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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    5 participantes
    Invitado
    Invitado
    Recuerdo del primer mensaje :

    Esto es incómodo. Lo único que se escucha desde hace unos minutos es el sonido de los cubiertos al chocar contra los platos, me pienso dos veces hacer la típica broma de que se ve que a todos les gusta la comida que hice que nadie habla y creo que eso sería apuntar directamente con el dedo al silencio tenso que se instaló en el comedor de este espacio “neutral” que es mi casa. No iba a imponer a Charles la invitación a una cena en la mismísima mansión de la ministra LeBlanc, mucho menos le pediría a él y a Phoebe que nos presten su casa en el distrito cuatro. Le había dicho a Eloise que la boda no era el momento, habría otro y es este, un par de días después de un nuevo atentado entre los muchos que algún día acabarán por matarnos todos. Mi optimismo estos días es para envidiar, claramente.

    Coloco con cuidado el tenedor sobre la servilleta a un lado del plato y entrelazo mis manos sobre el plato medio vacío para dedicarle una sonrisa a mi cuñada, con la petición explícita en mis ojos de que me ayude a salvar esta situación. —Entonces… ¿cuándo sabrán si es niño o niña?— consulto, el embarazo de Phoebe no es algo que necesite de más anuncio que esa panza que se empieza a redondear debajo de su ropa y le lanzo una mirada suspicaz a Eloise para poder ver de primera mano, así de cerca como la tengo por estar sentada a mi lado, cuál es su reacción al saber que será abuela por parte de los hijos que abandonó una vez.

    De mi boca no ha salido la palabra «abandono» y si no fuera porque falta Eugene y esta es en realidad la primera comida que compartimos en la vida, aquí sentados en esta mesa circular del loft, con los ventanales que van del suelo hasta el techo echando luz sobre todos nosotros, bien podríamos ser la postal de una familia reunida para ¿celebrar la vida? Brindar por el país definitivamente no, que se va partiendo por partes, lo mismo agarro la botella de vino y le ofrezco a mi madre rellenar su copa. Luego me giro hacia el hombre que está sentado a su lado, me incomoda un poco ser el impar en esta mesa, podría llamar a Abbey otra vez para que venga a presentarse aunque sea un par de años tarde, pero me ha dado ocupado las últimas dos veces. —Así que…— continuo, — ¿están saliendo hace mucho?—. Diganme idiota, creo que en todo Neopanem fui el único que creía que el hecho de que aparecieran juntos en las fotografías de los grandes eventos del ministerio, era porque seguramente los departamentos de Salud y Educación se llevaban bien.
    Anonymous
    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Bien, creo que no es sorpresa para nadie el que necesite beber de mi copa para cuando los hijos de Eloise empiezan a afilar sus dientes contra mí, de paso me sirve para mantener la boca ocupada en lo que pienso que está fuera de lugar que siga hablando por Eloise, cuando es evidente que es de ella de quienes quieren recibir explicaciones y no de mí. Si queda ridículo que sonría de forma nerviosa por el anuncio de nuestro compromiso, desde luego que queda peor que encima mire al mayor, porque para cuando me quiero dar cuenta, está tomando la iniciativa de hacer de esto una pelea verbal de boxeo. — Vamos a calmarnos un poco, antes de que... — ¿veis lo que decía? Ni bien he empezado a hablar, que ya veo que no tengo vela en este entierro, tal y cual está Phoebe al otro lado de la mesa, a quién le devuelvo la mirada y no sé si llego a hacerle algún gesto con mis cejas, pero desde luego esa es la intención.

    Lo que no espero, y creo que nadie en esta mesa lo hace, es que aparezca otra figura en escena, concretamente la del tercer hijo de Eloise, el menor de los tres, quién voy a decirlo, hacía tiempo que no sabía nada de él, y eso que los estuve chequeando por su largo tiempo. Es obvio que la actitud de ninguno nos va a llevar a ninguna parte, que aquí la que peor parada está saliendo es la mujer que he pasado a reconocer como esposa y si hay algo que no voy a permitir es que le falten al respeto, en especial después del modo en que tiene Eugene de tomar la copa de su madre, con todo el descaro que es capaz de sacar. Esa palmada que recibo es lo que me lleva a levantarme de mi asiento, ahora sí ligeramente enfadado incluso cuando dije no posicionarme en ningún lado. Creo que inconscientemente lo hice, pero ya que estoy me aclaro la garganta. — Creo que todos en esta mesa somos lo suficientemente adultos como para tratarnos con respeto, un mínimo de consideración es lo único que estoy pidiendo. — me hago escuchar entre las otras voces masculinas de la sala, que las dos mujeres que hay están más calladas que un mudo y al menos sé de una de ellas que quiere dar explicaciones, solo no la están dejando hacerlo. — Eloise no ha venido hasta aquí para que vosotros tres os decidáis por quién se lanza a su cuello primero, sino para explicar su parte en esta historia. Creo que ninguno sabe realmente como fueron las cosas y antes de juzgar a quién os dio la vida, creo que merece que guardéis unos minutos de silencio en lo que responde a vuestras preguntas como las personas maduras que somos. — y sí, estoy mirando a Eugene para cuando reacomodo mi espalda al tomar asiento.
    Nicholas E. Helmuth
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    Hello from the other side · Priv. - Página 2 IqWaPzg
    Eloise R. Leblanc
    Ministro de Educación
    Sé que mis nudillos deben estar blancos por la fuerza con la que aprieto los cubiertos que se han quedado a mitad del plato. Sabía que algo como esto pasaría, lo que no pude preveer, es lo mucho que dolería cada una de las acusaciones que lanzan en mi dirección. No puedo decir que sea como una de mis pesadillas, no, las que tenía con mis hijos generalmente los ponía en destinos que estaban lejos de su realidad actual y por eso daba las gracias; pero… pero aunque no fuese una pesadilla, los puñales en mi dirección se sienten peores que una. Ni siquiera la llegada de mi tercer niño, aquel que no esperaba ni creía que fuese a ver alivia un poco el ambiente. Al contrario, lo caldea aún más y me da a entender que tampoco está todo dicho entre ellos.

    Bien, ¿cómo debía actuar en esta situación? Porque yo seguía manteniéndome todo lo estoica que podía, pero por dentro me estaba derrumbando. Derrumbando a causa de la impotencia, de mi fracaso, de no poder defenderme… Estaba expuesta y aunque Nick se portase como mi caballero con armadura, no es una batalla que pueda pelear por mí. Le agradezco con una palmadita sobre su antebrazo cuando puedo soltar los cubiertos, y me enfoco en dividir mi atención entre tres rostros que me llenan de alegría y de tristeza al mismo tiempo. - Bien, si quieren respuestas trataré de ser lo más concisa y directa posible, aunque no puedo prometer mantenerme completamente objetiva, se tratan como se imaginarán, de mi vida, y de las suyas.

    Me alejo del borde de la mesa arrastrando un poco la silla y medito si debo pararme. La verdad es que no tengo fuerzas para hacerlo, así que deberán perdonarme mi postura derrotada. ¿Por dónde comenzar? ¿Cómo miras a tus hijos a la cara y les explicas, casi treinta años después el por qué los abandonaste a su suerte? - No sé qué es lo que saben, o qué cuentas pudieron sacar; pero tenía diecisiete años cuando quedé embarazada de Jacques. Era joven por demás y ya desde un par de años antes que tenía demasiadas responsabilidades. No me importó, y en su momento a Luther tampoco. - Hago una mueca de disgusto, no sabía con cuánta claridad podía ver todo mi pasado cuando llevaba décadas sin querer pensar en él. - Hoffman era su apellido por si quieren saberlo. Se mudó conmigo y con mi madre cuando nos enteramos porque, pese a todo, queríamos formar una familia y salir adelante. Y funcionó durante un tiempo, o al menos lo hizo hasta que se enteró de que era una bruja. - Y no en el sentido simbólico de la palabra, ese me lo había ganado a pulso pero por otras razones. - En esa época era tan común el esconderlo que había llegado un punto en el que me olvidé yo misma de que lo era. Nunca pensé en explicárselo porque… no lo sé, no lo tenía presente. El punto es que, antes de que anocheciera Luther Hoffman había desaparecido con maletas y todo. - ¿Quién me garantizaba que no fuese mago el también con esa velocidad?

    Trato de seguir sin que me tiemble la voz, son ellos los que tienen derecho a estar enojados, no yo. -No es justificativo, de verdad que no. Pero con veintiún años, tres hijos, una madre depresiva y un sinfín de deudas familiares… No es que no traté, pueden no creerme si quieren, pero de verdad intenté criarlos yo misma. No creo que lo recuerdes, pero con cuatro años querías aprender a cocinar para poder ayudarme en la casa. - Le aseguro al mayor de mis hijos tratando de que no se me escape una sonrisa por el mero recuerdo. No puedo todavía unir la imagen del pequeño niño con hoyuelos, al hombre que durante meses tuve a mi cargo como profesor. - El punto es, que no funcionó. No tenía nadie en aquel entonces, y Deidré era un peligro más que una ayuda. Ustedes no estaban seguros y dejarlos era la única manera que pude ver en aquel entonces para que tuvieran una vida mejor de la que podía darles. Incluso en un lugar como el orfanato tendrían comida todos los días, y no estarían bajo el cuidado de una demente. - Había amado a mi madre, pero ni a ella ni a mi padre podría perdonarles jamás los últimos años de sus vidas.

    Si he llegado a este punto sin llorar, es porque creo que no se merecen el verme rota, pero no puedo, no soy tan fuerte y cuando recuerdo el día en que tuve que firmar los papeles, algo dentro se vuelve a romper, no una sino que una centena de veces. No quiero que me vean así, porque yo he sido la persona horrible en esta historia, el ogro que los deja a su suerte y se va a tratar de hacer una nueva vida. - No me dieron a elegir el apartarme de su lado. Era dejarlos en el orfanato, o verlos morir de hambre lentamente. Era garantizarles un techo y comida, o arriesgarme a llegar a casa y encontrarme con mi madre haciéndoles daño. No pude elegir. No en ese momento. - Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano y trato de no recaer en el después. En todos los años que pasaron con oportunidades perdidas.

    - Ya sé que me dirán luego. Porque Ariadna no tiene la culpa, pero a ella sí pude criarla, lo sé. - Miro a Nick con algo de duda, porque pese al sinfín de charlas que tuvimos, creo que jamás confesé lo que está por escaparse de mis labios. - Henry fue un buen hombre, pero lo que me motivó a casarme no fue el amor. Tenía un buen trabajo, me quería y por alguna razón yo encajaba en el estándar de vida que quería tener. Nunca fue mi intención el volver a quedar embarazada, solo sucedió y creo que es lo que nos mantuvo unidos hasta el final. ¿Fui una interesada? Tal vez, pero en ese momento, con todo perdido, el alcoholismo en puerta y mi madre en prisión… No la elegí a Ariadna por amarla más, simplemente… - ¿Qué? - Si no los busqué luego fue por cobarde. Eso lo puedo admitir sabiendo que fue probablemente un error más grande que el dejarlos. Incluso... no lo sé, me había convencido de que ustedes podrían buscarme en cualquier momento, y que si no lo hacían es porque debían tener una vida mucho mejor de las que podía darle. Si no fuese por Nick… si no fuese por Nick, no habría sabido nada de ustedes hasta el día de la boda.
    Eloise R. Leblanc
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    Invitado
    Invitado
    ¡Eugene!— se me escapa su nombre de la boca antes de acordarme que lo detesta. —¿Eugene?— esta vez sí lo pregunto como si no me pudiera creer lo que veo, ¿qué demonios? Se va de la nada porque se le ocurre que necesita encontrarse con su dios interior y vuelve de la nada, a comerse las papas. No solo a eso. Llega en el momento que debe ser para que Eloise Leblanc reciba de sus hijos todo el desprecio que se anejó en estos años y que finalmente puede beber, de las palabras más crueles que podemos encontrar en nosotros para reclamarle su abandono. Agacha mi mirada para colocarla en el plato de una comida que ha perdido todo el gusto para mí, porque lo malo de escupirle todo nuestro resentimiento, es que a mí me deja un regusto asqueroso en la garganta. No puedo hablar en tanto mis hermanos se encargan de lapidarla.

    Eugene compensa con entusiasmo su tardanza, está golpeándola hasta que el dolor la haga sangrar y nos demuestre que es tan humana como nosotros. Pese a todo lo que dije, sé que estamos quebrándola, que esto le duele y es una revancha mezquina, la de lastimarnos entre nosotros, dañar a partir de la propia herida. Y por eso callo cuando se pone de pie, como la maestra que al final de cuentas es, relatándonos lo que motivó su decisión como si fuera una cátedra bien dado sobre causas y hechos. Es impecable, de principio a final. Es la dueña de la habitación los minutos que usa para contarnos su versión de la historia y tengo que reconocerlo, parada entre nosotros, enfrentándose a nuestro juicio en el que somos multitud con su testimonio y un hombre al lado que sería incapaz de sostenerse a la furia de tres adultos, y de todas formas lo hace, tengo que reconocer que no puedo mirar a Eloise Leblanc sin que en el fondo de mí, el niño que fui pida a gritos correr hacia ella porque se tardó demasiados años en volver y no quería que esa noche me dejara, porque esa noche no dormí esperando que regresara, porque no hice más que esperarla y finalmente está aquí.

    Recargo mi rostro contra mis puños cerrados, mis nudillos bajo mis parpados cerrados, reprimiendo toda la angustia que me provoca el recuerdo de esa vez. Entrego a mis hermanos unos minutos para que puedan reprocharle lo que quiera, antes de hacerme escuchar. —Yo te perdono, Eloise— digo, saco mi voz de la garganta con mucha voluntad y lentamente me pongo de pie. —Hablo por mí, no por mis hermanos. Si ellos necesitan tiempo para hacerlo o si no pueden hoy y nunca, es cosa de ellos… por mi parte, toda mi vida he esperado solo poder decirte esto después de escucharte— carraspeo con fuerza para terminar. —Te perdono— digo, aprieto mis labios antes de agregar. —Ahora sí, puedes seguir el camino que elegiste y yo seguiré el mío. Espero nunca volver a verte.
    Anonymous
    Charles B. Sawyer
    Personal de Defensa
    Se me escapa una sonrisa mordaz por las palabras del ministro de salud, pero no hago más que menear la cabeza sin decir ni una sola palabra. No puedo juzgarlo, todos nos ponemos idiotas cuando estamos enamorados, pero me parece que no está viendo el cuadro completo. Hay tres personas aquí que fueron abandonadas sin una verdadera explicación, por una madre que jamás dio señales de vida ni cuando todo el gobierno se fue a la mierda y cualquier cosa pudo habernos pasado en el proceso. Eso es lo que más me lleva a mirarla en espera a una respuesta que no me haga creer que todos esos años de miseria tuvieron un significado, en lo que ella hacía una carrera que le llenaba los bolsillos de oro y criaba a una hija que se veía perfecta en las tapas de las revistas. No tiene idea de lo mucho que duele ser un espectador de ese tipo de cosas.

    Pero la historia llega y me es muy sencillo el verlo como una película de cable. Puedo ver a una Eloise Leblanc joven pasando por tiempos terribles que sirven como excusa y, en lo complicado que es tomarlo, desvío la mirada hacia mi plato y busco la mano de Phoebe para sostenerla con más fuerza. He pasado una vida esperando una respuesta y ahora que la tengo, no sé qué hacer. ¿Cierro la puerta, lo tacho de mis pendientes? Puedo seguir adelante sabiendo de dónde vengo y por qué estoy aquí, de la mano de una mujer que no habría conocido de no haber acabado en el norte. Una parte de mí quiere tomar también la mano de mi madre, la otra quiere gritarle millones de cosas en la cara. Me siento roto y a la vez completo, tengo que esforzarme por no quebrarme y acabar hecho un ovillo. Las palabras de Jacques son hirientes pero comprensibles, yo me tomo un momento en poder hablar. Incluso boqueo un poco.

    Puedo comprenderlo, pero yo no hubiera actuado de la misma manera — lo digo muy lentamente, porque en lo que me expreso también estoy tratando de hacerme la idea yo mismo — No sé si pueda perdonar los años de dudas, es demasiado que procesar y yo solo… no puedo — empujo la silla hacia atrás y aunque hago el amago a levantarme, me quedo en mi lugar. Cuento tres respiraciones antes de atreverme a mirar a mi madre a los ojos. Se parecen demasiado a los míos — Te vi en la televisión por años, mientras tú te veías perfecta y yo me estaba muriendo de hambre en el norte, viviendo entre ilegalidades que me sirvieron como apoyo cuando me quedé solo y que después me prohibieron el ingreso al sistema — las ventajas de ahora tener un cuñado abogado, puedo regresar a una sociedad que no me agrada y tener el estómago lleno — Por años no pude evitar preguntarme por qué no nos querías en tu vida, por qué no formábamos parte de tu historia. No puedo perdonarte tan fácil, pero no le ocultaré verdades a mi hijo. Tienes mi permiso para conocerlo cuando nazca. Es todo lo que tengo para decir.
    Charles B. Sawyer
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    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    Me llevo el vaso de agua a los labios para mantener la boca ocupada y no tener que ser de más aportación que de planta de decoración, porque es evidente que esta conversación va dirigida hacia Eloise y sus hijos, por mucho que el ministro de Salud esté tratando de salvar la situación con comentarios que no convencen a nadie. Tengo que admitir que no esperaba que todo se volviera más tenso que de cuando nadie en la mesa tomaba la palabra, y es que los comentarios que los hermanos de Chuck lanzan a su madre se sienten como un filo atravesando el aire para terminar clavándose en ella. No es ella por quién siento más lástima, si voy a ser honesta, pero debo reconocer que no me gustaría estar en su posición.

    La ministra pasa a levantarse, la sigo con la mirada solo a la espera de que comience su relato para no alargar más lo inevitable, pero apenas puedo despegar mi mano de la de mi esposo, en vista de que lo que va a necesitar ahora más que cualquier otra cosa es mi apoyo. Es por eso que no me conformo con que los dedos de una de mis manos rodeen la suya, sino que paso a contenerla también con la sobrante y acaricio sus nudillos con calma. No sé muy bien como reaccionar a lo que cuenta, mis ojos se mueven de forma discreta a cada uno de los presentes, realizando su parada oportuna para tratar de descubrir qué es lo que está pasando por sus cabezas ahora mismo. Si a mí no me deja indiferente la historia que narra, no puedo siquiera imaginar lo que estará pensando mi marido al respecto.

    En mi camino para observar su rostro me topo primero con el de Logan, el hermano mayor parece que no va a darle un respiro a su madre incluso cuando su perdón suena bastante honesto. Tomo un poco de aire porque sé de sobra quién va a participar de esto a continuación, giro la cabeza en su dirección hasta que decide elevar la voz, yo no puedo hacer otra cosa que sostener su mano, mordiéndome la mejilla interna en lo que mis párpados se permiten el bajar un poco la mirada hacia nuestras manos. No puedo no elevar la misma hacia su perfil cuando la sorpresa por lo que dice se aparece en mi rostro, y espero no ser la única que ha escuchado sus palabras, esas que no hubiera esperado después de lo que ha tenido lugar y que aun así salen por boca de mi marido. Porque permitirle ver a su nieto es mucho más de lo que estoy segura Eloise podría haber pedido como resultado de esta cena. Y aun así, sé que quién menos lo ha tenido fácil para tomar esa decisión, es a quién doy un suave apretón en los dedos en lo que apoyo una mano sobre su brazo para darle una ligera caricia.
    Phoebe M. Powell
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    Jerek E. Grimm
    No sé como es que alguien viejo que seguro a penas puede correr un par de cuadras mete tanto miedo como lo hace Nicholas ahora. Trago saliva e intento mantenerme recto sin acobardarme a la altura que impone frente a mí, porque claro... No solo soy el más joven de la habitación sino que también el más bajo y eso no me gusta para nada. Eso pasa cuando las peleas son reales y no frente a una cámara, aquí no hay actores que fueron específicamente contratados para que yo sobresalga, sino una disfuncional familia que no se callará ninguna opinión - Si fue lo suficientemente perra como para dejarnos, será lo suficientemente perra para defenderse ella sola, muchas gracias, Nicholas - logro decir al final con el ceño fruncido y uno de mis puños apretados. Maldito... No tiene derecho a meterse en ésto, no tiene absolutamente nada que ver.

    Eloise comienza a hablar a lo que solo pongo los ojos en blanco y voy a recuperar mi asiento contra la pared - Acompáñenme a escuchar esta triste historia - murmuro apoyándome en todo el extensor de la silla, de brazos cruzados y sin ganas de escuchar sus excusas inventadas. El relato comienza con algo que me esperaba... Lo único que me sorprende es saber que una vez fui Eugene Hoffman, un nombre terrible que me alegro de no haber mantenido pues llamándome así no podía ser otra coas que un pedófilo escondiéndose en la deep web.

    Así que Luther la abandonó cuando se enteró que era una bruja, si mantuvieron el secreto por tantos años las cosas no debían andar nada bien porque no puedo imaginarme a mí mismo ocultando algo así a alguien que amo, no podría hacerlo, el punto es saberlo todo el uno del otro, confiar. La historia no me convence y lo demuestro al mantener mi cara de póker durante todo el relato ¿Por qué no envió a Deidre a un geriátrico entonces? Excusas, excusas... La insultaría ahora mismo de no ser porque, en mi caso, tuvo razón. Pude tener a Jeanice y Derek que fueron maravillosos por el tiempo que pudieron hacerlo ¿Pero que hay de Chuck? El pobre recogía basura...

    El relato termina así que respiro profundo dejando caer mi cuerpo hacia adelante con la cabeza entre mis manos, es fuerte y mucho que procesar, peor no estoy ni una pizca menos enojado. Por otro lado Logan me decepciona bastante al concederle el perdón, por lo que alzo las manos sin poder creérlo y luego las dejo caer - Pues yo no te perdono el no haberme abortado y dejar que viva en este mundo de mierda siendo que ni siquiera tú podías manejarlo - escupo cuando llega mi turno levantándome de la silla - Lo siento por ser dramático... Pero así es como me gano la vida - agrego con una sonrisa forzada - ¿Quieres sentirte mejor luego de todo ésto? Felicidades, ya tienes el perdón de uno de tus hijos y podrás conocer a tu nieto... Eso será más que suficiente ¿No? Si ya una vez pudiste conformarte con una hija teniendo tres perdidos en Neopanem, ésto debe ser la gloria para tí - continúo dando mi mejor interpretación de un adolescente enojado - Pero no nos tendrás a los tres, a mí jamás - recuerdo por qué me fui y definitivamente ésta clase de cosas hacen que me den menos ganas de volver a la vida que tenía antes.
    Jerek E. Grimm
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    De los tres no imaginé que quien iba a actuar con mayor descaro fuera el menor de los hermanos, creo que esa misma sorpresa se refleja en mi rostro cuando paso a mirarle con una ceja alzada que explica todo lo que no haré con palabras, aunque tampoco es como si me cortara de usarlas. — Defenderé a quién crea conveniente, en especial cuando ni siquiera estoy diciendo que tomes sus disculpas, solo que la trates con un mínimo de respeto y educación, creo que no es mucho pedir. — que eso va por todos en general, pero con quien me cebo en exceso es con quien se atreve a llamarla perra en mi presencia, igual de severa es la mirada que le dedico y casi puedo sentir como mi mandíbula se tensa en cierta medida. Porque si no va tener respeto por su madre, que por lo menos lo haga por ser una persona.

    Escupo el aire que se contiene en mis pulmones por la nariz, con la misma intención de liberarme del repentino mal humor que me tiene queriendo aflojarme la corbata. No lo hago porque Eloise pasa a tomar la palabra y me centro más bien en llevarme la copa de vino a los labios, siendo que yo soy de las únicas personas en su vida que conocen su historia de principio a fin, que estuve con ella cuando tomó la decisión de darlos en adopción, también fui quien sostuvo su mano cuando la otra la usó para firmar los papeles. Me abstengo de decir que también mantuve un ojo sobre ellos el tiempo que el orfanato me lo permitió hasta que sus caminos se separaron lo suficiente como para volverse ajenos. Sale de mi conocimiento como consiguieron juntarse de vuelta, pero eso es algo que tengo que atribuirle al puro destino, quizás más a la suerte.

    Espero que con las verdades puestas sobre la mesa, sus actitudes cambien, si no es para mejor, al menos para una que no me haga querer levantarme de la mesa y marcharme, llevándome a mi mujer conmigo. El primero en reaccionar es Logan, y aunque su respuesta continua siendo algo mordaz, me conformo con que mantiene el tono de su voz a un nivel considerado normal. Le sigue el mediano, de quien lo diré, estoy más que sorprendido por su manera de sobrellevarlo y tengo que mirar a Eloise para ver cuál es su reacción a escuchar que puede ver a su nieto. No lo considero como una derrota, ni siquiera cuando el menor de los tres toma el rumbo que esperaba dadas sus anteriores respuestas. Esa que me hace querer elevar la voz, pero que si no lo hago es precisamente porque respeto que quién debe tomar la palabra es su madre, solo no soporto que la hieran y mucho menos aún en mi presencia.
    Nicholas E. Helmuth
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