The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Rose, sé que te dije que prefería una mujer madura que supiera qué hacer con una niña…— susurro lo más cerca que puedo del oído de la auror, salvando la distancia entre las butacas donde nos sentamos para poder observar la sala, esa mar de solteras desesperadas en el que tendría que zambullirme, pero tengo mis reparos en hacerlo. No quiero que se me tilde como un hombre con demasiadas exigencias y me den el sermón de que así acabaré solo y cascarrabias, esta vez creo que mis razones para mantener la distancia con las mujeres de la sala son válidas. —Pero, ¿tan maduras? Estas mujeres más que criar hijos, están para criar nietos…— me quejo, la más joven de las presentes estará acercándose a los cincuenta.

Si acepté salir con alguien es porque entre los consejos que me han dado Rose y Jack, lo de buscar una figura materna se escuchaba como algo que Hanna podría necesitar a la larga y no podía postergarlo hasta que yo mismo me encontrara en el umbral de los cincuenta. No puedo pedirle ni a mi cuñada, ni a las otras mujeres Weynart que ejerzan ese papel. Estoy asumiendo que tengo que hacerme cargo de mi propia rama de la familia, hasta ahora conformada por una única niña, pero si le presento a cualquiera de estas mujeres, en vez de acercarle una figura de madre, sería una figura de abuela. No es una mala idea, si lo pienso dos veces. Pero estas abuelas me están mirando de una manera en que me hacen remover incómodo en mi asiento y no quiero para Hanna la situación perturbadora en que una abuela postiza haga insinuaciones a su padre.

La mujer que asumo que es la organizadora de este evento de citas a ciegas, por lo cercano a la fecha de San Valentín y montado en un crucero amarrado al puerto, se para en medio de la sala y hace sonar los brazaletes de sus muñecas arrugadas cuando choca las palmas para llamar la atención de todos los convocados. Todas las participantes femeninas se van acomodando en una mesa identificada con un número, se va pasando lista de los hombres que se apuntaron para que formen una fila y finjo ser más sordo que el más viejo de esto para no ir cuando dicen en voz alta mi nombre acompañado de mi apellido. —No me obligarás a ir, ¿verdad?— me giro bruscamente hacia Rose para apelar a su bondad. —No lo harás, ¿no?—. Mi pánico es real, necesito unos minutos para reunir coraje y que me recarguen la copa con algo más fuerte. Arrojo las gotas que quedan al fondo de mi garganta en un único trago que no produce ningún impacto, lo dejo en la barra para que lo rellenen. —Annie debe estar riéndose desde algún lugar con todo lo que me ha pasado. Y si tengo que casarme con la mismísima Morgana de mil años, no está aquí para salvarme…— suspiro. No hablo de mi prima con nadie, todavía siento un nudo en la garganta cuando la evoco, pero algo en la presencia de Rose que fue su amiga me la recuerda tanto.
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Rose S. Harkness
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Pongo mi mejor cara de inocente palomita cuando Colin parece estar empezando a entrar en pánico, aunque la sonrisa de disculpas delata mi nerviosismo al no haber leído muy bien las bases y condiciones de este encuentro de solteros — Mira el lado positivo, muchas de estas mujeres deben tener un montón de experiencia. ¿No querías nuevos horizontes a la hora de ir a la cama? — que tampoco estoy muy segura de que eso le parezca siquiera atractivo, pero ya qué. Estamos aquí y ya tengo un vaso de alcohol en la mano, no voy a irme ahora así, sin siquiera poder burlarme de él y sus encantos con las señoras. Estoy revolviendo mi trago con su sorbete para que el color rosado se mezcle con el naranja cuando todo parece comenzar de una vez, pero no me contengo más y me da la risa estúpida que tengo que reprimir con el dorso de una mano — Oh, vamos, Col. No tienes que salir con ellas si no quieres, solo háblales y deja que miren a alguien sin problemas de próstata por al menos cinco minutos. ¿No debe ser lindo que al menos una vez alguien te cuente cosas, más allá de sus visitas en el geriátrico?

Y ya, no me aguanto. La risa se me apaga sobre el sorbete cuando menciona a Annie y, por mucho que me siga doliendo pensar en ella, soy capaz de sonreír de una manera no forzada frente a un recuerdo tan vívido como el día de su muerte — ¿Ya andas pensando en matrimonio? Eso fue rápido — atrapo un hielo al vuelo dentro del vaso y lo meto entre mis dientes, lo que me entretiene unos segundos hasta que logro masticarlo de costado — Esto te pasa por no querer escucharme cuando quise que salieras con alguna de mis amigas. Ahora las tengo casadas, embarazadas, ocupadas con sus tareas profesionales… — de mil maneras, imposibles de conectar con un chico que ahora tiene una hija de la cual hacerse cargo. ¿Qué tienen los hombres que conozco con esto de tener hijas perdidas por ahí? Ay, Jack, cada día me convenzo más de que elegí bien.

Con un sorbo largo, vacío gran parte de mi vaso y lo apunto con el sorbete — Vamos, ve a hablar con Gladys — le insisto, haciendo un gestito poco disimulado hacia la mujer que aguarda en uno de los extremos — ¿Cuándo fue siquiera la última vez que saliste con alguien? Y sé honesto, no me vengas con charlas de internet o un encuentro casual en el trabajo. ¿Acaso no crees que necesitamos un poco de atención de vez en cuando? — que es así, todos buscamos aprobación y deseo, solo lo disimulamos frente al resto del mundo en mayor o menor medida.
Rose S. Harkness
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Invitado
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Calla, Rose— interrumpo a la auror al taparme los ojos con las manos en un acto desesperado. —No me hagas pensar en los horizontes de estas mujeres— pido con un gemido de angustia, pero es tarde. —¡Maldición, Rose! ¡Ya lo imaginé!—. No hay manera de que ahora me saque esa imagen mental tan perturbadora, de nada sirve que me cubra los ojos, porque mi imaginación hizo estragos a mi cordura y necesito algo más fuerte que un vaso que rebose de vodka, la botella entera para bajármela estaría bien así puedo limpiar mi mente de pensamientos que no quería invocar. Me froto los párpados antes de bajar mis manos, devolviéndole a la mujer una mirada cargada de reproche. —¿Y por qué haría del ideal romántico de estas señoras por un día?— pregunto, no veo en qué me beneficiará que un par de ancianas me manoseen la mano o quien sabe qué otras cosas, esas mesas tienen manteles y ninguna de las que está aquí apuesto a que viene a encontrar al amor de su vida. Porque ya la vivieron. Están aquí por sexo. Estas ochentonas sólo están aquí por sexo, lo sé.

Y eso choca bastante con mis intenciones serias en esto, salvando lo extraño de que tenga intenciones cuando hace unos meses lo que tenía era un plan elaborado y minucioso con mi prima de cómo evitar el compromiso a toda costa. De todas maneras, mencionar la posibilidad de un matrimonio es pasar de gris a negro. No creo que llegue a tanto, tan pronto como lo apunta Rose. No soy del tipo de persona que salta a la nada con los ojos cerrados, pienso tres veces antes de dar un paso si estoy parado en un risco. Y me vanaglorio de no ser tan estúpido como para estar parado siquiera en un risco. —¿Por qué perdería el tiempo?— hago una broma de su comentario, — ¿Qué sentido tendría casarme para cuando Hanna tenga veinte años?—. Para cuando mi hija tenga la edad en que convivir conmigo le sea insoportable a su necesaria independencia, podré volver a tener un control sobre mi tiempo y no sé si entonces querría dárselo a alguien más. —Todavía no es tarde para que me presentes alguna de tus amigas. Las casadas no, porque la bigamia todavía no es legal. Pero con las solteras embarazadas podemos llegar a un acuerdo de dos por uno— hablo como si lo estuviera considerando en serio, cuando no es así. Suspiro al aclararme. —No estoy pensando en casarme, pero no me quejaría si puedo salir con alguien que dentro de un año o dos pueda darle a Hanna todas las respuestas que solo las chicas saben… y pienso que es un poco triste tener que pedirle el favor a mi hermana—, a quien apenas veo por sus horarios de trabajo y los míos.

Si acepté algo como esto era para al menos tener la chance de evaluar varias opciones antes de elegir una, lo que no me esperaba era que tan rápido optara por descartar a todas. Será cierto que acabaré como el tío soltero que juega con los diez hijos de Riorden, al menos tengo una hija que me pagará el asilo. Lo único que espero es que no se me ocurra pagarme un crucero como este, porque creo que ni siquiera con ochenta años estaría dispuesto a ir a hablar con Gladys. —¡Tiene un bastón, Rose! ¡Y está doblada sobre el bastón!— ¿por qué me lanza hacia alguien que podría golpearme con un bastón si no soy su tipo de chico? Tengo mis ojos en pánico puestos en la mujer, que contesto a su pregunta sin mirarla. —Esta mañana— la respuesta es inmediata, —llevé a Hanna a la escuela—. Cuando vuelvo mi rostro hacia la castaña mi cara no dice nada, es un papel limpio de cualquier expresión, porque su profunda reflexión sobre lo que son las necesidades de las personas no hace más que deslizarse de mí y al retirar una pelusa imaginaria de la rodilla de mi pantalón es casi como si hiciera a un lado su comentario. —Si tengo que hacer una lista de las necesidades por las que buscaría una compañía, atención no la encabeza. Atención es lo último que quiero, porque me gusta que me dejen tranquilo— le explico. Pienso dos veces antes de decir lo que tengo en mente. —Si tengo que elegir a alguien sería pensando en qué me aporta, y puesto que no soy alguien con exigencias, sería más bien qué aporta a mi familia. A los Weynart. Y si estoy aquí es finalmente por mi familia, por Hanna, qué le aportaría a ella— esa es mi lógica en esto, por algo me había separado de la mamá de Hanna en primer lugar, ¿no? Porque no encajaba con sus ideas dentro de mi familia.
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Le miro como si quisiera ser demasiado obvia, sin serlo, sobre lo que tiene para llamarle la atención a estas señoras. ¿Juventud, quizá? ¿Un cuerpo que aguante más de un minuto entre las sábanas y no necesite de ninguna pastilla? — Si tú así lo quieres… — bien, quizá sea momento de ponerme un poco seria para que este chico no sufra de ningún colapso nervioso y terminemos con un acv que no venga de la mano de ninguno de los ancianitos — Mira, el matrimonio es una cosa difícil, pero vale la pena. Si crees que Hanna necesita de una figura materna, busca alguien con quien salir. Pero no hagas algo así sin desearlo de veras… — ¿Estoy siendo muy romántica empedernida o también puedo decirle que creo que siempre hay un roto para un desconocido? Le doy un golpecito divertido en el brazo, chasqueando la lengua a pesar de la sonrisa que soy incapaz de borrar — No, están fuera de tu alcance — bromeo, que ya perdió su oportunidad — Solo debes saber que no puedes forzar el enamorarte y, antes de que digas algo, algún día te va a pasar — y sí, ya tuvo que salir la cursi interior que llevo para todos lados — Hasta que eso suceda, siempre puedes divertirte y yo puedo ser quien le dé los consejos de chicas a Hannita.

Me llevo una mano falsamente escandalizada al pecho cuando empieza a lloriquear sobre el bastón, abriendo mi boca en forma de oh — ¡Dios nos libre de que le gusten los fetiches con bastones! — exclamo y, como no, me gano una mirada nada disimulada y bastante curiosa por parte de unos viejitos que pasan por nuestro lado. Pero sí, me obligo a prestarle atención a lo que me está contando porque supongo que seguir bromeando a su costa no es una opción. No entiendo cómo conecta lo que dije sobre la atención con ello, pero me acabo fijando en lo importante — Colin… — me armo de paciencia y tiro los cubitos de hielo que me quedan por la borda, así golpeo el vaso contra el borde para que caigan las últimas gotas — Estoy segura de que a Hanna no le importa si sales con alguien o no, al menos por ahora. ¿No deben conocerse aún mejor todavía? ¿Por qué no usas este tiempo para aprovechar a tu hija y ya luego te concentrarás en las mujeres? Tienes todo para conseguir una buena chica, solo date tiempo. Y sino siempre puedes probar con hombres.
Rose S. Harkness
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Invitado
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No es que esté tomando la edad de las participantes de este evento de citas a ciegas como excusa para no intentarlo, en serio que no daré esperanzas a ninguna mujer que podría sufrir de un infarto por culpa de una decepción, respeto sus corazones sensibles a esta edad. Por palabras ajenas también sé que sería algo brusco de improvisar un rechazo, mejor ahorrarnos a todos el mal rato, a mi casamentera incluida. Me rasco la nuca con cierta incomodidad, pese a toda la buena predisposición de Rose y que acepté esto, estoy en el sitio equivocado y no es por el sitio en sí, sino porque ella por su propia cuenta está sacando a la luz pensamientos que ya conozco. —Estaba enamorado de la mamá de Hanna— aclaro, por eso me enojó tanto que ella fuera capaz de hacer una elección que ambos sabíamos que nos impediría continuar. — Y después de ella también— trato de pensar, rebuscar algún nombre en mi memoria para echárselo sobre el mostrador como evidencia, pero no creo que sea lo que viene al caso. —De todas maneras, no basaría mi decisión de casarme en algo así— meneo mi cabeza, hay otras cosas más importantes que hacen que estar con la otra persona sea llevadero, ¿y esa es la idea, no? Si vas a estar en una relación indefinida con alguien, debería ser con quien se tenga la mayor cantidad de cosas en común posibles y cuyas familias encajen también. Cuando se ofrece a ser quien educará a Hanna en temas de niñas, tengo que aceptar que me vean como un caso perdido. —Sí, supongo que al final de todo, Hanna acabará con un tribunal de mujeres consejeras…—  y podrán compensar que no haya en exclusividad alguien que tome la responsabilidad.

Ni siquiera le he preguntado sobre esto, porque sé lo que dirá y la cara que me pondrá, con sus ojitos rasgados. Su elfo es la compañía que aceptó en la casa. No pensaba preguntárselo, tampoco. Sigo creyendo que puedo tomar mis decisiones, por desesperadas que sean, sin necesidad de ponerlo a consideración de ella, porque lo que me faltaría es que mi hija de diez años me dijera que hacer y con quien. Tengo que darle la razón a Rose con un largo suspiro. —Somos un extraño par como familia, estamos conociéndonos, pero cuando nos comparas con otras familias… no parecemos una. Cuando salimos y digo que es mi hija, me miran dos veces. No encajamos en lo que conozco como una familia y supongo que estoy buscando algo que nos haga parecer más… parecida a una. Es como que está faltando algo, ¿no? ¿Algo que complete el cuadro?— muevo mi barbilla de un lado al otro, tal vez estoy juzgando en base a un ideal que si me pongo a mirar en detalle a mi alrededor, no siempre se cumple. Pero es como alguien nos dijo alguna vez que debía ser, a mí me gusta lo convencional, no… forzar lo extraño que es esto. —No, no necesito probar para saber que no me gustan los hombres. No te preocupes, este no es un raro caso de estar buscando en el sexo equivocado— le muestro la sonrisa que me ha sacado mi comentario, —en serio, no soy un tipo con exigencias. Tengo gustos muy básicos— me encojo de hombros, porque siendo así seré quien vuelva solo a la casa y estas ochentonas tendrán una noche más movida. —¿Cómo fue con Jack?— pregunto de curioso, —¿tuviste la certeza de que era él o alguna mañana te despertaste diciendo «demonios, la cagué, ¿despertaré con este hombre el resto de mi vida?».
Anonymous
Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Mi expresión le dice claramente que estoy hablando de un nuevo amor, pero le doy el beneficio de poder dar una aclaración sin ponerme en quisquillosa al respecto. Sé que para muchos hombres es más complicado el hablar de sus emociones, a veces no comprendo ese primitivo motivo — ¿Y en qué vas a basarte? Al fin y al cabo, casarte es algo que haces porque amas a esa otra persona y decides construir una vida en unión con ella — hay otros casos, claro, de esos que incluyen tratos de dinero o apellido que no vienen al caso porque sería irnos por las ramas. Aquí lo importante es que él parece no decidirse y, por lo visto, no soy la única que ha decidido tomar el manto de la tía simpática con consejos útiles para la vida diaria — Necesitarás de un tribunal cuando empiece a llegarte con novios… — bromeo, moviendo mis cejas como si fuese una picardía infantil.

Me abrazo al vaso ya vacío en lo que tomo sus palabras, las cuales me resultan un poco anticuadas para los tiempos que corren. Pero tampoco puedo juzgarlo, al fin y al cabo es cómo se siente y absolutamente nadie nos puede decir cómo debemos reaccionar frente a los problemas que se presentan, uno tras otro, en una vida cargada de posibilidades. Me olvido un poco de dónde nos encontramos y pongo mi mano libre en su hombro para darle un amistoso apretón —  Sabes que no todas las familias se adaptan al cuadro tradicional, ¿verdad? — intento mantenerme dulce, le dedico la clase de sonrisas que le pertenecen a Rory cuando me viene con sus cuentos sobre los peces que le cuentan secretos en la playa — ¿Realmente importan las opiniones de los demás, siempre y cuando tú y Hanna sean felices? — porque sino, la verdad no sé qué hacemos aquí, fuera de que es obvio que no se va a acostar ni casar con ninguna de estas viejecitas.

Con básico… ¿A qué te refieres exactamente? — reírme de él se me va rápido, podría hacer muchos chistes que no llegan porque no esperaba que la conversación gire hacia mí. No hace falta que lo piense mucho porque tengo en claro cómo han sido las cosas, pero aún así me demoro en responder porque pongo en orden mis pensamientos antes de abrir la boca — Solo era un amigo del trabajo con quien solía competir y tomar cerveza. Cuando empezamos a acostarnos, simplemente sucedió. Un día simplemente supe que era la persona con la cual quería pasar el resto de mi vida — por cursi que suene, que ya estoy grande como para avergonzarme por sentimentalismos. Se me pinta una sonrisa pícara y le guiño un ojo — No le digas a Jack, pero yo sé que estaba loco por mí desde antes que le diera una oportunidad. Algún día te pasará — le doy una última palmadita y lo suelto, me volteo buscando con obviedad un sitio donde recargar mi vaso — Conocerás a alguien y quizá no lo sepas de inmediato, pero llegará el día en el cual te despiertes y digas “mierda, que suerte que tengo de querer pasar mi vida con esta persona”. Tarde o temprano, nos chocamos con eso. ¿Dónde crees que tengan más…? — para que me entienda, le sacudo el vaso en la cara. Al menos, si vamos a estar aquí hay que divertirse.
Rose S. Harkness
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Invitado
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Te casas porque es la persona con la que te ves construyendo una vida, sí. Pero amarla no es la condición que lo determina todo— comparto con ella lo que son mis pensamientos, en nuestro trato me ha demostrado que es una romántica de la vida, no creo que nada de lo que pueda decirle vaya a hacerle mella, me escuchará como el escéptico que soy y algo podremos sacar de puntos de vistas tan dispares. —No te casas con todas las personas que amas en la vida— exagero un poco para que entienda mi punto, luego me centro en el caso más claro de mi vida para que lo entienda, —a veces amas a alguien y no, esa no es la persona con la que puedas construir algo, es lo que pasó con Xing…— digo, refiriéndome a la mamá de Hanna. Tengo la madurez como para darme cuenta que las relaciones se construyendo con ambas partes cediendo una parte de si, desde lo que es su espacio personal, hasta ciertas opiniones, pero no tendría que ser como un sacrificio de uno mismo, no tendría que haber tanto por ceder.

Si hubiera sabido que estaba esperando a Hanna, no creo que eso hubiera significado que volviéramos a estar juntos. Habría estado para mi hija desde un principio, tal vez con la influencia de mi familia hubiera conseguido la custodia, ¿y entonces qué? Tenía poco más de veinte años entonces, Riorden probablemente se hubiera hecho cargo de gran parte de la responsabilidad de su crianza, porque ha demostrado que es quien mejor saber ejercer ese papel en nuestra familia. Ser una Weynart desde su nacimiento mantendría a raya lo que se pudiera decir de su origen, como también sucede ahora, pero no nos salva de las miradas indiscretas y los rumores por lo bajo. —Rose, me haces sentir mal por lo que voy a decirte, pero…— tengo un deja vú de este momento, el sentimiento es diferente, siento culpa por lo que voy a decir. —Mi hija y yo no somos parecidos físicamente, no estoy hablando de una diferencia en tono de cabello u ojos, que sí es el mismo—  me explico, —una familia ensamblada por hijos de ambas partes no llama la atención en un cafetería, sí lo hace un hombre moreno que trae a una niña con rasgos asiáticos, somos una fotografía particular…— suspiro, tengo que darle la razón en lo que he sabido siempre, que la opinión de otros no debería importarme, en todo caso es a Hanna a quien debería preguntarle si eso le importa. Por eso cierro la boca, que siempre ha sido mi mejor respuesta a todo, porque tiene la última palabra al decir, tan romántica como se puede ser, que lo único que importa es que seamos felices.

Mi mirada hacia ella no dice nada, dejo que «básico» se defina por sí mismo en mi silencio, y sin embargo, lo interrumpo para apuntar un par de cuestiones más que aclaran lo básico. —Si nos movemos en los mismos ambientes, si tenemos puntos para coincidir, no tengo un tipo físico o un carácter en particular que pueda decir que sean el molde de un ideal—. Podría ser cualquier persona, salvo algunas de las mujeres de este crucero, porque exceden por mucho el rango de edad en el que me muevo. Nada personal. Lo confirmo con su relato de cómo acabó con el hombre que es su marido, esas cosas sólo pasan. No sé si de la manera tan poética que tiene de describirlo. —No hay un molde entonces— reafirmo, girándome en mi banqueta para buscar al encargado de la barra con la mirada y cuando lo veo distraído flirteando con una de las viejas, chasqueo mis dedos rompiendo su momento para que nos preste atención. —No tengo un molde, es cierto. Pero suelo preguntarme si ya me he cruzado con esa persona, choque con ella como dices, y no era el momento, entonces cada quien siguió su camino. Peor que tener un molde y descartar opciones en base a eso, creo que es haber conocido a alguien y no poder volver hacia atrás para buscarla.
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Por la mirada que le lanzo, creo que estoy siendo muy obvia con que no ha entendido a lo que me estaba refiriendo — Las particularidades son siempre atractivas. Familias tradicionales las hay en todos lados — sé que eso no es lo que le molesta, pero es el mínimo consuelo que puedo darle ahora mismo. No comprendo la obsesión de algunas personas por temer lo que pueden decir los demás, mucho menos cuando se trata de algo tan personal y querido como la familia. ¿No somos felices a nuestra manera? ¿No nos sentimos completos con las cosas pequeñas que no sabíamos que nos hacía falta? Porque yo he perdido todo, a mis padres, a mi hermano, a las personas en las cuales confié y temí por mucho tiempo los rumores ajenos, como para desperdiciar un segundo más en ello.

Lo hace sonar mucho más sencillo de lo que en verdad es, porque si no tuviese tantos reproches no le costaría tanto encontrar una pareja. Le respondo nomas con un movimiento divertido de mi ceja y una sonrisita, me dura dos segundos porque pronto está reclamando la atención del barman y me estiro sobre la barra para ver si me mira a mí; no voy a presumir, pero creo que soy mínimamente más atractiva que la señora de dientes obviamente postizos a la cual está atendiendo — No tienes que ser tan ansioso. Si ya te la cruzaste y está destinado a funcionar, volverán a chocarse. ¿Quieres que te haga una lista de mis amigas y te organice una cita a ciegas? Quizá eso funciona mucho mejor que esto — me siento un poco decepcionada cuando el cantinero me pasa un vaso nuevo sin echarme siquiera un vistazo y me acomodo en mi sitio con un puchero obvio, girando en dirección a mi compañero — Lo importante es no buscar absolutamente nada. Las mejores cosas siempre se dan de manera espontánea e inesperada. ¿Por qué tan impaciente?

El trago está demasiado fuerte, lo suficiente como para que se me frunza la cara y me eche un poco hacia atrás. Eso no me detiene de darle un nuevo sorbo — Cuando conocí a Jack, estaba saliendo con otra persona y jamás pensé que iba a siquiera gustarme. La vida funciona de maneras extrañas. He pasado años tratando de juntar a Lara Scott y Hans Powell y nunca se encontraban, ni siquiera siendo los padrinos de mi hijo. Y ahí andan, con su propio bebé y una casa nueva. ¿Ves lo que te digo? Cosas inesperadas. Y tú sin querer darle una oportunidad a Gladys… — bromeo y le doy una palmadita en la espalda, aunque no suelto el vaso que vuelvo a llevarme a la boca — Solo deja de ser tan jodido y déjate llevar por una vez en la vida, que pensando se te van los minutos y vendrán las canas.
Rose S. Harkness
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Invitado
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El ligero consuelo que me ofrece Rose me viene bien para que no siga haciendo de esto una bola más grande que no puedo sostener, que agota todas mis fuerzas, con la que me hundo solo yo, porque es posible que para mi hija no sea tan grave, después de perder a su madre, soy la única familia real que le queda. Sin importar las apariencias o los comentarios que puedan surgir a nuestro paso, lo somos. Podemos pensarlo así, de la manera en que lo hace Rose, me está carcomiendo una ansiedad por cosas en las que antes no pensaba, demasiado ocupado en otras y quizá es a las que debo volver. Mi tiempo en la casa limitarlo a conocer a mi hija, cerrarlo en ella, que tampoco se exceda como para pensar en estupideces que no me llevan a ningún lado. Reacomodar el peso en la balanza de alguna manera, entre quien soy y lo hago y estos imprevistos que me hacen replantearme lo primero.  

Suelo pensar en las personas del pasado, como personas que se han quedado en ese tiempo. Si las echo de menos y quiero buscarlas, debería viajar a ese entonces. Si con cualquiera de esas personas me encontrara ahora, no sería a quien busco, sino alguien diferente…— murmuro, necesitando que mi vaso sea recargado con algo fuerte que haga pasar el ardor en mi garganta y me ataje de seguir diciendo a lo que no puedo poner un nombre en voz alta, ni siquiera lo hago para mí a solas. Porque si no lo hago, a la larga será olvidado, sigo confiando en que será olvidado. Echo una ojeada triste a las parejas de ancianos que están platicando a viva voz, podemos declarar este día como un fracaso y a punto estoy de decirle a Rose que no busquemos un segundo, que podemos tomar esto como una señal para desistir, cuando me resigno con un suspiro. —Puedes hacerlo— acepto, que es lo mínimo que puedo hacer por ella y sus ánimos de casamentera después de este fiasco y encima un barman que la ignora por preferir la vista que le ofrecen un par de mujeres que le triplican la edad, gente con gustos particulares.

Toda mi cara es una mueca por el ejemplo que me da y no sigo los rumores del ministerio como para tener una opinión que dar, lo que me alarma es que lo describa así como es, algo que se dio de nada y tomó una forma más grande de lo que se esperaba. Hanna llegó para poner de cabeza todo mi mundo conocido, haciendo que readapte mi horario y cada hábito para tenerla conmigo, que por un momento tengo miedo, un auténtico pavor, de seguir andando por este rumbo para caer en un escenario al que no pertenezco y sentirme tan frustrado de tener que ser alguien sobre quién penden expectativas, sólo para sentir que… nada de lo que hago es suficiente para saciar el ansía de cumplir con lo que se espera de mí. Maldición, no puedo sacarme eso de la cabeza por lo real que es, la voz de la mujer se repite una y otra vez. —No quiero cosas inesperadas, quiero tranquilidad al final del día. Sólo tranquilidad…— murmuro, mi frente encontrándose con la barra al inclinarme hacia delante. —Nada de canas, ni Gladys. Tranquilidad.
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Tengo que contenerme, con todas mis fuerzas, para no poner los ojos en blanco porque no comprendo por qué se anda enroscando tanto con pensamientos que deberían ser mucho más sencillos; menos mal que tengo una copa en la mano, sino ya lo estaría acusando de dramático — Momento… ¿Me estás dando luz verde para que te organice una cita? — a pesar de que me carcome la sospecha, pronto me veo como si alguien me hubiese dicho que se ha adelantado la Navidad — Oh, no vas a arrepentirte. Encontraré la persona ideal para ti, a ver si te dan una alegría que no te deje ninguna dentadura falsa marcada en algún sitio de la piel — por si las dudas, hago que se me escuche bien clarito, lo suficiente como para que el barman me mire sin mucho interés. ¡Bah, para qué me gasto! En casa tengo quien me recuerda todos los días lo bien que puedo llegar a estar.

Tranquilidad, repito esa palabra en mi mente y me pregunto cómo alguien tan joven cree que puede obtenerla tan fácil, cuando tiene una vida nueva dependiendo de él. No quiero ser una amarga así que no se lo digo, solo empujo mi copa ya vacía y me acomodo de costado para verle mejor. Se ve cansado, eso no lo voy a negar y doy por sentado que este sitio es el último lugar dónde debería estar con esos ánimos. Me atrevo a tomar su mano y le doy un suave apretoncito en los nudillos. Annie sabría mejor cómo ponerlo de buen humor, en momentos así me doy cuenta de lo útil que era su lengua afilada — De acuerdo, nada de canas, Gladys o bastones por hoy. ¿Quieres ir al cine? Hay una película nueva que no puedo ir a ver porque no es para Rory y Jack ha estado muy ocupado como para hacerme de niñero, aunque hoy puede ser la excepción a la regla — al menos, conseguí que ambos se queden en casa por al menos unas horas y espero que no la incendien. Sin que me dé una respuesta, salto de la banqueta y me arreglo un poco la blusa — Ya tendremos tiempo para conseguir a la mujer de tu vida. Por ahora, solo buscaremos tranquilidad — lejos del olor a viejo o los problemas que no se pueden solucionar. Quizá, venir aquí no ha sido una pérdida de tiempo al cien por ciento.
Rose S. Harkness
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