The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Recuerdo del primer mensaje :

Las molestas punzadas de las sienes me sacan de esa placentera isla en la que dos muchachos mucho más robustos que Ramik me abanican con hojas de palma mientras bebo la misma piña colada que probé en la boda de Phoebe, estúpida Phoebe, todo es su culpa. Mi estado lamentable es su culpa, ella, trayendo sus burdas costumbres de albedrío en una boda tan elegante como la que podría haber tenido, con invitados tan distinguidos, esto es lo que pasa por acercarse demasiado a los del norte, te influencian de una manera inconsciente para que caigas en sus vulgares vicios de alcohol y descontrol. Ah, trato de que mi memoria recuerde si alguien me acompaño a casa, si mis recuerdos no son tan errados fue ese muchacho, Helmuth. Ay, Georgia, por todos los cielos, no estás para estas emociones baratas de una noche, eres una mujer con clase en el presente. No puedes andar en escapadas con hombres que encima tiene pareja, esto sólo me traerá problemas con LeBlanc. Parpadeo para acostumbrarme a la visión de esta habitación que no conozco, en una cama impecable así como todo el mobiliario. Con dificultad me apoyo con una mano en el borde y saco mis piernas fuera de las sábanas para que mis pies toquen el suelo. Encuentro mis zapatos para volverá colocarnos, mi sombrero no sé dónde me lo han dejado, veo el saco amarillo en el perchero, pero prescindo de colocármelo hasta que no me encuentre con el dueño de este lugar.

Camino tambaleante hasta la puerta con mi mano ayudándose de la pared para avanzar por el pasillo y la sala no me queda lejos, puedo ver que está vacía, casi creo que me encuentro sola si no fuera porque escucho ruidos al otro lado de una puerta cerrada y a mí nadie me pilla distraída, así que exijo saber quiénes viven aquí. Grito con un chillido agudo cuando me encuentro con un muchacho en bóxer que se agarra su camisa de la cama para colocársela delante del pecho en su intento por cubrirse y se ve tan asustado como yo, creo que también ha gritado, no lo sé, presiento que me dará un infarto. Tomo respiraciones por la boca cuando me giro para caminar como pueda hacia el sillón que tengo más cerca y con una mano sobre mi pecho que palpita a todo lo que da, descubro a Alecto bajo el marco de la puerta de la entrada, volviendo quien sabe de dónde. —¡ALECTO! ¡El chico que limpia la piscina se ha metido a la casa! ¡Y anda todo desvergonzado pavoneándose por ahí!— grito en mi ataque de histeria, me olvido de la necesidad del bastón cuando en unos pasos estoy sobre ella, sacudiéndola de los brazos. —¡LLAMA A LOS AURORES! ¡No! ¡Tú eres auror! ¡Ay, Alecto! ¡Ya le dije a tu padre que no contrate gente del nueve, están más cerca de los salvajes del norte que de la gente civilizada del Capitolio! ¡Ya sé! ¡Llamemos a los cazadores y que se lleven al salvaje!— me están fallando los pulmones a causa del alboroto, comienzo con las largas inhalaciones de aire por la boca. —Ay, Alecto, creo que me va a dar un infarto… me duele el pecho, querido, me duele el pecho… ¡y la cabeza! ¡Mierda lo que me duele la cabeza!—  aprieto mis párpados por el sufrimiento de la resaca.
Anonymous
Invitado
Invitado
Tengo todo el derecho en exigir de su parte que me agradezca de por vida el que la haya librado de criarse en el norte, sujeta a las piernas de una mujer que asesinaba por dos galeones y por menos se revolcaba con quien viera en ella más que el estropicio de ser humano que siempre fue, tras la mordida no hizo más que caer más hondo en su desgracia. Llevo una mano a mi pecho al sentir la punzada de auténtica pena por ver llorar a la niña que creció en un mundo que abrí para ella, con tantas paredes suaves forradas en seda, muros que impedían ver más allá de donde estaba, apartando su mirada de ese lugar donde nació y si acaso volviera a este, sería con la repulsión a todos esos malvivientes. Lo lamento tanto por ella, mi orgullo personal en esta familia de codiciosos como lo fueron las hijas de Gilbert. —Hoy es un buen día como cualquier otro para no seguir atrasando una verdad que también creo que se te tenía que decir hace mucho— me pongo de pie cuando junto fuerzas en mis brazos, —porque a fin de cuentas trabajo con la verdad, defiendo la verdad. Y la verdad, siempre, encuentra la luz para mostrarse— recito el discurso de mi difunto marido con el énfasis que me aprendí de memoria para que cada sílaba sea dicha con el tono debido, a fin de sonar convincente.

Pero las mentiras son necesarias en ocasiones, sobre todo cuando se trata de salvar a una niña de un destino que a veces le viene heredado también en el carácter, ese que no hay que alentar. ¿Qué habrías hecho de saber esto cuando todavía eras una niña influenciable o una adolescente confundida? Toda tu, tu identidad, tu carácter, se han formado en base a la educación que te hemos dado en nuestra familia— suena bien decir «nuestra familia», a pesar de las divisiones que recalcamos todo el tiempo. — ¿Cómo te habrías formado de vivir con la sombra de saber que tu madre era una puta repudiada del norte? Si una mentira salva, siempre debe ser agradecida— fin de la cuestión. —Lo sabes ahora, lo suficientemente adulta como para que eso no te pese, sabiendo bien cuál es tu lugar en todo esto— y quien la puso ahí. —Echemosle la culpa al alcohol, también a Nicholas Helmuth, a quien quieras. Es cierto que no debería habértelo dicho así…— refunfuño, empiezo a moverme por la sala tanteando la pared con mi mano así tengo de dónde apoyarme al buscar el dormitorio donde supongo que habrán quedado mis cosas. ¡Mi sombrero! ¡No pienso irme sin mi sombrero! Es exclusivo, es de Cior, ¿falta decir más?

Soy una vieja a la que una mala noche le hace decir muchas estupideces, y lo único que voy a decirte y espero que me tomes en serio…— que luego no se diga que todo lo que he hecho en la vida estuvo movido por motivos interesados, nadie es absolutamente malo, ni absolutamente bueno, entre todo lo que pude hacer hecho mal, luego de más de veinte años de haber tomado a una bebé como quien recibe un paquete y lo entrega con la misma frialdad, puedo decir que estoy muy orgullosa de ver en quién se ha convertido la hija de una mujer tan perdida como lo fue su madre biológica. —Es que todo lo hice por tu bien y me alegro que así haya sido. No quiero quitarte más de tu tiempo y abusar de tu hospitalidad, ¿podrías llamar a Ramik? Comprendo que necesites un rato para estar sola antes de ir a conversar con tus padres— con pasos lentos llego hasta la puerta de la habitación por la que me pierdo a la espera de que llegue el chofer.
Anonymous
Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Para defender la verdad, sola y exclusivamente la verdad, se ha tomado mucho tiempo para sacarla a la luz, ese es el primer pensamiento que se me viene a la cabeza, independientemente de sus buenas intenciones y comportamiento desinteresado. Me gustaría preguntarle por qué, por qué acepto a llevarme con ella cuando seguro había otras alternativas, qué es lo que la liga a esta mujer que ella trata como paria. Una discriminada, pero que aun así se tomó el tiempo y esfuerzo para ayudar, ¿sería por interés? Mi verdad es que, cuanto más empiezo a formar esta nueva idea sobre mi vida dentro de mi cabeza, menos ganas tengo de preguntar al respecto. ¿Qué me asegura que no me está mintiendo una vez más? ¿Quién me dice que no vaya a salirme con más invenciones por puro entretenimiento? Ahora mismo, no puedo mirarla y ver en ella a mi abuela, solo veo el rostro de una mujer anciana que ha visto mucho en la vida, que ha investigado y analizado personas con el único fin de descubrir sus secretos más profundos y publicarlos para que todo el mundo pueda leerlos, dejándolos desnudos, vulnerables a sus propios recuerdos. Pues bien, nadie diría que esa misma persona es la primera en guardar un secreto por más tiempo del que se debería.

El silencio por mi parte es un recordatorio de que algo va mal, algo va muy mal si yo, que suelo tener comentarios para todo, no soy capaz a soltar un sonido. Las palabras 'puta repudiada del norte' se me quedan grabadas en el cerebro nada más las dice, con semejante desprecio que me cuesta creer que esa misma mujer y yo llevemos la misma sangre. La sangre, esa en la que siempre me he regodeado porque la posición que ocupa mi familia en la sociedad me ha dado el poder como para hacerlo, solo para enterarme que no poseo nada de eso y que no es más que un título que me han dado por la cara. — Todo lo que soy, no es más que una mentira, una gran y desmedida montaña de patrañas que tú y mis padres decidieron era buena idea seguir alimentando. — nunca se han preocupado por mi educación, simplemente se han preocupado de dar una buena imagen de familia, la estampa de una familia perfecta para que la sociedad misma se crea sus mentiras. Lo consiguieron tan bien que hasta yo misma me las creí. No digo más, ella tampoco, salgo disparada de la casa mucho antes de que pueda llamar a su esclavo para que vaya a recogerla. Necesito estar sola para pensar, aclarar mis ideas y pensamientos antes de que empiecen a acelerarse sobre una reflexión de la que no tengo un plan a cómo solucionar. Porque siento que han cortado de cuajo todo lo que me mantenía segura dentro de mi burbuja, dentro de esas paredes de las que Dave tanto se queja por deporte, y me han lanzado a un vacío limbo del que no conozco nada sobre quién soy. A partir de este momento, desconozco si todo lo que soy es fruto de la mentira, o si precisamente he vivido aferrada a ellas para que algún día pudiéramos llegar a este punto y explotar.
Alecto L. Lancaster
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