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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Riorden M. Weynart
    Me ha llevado más tiempo del que quizá en un principio hubiera imaginado. Me sorprendo hasta a mí mismo cada vez que recuerdo la cantidad de semanas que he tardado en decidirme por fin a bajar a la planta inferior, esa donde está una de las personas que más daño ha hecho en mi familia en los últimos años. La imagen del hombre que veo en el espejo del ascensor todavía mi inquieta más porque ni siquiera me reconozco. Parezco alguien resignado a la vida, pero en parte tampoco me sorprende después de lo que ha sucedido. Han pasado ya más de dos meses desde que Colin dejó todo atrás, incluida a su hija, y todavía no consigo hacerme a la idea de cómo en menos de dos años he perdido a dos hermanos. Sí, de maneras completamente diferentes, pero ahora ninguno está.

    A mi imagen resignada no ayuda la iluminación deprimente del lugar, ni muchos menos el ruido típico que provocan los dementores y otras criaturas en las que prefiero no pensar. Si no fuera porque sé a quien voy a ver, aunque ni siquiera comprenda mis motivos, podría sentir algo de pena. Y sinceramente, no siento nada de empatía una vez llego a su celda y observo el estado en el que se encuentra; ese que tan lejos queda de la mujer que mató a mi hermana de un disparo. — Ahorrémonos las presentaciones — digo en un claro tono irónico, porque ella sabe perfectamente quién soy, y yo sé quién es ella. He leído demasiadas veces todo la documentación que teníamos sobre Ava Ballard, que no era demasiada porque desapareció del país cuando era una niña.

    Evito apoyar la espalda en una de las paredes porque no están nada limpias, y en cambio, me cruzo de brazos mientras le echo un rápido vistazo. No solo dista de ser la mujer que mató a Annie y que ahora parece una cría indefensa, sino que está mucho peor que el día que la traje inconsciente, tras el ataque al ayuntamiento del 9. — Solo tengo una pregunta: ¿por qué? — le suelto. Quizá ahora parezca indefensa, pero las imágenes de mi hermana muerta se me aparecen cada vez que la miro a los ojos. — ¿Por qué mataste a mi hermana? ¿Qué pretendías? Se suponía que era un intercambio. — No siento rabia ya, solo dolor. Dolor por haber perdido a Annie, pero también por no comprender las estúpidas ideas que le han metido a Colin en la cabeza. Ni siquiera sé cuándo cayó en sus redes.
    Riorden M. Weynart
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    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    Ya había dejado de tratar de llevar la cuenta de cuántos días habían pasado. Ni siquiera las visitas ocasionales me servían para ubicarme en el tiempo, y mucho menos lo hacían las horas, que por momento se sentían minutos y por otros se sentían días. Era en especial complicado luego de las visitas de Magnar, según su humor podía terminar inconsciente y nunca sabía cuánto me llevaba recobrarme luego de eso; en sueños las horas no pasaban si no eran llenas de pesadillas, despierta la situación no era mejor ya que el frío y la tortura constante de tener una bestial criatura fuera de mi puerta no eran precisamente un cobijo que me ayudara a sentirme bien. Los temblores habían frenado en algún momento, o tal vez los había incorporado hasta el punto de ya no sentirlos más; era el dolor lo único constante que me recordaba que estaba viva y era triste que para este entonces ese fuese uno de mis pocos consuelos. Ese y el saber que Magnar no había podido cumplir su promesa todavía, no la de llenar las celdas vecinas de gritos que podrían volverse conocidos si es que los demás no tenían cuidado.  

    La puerta se abre e involuntariamente se me escapa un suspiro que me hace querer llorar cuando no puedo contenerlo. ¿A esto me he reducido? ¿A ser un despojo de lo que solía ser mientras tiemblo a la espera de cualquiera que venga a torturarme? Incluso Road, que no pasó ni siquiera cinco minutos dentro de la celda me hizo sentir como un desecho humano. Supongo que sí, a eso me he reducido.

    Al menos la figura que se aparece no es una que me tome por sorpresa, al contrario, era una que esperaba ver hace tiempo y que me hace cuestionarme realmente cuánto es que llevo aquí dentro. - Creí que solo dijiste que sería una pregunta… - Aventuro con la irreverencia natural que a estas alturas no sé si me mantiene viva, o es la que se encarga que cada corte y cada abuso se sienta peor. Además, no sabía cómo responderle. No ahora que la imagen que me fuera regalada por Powell es la fuente principal de mis pesadillas. ¿De verdad esa criatura con el rifle en alto tenía una justificación para la frialdad que había detrás de su mirada? - ¿Por qué mataron ustedes a mi mejor amiga? ¿A mis hermanos, a mi madre, a casi todas las personas que de verdad me importaban? - Tal vez si el pudiese responder con sinceridad, yo podría descubrir detrás la verdadera respuesta. - Tiempo atrás le dije a uno de los tuyos que no me arrepentía de matar a Annie Weynart, todavía es cierta esa declaración, pero no puedo decir lo msimo de los ‘porque’ que hubo detrás de esa acción. - ¿Querría que le escribiera por escrito mi declaración como una especie de despedida? - ¿Vienes a honrar tus últimas palabras hacia mí? Creí que Aminoff te ganaría de mano en eso cuando se aburriese.
    Ava E. Ballard
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    Riorden M. Weynart
    Cojo aire profundamente, como una manera de tratar de mantener la compostura y no acabar soltándole algún improperio porque no es para eso para lo que he venido. Verla me provoca decenas de sentimientos y sensaciones dolorosas, pero gritarle sé que no va a servir de nada. Sin embargo, eso no quita que odie que se burle de mí ironizando sobre el número de preguntas que he formulado. — Una pregunta va de la mano de la otra; no es tan difícil de entender. — Solo le doy esa explicación, hablando todo lo calmado que puedo porque no quiero que vea cómo casi consigue sacarme de mis casillas. — Yo no maté a nadie de ellos; no apunté a ninguno con un rifle a la cara ni disparé como hiciste tú — remarco, porque no me gusta que me meta en ese plural. — Puede que sea el Ministro de Defensa, pero hay ciertas decisiones en las que yo no tengo ni voz ni voto. — No quiero entrar en detalles porque no se merece ninguna explicación, pero yo no estaba al tanto de que Jamie iba a bombardear el 14. Tampoco hubiera podido evitarlo, igual que tengo que tragar con las decisiones cuestionables de Aminoff ahora.

    Estoy cansado de situaciones que no llevan a ninguna parte. Solo quiero hacer mi trabajo, y al acabar el día, poder estar en mi casa con mi familia. Fueron unos años tranquilos y echo de menos esa sensación de paz, sin tener que preocuparme por el heredero Black o por un psicópata salido de la nada que ha puesto a patrullar por el país a criaturas peligrosas. — No quiero ni necesito tu perdón, pero sí que me gustaría una explicación. Sé que no te arrepientes de matar a mi hermana porque en tu cabeza, por cosas que nunca comprenderé y que me niego a entender, tenía todo el sentido del mundo. Solo pido saber qué pretendías con ello. ¿Era simple venganza? Porque Annie no tuvo nada que ver con lo que le pasó a los tuyos. — Desgraciadamente, tampoco recuerdo ese día con mucha claridad porque estaba algo confuso después de tanto tiempo como rehén, con apenas comida y líquidos. — Desde luego, creo que no es tanto pedir viendo el estado en el que te encuentras — añado, y la miro de arriba a abajo con descaro. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que le han hecho de todo durante estas últimas semanas.
    Riorden M. Weynart
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    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    - ¿Entonces vas a decirme que tienes las manos limpias de todas las desgracias que nos ocurrieron? - El “¡JA!” que se me escapa sale atragantado entre lo que quiso ser una risa sentida, y una exhalación del aire que no tengo. Era el puto ministro de defensa, la persona a cargo de la milicia de Neopanem desde hace no sé cuántos años. ¿Me va a decir que Jamie Niniadis se hacía con la mitad de su departamento sin ponerlo al tanto? - Y si tu ministra te hubiera dado voz y voto, ¿habrías dicho que no? ¿Habrías sacrificado tu vida o tu puesto para impedir una masacre? - Mi pregunta es válida, que mártires de palabra había muchos, pero aquellos que realmente contaban… Bueno, la mayoría ya estaban muertos.

    - Oh, claro, perdona. Olvidaba que estaba hablando sobre su santísima excelencia Annie Weynart. - Mis pulmones funcionaban a fuerza de voluntad a estas alturas, pero no puedo evitar bufar con sorna cuando todo el mundo parece pintar a la zorra de su hermana como si fuese una inocente en todo esto. - Supongo que fue su gemela la que degolló a mi mejor amiga, y claro que fue su clon la que estaba amenazando con retener a la persona que vi crecer desde el momento en que nació… - El pensar en Ken y los momentos en los que estuvo bajo sus garras me me daba náuseas, me enfermaba desde dentro y me llenaba de ira.  - ¿Sabían que Kendrick jamás tuvo idea de quien fue? Supongo que eso no importa al momento de torturar a alguien, ni hablemos de su edad… - Trato de respirar profundo aunque no pueda, y trato de calmarme pese a que todos los sentimientos de mierda que me han torturado parecen reaparecer con fuerza. - Nunca fue por venganza, pero créeme, incluso aunque no lo hubiesen hecho pasar ni por un décimo de lo que me hicieron a mí, incluso aunque terminase perdiendo la cordura en el proceso, volvería a matar a la perra de tu hermana todas las veces que hicieran falta. - A diferencia suya, yo no sentía la necesidad de hacerme pasar por ninguna mártir. No era inocente, y jamás lo sería, pero eso no significaba que sus crímenes fueran menores. - Preguntas qué pretendía con ello, pero en estos momentos lo único que puedo recordar es que quería que terminase toda esa mierda. Sabía que no íbamos a ganar, y preferí arriesgarlo todo si significaba tener a los nuestros con nosotros nuevamente. - E incluso aunque no pudiese reconocerme en la mirada del espejismo que me pudo mostrar Powell, sabía que de poder volver el tiempo atrás para cambiar algo, no sería eso lo que cambiaría.
    Ava E. Ballard
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