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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    No ha sido el cumpleaños más sencillo, no cuando lo inicié con una negociación con los rebeldes a cambio de una prisionera que juré que acabaría pagando por lo que hizo. Tratar de convencer a Magnar durante el intercambio de mensajes fue en vano, no me quedó otra opción que pasarme el día llenando un montón de papeles y permisos para poder movilizar a Benedict Franco y Ava Ballard a un departamento central, allí donde estarían vigilados a pesar de su aparente libertad. Lo único positivo de todo esto es el saber que llegaré a mi casa antes de lo planeado, lo que usaré de excusa para no preocuparme por el destino de esos dos al tratar de acostumbrarme a la idea de que me encuentro a mitad de camino de la cuarta década. ¿Debería decirle a Scott lo que ha sucedido? Es mejor no preocuparla, no hoy, no cuando puedo dejar los papeles por unas horas hasta tener que lanzarme de lleno a una locura mañana. Hoy quiero ser de mi familia.

    Alejarnos de todo incluye el estar en el distrito cuatro a pesar del frío. La calefacción se encarga de mantenernos aislados de la temperatura exterior y, con el cansancio que llevo después del día de hoy, agradezco el haberme negado a hacer una celebración con todo el mundo. Phoebe está cerca de su fecha de parto, moverla de su casa habría sido un problema, así que no fue muy complicado el meter excusas para no hacer nada. La cocina aún huele dulce cuando el horno se apaga, tengo que girarme para dejar de observar el jardín por la ventana y centrarme en Scott, quien se encuentra dejando el pastel sobre la mesada — ¿Crees que ninguno morirá intoxicado esta noche? — me permito bromear en lo que me acerco a ella, paso un brazo por encima de su hombro y me robo uno de los chocolates que, se supone, debería ir encima del pastel. Vamos, nada muy complicado, que aquí ninguno es cocinero. Apoyo el mentón sobre su hombro, colando las manos dentro de sus bolsillos y suspiro con pesadez. No hay nada más relajante que su aroma, ese que distingo bien a pesar de los olores de la cocina — Poppy debe estar con Tilly… — le recuerdo cerca de su oído, antes de besar vagamente su cuello. En los últimos meses, que alguien se encuentre a cargo de la bebé y nadie más ande dando vueltas por la casa, es sinónimo de que no podemos desperdiciar el tiempo. Parecemos dos adolescentes, de esos que buscan los momentos oportunos para escabullirse y meterse mano antes de que los ojos juzgadores aparezcan en escena.

    Es muy sencillo el dejarse llevar cuando me encuentro con ella, creo que ese fue el problema en primer lugar. Tenemos cuidado de no aplastar el pastel y creo que sacudimos el bol de los confites, pero con una risa ahogada podemos darlo por olvidado, que hay cuestiones un poco más urgentes. Por ejemplo, necesito de colocarla como se debe sobre la mesada, así es más sencillo el enroscarme entre sus piernas y desarmar su ropa para darle paso a mis manos invasivas. Estar oculto entre su respiración y su cabello no me hace inmune al chillido gutural que reconocería en cualquier parte, que mi hija menor tiene la manía de llamar la atención con sus sonidos indescifrables y, si mi corazón ya se encontraba agitado, creo que ahora mismo acaba de detenerse por un momento. Puedo apostar que me encuentro enrojecido y no precisamente de vergüenza cuando giro la cabeza, encontrándome con dos cabecitas en la entrada de la cocina — ¡MEERAH! — no sé si es un reproche, un reclamo, una exclamación de sorpresa o una reprimenda. Mis manos no saben qué hacer, solo atinan a soltar a Scott y me encorvo para poder acomodar lo desprendido de mis pantalones a pesar de la exaltación. Mierda, mierda, mierda. — ¿Cuántas veces tengo que decirte que…? — ¿Toque la puerta? ¿Se anuncie, solo por si las dudas? — ¡Que tu horario de llegada es más tarde! ¡Cubre los ojos de Tilly! — ya, la niña no tendrá recuerdo de esto y por sus gorgoritos, creo que encuentra toda la situación bastante divertida. No puedo con esto. Voy a empezar a pagarle a mis hijas para que pasen tiempo fuera a estas alturas y, como van las cosas, de seguro tienen cómo costearse una carrera superior con todo lo que podrían ahorrar.
    Hans M. Powell
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    Invitado
    Invitado
    Las inversiones en ciencia y magia daban sus resultados cuando algo tan complejo como hacer un pastel se reducía a verter el contenido de un sobre en un recipiente, meterlo en el horno ¡y voilá! En unos pocos minutos la cocina se llena del olor dulzón de la vainilla, que se mezcla en mi nariz con la colonia de Hans al tener sus brazos cerrándose a mi alrededor. —Ni siquiera le coloqué una cucharada de azúcar, así que no hay riesgos de nada esta noche— contesto, orgullosa del éxito del postre, es lo que va a asegurar que al menos una tradición la cumplamos esta noche, que una celebración más grande fue reemplazada por una cena y, por suerte su jornada en el ministerio acabó temprano, sino hubiera llegado tarde a su propio cumpleaños. —¡Oye! ¡No abuses, cumpleañero!— me quejo por el robo del chocolate, empujo su hombro que queda a mi espalda como reprimenda, pero no lo hago a un lado. Busco rodear su cintura con mi brazo al movernos contra la mesada para acercarlo en el momento prestado de privacidad que tenemos mientras Meerah todavía no llega y la bebé esta con la elfina. ¿Los perros? Creo que en el patio.

    La cena se puede hacer larga, lo más patético de algunas noches es que nos quedamos dormidos nada más apoyar la cabeza en la almohada, así que confío en el silencio que se oye para ir tirando fuera su camisa y que mis manos hurguen por debajo de la tela en un revuelo ansioso que presiona mi cuerpo contra el suyo al sujetarlo con mis piernas. —Sigues abusando, cumpleañero…— sonrío contra su garganta, y mi mano que va descendiendo es la misma que lo aparta cuando ese chillido que se ha vuelto familiar y un grito que nos rompe los tímpanos, convierte esto en una película de terror cuando iba con miras de ser una porno. No puedo con los rostros de Meerah y la bebé en el marco de la cocina, sé que la vida me ha pasado por encima cuando enrojezco desde la garganta hasta las puntas de las orejas por haber sido pillada metiéndole mano, literalmente, al padre de ambas. ¿Hay algo más bochornoso que encontrara tus padres teniendo sexo? Ser la madre y tener que reacomodarte la ropa como si fueras la zorra del barrio que anda toqueteando al hombre que también le pertenece a ellas. Trato de enfriar mis mejillas con el dorso de mis manos al bajar torpemente de la mesa. —Estábamos haciendo el pastel…— balbuceo, mírate, Lara, luego de treinta años de lengua larga aprendes a tartamudear. Ni siquiera puedo mirar a los ojos de Tilly, que en su regocijo y medias tejidas de lana salta pidiendo atención o que la bajen al piso porque el frío no la detiene de explorar el suelo, porque como se ha visto, y bien visto, eso tampoco ha detenido nunca a sus padres.
    Anonymous
    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Esto de vivir en dos casas a la vez a veces se torna confuso, sobre todo cuando tengo que mirar dos veces a la señora que reparte los trasladores antes de indicarle si debo dirigirme a la isla o al distrito cuatro. En mi defensa me cuesta el pensar porque estoy cansada, he pasado las últimas noches rehaciendo el regalo de Hans al no estar convencida de cómo habían quedado los puntos finales de la bufanda lo que, en consecuencia, había terminado afectando el largo de la misma. He estado tan envuelta en lana en estos días, que me prometo a mi misma el no volver a tocar un ovillo o agujas que no sean de crochet hasta el próximo invierno.

    Cuando por fin llego a casa, a la correcta cabe decir, me sorprende el rico aroma que inunda el aire y, tras dejar la mochila sobre el sillón, apenas y aflojo el nudo de mi corbata cuando veo a Poppy cargando con Tilly. ¿Hay alguien a quien esa bebé no le levante el humor? No puedo mostrarme cansada cuando la pequeña agita las manos y se revuelve entre los finos brazos de la elfina cuando me ve en medio del living. Claramente que la alzo en brazos, lo que me hace pensar que si no fuera por lo rápida que parece funcionar su mente jamás aprendería a caminar al estar tanto tiempo a upa. Pero la bola rosa es terca, y su velocidad es alarmante cuando gatea de un lado a otro. Es por su culpa que paso más tiempo mirando al piso que al frente cuando voy por la casa, teniendo cuidado de no pisar sus pequeños y delicados deditos por accidente.

    Dejo que me tironee del pelo mientras balbucea, y trato de imitar su tono al hablar, pero asegurándome de que sean palabras y no gorgojos. - ¿Quieres ver que hay en la cocina? Tal vez podremos robar algo de crema para que sigas rellenando esos cachet… ¡TIENEN UN CUARTO POR TODOS LOS CIELOS! - ¿Pero qué les costaba ser un poco más convencionales? ¿Era necesario revolcarse en todos los cuartos de toda la casa? Había perdido la cuenta de la cantidad de veces en las que los había encontrado en situaciones comprometedoras, y si bien la mayoría de las veces me esforzaba en ser silenciosa al cerrar la puerta antes de irme a lavar los ojos con lavandina, esto ya era el colmo. ¡Era la cocina! - Ya hicieron un pastel, lo tengo en brazos en estos momentos. Agradecería que el próximo lo encargaran en una cama, en su cuarto, y no en un sector transitado por el resto de los inocentes que vivimos aquí.- Se suponía que yo era la adolescente de la casa, y no al revés. - Mi horario de llegada varía todos los días. Si quieres que sea otro hablalo con la señora Leblanc o con quien te parezca, pero por favor, pongan… no sé, una corbata en la manija. ¡Algo! - Pobre Tilly, menos mal que la pequeña no tendría recuerdos de esto, sino desde ahora tendrían que ir pagando su psicólogo. Al menos parecía entretenida con mi exaltación, y parecía darme la razón mientras reforzaba mis palabras con sus pequeñas frases inteligibles.
    M. Meerah Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    No sé que es peor, el grito que me aturde los oídos o darme cuenta de que Meerah tiene la capacidad de hacer tartamudear a Lara. ¡Años intentándolo y así me vengo a enterar cómo funciona su sistema de bochorno! Tengo que tomar aire repetidamente, acomodo mi ropa con la seguridad de que toda calentura se vino abajo como si me hubiese lanzado al mar helado y, para cuando me giro acomodándome el cabello con una mano, creo que me veo relativamente decente — Creo que los sitios donde decidimos hornear no son un asunto que me interese discutir contigo… — ¿”Hornear”? ¿De verdad acabo de utilizar ese término? Por Merlín, creo que la edad ya empieza a afectar — … Pero empezaré a mirar el reloj con algo más de atención, eso te lo concedo. Prometo que la corbata será empleada en alguna que otra ocasión, cuando lo recuerde — no puedo creer que tengo que negociar esto con una adolescente, no cuando el decoro dentro de mis propias paredes no había existido hasta hace… bueno, antes de que ella comenzara a vivir conmigo. Juntarme con Scott en su departamento tenía eso a su favor y así es como terminamos teniendo a Mathilda, para variar. Eso explica muchas cosas.

    La impaciencia de la bebé es la que me salva de tener que mirar fijamente a la hija que sí tiene una idea de lo que está sucediendo, me acerco a ella tendiéndole las manos a las que ella reacciona estirando sus brazos regordetes con entusiasmo. Tanta sacudida no tiene sentido, que apenas la tengo a upa que ya anda sacudiéndose, empujando mi pecho como si reclamase la distancia que aún no sabe que necesita, reclamando estar en el suelo. Suspiro, que sus medias blancas serán grises en diez minutos y, sin más, la acomodo en el suelo. Sus pies todavía son torpes, pero si puedo sostener sus manitos, no hay de qué preocuparse — Solo… No es necesario que te dé una charla al respecto, creo que aquí todos tenemos eso en claro — algo que me dejó sabido es que Audrey jamás le ocultó ese tipo de información, así que me ha ahorrado el mal trago de ser quien le vaya con el cuento de las abejas — Y como nosotros respetamos tu intimidad, espero que tú hagas lo mismo con nosotros si ponemos un par de corbatas por ahí, que no soy tonto, no es la primera vez… — Tilly tiene un pésimo equilibrio, una de sus manos tironea para zafarse de la mía y cae de costado, con el pañal aplastándose contra mi zapato. No le fastidia, solo le da un par de golpes a mis cordones, así que me veo obligado a alzar la mirada para ver a mi hija mayor — Porque aún no tenemos de qué preocuparnos por eso, ¿no?… ¿No? — pésimo momento y terrible modo de preguntarle a mi hija sobre sus relaciones, pero ya que estamos en el tema, mejor sacarnos la duda y seguir adelante. Hay un pastel que no se decorará solo.
    Hans M. Powell
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    Invitado
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    ¿En serio acaba de decir la palabra «hornear»? Mi mirada puesta sobre Hans lo repasa de arriba abajo, también los pliegues arrugados de su ropa que trata de acomodar cuando camina por la cocina hacia sus hijas con un descaro que le envidio. Yo tengo que abrir la canilla para colocar mis muñecas debajo del agua, que no me recupero tan fácil como para enfrentar la charla con una adolescente de dónde tener o no tener sexo, cuando hace un año con su padre eso no era algo que pusiéramos en consideración. Porque me parece un poco injusto, si vamos al caso, de que tenga que comportarme como una señora pudorosa con veinte años de matrimonio en vez aprovechar lo bien que le van sentando los años a Hans, aunque él se vea viejo y con canas en el espejo. —No vamos a…— me niego por estar delante de las niñas, en vez de caer en la burla de preguntarle a qué corbata le otorgaremos tal honor. —Seremos más prudentes con los lugares— es mi ofrecimiento en consideración a una chica que debe estar teniendo sus propias dudas sobre el sexo como para querer que su padre y cuasimadre le ofrezcan una enciclopedia ilustrada de ellos mismos.

    Y por esto mismo es que abro mis ojos todo lo grandes que son cuando Hans, luego de una muy seria charla de cama, decida dejar el tema como un “ya que todos sabemos de qué va”. Siento que fueron minutos perdidos de conversación que bien podría haber usado para otra cosa, la misma que ahora tampoco podemos, y comienzo a entender a la gente que quiere casarse solo por la promesa de la luna de miel. ¿Respetamos tu intimidad? Espera, ¿qué? ¿Hans le está dando permiso tácito a Meerah de que cuelgue una corbata en su puerta? ¿Esto no se contradice un poco con el pánico de pensar en su hija iniciando su vida sexual? ¿Por qué de pronto me siento la vieja anticuada de esta familia que cree que de esto sí hay que hablar? Morgana, me he convertido en una madre. Suspiro hondo al sacudir mi varita para que la bandeja con la base del pastel así como el resto de los ingredientes me sigan a la mesa redonda que está en un rincón de la cocina. —Yo sí creo que tenemos que hablar— digo, tomando posesión de una de las sillas blancas e invitando con el gesto a que el resto haga lo mismo.

    Meerah, ayúdame con la cubierta mientras tu padre se encarga de Tilly—. Algo me dice que, incluso siendo esa la peor tarea que se le puede dar, la preferiría en este momento. Me aclaro la garganta y finjo estar contando los chocolates al comenzar a hablar. —No queremos ser un mal ejemplo para ti. Con tu padre no pasamos por las etapas normales de una relación, se nos cruzaron todas a la vez, todavía podemos ser un poco... entusiastas— creo que me merezco una estrella dorada por poder encontrar una palabra tan elegante que nos defina. El diccionario comienza a fallarme cuando sigo. —Es normal, quiero decir que el sexo es normal y cuando tienes una pareja… es lo normal, pero hay que tomar precauciones también para que…— miro hacia Tilly, gorda y dentro de su vestido rosa, con un par de pelos oscuros sobre su cabeza. —No termines con un pastel como nosotros—. ¿Acabo de referirme a un bebé como pastel? Trago aire por la nariz al continuar y no dejar que mis torpezas me detengan de llegar a lo importante. —Y tampoco… termines con el corazón lastimado, con inseguridades, cometas errores— busco su mirada. —¿Sabes que puedes hablar con nosotros de eso, verdad?
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - ¡Gracias! - Suena exasperado, lo sé. Pero solo esperaba un poquito de consideración para las almas puras que vivíamos y hacíamos uso de los sectores comunes de la casa. ¿Qué si hubiera caído con amigos? Que de acuerdo, no traería a nadie sin preguntar de antemano, ¡pero a eso me refería! Un poco de respeto y decoro. ¿Los padres no solían tener reglas de convivencia para estas cosas? No podía ser que yo fuera la que estuviera diciéndoles qué hacer o dejar de hacer dentro de la casa en la que vivimos. No sé si quiero soltar a Tilly cuando Hans se acerca a tomarla de mis brazos, pero al final la suelto y escondo las manos detrás de la espalda al no tener idea de qué hacer. No sé ni cómo mirarlos a los ojos, pero eso es mejor que prestar atención a su desalineamiento general.

    Los ojos se me abren como platos y creo que me he olvidado de como cerrar la boca cuando Hans empieza con su charla, una que no quiero, no debo, oh por dios ¿por qué está sucediendo? ¿Qué me costaba el ser una adolescente rebelde y llegar tarde a casa? ¿Era tanto pedir? Pero no, tenía en consideración que era el cumpleaños de mi padre y en lugar de visitar a mi tía quise asegurarme de estar aquí para saludarlo como se debe y pasar el día con él. - No, definitivamente no. - Me apresuro a negar con toda la rapidez que puedo, pero eso no parece ser razón suficiente para Lara quien sigue hablando por más de que no.hace.falta.

    -No necesito saber lo entusiastas que son o pueden llegar a ser. Con la corbata me basta, no necesito imágenes mentales. De verdad. - Es una súplica que hago todavía desde mi lugar, siendo que aún no pude moverme hacia ella como me lo pidió. - Sé que el sexo es normal, los aplaudo por ser adultos activos y saludables, solo estoy pidiendo un poco de consideración porque el voyeurismo no me va. Y no, de verdad, de verdad no estoy insegura con nada, no tengo ningún tipo de relación que pueda llegar a ser sexual, e incluso aunque la tuviese creeme, conozco sobre métodos anticonceptivos. ¿Podemos cambiar de tema? - Me acerco con las intenciones de ayudarla pero me detengo por si las dudas. - ¿Por favor?
    M. Meerah Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Realmente no me esperaba que Scott tuviera la intención de mantener esta conversación en un día como hoy, hasta le lanzo una mirada de reproche en lo que ella y Meerah se apartar para seguir con el pastel y yo tengo que centrarme en que la bebé no se lleve mi cordón a… sí, ahí anda, tratando de metérselo en la boca — No son fideos, Mathilda — el tono de reprimenda no sirve de nada con ella, meto las manos bajo sus axilas y la levanto con suma facilidad a pesar de que sigue retorciéndose. Me acerco a la mesa con intenciones de participar de la charla, por muy poco interés que pueda tener en ella; de verdad, no tengo la menor idea de cómo reaccionar en caso de que Meerah esté saliendo con alguien o tenga dudas. Mi silencio lo delata, me acomodo en uno de los asientos y coloco a Tilly sobre mi regazo, que la muy bolita ya se encuentra estirándose para meter la mano en el decorado. Le doy un merengue al cual chupar, en lo que mis ojos se enfocan en Lara con un claro mensaje de advertencia. No podemos meternos tanto, que no estoy seguro de desear descubrir demasiado.

    O sea que… — no, no cambio de tema a pesar de la petición de mi hija. Tengo que aclararme la garganta para no sentir que se me ha atravesado algo — ¿No tienes novio, novia, nada? ¿Ni siquiera estás saliendo con nadie? — no voy a empezar a molestarla con quien puede gustarle y quien no, ya dejó de ser un tema gracioso cuando entró en una edad complicada. Tilly apoya sus manos gordas sobre la mesa, tratando de no soltar el merengue en lo que busca arrastrarse hasta los confites y tengo que obligarla a quedarse en su lugar — Me alegra saber que estás informada, pero tenemos que ser cuidadosos como los adultos responsables de tu cuidado y hay mucho más que los anticonceptivos al momento de desear... ciertas cosas. Sé que estuviste muy ocupada con tu vida social últimamente y no podemos evitar preguntarnos por tu círculo cercano, Meems. En especial después de verte con resaca, que no somos idiotas — arqueo una ceja en su dirección, porque estoy seguro de que no puede empezar a excusarse — ¿Hay algo que debamos saber o quieras preguntar? Lo que sea — por favor, que tenga consideración.
    Hans M. Powell
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    Mis ojos buscan los de Hans para que sea parte de esta conversación que Meerah quiere eludir, le recuerdo con la presión de mi mirada su preocupación a ese día que la descubrimos con resaca, si postergamos esta charla quedará en el olvido y dentro de unos años nos preguntaremos por qué no la tuvimos cuando sus preocupaciones crezcan a dimensiones insospechadas, esto recién está empezando. Es una suerte que se suma a la ronda de la mesa con la niña a la que tampoco le viene mal escuchar pronto un par de indicaciones y consejos por parte de sus padres. —Saber sobre métodos anticonceptivos es importante, pero más importante aún es ir a un ginecólogo y que sea quien te diga cuál es el más indicado, o ginecóloga si lo prefieres, yo puedo acompañarte…— es lo que hablamos con Hans, mi oferta está hecha, casi como un ruego. No sé si es el efecto de la presencia de su padre que la hace huidiza, quizá en una charla a solas podría convencerla de que no hay nada de malo en ir a hacer una visita a un sanador. Sin embargo, es algo de lo que tenemos que hablar los tres, no, los cuatro. Hoy tenemos a Tilly jugando con los confites, mañana estará trayendo a Rory para que también sea parte de la cena de cumpleaños de su padre.

    La cubierta de la torta ha perdido toda mi atención, la tengo puesta en la expresión de Meerah para no perderme detalle de cada una de sus reacciones y busco su mano para cubrirla con la mía cuando Hans abre el espacio para preguntarlos lo que sea, asiento con mi barbilla para animarla a que lo haga. —Siempre que podamos y quieras, estaremos para responder tus dudas… no solo sobre el sexo, sobre… todo— le aseguro, y me golpea que estemos festejando el cumpleaños treinta y cinco de Hans, somos la fiel fotografía de una pareja demasiado joven para tener una hija adolescente, ¿qué clase de mundo loco es este? —No estamos tan viejos para haber olvidado nuestra propia adolescencia— afirmo, mi mirada hacia Hans es sospechosa. ¿Él no la olvidó, verdad? Porque si se pone a actuar como el ministro de justicia justo ahora, le lanzo el bizcochuelo.
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Creía que estaría a salvo de estas charlas. De verdad pensaba que estaba segura siendo que no, no tenía novio y que sí, Audrey se había encargado de despejar las dudas que pudiese haber tenido. Como una enciclopedia muy poco didáctica, pero lo había hecho. - No papá. - Creo que el papá es tan exagerado que debo parecer una de esas niñas que siempre me molestaron, pero… ¡estaba justificado!- En verdad no estoy saliendo con nadie. - Hasta hace pocos meses ni siquiera había besado a nadie jamás. Claro que eso no lo diría, no tenían que saberlo. Jamás. Nunca, jamás de los jamases. - No hay nada malo con mi círculo de amigos. - No a mis ojos al menos, a los de él, teniendo el cargo que ostenta, todo en mi círculo de amigos estaría mal. - Me invitaron a una fiesta y tomé de más por idiota, Oliver me vió y se encargó de no dejarme sola hasta volver a casa. - Oliver me iba a matar si sabía que lo había arrastrado en una mentira, pero era mejor que seguir metiendo a Maeve de quien quería que siguieran teniendo un buen concepto, en especial cuando ella no había hecho nada malo. Incluso me había encubierto al descubrir… bueno, ese grupo de amigos que no debería nombrar en su presencia.

    - ¿De verdad me están alentando a que busque métodos anticonceptivos desde ahora? - Hablemos de padres modernos y abiertos a todo tipo de cosas… - Ya fui cuando tuve mi periodo, hace como dos años. Pero si los hace quedarse tranquilos, no tengo problema en volver a ir. - Ya no sé cómo salir de esta, así que me resigno por completo a que tendré que soportar esta charla con toda la entereza que puedo invocar con mis catorce años. - No tengo problema en que me acompañes tampoco. - A estas alturas lo prefería, solo para que pasara el mismo tipo de vergüenza que estaba pasando en estos momentos.

    - Oh, no lo sé. Siempre quise saber un poco más sobre el bondage. También tengo dudas acerca de los grupos escolares, ¿cómo sabes cuándo es adecuado meterse en un grupo satánico? - Espero que sepan, pese a lo rápido de mi lengua, que estoy exagerando a su costa. - Ah, y quiero hacerme un piercing en el pezón. - Ruedo los ojos, y refuerzo el agarre sobre mis brazos al tenerlos muy cruzados. - Me imagino entonces, que tener una charla sobre sexo y alcohol era lo que siempre quisieron tener con catorce años. - Porque a mi parecer, si habían olvidado lo que se sentía.
    M. Meerah Powell
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    Tengo que tomar un poco de aire, que sé que si me pongo en estricto sólo conseguiré que haga las cosas a mis espaldas y ese no era el quid de la cuestión. ¿Por qué no se ha quedado con doce años? Ahí las conversaciones eran mucho más sencillas, hasta podía molestarla con todo eso de tener noviecitos sin tener miedo a que fuese verdad — Eres muy joven para tomar tanto. Tienes que ser más cuidadosa y controlar lo que te llevas a la boca. Ya sabes… Jamás aceptes tragos de extraños y procura estar rodeada de gente de confianza cuando bebas — lo último que necesito es que se ande descontrolando por ahí para los dieciséis. La parte de los anticonceptivos y el ginecólogo es algo a lo que intento hacer oídos sordos. Al menos, esa parte se la dejo de lleno a Lara y hasta me concentro en hacer que Tilly se acomode y chupetee su merengue.

    Me quedo esperando a las preguntas de Meerah, seguro de que me hundiré en la más profunda vergüenza en segundos, hasta que lo único que consigo como respuesta es un montón de comentarios cargados de sarcasmo. Por muy incómodo que sea esto, no me queda otra opción que resoplar para remarcar mi molestia — No, pero mi padre… — hago una mueca, que mencionar a Hermann en una situación como esta suena demasiado subnormal — … se encargó de que cualquier duda sobre mi cuerpo estuviera solucionada antes de siquiera pensar en usarlo. Prefiero que tengas todo en claro antes de que llegue el momento en el cual… — ¿Por qué es tan incómodo y difícil? El sexo jamás fue un tema de timidez para mí, pero hay una enorme diferencia en mis anteriores experiencias con esta — Meerah, estás creciendo y no es porque sea tu padre, pero estoy seguro de que el resto ya habrá notado de que eres preciosa — que yo admiro mucho su inteligencia y gracia, pero sé muy bien qué es lo que busca un chico a esa edad y… ugh Solo quiero que, llegado el momento en el cual sientas algo por alguien, sepas ser mucho más inteligente que cualquiera de nosotros y siempre actúes con conocimiento y por voluntad propia. No me arrepiento de haberte tenido, pero me gustaría que tú no sigas mis pasos en ese aspecto y hagas todo a su debido tiempo. Ya sé que sabes cómo funciona así que no te lo voy a explicar, pero solo necesito que sepas que… estoy aquí. Para cualquier cosa.

    Ya, creo que eso estuvo bien, no tengo nada más que agregar y la mirada que le lanzo a Scott por encima de la cabeza de Tilly es casi de pánico, porque creo que es obvio que estoy buscando su aprobación. Hasta la bebé se fija en su madre, sin dejar de chupetear su merengue — Entonces… — busco redondear un poco el asunto, regresando la mirada a la rubia de la mesa — ¿Podemos quedarnos tranquilos con que estás siendo sana y responsable y que irás al médico con Scott?
    Hans M. Powell
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    Invitado
    Oliver Helmuth, me lo apunto bien arriba en mi lista de amigos de Meerah que me caen bien. Maeve sigue estando en un primer lugar asegurado, que en su cuidado a Mathilda no tenemos de qué quejarnos. Si es con ellos con quien se pasa de tragos, ¿quién a su edad no lo hizo? Siempre es bueno tener amigos que están cuidándote, que no te quitarán un ojo de encima y se asegurarán de que llegues a casa, que no te pierdas por el camino. Puedo respirar aliviada, ¡puedo respirar aliviada! No hay ninguna pega que podamos poner a los amigos de Meerah, busco la mirada de Hans como confirmación de que la situación está bajo control, sobre todo cuando ella acepta que vayamos al sanador, aunque me retraigo al escuchar que ya fue y asumo que con Audrey, como debía ser. —No, bien, no es una obligación. No lo tomes así. Si ya fuiste y no sientes que sea el momento para volver con preguntas de este tipo, lo podemos dejar para más adelante…— si su madre cumplió con sus tareas, no es mi intención venir a imponerme en nada, entiendo que pueda ser incómodo de por sí y estoy pisando la línea entre querer ser alguien en quien pueda confiar y la frase «no eres mi madre».  Mantengo mis ojos en ella cuando su sarcasmo se encarga de dejarnos en claro que no, no hay ninguna duda que quiera hacernos. A menos que, ¿lo del piercing iba en serio?

    En vez de contestarle que estas charlas son parte inevitable de la adolescencia, queramos o no, la mención que Hans hace de su padre me lleva a fruncir los labios para guardar silencio, es un tema delicado cada vez que se trae a colación como para hacer un comentario a la ligera. Espero mi momento oportuno para hablar, y aún como una intervención de eco, lo encuentro. — Eres de por sí mucho más inteligente de lo que fuimos a tu edad— tengo mi confianza puesta en ese rasgo de ella, el buen criterio que tiene para saber qué es lo seguro y qué la podría meter en problemas. —Pero si alguna vez lo necesitas, no te cohíbas de preguntarnos lo que sea— porque considerarse inteligente a su edad, también puede ser un peligro. De entre los ingredientes sueltos sobre la mesa recojo una servilleta para tendérsela a Hans así puede limpiar la baba sucia que está cayéndole de la barbilla a la bebé. —Solo si quieres, lo repito. Podemos dejarlo para otro momento, nadie te está… apresurando a nada—. ¿Verdad que no? Dijo que no estaba metida en ningún relación que la estuviera llevando a eso, así que podemos descartar cierta presión o su propia curiosidad a querer probar la experiencia. —Con saber que estás disfrutando de esta edad con buenos amigos que te cuidan es todo lo que necesitamos para saber que estás bien—, dejaré lo de «sana y responsable» fuera de mi propio discurso.
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    No sabía hasta qué punto es que en verdad tomaba tanto o si tenía que ver con la tolerancia que podía tener con ciertas bebidas. Todavía no había tenido la oportunidad de analizar o poner a prueba eso cuando literalmente había tomado en cantidad tres veces en mi vida. Y la primera ni siquiera contaba ya que había sido completamente accidental. - No lo veo como una obligación, pero supongo que tampoco será algo malo el repetir la visita. Sé que las pastillas anticonceptivas funcionan como un regulador también, así que no le veo lo malo a probar. - Si ellos se quedaban tranquilos y yo obtenía algún beneficio de eso… No lo de las relaciones, pero los dolores menstruales no eran bonitos, y tenía entendido que las pastillas ayudaban. Ya qué.

    - Gracias por la confianza, por el halago y  por la sinceridad. Pero creo que es por esa misma inteligencia y a lo abiertos que se muestran con respecto a mi vida que creo que sabré como manejar ese tipo de situaciones cuando llegue el momento. - E incluso si no los tuviera a ellos, no había pasado tanto desde esa noche de año nuevo y lo comprensivas y sensatas que se habían mostrado las chicas con respecto a las dudas de Hero. Podía estar confundida en muchas cosas en mi vida, pero sin importar cómo siempre estaba rodeada de gente que estaba dispuesta a tratar de comprenderme si es que lo necesitaba. Creo que debería sentirme muy afortunada por ello. - No siento la necesidad de apresurarme con nada, y pese a que no puedo prometer el recurrir a ustedes con este tipo de temas cuando el momento llegue, sí puedo comprometerme a mantenerme realmente informada y preparada. -

    No puedo dar ejemplos y de verdad contar con quienes de verdad estaba pasando mi tiempo, pero no me es complicado asentir con la cabeza ante sus preguntas. -Soy una adolescente sana, que trata de ser responsable y que realmente disfruta de la vida que tiene. Incluso aunque me hagan pasar vergüenza, los quiero y entiendo que están tratando que sea cuidadosa con mis decisiones tanto ahora como a futuro. Creo que puedo respetar eso. - Y es lo más sincero que saldrá de mi boca sin exagerar nada que pueda meterme en problemas. - Trataré de regular mi consumo de alcohol pese a que en serio, bebo mucho menos de lo que pueda parecer. Y sí, iré al ginecólogo con Lara, si es que ella no tiene problemas en acompañarme. - Que técnicamente no tenía por qué tener ese tipo de responsabilidad conmigo, incluso aunque yo pudiera desearlo.
    M. Meerah Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Es bueno saber que tengo el apoyo de Scott en algo como esto, creo que no habría tenido ni la más pálida idea de cómo manejar la situación y, siendo sinceros, habría pateado la conversación hasta encontrar un momento menos incómodo para hacerlo. Al menos Meerah tiene la madurez suficiente como para tomar lo que les decimos y no hacer un escándalo de ello, me permite el dar por sentado el tema y me pregunto si ya podemos evitar tocarlo hasta que sea realmente necesario. Tomo la servilleta y paso a entretenerme con la baba de una niña que, espero, no me dé tantos dolores de cabeza hasta dentro de muchos años, cuando mi paciencia sea otra.

    Lo que no me espero es la conclusión que mi hija mayor pone sobre la mesa. Lo tomo, pese a mi silencio estoy seguro de que ella puede comprender el pequeño orgullo que llevo dentro y, con una rápida mirada, me fijo en el perfil de la otra adulta presente en la mesa — Hablando de este tipo de cosas… — me acomodo en el asiento y tengo que tener cuidado de que la mesa no se le clave a Tilly en la pancita, así que pongo mi mano allí como colchón — Hay algo que queríamos decirte y no encontrábamos el momento adecuado, pero en vista de que aceptaste que Lara te acompañe al ginecólogo… — intento hacerlo sonar un poco más divertido, aunque queda solo en eso, en un intento. Estoy nervioso, que no se note. La única que podría decirlo es Tilly, que se remueve por culpa del movimiento de mi pierna — Verás… Ya que Lara y yo vamos a casarnos y que ustedes dos se complementan tan bien la una con la otra… — porque no hay otro modo de explicarlo, sé que comparten cosas que yo ni siquiera puedo ni quiero imaginar — Pensamos que… bueno, si tú quieres, podrías ser la hija de ambos. Legalmente hablando — creo que me estoy enroscando demasiado. Tengo que tomar un poco de aire y lo largo en una sonrisa, despeinando los cabellos finos de Mathilda — Nos encantaría hacer los papeles para que Lara pueda adoptarte y así poder avergonzarte siendo ambos tus padres de manera oficial. ¿Qué dices? — que sé que la estoy invitando a renunciar a la mujer que la crió, pero su abandono es una de las razones por las cuales creo que Meerah necesita de una familia firme.
    Hans M. Powell
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    Invitado
    Invitado
    Por descocada que haya sido la mayor parte de mi vida, me temo que mis peores errores se dieron cuando actuaba desde mi inteligencia, esa que nunca me ha fallado para resolver ecuaciones difíciles o armar mapas mentales para entender lo complejo, pero que no acertaba cuando se trataba de comprender mis propias emociones. Busco la mirada de Hans por encima de la cabeza de Meerah una vez, me resta confiar en que su inteligencia la lleve por un andar sin tantos tropiezos, que no necesite como fue mi caso, tener que equivocarme tanto para dar con la respuesta correcta sobre las personas y los lugares donde estar. Le pregunto a Hans con mis ojos si es podemos dar por terminada la conversación en el punto en el que Meerah acepta que la acompañe al sanador, si tiene más preocupaciones es su momento de decirlas, que no lo quiero con la cabeza en la almohada viendo como se le llena de canas verdes de todas las cosas que se le ocurren por desconocimiento sobre sus actividades o amistades. De su boca sale algo muy distinto, por poco diría que me sorprende, no por lo que dice, sino por traerlo a colación después de hablarlo hace meses y supongo que, aunque no me haya preparado, este es el momento oportuno para tocar un tema como ese.

    Solo si quieres, si estás de acuerdo— se lo aclaro a Meerah apenas tengo un espacio para hablar, adelantándome a lo que ella pueda contestar.  —Estás creciendo y pronto serás mayor de edad, no hace falta… quizá no hace falta algo como esto— si intento sonar como si este fuera un tema serio del que podemos hablar con pragmatismo, es porque me pone nerviosa la posibilidad de su rechazo a su idea, por eso pongo en palabras lo que creo que podría estar pensando. —Tu madre es Audrey, ella te tuvo, te crió y te educó bien, eso no es algo que vaya a cambiar. Nadie ocupa el lugar de nadie, en la vida se van abriendo nuevos lugares para que todos podamos caber…— hablo desde cómo me siento, pateando fuera al pragmatismo, así fue como todos ellos tienen un sitio en mi vida restringida por años al cariño leal de Mohini, que se mantenía pese a que no le respondía como se merecía, y a la amistad que Riley me brindó como apoyo en mis momentos más críticos. —Pero cuando te veo al lado de Mathilda, el cariño que siento por ti es el mismo que siento por ella, ni un ápice menos, ni un ápice más. Eres mi hija tanto como ella lo es. Y de la misma manera, espero que puedas verme en tu vida, ¿sí? Que en todos los momentos en que te acompañemos con tu padre, con más errores nuestros quizás de los que tú puedas cometer, puedas verme como una madre… en esta etapa de tu vida— se lo pido, entrelazo mis manos sobre la mesa conteniendo el impulso de querer sujetarme a la suya. —Porque no solo Tilly cambió mi vida, no es la única a la que cuidaría con mi vida, ¿lo sabes, verdad?
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Bien. Para empezar no entendía qué tenía que ver un tema con el otro. O cómo, de una charla sobre sexo y anticonceptivos podía derivar algo como que Lara me quiera adoptar. ¿Lara me quiere adoptar? Un segundo, ¿qué? Creo que estoy demasiado shockeada como para procesar la idea correctamente y si no fuera porque en seguida ella toma la palabra, estoy segura de que habría pasado por un silencio muy incómodo en lo que trato de envolver mi mente en torno a esa propuesta inesperada. ¿Es normal que pueda escuchar los latidos de mi corazón?

    Trato de visualizar sus palabras, y pensar en Audrey como ella lo dice. Pero es diferente, podía reconocer en ella a la madre que me crió y que me educó, pero no a la que había decidido quedarse conmigo, acompañarme cuando podía necesitarla, o cuando menos tomarse la molestia de explicarme lo que pasaba por su mente y por su vida, serme sincera. ¿Tenía que compararlas? Porque no podía pesarlas en la misma balanza, e incluso si lo hiciera… ¿a quién quería engañar? No era muy difícil el encontrar una ganadora. Tal vez es por eso que incluso aunque sigue explicándome el por qué detrás de su deseo, una vez que puedo comprender que realmente está siendo sincera, no me es muy difícil tomar una decisión.

    Creo que estoy llorando, pero no dejo que me vea así mucho tiempo porque antes de que me dé cuenta me encuentro de pie y acortando la distancia que me separa de ella. La estrujo en un abrazo que contiene una fuerza que no sé de dónde saco y me quedo escondiendo el rostro contra ella hasta que por fin puedo mirarla al rostro. Y no encuentro palabras para poder decirle nada, así que miro a Hans, a Mathilda y por fin puedo encontrar mi voz. - Creo que la pregunta importante acá es: ¿Scott Powell o Powell Scott? - No sé qué más decir, así que la vuelvo a abrazar en lo que espero haya entendido que era una especie de Sí en carteles de neón.
    M. Meerah Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    De todas las cosas que salen de la boca de Scott, hay una que me deja pensando. Hace muchos años que no conozco cómo funciona una familia, ni siquiera he tenido una adolescencia dentro de un grupo que funcione como se debía. Sé que mi miedo condenó a Meerah a sufrir algo parecido, que he ocasionado algo tan horrible como el que una persona tenga que crecer sin saber una parte de su historia, cosa que no comprendo cómo es que me ha perdonado. Durante todo ese tiempo en el cual yo no estuve, Audrey sí y, por extraño que parezca, Lara también tuvo su aporte. A veces, hasta siento que soy yo el que está colado dentro de la imagen, el que ha aparecido como un intruso para acabar por darle algo de forma a toda esta locura. Tengo eso que jamás creí desear, lo cuido con tanto amor que mis prioridades se desbarataron. No podré eliminar a Audrey de su vida y tampoco planeo hacerlo, pero me gustaría que tenga una nueva estabilidad, ahora que el mundo nos necesita unidos y fuertes.

    Mathilda aplaude, pero estoy seguro de que es porque le gusta ver como el merengue chupeteado se desparrama entre sus deditos y no porque su hermana se ha lanzado sobre su madre con una pregunta que, a pesar de que me llena de una extraña y cálida felicidad, me hace reaccionar de una manera un poco más yo — ¡Hey! — les llamo, con una vaga sonrisa torciendo mi boca — Está bien que estén planificando el expulsarme de su exclusivo club de mujeres en esta familia, pero me ha costado darte mi apellido como para que lo desprecies de esa manera — por muy ofendido que pueda sonar, me dura un suspiro. Pronto estoy estirando el brazo para poder apretar la muñeca de Meerah a modo de cariño — Sé que lo sabes, pero creo que jamás es tarde para repetirlo mil veces — murmuro — Pero estoy completamente orgulloso de que seas mi hija y poder compartirlo con Scott es una de las mejores cosas que me han pasado. Aunque te avergoncemos… los dos sabemos que te mereces todo lo bueno que podamos darte y más — porque de eso se trata esto, de construir entre todos un castillo que nos proteja de lo malo, llenarlo de lo bueno y, por sobre todas las cosas, disfrutar que tenemos una de esas cosas que no todo el mundo es tan afortunado de conseguir.
    Hans M. Powell
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    Invitado
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    Rodeo su cuerpo con mis brazos para poder sostenerla contra mí el tiempo que se pueda, paso mi mano por su cabello en una caricia que baja hasta su nuca y me asaltan las lágrimas al tomar su gesto como un «sí» de su parte. Ha pasado un tiempo desde que era una niña que me hacía preguntas inteligentes a las que elegía responder con honestidad, por unos segundos siento recuperarla, cuando dejamos de lado toda nuestra plática reciente sobre una adolescencia que nos está superando a los tres, menos a Tilly que se ve superada únicamente por la crema que embadurna toda su cara. No contesto a la pregunta que hace sobre el orden de los apellidos, solo me sonrío. Sobre su hombro vuelvo a buscar la mirada de Hans, quien se encarga de mostrarse tan indignado como supuse que lo haría por reanudar esta discusión que nos había llevado meses y puesto que no puedo encontrar mi voz, supongo que quedará Powell Scott para ambas. Sujeto la cabeza de Meerah con mi mano al dar un beso fugaz en su mejilla, las mías ya están mojadas por las lágrimas que fueron cayendo, no hay muchas oportunidades de decir esto cuando la adolescencia comienza con sus arrebatos, así que tomo el momento. —Te quiero, ¿lo sabes?— que tampoco quiero avergonzarla de entrada tanto como predice Hans que lo haremos.  

    Froto sus brazos al apartarme de ella para que podamos continuar con la tarea de armar un pastel de cumpleaños, si es que Tilly no se ha encargado de robarse todos los adornos y a su padre lo único que le quede será un bizcochuelo instantáneo. —No te avergonzaremos tanto— le prometo. —Trataremos de comportarnos como padres adultos y no le preguntaremos a Oliver las veces que venga de visita, qué intenciones tiene contigo—. Se me ocurren muchas otras cosas, peores, tendré que armarme una lista y tal vez darle una copia a Hans que presiento que se la guardará en un cajón, que puede mostrarse centrado en conversaciones así, pero todos hemos visto como por un poco de nada puede montar un espectáculo si es que se trata de Meerah. —¿Ha quedado algo o Tilly se lo comió todo?— pregunto, que la niña sigue inquieta sobre las rodillas de su padre. Estiro mi brazo para mover la muñeca de Hans así tengo su atención. —Creo que nos hemos quedado sin pastel, tendrás que comerte a la bebé— contengo una sonrisa y muevo mi barbilla hacia ella para que se encargue de quitarle esa crema de los cachetes, ya que la servilleta ha quedado igual de sucia, no creo que tengas pegas. Coloco mi mano en la espalda de Meerah para una caricia y tomo el atajo de buscar mi varita para que se encargue de que el pastel se recubra de lo que haya sobre la mesa, ah, bendita magia. —¡Voila! No lo sé, Hans Powell, creo que eres un tipo con suerte por tenernos aquí y a este hermoso pastel— se ve un poco chueco y los confites están mal distribuidos, pero nadie morirá intoxicado y es lo importante. —Regalale tus tres deseos a la bebé así empieza a practicar— hago que se aparezca los números 3 y 5 sobre la parte superior y lo arrimo a ambos.
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Me río ante la indignación de Hans, con una risa que sale acuosa y divertida cuando vuelvo mi mirada hacia él. - No lo estoy despreciando, pero ya que Tilly tiene el Powell Scott… A menos que cuando se casen también adquieran ustedes el doble apellido. Así todos estaremos a juego. - Me aprieto un poco más a la cintura de Lara mientras que ambos se encargan de recordarme no solo las razones por las cuales me quieren, sino que las razones por las cuales yo misma no puedo hacer otra cosa más que amarlos con todas mis fuerzas. Y no, puede que esté lejos de merecerme todo lo que dice Hans, pero en este momento prefiero no pensar en ello y aferrarme fuerte a esta familia.

    - Yo tambien los quiero y estoy orgullosa de que sean mis padres. - Aprovecho que Lara me suelta para limpiar mis lágrimas con la manga de mi saco y luego paso a recargarme contra el hombro de Hans. Que se supone que este es su cumpleaños y acabé siendo yo la que se lleva el mejor regalo. - Oli está en algo con Maeve. No tiene ningún tipo de intenciones conmigo, a menos que sea la de pedirme que le lleve macarrones cuando paso por la cafetería de la vuelta. - La cafetería que estaba cerca del Royal era muy rica, pero eso no significase que las del cuatro no fuesen mejores.

    Me sonrío cuando Lara se encarga de armar todo lo que corresponde a lo que queda de la torta, y aprovecho para sacarle una foto a Tilly mientras que se encuentra llena de merengue. Tilly puede encargarse de pedir todos los deseos que quiera, creo que los míos llevan rato de haberse cumplido.
    M. Meerah Powell
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