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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    Viktor R. Carstairs
    Miembro del Departamento de Justicia
    7 de Junio

    Si tengo que culpar a alguien por el desastre ocurrido ayer sería a todos los que están poniendo a nuestro país en una situación tensa como la de ahora y por eso los invitados decidieron no venir. Los culparía a ellos porque Kida no toleraría escuchar que no vino nadie a la fiesta porque ella no fue capaz de enviar el correo que le pedí como corresponde. En realidad es un poco mi culpa por haberle encargado una tarea tan importante a una niña que a penas aprendió a leer... Pero qué más da. Cuando anoche dieron las doce y no había una sola alma en el comedor, decidí apagar las cosas e irme a dormir con algo de orgullo antes que enviar mensajes desesperados y arriesgarme a las negativas por avisar con tan poco tiempo.

    Así que ahora me encuentro sentado en la escalera del porche, con una casa repleta de bebidas alcoholicas que no voy a beber, drogas que no voy a consumir y comida chatarra que ni de chiste dejo que se deposite en mis caderas. Al menos por la mañana vinieron a visitarme mis padres y su regalo me animó un poco. Creo que aún creen que tengo 12 años, pero voy a atesorar esa camiseta de mi banda preferida de la infancia con el alma, de hecho podría ponerla en un cuadro y que sea interpretada como arte moderno...

    Escucho como Kida comienza a ordenas las cosas adentro así que muevo la varita para cerrar la puerta y estiro las piernas. Ahora que lo pienso... Había pactado festejar mi cumpleaños con alguien, alguien que probablemente no habría encajado en la marea de juventud que estaba invitada ayer a la noche, así que creo que de todas formas le habría dado una invitación especial.

    "Tengo diez cajones de alcohol en la cocina y muchas papas fritas. Lestrange Avenue 6969. Viktor" escribo y presiono el botón de enviar.
    Viktor R. Carstairs
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    Invitado
    Leo el mensaje una segunda vez, estoy a punto de pulsar «eliminar».

    Suspiro al agachar la cabeza, mechones de cabello caen sobre mi rostro para ocultar mi semblante abatido, prometí que haría el intento de hacer un primer amigo casi con cincuenta años. Coloco el móvil a mi lado en la banca de madera y desarmo las vendas que rodean mis palmas para proteger los nudillos al golpear la bolsa de arena, no hay nadie más en la sala, pero en el edificio siguen dando vueltas los que están pendientes de los disturbios que estuvieron sobresaltando al país la última semana. En vez de disponerme a volver a mi casa cuando salgo de las duchas con una apariencia más limpia, releo la dirección que figura en el mensaje. Peino mi cabello con los dedos y me miro en el espejo que cubre parte de la pared para encontrarme con el reflejo de quien podría verse mejor con un poco de maquillaje, como se trata de una visita a Viktor Carstairs me puedo guardar el esmero.

    ¿Diez cajones no es mucho para dos personas?— pregunto al subir los escalones del porche con mis botas a pesar de que sea verano. No es que me queje, viene bien para relajar en estos días de estrés. —Te tomaste en serio lo de ser amigos de tragos— apunto, mi ceja al arquearse lo interroga sobre tal derroche mientras me cruzo de brazos sobre la camiseta oscura. Repaso por encima de mi hombro lo despejado que se ve la calle frente a su casa, no me fio de tanto silencio, estas noches no son las más indicadas para estar expuestos a la intemperie y a los repentinos alborotos de la gente. —¿Entramos?— sugiero, adelantándome a él para mostrarle con el ejemplo, pero aguardando a quien me otorgue el permiso de entrar, es extraño, esto de ser una invitada a una casa en el Capitolio.
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    Viktor R. Carstairs
    Miembro del Departamento de Justicia
    - Siempre me pareció que mucho es la cantidad exacta de lo que necesita uno - respondo cuando veo a mi invitada subir los por los escalones y le dedico un ademán de bienvenida sin moverme realmente del sitio en el que estoy ¿Cuánto llevo sentado aquí? El tiempo vuela cuando no tienes nada que hacer más que mirar a la nada y esperar a que algo divertido ocurra en medio de la calle - No esperaba que llegaras tan rápido, ni siquiera me cambié - exagero la queja mirando el pantalón de vestir que llevo y la camisa azul metida en el pantalón ¿Qué puedo decir? Aún de entre casa soy una persona elegante.

    - En realidad ésto se debe a que viví la pesadilla de todo niño en edad escolar - respondo a su comentario con todo el sentido del mundo, pero quizás a ella no le parece sin todo el contexto. A decir verdad, una de las razones por las que no hacía fiestas de niño era porque sabía que nadie vendría. Era Viktor el rarito que se alejaba de las personas y se largaba a llorar de la nada cuando alguien pensaba cosas crueles, así que en realidad no puedo culparlos... Yo tampoco habría ido a mi propia fiesta.

    Suspiro cuando propone que entremos pero me levanto de todas formas. Al abrir la puerta me encuentro con Kida limpiando y no me queda más remedio que pedirle de forma muy desagradable que se retire a los pisos superiores para que Becca y yo tengamos nuestro espacio. Claro que luego le dedico un guiño de ojo para que no se lo tome en serio, ella sabe que frente a otras personas tengo que tratarla así, como todos tratan a sus supuestamente inferiores esclavos.

    - Probablemente haga ruido arriba con el bastón, la polio la dejó coja - me sorprendió bastante cuando llegué al diagnóstico. Pensé que esa mierda se había extinto hace siglos pero al parecer el movimiento antivacunas todo lo logró en el siglo XXI - Ponte cómoda y bienvenida a mi humilde morada - bromeo levantando los brazos para que vea lo asombrosa que es mi pequeña mansión. Lo mejor de ser juez es el sueldo, sin duda - ¿Nos mantenemos clásicos o prefieres que prepare unos tragos?
    Viktor R. Carstairs
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    No es lo que todos puedan tener— murmuro. «Mucho» no era algo que pudiera contar hace un tiempo, «poco» era lo más cercano a la realidad y «nada» con lo me encontraba al final de cada día. La opulencia en cada detalle que se puede apreciar en el Capitolio, desde sus casas hasta la vestimenta de sus dueños, me lleva a torcer una sonrisa. No juzgo a este hombre como uno más del montón porque me instinto me dice que no es así, después de todo, no hay nadie en tan elegante mansión cuando debería estar a rebosar de invitados al parecer, si me guio por las bebidas que nos esperan. Por ironías, seré la única que forme parte de la celebración esta noche, la revancha se da en todos los sentidos, también en los más extraños.

    ¿Cuál era esa pesadilla?— pregunto. Si lo pienso, las mías tal vez no eran las de una niña normal. Tenía una madre enferma, familia que se dedicaba a negocios que podrían llevarlos a prisión. Todos los miedos se cumplieron, de algunos fui responsable. El más profundo que era quedarme sola se cumplió, y ese sí, ese me lo cause a mi propia cuenta. No sé qué habrá hecho este hombre, además de tener una personalidad excéntrica, para sufrir de lo mismo en una mansión tan grande y escuchar su trato hacia la muchacha puede darme una idea.

    Su comentario siguiente me da pie para dar mi opinión. —Humana, esclava, enferma, inútil— digo, —¿no cree que sobre la muchacha ya penden demasiadas desgracias como para privarla también de amabilidad? No digo que sea generoso, pero un trato adecuado no lo mataría a usted y haría más tolerable su vida— busco con la mirada un sillón en el cual acomodarme, soy la invitada. Me recuesto contra el respaldo y cruzo mis piernas. —Solo los lobos viejos y flacos se alimentan de presas que alguien más lastimó, que lo haga alguien supuestamente fuerte es abusivo, habla de su poco poder real— se lo señalo, como una anécdota. —Seamos clásicos— contesto, si hay una reserva que asaltar, comencemos por esa.
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    Viktor R. Carstairs
    Miembro del Departamento de Justicia
    Pienso en dejarla con la intriga sobre cuál era la pesadilla, mostrarme vulnerable frente a ella hará que efectivamente me convierta en presa, pero cuando deja volar sus propios pensamientos no me queda más remedio que morderme la lengua y bajar la guardia pues... la pasó horrible. Todos tenemos un pasado y la otra vez ella me lo dejó en claro, ahora no hace más que reafirmar esa idea inicial que armé en mi cabeza - Aunque resulte difícil de comprender, no tenía amigos cuando era un niño, porque era diferente - comienzo con voz ronca. No, no voy a decirle así sin más que soy un legeremante así que opto por mi segunda cualidad que no es tan secreta - No podía controlar del todo ésto así que terminaba comportándome extraño para que no descubrieran que soy un mago - improviso cambiando el color de mi cabello a un rosa chicle, no creo que me haya visto con éste look todavía - Y mi pesadilla era ésta, hacer una fiesta de cumpleaños a la que no llegaban los invitados - finalizo abriendo los brazos para enseñar la casa vacía.

    Su perspectiva de mi trato hacia Kida me deja sin palabras. Observo como habla y se sienta mientras yo descanso por un momento en el respaldo del mismo sillón. De verdad me desconcierta, no hay forma de que vaya a asesinar a mis padres porque ellos son como Kida, como Rowie también lo era, personas que pertenecen a un mundo que no es éste, débiles y dignos de la protección de los mejores ejércitos porque merecen vivir hasta el último de sus días. Ahora me siento un idiota y me gustaría poder aclarar que en realidad no soy así, que le enseñé a leer, que duermo con ella cuando tiene pesadillas, que pago su tratamiento secreto para que pueda volver a caminar como una niña normal y así pueda correr lo más lejos posible cuando yo ya no pueda protegerla... Quizás Becca termine dándose cuenta sola, solo debo ser yo mismo y creo que es lo que haré de ahora en adelante.

    Largo un suspiro y voy por media docena de botellas pequeña de cerveza. Las dejo sobre la mesa ratona y tomo asiento en el extremo opuesto que ella, también relajándome en el respaldo - Nadie me había dicho eso de esa forma - comienzo lanzándole una bebida que sé que podrá abrir sola sin problemas. Llevo mi mano a la cabeza y luego de sacudir mi cabello, éste vuelve al tono castaño - Es lo que nos han dicho que hagamos, que los tratemos como personas inferiores porque así lo son, que son merecedores de morir en una arena como salvajes y no podemos mostrarle ni una pizca de respeto - comento como si estuviese leyendo de un manual, claramente no es lo que opino - ¿Cómo se combate con ese adoctrinamiento? No lo digo solo por mí, sino por todos los demás imbéciles que andan por afuera creyendo que si no los tratan de esa forma, el gobierno se les vendrá encima- completo con media sonrisa, espero que con eso capte la indirecta.
    Viktor R. Carstairs
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    Ni siquiera me inmuto al ver el rosa estridente en su cabello, su personalidad justifica toda extrañeza. Siguen siendo características cómicas de su persona, nada extraño que le suponga el estigma social en este presente. Entiendo sí que siendo niño en una época en que la magia era un secreto, le habría supuesto inmediatamente el rechazo de los suyos. —Las pesadillas no son algo sobre lo que tengamos mucho control cuando somos pequeños, mi sano consejo para esta edad…— digo, una en la que nos hemos convertido en el martirio de otras personas, él también como juez del ministerio, —es que se desprenda de esos miedos. Nosotros decidimos como afrontarlos y cuánto nos afectan. Ahora debería ser más fácil para usted, Carstairs, entender que un cumpleaños sin invitados… solo es un día más en la vida…— pese a que habíamos quedado en un acuerdo de tuteo, el trato de «usted» se impone para dar fuerza a mi consejo.

    Me inclino hacia adelante en mi asiento para servirme de una de las botellas que trajo y es tan raro para mí que esté bebiendo de una cerveza de una calidad mejor al primer sorbo, que las que conseguía en el norte para pasar el rato, en una sala como esta en vez de hacerlo en un bar de sombras. Tiro de mi boca en una sonrisa vacía al escuchar lo que dice, pese a mi comentario anterior que hablaba de amabilidad a una enferma, estoy confundida cuando le pregunto: —¿Está queriendo decirme que no comparte del todo la ideología que está detrás de las leyes que aplica?—. Cierro mis dedos alrededor del cuello de la botella para hacer girar su base en círculos al meditar en sus palabras, tengo que ladear mi cabeza para comprobar si eso me da otra perspectiva. —No quiero que malinterpretes mis palabras, Viktor. Te hablaba del delicado estado de salud de tu esclava para pedirte un trato al menos amable hacia ella. Mi consejo sobre presas débiles… no lo confundas, no todos los que están en una condición como la de ella, esclavos, lo son. Muchos de ellos, Ritcher mismo, lo demuestran. No te alimentas de las presas fáciles, pero en las jerarquías, siempre, cuando vas ascendiendo lo haces colocando a otros como inferiores y por la seguridad de tu propia posición las mantienes ahí. Y te lo digo, lo sabes bien, como alguien que ha estado en los estratos más bajos alguna vez— es mi honestidad puesta en esta sala, —¿o eres de los que cederían voluntariamente una mansión, un trabajo, un ingreso decente por mes, tu salud y tu bienestar? ¿Hay gente que haga eso?
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    Viktor R. Carstairs
    Miembro del Departamento de Justicia
    - Pero tengo una invitada - intento contradecirla con las cejas en alto. Supongo que cuando uno va envejeciendo se da cuenta de que no necesita la compañía de un millón de amigos, sino de los que sean correctos. Tal vez una cena con mis padres, James y Kida habrían sido suficiente para satisfacer mi ahora blando corazón y si no lo planeé así desde el principio ha sido porque estoy acostumbrado a festejar a lo grande... Es lo que he hecho siempre desde que salí de la casa de mis padres y se siente extraño volver a viejas costumbres. De todas formas, me gusta festejar, no voy a pretender que lo pasé mal en la fiesta de fin de año, pero los intereses han cambiado desde entonces.

    No respondo a su pregunta y dicen que el silencio vale más que mil palabras... No lo creo, en mi mundo el que guarda silencio no está dando material para ser usado en su contra así que es a lo que me aferro. No puedes acusar a alguien por algo que no ha dicho y como legeremante lo se muy bien. Igualmente, para que conste, creo que ya no más. No puedo creer en las leyes que condenan a los más débiles de una forma tan bárbara, pero tengo que seguir cumpliendo mi papel y desde allí tal vez lograr que sus destinos sean un poco menos trágicos de lo que serían si nadie pusiera un freno.

    - Hay gente buena y gente mala, Ritcher está en la lista negra y no se merece la amabilidad de nadie - pero esa es la diferencia... Él sí merece ser condenado a la hogera, pero no por ser muggle, sino por atentar contra la vida de los ciudadanos de Neopanem y ser una persona horrible - La gente buena es la que cede todo eso, sí - digo al final - Yo soy un tipo decente, pero no me considero bueno así que la realidad es que no... Trabajé para conseguir todo ésto, lo merezco ¿Por qué habría de tirar todo por la borda? - no es mi varita la que está asesinando, no directamente al menos - De nuestro... lado - no me gusta decirlo - también hay algunos malos.
    Viktor R. Carstairs
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    ¿Hay gente buena y gente mala, Viktor?— se lo cuestiono, inclinándome hacia adelante con una emoción distinta, la de la expectativa a cuestionarnos cada cosa que decirnos, me entretiene esto de tambalear lo que creemos conocido cuando a la vista está lo diferentes que han sido nuestras suertes en la vida. Balanceo  entre mis rodillas la cerveza, con mis dedos cerrados alrededor del cuello de la botella. —Sé que hay gente ingenua, también que hay psicópatas enfermos. Entre los unos y los otros, estamos la mayoría… ¿podemos ser divididos entre buenos y malos?— pregunto, espero, el sesgo de ansiedad en mi voz es la de alguien que inicia una plegaria esperando una respuesta que resuelva todos los dilemas.

    Bebo de mi cerveza hasta bajarla un par de centímetros, su comentario sobre la decencia me lleva a exponer mi propio caso. —Traté de ser buena una vez cuando dejé de ser ingenua— le cuento, —puse en un papel una lista de nombres de criminales y se los entregué a un abogado para que los llevé a juicio— la cerveza vuelve a mecerse dentro de la botella por el vaivén de mis dedos. —Fue lo peor que pude haber hecho en la vida, mi peor crimen— confieso, mis ojos puestos en el suelo donde distingo la silueta de mis pies. —No soy buena, mucho menos decente. He hecho cosas horribles y detestables. Si me pidieras que agarre mi varita y asesine a tu esclava esta noche, lo haría. ¿Qué vida le espera así en la condición que está siendo quién es, Viktor? He perdido todo respeto a los límites de lo que está bien o está mal. ¿Soy una mala persona? Tal vez, quizá soy de los malos de este lado— acerco la botella a mis labios para beber otro sorbo.
    Anonymous
    Viktor R. Carstairs
    Miembro del Departamento de Justicia
    Claro que sí, en los dos extremos políticos y algunos que lo son por el simple hecho de querer hacer el mal... En mi infancia conocí a algunos de éste tercer grupo, eran los que me ponían la piel de gallina y en ocasiones hasta lograban que llore - Los buenos protegen a los ingenuos y los malos justifican a los psicópatas - respondo a lo que dice con un dedo en alto y luego doy un trago a la cerveza. No debería decir más pues éstas charlas nuestras se supone que son para yo conocerla a ella y no para que pueda meterse en mi cabeza y jugar con mis pensamientos.

    Reacciono quizás no de la manera que debería al escuchar su historia, largo un silbido de admiración y no por lo que ha hecho sino porque estoy sorprendido de que siga viva después de eso. He tratado con suficientes criminales para saber que un soplón vale menos que los enemigos - ¿Cómo es que sobreviviste a eso? Debe haber una larga lista de enemigos queriendo poner un avada en tu frente - digo llevando la cerveza de nuevo a mis labios pero me interrumpo cuando dice lo siguiente, eso eso que estaba esperando saber y ni siquiera tuve que meterme en su mente para sacarlo pues lo comparte como si nada.

    - Asesinar ancianos que viven en su retiro está mal - largo al final lejos del tono juguetón de voz que suelo usar - Más cuando no tienen nada que ver con la pelea que hay aquí - continúo apretando fuerte la botella - Y no te preocupes por el asesinato compasivo de Kida, yo me encargaré de ella - de que pueda vivir y escapar, claro está.
    Viktor R. Carstairs
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    Raspa mi garganta una carcajada seca al menear mi barbilla de un lado al otro. —¿Y qué hay de los protegemos a ingenuos y defendemos a psicópatas? — le pregunto, mostrándole lo complejo que es una clasificación de las personas en base ¿a qué? Me tardo en armar una explicación a mi interrogante, la conversación me lleva a tener que contestar otro interrogante primero. Tantas veces lo hice, que mis labios por sí solos esbozan esa curva vacía que no llega a ser una sonrisa, no puede serla si va cargada de tanto arrepentimiento. —¿Tal vez porque era mi familia?— susurro, como nunca en tantos años, hay una alteración en mi voz que delata un quiebre. —Porque mi hermano había muerto y fue tan dolorosa su muerte que no hablábamos de esta. Porque en vez de matarme, mi padre decidió que yo estaba muerta para él y que él estaría muerto para mí. Me arrojó a la calle sabiendo que moriría en esta, se limpió las manos delante de mis ojos y me echó a mi suerte, una suerte que siempre ha sido muy mala…— mi sonrisa, tan amarga, se ensancha. —Los peores fantasmas son aquellas personas que no han muerto, quienes sabes que están recorriendo calles y aceras de una misma ciudad, y siempre estás en la duda de que esquina te los encontrarás, para que pasen de ti, pasen sin verte— o nunca, nunca vuelvas a encontrártelos, sabiendo que la ciudad no es tan grande, simplemente no vuelves a verlos.

    Nadie hasta ahora me pidió que asesine ancianos en un retiro— comento, cierta suspicacia aparece en mi tono por su comentario que no logro entender qué lugar ocupa entre mis faltas reconocidas, las que comienzo a enumerar. —También protejo ingenuos, Viktor— digo, —jóvenes como alguna vez lo fui yo también, que fueron víctima de un ataque que los obligó a cambiar y encontrarse con un lado cargado de violencia que en ocasiones es solo una faceta del carácter, no reside realmente en su espíritu— pienso en Santi. —En una ocasión también me encontré con una muchacha con mi misma suerte, iba a tener un bebé, y ella hablaba del amor romántico que sostiene a la idea de ser madre. Yo solo la vi a ella viviendo en la pobreza y cayendo aún más bajo por poner algo en la boca de su hijo, si seguía con el hombre que amaba, un apostador, la vi sufriendo por este hombre que pondría todo lo de ella y lo de su hijo en una partida de cartas. Vi a ese niño, creciendo, amándola en los primeros años y odiándola luego por esa vida condenada desde su nacimiento. Vi a ese niño viendo que todas las salidas de la miseria nunca son honestas ni nobles. Vi a su madre sufriendo por verlo convertido en un criminal o, peor, asesinado por uno de estos.

    » ¿Me hablarás tú también de esa mínima esperanza de que ese niño fuera un milagro? ¿Qué de este mundo, de esta mierda de mundo, hace que la gente siga creyendo en milagros? Los milagros no existen, la vida es lo que está a la vista, y en la mayoría de los casos
    — abarco toda esta sala con sus lujos con un movimiento de mano, —no es esta vista. Así que me encargué de que ese niño tampoco exista— concluyo, es el final desagradable de esta historia que también hago pasar con otro poco de cerveza. —Hay una verdad que tengo muy presente y, en realidad, todos las tenemos. Pero la muerte… Viktor, la muerte es muchas veces un gesto de amabilidad, la tortura es la vida. Y me dirás que no, que es una atrocidad, que es un crimen— finjo una nota de enfado en mi voz, remedando a las críticas moralistas. —Pero, ¿entonces por qué tantas vidas acaban tan pronto, casi que se interrumpen? ¿Es por crueldad de alguien que está por encima y decide sus destinos? ¿O es la más pura, auténtica amabilidad de ese alguien hacía una existencia que en este mundo ha perdido todo su sentido y solo sufre?
    Anonymous
    Viktor R. Carstairs
    Miembro del Departamento de Justicia
    Me encojo de hombros porque de verdad no tengo una respuesta para su pregunta. Supongo que son personas malas con un importante cargo de conciencia y por eso intentan compensar con buenas acciones hacia los ingenuos. La pregunta es si Becca es una de esas personas porque puede que tenga un poco de compasión hacia Kida pero la visión de Phoebe dice todo lo contrario. Creo que me he metido literalmente en la boca del lobo y ahora no sé cómo demonios salir. Podría decirle directamente lo que ocurre y arriesgarme a que la idea se le meta en la cabeza, pero aún así no habría razones para que los atacara... No le hice nada y el universo es testigo que luego de escuchar sus reflexiones, no voy a hacer nada para hacerla enojar.

    Escucho intentando que no se note lo que va pasando por mi cabeza pero no lo logro, soy una persona muy expresiva. Estoy escuchando un lado de la historia así que no puedo evitar sentir simpatía por ella... En este caso, creo que son solo un montón de personas con la cabeza revuelta, no buenos ni malos, porque la familia es algo que no debería tocarse y los Hasselbach han roto todos los códigos - Incluso más admirable - digo dejando la botella a un lado por un momento - Ponerse en esa situación con un desconocido es difícil, hacerlo con la familia mucho más.- no voy a aplaudirla porque no lo comparto pero... wow.

    Una vez más intento reprimir mi reacción natural a sus palabras pero no puedo evitar sentirme cada vez más y más pequeño. Por esto es que no entablo ésta clase de conversaciones con las personas a mi alrededor, porque sé que muchos piensan como ella... ¿La muerte como un acto de compasión? No hay nada más allá una vez que cerramos los ojos y creo que la popular frase es "Peor es nada", porque yo preferiría vivir mil veces una vida de mierda a no vivir en absoluto. Siendo ya humanos, crecidos, tenemos la posibilidad de hacer algo para cambiar nuestra realidad y al truncar esas chances... Es asesinato a sangre fría, no puede pintarlo de otra manera.

    No digo nada. Para cuando soy conciente de mi posición estoy cruzado de brazos con toda la espalda pegada al respaldo del sofá y mis ojos están clavados en el espejo negro que ahora mismo es la televisión. Tengo que darle un punto por dejar a Viktor Carstairs callado por tanto tiempo, pero sé que no es conveniente solo quedarme así - Extraño el coqueteo, eso era más sencillo, Becca - consigo pronunciar con voz grave, aún sin atreverme a mirarla - ¿Pero de quién es la decisión al final? ¿Tuya? ¿Mía? - a los jueces me refiero - ¿El gobernador de turno? - finalizo las preguntas retóricas - El que no quiere vivir porque la realidad lo supera, se suicida, los que no lo hacen es porque aún tienen ganas de querer seguir intentándolo - y tenemos una alta taza de suicidio, no hay mucho con qué comparar pero... es alta - Eres muy inteligente para creer en milagros, pero habiendo salido de lo más bajo bien sabes que todos tienen la oportunidad de conseguir lo que quieren si juegan bien sus cartas.
    Viktor R. Carstairs
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    Nunca fui buena con el coqueteo, no sabía mantenerlo superficial— se lo cuento con un hilo de voz, que no es la mía, sino la de una adolescente que recubrió de hielo su corazón para que su comportamiento frío la tuviera a ella y a otros a resguardo, y con alguien de maneras tan similares a las de Viktor, quien me lo recuerda en ocasiones con un dejo de humor que ahora puedo encontrar, con la ironía de que la primera vez con quien lo confundí fue con otro hombre y no ese muchacho, no ese alguien que por jugar conmigo, rompimos lo superficial bajo nuestros pies para caer y lo fui arrastrando, cada vez más, a una oscuridad de la que se escabulló hablando de moral y a mí me dejo rota, sola, abandonada en el fondo. —Lamento no habernos quedado en ese coqueteo que no llevaba a nada— murmuro, puede tomarlo como que se lo digo a él, a fin de cuentas ocurre lo mismo en cada ocasión, soy quien se muestra más de lo que debería y surge esta urgencia de escapar.

    Así que apuro mi bebida y acabo las gotas que quedan de la única botella que me serví esta noche, se la dejo con un golpe sobre la mesa ratona. —Sea como sea, la muerte es una carta siempre presente en las partidas y nunca la quito del maso con el que yo juego. Quien quiera jugar conmigo, tendrá que atenerse a eso…— digo al ponerme de pie. —Deten este juego donde todavía lo puedes controlar, no me hagas mostrarte hasta donde podría llegar yo. Porque he perdido el control hace mucho, no distingo límites. Dime hasta donde puedo llegar, traza para mí tu línea de moral, y caminaré tres pasos después de ella…— me acerco a su sillón para darle un apretón en el hombro. —Feliz cumpleaños, Viktor. Espero que el siguiente lo puedas disfrutar con mejor compañía, todos los que sigan a ese… así que mejor me voy— retiro mi mano de su hombro y al dar un paso para retirarme, curvo mi boca en una sonrisa para poder inclinarme sobre él, rozo sus labios con un beso rápido y me despido, que no puedo demorarme ni un minuto más donde puse mis pensamientos en bandeja, donde mostré partes de mí que supone un peligro peor que arrojarme a pelear con alguien que tiene mi misma fuerza o caer en la vulnerabilidad de dormir en la misma cama de quien podría matarme por odio. Si me aparto y hago mi camino hacia la puerta es, sobre todo, la manera que tengo de proteger quien soy, ahora.
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    Viktor R. Carstairs
    Miembro del Departamento de Justicia
    Dibujo una sonrisa sardónica por esa relación que jamás será, porque bien podríamos haber omitido la charla política y ahora podría invitarla a un juego en el que le recuerdo cómo coquetear, como ser una persona despreocupada en un mundo que se viene abajo y cómo vivir en la ligera línea de luz que nos deja el cielo encapotado la mayoría del tiempo. El alcohol había hecho todo más divertido pero en cambio ahora bebo para pasar el nudo desagradable que se ha formado en mi garganta - A veces pienso que quedarnos en el limbo de la nada misma es lo mejor que podemos hacer - nos deja a salvo pero de todas formas estamos viviendo... Una vida vacía probablemente, pero que podríamos disfrutar hasta el final.

    La advertencia debería ponerme la piel de gallina, tendría que correr en dirección contraria y cerrar la puerta, quizás mudarme y alejarme de ella lo más posible... Pero en lugar de eso la observo con la cabeza inclinada preguntándome si de verdad no hay vuelta atrás para ella, porque de no haberla no habría advertencia, directamente cruzaría esa línea y yo me arrepentiría de haberle permitido ciertas libertades - Solo los valientes se animan a jugar - murmuro y claramente, yo no lo soy. Una lástima porque de verdad llegué a disfrutar las charlas con ella, al menos en las que no intentamos matarnos mientras tanto.

    Cuando se acerca a mí y me da un beso, tardo unos segundos en reaccionar. Al final sonrío algo avergonzado, pues ya no puedo recordar la última vez que tuve tan cerca a una mujer - Espera - pido cuando ya está caminando hacia la puerta y me acerco a paso lento hasta que entro a una distancia considerable como para extender los brazos y acercarla en un abrazo. Si le incomoda, me importa tres cominos, pero necesito hacerlo por todo eso que ha sufrido, lo que me ha contado en voz alta y lo que no... Por cómo se condenó a si misma a vivir y por ese peligroso juego que tantas desgracias le traerá probablemente.

    Espero unos segundos con mi mejilla apoyada sobre su coronilla y al final me separo a la vez que dejo un beso en su mejilla- Gracias por venir... Y adiós, Becca.
    Viktor R. Carstairs
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