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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Seth K. Niniadis
    Fugitivo
    Había momentos donde mis recuerdos no eran más que una gran habitación blanca sin nada en ella. Pasaba tanto tiempo en mi forma de animago, intentando esquivar todas las patrullas, especialmente de dementores, que ya no tenía claro cuales eran las acciones que realizaba por mi cuenta y cuales realizaba por instinto. Los bosques se habían convertido en mi hogar, y la única fuente de alimentación de la que disponía desde la muerte de Jamie. La última persona con la que había hablado... ya no lo recordaba. Hero probablemente. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que la había visto por última vez? El tiempo también era relativo cuando 24 horas es toda la esperanza de vida te queda. 24 horas que se habían ido extendiendo hasta que ya no podía contarlas.

    Los ruidos de una batalla me despertaron. Entre las ventajas de ser un felino estaba la facilidad para dormir sin perder el control del entorno. Los sentidos nunca se apagaban para mi, y hasta el movimiento de una rama con el viento o el pie de alguien pisándola a varios metros a la redonda, conseguía mantenerme alerta. Nadie me molestaba cuando me fundía con el bosque, ni tampoco cuando me veían; no era un animal mágico, no era un animal domesticable; nadie quería cerca a un animal que podía matarte de un bocado; eso era lo que me había mantenido a salvo.

    Pero esta vez fue diferente, porque el ruido no llegó solo, también llegó con un olor que no pude distinguir en el momento, y cuya palabra para describirlo me costó encontrar.

    Mis patas se estaban moviendo antes de que localizara esa palabra en mi cerebro pero finalmente apareció: Familiar; así era como se sentía ese ligero olor en el ambiente, mezclado con la sangre de dos personas y la hierba pisoteada. Pero ¿qué mierda era exactamente familiar? había estado en tantos lugares, había conocido a tanta gente en todo ese tiempo, que mientras se movía por el claro, manteniendo el cuerpo pegado al suelo cuando los árboles o los arbustos no jugaban a mi favor, pensaba en la idiotez que estaba cometiendo. Ya nada que pudiera ser familiar podía ser bueno, porque lo familiar podía ser algún enemigo en el pasado.

    Pero tuve suerte. Era Ava. Su ropa era distinta y estaba magullada, herida y sangrando, pero era ella. Habíamos crecido juntos, ¿cómo no iba a reconocerla?

    Actué por instinto. Ava estaba en problemas. No medité la situación. Rodeé al auror, salté sobre la chica y antes de que el traslador pudiera llevársela nos desaparecí a los dos.


    Mi cuerpo cambió de forma segundos antes de que nos succionara la nada y nos escupiera a varias leguas del distrito once, en medio de un claro del bosque que ya me era familiar. El impulso con el que había saltado sobre ella se mantuvo durante el trayecto y nos envió a ambos al piso irremediablemente. Puse mis manos delante de ambos lo suficiente para reducir el impacto contra el suelo, aunque no lo suficiente. Estaba seguro de haber perdido práctica usando mis propios poderes. — ¿Ava? — Mi voz sonó como si llevara siglos sin usarla, y así era. Mis manos estaban apoyadas en el suelo, una contra su costado y la otra junto a su cabeza. Mis piernas a cada lado de las suyas y mi cuerpo elevado los centímetros suficientes para que no sintiera mi peso, considerablemente inferior a la última vez que nos vimos, y lleno de heridas que ni recordaba haberme hecho. — Ava, ¿eres tú? dime que eres tú — La abracé cuando la alegría se mezcló con la desesperación y con la vaga idea de que algo estuviera jugando con mi mente. Había estado buscándolos a todos desde el comienzo, pero siempre hubo un motivo para echar macha atrás. Al principio las patrullas, y después la insipiente idea de que podrían estar muertos. Si estaban muertos, no quería saberlo.
    Seth K. Niniadis
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    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    El aire se escapa de mis pulmones cuando creo que el traslador se activa y por momentos temo haberme roto algo. Nunca había sido demasiado cómodo usar ese medio de transporte, pero no estaba acostumbrada a que doliese de esta manera. Se había sentido como una embestida, y cuando me quedo en el suelo tratando de respirar siento un peso que me oprime el pecho. ¿Tal vez me perforé algún pulmón? Esperaba que estuviese Amber, porque si ese era el caso, no creía que Ali pudiera arreglar todo tan rápido.

    Una, dos bocanadas de aire después, y tengo que agradecer que al menos he vuelto a salir con vida luego de un encuentro con el grupo de seguridad. A diferencia de Weynart hace unos meses, el auror que había dado conmigo no tenía demasiado interés en tener una charla y mantenerlo a raya solo con la ballesta se me estaba complicando más de la cuenta. Estaba golpeada, y su varita había provocado más de un corte que probablemente acabaría dejando una cicatriz. Nada a lo que no estuviese acostumbrada, pero debía dejar de hacer costumbre el tener encuentros fortuitos porque mi suerte se acabaría en cualquier momento. No era un gato, y mi conteo de vidas probablemente estuviese acercándose peligrosamente a cero.  

    La opresión en mi pecho desaparece de un momento a otro y me relajo por lo que debe ser menos de un segundo. Porque no doy crédito a mis oídos cuando una voz del pasado pronuncia mi nombre, porque no me espero que al abrir los ojos me encuentre con un rostro que con el pasar del tiempo se iba distorsionando en mi memoria. - ¿Seth? - No, no podía ser. Me habría golpeado tanto la cabeza qe seguro ya estaba alucinando, eso debía ser. Sin embargo… Ese abrazo es tangible, y me llena de una calidez tan grande que por ese instante me olvido por completo de mis heridas. - Ohpordios, ¡SETH! - Mis brazos rodean su cuello con la imperiosa necesidad de no dejarlo ir y no puedo contener las lágrimas que nublan mi visión. ¡Es Seth por todos los cielos! - ¡Eres tú! No puedo creerlo. - Suelto su cuello y llevo mis manos a ambos lados de su rostro, examinando sus rasgos y cerciorándome de que mi mente no me está jugando una mala pasada. - ¡Soph y Jared estallarán de alegría al verte! ¡y Ben! El muy idiota todavía arriesga su pellejo para salir en tu búsqueda, y al final eres tú quien nos ha encontrado. No puedo… - Y vuelvo a rodearlo con los brazos, abrazándolo a él y a la felicidad misma que me causa el saberlo con vida.
    Ava E. Ballard
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    Seth K. Niniadis
    Fugitivo
    No importa lo mucho que la presione, siempre siento que no es suficiente, siempre siento que en cualquier momento, con la justa presión, se evaporará y se convertirá en otra jugarreta de mi propia mente. Aún así, me aferro a ella como si no me quedaran razones para dudar de lo que estoy viendo, y de lo que estoy sintiendo. No es hasta que su voz dice mi nombre que dejo escapar todo el aire de golpe. Sé que es real porque no recordaba su voz, no con la claridad con la que ahora se presentaba, demasiado real para ser solo un recuerdo. Habría sido imposible que mi cerebro reprodujese con tanta fidelidad ese tono, cuando algunas partes de mi memoria se habían perdido para siempre, y otras se fueron haciendo cada vez más endebles hasta el punto de que, incluso las caras de las personas que no conocía suficientemente bien, se mezclaron hasta crear una tercera persona compuesta por partes de varias más.

    Cuando la voz de Ava se hizo sitio en mi cabeza, el miedo de que no fuera real fue reemplazado por algo mucho más fuerte, era una ansiedad que no podía reprimir y que me provocaban ganas de vomitar preguntas sin parar. No veía a ninguno de ellos desde lo ocurrido en el 14 y no paraba de pensar en cuantas personas habrían muerto después de que Jamie me había sacado de allí. Fui consciente, de forma repentina, de la facilidad con la que la palabra "madre" era reemplazada por el nombre de esta, en alternancia en mi cerebro, como si una parte de mi siguiera negando la realidad y esta fuera más fácil de asimilar cuando usaba su nombre y no nuestro parentesco.

    Escuchar el nombre de Sophia y de Jared generó en mi pecho un alivio que no creí volver a sentir, y el nombre de Ben se atragantó en mi garganta segundos antes de que Ava lo soltara. Sentía que iba a llorar en cualquier momento, por lo que la excusa del abrazo sirvió también para ocultar la mareada de sentimientos que me estaban desbordando. No recuerdo cuantas veces reacomodé mis manos contra su cuerpo, contra su cabeza, ni la fuerza que empleé para sostenerla y mucho menos la de veces que intenté decir algo y no salieron palabras... era como si hubiera olvidado como comunicar algo que no sonara absolutamente patético y desesperado.

    Cuando la euforia disminuyó, me separé para mirarla. Pasé mi mano por su rostro y fruncí el entrecejo al ver la sangre de la cabeza. — ¿Causando problemas? ¿Por qué no me extraña? — Era difícil volver a esa normalidad, a ese inocente comentario que apareció en mi cabeza de repente como si no hubieran pasado años entre medias. Una sonrisa de medio lado asomó por mis labios mientras pasaba la vista por ella, intentando encontrar algún cambio en su rostro; y no fui capaz, ni siquiera sé si solo resultaba complicado comparar su rostro herido con el de mis recuerdos, pero intenté no darle muchas vueltas. — ¿Dónde están? — Parecía que preguntaba solo por mi familia, pero hablaba de todos a la vez; de las personas del 14 que estaban enteras antes de que perdiera todo el contacto con ellos. — Intenté buscar a alguien en cuanto tuve oportunidad... a ti, a Ben, a Sophi... a todos — No hacía falta que dijera el fracaso rotundo que eso supuso. — Perdí la esperanza... ya ni siquiera puedo recordar cuando
    Seth K. Niniadis
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    Ava E. Ballard
    Fugitivo
    ¿Cuánto tiempo es que llevaba sin ver a Seth? ¿Un año? ¿Más de eso? Porque recordaba las apariciones televisadas en las que Jamie lo obligaba a aparecer, pero no podía traer a mi memoria la última vez que habíamos compartido un abrazo. Mucho menos uno que se siente tan sincero y reconfortante que me hace olvidar el dolor que provocan mis cortes y heridas. Sigo llorando, y ya no sé de dónde saco la fuerza para aferrarme a él, pero lo hago porque tengo miedo de que se evapore si es que lo aparto de mi tacto o de mi vista y todavía no estoy preparada para soltarlo. No cuando él era la pieza faltante del rompecabezas, ese del que teníamos la imagen de referencia, pero al que todavía le quedaba un hueco que rellenar para sentirse completo. Sí, habíamos sufrido otro tipo de pérdidas, pero esas las llevábamos con nosotros y las cargábamos con el orgullo de saber que las personas que nos dejaron, nunca lo hicieron en verdad. Seth en cambio… Seth era alguien que no nos había abandonado, sino que nos lo habían arrebatado de las manos, dejándonos en la incertidumbre completa que dejaba su vacío en nuestras vidas.

    Disfruto de sus caricias y por momentos me siento la niña que los seguía a todos lados, que trataba de llamar la atención y amaba dar abrazos porque sí. Esta vez no era porque sí y cuando me suelta en verdad no sé como enfrentarme a que de verdad es Seth quien se encuentra enfrente mío. ¿Qué tan rápido podíamos volver al cinco? Porque en serio, yo no me iba a perder de las reacciones de los demás ni de broma. Prefería desangrarme antes que perderme ese momento.

    - Yo no causo los problemas. Los problemas me encuentran a mí. ¡Estaba cazando, lo juro! - No soportaba la claustrofobia que me generaba estar encerrada veinticuatro siete, y si no fuera por Amber y sus trasladores, probablemente habría enloquecido para este entonces. La terraza del departamento de Arya no era más que una ventana al mundo que se sentía tan grande como pequeño al vernos obligados a tomar medidas para no ser reconocidos.

    - Están, estamos más bien, todos en el… - Dudo por un instante y me muerdo el labio al saber que incluso aunque quisiera, no podría develar la locación exacta del lugar. Y por un breve instante, por el más breve de los instantes me asalta la duda que debo subsanar antes de poder abrir la boca de más. No me odies, te juro sé que eres tú y que nada me haría más feliz que llevarte allí en este mismísimo instante. Pero no puedo sin algún tipo de certeza que vaya más allá de mi confianza. No sé… dime alguna cosa que solo tú puedas saber, la que sea. - Lo conocía, sabía que no me juzgaría cuando estaba queriendo asegurar el bienestar de todos, su esposa y su hijo incluídos. Estaba convencida que la persona que estaba abrazando era él, pero no tenía la habilidad magia necesaria para hacer algún tipo de comprobación extra. - Yo también había perdido la esperanza, pero encontrarlos a cada uno de ustedes me la devolvió. Seth… Hay tantas cosas que me gustaría contarte. No sé qué es lo que sabes, o lo que te pudiste enterar en todo este tiempo…
    Ava E. Ballard
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    Seth K. Niniadis
    Fugitivo
    Sí, claro — Me seguí burlando de Ava y su capacidad para atraer problemas, algo que me resultaba reconfortante porque ya no recordaba ni la última vez que había podido hacerlo, ni el momento en el que había perdido la esperanza de poder hacerlo de nuevo. Tenía miles de preguntas; tantas que amenazaban con salir de mi boca sin parar, y también sin darle tiempo de responderlas, al final no lo hicieron, las retuve en su lugar porque en medio del bosque del 12 podrían haber pocas personas, pero eso no significaba que estuviesemos totalmente a salvo, mucho menos con los dementores cazando en los alrededores. No era un lugar para ponerse a cotillear como si una burbuja de seguridad nos hubiese envuelto a ambos.

    Habría curado la herida de Ava de no ser porque tenía miedo de que mi propia varita nos trajera problemas; era una actitud que había tomado desde que me había quedado solo, sin un lugar a donde ir y sin una sola persona en la cual confiar; esa fue la razón por la que no juzgué a la rubia por su intento de asegurarse de que era quien decía ser. — Está bien, no importa. Lo entiendo. — Yo sabía que era ella por las habilidades que la animagia me daba, pero ella solo tenía sus ojos y sus oídos para corroborar algo que cualquier mago podría imitar con facilidad con la habilidad adecuada. En aquel momento de cansancio mental, solo pude pensar en dos cosas y convertirme en una pantera delante de sus ojos fue una de ellas. Podía contar con los dedos de una mano las personas que conocían de mi condición, una que me había forzado a adoptar por mi mejor amigo hace más años de los que puedo recordar y si no hubiera sido por eso, ahora sería hombre muerto.

    Permanecí sentado delante de ella, en una forma que me resultaba más familiar que la humana y a la que me había acostumbrado por pura necesidad, pero me deshice de esa piel de nuevo cuando sus ojos vieron todo lo que imaginé que necesitaban. — Cuidar de Ben en luna llena todos estos años, me salvó la vida el último año — Rompí el silencio con aquellas palabras y una ligera mueca divertida, recordando la cantidad de veces que Echo se opuso a que estudiara la animagia, porque era magia muy avanzada para mi edad, porque era magia muy peligrosa para mi capacidad de concentración del nivel de una lechuga, y porque mi idea de cuidar de un lobo que claramente me duplicaba el tamaño era estúpida y podría acabar haciéndole compañía a Ben en las noches de luna llena, pero no del modo en el que yo esperaba; y quizá fuera la estrella que siempre tuve encima, pura suerte, o que hicimos mejor las cosas de lo que Echo creía, pero todo había salido bien y además, había salvado mi vida años después. — Creía que los dementores serían mi fin. Estaba acorralado. Pensé que correría más rápido en forma de animago y en medio del bosque dispuesto a aceptar mi destino una vez me rodearon... simplemente pasaron de largo. — Le conté, algo que ya no recordaba con más claridad que esa por el tiempo que había pasado desde entonces. No esperaba que me creyera, pero tampoco iba a tratar de convencerla de un enfrentamiento directo que solo había experimentado una única vez.

    Cuando ella dijo que también se había sentido como yo en algún momento, mi mano se fue hacia su rostro de nuevo,limpié sus lágrimas con mi pulgar y negué suavemente. — No aquí. En este bosque hay más cosas peligrosas a parte de los dementores. No quiero usar mi varita y estás herida, no podemos arriesgarnos.
    Seth K. Niniadis
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    Fugitivo
    Seth llevaba el dicho de “no necesitar palabras” para decir algo a otro nivel, pero cuando su figura se ve reemplazada por la de un enorme felino negro que me mira con unos ojos que sé reconocer, no queda alguna que quien está delante mío es Seth Niniadis. No tenía magia, y sabía que no la necesitaba para poder funcionar en la vida pero, de todas las habilidades que se podía adquirir siendo mago, la animagia es la única que envidiaba de verdad. Poder transformarse en un animal a voluntad… no sé, debía ser hermoso. O cuando menos útil si tomo en cuenta su declaración. Aún así, con o sin habilidad mágica, estaba segura de que habría podido mantenerse con vida. Seth era un sobreviviente, como todos nosotros. No era fácil hacernos caer.

    Su relato acerca de los dementores me pone la piel de gallina. Nunca tuve la desgracia de encontrarme con uno frente a frente, pero su presencia prácticamente fija en el norte era difícil de ignorar. Su frío se calaba sin importar las capas de ropa que pudieras tener, y la sensación de estar vacío… No quería siquiera recordarlo, mientras que él había tenido que enfrentarse solo a un grupo de ellos. - De verdad, de verdad me alegro que estés con vida. - Le aseguro rodeando su cuello en un abrazo que me queda alto, pero que necesito. Lo suelto y quiero decirle algo cuando otro pensamiento cruza mi mente. - ¿Dices que los dementores no saben diferenciar una persona de un animago? - Eso me daría una razón más para envidiar la condición, pero solo me llena de alivio al pensar en Ken y su nueva habilidad. Bendita sea su impulsividad y talento mágico. - Espera a que veas a tu sobrino entonces. - Que hablando de familia… ¿sabría que su hermana se refugia en la red junto con el que había sido su esclavo? No es que fuera poco común en su familia eso de huír con uno…

    - Aguarda, es cierto… estamos en el bosque. - Tanteo mi bolsillo y encuentro el guante que debía servir a modo de traslador. - Fuiste tú el que nos transportó aquí, ¿verdad? - Es una pregunta que más bien había sido una certeza. Yo no había tocado el guante cuando desaparecimos, y no había forma de que eso nos hubiese llevado a los dos si él tampoco lo sostenía. - Amber lo creó, así que supongo que si vienes con esto, eso nos evitará todos los hechizos de protección que han puesto. Una pantera afuera del departamento no sería muy fácil de disimular hasta sortear todos esos inconvenientes.
    Ava E. Ballard
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    Seth K. Niniadis
    Fugitivo
    El abrazo me deja por entendido que mi intento por demostrar quien soy ha funcionado. Llevo mi mano a su espalda para sostenerla mientras me abraza de nuevo y dejo que ese ligero dolor de cabeza que ha estado martilleando en el fondo de mi cerebro, invada todo lo que que quiera. Ya no sé si ha aparecido por el estrés o por otra razón, pero resulta un completo alivio poder darme el lujo de tocar a otra persona y cerrar los ojos, por un momento, a salvo. — Eso parece. Nunca había visto algo así antes. Aunque no es como que sea información que al gobierno le convenga que sea pública. — Estaba 100% seguro de lo que decía, por lo que el que lo de los animagos no saliera en los libros de criaturas mágicas era más probable que fuera omisión de información a propósito.

    La mención de Ken me pilló un poco desprevenido, porque me resultaba imposible pensar en que Ken habría tenido motivos para convertirse en un animago durante mi ausencia. No recuerdo la cantidad de veces que se interesó por eso, ni tampoco la otra cantidad de veces que Echo se negó rotundamente a dejarlo intentarlo. Cociéndolo, lo usaría para lo que no debería, y estaba totalmente de acuerdo en resistirme siempre que al que siempre fue como su padre, como el de todos en realidad, no le pareciera buena idea. Que Echo le hubiese dejado...

    El repentino recuerdo de mamá diciéndome que todos estaban muertos, apareció con brusquedad entre mis recuerdos y me arrancó un ligero gesto de un dolor que ya creía olvidado. Aquellas palabras no concordaban en absoluto con las de Ava de hace unos momentos, mencionando que todos estaban vivos. ¿Ella había engañado a todo el país? parecía factible; pero íbamos perdiendo... ¿cómo fueron capaces de transformar una situación tan en desventaja a su favor si todos habían salido vivos de allí? — ¿Cómo...? — Mi voz se ahogó entre la de Ava, mientras rebuscaba entre sus bolsillo lo que fuera que hubiera despertado su repentino interés. Asentí para responder a su pregunta siguiendo sus manos hasta el traslador que finalmente sacó y sentí esa esperanza que se disparaba en el pecho al escuchar el nombre de otra persona que también me era familiar. — Genial. Estoy deseando verlos. — Había miles de cosas que no encajaban de repente, como si mi necesidad de que todos estuvieran a salvo y la realidad se hubieran vuelto incompatibles de repente. Es cierto que a mi me habían sacado del catorce muchísimo antes de que todo acabara, pero no era estúpido, sabía como estaban las cosas antes de eso, y Jamie no podía haber falseado fotos tan realistas del 14 totalmente arrasado. En la isla ministerial se había pasado los días torturándome con los que creí muertos y Ava había mencionado como si siempre hubieran estado ahí; y salvo por eso, me había aislado del exterior excepto cuando era para exhibirme como un maldito trofeo.

    La idea de que Ava no fuera si quiera real le abofeteó abruptamente. Era la primera vez que tenía una alucinación tan real. Siempre era la voz de Sophia en la distancia, o lo que parecía ser la cara de Ben desapareciendo tras una lejana esquina; siempre destinado a perseguir fantasmas a los que nunca alcanzaba. Esta vez era distinto. Ava estaba ahí. No era como las otras, no era algo lejano, podía sentir su calor, la viscosidad de la sangre de sus heridas, podía olerla, podía verla. Pero al mismo tiempo, no podía callar la repentina voz que me recordaba la de veces que mi madre había dicho que todos estaban muertos y que, después de mucho tiempo en silencio, había vuelto de nuevo. — Necesito verlos — Me corregí. Tomé el otro extremo del guante y me aferré con la mano libre a la de Ava. Obligué a mi cerebro a creer en que sí que era real, que todo ese miedo estaba injustificado y era estúpido. Habían jugado con nosotros hace tiempo, tanto como para que los miedos que se albergaron dentro de mi entonces, salieran ahora a la luz, pero era absurdo pensar en que tantos de sus sentidos podían haber sido noqueados a la vez.

    Aferrarme a su mano a la vez que al guante me tranquilizaba, al menos a la parte de mi cerebro que estaba totalmente convencido de que aquello era un juego mental que estábamos perdiendo, y que cuando el traslador tuviese que desvanecernos a ambos, solo haría con ella, que era quien, para empezar, nunca había estado allí.
    Seth K. Niniadis
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