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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    Sigrid M. Helmuth
    Años atrás...

    ¿Me estoy dejando llevar? Quizás sea así, que sea ese el motivo por el que tengo el valor de hacer lo que estoy por hacer, porque si tuviera que elegirlo por cuenta propia creo que tomaría la decisión contraria. Pero tengo que pensar en mis hijos, en lo que será mejor para ellos de aquí a unos años futuros, cuando tengan el peso del mundo sobre ellos y entonces habré tomado la decisión correcta, porque tendrán lo que les haga falta para salir adelante pese a los obstáculos que el gobierno les está poniendo cada día como ciudadanos de un país donde poco importan las opiniones de sus habitantes. Y a pesar de que hoy lo digo como si hubiera sido mi idea por todo este tiempo, no ha sido una decisión fácil. Tengo conmigo todas las contraposiciones de atreverme a dar el paso, que incluyen a mis hijos sin ser capaces de ver a su padre, de que yo tampoco pueda hacerlo.

    Aun estoy pensando como será la mejor forma de decírselo a él, porque no solo significa que Jenna y Brian no podrán ver al hombre que les dio la vida, sino que también significa que Dressler tampoco podrá hacerlo. ¿No es eso egoísta? ¿Cómo he podido hacer las maletas, sin ni siquiera consultárselo? La respuesta está clara: porque él no está aquí, no pasa todos los días con sus hijos de la misma forma que puedo hacerlo yo, no ve que sus oportunidades son mejores allá fuera que quedándonos aquí. El capitolio, suena a palabra muy grande, estoy segura de que también lo es, y ya casi estoy visualizando cual será su reacción. Tengo que recordarme cada minuto que pasa que lo estoy haciendo por ellos, que merece la pena separarlos de un padre que ya de por sí está ausente, porque si notan la diferencia, será mínima, tan poca que llegará un momento en el que no lo echarán de menos, no de la forma que lo llegaré a hacer yo, incluso cuando las visitas han sido tan escasas en los últimos meses que se me hace raro pensar en él como alguien tan importante.

    Pero no esta vez, se supone que en esta ocasión sus cartas decían que vendría. Confío en esas palabras, confío que vendrá porque si no lo hace, nos marcharemos y entonces sí que no tendrá la oportunidad de despedirse. Puede que se me corte un tanto la respiración cuando lo tengo delante de mí, tentada a correr hacia sus brazos, pero no lo hago, mantengo la distancia, que ni siquiera es comparable con la que hemos estado durante años. — Tenemos que hablar. — es lo único que sale por mi boca, mis ojos no se atreven a enfrentar a los suyos todavía. Tomo aire, segura de que a partir de ahora, no hay nada que pueda hacer para asegurar que nada vaya a cambiar, porque todo lo que conocemos lo hará en cuestión de segundos. — Voy a llevarme a los niños. — digo, si mi voz titubea es algo que oculto cuando me digno a elevar la mirada, porque tengo que estar segura de esto, de que estoy haciendo lo correcto.
    Sigrid M. Helmuth
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    Han sido unos meses complicados para mí. Tuve que mudarme del sitio en dónde estaba porque los idiotas de mis vecinos no saben ser discretos y atrajeron a un escuadrón de aurores directo a nuestro edificio. Luego quedé atrapado en medio de una protesta por lo que tuve que esconderme en las minas por casi dos días ¡Dos días sin comer! Casi muero allí adentro, no de forma literal porque sé que el cuerpo está preparado para más que eso, pero de todas formas me lo pasé horrible y la posibilidad de no ser capaz de salir nunca me mantuvo despierto toda la noche. Pero la peor parte fue haberme perdido una visita a la que prometí asistir. Hace ya demasiado que no veo a Jen y Brian... Desde el nacimiento de éste último, más precisamente, así que seguramente la mayor estará un poco enojada por mi descuido. No fue mi culpa pero... En realidad sí lo fue. Debería dejar de arriesgarme tanto por los negocios, llevar una vida tranquila y visitarlos como corresponde.

    Pero al menos hoy la tortura se termina pues ha llegado el día de verlos a los tres, o al menos eso creo hasta que el rostro de Sigrid me advierte que algo anda mal y sus palabras no hacen más que dejarme con el cuerpo duro como una piedra, incapaz de moverme mientras miles de pensamientos sin sentido cruzan por mi cabeza a la vez que intento comprender el por qué de sus acciones. Pasan algunos segundos hasta que logro mover mi cabeza ligeramente hacia el costado, con la esperanza de ver a la niña y al bebé escondidos detrás de su madre. Quiero verlos, ahora mismo.

    - No puedes hacer eso - respondo y se me escapa una risa nerviosa, tiene que ser una especie de broma - Si ésto es porque me perdí la última visita ¡Estaba atrapado en una jodida mina, Sigrid! - me quejo y mi voz va pasando de la incredulidad al enojo puro. Comprendo lo que dice... Va a llevarse a mis hijos allá donde yo no pueda verlos, el Capitolio, el único sitio al que no me atrevería a entrar porque significaría mi muerte - ¿Qué demonios, Helmuth? Están bien aquí, sabes que no puedo visitarlos allá... ¡Jen va a odiarme y Brian ni siquiera va a conocerme! - porque la más grande al menos tuvo una figura paterna ¿Quiere quitarle eso al bebé? - ¿De dónde salió ésta idea? Estábamos... Bien.
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    Sigrid M. Helmuth
    No me esperaba otra cosa, pierde la compostura según mis palabras atraviesan el aire como un cuchillo que se clava en su corazón. Puedo entenderlo, juro que puedo hacerlo, incluso cuando ahora mismo parece que soy una despiadada a la que le han robado el alma. — Puedo hacerlo, y lo haré. Es lo mejor para ellos, no pueden seguir viviendo así. — no pueden seguir viviendo con la idea de un padre que se aparece cuando se le place, no cuando se le place… ahí quizás he sido un poco insensible, cuando puede, pero precisamente por eso no lo digo y en su lugar me dejo llevar por lo que dice a continuación. — ¿T-te quedaste atrapado en una mina? — es obvio que me preocupa, que vaya a tomar a mis hijos y alejarlos de él no me vuelve una desinteresada con su persona, todo lo contrario, es por eso que pregunto. Son razones como esta por las que los niños estarían mejor si nos alejáramos, ¿podría vivir teniendo que decirles que su padre ha muerto sepultado en una mina?

    No es porque te perdiste la última visita, ¡es precisamente por eso! Tienes que entenderlo, Dressler, no pueden depender de un padre al que ni siquiera pueden reconocer como tal, que aparece un mes sí y al siguiente no, es… demasiado para ellos. — sí, estoy pensando por el pequeño Brian que aun es lo suficientemente pequeño como para tener un infancia normal, sin que tenga que esperar si su padre va a llegar a la puerta el quinto día del mes todos los malditos meses, como una cuenta atrás tortuosa. — Jenna no te odiará, lo comprenderá, ¡ya lo comprende! ¡pero no puede seguir creciendo así! ¿Qué ocurrirá cuando le pregunten por su padre? ¿y si se equivoca y termina diciendo lo que haces? — que huye, que vive escapando de una ley que lo persigue desde que empezó esta tiranía. Eso nos pondría una diana en la espalda, si no es en la cabeza, y pueden ponérmela a mí si quieren, pero no a mis hijos.

    Obvio que se pone a la defensiva, tengo que ahorrarme el suspiro cuando paso mis manos por la frente hasta tirar de mi cabello hacia atrás. No me es sorpresa que pregunte de quién fue la idea, de seguro ya se está haciendo imaginaciones de que la cabeza pensante de todo esto es mi hermano, y razón no le falta, porque nunca le ha caído bien y esto no va a ser más que otra razón para ello. — Ha sido mía. — miento, a sabiendas de que preferiría ponerle más motivos de odio a mi hermano que a mí misma, incluso cuando la idea fue suya.
    Sigrid M. Helmuth
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    ¡¿Viviendo así cómo?! Ella tiene un trabajo estable y el distrito 2 es de los mejores posicionados ¿Qué más puede querer para ellos? El Royal está a disposición de ambos y si quieren pasear por el Capitolio lo único que tienen que hacer es tomar un tren ¡Por el amor de Dios! No me creo lo que dice, parece una jodida broma y no veo más justificación que el que quiera alejarlos de mí. Encima finge preocuparse por mí, lo cual hace que solo apriete los dientes y le dedique la peor mirada que tengo... Que no venga a fingir interés cuando me está arrancando la vida misma sin anestesia - Eso había sido más sencillo ¿No? Les dirías que morí y no más problemas - escupo con todo el veneno que tengo, que se va formando a una velocidad alarmante así que no espere que sea lo último que voy a decirle.

    Junto las palmas y las llevo a mi boca buscando una respuesta pero no la tengo porque de verdad no lo comprendo ¿Qué ha pasado entonces para que tome ésta decisión? Al menos que me diga que Jenna se ha inventado un amigo imaginario llamado Dressy y que alejarla de mí es una especie de terapia para que salga adelante. Pero claro que no pasa eso, la pequeña es una niña inteligente y comprendió desde el primer momento mi situación. Quiero gritar pero no sé qué, y más cuando usa un argumento completamente válido... Tengo que otorgarle ese punto porque si a alguno de los tres se les escapa con la personas equivocadas que los visito, sería la ruina para todos.

    -No puedes hacerme ésto, Sigrid, vivo por ustedes - y es cierto porque ¿Por qué más iba a vivir sino? Cada día que me levanto entre la mugre lo hago con una sonrisa porque falta un día menos para visitarlos, cuando no tengo nada más que hacer que mirar el techo me pongo a planear la entrada al distrito, buscando superar la sorpresa anterior para así compensar la falta de recuerdos que tienen mis hijos conmigo con unos pocos que de verdad valgan la pena.

    Me acerco a ella tomándola de los brazos buscando la mentira en sus ojos porque me niego a creer que ha salido de su mente. No puede ser. Vivimos felices por años, separados pero felices... La amo y ella me ama ¿Por qué iba a romper con eso de ésta forma? Entiendo que la paciencia de las personas se agota pero ¿A éste punto? Supongo que he estado sobrevalorando el cariño que nos teníamos, y hablo en pasado porque no hay forma de que yo lo siga teniendo luego de ésto - Tu sola, tu familia no tuvo nada que ver - afirmo aunque mi intención inicial es preguntarlo - Hace pocos meses que tuvimos un hijo juntos y de repente tienes ganas de alejarte ¿Acaso no te alcanzan mis visitas? ¿Es eso? ¡PORQUE PUEDES ACOSTARTE CON QUIEN SE TE DE LA GANA, SIGRID! ¡PERO NO ME SAQUES A MIS HIJOS!
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    Sigrid M. Helmuth
    Me trago las palabras junto con la saliva amarga que se forma en mi boca porque sí, no quiero reconocerlo en voz alta, pero sería muchísimo más fácil decirle a mis hijos que su padre ha muerto a tener que llenarles de esperanzas sobre un hombre que, visto lo visto, podría no aparecer cualquier día de estos. ¿Y entonces qué? Habrán vivido toda su vida dependientes de una relación que ni siquiera les aporta un beneficio, porque su padre está ausente y él no puede siquiera reconocerlo. No quiero ser yo la que tenga que decirles a mis hijos que llegará un día en el que su padre no podrá verles, porque él es tan consciente como yo de que la seguridad aumenta por momentos, ¡vivimos en el maldito distrito dos! Aquí es precisamente donde se entrenan autores, y llegará el momento en el que no podrá esquivar sus defensas. Me ha costado tiempo asumirlo y aceptarlo, pero me han sobrado las visitas inexistentes de los últimos meses para darme cuenta de que así no podemos seguir.

    Creo que se me está pegando parte de su furia en los ojos, a pesar de que me prometí mantener la calma, al menos, por los hijos que compartimos juntos. No obstante, es cuando me toma del brazo que siento la necesidad de despegarme, si no lo hago es porque estoy demasiado concentrada en responder. — ¿Acaso importa quién haya tenido que ver? La decisión está tomada, nos vamos mañana, puedes decidir despedirte de tus hijos o continuar actuando de esta manera. — de acuerdo, eso sonó demasiado severo, por no decir cruel, de manera que trato de excusar mis palabras con lo siguiente: — ¡Son tus hijos! ¿Es que no quieres lo que es mejor para ellos? ¡Es su vida, Dressler, no la tuya! No puedes exigirme esperarte cada mes, cuando tú mismo sabes que podría no haber una próxima vez, ¿quieres que viva así? ¿quieres que ellos sufran así, por un padre que podría no aparecer? ¡Es cruel! — muchísimo más que de decirles que no está capacitado para verles por las leyes que así se imponen. — Los pondrás en peligro, si seguimos así, con... esto. — nuestro estilo de vida, un padre que huye de la sociedad y que los condenaría a ellos si lo atraparan. ¿Qué más explicación se puede dar que esa? Por sobre todas las cosas, quiero la seguridad de mis hijos.

    Pero no es esa la razón por la que me suelto de su agarre, son sus palabras lanzadas con tanto veneno que mi mirada refleja ese mismo sentimiento sobre él, tentada a soltarle un golpe en respuesta a esa insinuación, pese a que tengo el suficiente autocontrol como para no hacerlo. — No me vuelvas a decir algo así, te lo prohíbo. — solo porque puedo, me separo unos centímetros con la rabia fijada en mis pupilas. — Tú deberías ser el primero en entenderlo, por como vives, que las cosas están cambiando, y cambiarán todavía más con los años, pero tú solo estás pensando en ti mismo. ¿Crees que no sé lo que te estoy haciendo al llevarlos al Capitolio? Pero yo sí pienso en ellos antes que en cualquier otra cosa, está claro que el poco tiempo que pasas con ellos no te ha hecho darte cuenta de eso. — escupo, sin pensar en lo que estoy diciendo ni en que le acabo de revelar donde nos mudaremos, a pesar de que probablemente ya habrá tenido una idea.
    Sigrid M. Helmuth
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    Claro que importa porque en el mejor de los casos ella está siendo manipulada, está tomando esta decisión contra su voluntad y solo me bastaría una señal de su parte para pegar la vuelta y volver con un plan armado para que todos juntos salgamos del problema. Al menos así sabría que lo que tenemos es real, que algún día podremos funcionar como familia y que todo lo que siento no es por alguien que ya no se lo merece. Pero no es así... La idea es suya, puedo verlo en su rostro, así que de éste amor ya no queda nada, de ésta familia ya no queda nada y ahora solo me queda ponerme a pensar en formas para estar al tanto de la vida de los pequeños pues estoy seguro de que para la perra éste es un punto final.

    - No, no quieras hacerme creer que yo soy el irracional aquí - advierto con un dedo en alto - Y por supuesto que quiero lo mejor para ellos ¡Pero pueden tenerlo aquí! Encontraré la forma de hacerlo más seguro, hasta ahora no me han atrapado y han pasado años, Sigrid ¡Años! - soy cuidadoso porque sé que no es solo mi vida la que pende de un hilo - Así que los harás vivir sin un padre... - algo me dice que les terminará diciendo que morí, solo espero que respete mi deseo y les diga que fue peleando por ellos - Nunca los puse en peligro, nunca los pondría... Y ahora me estás condenando a una vida de mierda porque sé que lo mejor es que se mantengan lejos de mí ¡Lo sé! - ¿Cómo seguir adelante sin esperanza? - No puedo decirles adiós, voy a hacer algo estúpido.- como secuestrarlos o aprovechar los segundos para dejarles en claro que la mala en todo ésto es su madre.

    Levanto mis manos y las llevo a mi cabeza cuando se aleja, haciendo fuerza para no seguir lanzando todo lo que le quiero decir. Al Capitolio... ¿Cómo se supone que me voy a colar al Capitolio para verlos siquiera una vez al año? ¡Es imposible! Los está llevando allá a dónde yo no puedo ir - De todas las opciones eliges la separación definitiva - porque bien podría irse al cuatro y así me acercaría por el agua por las noches o al 6 en dónde podría entrar metido en las cargas para los talleres... Pero no - Quizás no puedo pasar tiempo con ellos, no me estás dando tiempo de pasar nada con Brian - comienzo con voz más baja, rota - Pero puedes ir y preguntarle a Jen si alguna vez sintió que su papá no la quería... Va a decir que no porque sabe que es todo... Cada vez que la veo me encargo de decirle cuánto la amo, cuánto lucharé por ella y ahora me estás arrebatando la posibilidad de hacer todo eso - porque para traerla de vuelta necesitaría hacer un golpe más grande, uno que no podría hacer solo y requeriría años y años de estudio para que tuviera éxito - Los estaré vigilando y no pienses que ésta será la última vez que los veré, encontraré la forma, Sigrid. Siempre encuentro la forma.
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    Sigrid M. Helmuth
    Tengo que asegurarme de que me llega suficiente aire a los pulmones en un suspiro amplio que además busca calmar mis nervios, porque si sigo por este camino terminaremos mucho peor de lo que ya había imaginado que haríamos. Los dos sabemos que no tengo ningún problema en mostrar mi opinión, no al menos con quién sé que no supone un riesgo para la seguridad de mis hijos. Claro que su comportamiento no me da a entender que no lo sea, es por eso que me cruzo de brazos con severidad, dedicándole una mirada que denota el mismo sentimiento. — Aquí, dónde cada día ingresan más magos y brujas a la academia de aurores para formarse como tal, donde tú bien sabes que es más fácil de que atrapen a un muggle. — ¿es que no lo ve? Que aunque tenga todo el cuidado del mundo, aunque crea no equivocarse, cada día está más cerca de no ver un siguiente amanecer. — Prefiero hacerlos vivir sin un padre que creyendo que su seguridad en este país está comprometida. — por cruel que suene, son las cosas de las que mi familia me ha hecho darme cuenta en los últimos meses, porque sé que ellos conocen del estilo de vida de Dressler, a pesar de que nadie lo ha puesto en boca delante de mí. Después de todo, sigo siendo la menor de tres hermanos, hay mucha información que desconozco saben sobre mi vida, aunque no sea comentado en mi presencia.

    Si sabes que lo mejor es mantenerlos lejos, entonces no hagas nada estúpido, ¿de verdad vale la pena que lo hagas? Te lo estoy diciendo, estarán bien, sabrán de ti, cuando sea el momento, conocerán de su padre, no puedo hacerte desaparecer de sus vidas tampoco, aunque sea de forma imaginaria, sigues siendo su padre. — no sé si lo que digo va con intención de calmar las aguas o de decir la verdad, porque dentro de lo que cabe Jenna tiene una idea de quién es su padre, el problema es que no puedo dejar que esa imagen se prolongue por demasiado tiempo, no deja de ser una niña. Mientras que Brian, por otro lado… tiene la oportunidad de crecer sin estos inconvenientes. ¿Es egoísta por mi parte el querer librarlo de ese dolor? Creo, y espero honestamente no equivocarme, que no.

    Bufo sin cortarme un pelo del gesto, descruzando uno de mis brazos para pellizcarme el espacio entre las cejas en lo que niego con la cabeza brevemente. No pasa mucho tiempo de eso que vuelvo a mirarle, a punto de escupir las palabras. — ¿Y qué hay de su vida? Está muy bien todo eso, Dressler, de veras, ella sabe cuánto la quieres, ¿y de qué le sirve eso si no vas a poder estar en los mejores momentos de su vida? No estarás para cuando se gradúe del colegio, o para cuando tenga su primer novio, ni siquiera para celebrar todos sus cumpleaños. Lo mismo con Brian, ¿es esa la vida que quieres darles? ¿Contar los días hasta que puedan ver a su padre como si se tratara del día de visita en una cárcel? — tengo que girar la barbilla hacia otra dirección, segura de que mi voz tiembla, porque eso sonó demasiado cruel y real como para que no me afecte a mí también. — Te estoy pidiendo que los dejes ir, por su bien, hasta que el mundo donde vivan sea diferente, por favor. — es casi un ruego, porque sé que es capaz de hacer tonterías, estupideces con tal de verles, y aunque ahora parezca que no lo hago, en verdad sí me preocupo por su seguridad también.
    Sigrid M. Helmuth
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    No sé por qué hago una mueca cuando me llama muggle. La verdad es que no sé si en realidad lo soy, quizás soy un squib y mis padres biológicos andan por ahí agitando la varita en algún distrito alto. En realidad no me importa saberlo porque a los ojos del gobierno soy la misma porquería... Un... Un momento. Quizás si... Es una terrible idea - Quizás si me entrego me compre alguien que esté lo suficientemente cerca de ustedes - murmuro. Quiero creer que perder mi libertad valdría la pena, pero me han llegado historias sobre cómo son algunos amos que no son para nada agradables. La otra opción sería que la mismísima Sigrid me comprara pero ¿Qué clase de familia disfuncional tendríamos si soy el esclavo de mis hijos? Pero dejando de lado esa terrible idea, he sobrevivido todos éstos años sin que aurores experimentados me atrapen entonces ¿Cómo van a hacerlo un montón de niños sin experiencia que quieren jugar a ser héroes? La magia no lo es todo, la estrategia sí, y por suerte les saco ventaja en eso.

    Aprieto fuerte la mandíbula porque lo que dice tiene sentido... para ellos. Quizás estoy siendo un poco egoísta o quizás solo estoy dejando que se meta en mi mente como no quería que hiciera. Si van a saber de mí pero ¿Eso dónde me deja? ¿Qué voy a hacer sin ellos? No puedo sentarme a esperar a que pasen los años para que sea seguro volver a verlos - Un día se pelearán contigo, pasará algo que haga que corran lejos de tí - porque son cosas que pasan en las familias - Me dirás que te ayude a buscarlos pero no podré hacerlo porque ellos mismos me odiarán por no haber luchado por ellos en ese momento - es un futuro posible - No importa lo que les digas, quedaré como el imbécil que no luchó lo suficiente y será terriblemente injusto porque ésta pelea simplemente no puedo pelearla, es imposible - si hay algún otro padre en Neopanem que ha luchado más que yo por favor que venga ahora mismo.

    Un nuevo ataque llega y yo ya simplemente no puedo con tanto. Es una prisión en la que me encuentro. Vivo en un sitio sucio en donde no puedo confiar en nadie. Estoy alejado de mis seres queridos y, si bien no hay barrotes, la soledad es la misma. Es exactamente como una prisión solo que las visitas no son programadas y son más peligrosas que cualquier momento en la celda - Bien - termino diciendo mientras me acerco con pasos lentos hasta quedar frente a ella, solo a un palmo de distancia - Quiero que me mires cuando te diga ésto - pido con voz amable, buscando sus ojos con los míos - Luché hasta el último momento, ellos son lo más importante que tengo en el mundo - comienzo - Te amé con locura, eras la mujer con la que habría querido despertar cada mañana pero ya no es así... Porque estás haciendo ésto porque es lo más fácil para tí, así te aseguras de que jamás perderás tu lugar en la alta sociedad - trago saliva y doy un paso hacia atrás - Estás arrancándome la vida y ahora te irás como si nada con ella en tu mano, así que espero que pienses en eso en los años que vienen.
    Anonymous
    Sigrid M. Helmuth
    ¿Me haría una mala persona el admitir que es una idea que se me ha pasado por la cabeza? Obvio que no ha durado entre mis pensamientos lo suficiente como para darle una forma exacta, pero tampoco voy a negar que ha habido noches donde, por muy frívolo que sea el sentimiento, se me ha ocurrido que quizás lo mejor para nosotros es que se entregue. Claro que no es algo que termine de asumir, tal y como él lo propone en voz alta, más los dos sabemos que a estas alturas, nos va a perjudicar del mismo modo. ¿Qué sería de su libertad, de todas formas? Hay una gran diferencia entre sobrevivir por la libertad y servir por ella, entre esas dos opciones, le conozco lo suficiente como para saber que prefiere la primera opción. No me veo capaz responder al comentario precisamente por eso, no puedo pedirle que abandone su libertad, cuando ya le estoy pidiendo que lo haga con sus hijos, a pesar de que es cierto que algunas cosas pesan más que otras.

    Para todos hay peleas que no podemos luchar. — digo simplemente, porque el que diga que mis hijos van a alejarse de mí es suficiente como para hacerme apretar la mandíbula por más tiempo del que debería. — ¿Correr de mí, de su madre? Puede que no lo tengan todo en la vida, que les falte un padre, que pregunten por él, y yo no tendré problema en contarles quién les dio la vida que tienen, pero no ahora, cuando saberlo les perjudica más que los beneficia. — no quiero tener que ocultarles información a mis hijos, no tendría motivos tampoco de ser lo suficientemente maduros como para comprender la situación. — No vuelvas a decir que mis hijos se alejarán de mí, porque mientras yo estuve ahí, tú estuviste lejos. Y no te lo estoy echando en cara, no es algo que hayas podido cambiar, pero así como no has podido cambiar eso, que no has podido ver crecer a tu hija como te hubiera gustado, por lo menos dale la oportunidad de ser alguien más, dásela a tu hijo. Déjalos ir, porque saber de ti a la larga solo les hará más daño. — saber que existe, pero que la ley no le permite estar con ellos.

    Tomo aire por la nariz cuando se acerca, preparada para un nuevo sermón por su parte, que por mucho que lamente no hará que cambie de opinión. No es eso lo que viene, sino otras palabras que me golpean en el pecho con una fuerza penetrante. — ¿Mi lugar en la alta sociedad? ¿Cuál es ese lugar exactamente? ¿El mismo desde dónde te he esperado siempre, quieres decir? Sin importarme lo que piense mi familia sobre ti, sin importar lo que el resto piense de nosotros, porque no te confundas, no eres ajeno a esto aunque vivas fuera. — bien, puede que los vecinos no sean conscientes de cual es su rostro, pero eso no lo hace invisible a los ojos de mis hermanos. ¿Y qué es lo que recibo yo a cambio? ¿Esto? Soy yo la que esta vez da un paso al frente, atendiendo a su mirada con mis ojos sin una pizca de temor. — Nunca me importó nada de eso, porque mientras estuviéramos juntos solo me hacía falta eso para recordarme que todo estaría bien. Pero tengo hijos ahora, hijos a los que cuidar, a los que no pondré en peligro cuando las cosas se salgan de control. Porque lo harán, Dressler, el tiempo para esconderse se ha terminado. — él mejor que nadie debería de saberlo. — No me disculparé por querer lo mejor para ellos.
    Sigrid M. Helmuth
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    Se me escapa un bufido que sigo con una sonrisa sarcástica. Claro que se pelearán, es un momento inevitable entre los adolescentes y sus padres. El equilibrio está cuando pelean con uno y el otro mimbro de la pareja intenta compensar la balanza así que ¿Qué pasará cuando solo esté ella? A no ser que forme otra pareja, cosa que probablemente hará y mis hijos terminen llamando padre a alguien más. No. Eso no podría tolerarlo y me duele como una puñalada de fuego en el pecho de solo pensarlo - No voy a seguir intentando que te pongas en mis zapatos, Ziggy, ya veo que no puedes hacerlo - respondo rendido. Esta batalla tampoco puedo ganarla.

    - Hubo una época en la que era un profesor respetable, con estudios y una familia digna... Tu familia no tenía razones para rechazarme hasta que apareció una ley. Soy poco signo por una ley - comento con voz tranquila pues es algo con lo que hice las paces hace tiempo. Acepté lo ridículo de la realidad como un mal chiste de la vida y simplemente me puse los guantes para pelear, a sabiendas de que no tiene ni pies ni cabeza. Es lo que hay pero ahora ya no voy a conformarme, Sigrid puede estar segura de que cuando se presente el momento, voy a estar ahí peleando con quien haga falta.

    - Te rindes con nuestra familia, lo entiendo, no lo comparto y te odiaré hasta el fin mis días por esto - mi voz ya no suena cargada de enojo como antes, más bien de frialdad lo cual espero que le duela más - Pero no me iré así sin más, no desapareceré... Porque quizás las fronteras físicas estén marcadas pero hay otras formas de llegar a ellos - puedo hacer eso, puedo seguirlos por las publicaciones en internet ¿No? - No sabrán que soy yo, no te preocupes, que sé que también tienen ciberseguridad. Pero estaré allí presente y ello sabrán que yo estaba... Y no podrás tener control sobre eso, Sigrid, recuérdalo - puede que tenga que esperar años pero contactaré a Jen y Brian - Adios.
    Anonymous
    Sigrid M. Helmuth
    Creo que tenemos definiciones distintas de lo que es ponerse en los zapatos del otro, cuando llevo toda la vida sin criticar sus métodos para aparecerse en mi casa precisamente por ese motivo, porque sé lo difícil que es para él moverse entre magos, con cada día que pasa esa tarea se vuelve todavía más complicada. ¿Es que es eso algo que él no entiende? ¿Prefiere arriesgar la vida de sus hijos para mantener su discurso intacto? No quiero que llegue el día en que lo atrapen, si estoy haciendo esto no es solo por Jenna, por Brian, sino porque tampoco quiero que ande detrás de una familia que, con el tiempo, se volverá más inalcanzable. Sus hijos se harán mayores, comprenderán lo que es la ley y quiénes son los que se salen de ella, por mucho que yo los eduque hay una fuerza social que puede llegar a pesar más que eso. Yo misma soy un ejemplo de ello, aunque sea del lado opuesto.

    No eres… — comienzo, más me callo porque no hay mucho que pueda decirle que indique lo contrario a sus palabras. En mis ojos no es poco digno, nunca lo ha sido y no importa lo que promulguen los Niniadis sobre su sangre, pero hay cosas, como él bien conoce, contra las que yo no puedo luchar, no al menos de una forma que pueda ganar. Mi familia es una de ellas. Por eso me limito a mantener silencio, dado que ella es una de las razones, sino la principal, por la que estamos metidos en este embrollo.

    Me duele que me hable de odio, cuando es él mismo quién se queja del odio que esta sociedad está criando con cada generación. — Llámalo como quieras, yo estoy haciendo esto por mis hijos, ¿quieres odiarme? Adelante, mientras lo hagas ellos estarán a salvo, y eso es lo único que me importa. — nunca podrá comprenderlo desde mis ojos, porque él es padre, pero no sabe lo que se siente al ser madre, él no ha tenido que cargar con sus hijos durante meses, verlos crecer de ti. Tenemos sentimientos diferentes, a pesar de que él se niegue a creer lo contrario. Me hubiera gustado que esto fuera distinto, habernos podido despedir de otra manera, pero las circunstancias son otras. Puede que me arrepienta de haberle dejado marchar, pero nunca lo haré por haber querido proteger a mis hijos del mal que guarda el mundo.
    Sigrid M. Helmuth
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