The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
Invitado
Clavo mi codo en el costado de Mimi para que ella pueda pedir lo que no sale de mis labios, me limito a sonreír al encargado de esto que se supone que es una botica. Mis manos me tiemblan tanto a causa de los nervios, que enredo la correa entre mis dedos, tironeando suavemente de la garganta de Ken que espera obedientemente a que termine la compra como la mascota tranquila que nunca ha sido. Cuando estamos fuera, suelto la corre para echarle los brazos al cuello de Mimi. —Te prometo, te prometo que lavaré los platos todos los días y te lavaré tu ropa por tres semanas, cocinaré todos los días también si quieres y te arriesgas— juro en agradecimiento por ser quien nos llevó a donde poder comprar la pastilla que nos salvará de consecuencias que ninguno de los tres quiere, el monoambiente es chico y apenas si entra el almohadón de Ken. Si es que Mimi ya no lo quemó después de que le contara lo que pasó, en los minutos que estuve en el baño.

No creo que le haga gracia andar comprando pastillas cada tanto a las ocho de la mañana, lo peor es que siendo verano el sol está alto y pese a ser un distrito de gente que no debe cumplir horarios de oficina, las calles se ven bastante transitadas. Me acomodo un mechón de cabello detrás de la oreja para limpiar mi rostro, no quiero que me gane la vergüenza cuando ninguna de esas personas tiene modo de saber que fuimos a comprar una pastilla del día después porque nos falló el condón cuando decidimos perder la virginidad con mi novio. No, no creo que todo eso entre en mi cara como para que puedan leerlo de verme a los ojos. Es un titular demasiado largo. —Y te prometo que no volverá a pasar— le echo una mirada a Ken, ya tiene la dirección de una botica donde comprar condones un poco más nuevos de los que tenían en el departamento de Arya. Que si nos ponemos a pensar, con el lío de gente que hay ahí y condones que no funcionan… hmmmm, puede que haya sorpresas pronto, lo único importante es que no será cosa de nosotros.

Espero a que lleguemos al apartamento para tomar el paquete de la mano de Mimi, así puedo tragarlo nada más entrar, de la prisa no puedo hacer girar la llave. —Creo que se rompió…— porque esta semana todo se rompe, ¡todo! Los astros deben tener el mismo humor que los tíos de Ken, así de burlones son, que al empujar la puerta por tanto forcejeo con la llave, descubro que estaba abierta y debe ser cosa de alguien con varita. ¿Para qué tenemos llave para empezar? Resoplo, no tengo idea de quién puede estar dentro, ojalá Holly, así también podemos contárselo y se ría de nosotros. Cruzo el umbral con un vistazo receloso al interior y me quedo inmóvil dejando el espacio suficiente para que entre el resto. —¿Ma… má?— me pesa la pastilla en la mano y echo el brazo hacia atrás para que mi amiga lo tome, escondiéndolo de la vista de la mujer que está cómodamente sentada en la cama con las piernas cruzadas y un traje con falda de tono gris que nadie le dijo que está fuera de moda en el norte.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Si hay algo más humillante que ser llevado con correa, es tener que hacer esta actuación de perro obediente en medio de una botica en la cual tenemos que comprar una pastilla por mi mala suerte, acompañados de una persona que no sé si me odiará o tomará esto como un método de burla y/o tortura hasta el fin de los tiempos. No sé qué tan natural sea mi completa atención a las acciones dentro de este cuchitril repleto de plantas y mugre, pero mis orejas se encuentran en lo alto tratando de no perderme de absolutamente nada, hasta que me veo en la obligación de bajarlas por culpa de la vergüenza que me da la promesa de Synnove, esa de la cual me veo obligado a ser parte. Sí, ya lo entendí, a partir de ahora tengo que tener más cuidado… si es que Syv quiere volver a acostarse conmigo, para variar. Después de esa primera vez, tengo la ligera sensación de que va a pasar tiempo hasta que ella vuelva a querer intentar. Me conformaré con tomarle la mano, entonces.

El camino hasta el departamento lo hago tirando un poco de la correa, cuanto más rápido lleguemos más pronto se beberá la pastilla y todos estaremos felices. ¿No hay pócimas anticonceptivas? Claro, creo que son más caras y dudo que se muevan por el norte de manera legal, pero no importa, tal vez debería conseguirse algo de eso. Me lo anoto mentalmente para sugerirlo cuando estemos a solas. Soy un perro ansioso en lo que se demora en abrir la puerta y hasta tengo que soportar el impulso de saltar, hasta que puedo entrar arrastrando la correa por el piso. Ya estoy tironeando del collar para quitármelo con las patas para no ser un humano con ese adorno cuando la voz de Synnove me saca de mis pensamientos, levanto la mirada y… estoy muerto. Voy a morir, que alguien empiece a cavar mi tumba. O al menos, la de mis bolas.

El collar cae con un estruendo y en cuanto oigo el sonido de la puerta al cerrarse, ya he vuelto a ser de nuevo un muchacho — ¡Señora Lackberg! — que sueno estrangulado, nada más sospechoso que una falsa sorpresa grata — No sabía que vendría… — y por lo que puedo divisar, su hija tampoco. Paso mis ojos de la rubia a la morena a la pelirroja, hasta que hundo las manos en mis bolsillos y me balanceo un poco sobre mis talones — Si planeaban una tarde de chicas, siempre puedo marcharme. Estoy seguro de que hay algunas cosas que hacer con Kyle o los perros del vecindario — lo que sea para no ver este desastre.
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
No es como si las madres necesitáramos una copia de ninguna llave para ir a ver a una hija que no ha mostrado ni un mechón de su cabello por la casa desde hace bastante tiempo, escucho el cerrojo al saltar para indicarme que puedo entrar y lo hago con una confianza fuera de lugar. Mi nariz se frunce involuntariamente al tomar mentalmente las medidas del lugar que las dos chicas comparten, sigo lamentando de que la suerte de Amelia haya virado tanto, apartándola de una educación adecuada en el Royal, para que esté viviendo en un sitio así. Si pienso en Synnove, me alegra que tenga un techo sobre su cabeza al dormir, así que me prometo no ponerme puntillosa con los detalles. Hago un esfuerzo inhumano es esperar sentada en una de las banquetas a que las chicas aparezcan, pero las tazas sucias sobre la península me obligan a tener que actuar y con mi varita consigo que cada cosa vaya ocupando un lugar que me parece más idóneo, no tirado al azar por ahí.

¿Y por qué tienen un almohadón para perro guardado? ¿Habrán adoptado uno propio? Suspiro a desgano, no me había dado cuenta hasta Kendrick que mi hija quería tanto tener una mascota, de haberlo sabido, le hubiera comprado un cobayo siendo niña. Las manchas de sus patitas en la casa hubieran sido más pequeñas también, no como esos manchones que dejan su sombra sobre el tapiz de los sillones después de haberlo limpiados con esmero. Como si los llamara con el pensamiento, escucho el murmullo de pasos fuera y espero sentada a que entren, así no se dan cuenta de lo que he movido de lugar… aunque es evidente. Si las chicas se sorprenden por sus tazas limpias, a mí lo que me deja pasmada es ver que la piel de mi hija se ve más tostada y su cabello mucho más largo, sus vaqueros tampoco parecen estar limpios. ¡Y Amelia! ¡Esos rulos! ¿Conseguirán un buen shampoo en estos distritos? Soy un manojo de preocupaciones por culpa de estas muchachas, como si no tuviera suficiente con Ivar.

Y luego… está el perro, así que el almohadón debe ser de él. Tendría que haberle comprado el cobayo a mi hija. —¿Así que aquí es donde duermes cuando no vuelves a casa como anoche, Kendrick?— pregunto, moviendo mi barbilla hacia donde encontré la cama,  espero a su respuesta para liberarlo y pueda ir con sus amigos, sean de la especie que sean. Deslizo mi mirada desde mi hija hacia su amiga, no me sorprendería que Synnove con el carácter que tiene, esté mediando entre sus amigos para que surja alguna historia de la que después se pueda sentir como una orgullosa celestina. Sería tan ella. —¿Qué es eso?— pregunto sin vueltas cuando veo el poco sutil intercambio entre las dos chicas. — ¿Estás enferma, Mimi?— pregunto a la morena al identificar lo que parece el envoltorio de una pastilla.
Anonymous
Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
Todavía no sé reconocer si lo que siento es fastidio, enojo, o la imperiosa necesidad de castrar al chucho que Albi lleva atado a la correa. Que ni siquiera me molesta que hayan dormido juntos, o que se les haya roto el condón; esas cosas pasaban y generalmente no eran culpa de nadie. ¿Pero era necesario despertarme a las ocho de la mañana para buscar la bendita pastilla? Y qué Syv ni siquiera se anime a pedirla me pone de los nervios. Claro, era bastante grandecita para andar revolcándose con su novio, pero no tenía los ovarios donde correspondía para hacerse cargo de los problemas que eso podía traer.

No le digo nada, me limito a pedir la pastilla con la misma tranquilidad con la que pediría una aspirina, y no se acaba el mundo cuando el vendedor ni siquiera me mira al entregarme el blister. ¡Que era algo normal, por Morgana! - Promete todo lo que quieras, pero tú y yo tenemos que hablar bien. - Si miro al perro de mala manera, pues que me disculpe, pero la única razón por la cual no lo había obligado a ser él el que pida la pastilla era solamente porque su cabeza tenía un precio que se reflejaba en varios carteles que pasamos incluso en un distrito tan pobre como este. - Y claro que no va a pasar, porque de ahora en más te buscarás un buen medimago cerca de lo de tus padres, y empezarás a tomar métodos anticonceptivos desde ahora. Me niego a convivir con un bebé en un monoambiente. ¿Oíste? - Y creo que sueno como mi madre, o al menos como creo que sonaría si fuera yo la que estuviese en la posición de la rubia.

- No tienes que empujar tanto la llave, ya te lo he dicho. - Le recuerdo cuando intenta girar la llave. No es la mejor de las cerraduras y creo que tiene algún mecanismo algo suelto porque últimamente se traba de vez en cuando. Tengo que revisarla, pero siempre olvido hacerlo ya que al final un hechizo suele ser suficiente para destrabar la situación. Lo que no me espero es que haya alguien dentro del departamento cuando conseguimos entrar, y cuando Albi empuja las pastillas en mi dirección tengo que apretar el paquete con fuerza para ser comprensiva y no devolvérselo al arrojárselo a la cara. Al que sí fulmino con la mirada es a Ken con su intento de escape, y me aseguro de recordar que más tarde lo obligaré a convertirse en perro y lo haré bañarse usando la manguera a presión. - ¡Amalie! Tanto tiempo sin verte. - Me aseguro de sonar todo lo despreocupada y jovial que puedo a estas horas de la mañana, y en la situación en la que estamos. Pero soy una buena amiga, y no quiero que Syv tenga que andar dando explicaciones a su madre. - No, no es nada. Solo quiero prevenir contraer algo indeseado. - Es mi vaga explicación. He aprendido que a las madres no se les debe mentir porque parecen olfatear cuando una no está siendo sincera. Pero no he mentido, solo he tergiversado la verdad lo suficiente para no despertar ninguna alarma en su sensor maternal.
Mimi J. Johnson
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Invitado
Invitado
¡¿CÓMO LO SUPO?! Esa es mi gran duda, la que planteo a todo el universo para que me responda y me diga qué extrañas energías la han traído aquí para pillarnos con las manos en la pastilla. Serán cuatro o cinco planetas a los que habré hecho algo que no les gustó, que están alineados para que se vayan dando una situación tras otra. La correa que estruja la garganta de Ken como perro, no es nada como la que estoy sintiendo alrededor de nuestros cuellos cuando vuelve a su forma humana, y hablando de correas, ojalá no se hubiera quitado la que traía, porque a la primera planea una huida que lo lleva a recibir una mirada asesina también de mi parte. Es cierto que podríamos lidiar mejor con mi madre si estamos solas, pero si sospecha algo necesito que ahora también se quede a mi lado. Tengo que suavizar mi mirada para hacérselo saber, por las dudas, dejo que sea él quien responda a mi madre esa duda que me queda cosquilleando sobre la piel.

Mimi no la tiene mejor, el modo en el que contesta hace que quiera esconderme debajo de la cama. Espero que mi telepatía con ella funcione para que pueda escuchar todos los «perdón» que estoy mandándole, son muchos. Bajo mis ojos a las puntas de mis zapatillas, dejando como una cobarde que sea mi mejor amiga quien asuma el papel de ser quien está evitando un embarazo, me avergüenza aún mucho más que pese a nuestra diferencia de edad, sigue siendo la que actúa con una madurez mayor y hace cargo de lo que es mi responsabilidad. No quiero que mi madre crea que salí de casa para darme una vida con tantas imprudencias, todo lo contrario, ella misma confió en que era lo que necesitaba para crecer. Pienso en eso, en que pese a los castigadores que pudieron haber sido entre sí por los errores que cometieron hacia el otro y el terror que siempre me inspiró lo que pudieran pensar de los míos, esas cosas fueron quedando atrás.

Mimi lo compró para mí— admito, me acerco a la cama para sentarme en el borde, mis rodillas juntas y las manos en medio. —Ken y Mimi me acompañaron, están apoyándome en esto. Verás… estuve saliendo con un chico de por aquí— le cuento. Ken es de por aquí, por allá y todos lados, ¿no? No me siento capaz en este momento de dar verdades completas, voy probando lo que me animo a compartir. —Y llegamos a este punto en que nos acostamos, falló la protección y recurrimos a esto. ¡No hace falta que te preocupes, lo juro! ¡Lo teníamos bajo control! No reapareceré dentro de unos años por casa para que cuides de un nieto, no es mi intención, lo juro.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Intento relajar un poco los músculos, estoy seguro de que la tensión es muy fácil de olfatear y nadie creería que soy inocente si me ve tieso como una tabla — A veces sí. A veces solo veo a otros amigos. Prometo usar el traslador esta noche y regresar al Capitolio, de veras — voy a estar agradecido con Amber por toda la eternidad gracias a ese juguete viejo de perro que transformó en mi medio seguro de viaje del cinco al departamento de los Lackberg con total impunidad, ahorrándome muchas peticiones y tonterías incómodas. Me llevo dos dedos a los labios para darles un beso de un lado y del otro a modo de juramento de chico bueno, que tampoco quiero ser una molestia y ellos no se merecen preocuparse por mí más de lo debido. Pero… ¿Cómo ponerme a explicarles que vengo aquí no solo por una revolución, sino también para ver a su hija y pasar tiempo con ella sin exponer lo que en verdad está sucediendo?

Mala suerte para mí, su atención se va directamente hacia la pastilla y las excusas empiezan a flotar por el aire, así que empiezo a considerar el salir corriendo ahora mismo con toda la naturalidad que soy capaz de poseer. Me rasco los pelos de la nuca en lo que Synnove se adelanta y… ahí va, su honestidad algún día va a matarla. No me merezco su ayuda pero aún así mis ojos van aterrados hacia Mimi, porque creo que es la única que puede decirme qué hacer sin la necesidad de hablar. ¿Syv se ha vuelto loca? ¿Debo apoyar su versión para no meterla en problemas o este es el momento en el cual doy un paso hacia delante y me hago cargo de la situación? A un perro normal estas cosas no le pasarían.

Y aunque creo que mi novia va a matarme, opto por hacer lo que creo que es correcto porque si se va a humillar, no lo hará sola. Después de la noche de ayer, es un poco más evidente de que hay cosas que tenemos que hacer en compañía — Hemos estado saliendo por un tiempo… — mi voz suena a un murmullo desde el fondo de la habitación, a pesar de que no es un sitio demasiado grande. Levanto un dedo para llevar la atención hacia mí y estoy seguro de que me estoy hundiendo en mi propia vergüenza, siento el calor por todos lados — Lo lamento, señora Lackberg. Sé que deberíamos haberlo dicho, pero era… bueno, nuevo y creo que quisimos hacerlo a nuestro ritmo — no sé de dónde saco el valor para acercarme unos pocos pasos, menos mal la distancia es corta y puedo tenderle la mano a Synnove para ofrecerle mi apoyo — No volverá a suceder, de verdad.
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
Amelia siempre me ha parecido una chica inteligente, tenía ese chispazo en los ojos que se aprecia en todas las personas con una mente que no para de trabajar ni un minuto, y al conocerla me sentí muy tranquila de que mi hija pudiera elegir una amiga así, en vez de otras adolescentes más superficiales o bohemios como me temía por el gusto de Synnove al arte. Asiento en aprobación a su respuesta y reafirmo mi agrado hacia ella. —Puedo traerles lo del Capitolio lo que necesiten, lo saben. Deja que hable con un medimago y le mandaré a Synnove una caja de pastillas para que te las dé. ¿Sabes que cuentan conmigo, no?— prometo a la morena, que también extiendo mi preocupación materna hacia ella. Pese a que en el momento en que la repudiaron al norte, consideré que no era muy conveniente que siguieran manteniendo el vínculo, en el presente me reconforta que sea la persona con la que Synnove puede contar en un sitio como este. No es asunto mío para inmiscuirme si parte de la responsabilidad recae también sobre el muchacho que acababa de confirmarme que suele pasar algunas noches durmiendo aquí, apenas si prenso los labios para reprimir mi desaprobación. —Nos quedaríamos mucho más tranquilos con Ivar si volvieras a la casa siempre que puedas, no importa la hora, te esperaremos— aseguro, prefiero el desvelo de una noche, a que se de esta extraña situación de adolescentes con sus hormonas en revolución en un apartamento tan chico.

Y mis inquietudes no son infundadas. Hablamos con Synnove de esto cuando tuvo edad, es natural siendo adolescente la curiosidad que se pueda tener en el sexo y lo último que quería era que mi hija, de por sí con una ingenuidad alarmante, cometiera errores que le trajera consecuencias siendo tan joven. Bastaba con ver a su padre para saber que esos asuntos quedaban pendientes de por vida. No me sorprende en sí lo que me plantea, quizá incluso se dio un poco más tarde de lo que hubiera pensado, la parte de todo esto es que sea precisamente ahora, aquí. —Synnove, ¿tenía que ser…?— mi lamento comienza dando cara a ese desconocido como un muchacho que seguramente pertenece al grupo de amigos de Ken, esos chicos metidos en las revueltas, con ideales nobles no lo niego, pero que los meten en medio del fuego cruzado. Alguien que la retendrá en este sitio, en estas condiciones de vida, donde está bien si quiere estar a su cuenta por un tiempo, de ahí a involucrarse a uno de esos chicos sin futuro…

Cierro mis ojos con dolor cuando Kendrick dice lo que no quería escuchar, creo que es notorio para todos que la inhalación profunda de aire por la nariz es para contener lo que podría tomar la forma de un enfado peligroso hacia ambos. Para no caer en este, decido ignorar por completo la existencia de cierto muchacho en la habitación, lo hago visible al girar mi cuerpo para que en mi campo de visión solamente estén mi hija y su amiga. —Pero, Synnove… creí te gustaba ese chico, el abogado. ¿Cómo se llamaba? ¿David? ¿Y qué hay de ese otro chico que te acompañó a buscar a tu hermano? Me dijo tu padre que trabajaba en los tribunales del ministerio. ¿Y qué hay de Nathaniel? Siempre fue muy dulce contigo. O… Mimi. ¡No me hubiera molestado que salieras con Mimi!— la tomo de las manos, la pregunta aquí es: —¿Por qué te involucras con un chico que tiene un gran letrero sobre la cabeza que dice peligro? Y no, no lo digo por los carteles con su nombre, sé que son injustos. Pero Kendrick…— entonces sí lo miro, hay cierta disculpa en la manera en que lo juzgan mis ojos, —está hecho para ciertas cosas… hay cosas que se esperan de él…— todos escuchamos su discurso en la radio, no hace falta precisar, regreso mi mirada a mi hija. —Que son muy distintas y alejadas de las cosas para las que estás hecha— lo señalo como una verdad que no me pueden refutar. —Te conozco, Synnove. Yo te críe y sé que no críe a alguien que pueda estar al lado de un muchacho que alienta a una revolución en el país. Le podemos dar refugio en casa, apoyarlo, pero no podremos seguirlo en todos los pasos que dé…— paso mi mirada de ella a Kendrick. —Y espero que no vuelva a suceder, de verdad. Es algo que a la larga solo le hará más daño a ustedes.
Anonymous
Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
- No te preocupes, Amalie. Cualquier cosa que se escape de mis manos no dudaré en pedir ayuda. - Pero como no había cosas, al menos en este sentido, que de verdad no pudiera solucionar no creía que eso fuera a ser necesario. A menos claro, que lo usase para ayudar a Syv. Tal vez si hablaba con su madre en mi favor… No, no sería correcto solventar la vida sexual de mi amiga a costa mía y de su madre. Era grande y podía aprender. Solo en esta ocasión podía tener la contemplación de hacerle el favor… Hasta que abre la boca y todo mi acting se esfuma en segundos. ¿Pero qué hace? Incluso si admitía que las pastillas eran suyas podía ser cualquier cosa. Cuando hablaba de contraer algo, era para dejarlo lo suficientemente ambiguo como para ser considerado un resfriado incluso. Una gripe, ¡la viruela de dragón si quería! No tenía por qué abrir su boca y confesar nada, menos aún cuando toda la situación estaba tan fresca. No me molestaba tomar la culpa por ella, o siquiera fingir el temor al embarazo. ¿Para eso no estábamos las amigas? ¿Para ayudar a la otra y cubrirle la espalda cuando lo necesita?

Para colmo de males, Kendrick se mete, y pese a que me enorgullece que se haga cargo y no quiera dejar a mi amiga sola en esto… ¡Son los dos unos idiotas! De verdad. Y creo que se nota en mi expresión de fastidio y resignación, así que como ya se ha delatado, tomo un vaso del fregadero, lo enjuago, y busco una botella de la heladera y sirvo algo de agua mientras escucho el discurso de Amalie. - Voy a meterme un segundo. - Pido permiso y recorro con el vaso en una mano, y el blister en la otra la corta distancia que separa a la cama de la cocina. Entrego ambas cosas a la rubia, y la apremio a tomarla con un ademán de la mano. - En teoría, cuanto antes tomes esto, mejor. - Aseguro. Que igual si hacíamos cuentas de los ciclos que llevaba debía de tener pocas posibilidades de quedar embarazada, pero nunca estaba mal el prevenir.

- Y solo para aclarar, lo lamento Amalie. Amo a tu hija, pero no de esa forma. Y aunque no estoy a favor de tener una relación yo misma, no creo que debas ser tan injusta con Ken y Syv. - Me apresuro a dejar en claro mi opinión, antes de que alguno de los otros dos pueda embarrar más la situación que tienen. Yo era alguien externo, pero entendía la lógica que había detrás de sus acciones. - Ken es mucho más que un revolucionario con una diana sobre su espalda, y Albi es terriblemente fuerte. No creo que nadie crie a sus hijas para estar con una persona puntual, cada uno debe emprender su propio camino y decidir qué es lo mejor. - Mi madre en definitiva no me había criado para ser una repudiada del gobierno que no había terminado sus estudios, pero heme aquí. - Además, casi que hasta diría que son adorables. Y yo no soy de las personas que piensen que nada es adorable. Es una pequeña normalidad que podemos permitirnos dentro de todo esto. Hablar de chicos, estar con otras personas, o incluso el ser atrapadas con una pastilla del día después en la mano.
Mimi J. Johnson
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Invitado
Invitado
Me agarro a la mano que me tiende Ken para que mi madre tenga por seguro que esto es algo entre ambos y que estamos el uno para el otro, como debe ser, para hacer frente a todas estas situaciones que tienen que ver con el salir con alguien y los percances que pueda haber. Sostengo su mano con fuerza, no la suficiente como para estrangular sus dedos, sino para sujetarme a él y también para demostrarle a mi madre que no pienso soltarlo ante esa avalancha de nombres que me suelte. Si hasta pongo los ojos en blanco y suelto un suspiro de fastidio. —¡No había nada con ellos, mamá! ¡Mimi es lo más cercano a algo posible entre todas las personas que sugieres!— y esto lo digo con exasperación, que a mi amiga la quiero como para andar por el monoambiente con lo mínimo de ropa o nada, ¡pero no de esa forma! Si mal no recuerdo, Mimi fue la primera en sacarme los pelos del bigote cuando éramos más chicas y eso te une de una manera sentimental muy fuerte a una persona, pero no lleva hacia donde mi madre cree.

Cuando me pongo de pie, sigo sin soltar la mano de Ken y por lo abrupto de levantarme, siento que lo tironeo bruscamente sin querer. —¡Sí! ¡Sí estoy hecha para estar con él! ¡Con toda la parte de él que no tiene nada que ver con una estúpida revolución porque él es mucho más que eso!— grito tan sulfurada que siento fuego en las puntas orejas, tengo que echarme el pelo hacia atrás con la mano que me queda libre para que quitar los mechones que me molestan en la cara. Ahora sí creo que estoy estrangulando a los dedos de Ken, los libero de la tortura para tomar la pastilla que me acerca Mimi y el vaso con agua me viene bien para tragar estas ganas de gritar, que no puedo creer que a los veinte años esté a punto de hacerle un berrinche a mi madre porque me prohíbe estar con un chico que no es de su agrado o no cumple sus estándares, la principal al parecer es que estén vinculados con el ministerio, pero no como enemigo de este.

Por algo Mimi es mi mejor amiga y se hace cargo de mi defensa con la altura que no creo que alguien más de nuestra edad tenga para hablarle a un adulto, creo que se ganó ese derecho por estar viviendo a su cuenta todo este tiempo. Salvo la parte de que nos vemos adorables, lo que me halaga puesto que la hemos levantado a las ocho de la mañana para ir a comprar una pastilla que nos salve del descuido de anoche, creo que todo lo que dice después es algo que ya pensé. —Ya esperé mucho tiempo— llevo mis manos al pecho al decirlo como si las palabras me salieran de lo más hondo, —para poder sentir todo esto. Y si es con Ken, no me importa que haya una revolución ahí mismo, detrás de la puerta. Seré yo quien decida cómo vivirlo y no escucharé a nadie más que no sea yo misma— me planto en esto, no me moveré de ahí, lo dejo ver por el modo en que vuelvo a sentarme en el borde de la cama, con todo el peso de mi cuerpo y mis brazos cruzados.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Hay veces que los Lackberg me recuerdan a Echo; ya saben, personas que se hicieron cargo de ti a pesar de poder decidir no hacerlo, cuando el mundo entero te da la espalda. Debe ser por eso que no discuto como estoy acostumbrado, solo asiento y bajo la cabeza, murmurando un “de acuerdo” que creo que se pierde en el aire cuando todo se nos va de las manos. No puedo decir que me sorprende a pesar del pequeño dolor que me causan las palabras de Amalie, porque yo mismo estoy seguro de que cualquier madre vería preocupante que su hija se involucre con gente como nosotros. Pero… ¿Por qué tiene que hacer una lista enorme de las personas que serían una mejor opción que yo? ¡Mi autoestima! Me muerdo el interior de la mejilla en un intento de callarme la boca, aprieto los dedos de Synnove casi tan fuerte como ella y, cuando creo que debería empezar a quejarme, es Mimi quien interviene por nosotros. De verdad espero que vea en mi cara lo agradecido que estoy con ella, sin poder creerme que saliera en nuestra defensa después de lo que le hicimos pasar.

¿Y es posible que te guste más una persona de lo que ya lo hace? Porque no me importa que Synnove sacuda mi mano de un lado al otro si lo hace mientras defiende lo que tenemos, hasta que puedo sentir que mis dedos respiran y los acaricio en lo que intento organizar un poco el lío de pensamientos que tengo dentro de mí cabeza — Sé que es complicado… y puedo entender de dónde viene ese miedo — de la seguridad del Capitolio a la cuna de la revolución hay un mar de diferencia — Pero quiero a Syv. Y no es algo que elegimos, las cosas solamente pasan y creo que es bueno que entre toda la basura, existan cosas todavía como éstas. Puedo prometer que jamás la meteré en problemas ni que nada va a sucederle, de verdad — posiblemente me tome como un iluso, pero puedo poner lo mejor de mí para que eso ocurra. Hay personas como Mimi que jamás toman riesgos innecesarios, conseguirlo con Synnove no debería ser un problema.

No sé dónde meterme, quedarme de pie me hace sentir que no sé dónde meter los brazos y no voy a ocupar el lugar de Synnove cuando está más que claro que su madre no está preparada para vernos muy pegados. Me trueno los dedos de ambas manos con algo de lentitud — Soy más que un apellido que se usa de excusa para una revolución. Y puedo ser mucho más para su hija o cualquier persona que quiera — no sé de dónde saco los huevos, pero lo suelto con toda la amabilidad y respeto que soy capaz de poseer. Prenso mis labios, torciéndolos en una pequeña sonrisa — Solo quería aclarar eso.
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
Si hay algo que aprendes por llevar casada más de veinte años con un hombre que cuando está determinado a algo, lo hace sea a la vista o por lo bajo, es a suspirar con toda la resignación que se merece aceptar que podemos dar un punto de vista, nunca cambiar el curso de voluntades que ya han tomado una decisión. Queda mantenerse a su lado, como ese apoyo necesario al cual acudir cuando las consecuencias se impongan. Desde el momento en que Ken cruzó la puerta de mi casa para entrar, así como lo hizo Synnove para salir, perdí totalmente el control de lo que allí podía pasar. Nadie con buen sentido deja vivir a su hija adolescente enamoradiza con un chico atractivo y además inteligente, que está segunda virtud la considero por delante de la primera, pero me pongo en lugar de alguien más joven y sé que una cara atractiva influye en las elecciones. ¿Acaso yo también no basé mis elecciones, entre las cuales estaba descartar a un sanador de buen y ordenado carácter, por un extranjero de dudosa procedencia y terrible pasado? Sé que no es lo mismo, Ivar no tenía una condena pesando sobre su cabeza, pero los hijos tienen esto de hacer espejo de nuestras decisiones de vida. —Si están tan convencidos, llevarles la contraria los alentará aún más, así que no pienso hacerlo. Sean ustedes quienes, por su propia cuenta, descubran si son o no la persona que quieren. Son jóvenes y equivocarse es parte de crecer, pero los errores de nada sirve que lo señalen otros, siempre es algo que deben reconocerlo por su lado…

No es lo mismo decirle a una Synnove de catorce años que deje de ver a un chico que no considero bueno, a una chica que está tratando de ser una adulta en condiciones que no están cerca ni por asomo al lugar donde creció. Amelia tampoco tiene trece años como para pedirle que no use excusas para defender a su amiga. Debería, tal vez. Dos años antes lo hubiera hecho. Synnove de vuelta a casa, Ken se queda aquí en distrito cinco, prohibido para ambas chicas verse por un tiempo. Me recuerdo lo que yo misma le dije a Ivar hace un tiempo, los niños están creciendo y no debemos tratarlos como si continuaran siéndolo. El más cercano a un niño es Ken, aunque eso no importe mucho para ciertas cosas que obligan a buscar una pastilla de emergencia después, así que tal vez debería tener una charla con él en casa cuando se digne a aparecer.

Mimi…— parece como si estuviera a punto de contestarle, en cambio no lo hago. —Tengo que pedirte que nos prestes tu casa unos minutos para que pueda hablar a solas con mi hija— es mi modo de despedirla a ella y a Ken. Y de todo lo que tengo que decirle en privado a Synnove, solo hay una cosa que me gustaría que escuchen los tres, tal vez porque no puedo controlar del todo mi genio como madre por mucho que haya trabajado en esto. —Y Mimi, valoro mucho el apoyo que muestras a mi hija en todo momento, espero en verdad que también se lo muestres cuando esas pequeñas normalidades que son como burbujas en el aire, exploten en el campo de pelea—. Eso de lo que habla como lo más normal para cualquier joven, en este contexto se parece más a una de esas fantasías que se contaba Synnove siendo una niña. —Prometo que acabaremos en unos minutos— les aseguro a ambos mientras espero que se retiren, mi mano sobre las manos de mi hija para indicarle que ella debe quedarse sentada conmigo.
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