Recuerdo del primer mensaje :

A pesar de las lluvias de la semana pasada, hoy hace calor. El verde de los jardines se cuela en el interior de mi extensa sala, esa que ya no posee los recuerdos de una Jamie desalmada por su hijo mayor o un Sean que buscaba honrar a su descendencia. Hay pocos adornos, siempre me he considerado una persona minimalista. El sillón, de cuero negro, resalta en el contraste de la habitación de paredes blancas y enormes ventanales; es el sitio más cómodo para beber de mi copa de vino, un refresco simple de media tarde mientras mis ojos se pasean por la pantalla repleta de planos para el evento que deberá marcar a esta nueva generación. Tengo los papeles legales sobre la mesa, firmados en puño y letra del ministro de justicia para asegurarnos de que nadie podrá reclamar ningún derecho sobre aquellos que pisen nuestra nueva arena, porque son personas condenadas por las leyes que ellos mismos se han empeñado en romper. Si querían un espectáculo, yo les daré uno.

El timbre me da a entender que mi llamado ha sido recibido y no me sorprendo de la rapidez con la cual corresponde, aquí los dos tenemos bien en claro nuestras responsabilidades y las suyas incluyen el responder cuando a mí me dé la gana. Ni me muevo de mi lugar, permito que alguien más abra la puerta porque, vamos, para algo tengo esta mansión repleta de esclavos y elfos para que yo no tenga que mover un dedo. Suficiente tengo con hacerme cargo de las ruinas de un país que da más pena que gloria.

Los pasos de Jensen hacen que aparte la vista de la pantalla y ladeo la cabeza, echándole una vista sobre el hombro para verla llegar — Me agrada mucho tu diseño, aunque deberás explicarme un poco mejor algunas de las trampas en el suelo. ¿No crees que si los empalamos repentinamente será un poco brusco? Le quitará la diversión de la persecución, al menos que sea luego de un enfrentamiento tenso — mi voz suena un poco aburrida, como si estuviese comentando un show de televisión ficticio cuyo final de temporada me ha defraudado. Me encojo de hombros para descartarlo y me termino la copa de vino, la cual agito en el aire para que el elfo que le ha abierto la puerta la llene — ¿Quieres beber algo? — pregunto, usando mi mano libre para invitarla a tomar asiento — Quiero tu cabeza fresca, que nos espera una tarde agitada. Voy a tener que pensar en cómo recompensar tus horarios extra — le dedico una sonrisa escueta, no hay trabajo duro que no vea sus frutos.

Hay juegos que todos sabemos jugar, en especial cuando entras en el terreno de la política, del poder, de los eternos tires y aflojes. Los dos tenemos bien en claro que no nos decimos todo, escondido en su cuello puedo verme con la gracia de que tenemos un acuerdo tácito sobre que esto, por sobre todas las cosas, es un pequeño break hacia lo en verdad importante. No espero su devoción ni su confianza absoluta, yo no voy a hacerlo con ella. Las relaciones son así, un día necesitas algo de alguien que te lo cobrará en otro momento, somos los dos demasiado listos como para saberlo. Lo que me importa aquí es una cosa: que yo soy la persona más inteligente en esta habitación, por mucho que nos guste fingir que no es así.

— Eso es lo que espero — murmuro, paseando mis labios por el contorno de su mentón, porque mis manos son aquellas que están demasiado concentradas en hurgar bajo su falda — El mundo es de los osados y rápidos de mente, Silas. Me sentiría muy decepcionado de ti si no puedo contar con tu presencia para los mejores planes — se me ensancha la boca en una sonrisa que se pega a su boca, sin besarla, en un amague tortuoso en lo que ella tironea de mis botones. Es la invitación que necesito para que mis caderas se presionen contra las suyas, en lo que mi aliento se mezcla con el suyo al tirar suavemente de sus labios con mis dientes. No tengo que responder a sus palabras, me basta con lanzarle una mirada que consume mis pensamientos hasta anularlos, porque lo único que me importa, por una fracción de segundo, es devorarla. Lo hago, claro está. Mi boca se hace con la suya con ansiosa posesión, ignorando los planos, el vino y la posible presencia de la servidumbre, que bien saben que no deben molestarme sin permiso.

No me interesa desnudarla,hay urgencias más demandantes. Mis manos la descubren colándose entre su ropa, presionando las zonas calientes de su piel en lo que nuestros cuerpos se ven obligados a enroscarse el uno con el otro, entre jadeos que delatan mi sed. Porque solo tengo que bajar un poco mis pantalones para tomarla, dejar que nos hundamos en el instinto que nos guía hacia la perdición de nuestros cuerpos, en lo que el sofá se convierte en el testigo que se quema con nosotros. Es solo un cuerpo que toco, que beso, que suda conmigo. Y es tan sencillo ser, que cuando todo se termina y ambos nos recostamos sobre las prendas que arrancamos con fervor, en un suelo demasiado cómodo, no siento más que calma al suspirar en su oído — Sí sabes jugar al ajedrez, Silas — es un susurro, uno que se patina de su oreja hasta sus labios — Solo no me decepciones cuando sea el momento de matar a la reina — y Merlín sabe cuándo será eso. De momento, podemos seguir enroscándonos en el suelo.

Puede que no sea el techo al que planeo llegar, pero es un buen interludio previo a la tormenta en el que no me molestaría quedarme por un tiempo. Los planes vendrán luego, esos mismos que están en la pantalla pueden esperar pues su contacto me distrae, su voz, sus palabras que son exactamente lo que quiero oír. Dejo de pensar y me entrego completamente a lo que hace conmigo, sin culpa alguna pues no es una estúpida relación ni espero algo luego de ésto... Simplemente dos mentes brillantes cerrando una tarde de negocios de la mejor manera, festejando lo que vendrá y un evento al que pienso entregarle tanto fuego y urgencia como el que se empieza a montar aquí.

Me agrada saber que físicamente estamos en la misma página también, mi cuerpo se mueve con el suyo hasta que el sillón ya no es suficiente para contenernos. Conforme pasan los minutos olvido que se trata de Magnar Aminoff sobre mi cuerpo y pego su espalda contra la alfombra mientras llevo sus manos sobre su cabeza, impidiendo cualquier queja o protesta con mi boca sobre la suya. Pero así como nuestras ideas chocan, también nuestras intenciones, de todas formas no me molesta solo sigo el ritmo hasta que todo llega a su final y me recuesto sobre vestido con el cuerpo cubierto en sudor y la respiración agitada.

Su susurro me trae a la realidad y al verlo de reojo sonrío orgullosa de lo que acaba de pasar. No digo nada, solo dejo que mi cuerpo se relaje en el suelo y miro el techo que ha sido testigo de lo que acaba de pasar. Puede contar con que haré lo que me pida, sin embargo no lo expreso en palabras pues ahora mismo las endorfinas se han apoderado de mi cuerpo y sé que me estoy dejando guiar por lo que no debería. Solo chasqueo la lengua para poner fin a los pensamientos que me llevan a planear nuestro próximo encuentro de ésta índole.

Vuelvo a girarme en su dirección y me acerco tanto que mis labios llegan a su oído sin problema - Pondré en jaque al rey - murmuro antes de juguetear momentáneamente con el lóbulo de su oreja.