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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    23 de Diciembre

    La verdad no tengo ganas de andar haciéndome el fuerte por ahí. Nuestra vida va a cambiar y mucho, claro que va a ser para mejor pero aún así me da un poquito de miedo, voy a tener que respetar un horario de trabajo, dormir en una casa, hacer amigos que con suerte no me van a mirar con miedo... Porque seguro que nos ponen un cartel en la espalda de "cuidado con el perro", creo que es la idea, meter miedo y así hacer que la gente se porte bien. Me causa gracia de solo pensarlo ¿Yo metiendo miedo? Voy a tener que practicar mi cara de malo y esconder mi personalidad del público, por ahí así los puedo engañar al menos por un tiempo.

    Como tengo miedo voy hasta el distrito en donde va a vivir Becca, o vive, todavía no pude hablar con ella desde que recibimos la noticia. Es la primera vez desde que llegué que vamos a estar separados por tantos kilómetros, pero ya es hora, me pongo cada día más grande y no quiero ser un boludo de treinta que vive con la mamá... Bueno, estoy exagerando que a penas paso los 20 pero algo me dice que el tiempo va a volar una vez que tenga algo más que hacer a parte de sacarme las pulgas y esperar a la próxima luna llena.

    Intento encontrar la casa pero me pierdo al toque, voy a necesitar un mapa cuando la quiera visitar o por ahí va ser mejor que nos visite ella, todavía no voy al Capitolio pero algo me dice que las cosas están más conectadas y si le preguntás a alguien cómo llegar a tal lugar, te lo saben decir sin problemas. Es mi fantasía así que seguro tiene más errores que la cara de Diego cuando se levanta, lo bueno es que falta poquito para saber cómo es en realidad.

    No sé cómo va a llegar a encontrarme al bosque, le avisé que venía y si no me encuentra en su casa espero que se dé cuenta que éste es al primer lugar al que correría. Me acuesto en un tronco y dejo que corran las horas mientras miro el cielo, está lindo y si bien sé que es el mismo que veía desde el norte, éste parece más limpio... no sé... con más esperanza aunque suene ridículo.
    Anonymous
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    El jadeo corta mi garganta al despertar, cubro con mi mano allí donde creo sentir el roce de un filo invisible. «Sólo fue un sueño», es lo que me digo, a pesar de la sensación real de la muerte. Mi mirada se acostumbra a la oscuridad de la habitación, de a poco puedo ir reconociendo los muebles, recuerdo que esta casa no es la misma en la que estuve viviendo hasta hace poco. Parpadeo para poder espabilar el residuo de sueño que me queda, como un ejercicio de cada día hago una recapitulación de todo lo que sucedió para que esté aquí, en una casa de piedra y madera en los bosques del distrito 7, si no hace mucho era una marginada más escondiéndose en penumbras que nadie querría visitar.

    «Sólo fue un sueño», sigo repitiéndome. La verdad es que no lo fue. Espero la llegada de Santiago a lo largo de todo el día, pero debería abandonar la costumbre de mirar más allá de la espesura del bosque como si aguardara que aparecieran otras sombras y rostros que pertenecen al pasado. Lo último del colorido del otoño se pierde, que es lo que me pone especialmente nostálgica, así que puedo suspirar por el cambio que me representa el invierno, a pesar del frío siento mi sangre más caliente corriendo por mis venas. De nuevo viva, no muerta como en esa pesadilla que se irá desvaneciendo con el correr de los días. Porque todo, siempre, al final se desvanece.

    Sigo el andar de las manijas del reloj, a cada hora que pasa, más me inquieta que el muchacho no entre gritando a vozarrón en la casa o que se cuele por una de las ventanas. Fijo mi mirada en el cristal empañado de la ventana, finalmente tomo la decisión de ir a buscarlo, que mis presentimientos casi siempre son acertados o al menos eso me gusta creer cuando se trata de Santiago, que puedo apelar a cierto instinto maternal cuando se trata de él, aunque no haya lazo de sangre que nos una realmente. Chasqueo los dedos sobre su rostro cuando lo encuentro tirado en un tronco, quien sabe hace cuánto tiempo.

    Yo toda preocupada por ti, y tú echado tan campante, a punto de ponerte a contar las primeras estrellas— lo reprendo, a mi tono contradice la curva en mis labios. Me apretujo en mi abrigo, levanto las solapas hasta mi mandíbula para cubrir mi cuello del viento, y lo empujo un poco para que me haga un lugar a su lado. —¿Qué te parece este cielo?— inquiero, mi cara levantada hacia el recorte de azul que está encima de nosotros, bordeado por los picos de los árboles. —¿Te gusta?— pregunto, desviando mis ojos hacia su rostro jóven, acompaño a mi gesto con una caricia de mi pulgar sobre su pómulo.
    Anonymous
    Invitado
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    Las ramas de los árboles se mueven al ritmo que les permite el viento y pronto la canción de la naturaleza empieza hacer efecto de cuna. Siento los párpados cada vez más pesados y antes de darme cuenta estoy soñando con un montón de cosas sin sentido, gente que no conozco y cuyas caras no puedo ver. Siento que alguien me agarra de la mano y eso me deja más tranquilo, pero no dejo de estar sumergido en un mar desconocido y para colmo no sé nadar. Se ríen, se ríen porque el perrito no aguanta estar en el agua ¿En qué momento se convirtió en un mar literal? Sacudo mis brazos pero no llego a la superficie y de no ser porque escucho ruidos en la realidad creo que me habría ahogado.

    Me encuentro con los dedos de Becca y le dedico una sonrisa de oreja a oreja. ¡Ya sabía yo que me iba a encontrar! Esta mujer tiene como un radar para cruzarse conmigo, lo hizo al principio y se ve que no perdió el toque a lo largo de los años - No sé lo que es campante - confieso para después reír. Ella me enseñó inglés pero claro que no hubo tiempo para todas las palabras, al día de hoy sigo aprendiendo... O al menos lo intento. No soy el más inteligente del mundo, si ahora me lo explica seguro me olvido mañana.

    Le hago un lugar en el tronco y miro el cielo que me durmió antes, ahora está naranja y dentro de poco va a aparecer la luna tan... ¿Campante? como todas las noches - Me gusta, sí - respondo recibiendo la caricia con una sonrisa. Me acerco a ella y la envuelvo en un abrazo que no pidió, se la va a tener que aguantar que después de ésto no la voy a poder abrazar todos los días como antes - Es distinto, más esperanza - agrego entrecerrando los ojos - Parece más el cielo de Argentina que al del norte... Antes de la mordida - explico para que entienda mi sentimiento - Estar mejor ¿Va a ser para siempre?
    Anonymous
    Invitado
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    Es…— rebusco entre las definiciones de mi memoria una manera de explicarle lo que significa «campante», nada que lo confunda aún más, que las palabras complicadas dan pie a otras palabras complicadas con las que no acabamos por aclarar nada. Me embarga una paciencia que es selectiva de a quien voy a dársela, este chico ha conseguido que le muestre una faceta que a las muchas personas que me atravesaron en el norte nunca le enseñé, pese a que presté mi ayuda en más de una ocasión y por favores a cuenta, que todavía no me he cobrado. Nunca se sabe dónde coloca a cada quien esta vida y es bueno que la gente te ande debiendo cosas.—Mostrarte tranquilo, como si nada malo fuera a pasarte, incluso si te has perdido en un bosque que puede ser peligroso… — le explico.  

    Con Santiago hay una generosidad genuina, creo que es por su edad y lo desorientado que está con todo, este nuevo territorio que es distinto a uno del que me hable y no puedo más que imaginar, en un lenguaje también que le pone muchas limitaciones. Acomodo lo que me dice de una manera en la que puedo darle un sentido, se vuelve casi natural por la costumbre y se hace entender cada vez mejor. ¿Para siempre? Rebusco con mis ojos algún destello de luz entre las pocas hojas que quedan en las ramas escuálidas de los árboles y solo veo en amontonamiento de nubes grises que presagian las típicas nevadas de Navidad, que este año nos encuentran en un lugar distinto al que estuvimos en el pasado. —Durará el tiempo que querramos— murmuro, relajo mi mandíbula en lo que suele ser una reacción instintiva de apretar mis dientes haciendo que choquen. —Tenemos que sujetarlo fuerte con nuestras garras— digo, abriendo mi mano en el aire que se ve tan humana como nosotros en este momento.

    Desde la casa se ve la misma luna, ¿quieres que vayamos?— lo invito, que no quiero que pasemos un frío del que ahora podemos ahorrarnos, porque hay una cabaña con una chimenea que funciona como un refugio más lujoso del que soñábamos, y sigue sin ser como las mansiones ministeriales o los edificios apabullantes del Capitolio, ninguna de esas frivolidades que podría interesarme por el mero hecho de poder acceder a ellas. Supongo que es cierto que al final de todo, hay hábitos que no abandonamos, ni tampoco podemos renunciar a la calma que encontramos entre los susurros de un bosque cercano. Abro la puerta de la casa y espero a que Santi inspeccione por su cuenta cada mueble o vaya directo hacia la comida guardada en la heladera. Por otro lado, no hay ningún adorno que sea alusivo a la celebración de estos días.
    Anonymous
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    Creo que soy una persona campante. Cuando estaba viajando en el sur, me moría de miedo la mayoría de las veces pero el truco era mostrarme seguro y tranquilo, así los intrusos no se alarmaban por mi presencia y los animales no me veían como una amenaza. Por ahí había cosas que no podía evitar, como el olor a miedo, pero con la práctica uno aprende hasta a esconder esas cosas - Entraremos campantes en nuestro primer día en el ministerio - uso la nueva palabra en una oración, creo que aplica. Y más vale que lo hagamos así porque va a estar lleno de personas que estaban de acuerdo en mantenernos alejados de la sociedad por ser un poco menos que los magos.

    Me quedo pensando porque lo que dice significa para siempre ¿Quién no lo querría? Creo que debe ser el sueño de la mayoría de las personas, vivir para siempre de forma feliz. Aunque por ahí es porque soy joven y todavía no viví nada... Seguro cuando sea viejito, me termine cansando de todo y empiece a putear por cada día que no me da un ataque al corazón. Si llego a ese punto es porque habré vivido más allá de las expectativas así que la idea no es tan mala en realidad. Mientras consiga lo que me proponga y tenga tiempo para disfrutarlo... Sí, no necesariamente tiene que ser para siempre.

    - Te sigo - respondo y repito sus pasos hacia la cabaña. Es un lugar bonito, acogedor y que se parece mucho a la casa de mis sueños... Es una lástima que no pueda vivir con ella, pero al menos voy a tener a mis hermanos de corazón y eso está buenísimo - ¿No te vas a sentir sola acá? - pregunto en mi idioma y sacudo la cabeza antes de corregirme. Todavía me cuesta un poco - Voy a faltar yo, con mi ruido - agrego en ingles con una sonrisa de oreja a oreja - Muchos cambios ¿No?
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    De tratar con algo aprendí a interpretar algunas palabras sueltas en su idioma, mucho más complicado que el nuestro, se queda resonando en mis oídos «sola», porque esa podría identificarla en cualquier lengua. La angustia con la que se cargan mis ojos hace que el azul se vuelva más profundo, así como si fuera un estanque de pronto que no tiene fondo, en el que se puede caer y caer lo que dure la eternidad. Estuve en lo hondo de ese pozo, demasiado tiempo, sola. Fue una oscuridad absoluta y abrumadora de la que salí prendiéndome a la luz blanca de la luna para romper en la superficie, tal vez de una manera un poco abrupta, lo necesaria para que mis pulmones recordaran cómo respirar y el espíritu me volviera al cuerpo. —Puedes venir siempre que quieras, pero que vivas también solo o con tus hermanos te vendrá bien para crecer…— le sonrío con ese atisbo de ternura en la comisura de mis labios que guardo celosamente para él, para nadie más que él. Camino dando un paso para quedar de frente y acunar su mejilla con mi palma. —No puedo ser una mamá sobreprotectora de su cachorro toda la vida— susurro, con mi sonrisa ensanchándose. Y porque al final, todos estamos solos, cuando más temprano que tarde aprendamos eso es lo mejor para saber sobrevivir.

    Los cambios siempre serán para mejor o para peor dependiendo de cuánto provecho le podamos sacar— murmuro, que aun en los momentos más bajos de mi vida encontré cómo sobreponerme, halle un poco de suerte en la miseria para subsistir, hice cosas de las que nunca le hablaría a Santiago y que tendré que callar. Hay lugares que visité de los que no me gusta hablar, gente que conocí a las que es prefiero no volver a mencionar. —Y este cambio es el mejor que podríamos pedir. Eres joven aún, puedes aprovecharlo a gusto. ¿En serio te gustaría ser parte del escuadrón? Porque podrías estudiar medimagia o si quieres leyes…— me escucho a mí misma con la sorpresa que se debe por reconocerme como una madre al hablar, como si esta fuera una charla casual con su hijo adolescente. —Ven, te mostraré algo—. Lo hago atravesar la sala hacia un pasillo que acaba en una puerta de madera, una que corro para que a la vista quede un invernadero que no es demasiado grande, apenas si entrará una persona más aparte de nosotros entre las plantas que se amontonan y otras más que cuelgan del techo. —Es mi cuarto de trabajo— un poco parecido al que tenía antes, con el mismo techo de vidrio para que bajo la luna se puedan preparar pociones, que los calderos están uno sobre otros en un rincón. —Cuando tenía tu edad quería dedicarme a esto, pero a veces la vida te lleva por otros rumbos y nos forma para ser alguien demasiado diferente a quien imaginábamos.
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    Ya me perdí una vez pero no voy a hacerlo de nuevo, ahora tengo el olor impregnado en la nariz así que por supuesto que la voy a visitar una y mil veces más. Entiendo que tengo que crecer y no puedo ser dependiente de ella toda la vida, pero la quiero como a una mamá y me da pena tener que estar lejos de ella. En realidad... La conocí cuando era un adolescente, así que técnicmente tengo derecho a un par de años más con ella antes de convertirme en adulto ¿No? Alguien tiene que pagarme todos esos años que estuve solito en el sur, sin mamá ni hermanos como los que tengo hora, nomás con un mate improvisado, una pelota y la luna cada mes.

    - Pero este cachorro necesita mamá - respondo con una mueca y la envuelvo en un abrazo. Es curioso porque parece que se vuelve cada vez más chiquita, más flaca... Pero es que yo no paro de crecer, y debo estar en lo último pero me la juego a que los hombres lobos crecemos más que los demás - Pero sí, voy a intentar vivir solo en el Capitolio, acostumbrarme y conseguirme una novia - bromeo con ella aunque es una chance, nunca tuve una porque el ser repudiado no es un cualidad agradable para las chicas, pero ahora sé que la voy a romper.

    La charla se pone muy seria pero el ambiente queda interrumpido con la carcajada que largo cuando me pregunta si no quiero estudiar leyes o medimagia. No me da la cabeza para esas cosas, algunos se enojan cuando les dicen que son solo una cara bonita pero eso es justo lo que soy yo y para vivir feliz el primer paso es aceptarlo - El escuadrón es lo mejor para mí, es lo único que sé hacer ¿No? Sobrevivir - no tengo el mejor currículum así que es tener trabajo de eso o de algo como mesero o empleado en una tienda de algo, más no puedo hacer.

    Sigo sus pasos hasta que llegamos al invernadero y sonrío cuando veo la variedad de plantas que tiene. Reconozco algunas, sobre todo las que tienen cualidades curativas y también las peligrosas que aprendí a reconocer por la fuerza cuando era un nene - Pero ahora podemos ser quienes queramos, tenemos derechos - respondo con mucho entusiasmo - Podrías dedicarte a ésto si es lo que quieres... Sería asombroso.
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    El estremecimiento que me sacude es tal al oír sus palabras, que tengo que acortar la distancia con Santiago para colocar una mano en su nuca y atraerlo para que coloque su frente sobre mi hombro, así puedo abrazarlo, con mis dedos peinando su cabello. Nunca esperé ser la madre de nadie. Siendo una muchacha no me había planteado la posibilidad de hijos, después no pude volver sobre esa decisión, porque la licantropía anuló cualquier esperanza tardía. Mi instinto maternal, al que más bien elegí llamar instinto de protección, se dio al recoger a un chico adolescente y escuálido que había caminado demasiado para sus pocos años, me conmovió como nadie y puedo decir que amo en él toda la bondad que se ha extinguido para mí en el resto del mundo. —Estaré para ti siempre que me llames— le prometo, acudiría a un grito suyo, incluso desde el rincón más recóndito de Neopanem.

    Sonrío contra su cabello a lo que dice luego. —Ese parece un buen plan— murmuro, —sólo trata de elegir a la chica adecuada. Hay amores equivocados que amargan para toda la vida—, sé que sueno pesimista, pero es el consejo que puedo darle para prevenirlo. El Capitolio es una ciudad que deslumbra, las personas que viven allí también, sin embargo seguimos recibiendo el trato de parias y que se reconozcan nuestros derechos no sólo por ley, sino también por la sociedad, llevará su tiempo. No quiero que sufra el desprecio de unos padres celosos de su hija por un chico que tiene que vivir con la condición de licántropo, quien también ha limitado sus decisiones a lo que cree que es lo que debe hacer, porque no sabe hacer otra cosa, cuando es tan joven y el futuro es extenso para él.    

    Por mi parte, agoté muchas de mis posibilidades. Me quitaron algunas, a otras renuncié. —Yo sí puedo decir que no hay otra cosa para mí que pertenecer al escuadrón. Todo, todo lo que me pasó en la vida me llevó a esta posición, que tengo la absoluta certeza de que dejaré mi piel en batalla. Es como debe ser…— comparto, con esa nota de seriedad que me endurece los rasgos, no es mi intención apenarlo por anticipado, pero no me ha gustado mentirle en ocasiones anteriores. Trato de ser lo más frontal que puedo con él, prevenirlo a lo que vendrá, que sepa que estoy hecha para esto y a su final, que no debe ni dejaré que trate de impedirlo. —Pero todos necesitamos un lugar donde podamos seguir conservando viejos deseos…— divago, recorriendo lo pequeño del invernadero con mi mirada. No importa que no vayan a cumplirse. —Si quieres estar en el escuadrón, debes seguir entrenando— cambio de tema, —Nos enfrentaremos a situaciones en las que no podrás apartar la mirada cuando veas morir a alguien, ¿me entiendes? Recibirás golpes de los enemigos y también de los que dicen ser nuestros aliados. No confíes tu espalda a nadie que no sea parte del escuadrón. Tendrás que atacar para defenderte, atacar con todas tus fuerzas— trato, procuro en serio de instruirlo, mi mano sobre su hombro para que me mire.
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    Revoleo los ojos pese a que sé que tiene razón. No todas las personas son buenas y las chicas pueden ser muy crueles si se lo proponen. Pero allá ellas, yo pienso dar mi mejor esfuerzo, ponerme un traje, peinarme y bañarme, no necesariamente en ese orden. Es mi oportunidad de ser romántico y armar una buena película para poner algo de dulce a tanta amargura que anda dando vuelta y siempre mi toque de humor ¿No? Si pongo todo eso las cosas no tendrían que salir tan mal, a no ser que la chica que quiera sea una completa desgraciada - No voy a amargarme por algo así, hay cosas peores - la dejo tranquila con el ceño fruncido - Esto es un sueño, tener casa y trabajo... Algo que pensé que nunca tendría así que ninguna chica va a poner arruinar eso - el amor es algo secundario, no la historia principal, pero hace el camino más llevadero.

    La vida de los magos es larga, no veo cómo no podría dejar el escuadrón para dedicarse a lo que de verdad le gusta pero no digo nada al respecto. Me encojo de hombros y le resto importancia porque lo que dice después es más serio, así que la miro cuando me agarra del hombro y asiento con seriedad - Sé que soy el más pequeño del equipo pero no soy ingenuo, sé lo que somos para éste gobierno - respondo dejando caer mis brazos y mirando las plantas del invernadero - Nos dieron todo, estamos en deuda y sé que tendré que atacar a gente solo porque me lo dicen, sé que tendré que encarcelar e incluso matar si la situación lo dicta - continúo apretando fuerte los labios, espero nunca tener que llegar a eso - Soy un buen chico, no soy malo... Pero sé cuál es mi trabajo y pueden confiar en que voy a hacerlo - le aseguro. Del dicho al hecho hay un largo trecho, pero al menos tengo la idea instalada, no vivo en una fantasía.
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    No sé qué tan buena consejera soy al apartarlo de lo que otras personas le dirían que es lo que le da un sentido a todo lo malo que atravesamos, tal vez todo lo que tenía para amar se quedó en el pasado y me arrastré tanto en todo lo desagradable que vino después, sin el consuelo de ese sentimiento que amortigua los golpes. Si es en base a esto que impongo mis miedos en el muchacho, reconozco que está mal. Creo haber nacido con una mala estrella particular, pero no trato de colocarla sobre la cabeza de otros. Necesitaré de algo a lo que aferrarse para conservar parte de su bondad cuando los tiempos se vuelvan más violentos, más crueles con su propio espíritu. —Si esperas y eres precavido, encontrarás a alguien que hará que sientas que llegaste a un destino después de tanto andar—. No tengo esperanzas para mí, pero sí para él. Si no muero tan pronto como estimo, anhelaría poder ver que en medio de este paisaje bañado en sangre en el cual todos participamos como bestias, también los muggles y los magos, él sí encontró algo bueno y no se perdió a sí mismo.

    ¿Y cómo lograr esto si no me hace caso? ¿Si insiste en mantenerse con el escuadrón? Dudo de que tanto pueda ser firme un espíritu a las crueldades, si es quien debe cometerlas. Se volverá un farsante después, como lo soy yo. Tendrá sus minutos de paz cuando vea a un muchacho débil, a quien cobijar, en tanto se servirá de una misma carne joven de alguien por quien no sentirá culpa. —Eso es lo importante, que nunca te olvides quien eres. Que haya un lugar en ti donde sigas conservando quién eres, no importa lo que hagas…— murmuro, con una caricia rápida a su mejilla y mi mirada vagando por este invernadero que también es un refugio para mi consciencia. Contra una de las macetas cercanas están un par de novelas apiladas, una de estas tiene una tapa engañosa, dentro se esconde una historia prohibida por haber sido escrito por una muggle. Paso mis dedos por esa tapa, sabiendo lo que está escrito en sus páginas y me da una punzada de añoranza hacia aquella chica que se escondía entre plantas a leer. ¿Dónde ha quedado? Lo rodeo con mis brazos tal vez de una forma inesperada para él, pero soy quien lo necesita. Me abrazo a él porque nadie me abrazó a mí cuando estaba parándome al borde del abismo para saltar. —Eres bueno, siempre serás bueno. Encontrarás quien pueda mirarte con esa certeza en los ojos, y puede ser una chica que pueda ver más allá de todo, mientras tanto lo hará tu madre— murmuro, sosteniéndome a él.
    Anonymous
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    Tengo 22, me quedan como cinco vidas por vivir, pero ya caminé muchísimo desde que tuve que dejar mi casa en la montaña. Ví cosas con las que otros chicos de mi edad nomás sueñan, tuve aventuras buenísimas y espero tenerlas otra vez... solo que por gusto y no por obligación como era antes. Así que sí, ya recorrí un largo trecho por lo que espero que esa persona llegue rápido, o al menos alguien que me lleve a mi destino final ¿No? Porque tampoco hace falta quedarse para toda la vida con la primera persona que encontrás - O al menos a un puerto antes de seguir navegando - respondo con una sonrisa de oreja a oreja.

    Asiento una vez más porque nunca voy a dejar de ser quien soy, no importa lo que me toque hacer. Ahora tenemos un trabajo y si ese trabajo nos hace hacer cosas difíciles no quiere decir que automáticamente seamos malos por eso... Es lo que nos tocó y ¿Cómo van a juzgarnos por eso? Cualquier persona en nuestro lugar lo haría, porque hay que ser un poquito egoísta a veces para salir adelante y después se compensa diciendo "Buenos días" y "Permiso" para que nadie se ofenda - Si ese Magnar te escucha intentando ablandarme te da una patada en el traste antes de que salgas en la primera misión - comento en mi idioma con una sonrisa mientras la abrazo bien fuerte.

    - Hey, hey, hey, que me importa tres cominos que alguien me vea con ojitos amorosos si tú no estás - me separo un poco de su abrazo para poder verla a la cara - Tú siempre vas a ser mi mamá y no importa lo que pase te voy a necesitar, así tenga 22 o 95 ¿Está bien?
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    No seguiré cuerda para cuando llegues a los noventa y cinco— murmuro, escondiendo mi rostro a un lado de su cuello en un abrazo que alargo todo lo que se pueda, porque fuera de la calidez de este invernadero están ciudades que nos esperan con miedo, pese a que nos dieron uniformes para pasearnos por sus calles en una promesa de seguridad. Seguimos siendo la amenaza, esa etiqueta no se quita de los ojos que se posan sobre nosotros, sobre esa ropa que nos identifica y marca como el escuadrón licántropo.

    Si le prometo que algún día encontrara una mirada que no lo juzgue, es porque por años no la vi puesta en mí, entonces llegó con un brillo único en su semblante, rebosando de una inocencia que me empeñé en cuidar con torpeza, porque no sé cómo se hacen esas cosas. Me miró como la madre que nunca seré para nadie, creyó que merecía algo de amor, cuando una vez alguien me convenció de que no era así. Sus palabras crueles todavía palpitan en mis oídos cuando trato de recordar qué se sentía al amar a alguien. Mi esperanza está puesta en que nunca se cruce con una persona así, sino con alguien que a su amor responda con amor, y Santi es el único que puede lograr que pensamientos así me embargue, una vez que se vaya, que me quede sola en esta casa, volverá mi resentimiento amigo y recordaré cada una de las razones por las que mi sangre se envenenó.

    ¿Qué es eso de estar murmurando en español?— lo reprendo en broma en un susurro que queda capturado entre su cabello. —Tengo otra novela para prestarte, para que sigas practicando el idioma—, no lo hago en verdad por eso, sino para obligar a alguien a que también lea las historias que me han acompañado toda la vida. Me muevo para buscar otro libro de tapas falsas, se la tiendo. —Se trata de un muchacho que no tenía nada y se vuelve millonario. Hacía grandes fiestas, tenía muchos amigos y compra la casa desde la que puede ver como una luz la casa de la chica que una vez amó. ¿Sabes que era lo que más me gustaba de él? Que giró el mundo a su voluntad para tener lo que deseaba— y no sirvió de nada. Hay una sonrisa nostálgica en mi rostro para acompañar el relato. Puede devolver la novela luego con la excusa de que no le encontró el sentido o le aburrió, pero si lee siquiera la primera línea, no tiene desperdicio. —Algún día, si ya no estoy… debes buscarme en los libros que te presto— decirlo me acerca como pocas veces a la chica que fui, alguna vez. —Estaré allí, tengas noventa o ciento diez años— es la promesa más honesta que le puedo hacer.
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