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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    Estamos a días de que se termine enero y no entiendo a dónde se ha ido el tiempo. Nuestra casa se ve como un lugar estable, no hay señales que nos identifiquen como personas que han estado aquí solo unos pocos meses. Beverly se encuentra con sus amigas, como si fuese una adolescente más en un distrito común y corriente, mientras la nieve cae en silencio y aquí dentro la calefacción nos mantiene ajenos a su temperatura. Ha comenzado a anochecer, las primeras luces de las casas iluminan la ciudad. Es una tranquilidad desconocida, que me revuelve por dentro al recordarme que voy a perderlo todo, que estoy dejando que se me patine entre los dedos por algo que ni siquiera sé si va a funcionar. Tengo miedo, me muero de miedo, estoy corriendo hacia lo desesperado, hacia las ideas suicidas que deberían ser ilegales. Soy consciente de que voy a romperle el corazón a alguien que tiene el mío. Que estoy dejando lo mejor que me ha pasado en años por un futuro incierto y oscuro.

    Estoy sentado en el marco de la ventana, esa que está repleta de almohadones, cuando la puerta de la sala se abre y veo a Arianne pasar por ella, luego de un largo día de rutina. La lámpara cálida le permite ver un asomo de sonrisa de mi parte, pero creo que me conoce lo suficiente como para saber que no es una buena señal — Tenemos que hablar — ya, nadie que diga esa frase tiene buenas noticias. Bajo los pies del marco pero no me levanto, mantengo mis dedos golpeteando el borde de los almohadones y tomo algo de aire. No me atrevo a mirarla, soy tan cobarde que tengo que mantener los ojos en un punto fijo entre el suelo y la pared. Me siento vacío — Ari… ¿Hasta dónde llegarías por alguien de tu familia a quien aprecias? Si existe alguien allí que necesita ayuda y tú sabes que puedes dársela, a pesar de que sea un enorme sacrificio… ¿Lo harías? — lo sé, estoy jugando sucio, pero necesito que lo vea con mis ojos antes de ser completamente honesto.
    Benedict D. Franco
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    You were my life but life is far away from fair ✘ Arianne 9QTJW19
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    Arianne L. Brawn
    Consejo 9 ¾
    Los pies de la veela dejaban un camino tras de sí, hundiéndose ligeramente en la nieve que no había parado de caer durante todo el día. Verlo desde la ventana de la habitación era mucho más cómodo que tener que sufrirla durante la mayor parte del día mientras corría de un lado para otro en un distrito que parecía patas arriba; formado por una ingente cantidad de ideas que no terminaban de cohesionar entre sí por más interés que todos le pusieran. Sacudió la cabeza en un intento de retirar los copos que se atrevían a enlazarse con sus pestañas, no queriendo sacar las manos de la protección de sus bolsillos. Su sangre había cambiado, la sentía hervir con facilidad, pero eso no significaba que calentara con mayor facilidad su cuerpo o la hiciera inmune a las bajas temperaturas.

    Solo sacó la diestra cuando estuvo frente a la puerta de casa, abriéndola y sumergiéndose en el cálido ambiente que la templó de inmediato. Poco tardó en dejar a un lado la chaqueta y el bolso que portaba, deslizando los dedos por su cabello en un intento por hacer desaparecer la nieve que aún pudiera mantenerse en el mismo. En un inicio se asomó a la cocina, luego escaleras arriba a la espera de escuchar alguna voz  o ruido. Un murmullo escapó de sus labios, sacudiéndose los pantalones hasta abrir una nueva puerta y, al fin, encontrándose con alguien. Le dedicó una cansada pero sincera sonrisa, acabando por entrar en la sala, no sin antes dejar los zapatos a un lado. Realmente estaba harta de llevarlos durante todo el día y quería deshacerse de ellos. Los alistó a un lado, girándose en su dirección tras aquellas tres palabras. No muchas personas se las habían dirigido directamente a ella, pero sabía la fama que podían tener las mismas. — Pensé que podría llegar antes y preparar algo de cenar, ¿lo siento?  — no sonó del todo convincente cuando habló, y lo sabía, pero en realidad solo estaba poniendo una excusa. Frunció el ceño, quedándose a medio camino hasta él y quedándose parada en lo que su cerebro se reactivaba y acababa por alcanzar una silla que ocupar. — Depende — contestó sentándose y mirándolo con cierta desconfianza a la par que confusión. —.  Si lo pensara en caliente supongo que me sacrificaría, si lo hiciera en frío sopesaría otras opciones incluso aunque fueran personas que me importan — dijo con sumo cuidado, teniendo cuidado de no quedar como alguien despiadado pero tampoco demasiado impulsivo. — Querría arriesgarlo todo por mi madre o mi hermano pero sé que ellos no querrían que dejara todo lo que he conseguido por ellos —. Y sabía que se castigaría por ello durante toda su vida. — Y mis sobrinos… supongo que acabaría arriesgándome por ellos. No han vivido casi nada, merecen la oportunidad de hacerlo —. ¿La diferencia? No era querer más a unos o a otros, hacerle caso a uno u a otros, sino tratar de ser… equitativa.

    Suspiró, entrelazando las manos sobre sus rodillas. — ¿Ha pasado algo? — alcanzó a preguntar finalmente.
    Arianne L. Brawn
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    Meneo la cabeza, con una suave sonrisa que lo único que espera transmitir es que no tiene nada que ver con la comida. Ni siquiera tengo hambre. No me sorprende que tenga una respuesta tan elaborada, Arianne siempre fue la clase de personas que analizaba mucho más los escenarios, con todas sus variantes. Creo que estoy más acostumbrado a las pocas posibilidades, pero todo lo que sale de su boca tiene sentido y me da la pequeña esperanza de que, tal vez, logre entenderme. La escucho en silencio, froto mis manos entre mis rodillas en un gesto que busca tranquilizarme y respiro con profundidad, hasta que su pregunta me recuerda que no puedo no darle una explicación. Alzo los ojos hacia ella una vez más, encontrándome en ese rostro que me hace sentir que tengo una vez más trece años, que soy mucho más pequeño y vulnerable y que absolutamente nada de lo que salga de mi boca tendrá un efecto positivo. Nunca hemos salido de los juegos, ese es el problema. La vida misma se ha transformado en una enorme arena.

    Ari… — no encuentro mi voz, tengo que carraspear para poder seguir hablando — ¿Recuerdas lo que les conté sobre Magnar Aminoff y el escuadrón de licántropos? — aún no comprendo cómo es que ha pasado un año desde ese incidente, poner al tanto a todo el consejo fue bastante incómodo. Detengo mis manos, pero golpeteo mis pulgares — Sé que ha pasado tiempo, pero confío que con una buena negociación podría tomar su propuesta. Y sacar a Ava de allí — sé muy bien cómo está sonando, reconozco que debe parecer un suicidio ridículo y que, posiblemente, esta conversación le ponga un punto final a todos los planes que habíamos tenido para nosotros. Esos que son tan simples que ni siquiera necesitan planificación en la vida de los civiles comunes y corrientes.

    Estoy seguro de que ella está viva, Ari — Otro debate del consejo: ¿Por qué Magnar Aminoff enviaría el anillo de mi hermanastra para Navidad? Si quisieran ejecutarla lo harían en público, ella conoce sus métodos mejor que yo. Era una provocación, podría apostarlo — Y no puedo… — me adelanto, tomo sus manos entre las mías para que me comprenda, para que no se aparte, con toda la desesperación que cargo dentro — Ava es lo único que queda de mi familia y ya he perdido demasiado. Necesito hacer esto — porque de esa casa en el catorce ya solo quedan cenizas, ya no hay padres que nos regañen ni tampoco tenemos a Cale y a Zenda como para convencernos que todos esos años fueron reales. Era una familia extraña que se volvió suficiente como para sentirte normal y, ahora mismo, todos ellos son simples fantasmas.
    Benedict D. Franco
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    Arianne L. Brawn
    Consejo 9 ¾
    A veces era complicado de seguir. De saber que era lo que ocurría en aquella ocasión y si había cometido algún tipo de error sin percatarse de ello. Sí, él le hacía pensar que no cometía más que un error tras otro y que podría romper lo que existía entre ambos sin haberse dado cuenta. Sentirse pequeña frente a los demás nunca fue una verdadera opción, pero despertaba en ella aquel sentimiento con demasiada frecuencia; y sabía de primera mano que algo picaba bajo su piel cuando así era. Lo suyo era mantenerse lógica en todo momento, irónicamente no era la mano impulsiva de la situación  porque él merecía la etiqueta con creces. Todo a su alrededor le daba una sensación extraña, una especie de atmósfera que le desagradaba en gordo. Frunció el ceño, manteniendo un rostro interrogante en lo que trataba de buscar su esquiva mirada. Una queja quedó ahogada en su garganta, una que carecía de sentido después de que él volviera a contestarle con otra pregunta. Asintió lentamente con la cabeza a ésta, a sabiendas de que no hacía demasiado tiempo que la plasmó frente al Consejo, y trayendo de vuelta el malestar que la misma le provocó en su momento. — ¿Qué? — alcanzó a preguntar sin terminar de procesar del todo lo que acababa de exponer. — No te estoy entendiendo —. No quiero hacerlo.

    Su espalda se despegó un poco de la silla, y quiso deslizar sus manos lejos de él cuando fueron atrapadas antes de alcanzar a hacerlo. Meneó la cabeza en un intento de aclarar sus pensamientos, de encontrar el hilo de la lógica en todo lo que estaba pasando en aquel instante. Permaneció quieta un tiempo, sin saber si transcurrieron segundos o minutos en lo que su cabeza trataba de recomponerse. Sí, lo mejor era tratar de recomponer primero su cabeza; tratar de pensar con ésta y no con aquella parte que le pedía, le exigía, que se separara y lo abofeteara por tener siquiera aquel tipo de ideas absurdas. Una sangre fría que parecía calentarse por segundos y consiguió que alejara sus manos de las contrarias. — ¿Has perdido la cabeza? — fue lo primero que surgió de sus labios tras el largo silencio en el que se hubo sumido. — Tú… ¿siquiera piensas? — le recriminó entonces, haciendo la silla hacia atrás y levantándose de la misma, marcando una obvia distancia entre ambos. Debía de ser objetiva, primero tendría que sacar arrastras toda la objetividad antes de recriminarle todo lo que se le viniera a la cabeza. — Seré objetiva, Benedict, ¿de acuerdo? — consiguió articular luego de golpearse con la lengua un par de veces el lateral de la boca.  — Siento decírtelo porque es tu familia, pero no vale la mitad que tú. ¿Luego qué vendrá? ¿Tratará ella de intercambiarse contigo o lo hará Kendrick cuando os tengan a los dos? Es un círculo vicioso del que no se va poder a salir. Del que no quieres salir —. Y sí, lo sentía, no tenía nada en contra de Ava, pero estaba rodeada de mártires y aquello la exasperaba. — ¿Por qué no lo dijiste en el Consejo? Es algo que nos afecta a todos, ¿por qué demonios sigues pensando por ti mismo cuando lo único que se te ocurren son ideas suicidas que no tienen ni pies ni cabeza? — le recriminó sabiendo que no podía contenerse más. Que las hipótesis podían ser muy bonitas de hablar, pero no tanto de comprender cuando se trataban de llevar a cabo tan imprudentemente.
    Arianne L. Brawn
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    Pude sentirla alejarse incluso antes de que lo haga. También me esperaba que no se lo tome bien, pero en sus palabras busco la desesperación interna de poder explicarme antes de que pase a sus propias conclusiones precipitadas — Aunque no lo parezca lo he pensado mucho, sí — no soy muy buen actor, el tener la cabeza en otra cosa durante semanas debería haberse notado si no fuese porque estuve demasiado ocupado con el trabajo que he tomado y que me mantuvo fuera de la casa por largas horas. Me quedo en mi sitio, aguardando por su veredicto objetivo que, no me esperaba, se siente como un golpe helado en el estómago. Y tengo que recordarme de dónde viene, por qué lo dice, darle un significado relacionado al temor antes de… — Mi familia vale mucho más que yo, Arianne. Al menos, para mí lo hace — no deseaba sonar como un témpano de hielo, pero lo hago. Apoyo las manos en mis rodillas para darle el impulso al torso y así ponerme de pie — Solo quiero hacer lo que creo correcto y lo que, me gusta pensar, ellos harían por mí — no lo entendería. Hay ciertos vínculos que se construyen con el tiempo y ella no ha estado allí durante esos quince años como para poder comprender ese hilo imposible de cortar.

    Porque es una decisión sobre mi vida, no sobre el distrito — tiene que quedar en claro desde el principio, sueno lo más firme que soy capaz y avanzo solo un paso hacia ella, sintiendo como se me tensan los hombros y cierro los puños en señal de impaciente frustración — Lo saben aquellos que pensé que necesitaban saberlo. Alice, Amber, Ken, ahora tú… — al menos, esas personas que deberán saber qué hacer sin mi presencia en este lugar. Tomo algo de aire para calmar el ritmo de mi respiración, tarea que parece más complicada de lo que hubiera esperado — Y no, no mentiré y diré que se lo han tomado a bien, pero soy un hombre adulto que no pide permiso, Arianne. Puede que sea una estúpida locura suicida, pero prefiero un error que solo me afecte a mí y no enviar a un montón de personas a una misión que acabará en desastre. Dejar a Ava sola no entra como opción — aclaro, por si siquiera se le ha pasado por la cabeza.

    Me llevo una mano al rostro, froto mi frente y luego la paso por el resto de la cara, como si de esa manera pudiese despejarme — Durante años he soportado ser la persona a la cual todos le piden consejo y permiso, pero cuando llega el momento de usar lo que tengo a mi favor, todos me señalan y me cuestionan sin comprender mis razones. Y me he cansado de eso — jamás pedí ser líder ni un ejemplo, siempre me he sentido muy lejos de ese perfil y me he pasado la vida mirando a los otros para saber qué es lo que debo hacer. Y si ahora quiero hacer algo que me nace por sí solo… ¿Cómo descartarlo, cuando podemos ahorrarnos un montón de bajas? — Lo siento mucho, Ari, de verdad. No tienes idea de lo mucho que me duele — porque no, ahora mismo estamos parados en veredas opuestas. Yo no sabré qué le pasa por la cabeza y sucederá lo mismo a la inversa — Pero he tomado una decisión. Prefiero renunciar a la vida que siempre he querido, para que otra persona pueda vivirla y que nadie salga herido en el intento.
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    Consejo 9 ¾
    Ni siquiera le interesaba como sonaban sus palabras; le daba igual que fuera frío o cortante cuando pronunciaba las mismas. Lo cierto es que hubiera preferido no tener que escuchar ninguna de las que pronunció, pero era demasiado tarde como para hacerlo, para ignorarlas o volver atrás y no abrir aquella puerta. Estaba tratando de mantenerse en un punto objetivo, uno que le proporcionara cierta seguridad cuando hablara y no se dejara llevar por todo lo que quemaba bajo su piel. Porque dolía, pero no era algo que fuera a reconocer en voz alta. Las manos de la veela se presionaron contra los laterales de su cuerpo, intentando calmar el ligero temblor que se quería apoderar de las mismas. Para todo el mundo su familia valía más que uno mismo; su madre y su hermano eran merecedores de mil oportunidades más que ella, pero él no estaba entendiendo el punto que quería marca porque, básicamente, lo único que hacía era subjetivarlo.

    Tragó saliva., sintiendo que cada frase solo era un roce más, una chispa tratando de saltar lo suficientemente lejos como para prender el polvorín que se removía dentro del menudo cuerpo de la rubia. Sus labios se abrieron dispuestos a una nueva discrepancia que quedó en segundo plano. Solo era el trueno justo antes de que el rayo estallara contra el suelo. — Oh, perfecto, ¿soy la última? Gracias por tu consideración, al menos no me he enterado por una conversación de mercadillo — gruño con molestia, retrocediendo en cuanto él amagó un paso. — Ni se te ocurra — siseó a modo de advertencia. Lo mejor era que se mantuviera a aquella distancia; una de protección tanto para sí misma como para él. Porque sí, porque estaba sintiendo como todo se le estaba escapando de las manos y odiaba aquel descontrol, pero sobre todo la burbujeante molestia en la boca de su estómago. A sabiendas de que si se atrevía a dar un paso más hacia ella no se haría responsable de sus actos por más tiempo. — ¡No estoy diciendo que pidas permiso! — acabó estallando — ¿Tan difícil es pedir consejo a los demás? ¿O a mí? — siguió hablando — ¿Qué he sido para ti, un entretenimiento?   — Porque no podía preguntarle que era para él en aquel momento, ya que lo tenía más que claro. — Sé que no soy la mejor persona del mundo, que tampoco doy los mejores consejos ni puedo decirle a los demás que deben hacer. Pero también tengo derecho a dar mi maldita opinión — recriminó con los latidos de su corazón golpeteando en su cabeza, silenciando sus pensamientos en lo que hablaba. Sólo era el cero a la izquierda, acababa de llegar y era obvio que ni le interesaba lo que tuviera que decir.

    Soltó una seca risa, una que la llevó a alejarse aún más en dirección a sus zapatos, tratando de colocarlos con demasiada brusquedad en sus movimientos. — Tú ni siquiera quieres vivir, Benedict. Puedes seguir diciéndote eso y engañarte a ti mismo — contestó cuando alcanzó a encajar uno de los dos en su lugar sin perder ningún dedo en el camino. Era obvio que estaba dolida, y harta, y cansada. Pero, sobre todo, no quería seguir allí ni un segundo más, no cuando la presión en su pecho la amenazaba con ponerse a llorar y era lo último que haría con vida. — Yo tenía una vida, no era perfecta, puede que incluso fuera una mierda a ojos de los demás, pero me pertenecía si no me salía de la línea —. ¿Qué solo estaba sobreviviendo y no viviendo? Cierto. Pero al menos nunca le faltó de nada. Acabó por agacharse, desabrochando los cordones del segundo zapato, con frustración, rezando quejas por lo bajo. Aquello era lo que pasaba cuando se acababa confiando en una persona, que uno se abría al peligro de que aquel tipo de cosas sucedieran. Y no sabía si lo odiaba más a él o a sí misma por haber dejado caer con tanta facilidad una barrera que la mantuvo segura durante años.
    Arianne L. Brawn
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    ¡No quería decírtelo cuando solo era una idea! No tienes idea… — resoplo, que si es la última en saberlo es porque era la persona más difícil de confrontar. Sé que lo estiré, sé que tiene derecho a enojarse y quejarse, pero mi vida no le pertenece así como tampoco lo hace la suya para conmigo. Me freno en seco ante su amenaza implícita, tengo que contentarme con ver cómo su ira se va conteniendo en un cuerpo menudo y me pregunto cómo saldré de esta si se pone a lanzar fuego — ¿Qué consejo podía pedirte sobre algo como esto? — rezongo, con el mismo tono de voz que implica la obviedad de que los dos sabemos lo que iba a decir. Lo que no me espero, de todo corazón, es que esa pregunta cruce el aire — ¿Pero de qué mierda estás hablando? — me río, de la pura sorpresa no me queda otra cosa que reírme — No puedes… Sabes muy bien que no es así, Arianne. Que estar contigo de esta manera es un paso muy grande para mí… ¡Que me conoces! — o al menos, eso es lo que pensaba. Me llevo las manos a la cabeza, frotándome el cabello con frustración, que parece que no ha comprendido una mierda de lo que quise decir y está en caliente. Sé que no tengo que tomarlo personal, que se le pasará el enojo y podremos hablar como dos personas adultas. Pero…

    Tú no tienes idea… — farfullo entre dientes, señalándola con el dedo — Siempre estuviste protegida por el gobierno, tú no sabes lo que fueron todos estos años para mí. No tienes derecho a acusarme, por más jueza que seas — no he dejado de correr. De los juegos he pasado a ser un muñeco de los Black, para acabar siendo un fugitivo, un esclavo y, más tarde, alguien que tuvo que ayudar a su pequeña comunidad a sobrevivir duros inviernos y robar medicamentos. Muchos hablaban del catorce como un oasis, pero nadie ve el sacrificio que traía consigo. Y antes de que pueda decir siquiera algo más, dice algo que me congela, que me lanza encima un cubo de hielo que me quema la piel, porque en cuanto pasa el frío empieza a subir el calor — Espera. ¿Me estás acusando de arruinarte la vida? — ni siquiera necesito que me lo responda, porque lo dejó bien en claro — ¿Eso era lo que querías? ¿Quedarte segura en el cuatro solo porque era cómodo? ¿Chuparle el culo a personas como Powell para que nadie te moleste? Pensé que eras mejor que eso — que si estaba aquí era porque lo había elegido, porque creía en todo esto, que era algo que había nacido de ella y no por mi culpa.

    Esto ni siquiera era sobre ti. Ni siquiera es sobre nosotros — porque parece que se ha desviado por completo de tema — Yo jamás puse en duda tu amor y pensé que tú tampoco harías eso conmigo. Lo que está en discusión es hacer lo correcto. ¿Puedes siquiera culparme por querer estar en paz conmigo mismo? ¿O quieres que pase toda la vida con la culpa de saber que pude haber hecho algo y no lo hice? Y no, no es un acto de heroísmo — le aclaro, porque necesito que lo entienda antes de que me acuse como lo han hecho los otros — Haría lo mismo por ti o por cualquier otro que me importe, como sé que ustedes actuarían igual. Moriría por cualquiera de ustedes y sí, quizá esté cansado de vivir. Pero, después de todo lo que he pasado, creo que me merezco el derecho de elegir cómo marcharme. Por mucho que te ame... tú no me vas a quitar eso.
    Benedict D. Franco
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    Puso los ojos en blanco con todo el descaro del mundo, dando rienda suelta total a lo primero que cruzara su mente, importándole más bien poco si la dejaba en un mal lugar o no. Porque, de todas formas, iba a quedar mal hiciera lo que hiciera; por lo que no iba a tener problema en darle la razón. Incluso Colin pensaba que era una veela curiosa por no dejarse llevar por su temperamento, por poder controlar aquella descontrolada y desordenada marabunta de sensaciones que eran mucho más grandes que ella. Pues bien, no podía hacerlo por más tiempo. — ¡Precisamente me lo tendrías que haber dicho cuando era una idea! Una idea duele mucho menos y podría haber llegado a hablarla contigo, dejarme que la asimilara, no lanzarme una bomba y luego mirarme con esa cara de no haber roto un maldito plato en la vida — lo acusó con cabreo. Era obvio que la habría molestado igualmente, que habría tratado de convencerlo, pero al menos habría sentido que existía un mínimo resquicio por el que deslizarse. No así. Negó con la cabeza, frustrada a más no poder, sintiendo la saliva bajar con dificultad por su garganta y querer… gritar, sí, lo que realmente quería era gritarle a él, al aire, a todo lo que se le pusiera por delante.

    Trató de desatar el cordón, sintiendo sus dedos fallar en el intento. Así que aquel era el sentimiento de rabia, de frustración y dolor al mismo tiempo; como una especie de coctel que amenazaba con explotarle en mitad del pecho si respiraba con demasiada fuerza. ¿Qué un Gobierno la protegía? No la protegieron del maltrato y los abusos de su padre, tampoco de las miradas reprobatorias que más de uno le dedicó por haber ‘matado a magos’ en un maldito juego en el que o matabas o te mataban. Pensaba que su vida era la única rodeada de calamidades porque ella tuvo una cama caliente y se mantuvo dentro del radar por seguridad; no tenía ni la menor idea. — Ya no soy jueza — contestó cortante terminado de deshacer el embrollo y metiendo el pie en el zapato. — No soy nadie, literalmente ni siquiera debería estar viva,  por lo que no me vengas con esas, porque ese gobierno fue el que me mató así que cuida tus palabras — prosiguió, tomando una profunda bocanada de aire y reincorporándose. Solo quería salir de allí, de verdad que lo necesitaba con urgencia. Pero, como siempre, las cosas no podían salir como deseaba porque todo era impredecible cuando otra persona entraba en la ecuación. — No, yo soy la única culpable de todo lo que me ha pasado hasta ahora — lo corrigió automáticamente. Ella había tomado las decisiones, ella sufría las consecuencias. ¿No era eso lo que todo el mundo quería? Una vida tranquila, cómoda y en un lugar bonito. Hasta él mismo siempre decía que quería una maldita vida como aquella; la diferencia radicaba en que ella la necesitaba  y él solo la quería. Sintió una ligera calidez en la palma de sus manos, un chisporroteo eléctrico que le picaba en el centro y se extendía hacia sus manos. — Supongo que ambos nos equivocamos entonces — fue todo lo que dijo, dejando ir con una calma aplastante sus palabras.

    Estaba claro que no era sobre ellos, porque un nosotros implicaba a más de una persona. Apretó los labios y entrelazó las manos, tratando con ello de contener el cosquilleo que las amenazaba, y tragando todas las palabras que quería pronunciar. Atragantándose con éstas si hacía falta, hasta que no pudo más. — ¿Y cuál es el punto, Ben? — preguntó — ¿Cambiamos una vida por otra así? ¿Sin más? Entiendo tu punto, yo misma, si pudiera volver atrás… — cambiaría su vida por la de su hermana. Ella tenía hijos y un marido, la rubia no tenía nada —, también daría la vida por las personas que quiero, te lo he dicho. La entiendo, pero no puedes pretender que la respete o la apoye porque no quiero hacerlo, no puedo hacerlo —. Ni siquiera supo la razón por la que su voz se rompió en algún momento cuando, en realidad, lo que quería era gritarle y golpearle hasta que su mente entrara en un espacio en blanco. Nunca había tratado de cambiar nada en él, sabía cómo pensaba, por suerte o desgracia sentía que lo conocía demasiado bien. — Ni siquiera sabes si es verdad o sólo una trampa, simplemente vas a correr a ciegas — apuntaló finalmente en un intento de traerlo a la realidad.
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    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    ¿Yo soy el que tiene que cuidar sus palabras? — no alzo la voz sino que la arrastro, lo que se siente incluso peor. Creo que me está dando la vena histérica, cierro los ojos con un bufido y me llevo los dedos a los párpados, presionando en un masaje que busca calmarme los nervios y la angustia, recordarme que estamos tratando mal un tema que debería hablarse con mucha más calma — ¿Ah, sí? Porque hace dos minutos lo hiciste sonar como que llegué a arruinar tu vida y que te arrepientes de haberlo permitido — dejo caer las manos para que pueda  ver mi expresión de sorna, que si va a volver por sus palabras después de haber escupido algo como eso, no vale — Sí, supongo que sí — es el enojo el que cubre el dolor por ese momento, pero si ambos estamos dispuestos a enfadarnos en lugar de escucharnos… bueno, no somos una pareja perfecta, pero nos creí mejor que esto.

    Mi mirada baja hacia sus manos y mi instinto me obliga a retroceder un poco; ser licántropo a veces tiene que ver mucho con un sexto sentido que los humanos normales son incapaces de reconocer — Sé de dónde viene tu miedo, de verdad — mi voz intenta ser conciliadora, lo último que buscaba esta noche era caer en una discusión que arruine lo que tenemos mucho antes de que se termine — Pero tengo que tomar el riesgo. Confío en el egocentrismo de Aminoff de creer que puede controlarlo todo y mantener su imagen impoluta, para que acepte mi trato. Kendrick le enviará un patronus antes, la idea es hacerlo todo lo más limpio posible… — sé que es una oportunidad en un millón, pero este hombre es un político, no un sicario. A veces, creo que es más listo que su madre, en especial cuando ha sido capaz de aceptar públicamente que la pérdida del distrito fue por culpa de sus fallas de seguridad. Siendo sincero, eso lo vuelve incluso más peligroso.

    Pero sé lo que está en riesgo. Sé que quizá no lo acepte y, al menos me iré sabiendo que lo intenté. No estaré solo — es una promesa desesperada, no es pedirle permiso sino el hacerle comprender que no es un capricho momentáneo — Le pediremos a Holly que esté al tanto, que sea una vía de comunicación entre nosotros para asegurarnos que las cosas salen bien, no me desapareceré. Si algo anda mal, ella se los comunicará y prometo que no me quejaré si ustedes deciden accionar o dejarnos allí — posiblemente no pueda quejarme porque estaré muerto, pero eso es lo de menos. Me muerdo los labios antes de susurrar — ¿Puedes confiar en mí? No te pediré que me esperes, pero sí que no me odies.
    Benedict D. Franco
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    Arianne L. Brawn
    Consejo 9 ¾
    Soltó un sonoro bufido, dejando que una fría expresión fuera que la que hiciera cargo de su mirada. Observándolo con detenimiento en lo que trataba de contener lo que quería decir hasta que lo dijo. — Puede que tengas razón — contestó. —, si no hubieras aparecido aquel día mis decisiones habrían sido diferentes; yo sería diferente —. Ni para bien ni para mal, simplemente diferente. Puede que incluso hubiera caminado el mismo camino que estaba siguiendo hasta ese momento, pero era algo que no sabía. Lo único que tenía era la realidad y no meras opciones pasadas; y la realidad era aquella. —  Si estoy aquí es precisamente por ti. Puede que también existan nuevas razones que me lleven a seguir aquí, a haberme querido unir a todo esto y querer ser partícipe, pero no por ello... — restaré la culpa que te toca en todo esto. Porque nunca fue algo que hubiera pensado, pero la rabia solo hacía aflorar todo aquello que no esperaba.

    Arrugó los labios, alejándose más de él, estableciendo toda la sala como espacio entre ambos. Con las manos fuertemente entrelazadas al frente y los latidos de su corazón anulando todos sus sentidos. Quiso negar con la cabeza, tan molesta que las palabras no conseguían ser pronunciadas como ella lo deseaba. Solo tenía que aguantarse a sí misma un poquito más, contenerse hasta que se pudiera alejar por completo. Porque no sería ella la que dejara una conversación a medias. — No hay manera posible de que pueda salir algo limpio de esto, Ben —. No pretendía romper su burbuja de ilusión, suicidio o heroísmo, que lo llamara como le diera la gana, solo quería ser… objetiva en una situación que sentía no podía serlo. Porque no podía por más que intentara pensar con claridad y no sonar como una histérica que solo pensaba en sí misma y su felicidad. — Nada nos asegura que cumplirá su palabra. Puede que delante del país trate de quedar bien, pero esto solo es un trato por detrás — avisó a regaña dientes. ¿Cómo podía ser tan confiado? ¿Cómo demonios había sobrevivido tanto tiempo siendo de aquel modo? Dejó ir el aire que estuvo conteniendo en sus pulmones durante demasiado tiempo, tratando que con aquella exhalación desapareciera parte de la rabia que aún calentaba su sangre, pero siendo sabedora de que haría falta mucho más que eso para poder mantenerse bajo control si volvía a encenderse de nuevo. — Ni siquiera sabes si seguirás siendo tú mismo. ¿Qué pasa si también te lavan el cerebro? — arrugó el ceño, recordando las últimas palabras de Wang el día que se hicieron con el nueve. — Esa mujer estaba con vosotros pero jugaron tanto con su mente que lo olvidó por completo, que la convirtieron en una de ellos — habló —, y no me digas que no te podría pasar algo así porque te prometo que te… — tuvo que masticar con fuerza su lengua para no acabar la frase con una amenaza, aunque por su tono de voz era demasiado obvio.

    ¿A Holly? ¿Qué tenía que ver la veela con todo aquello? Era todo un embrollo que cada día tenía atrapado a alguien más. Giró el rostro hacia un lado, poniendo los ojos en blanco con total exageración. — ¿Entonces si estará bien que arriesguemos nuestras vidas? Si algo va mal, ¿tendremos permiso para entrar por las bravas pero no ahora? —. Porque era lo que estaba insinuando, o haciendo, ser él el que solucionara las cosas para evitar más pérdidas, pero si podían hacerlo después. Se sentía como un verdadero sinsentido. — Dos no y un sí. Distribúyelos como prefieras — fue todo lo que dijo, separando las manos y bajando la mirada hasta las mismas, notando aún la calidez que de éstas emanaba. — ¿Algo más? Estás a tiempo antes de que me vaya — tragó saliva, permitiéndose buscarlo con la mirada apenas unos instantes. Porque lo cierto era que no quería estar cerca de él, solo necesitaba salir de allí, huir a algún lugar. No esperaba que dijera que había cambiado de idea, lo cierto es que tampoco esperaba que quisiera añadir nada más; porque todo estaba dicho y decidido, seguir allí parada solo se sentía como una tortura innecesaria.
    Arianne L. Brawn
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    You were my life but life is far away from fair ✘ Arianne IqWaPzg
    Benedict D. Franco
    Consejo 9 ¾
    No puedo contestar a algo como eso, que se siente como si fuese si estuviera clavando una estaca en mi estómago. No tiene derecho a hacerme sentir como que he hecho todo mal al aparecer, como si nada hubiese valido la pena, ni siquiera por las cosas buenas que podemos rescatar de lo que tenemos o tuvimos. Lo único que puedo hacer ahora mismo es mirarla como si me hubiera abofeteado, mi silencio demuestra una vez más que no creo que siquiera me esté escuchando, no de verdad, cuando todo lo que dice es un modo demasiado necio de ver las cosas — Si empezamos a enumerar riesgos como que nos laven el cerebro, es mejor abandonar ahora… ¿No lo crees? — respondo con sequedad — A veces, tenemos que lanzarnos a lo desconocido cuando no hay otras opciones.

    No tendré derecho a opinar cuando no me encuentre aquí, ¿no? — le atajo — Pero en primer lugar, voy a tratar de hacerlo a mí manera, por lo que yo creo. Esto es lo que soy, Ari. Ya estoy bastante viejo como para cambiar — si ella quiere que siga hablando solo para que tome las palabras y las interprete como se le canta, allá ella. Avanzo unos pasos para poder hacerme con uno de mis abrigos, empezando a colocarme las prendas para refugiarme del frío exterior — No tengo nada más que agregar, no mientras no lo comprendas, así que descuida. Me iré yo — Kendrick tiene algunas habitaciones libres y sé que podrá comprenderlo. Tironeo para hacerme con una bufanda, la cual rodea mi cuello con algo de atropello. Doy los pasos suficientes para llegar a la puerta, pero me detengo con la mano en el picaporte — Lamento mucho todo esto, Arianne — aseguro — Y de verdad, espero que puedas entenderlo alguna vez. Cuando volvamos a vernos… — opción que no sabemos si es válida, pero no tiene nada de malo tener una mínima ilusión.

    Lo único que puedo hacer es mirarla y sé que allí donde ella está dolida y asustada, yo estoy decepcionado y aterrado. Si tuviese que decirle todo lo que tengo dentro de mi cabeza y mi pecho, sería incapaz de irme de aquí. Por eso me conformo con tirar de la puerta, adentrarme en el frío de la noche y levanto la bufanda para cubrirme de la nieve.
    Benedict D. Franco
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    You were my life but life is far away from fair ✘ Arianne 9QTJW19
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