The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Mayo

Las visitas a la consulta de Adam siempre fueron lamentando no poder ir a un sitio mejor. Estaba resignado a que allí no conseguiría la mejor atención para los niños pero no había más remedio que ir con el médico muggle que cobra barato para curar sus males. Así como a Adam tampoco debía agradarle llamarme cada vez que alguien fallecía sobre su camilla y ¿Cómo iba a hacerlo siendo que eso significaba que pequeños quedarían solos a merced de un tipo como yo intentando hacerlos pasar por personas que en realidad no son? El punto es que nuestra relación a lo largo de los años estuvo más cargada de tristezas que otra cosa, siempre viéndolo en los peores momentos pero aún así jamás creí terminaría en su cabaña por algo personal. Quizás no es mi final, pero el último capítulo ha comenzado a correr y visitarlo es una esperanza que tengo para alargar el proceso.

Casi que no pienso durante el camino, solo camino por instinto hasta que la construcción aparece frente a mis ojos y la observo con los brazos caídos en silencio. Me tomo un momento para llevar mi mano al cuello en donde el patrón que se dibuja está cobrando un poco de relieve pero, por suerte, no ha crecido más desde que me han dado el diagnóstico. Respiro profundo y veo como hay movimiento en el interior. Está en casa, perfecto.

Reúno fuerzas para eliminar la distancia que me separa de la puerta y golpeo en la madera antes de meter las manos en los bolsillos del viejo abrigo raído que uso para mis visitas al norte. Me escondo en el cuello alto y cuando veo el rostro del rubio aparecer en el marco le dedico algo que intenta parecer una sonrisa - Tengo un paciente - comento con los ojos clavaros en el suelo - Uno que está muriendo pero tiene muchas ganas de vivir.
Ivar Lackberg
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Invitado
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Estoy limpiándome las manos con un trapo que está deshilachándose tanto que mis dedos traspasan algunos agujeros, el cobertizo está lejos de ser un centro médico de lujo de Neopanem. Es lo mejor que algunas personas tienen para venir a pasar sus últimos días, me resigné a ser eso para la mayoría, una parada para lo inevitable y apartados de los ojos de los conocidos, si es que tienen alguno. No tengo más compañía que la de un paciente sedado que balbucea cada tanto, menciona a un hermano al que perdió de vista durante una de las revueltas que prendieron fuego a un par de distritos y aunque han pasado semanas desde entonces, es un remordimiento que vuelve a él. Si lo escucho, de vez en cuando le respondo, es porque es más fácil ser comprensivo con arrepentimientos ajenos, que prestar oídos a los propios.

Cuando se abre la puerta del cobertizo espero ver a las caras que se han vuelto familiares, la que distingo es de las más antiguas y no deja de sorprenderme volver a verlo, nunca es augurio de nada bueno. Ivar Lackberg es el hombre con las mejores intenciones que conozco, pero no hace más que traerme los peores casos que me toca atender. Recargo mi mano sobre la mesada y allí toda mi fuerza, para dejar salir de mis labios un suspiro que abarca toda la pequeña habitación. —¿Un niño otra vez?— musito, me tiembla la firmeza del brazo. Podría pedirle ayuda a Alice para afrontar ese tipo de pacientes o al mismo Dressler si necesito una compañía, y sin embargo, sabiendo lo que sé de ambos, lo mejor que puedo hacer es trabajar solo si se trata de un niño enfermo en estado terminal. Caigo con desgano sobre la banqueta y la perra se acerca para colocar su cabeza en mi rodilla, le doy un par de palmadas distraídas entre sus orejas. —¿De qué se trata?— pregunto.
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Niego agradeciendo que al menos no se trata de un niño moribundo, sino de un adulto que ya ha vivido su vida y que tiene a sus hijos lo suficientemente crecidos como para que no lo necesiten más. Pero de todas formas es trágico de otra forma porque de verdad no quiero irme así. Me he puesto en peligro un millón de veces y ¿Voy a morir por una estúpida enfermedad? Quiero al menos poder luchar mi última batalla y ésto no me da la oportunidad de siquiera hacer eso.

Inspecciono el lugar con rapidez y solo cuando compruebo que solo hay un paciente confundido, Adam y el perro, comienzo a quitarme el abrigo y luego la camisa. Es un alivio ya que el calor del verano está golpeando fuerte y andar por ahí con disfraz no me hace una pizca de gracia - Soy yo - respondo a su pregunta mientras me acerco a él para que pueda inspeccionar el patrón que se dibuja desde mi clavícula hasta el cuello - No sé lo que es, apareció hace un par de meses y al parecer juega con mi mente y defensas... Va a matarme Adam y ni siquiera tiene un nombre - explico buscando algo contra lo que apoyarme, lo hago contra una mesa.

La perra se acerca a mí y salta a olisquear mi torso desnudo y le dedico una sonrisa. De verdad espero que se trate de un animal que se mantiene como animal porque hoy en día ya no puedo estar seguro de nada - Sé que es mucho pedir pero... Necesito que alguien de confianza me lo confirme. Me niego a aceptar que éste es el final y no hay nada para hacer al respecto - pido al médico sin atreverme a mirarlo, me mantengo concentrado en el animal - No sé qué decirle a mi familia.
Ivar Lackberg
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Invitado
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¡Kayla, abajo!— ordeno a la perra sin gritar, con el tono lo suficientemente alto como para que me haga caso y pueda examinar la piel irritada del hombre que se extiende por todo su pecho. Ya sea la mala alimentación y una consecuente intoxicación, así como el contacto con toda la basura que se acumula en el norte, me han traído más de un caso a este cobertizo en que la piel se ha visto lastimada o escocida, ni que hablar de aquellos que estuvieron en contacto con un objeto maldito. Hubo un tiempo en que la mujer que me enseñó todo lo que sé sobre medicina se encargaba de esos pacientes por ser bruja y conocer de magia oscura, pero como su profesión cambió a ser el perro faldero de Magnar Aminoff, para estas personas no tengo más que confesarle que soy incapaz de darle algo que revierta el daño hecho. Mi preocupación más inmediata es que este sea el caso de Ivar Lackberg. —¿En qué sitios te has metido para terminar así?— meneo la cabeza al preguntarlo. —No. No me contestes. No hace falta— suspiro, que conozco su trabajo. —¿Juega con tu mente, dices?

Le devuelvo la camisa para que se la vuelva a colocar y con un movimiento de mi barbilla le indico que salgamos afuera, así el hombre en la camilla puede seguir descansando, también porque parte de la confidencialidad con mis pacientes requiere que tenga cuidado de separar conversaciones. Lamentablemente no tengo una cafetería de lujo que ofrecerle a Ivar dentro del servicio médico, así que nos queda salir a caminar fuera con Kayla pisándonos los talones. —Diles la verdad— es lo que digo cuando cierro la puerta a mi espalda y me echo a andar por un camino invisible hacia la arboleda que rodea esta precaria vivienda que puedo llamar mi propiedad. A causa del calor de estos meses llevo puestas unas sandalias viejas de cuero y no me preocupo cuando nos vamos adentrando a pastizales un poco más altos que mis tobillos, después de las primeras filas de árboles hay un prado de unos pocos metros hasta que comienza el siguiente muro verde.

Es un buen espacio para pensar, así que allí vamos, recojo del suelo la primera rama seca que encuentro y que pueda servirme para espantar serpientes. —Siempre diles la verdad. Son tu familia y se lo merecen. Puedes mentirles sobre todo lo que quieras, lo que sigue estando mal, pero nunca sobre la muerte si es una posibilidad. No es por ti, al final y al cabo acabarás muerto, ¿qué importa? Pero ellos se merecen el derecho de aprovechar ese tiempo para estar conmigo, porque después de ti ellos seguirán, ellos se quedarán aquí y seguirán sus vidas. No seas mezquino y le quites la oportunidad de hacer algo que de no hacerlo, podría ser un arrepentimiento que guarden toda la vida— es mi consejo, así en crudo como suele ser la verdad. —Lo tuyo podría ser una maldición a causa de un objeto maldito y conozco una persona que podría ayudarte con ello. Hassselbach, ese es el apellido que usa dentro del ministerio. Solía prestar su ayuda como un intercambio de favores, si quieres salvar tu vida, tal vez el costo sea alto. Pero lo vale, ¿no? Tienes razones por las que vivir y sé de personas que necesitan que sigas vivo— coloco mi mano sobre su hombro al caminar a su lado como un apretón reconfortante.
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Se me escapa un bufido pues creo que nos metimos en los mismos lugares pero aún así, no se acercan ni por asomo a los sitios en los que me metía en mi juventud. Es curioso... Justo cuando decido frenar mis actividades peligrosas, el peligro llega de un flanco que nunca había tenido en cuenta - ¿Alguna vez has sentido que tu alma abandona el cuerpo y te mira desde afuera? Porque eso es lo que me hizo notar que tengo ésto, fue el primer síntoma - explico poniendo en palabras de forma más sencilla que la primera vez ¿Cómo un beso de dementor, quizás? Pero sin la terrible consecuencia.

Me pongo la camisa y sigo sus pasos hacia afuera con las manos en los bolsillos. Su respuesta no me sorprende aunque sí un poco lo crudo de su desarrollo luego. Escucho en silencio alternando mi vista entre los distintos árboles y usando cada respiración para llenar mis pulmones al máximo... Al punto que quedo un poco mareado para cuando Adam termina - Siempre lleno de arcoíris y esperanza, eh - dejo salir con media sonrisa pues la alternativa es ponerme a llorar aquí mismo.

Pero tiene razón. Tarde o temprano tendré que aceptar que voy a abandonar éste mundo y luego de eso mi familia tendrá que seguir sin mí. Sé que Synnove va a estar bien pues ahora mismo ya muestra que nuestra familia le queda chica, Moira jamás me tuvo así que creo que podrá superarlo, Amalie... No sé que puede llegar a ser de ella, pero de verdad deseo que por fin pueda ser tan feliz como se lo merece y que quizás encuentre a alguien que le dé todo aquello que yo no pude. Pero si hay alguien que de verdad me preocupa es Simon. El niño tiene mucho que aprender todavía y en un mundo tan jodido como éste necesita de dos padres que le marquen el camino. Confío en Amalie pero acaban de conocerse así que puede que la relación no sea de maravilla una vez que me vaya.

Guardo silencio procesando todo hasta que lo que dice luego sirve como una bocanada de aire luego de haber estado sumergido en las profundidades del agua por días ¿Maldición por un objeto oscuro? ¿Solución? Eso es algo que no fue barajado por la sanadora Weynart y, aunque es tremendamente oscuro desde un punto de vista mágico, me alcanza con saber que es un problema solucionable y puedo vivir. Por eso sonrío como no lo he hecho en muchos días y cuando me da un apretón en el hombro me tomo la libertad de envolverlo en un medio abrazo.

- Rebecca Hasselbach, la alfa del escuadrón de licántropos - completo la información pues a eso me dedico, a conocer a todos los que trabajan para el ministerio - No recuerdo haber estado en contacto con ningún objeto pero si es una opción, mejor quitarme la duda... ¿Ves? A eso me refería con no saber qué decirle a mi familia - comento mucho más animado que antes - ¿Que tal si les decía sobre ésto hace unos días y ahora voy con Rebecca y resulta que es curable? Los habría preocupado por nada. - de verdad espero que sea el caso - También pensé en acudir a Silas Jensen pero parece bastante extremo.
Ivar Lackberg
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Meneo mi cabeza porque el síntoma que describe no es ninguno que conozca, ni que me haya tocado atender. Ni siquiera cuando arrojé mi vieja identidad para tomar otra, sentí algo como eso. El comentario que llega después de todo lo que he dicho, me obliga a rematar. —No hay un arcoíris al final de ningún camino, Ivar. Y esa luz de la que tanto hablan tiene como uno único propósito cegarte, para que no veas el pozo que viene al dar el último paso— digo, puede que me haya gastado todos los discursos esperanzadores en los más jóvenes, que a los viejos como yo o que al menos tienen un camino bastante recorrido, no me queda más que hablar con la franqueza que creo que no nos debemos entre nosotros.

Eso también sirve para saber que no cabe esperar milagros, si quiere revertir lo que sea que está sucediéndole, a mí no me tiembla la voz para decirle a bocajarro que bien podría estar maldito y que si tiene que ir con la misma loba del demonio a pedirle favores, si quiere vivir, tendrá que hacerlo. —Llegada la desesperación, ninguna medida es extrema. Tal vez toque tomarlas de todas formas…— murmuro, he despedido a demasiados pacientes que me pidieron con la poca voz que le que quedaba que simplemente acabara con el dolor o que hiciera lo que fuera, lo que hiciera falta, que renunciaban a partes de sí mismos para que las amputara y así acabar con el sufrimiento, que les diera de tomar lo que fuera. —Rebecca tampoco es una enfermera de la caridad…— musito, que pese a ser maestra, nuestra ética difiere bastante. Regreso sobre lo importante con un movimiento de cabeza que sigue reprobando el secreto a su familia.

Si te sanas y luego se lo cuentas, ¿cómo crees que se lo tomarán? Les habrás mentido. ¿Esperas que se alegren por ti y te den un abrazo por haber enfrentado todo solo? Creo que lo que conseguirás es hacerles sentir que no confiaste en ellos y que no confiaste en que podrían apoyarte, que decidiste hacerlo solo, porque ninguno de ellos podría hacer algo por ti. Y comprendo que así sea entre conocidos o amigos, pero se trata de tu familia. Si no es en ellos en quienes te apoyas y les haces sentir que te sirven de apoyo, ¿qué tan fuerte es tu familia, Ivar? ¿Tan débiles los crees? Y puedes decirme que quieres resguardarlos del dolor, lamentablemente eso también… es tratarlos de débiles— apunto, que a las muertas les sobreviven personas con arrepentimientos y temo estar caminando por este sendero con la esposa de Ivar si las cosas no resultan bien, contándole todo lo que hizo por su propia cuenta para vencer una enfermedad de la que no habló. —Y se supone que por eso te casas con una persona, por lo que tenía entendido—. No hablemos de mi fugaz matrimonio que acabó en dos jóvenes egoístas que se llevaron cada uno a una hija como souvenir. —Para que sea tu compañera en estas cosas.
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Ivar Lackberg
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Asiento y no digo más nada pues yo tengo un empleo, una familia hermosa, un documento que dice que soy un ciudadano de Neopanem y puedo pasearme por las calles sin miedo a que me metan a un horrible mercado para ser vendido. En cambio Adam vive solo en una cabaña del bosque onde la mayoría de las visitas son porque necesitan algo de él y no porque simplemente quieran pasar el rato... Eso me hace sentir un poco culpable y hace que haga una nota mental para visitarlo más de seguido. En el tiempo que me queda quizás pueda brindarle mi amistad y si me atrapan... Voy a morir de todas formas.

- Silas era el último recurso, pero recurso a fin de cuentas - aquí estoy buscando una segunda opinión y ya encontré una respuesta que me gusta más a la anterior. Pero eso también es una realidad... Estoy tomando ésto porque es más agradable a mis oídos, no está basado en ninguna evidencia real ni en un análisis completo de la situación. Pero no me importa. La alternativa es quedarme de brazos cruzados a esperar la muerte y esa no es una alternativa - Lidiaré con Rebecca, no te preocupes- yo también tengo mis maneras de conseguir las cosas.

Me muerdo la lengua con el nuevo discurso y clavo los ojos en los árboles como si en ellos estuviera la respuesta para contarles ésto - No es que los crea débiles, pero han pasado por mucho y no quiero contribuir a su malestar - si tuviésemos que enumerar todo lo que nos ha pasado en el último año probablemente tendríamos una lista más larga de lo que algunas familias viven en toda su vida - Cada uno de ellos tiene sus propios problemas y es mi trabajo como padre y esposo ayudarlos pero... No debería ser al revés - o al menos yo no quiero, no quiero que sufran más de lo debido.

Me agacho a tomar una roca que encuentro en el suelo y la lanzo lo más lejos que puedo, llega a una distancia considerable lo que envía señales opuestas pues quiere decir que, en ocasiones, no estoy tan mal físicamente - Cuando me estaban haciendo la biopsia en el hospital quería tenerla a mi lado, la necesitaba - confieso al final sin levantar los ojos hacia él - De verdad los necesito, sí... - supongo que ha llegado el momento en el que ellos me cuiden a mí, aunque no me gusta para nada - ¿Y si no hay solución? ¿Debería hacer una lista de últimos deseos y ponerme a ello?
Ivar Lackberg
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Invitado
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Tienes una mirada con muchas responsabilidades sobre lo que es ser padre y esposo— apunto, uso un dedo para hacerlo, marcando un punto en el aire para enfatizar lo que digo. El aire que trae el campo llena mi pecho cuando tomo una profunda inspiración para todo lo que voy a soltar a continuación, no sé cuántos años le llevo o si es que solo me siento demasiado viejo de a ratos, que las conclusiones que le puedo compartir son eso: conclusiones. Cosas a las que arribé después de mucho meditar sobre todo lo vivido, no son consejos de vida, ni fórmulas de éxito que le puedo compartir porque a mí me han funcionado, para nada. Son las cosas que saqué en limpio después de tantos errores propios y algunos ajenos. —Verlo de esa manera es, sin embargo, un juego engañoso de la mente. Te crees fuerte, te crees casi que todo poderoso, incluso estés lidiando con la idea de tu muerte, la afrontas solo porque te hace sentir fuerte. Roza casi en una postura de mártir, Ivar. «Fue fuerte, fue valiente hasta el final, lloremos». Porque eso es lo que sucederá al final de todo, ¿sabes? Sea pronto o sea más tarde, algún día morirás y tu familia llorará— musito, no estoy diciéndole nada que no sepamos desde el momento mismo en el que nacemos. —La familia es el lugar donde nos reconocemos débiles y nos apoyamos los unos a los otros.

Sigo con la vista esa piedra que se pierde a una distancia, no es el golpe contra el suelo al caer lo que escucho, lo que llega hasta mis oídos es el viento que silba entre las ramas de los árboles, me dice todo lo que necesito saber sobre dónde estamos, sobre la calma en el cobertizo y sobre la ausencia de peligros en el predio. —Déjale la lista de deseos a los chicos de quince años a quien se les dice que tienen una enfermedad terminal y se les arrebata así todo un futuro, toda una vida de experiencias por vivir— digo, mi mano palmea su hombro. —Tu ya viviste, Ivar. Antes de embarcarte a correr detrás de experiencias que te faltaron, vuelve sobre todas aquellas en las que dejaste asuntos por resolver y encárgate de eso—. Puedo armarle una lista distinta: deja tu casa en orden, hazle saber a tus hijos que los amas, pide perdón a quienes necesites y perdona en silencio a otros; y da las gracias, busca a las personas que quieras darles las gracias por lo bueno que te han dado, no importa si fue poco. Pero él sabrá cuáles son los asuntos que él, y nadie más que él, dejará como pendientes si no junta la valentía de darle una resolución. En ocasiones se trata de eso, ¿no? De ser cobarde para presentarte delante de tu hija y pedirle perdón por abandonarla, de serlo por no poder volver nunca hacia esa atrás y esa novia de la adolescencia que tuvo que continuar su vida después del desastre que hiciste, de no hacer otra cosa más que llorar sobre la tumba de una hija muerta y la ausencia de otra.
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Se me escapa una risita porque aún con ésta vista que tengo de ser padre y esposo, no es suficiente. No espero que comprenda porque no tiene una familia, pero yo haría lo que fuera por ellos, inventaría lo imposible e iría más allá de dónde ha llegado el ser humano. Y creo que Amalie también, así que merece tener el derecho de pelear ésta última batalla conmigo, yo en su lugar querría hacerlo así que no puedo privarla de ello, Adam tiene razón - Mis responsabilidades van desde poner la mesa hasta conseguir el lienzo más grande el mundo para que Synnove pueda pintar lo que quiera - respondo simplemente con una sonrisa melancólica.

Hago una mueca porque al parecer no va a darme tregua en ésto de hacerme comprender. A mi mente llega la imagen que dibuja y yo mismo siento como suben las lágrimas al imaginarlo. Quizás es egoísta, pero me gustaría que dijeran eso sobre mí cuando ya no esté - Fui un bastardo al inicio, pero trabajé todos los días para compensarlo... Ayudé a cuantos niños abandonados pude, ofrecí recursos a las personas del norte, traspapelé trámites de los funcionarios solo para darles un dolor de cabeza - ésto quizás fue una acción infantil pero útil de todas formas - Creo que merezco esas palabras - agrego fingiendo estar ofendido, pero la broma simplemente no sale tan alegre como lo espero pues ese final está más cerca de lo que me gustaría reconocer.

Pongo los ojos en blanco mientras reafirmo mi posición con las manos en los bolsillos, lo cual curiosamente me hace parecer bastante a un adolescente enojado - Hubo una época en la que los magos vivían más de cien años, los planes eran a largo plazo y uno cedía de las aventuras cuando ya era imposible mantenerse de pie - comienzo enojado con la realidad que tenemos - Viví mucho, sí, pero en una realidad distinta tendría toda una vida por delante, dos incluso - ¿Pero qué haría en caso de tener esa oportunidad? - A la cabeza de mi lista de deseos estaría estampar el rostro del tipo que me está dando consejos en las hojas del suelo ¿Qué tan bien suena eso? - bromeo dándole un pequeño empujón en el brazo - Le diré a Amalie ésta noche... Luego iré a hablar con Rebecca, o quizás lo hagamos juntos.
Ivar Lackberg
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Suspiro con toda la resignación de mi espíritu por este hombre que cree que con sus manos podría mover un mundo entero, si su muerte es una posibilidad cercana, ¿por qué insistir en que puede con todo? No se puede, simplemente no se puede. Escucho en respetuoso silencio todo lo que me enumera que me ha hecho, está bien que lo diga, aunque no sean mis oídos los que tengan que escucharlo, sino los suyos propios. Es él quien tiene que escucharse, quien tiene que sacar todo hacia afuera, en desorden y con rabia o tristeza, porque esto no es nada con el juicio que enfrentamos todo el último día en que en los tribunales de la conciencia todo lo que hicimos y no hicimos nos pide una explicación.

Me planto delante de él para sostener su hombro con mi fuerza al oírle decir con una voz que reconozco a punto de quebrarse, que cree merecer esas palabras. —No, nadie las merece. Nadie merece unas palabras que no podrá escuchar, nadie merece un halago que llega demasiado tarde, nadie merece que le hagan un monumento de concreto cuando ya es huesos pudriéndose en una tumba. Lo que cada persona merece, lo que realmente merece, es que en este momento que se está agotando y no habrá otro, no habrá otro para compensar— voy alzando mi tono de mi voz para imponerme a él, —la persona que ama lo abrace o las personas que crió con amor lo abracen, y que no sea fuerte, que sea débil en ese abrazo, que lo deje todo en ese abrazo… porque no habrá otro momento y lo que sea que te guardes, se perderá para siempre. Para ti y para ellos— susurro.

Debe ser esa cuota de vida más longeva que han gozado los magos sobre los muggles, que les hace coquetear con esa idea de que la muerte es un mal evitable, en el que no deben pensar demasiado. Culpa de que pueden sanar sus heridas con prontitud si usan una varita o pócimas, también jugar con alquimia para conseguir piedras de supuesta inmortalidad. —Tienes que entender que la vida no está en deuda contigo porque la muerte venga a importunar, nadie te está quitando años de nada. Cada minuto que gozamos es un regalo y mientras los años sigan siendo insuficientes para nosotros, para las cosas que decimos que queremos hacer, en realidad no aprenderemos a valorar cada minuto en el que en realidad podrías abarcar un mundo…— lo contradigo, porque no hago más que contradecirlo. —Por todo lo que te digo te darás cuenta que si me golpeas, no me temblará la mano para devolverte el puñetazo, por moribundo que estés— le advierto, pese a mi tono serio, le estoy respondiendo la broma. — Piensa en esto, un golpe y un poco de sangre serán la confirmación de que sigues vivo, de que tienes un día más. Y fíjate si empiezas a vivir un día a la vez, si en verdad necesitas de otra media vida o tal vez solo la sombra de la muerte para valorar la vida.
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Muerdo tan fuerte como mi mandíbula me lo permite en un intento para que esas lágrimas que se forman en mis ojos no terminen deslizándose por mis mejillas. Pero no lo logro, porque pienso en esos abrazos que tanto necesito y cómo me gustaría vivir entre ellos el tiempo que me quede. Sin embargo de dejar correr el sentimiento terminaría en el suelo, flexionado hacia adelante entre sollozos, así que sigo luchando para no verme tan débil. Conozco a Adam desde hace tiempo pero un hombre tiene su orgullo ¿No? Sé que le digo a Simon que está bien llorar y todo eso pero... Haz lo que yo digo y no lo que yo hago.

- El cronómetro corre pero nadie sabe cuál será el número final, a cuántos abrazos estoy del último... Ni siquiera sé si tendré tiempo suficiente para decir todo lo que quiero decir o encontrar a quienes debo encontrar - porque uno de esos últimos abrazos me gustaría que fuera de Viggo pero ¿Hay tiempo para eso? Dudo que mi pérdida signifique algo para él pero aún así cerrar el capítulo sería bueno, ya no hay tiempo para ser padre e hijo pero al menos sí para que comprenda que me arrepentí cada día luego de haberlo dejado.

Sus palabras son serias y me mantienen asintiendo al comienzo. Tiene cierta habilidad para mostrarme el ángulo opuesto de lo que analizo y expone su punto de vista de manera tan correcta que logra hacer que cambie de opinión. Es una buena fórmula... Dos personas opuestas que intercambian opiniones en el centro, sin miedo a dar un paso hacia el otro lado. Aún así me detengo en seco cuando hace su broma y alzo las cejas mirándolo de arriba a abajo - Un golpe por cada vez que me contradigas es una buena forma de disfrutar el tiempo que me queda, sin duda me hará sentir vivo - bromeo con una sonrisa de lado. Estúpido Adam.

Continúo la marcha pateando algunas de las hojas en el suelo distraído mientras tomo aire para lanzar un nuevo comentario más y ver qué revés puede darme al respecto - Sé que mi vida terminará el día en que dé mi última respiración pero... ¿Qué hay luego de eso? El cómo mi muerte afectará a los que se queden aquí también me preocupa - explico con voz grave - Podré verlos, hay evidencia de que la vida no termina en la tierra, así que estoy aterrado por las consecuencias que pueda tener... Sobre todo porque ya no seré capaz de hacer nada al respecto.
Ivar Lackberg
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También te preocupas por lo que ocurrirá después de que te mueras— repito lo que dice en la más absoluta incredulidad, — así que no solo tomas más responsabilidades de las que debes y tienes una lista detallada de todas las cosas que hiciste en tu vida para hacer un bien, sino que también te preocupas por lo que sucederá cuando te mueras…—. ¿Puedo golpearlo? Era mentira que no me daría pena golpear a un moribundo, porque si fuera verdad, en este momento estaría tirado en el suelo escupiendo briznas de pasto del puñetazo que se merece que alguien le dé. Paso una mano por mi rostro para limpiar todo mi semblante, tengo un suspiro atragantado que suena como un refunfuño cuando sale por mi nariz.

Uso la varilla que me traje para espantar serpientes y tenía entre mis dedos para ir hacia un hueco en el sendero donde puedo patear un poco de tierra y ahí dibujo un círculo pequeño, luego otro más grande que lo rodea. —Este círculo eres tú— señalo al más pequeño, —todas las cosas que dependen de ti. Y el otro círculo es todas las cosas sobre las que no tienes control— esto lo digo con la paciencia de un maestro de escuela, y así como lo hacían algunos maestros antiguos, uso la rama para darle una tuza en el brazo. —¡Insistes en saltar la valla de un círculo al otro!— lo reprendo. —Ocúpate de lo que está en tu círculo, hombre. De lo que está en tu alcance hacer, de lo que tienes un control. ¡No pierdas el tiempo con lo que no depende de ti! Tienes que entender también que hay cosas que aunque creas que son tu responsabilidad, no lo son. No cuando a medias con otra persona. No cuando depende totalmente de la otra persona, no cuando la vida misma se ha acomodado de tal manera que eso ya está como debe estar. No trates de cambiar la dirección del viento con tus últimas fuerzas, las podría desperdiciar. Ocúpate — hago el amago con la rama, pero no le pego, —de lo tuyo.
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Ivar Lackberg
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Me encojo de hombros y contengo una risa que se quiere escapar porque comprendo su punto. Pero soy así, qué se le va a hacer. Quizás la culpa por lo que no he hecho en el pasado ha hecho que me convierta en un viejo controlador que quiere armar un perímetro de almohadones y plumas para los que están a su alrededor. Es difícil y sé que no es correcto, pero creo que es un poco tarde para empezar a ir a terapia e intentar cambiar todo ésto - No puedes pedirle a un viejo moribundo que cambie su personalidad, Adam, es simplemente cruel - me quejo un poco en broma. Debería haberlo dicho más serio porque segundos más tarde me ligo un golpe tras su explicación.

- Ahora oficialmente eres un viejo loco del bosque que golpea a la gente con su bastón, felicidades - ésta vez sueno más serio mientras me aparto de su amague fregando el brazo en donde dio el primer golpe. No puedo devolvérsela pero al menos me desquitaré arruinando su obra de arte, así que camino arrastrando los pies sobre los círculos y me paro frente a él con el ceño fruncido - Querer a mi familia, disfrutar mis últimos días, luchar por encontrar una cura - enumero lo que básicamente cree que es mi responsabilidad - Nada de batallas rebeldes, nada de trabajo extra ni de estresarme sobre lo que vendrá en el más allá ¿Eso quieres decir? - pregunto con una ceja en alto.

Sacudo un poco más mis pies para terminar de borrar el dibujo y retomo el camino por el que veníamos sin dirigirle la mirada, ni siquiera compruebo que me esté siguiendo - Y otra de mis responsabilidades será traerte una botella de vino y enseñarte malditos modales, Adam. Tanto tiempo solo en el bosque está anulando todas tus habilidades sociales... Necesitas un rescate.
Ivar Lackberg
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Invitado
Te estás muriendo, pero yo no soy Dios. No tengo por qué ser misericordioso, puedo ser todo lo cruel que quiera— contesto, cruzo mis brazos por delante de mi pecho y la varilla queda colgando, alzo mi mentón como para alentarlo a que siga replicándome cosas. A su mofa de mi falta de amabilidad no le contesto, chasqueo la lengua y lo ignoro. Tengo la rama bien sujeta para no caer en el impulso de darle otra vez en el brazo, que el hombre tiene una cabeza terca en cuanto a todo lo que tiene que hacer y pese a que repite como una lección lo que se supone que yo le dije que tiene que hacer, cuando no le he dicho nada, sé que al final de cuentas hará lo que su temperamento le dicte. —Y por último, haz cosas que te hagan sentir vivo— suspiro, lo pongo en voz alta como si mi consentimiento o consejo sirviera de algo, de todo lo que le he dicho tomará lo que le sirva y descartará lo que no. Zarandearlo un poco es lo que conseguí para que no se me eche a llorar aquí en medio del campo, así que me doy más que satisfecho.

Le doy la espalda con brusquedad cuando me incluye en su lista de últimos actos de caridad, a la mierda con este sujeto. Con largas zancadas me alejo de este loco. —¡Soy demasiado viejo para cambiar!— le grito haciendo uso de sus propias palabras. —Si vuelves deja el maldito vino en la puerta y márchate con tus modales de señor de la capital antes de que salga por la puerta para recibirte con unos tiros— dejo la advertencia pesando sobre él, que no se le ocurra venir a perder el tiempo conmigo, ¡que se ponga a criar una planta si quiere algo para hacer! Limpio mi camino con la varilla para apartar los pastizales más altos y lo abandono a su suerte en el claro, sabrá como volver. Camino rápido para poder llegar a mi cobertizo y encerrarme, que tal vez mis habilidades sociales sean un asco, pero estoy bien así como estoy.
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