Recuerdo del primer mensaje :

Nunca pensé que llegaría el día en el cual tuviera una de estas fotografías en mi oficina. Se siente tan extraña que no dejo de mirarla, como si la imagen fuese a desvanecerse entre aquel marco delicado que contiene la imagen en movimiento de una sonriente Meerah, sosteniendo a una confundida Tilly entre brazos, en busca de que mire a la cámara. He aceptado el regalo de parte de mi hermana con gusto, pero colocarlo en mi despacho se siente extraño; no sé si estoy metiendo mi vida en mi trabajo o solamente necesito un recordatorio de por qué estoy aceptando el exceso de tareas como si el día tuviese horas extras. Intento convencerme de que no debería pensarlo demasiado, acomodo el retrato una vez más y uso ambas manos para echarme el pelo hacia atrás. Que suene el comunicador con la voz de mi asistente anunciando la llegada de Kennedy Wang es lo que necesito para dejar las preguntas filosóficas que tan mal me hacen en esta altura del partido.

Voy a ser sincero, me siento bastante decepcionado por el mal trabajo empleado por esta mujer y eso que, aunque no lo sepa, le estamos perdonando la vida. Se suponía que nos llevaría directo a los rebeldes y, en su lugar, lo único que hemos obtenido es a un adolescente que amenaza a nuestro presidente con total impunidad, desde un sitio que no podemos encontrar. La peor parte es, por lejos, el saber que se encuentran justo delante de nuestras narices, porque la señal fue enviada desde el interior de NeoPanem. Tengo que centrarme en la fachada que nos hemos montado cuando Wang ingresa y así evito el lanzarme contra ella, aunque sea solo de mera frustración.

Arreglo un poco el cuello de la camisa y mi chaleco, esos que tan bien me vienen cuando se trata de ser formal en las épocas de altas temperaturas que estamos atravesando — Dime que no soy el único que se ha vuelto adicto al aire acondicionado en los últimos años. Creo que es la edad, Wang. Cuanto más pasa el tiempo, menos quiero cocinarme — me recargo contra el respaldar de mi asiento y jugueteo con mis dedos diestros, frotando el pulgar contra el anular al posar mi vista en ella — ¿Cuál es el motivo de que hayas pedido una reunión? Considerando el mes complicado que tuvimos, espero que no sea nada que fastidie mi tiempo — que recién comienza agosto, pero siento que ha pasado una eternidad desde que los levantamientos arrasaron las calles.

No puedo obligarla, es una lástima. Tengo que conformarme con forzarme a no rodar los ojos, aunque éstos se clavan en ella de la clase de manera que me recuerda que las miradas, lamentablemente, no matan. ¿Cómo es que personas como ella se piensan que tienen libre albedrío? Creo que absolutamente nadie lo tiene, siempre se trata de pagar deudas al mejor postor. Mi silencio la sigue por la habitación, seguro de que Kennedy Wang jamás llegará a la vejez y dudo mucho de su idílico retiro. Hay personas cuyos caminos siempre los han guiado a terminar en malas manos.

Aún así, soy incapaz de ocultar la sonrisa, ladina y helada en respuesta a un comentario que considero falto de pensamiento previo — No es mi jefe o el tuyo. Es el presidente, solo por eso está por encima de nuestras cabezas y nuestros actos — por poco que me guste, sus caprichos son los nuestros y, en esta ocasión, hasta puedo darle la razón si lo que quiere es ejecutar a esta mujer. Me adelanto haciendo uso del largo de mis piernas y apoyo una mano sobre la puerta, haciendo que ésta se cierre delante de la nariz de Kennedy, así que me recargo ligeramente sobre la madera para que me escuche — Tú no trabajas para mí, Wang. Tú trabajas para el gobierno, espero que lo recuerdes. Podemos considerar peticiones, pero aquí nadie es completamente libre. El Coliseo es solo una excusa para entretener a los civiles, el verdadero show está afuera y el ministerio es el backstage — mis dedos presionan suavemente el centro de la puerta en lo que alzo una de mis cejas en su dirección — Mi consejo es que sigas la coreografía para no caerte.

Bajo mi brazo y tiro del picaporte para abrir la puerta por mí mismo, invitándola a marcharse con un movimiento de la cabeza — Trataré de tener novedades para ti lo más pronto posible, pero entenderás que estamos en una situación delicada y puedo demorarme un poco más de lo pensado — porque entre su historial y el mío, el único camino que nos queda seguir es aquel que le corte las alas.