claves en mi vida. Y no quería, no quería ser el tipo de persona que era incapaz de soltar el pasado, incapaz de no poder pensar en razones. Iba a costar, todavía no podía ni pensar en siquiera ver a Audrey y mucho menos perdonarla. Pero no era la misma situación, y me negaba, me negaba a apartar a Phoebe de mi vida. - Entonces lo que importa es eso. El saber que jamás nos harías daño sin importar qué. ¿No debería bastar?

    ¿En qué mundo alguien podía creer que Phoebe era una amenaza? su cansancio mismo al hablar sobre el tema, saber cuánto le pesa y la impotencia que ello acarreaba deberían ser motivos suficientes para notar que no había una sola mala intención en su cuerpo con respecto a nosotros. Ni una sola. Y ese derecho, ese derecho que creía que mi padre tenía era una farsa, al igual que creer que ella no era nada para él. Siempre sería su hermana, y eso no lo podría borrar ninguna mala decisión jamás.

    Puedo leer en su cara cada uno de los pensamientos que cruza por su mente. Puedo entenderlos, asimilarlos, y negarme a ellos en los que pienso si salir corriendo es la mejor opción que tengo en estos momentos. Porque estoy segura que hablé de más, que lo que he confesado debía quedar en secreto y que no debería haber salido a la luz incluso con ella. No era cuestión de confianza, era el ver como le había sumado una bolsa más a su espalda, una que no se merecía llevar. Y no llego a repsonderle sus preguntas porque sé que son autoconclusivas en parte. Prefiero dejar que asimile lo que le dije y ver ahí qué decisión tomar al respecto. - Sabes que no puedo prometer eso, ¿verdad? Tu lo has dicho, tus acciones serían consideradas una traición al estado si no fuese porque Hans no dirá nada al respecto. ¿Cuál es la diferencia con Hero? Solo el que ella sí tiene su foto en las calles. - En carteles que la acusaban de un crimen que cualquier persona en su sano juicio la sabría incapaz de cometer. - No voy a dejarla de lado a ella, como tampoco lo haré contigo. Soy cuidadosa, de verdad. me tomó casi un año retomar el contacto con ella pese a que el espejo lo tenemos desde hace eones. No quiero ocultarlo para siempre, pero tampoco quiero exponerla. Se lo diré a Hans en algún momento, o bueno… al menos cuando este segura que Hero tendrá un juicio justo, con las pruebas adecuadas para declararla inocente. - No iba a arriesgar su vida solo para salvar mi estatus, pero tampoco iba a dejar de hablarle, marginandola cuando estaba lejos de merecer algo así. - Lo siento, de verdad. Olvida que dije nada. Trataré de mantener todas las distancias posibles y tomar los recaudos que corresponden pero no… No puedo prometer nada. - Y no sé si estoy hablando de ella o de mi otra tía, pero al menos podía decir que estaba siendo sincera.
    M. Meerah Powell
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    Director del Servicio Social
    Meerah… — es una forma ilusa de empezar a hablar cuando no tengo ni la remota idea de qué decirle a continuación para que no se coloque en medio de una situación que no está en su lugar arreglar, sino aceptar. — No puedo obligar a tu padre a entender por qué hice lo que hice, cuando no ha vivido nada de lo que yo he hecho, cuando no ha estado en mis pies. Pero tampoco voy a culparlo porque crea que está haciendo lo correcto con esto. — lo sabe, sabe que tuvimos experiencias diferentes, pero su resolución es que me baso en ellas para defenderme y, bueno, puede que no esté tan equivocado. — Esta persona, me ayudó mucho en el pasado, sí, no estaría aquí si no fuera por él. Pero me engañó, Meerah, se aprovechó de mí todo lo que quiso y en hacer eso consiguió que tu padre me aleje de su vida, de vosotras. No puedo culparlo por eso, no cuando yo también lo hago por haberlo permitido, ¿entiendes? — son demasiadas cosas que explicar para una niña que ha permanecido ajena a todo prácticamente, que de no ser por la visita inoportuna de Hermann, ni siquiera tendría por qué saber de su existencia. No es como si mi padre se lo hubiera merecido, al fin y al cabo. — Hans solo quiere que os mantengáis al margen de todo esto, y lo entiendo, Meerah, yo lo entiendo, tú también tienes que hacerlo. — ¿no querríamos todos hacerlo? Nada me gustaría más que mi hijo creciera ajeno a todas las historias que cubren nuestro pasado, pero no creo que yo pueda hacerlo del mismo modo en que hace mi hermano.

    Y cuando parecía que había soltado todos los secretos posibles dentro de esta familia, me encuentro con que no soy la única que tiene algo que esconder. La expresión de mi cara tiene que estar hablando por sí sola, porque la consternación se refleja no solo en mis ojos, sino en el resto de mis facciones también. Ni siquiera mi palabra basta para que adquiera una posición distinta, una visión real de lo que supondría que su padre se entere de todo esto. — Tienes catorce años, Meerah, catorce. No tienes edad, ni está en tu lugar, ejercer justicia en este país, mucho menos con todo lo que está sucediendo estos días. — he dejado el tono de súplica a un lado para pasar a analizar su rostro con seriedad, ya no estoy vacilando con mis palabras y espero que se esté dando cuenta de eso. — No puedes decirme esto y esperar que lo olvide de la noche a la mañana cuando bien podrías estar en peligro, ¿o es que no eres consciente de eso, Meerah? No importa todo lo cuidadosa que seas, cuando hay un millón de cosas que no puedes controlar y que podrían salir mal, que te afectan a ti, a toda tu familia. — ni sé por qué no me incluyo cuando es evidente que sigo teniendo el Powell como nombre y eso es algo que nadie me va a quitar, ni siquiera si hubiera decido tomar el de mi esposo, nadie nos puede quitar la sangre. — No quiero tener que decirle nada a tu padre, Meerah, es lo último que deseo ahora mismo, pero tampoco voy a hacer oídos sordos, no si pienso que puedes correr algún peligro. Así que vas a tener que darme algo mejor que eso. — y ahora sí que soy yo la que decide que no se moverá de esta casa hasta que obtenga la respuesta que me asegure que no cometerá ninguna estupidez.
    Phoebe M. Powell
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    No puedo meterme en la mente de Phoebe y hacerle entender que ella no tiene la culpa, pero ganas no me faltan. Ella misma está dando las razones por las cuales no era comprensible que Hans la hubiera marginado, pero parece que en lugar de escucharse a sí misma, tomaba esas palabras y las retorcía de manera en la cual en lugar de ser la víctima, era la criminal. No era justo. No cuando había actuado con honestidad, tratando de recurrir a alguien de confianza que pudiese ayudarla. - Entonces es culpa de esa persona, y no tuya. No podías saber que iba a hacer eso. Tus intenciones siempre fueron buenas, nunca... - Suspiro. Esta discusión no tendría final jamás, no hasta que mi padre decidiera que Phoebe volvía a ser una persona grata, y vaya a saber uno cuando pasaba eso. - Una cosa es mantenernos al margen del peligro, otra cosa es mantenernos al margen de tí. Déjalo. Eniendo, trataré de que esto no vuelva a repetirse. - Si quería que no viniese más, trataría de no molestarla. Eso no impediría que la llame por teléfono o le mande mensajes, o cualquier cosa que le recordara que seguía estando para ella sin importar qué.

    No quiero verla a la cara cuando ella misma me mira de una forma en la que me hace sentir la peor de las criminales. Sabía que estaba en falta, sabía que estaba arriesgándome incluso más de lo que le había transmitido, pero… Pero sabía lo que hacía. De verdad. - Lo único que podría salir mal, es que encuentren el espejo. E incluso entonces justamente mi edad y el vínculo que tengo con Hero es lo que me exime de estar cometiendo un crimen realmente penado por la ley. No… No quiero dejarla sola Phoebe, no cuando ni ella misma me dice dónde está. Solo quiero estar ahí para ella cuando pueda necesitarme, nada más. - O mucho más. Pero no era mentira. Las visitas que le hacía eran a un lugar que no tenía nombre. Sabíamos tomar las precauciones necesarias para no tener información de más, podía saber de su vida, ella podía saber de la mía, pero era todo tan general… Por favor, el último regalo que le había hecho era una tablet en la que podía ver el año de series que se había perdido. - Estoy harta de que mi edad sea la excusa para no hacer nada, pero también la razón por la que no debía hacer determinadas cosas. Siempre soy muy grande o muy chica para entender, y lo único que en verdad quiero es ver que todos los que quiero estén bien. ¿Quieres que te prometa que dejaré de hablarle? Si hago eso tendré que también alejarme de tí. Y no quiero, no puedo… No estoy en peligro. De verdad que no. Ella estuvo un año escondida, sola y sin animarse o sin poder recurrir a nadie. No me ha pedido nada, ni quiere arriesgarme a nada. Solo… nos hacemos compañía. - Incluso aunque no era del todo cierto, mis palabras tenían la suficiente sinceridad para no ser por completo una mentira. - Trataré incluso de ser más cuidadosa, le explicaré que he hablado contigo y que no es seguro. Pero no dejaré de hablarle de un momento para el otro. Abandonándola, o marginándola cuando ella no tiene la culpa de nada.
    M. Meerah Powell
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    Phoebe M. Powell
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    No sé como hacerle entender a mi sobrina que no importa quién tuvo la culpa de qué, sino lo que ocurre después. ¿Y tengo que ser honesta? La verdad es que no es solo Meerah la que está sorprendida por la posición que ha tomado mi hermano, yo también he tenido mi proceso de asimilación con respecto a su reacción. Porque cuando acudí a Hans, esperaba… no sé lo que esperaba, me dejé llevar, como hago siempre, por la impulsividad y por los recuerdos. Esperaba que mi hermano hubiera comprendido en todas las charlas que tuvimos lo que nos hizo el tiempo que pasó entre nosotros, como para poder confiar en que no me juzgaría. No creo que pueda explicar con palabras el dolor que siento cada vez que recuerdo su mirada antes de decirme que me aleje de su vida. Por eso mismo es que no llego a entender por qué es mi sobrina la que está más dispuesta a escuchar que la persona que prometió hacerlo siempre, sin críticas de por medio. — Gracias, Meerah, de verdad, soy la primera que quiere solucionar esto para que todo regrese a la normalidad, pero hasta que eso llegue… la alternativa es que escuches a tu padre. — digo al fin, cuando parece que hemos llegado a un acuerdo. Por cómo la miro es evidente que no me agrada esta resolución del problema, capaz porque me había acostumbrado a tener una familia como para ahora no tener permitido siquiera mirarla.

    Sabía, en el momento en que lo dije, que iba a recriminarme por usar la edad en su contra, ¡pero tengo razón! Es una de las pocas veces que la tengo, o que al menos me da la oportunidad para exponer mis motivos. Pues claro que la entiendo, ¿cómo no voy a hacerlo? Yo he sido esa niña que vaga sola por las calles, que muere de frío o de hambre dependiendo del día, escondida de miradas peligrosas. Sé por lo que está pasando Hero en estas circunstancias, lo que no sé es como ha llegado hasta ese punto sin que nadie la haya descubierto, y lo cierto es que prefiero no preguntar. No porque no me preocupe, sino porque creo que no es de mi incumbencia saberlo y que tampoco va a beneficiarme en lo absoluto. No puedo hacer otra cosa que la de estrecharla contra mi cuerpo cuando decide aceptar, aunque la abrazo con la inseguridad de que probablemente me esté mintiendo, porque es lo que hacen los adolescentes y que esté aquí no es más que una prueba de ello. — Lo único que quiero es que no cometas los mismos errores que yo. Sé que confías en Hero, pero hay muchas cosas que pueden acecharte sin que siquiera te des cuenta. — el mundo no está hecho para que niñas vaguen solas por ahí, lo sé bien. Doy un beso sobre su cabeza antes de separarme y pasar una mano por su rostro en una caricia que la obliga a mirarme. — Agradezco la visita, de veras, pero ahora tienes que irte. — no vaya a ser que todavía se coma una bronca por haber venido precisamente a esta casa.
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