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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    Septiembre

    Por alguna razón que me tardo en comprender, el hombre que veo al abrir mis ojos para salir de la oscuridad de la inconciencia, el mismo que hace unos meses me apuntaba con su arma en la cara en una cueva subterránea. Estoy casi seguro que he caído en manos de los rebeldes y puedo ver que mis día se reducen a hoy, sin embargo lo que noto con los dedos es una venda en mi costado que rodea toda mi cintura, cubriendo un mejunje que huele bastante mal, hecha con vaya a saber qué hierbas de las que crecen salvajes. Es irónico, si lo pienso. Una ironía más a la colección que ha sido mi vida, el que vuelva a ayudarme alguien de quien me esperaba un golpe fatal, tiene los recursos y la oportunidad también para acabar conmigo lentamente, envenenarme quizás, así me muero en casa y no aquí, lo dejo libre del cadáver. El viejo se ve tan cansado que hasta arrastra los pies, y ni siquiera lo creo tan viejo, es su manera de dejar colgando sus hombros, su espalda que se encorva hacia delante y esa mirada perdida que se le nota a veces, buscando en el tragaluz que está en el techo alguna respuesta a pensamientos que se calla. Ni que fuera a compartirlos conmigo de todas formas.

    No tendría que demorarme más de lo necesario en lo que me tardo de ir a la camilla a la puerta para marcharme, así nos libramos del peso y las consecuencias de nuestras presencias en un mismo lugar, pero hay algo que me retrasa en mi rápida desaparición o, mejor dicho, alguien. —Tenías razón sobre algunas cosas— digo, mis dedos se enredan entre sí por algo que se parece a nerviosismo, si bien no es la manera en que creo sentirme, es más bien por una inquietud que nada tiene que ver con ella, sino que proviene de mí. —No puedo ahora recordar puntualmente qué cosas…— tengo que ser honesto, algunas palabras se perdieron en los recuerdos. —Pero tenías razón y yo estaba equivocado. Lamento mucho que tampoco puedas recordarlas…— por una razón distinta a la mía, la miro de lado al decirlo, en este tronco echado fuera del cobertizo que nos prestaron por si necesitábamos un rato conversar. Ella no creo que lo necesite, no sé bien qué de todo habrá olvidado por el hechizo que le lanzó Jessica, si alguien lo necesita creo que soy yo. —No sé si has vuelto a ver a Jess, no esperaba verte otra vez si te soy sincero. Estamos… en veredas opuestas y nada bueno sale de cruzarnos, solo sirve para revolver… un montón de viejos recuerdos. Y a veces, ni eso, ¿verdad?— pregunto, volviendo sobre lo mismo, evaluando hasta donde me conoce su memoria. La pared del cobertizo nos cubre con su sombra para soportar el sol de la tarde, son las últimas semanas del verano y se sigue sintiendo. Dudo que este sitio esté protegido con un fidelio para su seguridad, pero con mi espalda recostada contra la pared y la vista puesta en la fila de árboles que se extienden en un bosque más denso, parece un refugio.
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    Alice D. Whiteley
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    No hubiera esperado toparme con el rostro de Colin al atender una llamada de Adam, mucho menos encontrarme sentada sobre un tronco con la espalda sobre la parte trasera del cobertizo que usamos para tratar con las personas que llegan en búsqueda de asistencia médica, o lo que se le alcanza dadas nuestras limitaciones, charlando con un amigo de la infancia, como si nada hubiera pasado. La llegada del otoño no es algo que me agrade en lo absoluto, con ello acecha el invierno y la busca de recursos para almacenar en caso de necesidad, pero en esta ocasión, puedo agradecer el ligero viento que nos envuelve. Por un momento presiento que el mismo arrastrará nuestras palabras hacia la civilización, que las transformará en un susurro que delate nuestra presencia como algo más que dos personas que solían conocerse bien. — ¿Qué es lo que ha hecho que llegues a esa conclusión? — le pregunto, intrigada en conocer la respuesta sobre por qué ahora parece comprender mis motivos, y no antes, cuando quizás lo hubiera necesitado más. No despego la mirada de mis dedos, esos que juguetean con un trozo de hierba como forma de entretenimiento, un juego que llevo trayendo desde niña con esa manía de mantener mis manos ocupadas en algo.

    Apoyo la cabeza también sobre la pared de madera, la misma ladeada en su dirección en lo que un pelo atraviesa mi rostro al toparse con un soplo de aire repentino. No es común escuchar de voz de alguien que hasta hace poco, quizás sigue haciéndolo, apoyaba a un gobierno basado en la exclusión, tomo su presencia y no lo contrario como que algo que aprovechar. Han sido meses, semanas de muchas dudas producto de nuestro último encuentro, tan lejano ahora que se me hace complicado incluso recordar cuales eran esas incógnitas sobre las que me he pasado bastante tiempo rumiando dentro de mi cabeza. Regreso la vista hacia mis dedos, desechando la hierba al regresarla a su entorno a pesar de haberle arrancado la vida. — No he visto a Jessica, tampoco esperaba verte a ti, en su momento quedó bastante claro en qué punto estábamos cada uno. — insisto, como si fuera un recordatorio de la sorpresa que me produce que haya cambiado de opinión con respecto a sus ideales. Con un resoplido muevo las cejas hacia arriba. — Depende de a qué recuerdos te refieres. — contesto y paso a mirarle de nuevo cuando no puedo soportar las ganas de conocer, lo que sea. — Porque todos estos meses en los que has estado ausente, no he dejado de darle vueltas a que hay una parte de mí que está perdida. No sé desde cuando, ni cuanto, solo sé que hay un vacío del que no puedo desprenderme. — explico, no muy convencida de estar usando las expresiones más concisas para lo que pretendo preguntarle. — ¿Qué es lo que queda de nosotros, Colin? ¿Somos un recuerdo de lo que fuimos o simplemente nos olvidamos de quiénes éramos llegados a un punto con tal de seguir adelante? — ambos tenemos memorias dolorosas, es cuestión de saber a cuáles nos hemos aferrado y cuales decidimos ignorar para ponerle un sentido a esto que vivimos.
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    Muchas cosas— contesto, es la respuesta concisa que puedo darle para no explayarme en la sucesión de personas, ella incluida, que fueron empujándome fuera de una posición que reconocía como propia y en la que me creí inamovible. Sus palabras se sintieron como vientos azotándome hacia un punto irreversible, venciendo mi voluntad, de esa que quedan pedazos deshilachados que tengo que volver a vestir cada día cuando me paro donde se supone que es mi lugar. La mirada larga que le dirijo a Alice es el intento de entender cómo todos los caminos acabaron por traerme de regreso a este momento en que, si dejo las armas de lado y no hago mía esta guerra a la que estamos obligados, puedo sentarme a conversar con ella. —No— la contradigo, —al parecer nunca fue claro para ninguno dónde nos encontrábamos—. Por lo que alcancé a hablar con Jess, ella sabe mejor cómo caminar sobre las líneas confusas de un bando y el otro, yo lo hago lo mejor que puedo sin que mi mente termine por colapsar al tener que enfrentar todo lo que sé y me enseñaron, a lo que demostraron. —Y no sé si ausente es la palabra, estuve presente. Como tú lo estabas para mí, aunque no estemos en un mismo lugar físico. Como Jess también está presente en este momento, dónde sea que esté en este momento, haciendo lo que sea que esté haciendo…— me animo a esbozar una sonrisa inapropiada a la situación.

    Solo lo estoy demorando, eso que tengo que decir porque es algo de lo que me apropie y pertenecía a otra persona, a ella, como no me pertenece se ha vuelto una carga pesada. Fue un robo hacia una persona que tiene derecho a sus recuerdos, sean lo dolorosos que sean. Todos tenemos que encontrar la manera de convivir con estos, de algún modo, para poder continuar. Y si no podemos… es decisión de cada quien detenerse. Cargo mi pecho con aire que tomo por la boca al cerrar los ojos y rasco mi ceja con algo de nerviosismo cuando elijo tomar este momento, ya que no habrá otro, para decírselo. Me interrumpe su pregunta. —Me siento demasiado real para ser un recuerdo— respondo, —ni he olvidado quien soy, ojalá fuera así, tengo tan presente quién soy que eso hace aún más difícil darme cuenta que… tal vez quisiera ser una persona diferente…— esto lo voy diciendo en un tono cada vez más bajo que se vuelve un susurro de confidencia, puedo contarle secretos a Alice como cuando lo hacía detrás de una columna hecha escombros. —Soy una persona demasiado cargada de recuerdos, que a la larga se ha quedado con una nostalgia sin sentido por algo que ni siquiera puedo decirte qué es, y el camino que hago que parece ser el camino hecho para mí se enfrenta a contraviento con todo lo que parece querer llevarme en una dirección contraria y no entiendo por qué lo hace, a dónde me quiere llevar…— aparto mi mirada de ella para volver a centrarme en lo que me dije que haría, que mis recuerdos tal vez perdieron su sentido, tendría que devolver el sentido a los suyos lastimados. —Tenías una hija, Alice. Y te dolía tanto que haya muerto, tanto que querías morir, que hicimos que la olvidaras— regreso mis ojos llenos de culpa a su rostro. —Qué ironía que para seguir vivos tengamos que olvidar, cuando son los recuerdos los que sirven de testimonio de todo lo que hemos vivido, lo que nos hace reconocernos vivos…
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    Alice D. Whiteley
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    Elevo las cejas al mismo tiempo que una sonrisa sardónica, una que se parece más bien a una mueca, aparece en mis labios por esa respuesta que no aclara nada de lo que yo tenía en mente. He dejado hace tiempo de insistir en los motivos o razones por las que una persona decide hacer una cosa, así que ni siquiera trato de sonsacarle la información que le he pedido cuando utiliza esa contestación. — No te estaba exigiendo nada, Colin, solo intentaba decir que… — es la verdad, no es que hubiera esperado que mantuviéramos el contacto después de nuestros encuentros fortuitos como si fuera algo que pudiéramos conservar, cuando es evidente que tenemos todas las de la ley, bastante literal además, en nuestra contra, por eso meneo un poco la cabeza hacia un lado antes de continuar. — Estamos donde estamos ahora mismo por una razón, es complicado que alguien como tú y como yo podamos estar, presentes, quiero decir. La guerra nos ha colocado en bandos diferentes y aunque tú quieras decirme que te estás replanteando tus motivaciones, sigues estando parado del otro lado. — no es una recriminación, también he llegado a comprender que cada uno tiene sus objetivos, y que para conseguirlos necesita estar en el lugar en el que crea que le beneficie más. Colin no es una excepción. — De aquí te marcharás, regresarás a tu vida tal como la conoces y quién sabe, quizás mañana sigas queriendo hacer las cosas de manera diferente, pero no puedas porque hay algo que te lo impide. — sugiero, su familia podría ser una de esas razones, sus metas en la vida otras, aunque yo sé que parte de ellas incluyen otro lugar del mapa.

    Escucho su discurso con la mirada perdida en algún lugar entre los arbustos que tenemos de frente, esos que resguardan el mismo cobertizo de extraños curiosos y que sirven para lo mismo también para aquellas ardillas que en ocasiones he alcanzado a ver de tanto en tanto. A la vista, no parece haber ninguna escondida, pero la realidad es una buena imagen que tener en cuenta para reflexionar sobre lo fácil que es hacerse invisible para ciertos ojos. Con un largo suspiro, me preparo para lo que tiene que decir, pues reconozco un cambio en su tono de voz y tomo la nota mental de que debo prevenirme para lo siguiente. De forma inconsciente he pasado a mirar el lateral de su rostro, es extraño, pero ni siquiera estoy sorprendida cuando su confesión se pierde en el sonido del viento, tampoco parece que haya un sentimiento que predomine por encima de los que empiezan a acumularse en la expresión de mi rostro. Una parte de mí lo sabía, esa pequeña porción de mi organismo a la que no surtió efecto el hechizo desmemorizante que ahora sé que usaron contra mis recuerdos.

    Lo sé. — es lo único que respondo en un momento, puede que él sí se muestre sorprendido porque no haya ni una pizca de enfado en mis palabras, creo que es más resignación que otra cosa. Ya no con él, ni con Jessica, sino conmigo misma y la decepción que puedo cargar por lo que voy a formular, aunque para entonces ya he apartado la mirada y vuelvo a juguetear con mis dedos bobamente. — Olvidasteis que hay gente que la conoció, a mi hija, que la vieron crecer y a mí ser una madre para ella. Hubo un tiempo en el me planteé muchas cosas, por qué es que yo, precisamente quién le había dado la vida, no podía recordarla. Muchos me dijeron que era el resultado de un mecanismo de defensa de mi propio cuerpo, para soportar el trauma, no espero que comprendas lo que se siente al perder un hijo. Yo tampoco lo hago, no ahora, no después de que borrarais mis recuerdos de ella. — sigue siendo muy extraño, pero no hay rencor, ni odio cuando hablo, como si estuviera narrando una historia de la que no formo parte, no lo hago en realidad, no desde que perdí todo lo que es de ella. Hago una pausa antes de continuar que aprovecho para suspirar, inhalando parte del aire frío después hacia mis pulmones, es lo que me da fuerza para seguir. — Pero siempre sentí que había algo que no encajaba, una pieza que no se ajustaba a lo que me pedía el cuerpo, lejos de que mi mente hubiera olvidado. Me gustaría... — no sé como explicarlo de mejor forma, como puntúo, no es algo para lo que tenga palabras. Lo último es un pensamiento de último recurso, uno que me lleva a mirarle, creo que el ruego es lo que expresa mi rostro más que otra cosa. — Devuélvemela, Colin, encuentra la manera de devolverme lo que es mío y estaremos en paz. — le pido, porque no sabe lo que es querer algo, pero no tener ni idea de como alcanzarlo porque te lo arrancaron de las manos, de la forma más cruel posible aunque fuera por lo que ellos vieron como una causa perdida.
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    Recuesto mi cabeza contra la pared al mirarla. —Tu voz suena igual a la de mi conciencia desde hace semanas, así que dime… ¿por qué si sigo parado del otro lado y todo eso que me dices ya lo sé… estoy aquí?— espero que ella pueda acercarme una respuesta que resuelva parte de la confusión mental que cargo hace tiempo, la cual se lo explico de la manera que puedo, usando palabras que no creí estar escuchando salir de mí por mi hábito de hablar poco y lo preciso. Sabía mantenerme en silencio cuando no había entre mis pensamientos algo que me perturbara y me hiciera cuestionarme, de pronto tengo mucho que poner en voz alta para poder oír en mi propia voz qué es lo que haré a partir de todo esto. Y «esto» también incluye a personas con las que no puedo cortar el vínculo de los recuerdos, debe ser culpa de estos que al tomarme este momento para sentarme con Alice no la sienta mi enemiga, sino que la reconozco como lo que fuimos alguna vez, eso que ella se pregunta si olvidamos. No, nunca pude hacerlo. Se vuelve a sentir familiar, casi que espero que al terminar esta charla vaguemos por el camino hasta su casa con el señor Whiteley y yo volveré a la mía donde Liriel con poco más de un metro me preguntará donde estuve, con quién, por qué no la llevo conmigo. No es muy diferente al ahora de todas formas.

    Parte de la confusión se debe a ese parecido entre el pasado y el presente, que a veces parece mezclarse, es uno mismo o es el pasado proyectando al presente lo que dejamos pendiente, no quiero pensarlo como que es la vida quitándote cosas, devolviéndotelas luego, en una suerte de arrebato y compensación. Porque hay cosas que al perderlas son irrecuperables, lo sentí en carne con la muerte de mi prima, sigo sin creer que pueda compararse a lo que pasó Alice. Estoy descubriendo lo que es ser padre de una niña, no creo poder entender aun lo que es tener a alguien, verlo crecer, cuidar cada uno de sus pasos, para perderlo. Mis ojos se oscurecen de tristeza al mirarla, ojalá pudiera ser la persona que fui hace veinte años, que volviera a ella ese niño que le prometía que movería ejércitos por proteger su reino. —¿Y cómo lo hago, Alice?— se lo pregunto, me muevo un poco más cerca para que pueda escuchar en mi voz es la misma necesidad de encontrar una manera de estar en paz, con nosotros. —Dime cómo lo hago, lo haré. Iré a donde sea que me digas, haré lo que sea que me pidas— cargo mis palabras de ese ímpetu que muy en el fondo puedo encontrar, con el que podría volver a romper fronteras y me asalta la misma, honda, absurda, maldita impotencia de que no hay nada por hacer, así que cierro mis dedos en un puño que descargo en mi rodilla. La tensión sigue atrapada en mi puño hasta relajo mis dedos lentamente y el suspiro que atraviesa mi garganta me quiebra. —¿Cómo puedo devolvértelo?
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    Alice D. Whiteley
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    ¿Por qué? ¿Por qué está aquí? ¿Y por qué espera que yo responda a esa pregunta, cuando es evidente que ni siquiera él tiene un motivo que se lo explique? — Porque te estás aferrando al recuerdo que tienes de mí, de ti mismo, quieres creer que las cosas no han cambiado, cuando es obvio que lo han hecho y no podemos dar marcha atrás. Sigues queriendo creer que Europa es el lugar para ti, cuando no es la primera ni será la última vez que alguien te diga que debes dejar esa parte de tu vida atrás. Pero sientes que perteneces allí, ahora mismo, lo único que deseas es regresar, ¿por qué es eso Colin? No somos más que escombros, personas hechas trozos y obligadas a pegarse con cemento, quizá allí es donde te sientes más seguro, más en casa. — le miro, como incitándole a corregirme, cuando sé a ciencia cierta que he adivinado al menos en la mitad de esas cosas, sin ser vidente. ¿No es todo lo que queremos? Regresar a casa, al lugar donde crecimos, el recuerdo de una época que, a pesar de no ser mejor, no hay que mirar mucho a nuestro alrededor para darse cuenta de que uno volvería sin pensárselo dos veces. Tal vez ese es nuestro error, que lo pensamos demasiado.

    No deseo su compasión, esa que puedo ver en sus ojos cuando me mira, lo que quiero está muy lejos de ser expresado con palabras, incluso cuando he hecho el esfuerzo de intentarlo. Siento la garganta seca cuando trato de pasar saliva, aunque creo que en realidad lo que quiero atravesar es el nudo en mi garganta que se ha formado por todo lo que no soy capaz a decir, él tampoco, llegados a este punto sobran las palabras y aun así necesarias para todo. — No lo sé, tú me metiste en esto, serás también el que me saque de aquí. Como sea, tengas lo que tengas que hacer, ayúdame a deshacerme del vacío que hiela mi cuerpo. — no estoy exagerando cuando hablo, si acaso mi voz tiembla un poco, fruto de que es la primera persona con la que me doy el lujo de quebrar mi semblante. — No quiero pasar un solo día más sintiendo que he perdido parte de mí, ¿entiendes? Porque ya he dejado muchas cosas atrás, demasiadas, no puedo perder también quién soy. Me han arrebatado absolutamente todo, cada hogar, cada oportunidad de ser libre, no quiero que me quiten también a mi hija. No somos nada sin nuestros recuerdos, Colin. — aunque esté muerta, aunque la pérdida sea el dolor más grande que haya podido sufrir en la vida, seré atrevida al decir que lo prefiero antes que no recordarla. Poso una mano sobre la suya, buscando sus dedos en un atrevimiento que no tomaría si no fuera porque creo que queda algo dentro de él que aún me considera una amiga, como yo lo consideré mi amigo, como me gusta pensar que sigo haciéndolo. — Devuélvemela, me da igual como lo hagas. — es mago, todo lo que necesita para ayudarme lo tiene ahí, dentro de su cabeza, sé que puede ayudarme. O quizá sea yo la que se está aferrando a algo que no existe, que no es posible.
    Alice D. Whiteley
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    Tu casa sigue siendo tu casa aunque esté en ruinas, Alice— eso es a lo que me aferro, se lo explico. La razón por la que me dice que debería abandonar esa convicción de que tengo que volver, es precisamente mi motivo por el cuál regresaría. —No abandonas lo que amas porque se haya roto, porque esté destruido. No todas las personas necesitamos de ciudades como el Capitolio para sentir que podemos estar bien, que podemos tener una vida más agradable. Hay quienes entre escombros vemos la posibilidad de construir algo nuevo, y si no es la posibilidad… es al menos la esperanza— y la miro, cada vez más resignado a que mis palabras no nos llevarán más lejos que un par de pasos de este cobertizo, Europa se ha convertido en la palabra vacía que abarca todos los deseos frustrados y caminos truncados. Europa ya no existe, ni para ella, ni para mí.

    Y todo lo que puedo sentir al respecto no sé donde depositarlo, tal vez en ella que me pide lo que creo que está fuera de mi alcance, porque no puedo traer a su hija de regreso. Debe ser mi mente negándose a entender que tal vez me está pidiendo el camino inverso, a mí. No encuentro en mi garganta la fuerza como para repetir ofrecimientos de hace unos meses, esos que hubiera cumplido sin que la muñeca me temblara, porque en esta ocasión tengo mi voluntad desprovista de energía y no hago más que mirarla. Puede tratar de persuadirme descargando en mí toda la culpa, pero mis actos no responden a ningún tipo de remordimiento por el robo de sus recuerdos, me doy cuenta de que lo que me importa es que Alice pueda estar bien y no lo estará si sigue así. Sé lo que tengo que hacer y me pongo de pie lentamente, sosteniéndome de la pared con una mano, de lo contrario acabaré por abrazarla, lo que no creo que sea algo bueno para ninguno de los dos. Debo empezar a dejar a aferrarme a todos los «que hubiera pasado sí…» que me hacen volver hacia atrás y ella no quiere más que soltar todo lo que se ha convertido en una carga demasiado pesada.

    Lamento no haberte encontrado antes— se lo confieso, la miro desde mi altura y deslizo las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta para seguir siendo una figura de piedra que impone su distancia, aun cuando tomo la oportunidad de decir todo lo que necesito sacar de adentro porque no creo que haya otra ocasión. Así suele ser la vida en estos sitios, rara vez hay otra oportunidad para nada. —Contigo siento que llegué tarde— por no decir que tal vez llegué en el momento que debía ser, solo que no es el momento que alguien elegiría. —Siento que todo el tiempo que estuve por otros lugares, hallarte me hubiera ayudado a darle sentido a muchas cosas. Pero, tampoco era posible, ¿no? Vivías en el distrito catorce…— aislado, cerrado a todo, en el que nunca un cazador, menos uno de apellido Weynart, podría poner un pie. —Te miro y…— tomo aire por la boca, en ella toda puedo ver un montón de signos que fui memorizando a lo largo de la vida y tienen sentido al reunirlos en sus ojos, reconocerlos en ella me permiten saber a dónde querían llevarme todos esos signos, aunque por un momento puedo vernos en una dirección totalmente opuesta a esta, lo puedo ver tan real que mi imaginación -porque no puede ser otra cosa que mi imaginación cuando todas las profecías ya fueron hechas y ninguna se corresponde a la imagen que se queda en el fondo de mi mente-, consigue eso que se propone y es que me duela.

    No puedo ser tan cruel con ella como para poner palabras en sus oídos que seguirán contribuyendo para hacer de esto un camino tortuoso. —Te miro y me hubiera gustado que las cosas fueran distintas— es lo más simple, a medias una mentira, tiene su parte de anhelo real y una parte de que no es lo que realmente quería decir, por aferrado a los recuerdos que pueda estar, todavía creo que las cosas pueden ser distintas… pero esta vez no se trata de ciudades y reinos inmortales que podemos ver ambos entre las ruinas, no puedo mostrarle lo que yo puedo ver porque solo le haría más daño y ha llegado a un límite para soportarlo. Me gustaría abrazarla, sostener por unos minutos al vago fantasma de la niña que fue y conocí por un tiempo que se reduce a un suspiro en la eternidad, pero hago lo mejor que puedo hacer por ella este día, irme. También para mí, tengo que dejar de aferrarme a la nada entre mis dedos.
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