The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
1 de agosto

El calor era igual en todos los distritos, no importaba si se encontraba en el cuatro, el once o en el cinco. ¿La gran diferencia? Quizás el aire acondicionado y el mar del cuatro conseguían que las cosas fueran algo más llevaderas, pero lo cierto era que varios años habían pasado desde la última vez que se aventuró en el mar; y ahora no sabía cuándo podría volver a hacerlo. Las personas se daban cuenta de lo que tenían cuando lo perdían, y la rubia no era una excepción. Estiró los brazos hacia arriba, sus manos se cerraron y abrieron tratando de alcanzar las hélices en movimiento del ventilador que colgaba del techo de la habitación de mala muerte que había pagado. La tenue brisa que provocaba consiguió que cerrara los ojos apenas unos instantes, manteniéndose inmersa en sus pensamientos, aquellos a los que recurría cuando quería mantenerse aferrada a la tierra.

Por suerte para la veela, los meses no habían transcurrido tan lentos como, inicialmente, pensó. Trataba de mantenerse tan ocupada como le era posible, la otra opción era perder la cabeza, y lo cierto era que había acabado por descartar la idea de desperdiciar otra vida. Muchos luchaban por mantener la primera, ella lo haría por la segunda, por las personas que le importaban. Aquellas personas para las que todavía estaba muerta, o desaparecida, o a saber que pensaban que había sucedido. Sus únicos contactos habían sido Holly y Kyle; y, por obvias razones, su sobrino tenía preferencia sobre su nueva conocida. Pretendía mantener un contacto más cercano con él, protegerlo de algún modo, pero estando en el distrito once era demasiado complicado, y tampoco se sentía lo suficientemente capaz de confrontar a todas las personas que podía ver en el distrito cinco porque, a fin de cuentas, las palabras de Colin no hubiera estado del todo desacertadas. Había condenado a muerte, a una lenta y tortuosa, a dos integrantes de aquella comunidad a la que ahora ‘pertenecía’. Aunque prefería pensar que no solo encontraría aquel tipo de caras cuando fuera capaz de caminar con renovada seguridad.

Sus claros ojos ya se habían adaptado a la oscuridad de la habitación. Estos se alternaron entre la puerta, el reloj y la ventana en tantas ocasiones que, en ocasiones, lo hacía por mera rutina. Prensó los labios, frustrada. ¿Habría ocurrido algo? Se reincorporó en la cama, girándose en dirección a la ventana. Quedaba una hora escasa para que el toque de queda cayera, pero sentía que debía salir a buscarlo; era más que probable que no lo encontrara, que solo acabara vagando por los callejones hasta acabar regresando a la habitación antes de que los dementores volvieran a plagar el distrito. Incluso allí habían llegado aquellos repelentes seres. No podían excusarse en la seguridad de sus habitantes cuando el gobierno, el mismísimo presidente, sabían que allí habitaban aquellos que no habían sido expulsados de la sociedad por no pensar lo estipulado.

Chasqueó la lengua y acabó por levantarse, ató su cabello en una coleta baja, enfundándose una chaqueta fina de color verdoso antes de encaminarse al exterior con la varita guardada a buen reguardo en el bolsillo derecho de la misma. Al menos trataría de conseguir algo que llevarse a la boca antes de que tuviera que volver a encerrarse y, por suerte, la práctica y constancia había conseguido que dominara, o al menos pudiera desenvolverse, las nuevas habilidades que obtuvo con su regreso como criatura. Lo peor fue controlar sus impulsos, aquellos que aún la acababan controlando cuando menos lo esperaba. Metió ambas manos en los bolsillos de su chaqueta, bajando las escaleras de dos en dos, y saliendo al exterior, uno que la recibió con un potente hedor, a la par que oscuridad. La falta de iluminación la beneficiaba, y se aprovecharía de ello mientras sus pies quisieran seguir caminando de un lado para otro por los abandonados callejones.

Escudriñó con la mirada algunos de los rostros que pasaron, cabizbajos, cerca de ella. Algunos caminaban con prisa por regresar a sus residencias, otras arrastraban los pies con cansancio. Se fijó más en los segundos que en los primeros; ella había sido así durante demasiado tiempo. Mantuvo su mirar pendiente del lado contrario de la calle, tanto que no se percató de la mujer que dejaba un edificio hasta que estuvo, prácticamente, pegada a ella. Volvió el rostro en su dirección y sus ojos dieron con un rostro conocido. No uno de pasada, no uno con el que se había encontrado con los tribunales, ni uno con el que se había encontrado de casualidad en alguna otra ocasión. Uno que realmente era capaz de reconocer, y que la podía reconocer. Masculló por lo bajó, volviendo el rostro y colocándose una mano en el perfil, tratado de disimular, antes de darle la espalda y tratar de cambiar de acera. No, no había estado evitando a todo el mundo, pidiéndole a Kyle que mantuviera sus encuentros en secreto, para acabar chocándose con alguien conocido.
Arianne L. Brawn
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
No resulta fácil moverse de un lado para otro cuando las temperaturas son tan altas, que ir tapado se consideraría ya de por sí un acto de sospecha. Con las recientes noticias por el anuncio de los nuevos juegos, tampoco es como si muchos estuviéramos dispuestos a arriesgarnos a salir en pleno día. Le he comentado a Amber que quizás podríamos volver a intentar conseguir los ingredientes para hacer una poción multijugos, a pesar de que soy consciente del tiempo que tomaría hacerla en el hipotético caso de que tuviéramos lo que nos hace falta. Digamos que no es de mis ideas más originales, en especial cuando tiene una duración tan corta y apenas serviría para una o dos ocasiones como mucho. Claro, Ben es quién lo tiene más fácil con la capa de invisibilidad, y ya tratamos de que alguien fuera al mercado negro, hay gente que hace falsificaciones bastante decentes que podrían sacarnos de más de un apuro, claro que por regla general no tenemos el dinero como para pagar por ella cuando hay otras cosas que importan más, como el hecho de tener algo que llevarse a la boca.

De forma que he llegado a la conclusión de que no hay otra cosa que hacer que arriesgarse a dar la cara. Las últimas semanas, he de reconocer, que ya ni siquiera importa el que oculte mi rostro o no por ciertos callejones, la gente no se fija en nadie más que uno mismo, por temor a que termines saliendo robado o a que te paren por razones de estado. Digamos que también estoy tratando de modificar un poco mi aspecto físico, aunque más allá de dejarme crecer el pelo no hay mucho más que hacer. Quizás debería conseguirme unas lentillas o teñirme el cabello, pero que sea tan negro como el carbón hace un poco difícil que mi cabello se apegue a otro color que no sea el oscuro. Es irónico verme reflejada en muchos de los carteles que siguen pegados pese a que nadie ha hecho el esfuerzo de reemplazarlos por otros nuevos, me miro a mí misma con la idea de que realmente soy una persona distinta a la del boceto, cuando la realidad es que ni siquiera he cambiado tanto.

Lo malo de que sea verano es que tarda mucho en anochecer, otra de las razones por las que evito ir directamente por la calle y me dedico a atravesar edificios y calles por las que sé que no va a haber mucha gente. Como es de costumbre voy mirando el suelo, a excepción de cuando levanto la mirada para cruzar una esquina, no quiero tener que estamparme contra alguien. Siempre voy con intenciones de no reconocer a nadie, y que nadie me reconozca a mí también es parte de ese proceso, pero cuando mis ojos se topan con unos conocidos, tengo que frenarme de golpe para volver sobre mis pasos. El sentido común me está gritando al oído que siga adelante, que probablemente me haya confundido de persona y que ni siquiera merece la pena regresar a comprobarlo porque en serio, Alice, no está en tu posición el ir hacerlo. Pero como a veces creo que soy más estúpida de lo que ya me creo que soy, acelero mis pasos para rozar el hombro de esta mujer con el subconsciente pidiéndome a voces que ignore el sentimiento. — ¿Arianne?
Alice D. Whiteley
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
El cinco era un mayor peligro para ella de lo que lo podía ser el once. ¿Por qué? Bueno, Kyle estaba con la ‘Red’ lo que suponía su presencia allí, y ella, muy probablemente, había condenado a la hoguera a dos de sus miembros así que no era un lugar en que encajara del todo. Ni siquiera había pensado en ello en el inicio, la realidad, por no decir cierto cazador de criaturas, fue la que la abofeteó con lo que estaba pasando allí afuera. Aún así permanecía en el distrito durante algunos días en un vago intento de mantenerse en contacto con su sobrino, uno que a veces era más complicado de mantener que las relaciones interpersonales en el Ministerio. Suspiró. Las personas que dejó allí. Había preferido no saber cómo estaban o qué se preguntaban sobe lo ocurrido. Hacerlo dolía demasiado. Y no estaba en situación de dejar que sus instintos y sentimientos tomaran el control por completo. Puede que lo primero que hiciera fuera arrancarle la cabeza a Wright, no, estaba segura de que su lista de prioridades, por desgracia, lo tenía ocupando el primer puesto.

Aceleró el pasó, queriendo alejarse algo más del centro y poder perderse entre los suburbios durante el resto de tiempo que le quedaba antes del toque de queda. Era absurdo que, incluso allí, hubieran establecido aquella basura. Su mirada se mantuvo en las personas de su alrededor hasta que chocó contra una y las palabras se cortaron en su garganta. Siempre había sido parca en palabras pero, al parecer, ahora tenía mucho que decir y prefería no callárselo; incluso aunque solo fuera un fugaz comentario de disculpa antes de disiparse. Mas, en su lugar, se giró escondiendo el rostro tras su mano y tratando de cruzar antes de verse interrumpida en su nueva huida. Aunque puede que no fuera una nueva, sino una extensión de la misma.

En realidad solo hubieran hecho falta un par de pasos más para entrar en cualquier callejón, o simplemente ignorarla, pero no serviría de nada. Soltó parte del aire que quedaba en sus pulmones, aquel que había tomado con urgencia en cuanto se cruzó con ella y trató de evadirla, volviéndose en su dirección. — Alice — era obvio que sabía quién era. La observó apenas unos instante, de acuerdo, ¿y ahora qué? Los claros ojos de la veela se alejaron de ella, observando con cautela a ambos lados de la calle y, en especial, el lugar donde se había cruzado. Sintiendo su pecho bajar con alivio al no ver a nadie más allí. Carraspeó cuando regresó la atención hasta ella. — ¿Es demasiado tarde para pedirte que hagas como que no me has visto? — preguntó sin rodeos, aunque no pudiendo contener el gesto culpable que se dejó entrever en sus labios. No eran amigas, tampoco enemigas; simplemente nunca habían tenido una verdadera oportunidad para  hablar la una con la otra, mucho menos para pedirse algo.
Arianne L. Brawn
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Bueno, es obvio que me reconoce, eso me hace sentir un poco menos ilusa dadas las circunstancias, porque mi reacción hubiera sido muy diferente de haberme equivocado de persona, en lugar del suspiro de alivio que dejo escapar muy ligeramente de mis labios. Su pregunta me deja un poco confusa, no sé si porque no me la esperaba tan de repente, o porque en realidad sus palabras guardan un contexto diferente del que cabría esperar de una persona como ella. Más que nada porque la que debería estar haciendo esa clase de preguntas soy yo, por la obviedad de los carteles con mi cara no por otra cosa, y no ella que se supone que es la única legal aquí. Digo se supone porque en realidad no tengo ni la más remota idea de cuál es su posición ahora, tampoco he hecho el esfuerzo de averiguarlo, pero no soy boba y reconozco que hay algo de titubeo en su forma de actuar. — Ehhmmm… ¿Supongo que no? — lo armo con interrogante porque no estoy muy segura de como tendría que haber respondido a eso, la expresión de confusión en mi cara resalta mis palabras.

La breve confusión me lleva a sacudir ligeramente la cabeza, miro a ambos lados del callejón para comprobar que nadie se está fijando en nosotras y me acerco un poco más a ella, para no tener que hablar desde la distancia. — Escucha, yo… — ni siquiera sé por dónde empezar. La verdad es que en mi cabeza jamás había imaginado este escenario, quiero decir, sí pensé en una disculpa en su momento, pero era la de alguien que pensaba que nunca llegaría a ponerla en palabras, mucho menos delante de la persona a la que va dirigida. — La última vez que nos vimos… Quería disculparme, no estaba en mi mejor momento y fuiste la primera con la que quise desquitarme por lo que habían hecho otros. No te lo merecías, lamento haberte lastimado como lo hice. — bueno… es mucho menos de lo que me había preparado aquella vez, pero seamos realistas, tampoco tengo un guión y si vamos al caso, no puedo ponerme a charlar en medio de la calle como si nada. Aun así, siento que no es suficiente. — No tengo excusa para lo que te hice, y no espero que me perdones, pero sí quería decirte ahora que tengo la oportunidad que estoy tremendamente arrepentida por habérmelas dado contra ti. — porque no merecía el trato que recibió de mi parte, y aun así tuvo que cargar con las consecuencias.
Alice D. Whiteley
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Las cejas de la veela se arquearon ante su respuesta. Bueno, lo cierto era que no se trataba de la que esperaba escuchar cuando la preguntó. — Entonces hazlo — pidió directamente. Prefería que las cosas siguieran de aquel modo  durante un poco más de tiempo, el suficiente como para encajar todas las piezas de lo que ahora era, y si ella lo sabía… bueno, no sería demasiado extraño que comentara algo cerca de Ben o se lo dijera directamente, y aún no quería tener que afrontar aquel encuentro. Prensó los labios, sintiendo el tic nervioso que atenazaba su diestra antes de acabar por meterla dentro del bolsillo de su chaqueta. Se permitió recorrer su expresión durante un instante antes de dejar entrever una mueca en sus labios. No tenía ni la menor idea de porqué seguía pensando que todo el mundo sabía lo que había ocurrido. Quizás no lo que era, pero sí que había dejado el Wizengamot y, en parte, por ello estaba allí.

Sus ojos recorrieron el callejón, volviendo hasta ella con clara disposición para marcharse, mas quedándose estática en el lugar cuando volvió a hablar, tomándola por sorpresa. Examinó sus movimientos, gestos y palabras, no entendiendo inicialmente lo que trataba de explicar. O por lo que estaba tratando de disculparse. Hasta que aquella pequeña pero resplandeciente bombilla se encendió y comenzó a iluminar unos recuerdos que mantenía a un lado. — Oh, eso — fue todo lo que dijo inicialmente, masticando el perfil de su lengua antes de negar con la cabeza. — No tienes que disculparte por lo que pasó. Yo también me habría echado la culpa por lo que pasó, por lo que os pasó. A fin de cuentas todo acabó derivando del hecho de que Ben me llevó al catorce sin consultaros… y en esa perspectiva yo estaba del otro lado — agregó en tono conciliador, mostrándose más tranquila y pacífica de lo que había estado durante los últimos meses. Subidas y bajadas de un temperamento que no alcanzaba a controlar y se desbordaba cuando menos lo esperaba. — Lo siento —. Por su pérdida, por la situación a la que se había visto empujada por ser humana. —Es obvio que nuestros caminos siempre han sido distantes, pero no creo que entre nosotras exista el tipo de relación que te lleve a pensar que no aceptaría un disculpa. Muchos menos cuando entiendo las razones y sé que… el dolor puede cegarnos —. De aquello estaban hechos, de sentimientos que podía explotar en cualquier momento y en cualquier dirección, sin discernir entre amigos o enemigos… y si solo existían aquellos dos bandos prefería ubicarse en el de amigos.

— Pregunté por tus heridas, sé que me pasé — comentó, suspirando culpable. Pero odiaba que le recriminaran sin saber que era lo que había hecho mal para ser su objetivo, y quizás le gritó alguna incriminación que no fue capaz de asimilar por estar más pendiente de volver a encontrar a Kyle que de la persona que estaba sufriendo delante de ella. Eso había sido siempre. Retrocedió un paso cuando alguien salió del callejón empujándolas a un lado; sintiendo aquella mezcla de sensaciones. La de querer cubrirse el rostro y la de golpearle la cabeza contra al pared. Y por ello se giró, dándola la espalda y cerrando los ojos apenas un instante. — El once es más tranquilo — masculló más para sí misma que para ser oída por su compañía.
Arianne L. Brawn
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Casi estoy por alzar las manos en son de paz cuando se pone tan efusiva con su respuesta, son mis ojos los que terminan por hacer una acción parecida al tomarse el comentario abriendo los párpados de forma bastante exagerada. No obstante, no hago ningún comentario al respecto, no soy quién para meterme en sus asuntos personales, probablemente tenga una buena razón por la que no quiere que la vean o sepan que ha estado aquí. Lo que me recuerda… — Siempre que tú hagas lo mismo, claro. — vamos, no es muy difícil encontrar las razones de esa petición, creo a unos bloques de aquí hay una plaza con nuestras caras bien bonitas, diría que de revista.

No sé como tomarme su respuesta, la verdad es que no me esperaba su… ¿comprensión? Quizá me estoy acostumbrando a que todo el mundo nos eche la culpa, que seamos la razón por la que el país está en esta posición en primer lugar, como para recibir esa clase de entendimiento de primeras. O simplemente porque creo que yo no habría tenido la misma reacción de ser la situación del revés. — Sí, estabas del otro lado, pero no fue justo para ti. —  dicho eso, recorro con mis ojos su figura, como si esperara encontrar algo distinto en ella a lo que vi aquel día. Por supuesto, su aparición trajo consigo traición y sangre, no es fácil deshacerse de ese sentimiento, pero para su suerte he aprendido a pasar página, a dejarlo todo atrás, no hay otra forma de seguir adelante. Quizá sea por eso por lo que ahora la veo distinta. — No es nuestra relación, es lo que el mundo enseña desde hace tiempo lo que me lleva a pensar que no la aceptarías. — si hubiéramos aceptado una disculpa, si nos hubiéramos perdonado entre nosotros hace siglos, ni siquiera estaríamos en esta posición para empezar. Pero como siempre, el ser humano es rencoroso por nacimiento.

Como respuesta a eso se lleva un movimiento de mi mano, como si no importara realmente, cuando la mueca que refleja mi rostro especifica otra cosa. — Como otros. No te preocupes. — otros también se han pasado, he visto mi piel quemada, abierta por heridas, pero también la he visto sanar, creo que es todo lo que importa. Me muevo por inercia cuando alguien sale por el callejón contiguo y nos empuja de forma descarada. Me quejaría, pero yo misma he tenido esa reacción por la calle en más de una ocasión. La que debería tener ahora, para empezar, y no hay otro motivo por el cual deba extender mucho más nuestro encuentro. Disculpas recibidas y aceptadas, puedo sentirme satisfecha con el día de hoy. No obstante, lo que dice me lleva a sonreír con algo de sorna y también lástima. — Sí, bueno, aquí hay más criminales. — comento con falsa gracia, apenas dándome cuenta de haberme perdido la parte principal del comentario, ese sobre el que vuelvo cuando me percato del detalle. — ¿Qué haces en el once? —  ¿es de mi incumbencia? No.
Alice D. Whiteley
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
— No solo estaba del otro lado, trabajaba para ellos. Te aseguro que no puedo defenderme de ningún reproche. — contestó a sus palabras. No podía defenderse ni aunque quisiera. Su caso era diferente, en realidad las cosas no tendrían que haber salido así si solo la hubieran dejado explicarse, incluso hubiera accedido a, simplemente, olvidar aquel lugar; pero las cosas no siempre salían como uno las planeaba, y no podía reclamarle tal recibimiento. Y, aun permaneciendo durante un tiempo inmersa en sus pensamientos, no pudo evitar percatarse de la inspección visual que recibió de la parte contraria. Chasqueando la lengua con algo de malestar por ello, y acabando por soltar todo el aire que hubo mantenido en los pulmones. Esbozó una pequeña y fugaz sonrisa que solo se dejó ver apenas unos instantes, a la par que metió las manos en la  fina chaqueta que trataba de ‘esconderla’. — El mundo te enseña lo que quiere, las personas somos las que tenemos que discernir en si lo que nos trata de enseñar está bien o mal. Y somos los que tenemos que romper esos prejuicios. — alzó ambas cejas, queriéndose dar a entender con simpleza pero rotundidad. Prejuicio como con el que acababa de dar ejemplo.

Arrugó la nariz, moviendo los pies con algo de nueva incomodidad a sus palabras. — Siento oír eso. — fue todo lo que dijo antes de ser arrollada por algún imbécil que salió sin cuidado alguno del callejón, consiguiendo que se acercara más a Alice por la sorpresa. Aunque girándose en dirección a la calle, siguiendo al individuo con la mirada, tratando de contener el burbujeo que crecía en su estómago mientras lo veía desaparecer en el interior de uno de los edificios cercanos. Cerró los ojos un instante, dejando que las palabras escaparan antes de darse cuenta de las mismas hasta que fueron contestadas. Apretó los dientes, tomando una nauseabunda bocanada de aire. Todos sabían que el cinco era un hervidero de criminales, repudiados y demás personas fuera de la ley… o empujados fuera de ella. Permaneció con los ojos cerrados hasta que los tuvo que abrir, volviendo el rostro en su dirección. — Estoy pasando una temporada en el once. — concedió sin problema alguno. ¿Para qué iba a mentir o esconderlo? Llevaba meses allí, y si seguían en el distrito cinco se encontrarían con inusual frecuencia. — Dejé el trabajo antes de que me despidieran y, bueno, no era una buena idea estar en casa. — hizo una mueca con los labios. Era una verdad a medias, no una entera, pero tampoco mentira en sustancia. — Mi cara no está en carteles, pero mi presencia tampoco es muy grata ahora mismo. — agregó como breve explicación. Peligro doble: a los repudiados, criminales y demás de los que había podido juzgar a algún familiar, y a los aurores.
Arianne L. Brawn
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Definitivamente no era mi intención empezar a sacarle razones por las que nuestro encuentro fue desconsiderado, pero ella no tarda mucho en volverlo parte la conversación y mi cara se transforma en una especie de mueca gigante que trato de ocultar al ladear la cabeza hacia un lado, mirando disimuladamente hacia una de las esquinas. — Nos equivocamos, eso es todo, quizá tendríamos que haberte dado una mejor oportunidad para explicarte, a Ben también. — reconozco, como también lo hago al pensar que de haberlo hecho, quizás nada de esto habría pasado, el catorce seguiría en pie y no tendríamos que estar huyendo constantemente. Es una ilusión algo patética, porque nada hará que regrese, ni las personas que se llevaron al convertirse en cenizas. — Creo que no estaríamos en esta posición  si las personas tuviéramos la libertad de romper con los prejuicios que nos imponen. — discrepo, aunque lejos de sonar como una oposición a su opinión, le sonrío con cierta calidez. Precisamente NeoPanem no es el lugar por excelencia en el que se pueda predicar a los cuatro vientos lo que opinas con respecto a… cualquier cosa, en verdad. No pienso que tengamos ese derecho todavía, es por lo que estamos luchando.

Me encojo de hombros, creo que es la primera que escucho que lo siente, aunque he aprendido a no esperar disculpas a cambio de arrasar con algún aspecto de mi vida. No le presto mucha atención a las personas que van y vienen por los callejones vecinos, a diferencia de Arianne que parece molestarse por cada vez que alguien nos roza al pasar por delante, yo estoy más que acostumbrada a los empujones. No podría decir lo mismo de ella, que parece que está a punto de golpear al primero que ose volver a tocarla. Me veo más interesada por lo que dice, sin poder evitar el alzar las cejas al escuchar lo que tiene por decir. — ¿El once? — se me oye murmurar un ‘mmm’ después al presionar mis labios entre sí. ¿Qué tendrá una mujer como ella que hacer en un lugar como aquel? — Lamento que hayas tenido que dejar tu casa, no es fácil alejarse de lo que uno conoce y perder esa comodidad. Si te ayuda, siempre puedes buscarnos, sabes dónde encontrarnos. — y si no lo ha deducido ya por donde me encuentro, creo que lo podrá hacer. Al fin y al cabo, es ella la que es bruja. Desconozco si tiene familia que la esté buscando o preguntando por ella, decido que si ha sido quién ha tomado la decisión de marcharse es porque tiene un buen motivo para hacerlo. Como preguntárselo se siente indebido dada nuestra historia, opto por dedicarle una sonrisa algo más agradable que las anteriores. — Lo digo en serio.
Alice D. Whiteley
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Arqueó ambas cejas, prefiriendo no añadir nada más a sus palabras. Nadie tenía el poder de cambiar el pasado, si así fuera muchos errores no habrían tenido razón para existir. O puede que algunos lo hubieran utilizado a su favor en vez del interés general. En aquel tipo de mundo les había tocado vivir, en uno que no aprendía de los errores y seguía cometiéndolos, repitiendo el pasado y convirtiéndolo en el presente. No pretendía mostrarse como alguien extremadamente comprensiva, no fingiría que lo era puesto que no formaba parte de su personalidad, y si lo hizo… lo cierto era que había quedado sepultado bajo otros muchos problemas. — El primer paso para romper esos prejuicios es hacerlo con las personas que están a tu alrededor. No es necesario que lo grites al aire. Hasta los grandes cambios tuvieron un inicio, uno pequeño. — contestó con calma, escondiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta con plena tranquilidad. Las cosas no aparecían de la nada, comenzaban siendo un susurro que acababa convirtiéndose en grito.

Puede que una de las razones por las que prefería el once era, precisamente, por la densidad de habitantes. No era un distrito desierto, pero trataba de mantener una fingida normalidad que el cinco no escondía en lo absoluto. Tuvo que removerse en el lugar, retirándose hacia un lado para evitar seguir siendo rozada o empujada por aquellos que no tenían cuidado alguno con los demás. Formar parte de un lugar como aquel parecía significar perder todo el saber estar. Un suave siseo escapó de entre sus dientes, los cuales apretó con molestia, pero trató de desbloquear cuando se volvió hacia ella e indicarle que se encontraba temporalmente en el norte. Una mueca de indiferencia se dejó ver en sus labios, acompañado de un falso encogimiento de hombros. De nada le servía la pena ajena, no la quería ni necesitaba. Aun así se obligó a ser amable cuando esbozó una diminuta sonrisa, negando con la cabeza. — Gracias por el ofrecimiento pero no soy una buena compañía ahora mismo — comenzó a hablar —, solo vengo al cinco para tratar de ver a Kyle ahora que su madre… — siguió, cesando en su hablar para arrugar los labios, indecisa. — No sé si os dijo lo que pasó — agregó cuando volvió a hablar —, ¿podrías echarle un ojo por mí? — se permitió pedir con algo de palpable culpabilidad en su voz. Solo era un crío, uno que se había visto arrastrado por las decisiones que los adultos habían tomado por él. Y se sabía culpable de la pérdida que había sufrido; a fin de cuentas Astrid fue en busca de su ayuda aquel día.
Arianne L. Brawn
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Oh, lo sé, no estaríamos aquí si no fuera por una pequeña llama, lo reconozco, y es gracias a ella que estamos tratando de transformarla en una hoguera algo más llamativa. — creo que es orgullo lo que denota de mi voz al decirlo, también la sonrisa que no estoy segura de mostrarle pero que bien aparece en mi cabeza al pensar en todas esas personas que nos dieron por muertas y aun así, aquí estamos, sobreviviendo como cucarachas. Es gracias a la gente también, en los últimos meses hemos recibido ayuda de grandes cantidades de personas que se han unido a la causa, y tengo que reconocer que el anuncio de Kendrick también supuso un gran avance que llamó la atención de ciertos grupos de la población. Aunque solo seamos criminales, vagabundos, repudiados, al final nos estamos convirtiendo en una fuerza mayor que poco tardará en hacerse notar. Lo bueno de esconderse es que uno nunca sabe por dónde le va a salir el ratón, y para su desgracia, los del catorce tenemos experiencia en eso de jugar al escondite.

Porque nosotros somos una compañía tremenda. — me atrevo a bromear, aunque termino por alzar las manos a su favor, pues no soy quién para meterme en sus razones de hacer, así como tampoco tengo intenciones de insistir. La oferta queda en el aire, no obstante, mientras ella hace una continuación de sus motivos. — Los niños no viven con nosotros por el momento, pero sí solemos verlos con frecuencia, están… bueno, están más seguros si nos mantenemos separados. — lo cual tampoco tiene mucho sentido porque la red tiene los mismos problemas que nosotros, pero en cuanto a espacio y posibilidades, el departamento de Arya no es un buen lugar para meter a toda la panda. Niego lentamente con la cabeza, frunciendo brevemente las cejas por el secretismo del niño. — Lo que sea que pasara con su madre, no lo ha contado. ¿Es grave? — sé que tiene una hermana melliza, en paradero desconocido hasta donde yo sé, a no ser que también haya llevado el secreto hasta el punto de no querer decir donde está. A su siguiente petición, la respuesta que lleva es un asentimiento de cabeza. — Claro, si le ocurre cualquier cosa, puedes confiar en que te mantendré informada. — aseguro, a pesar de que lo segundo es una tarea de mayor complicación si tengo que deducir donde se encuentra. — ¿El once pues? — trato de conseguir algo más de información, no sé si de forma discreta o no, pero para el caso…
Alice D. Whiteley
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Prender fuego a las cosas nunca era la solución, pero no sería ella quien se lo dijera, se daría cuenta por sí misma de que las cosas no eran tan simples como unirse contra un mal común; no cuando lo que tenían en frente era tan complicado de derribar. Las consecuencias podían ser terroríficas, y prefería no tener que pensar en ellas, las evitaba a toda costa para tratar de mantener la mente fría durante un poco más de tiempo. Lo último que necesitaba era tener una chispa cerca de la yesca a la que se había reducido su vida, su situación, en los últimos meses. Sus labios se separaron en una risa sorda que acompañó de una irónica, y algo tensa, sonrisa. Definitivamente era una horrible idea. La rubia estaba teniendo sus propios problemas de autocontrol como para meterse en un sitio donde más de uno la culparía de lo que pasó en el catorce; lo último en lo que había pensado era en tener que enfrentarse a alguien por algo que no había estado bajo su control en ningún momento. Pero su atención se agudizó algo más cuando habló de ‘los niños’. Kyle y Chloe estaban juntos, ¿verdad? — Entiendo, es mejor no estar todos en un mismo sitio. — Egoístamente era lo mejor tanto para unos como para los otros.

Prensó los labios, una tenue mueca apareció en su rostro, y presionó, dentro de los bolsillos, las manos contra su cuerpo. — Astrid murió — fue todo lo que dijo en un inicio —, vino al distrito cuatro a pedirme ayuda cuando la cara de Kyle acabó saliendo en los carteles de buscados. Llevaba meses teniendo un auror en la puerta de casa vigilándome desde que se llevaron a Benedict. El resto diría que lo puedes imaginar, pero prefiero que no lo hagas. — conforme hablaba su voz se tornaba algo más tensa, quizás hasta tosca, ante el mero hecho de traer a su mente, aunque solo fuera momentáneamente, lo que sucedió aquel día. Y lo que vino después. Giró el rostro en otra dirección, manteniendo la boca entreabierta y respirando de aquel modo. ¿Sabía que, en parte, las cosas habían derivado de aquel modo porque Jasper no fue capaz de hablar con ella en vez de con los aurores? Golpeó un par de veces su paladar con la lengua, siguiendo con la mirada la silueta del edificio más cercano. — Unos apartamentos en las afueras del once no es una buena descripción, ¿verdad? — habló cuando su mirada llegó hasta la parte superior del mismo, volviendo entonces la atención hasta ella. — No quiero meter en más problemas a la persona que me acogió en su apartamento, así que, simplemente, me conformaré con saber que le echarás un ojo. — aseguró mientras diestra se tornaba entorno a la varita, como si apretarla consiguiera diluir todo lo que la carcomía por dentro. — Y que no le dirás a nadie que me has visto. —. Nadie significaba exactamente aquello. Ni siquiera Kyle tenía porqué saber que había acabado encontrándose con Alice, o eso le daría rienda suelta a pensar que podía decirlo por no seguir siendo un secreto entre ambos.
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
No es muy difícil de comprender las razones por las que es mejor que permanezcamos separados, asiento con la cabeza al comprobar que lo entiende, pero no es más que un gesto que termina ahí, siendo que no es más que conversación de relleno. Lo siguiente, no obstante, nada me gustaría más que poder adjudicarlo de la misma manera, pero son las primeras noticias que llegan a mis oídos el que la madre de Kyle haya muerto. — Lo lamento muchísimo, yo… no tenía ni idea, ha sabido ocultarlo demasiado bien, me temo. — eso o yo no he estado prestando buena atención a los detalles que no deberían pasar tan desapercibidos. No conozco muy bien el árbol genealógico del niño, asumo que tenía una madre porque es lo suyo, pero en cuanto a su relación personal, no sabía cómo funcionaba siquiera. — Intentaré acercarme un poco a él en lo que le mantengo un ojo, no sé por qué se guardaría algo como esto, es solo un niño, y sé que no somos su familia de sangre, pero nos cuidamos los unos a los otros. — explico, que más de la mitad de los que formábamos parte del catorce nos quedamos sin familia hace tiempo, o la perdieron en el incendio, pero es conocido por todos que entre nosotros siempre habrá un hombro en el cual apoyarse.

Es más de lo que hubiera esperado. — reconozco con una sonrisa genuina por ese gesto de confianza al brindarme con una información que, de verdad, no esperaba recibir. Conozco el once por haber pasado un tiempo antes de la caída de los Black, pero no puedo decir que sabría moverme por esos lares de regresar allí, no imagino cuánto ha podido cambiar en todos estos años, probablemente demasiados como para reconocer sus calles. — Dalo por hecho, creo que no hace falta repetir que eres bienvenida si alguna vez decides que somos compañía digna. — bromeo, ella sabe a lo que me refiero, aunque no me libro de reírme por lo bajo con algo de gracia. — Y tranquila, yo no vi a nadie, tú tampoco. — que no es lo mismo que haber escuchado, ¿no? Bueno, qué sé yo, no voy a meterme en temas burocráticos si lo que quiere es seguir siendo una sombra. Después de todo, todos hemos pasado por esa época y llegará un momento en el que se cansará de ser una simple presencia a las espaldas.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
— Supongo que no quiere molestar a los demás con sus problemas. — habló con sumo cuidado a la hora de elegir sus palabras. — Se supone que a esta edad es cuando deberían explotar, no contenerse para no sumarles un problema más a los adultos. — pasó la lengua por sus dientes, algo molesta por las vueltas que había dado la vida. Su madre tampoco había podido tener una adolescencia común, ella tampoco. Era como… si aquel tipo de desgracias fueran una especie de herencia que dejaban tras de sí. Le costó un par de respiraciones alejar aquel tipo de pensamientos de su cabeza; no todo había sido el resultado de sus propios actos, no podían culparse, ¿verdad? Al menos Chloe estaba con él,  y por ello no los había arrastrado junto a ella en el mismo momento en el que lo vió. A fin de cuentas no dejaba de ser, en parte, una desconocida para ellos.

Asintió con la cabeza, dejando ir una sonrisa acompañada de un suspiro. Así era todo dentro de su cabeza. Un revoltijo de sentimientos, pensamientos y decisiones que se entremezclaban entre sí sin un sentido claro; convirtiéndolo todo en algo tan volátil que la asustaba. La asustaba lo suficiente como para tener miedo de meter a alguien más dentro de aquel lío. Llevándola a decidir por los demás sin darles, siquiera, una pequeña oportunidad para que pudieran ver las cosas desde su punto de vista. Todo se había amplificado demasiado dentro de su cuerpo, tanto que la confundía, que la devolvía a demasiados años atrás cuando se contradecía frase tras frase. Volver a tener algo de su pasado la volvía nostálgica, pero también la molestaba.  — Kyle sabe dónde estoy, por si necesitáis algo. — Algo para con lo que sentirse útil y encontrar la razón definitiva para no seguir hastiándose por lo ocurrido, aferrarse a alguna estúpida razón para, de verdad, seguir allí más que siendo una simple sombra en el rincón oscuro del callejón. — ¿Sabes? — meneó la mano, acercándose hasta  uno de los carteles que colgaba de la pared y arrancando buena parte del mismo para después sacar la varita y, con un hechizo, escribir tanto una dirección como un día y hora. — ¿Podrías darle esto a Ben? — preguntó ofreciéndoselo. —Sabemos cómo es, ¿no? Es preferible decirle las cosas uno mismo antes de que se entere por terceros. — No estaba acusándola, ni siquiera era su intención hacerlo, pero si se había encontrado con ella podría encontrarse de rebote con cualquier otra persona.
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
Por desgracia creo que los niños han dejado de ser niños hace mucho tiempo. — contesto. Me da lástima pensar que ninguno de ellos ha tenido la infancia que se merecen, la que tienen muchos otros solo por haber nacido en el lugar correcto, en la familia indicada. Y sí, reconozco que lo podrían haber pasado peor, al fin y al cabo, el catorce no fue un lugar tan duro si se compara con las pocas oportunidades que muchos niños muggles no han tenido a causa de vivir en un mercado. Supongo que cada uno tiene que aprovecharse de las situaciones que tomamos y, aunque no me sienta especialmente agradecida de haber tenido que vivir de esta manera, también tengo que admitir que tuvimos nuestros buenos momentos. Que se hayan torcido un poco para llegar hasta aquí no quiere decir que en el futuro no vayan a devolvérselo. Sé que esos niños se merecen mucho más que esto, y si es verdad que cada uno recibe lo que da, al final las deudas quedarán saldadas para cada uno. Quiero creer en eso por sobre todas las cosas.

Asiento con la cabeza, pues su palabra es la última y la que importa, sé por cuenta propia que las insistencias muchas veces no son lo que necesita la persona. Aun así, me sorprendo de que cambie de opinión, aunque lo muestro solo con una sonrisa de comprensión y espero a que me tienda lo que sea que escribe en el trozo de papel que ha recortado. Estiro la mano para atraparlo, siendo que hoy se trata de hacerle favores a la gente, unos que no me importa hacer, así tengo algo por lo que sentirme mejor que las andanzas vagas del día anterior. — Haré que le llegue tu mensaje. — aseguro, aferrándome al papelito hasta que decido guardarlo en el interior de la capa fina que llevo sobre los hombros, en un bolsillo interno en el que suelo guardar una navaja. — ¿Algo más? — porque puestos a pedir, parece que hoy me ha tocado ser la recadera oficial del distrito cinco.
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Los labios de la veela se tensaron con algo de tristeza, una que no pudo controlar antes de que se extendiera por sus facciones. Los niños eran complicados, mucho más con los tiempos que corrían y las situaciones que habían tenido que afrontar. Situaciones de adultos que los habían arrollado y arrebatado aquella corta pero dulce temporada de niñez. Prefería no pensar en la mala suerte, demasiado tiempo había estado culpando a la misma de todas sus desgracias, porque todo lo que sucedía en la vida venía de la mano de alguien. Directa o indirectamente, pero siempre estaba una mano ajena, o la propia, que movían algún hilo que acababa derivando en donde se encontraban.

Guardó las manos en los bolsillos de su chaqueta cuando tomó el pequeño papel que le tendió. Maldita sea, ¿por qué todo era tan complicado? Sabía que las cosas eran difíciles, aunque muchos creyeran que tener un pie dentro del Ministerio volvía a las personas intocables, pero no se había dado cuenta de cuánto hasta que se chocó con la realidad de estar en el otro lado. De estar fuera de lo legal. De estar… muerta, en cierto modo. Lo bueno era que su rostro no aparecía en carteles ni era de conocimiento lo que pasó con si situación, por lo que su temor se basaba más en hacerle daño a alguien, o a sí misma, que en ser vista por otros. Y ahí es donde entraba la persona a la que había citado. Aún podía quitarle el papel, ¿cierto? Prensó los labios. — Gracias. — aseguró entrelazando las manos cuando éstas se encontraron en los bolsillos. — Ten cuidado cuando vuelvas, los dementores no tardarán en patrullar las calles. — aconsejó con una sonrisa amable, encogiéndose de hombros y barriendo con la mirada la calle, antes de regresar a ella. Sacando una mano del bolsillo y despidiéndose con apenas un ligero movimiento a modo de despedida, no tardando demasiado en marcharse de allí tan rápido como había llegado. De solo querer respirar algo de aire a verse con alguien inesperado, eran las cosas que tenía el Norte, y a lo que tendría que acostumbrarse si decidía seguir con lo que se había convertido.
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