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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    No recuerdo haber estado tan callado en mucho tiempo. Cuando salimos a la calle y me sujeto a sus dedos para aparecernos en el muelle de la isla, tengo la sensación de que mi cerebro se ha quedado atrás, en el consultorio en el cual los latidos de una pelusa microscópica se hicieron escuchar para dar el grito al mundo de que es real, de que no podemos fingir que nada de esto ha pasado y que nuestras vidas ahora están ligadas de un modo que ninguno de los dos pudo haber planificado. Al menos, gracias a los cálculos del sanador podemos confirmar la fecha aproximada de concepción, lo cual me hace maldecir internamente al curry y me juro que no volveré a probar nada de eso sin asegurarme una caja de condones en el bolsillo. Para cuando entramos a mi vestíbulo, me desarmo en un suspiro largo y me paso las manos por el rostro, sin saber cómo girarme hacia ella para enfrentarnos con la soledad de una casa que ahora nos envuelve como futuros padres de algo existente, cuyas imágenes ella lleva en sus manos en un sobre blanco.

    Ha sido una mañana larga, pero con la excusa de ir al médico pude salir después del almuerzo y así encontrarnos en la puerta de la clínica en la cual pude conseguir un turno tras algunas llamadas de urgencia realizadas a primera hora. Pero siento que han pasado horas, me vendría bien aunque sea un café y, cuando dejo caer las manos y chequeo el reloj que decora la habitación, me recuerdo que Meerah estará pronta a llegar del colegio. No sé qué será más extraño de explicar, si el decirle que va a tener un hermanito o que Lara se quedará con nosotros unos días a causa de ello. Tengo la cabeza embotada con demasiadas incógnitas que solucionar, como si tuviese diez minutos y no menos de ocho meses para poner todo en orden. ¿Cómo vamos a hacer? ¿Lo tendrá en su casa, se mudará aquí, iremos juntos a las consultas, tendremos régimen de visitas, tendré que comprar dos cunas? Quizá un café es muy light. ¿Qué tal un café irlandés…?

    ¿Tienes hambre? — me volteo hacia ella con un tono de voz algo más alto de lo normal en evidencia a mis intentos de tomar las cosas con naturalidad, aunque creo que ya debo estar completamente despeinado y tengo la sensación de que me late un ojo — ¡Poppy! — como a la primera no me presta atención, repito el llamado una vez más y la elfina aparece con un “¡plop!” justo a mi lado, haciendo que me sobresalte — ¿Puedes preparar una merienda y llevarla a la sala? Meerah no tardará en llegar, así que ya sabes… incluye chocolates — muevo un poco la mano para indicarle que no tengo nada más que pedir y cuando desaparece, doy los pasos necesarios para pasar por la puerta corrediza ya abierta que deja en evidencia que ha sido día de limpieza, porque todo se encuentra demasiado ordenado y no hay rastros de mi copa de vino de ayer por la noche. Mi primer amago es encender la televisión, pero muevo un poco el control remoto entre mis dedos y se lo tiendo a Lara por si ella quiere ver algo, porque no tengo estómago para soportar noticias sobre el mundo real ahora mismo — ¿Crees que Meerah se lo tome a bien? — se me escapa, ya sin poder contenerme y hasta camino hacia la ventana que da al jardín delantero, tratando de verla al asomarme por la cortina, aunque solo veo las hojas cálidas del otoño cayendo a pocos metros — Quiero decir… es un bebé de verdad — lo suelto como si quisiera dar el punto de que ella se sorprenderá por eso y no como si en realidad estuviera tratando de meterme la idea de que somos tres y no dos personas en esta habitación.
    Hans M. Powell
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    Invitado
    Invitado
    Tengo mis ojos puestos en las fotografías que sujeto con los dedos, que confío en su agarre para desaparecernos y dura un pestañeo en el que dejo de ver esas imágenes para desplazarnos del hospital al muelle, que al recomponerme del sacudón en mi estómago que me provoca este modo de trasladarnos, sigo con la mirada fija en eso que no puedo creer que está ahí y que está en mí, y que es tan real que alguien le pudo hacer una captura. Solo veo un manchón negro borroso, ¡pero está ahí! ¡Lo sabemos! Gritando desde un país imaginario oscuro, como una cosa minúscula exigiendo atención, reafirmando su derecho de existencia. La precisión de las pruebas medimágicas en estos tiempos no dejan lugar a dudas, que salimos con fechas marcadas a rojo en el calendario, imágenes como prueba irrefutable y esos latidos que siguen haciendo eco en mis oídos. Oh, por Morgana. Cubro mis labios con mis dedos entreabiertos en una expresión pensativa inmutable, me mantengo a su espalda en todo momento, caminando a ciegas por su casa que todavía no conozco y si no me choco con los muebles al entrar es por poco.

    Cuando alzo mi mirada hacia él al escuchar su pregunta me siento tan desorientada como lo demuestro, que tengo que hacer un esfuerzo mental para recordar si almorcé hoy. Para recordar lo que sea que hice el día de hoy, porque siento que he anulado todos mis pensamientos racionales desde que me desperté, actuando como una autómata en el trabajo y saliendo a la hora fijada para la consulta con el sanador. —No lo sé— contesto con vaguedad, no estoy segura de que lo que sea que escuche en mi estómago de ahora en más serán señales de hambre o ecos del sonido del bebé en mi vientre. Un nuevo interrogante se abre en mi vida, gracias. La aparición de la elfina me posiciona en tiempo presente y lugar, y tengo que recordarme que aquí las cosas son un poco diferente a como se hacen en mi casa. Todo es diferente, meneo la cabeza cuando me ofrece el control de la televisión, estoy procesando esto como para distraerme con una película cualquiera. Tal vez debería volver a mi casa para respirar hondo, buscar un par de cosas, gritar al vacío, armar un bolso con lo indispensable, entrar en pánico en mi baño, dar una vuelta por el taller, serenarme, y Meerah va a llegar pronto, no puedo irme sin mostrarle la fotografía que nos dio el sanador. ¡Tenemos tantas cosas de las que hablar ahora que es confirmado que habrá un bebé! Y necesitaremos los chocolates.

    Pestañeo dos veces, enfoco mi mirada en el rostro indescifrable de Hans, no entiendo su pregunta hasta que me doy cuenta que estamos en un desfaje de conversación otra vez. —Sobre eso… se lo va a tomar bien, ella…— bueno, lo sabe. No llego a decirlo porque su estupefacción es reflejo de la mía, que camino hacia él por reacción y lo tomo de los hombros, me cuesta encontrar sus ojos con los míos y cuando lo hago, lo mantengo sujeto. —Respira, Hans. Respiremos juntos— lo hago yo para que me imite, froto sus hombros para liberarlo del estrés que puede llevarlo a un colapso, lo que sería irónico, porque de todas las cosas que padece día a día en su trabajo, ¿va a tener una crisis nerviosa por un «bebé de verdad»? Mejor prevenir que curar, Meerah aplico esta técnica conmigo y funcionó. No sé por qué mi mente me engaña al punto de olvidar que en realidad lo que hice fue tener una crisis en medio de la cafetería. —Vamos a tener un bebé— recito las líneas que me enseñó ella y memoricé por alguna razón. —Vas a tener un hijo, alguien además de Meerah que te llamará papá.
    Anonymous
    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Debo reconocer que, si mi vida había estado cargada de eventos durante los últimos meses, no había nada mejor para volver a la normalidad que el comienzo de clases en sí mismo; más aún cuando el inicio de año también significaba un nuevo curso. Luego de años de esperar por el cambio de corbata, no había estado del todo preparada para la cantidad de trabajo nuevo que nos darían. No podía decir que había madurado de la noche a la mañana, pero era lindo en cierta forma el sentirse más grande y con más responsabilidades. Responsabilidades que, por lo que había durado el tiempo de clase, me habían hecho olvidar por completo los sucesos del fin de semana.

    Tal vez es por eso que llego a casa con suma tranquilidad, abriendo la puerta con parsimonia y sonriéndole a Poppy cuando viene a recibirme, quien responde al saludo y extiende sus manos para que le entregue mi maleta y el pequeño bolso de viaje que he usado para ir a lo de mi tía el día anterior. Se ha vuelto una costumbre suya el aparecer ni bien cruzo el umbral de la mansión, generalmente haciendo desaparecer mis cosas hacia mi habitación, y luego preguntándome si quería algo de merendar. Esta vez no hace lo último, y pasa a informarme que mi padre ha pedido que lleve la merienda a la sala. ¿Debía suponer que quería hablar conmigo? No era común que estuviese a esta hora en casa, y generalmente solíamos compartir la cena o algún almuerzo ocasional en los días que yo salía temprano.

    Demoro en ir a la sala solo lo que me toma el quitarme los zapatos para cambiarlos por las pantuflas que suelo usar dentro de la casa, y cuando aparezco, me sorprendo al notar la presencia de Lara allí también. ¿Qué?... Oh… ¡Oh! Mis cejas salen disparadas hacia arriba, y trato de no pensar en cómo debo verme en esos momentos. Sabía que ayer habían estado juntos gracias a un pequeño incidente con Phoebe, pero las clases se habían encargado de distraerme lo suficiente como para llevar ese hecho al fondo de mi cerebro. - Hola. - Y hago un estúpido ademán con la mano a modo de saludo, sin saber cómo reaccionar del todo. Quiero ir a abrazar a Lara para preguntarle cómo ha estado, pero no sé si le ha dicho nada a Hans, y temo que esa muestra de afecto pueda delatar… bueno, no su embarazo precisamente, pero sí que algo está pasando. Hans es perspicaz, y no quisiera que sospechara nada solo por mis pésimas dotes actorales. - Uhmmm, Poppy me dijo algo de merendar pero… ¿quieren que los deje solos? - ¿Eso sonaba a mí? ¿Sería algo que normalmente diría? No… sí… No sé. La última vez que había estado en una habitación con los dos juntos había sido en el hospital, y de alguna forma, sentía que todo había cambiado desde entonces.
    M. Meerah Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Me gustaría decir que conozco a mi hija lo suficientemente bien como para saber cómo se va a tomar esta noticia, pero es una enorme incógnita. Lo único que tengo como referencia es aquella única ocasión del almuerzo y no me dio la idea de que quisiera tener hermanos, en especial porque ahora sí que me tiene completamente para ella y estamos acostumbrándonos a vivir el uno con el otro. ¿Cómo será ahora que habrá alguien más que capte mi atención? ¿Cómo se tomará el que tenga que pasar más tiempo con Lara que con ella, ahora que voy a tener que ayudar con sus cuidados? Dicho sea de paso, Scott decide que es momento de practicar yoga y, a pesar de que la miro con desgano cuando me obliga a hacerlo, no tardo en abrir mis ojos de manera tal que siento que se me van a salir del radio de la cara — ¡Ese es justamente el problema! — exclamo, pasando mis manos por su cintura sin atreverme a rozar la zona de su vientre — Puede que Meerah exista, pero esto no será lo mismo. Para empezar, yo no he estado ahí cuando… — pero no puedo seguir con mi ataque de pánico preparental, porque la susodicha hace acto de presencia en la sala y yo suelto a Lara para esconder las manos detrás de mi espalda con suma inocencia, incluso alzo el mentón y todo. Ni sé para qué me molesto en fingir, si estamos en mi casa y Meerah sabe que los bebés no se hacen por medio de ósmosis.

    No sé cómo tomarme la expresión de su rostro, así que trato de mostrarme lo más natural posible — Hey... ¿Cómo te fue en la escuela? — quizá demasiado suave considerando el escenario. Su sugerencia me descoloca un poco, hace que observe a Scott con una ceja arqueada y decido guardarme cualquier chiste sobre sus interrupciones para llevarme el dorso de la mano a la boca y carraspear — No, en lo absoluto. Quería hablar contigo — tengo el impulso de darle el empujón a Lara para que ella sea quien hable, pero hasta yo sé que eso no es adecuado. Quiero decir, es mi hija, yo debería ser el que tome las riendas de la situación — Meerah, yo… nosotros, bueno — inflo mis mejillas y lanzo el aire con mucha pesadez, doy unos pasos para avanzar hacia ella y me detengo a pocos metros, debatiéndome entre si sentarme o quedarme parado. Me conformo con cruzarme de brazos en una actitud defensiva que me dura dos segundos, porque me rasco la nuca — Tú sabes cómo funcionan estas cosas. Scott se quedará con nosotros unos días, hay algo que… ¿Qué dirías si te dijera que tendrás un nuevo modelo para tus diseños? Uno de tamaño pocket — uso mis manos para tratar de abarcar el tamaño de un bebé, pero no tengo idea de cómo sería así que las distancio y junto demasiado rápido hasta que doy con la medida que creo adecuada. Me obligo a sonreír, aunque estoy seguro de que es una mueca algo descolocada y nerviosa — Un mini Powell Scott a quien torturar — es mejor decirlo así que gritarle a los cuatro vientos que va a tener un hermano, porque las palabras exactas sonarían extrañas en mi boca. Hace solo algunos meses estaba solo, ahora resulta que esto es un enorme nido genético y mi casa se llenará de vida por debajo de los dieciocho años.
    Hans M. Powell
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    Invitado
    Invitado
    A su grito respondo con un tono de voz alto que busca imponerse. —¡Que respires, Hans! ¡Que respires!— resoplo. No hay caso, no hay ejercicio de respiración que sirva para serenarlo si está decidido entrar a la desesperación más honda, ¿y quién soy para juzgarlo? Me arrastraré con él a esa espiral en la que ambos acabaremos llorando, sí, sobre todo el curry derramado. La interrupción de Meerah en la sala nos salva de caer en ese estado lamentable, agradezco que haya llegado a tiempo, porque si nos daba cinco minutos no sé si nos hubiera encontrado tirados en el sillón comiendo los chocolates que eran para ella. Ella podrá llevar mejor que yo esta sesión de respiraciones para que su padre no entre en crisis, me alivia tanto que haya llegado, que no reparo en cómo se rompe el contacto con Hans al tenerla presente en la habitación. Es entretenido verlo resguardarse, improvisar un par de movimientos para hacer de este un ambiente adecuado para que hablemos entre los tres, por contrastante que sea a su anterior actitud nerviosa. Si me fijo bien, puedo identificar esos nervios aún presentes en sus gestos. Tal vez… tal vez debería decirle que Meerah lo sabe, busco la mirada de la chica a través de la sala, ubicándome a espalda de Hans.

    Entrelazo mis manos por delante, con el sobre blanco dando vueltas entre mis dedos, la prueba que Meerah también necesita para saber que está confirmado, lo que el sábado de todas maneras dimos por sentado. ¿Se podía tener dudas después del escándalo de los muffins? Eso, en serio, no lo provoca el estrés. Tuve picos de estrés antes, no son así. Muevo mis pies con pesadez por la sala, esperando a que Hans llegue a un punto entre sus ideas sueltas, busco donde interceder para ayudarlo, y al final, lo que hago es escucharlo hasta que acaba, en todo momento tratando de encontrarme con los ojos de Meerah. ¿Mentimos? ¿Dejamos que este sea el momento oficial de dar la noticia? Porque parece ser un momento especial para Hans y no quiero arruinárselo, es decir, es su momento como padre para anunciar que habrá otro hijo. Si con Meerah nos ponemos de acuerdo, podemos mantener este secreto por años, nadie tiene por qué saberlo. Le dejaremos a Hans que este sea su momento feliz. Pero… se siente mal, porque le he robado el momento.

    Scott Powell— lo corrijo, saliendo de detrás de su espalda para quedar en medio de él y su hija, casi formando un triángulo entre los tres en el que podemos mirarnos de frente. Poso mi mirada en Meerah por dos segundos, como si estuviera a punto de reafirmar con palabras más claras que habrá un bebé en la casa. —Me quedaré unos días con ustedes, tu padre lo sugirió y yo acepté… si te parece bien…— digo en cambio, y me volteo lentamente hacia Hans, no me muestro arrepentida de nada. —Meerah lo sabe, fue la primera en enterarse… ese sábado en el que quedamos de desayunar juntas…—. Y a él se lo dije, le dije que me había enterado el día anterior, que haya supuesto que fue después de mi encuentro de Meerah es un error comprensible de cálculos. Regreso mi mirada a la chica y le paso el sobre que nos regaló el sanador. —Toma, la primera foto de tu futuro modelo de diseños tamaño pocket. ¿Te acuerdas que querías que tu papá posara? No lo necesitarás más, tendrás a alguien más mono…— la sonrisa se me va saliendo de los labios, tirando de ellos en una curva ancha.
    Anonymous
    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Mi ceja se levanta de manera automática ante la pregunta casual de Hans, y no sé quien de los dos quiere sonar más normal que el otro, o quién falla más en el intento. - ¿Bien? - Y sé que suena más a pregunta que a respuesta, pero el punto estaba. -¿Ustedes…?- Desvío la mirada hacia sus espaldas, tratando de pedirle ayuda a Lara al imaginar por dónde va la conversación, pero solo encontrándome con su porte nervioso y su vista distraída en las pantomimas de Hans. Perfecto. Al menos deja de darle tantas vueltas al asunto y logra, con algo de dificultad, por fin revelar la gran noticia… que yo ya sé. - Diría… Diría que deberías haberme dejado llegar antes de decirme esto. - ¿Debería decirle que ya lo sé? No quiero tirar a Lara a los lobos de esa manera, pero tal vez… y considerando que Hans parecía haber tomado tan bien la noticia…

    Gano algo de tiempo al rodear su figura para dejarme caer en uno de los sillones, y aprovecho esos segundos para desajustar mi corbata un poco. Gracias al cielo Lara habla, y mientras le dejo saber con la mirada que no tengo reparos en que se quede con nosotros, ella me quita el peso de encima de aclararle a mi padre que ya conocía la existencia de mi hermano o hermana. - Lo siento - Murmuro culpable en dirección a Hans. - Aunque tengo que admitir, que a menos que busquen un nombre que de verdad funcione, Scott Powell suena mejor que Powell Scott. - Y espero que el “lo siento” también aplique a ello, porque mi orgullo me decía que el Powell debía estar antes, pero mi sentido de la estética me decía lo contrario.

    Me estiro para tomar el sobre que Lara me alcanza y no demoro nada en abrirlo para sacar de allí la fotografía. Tengo que admitir que sea lo que sea esperar ver, por alguna razón jamás imaginé lo que tenía en frente… era… una mancha. Literalmente era una mancha que apenas y se movía con el resto del fondo. No tendría que fingir emocionarme por eso, ¿no? - Si me dejo guiar por esto, creo que faltaran varios meses hasta que pueda diseñarle nada. Aunque cuando nazca puedo hacer outfits a juego ¿Que sería más mono que eso? - Le sonrío y automáticamente mi mente comienza a llenarse de diseños. Si es un nene, réplicas iguales de adorables trajes. Si es nena, la tela del vestido haciendo juego con una corbata o algún chaleco. Sería una buena línea de ropa… - Te voy a contratar como asesora de ideas a este paso. - Ya me había conseguido un negocio con su madre, me había regalado telas preciosísimas para mi cumpleaños, y ahora me daba ideas para futuros diseños. -- ¿Y cómo llevas esto, papá?- Y pongo más énfasis en la palabra de la que debería, pero no me arrepiento.
    M. Meerah Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    ¿Que la deje llegar por qué? ¿Acaso estoy yendo demasiado rápido? No llego a preguntarlo, porque otra voz surge en la ecuación y lo que dice me desconcentra lo suficiente como para evitar que abra la boca. Scott Powell. La aclaración de Lara al aparecer por mi costado hace que le largue una mirada cargada de reproche que se me va al caño cuando, poco a poco, la boca se me va abriendo en una mueca de completa indignación. ¿Qué me molesta más? ¿Que Meerah lo sepa antes, que me haya quitado otra cosa que jamás pude compartir con ella o el simple hecho de que no fue capaz de aclararlo desde el minuto cero? — ¿Y ahora me lo dices? ¡Tuviste toda la noche y todo el día de hoy! — las disculpas no evitan que me deje caer en uno de los sillones individuales con los brazos cruzados y mi mejor expresión de capricho insatisfecho mientras ellas intercambian palabras sobre modas, lo que me interesa poco y nada. Sí, estoy siendo infantil. Sí, quizá estoy demasiado susceptible. Pero es que… ¡Vamos!

    Estoy demasiado metido en mi refunfuño interno, lo suficiente como para que tarde un momento en levantar los ojos en dirección a Meerah y hago una mueca indefinida — Bien — no, quizá soné demasiado seco para estar dando esa respuesta. Aclaro un poco la garganta y me rasco la nuez, tratando de encontrar un hilo que pueda explicar las mil cosas que aún no terminan de tomar forma en mi cabeza — Solo es complicado hacerse la idea. Supongo que nos tomó por sorpresa a todos, aunque… — creo que la expresión que se me pinta es una sonrisa, pero no estoy seguro y es efímera — no suena tan mal cuando te acostumbras.

    Mi intento de broma se ve interrumpido, gracias a Merlín, por la llegada de los elfos. Bastan segundos para que la mesa ratona se encuentre repleta de porquerías para la merienda y en cuanto se marchan, me abalanzo sobre lo que reconozco como un tostado, al cual pellizco por el costado para llevármelo a la boca — Y no me importa que suene mejor, será Powell Scott. Ya tuvimos muchos problemas con el apellido una vez — agarro un platito y empiezo a llenarlo de porquerías. Sobre un tostado pongo un muffin, un scon y un poco de mermelada, que le paso a Lara sin meditarlo hasta que me detengo. Quizá es mucho.
    Hans M. Powell
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    Invitado
    Invitado
    ¡Perdón! ¿Sí? ¡Lo siento!— exclamo, moviendo mis manos en el aire, me hace sentir muy culpable verlo caer en el sillón como un peso cansado y con ese gesto ceñudo de a quien se le ha quitado un muffin de la mano ¿Por qué todos mis ejemplos de frustraciones tienen que ver con muffins? —Acababa de enterarme, vi a Meerah y necesité hablarlo con ella— explico, me siento en el borde del sillón más ancho, con mis puños cerrados sobre las rodillas, conteniéndome. —Evitó que entrara en una crisis de nervios, ¿sabes?—. Como primera persona en escuchar la noticia, cumplió con creces como la contención que necesitaba, más allá de la predicción de la hermana de Hans, no estaba preparada para ver esas rayitas. Lo del escándalo en la cafetería es un recuerdo que ahora me avergüenza, nunca me mostré así ante tantas personas, si yo sentí pena después, me compadezco de Meerah que tuvo que hacer frente a esa situación.

    No digo nada cuando ella señala que mi apellido por delante en la combinación queda mejor, para que no crea que estamos haciendo un frente unido contra él, excluyéndolo o lo que sea, aunque sea él quien se aísla en un sillón individual y se cruza de brazos. Pero, de los tres, Meerah es quien tiene mejor gusto, así que yo tomaría en serio su opinión. Como una búsqueda de tregua con él, estoy de acuerdo con que diseñe ropa para el bebé que vaya a juego con Hans. —Eso sería, definitivamente, muy mono— digo. No creo que merezca el puesto de colaboradora, mis conocimientos en cuanto al trabajo que hace Meerah son casi nulos, nunca me he movido por fuera de mi rubro y temo darle puras malas ideas. ¡Y en ropa de bebé! ¿Yo? Sí solo sé que usan pañales, más allá de eso, no tengo idea. —¿Podrías hacer una colección en tonos de azul?— pregunto, con mis manos alzándose en el aire como si sostuvieran un cordón invisible. —Es nuestro color favorito— digo, moviendo mi barbilla hacia su padre para señalarlo.

    Me quedo callada, mi mirada deslizándose hacia Hans, para escuchar de sus labios como le ha sentado la confirmación del embarazo, y muy a mi pesar, me encuentro arqueando una ceja de reproche por su «bien» escueto. No diré nada porque es cierto que fue una sorpresa y yo admití hace unos minutos que casi tuve una crisis nerviosa, no soy quien para decirle nada. Su manera de aclararse no es una oda de felicidad paterna, pero está mejor, puedo acomodarme en el sillón con una postura más distendida. Mis cejas se disparan otra vez cuando veo el despliegue de los elfos y trato de ocultarlo, pero creo que se ve el segundo en que pongo los ojos en blanco. —No estaría privándole de tu apellido al bebé— apunto, sabiendo que estoy discutiendo con un abogado y que tengo las de perder en todo lo que sea un tema legal. —Solo iría en un segundo lugar, ¿qué tanto cambia eso?— pregunto. No he tenido tiempo de estirar mi mano para agarrar algo de comer, que me encuentro con un plato servido bajo mis ojos de la mano de Hans. —Pero podría considerarlo— le concedo, — ¿Me cargas otro muffin, por favor? Si haces mérito, aceptaré que tu apellido vaya primero. ¿Qué te parece un sistema de puntos? Tienes dos puntos por dejarme quedar en tu casa unos días y medio punto por darme de comer— propongo, uso el muffin servido para apuntarlo. —Pero si engordo veinte kilos y llegas a hacer una broma sobre eso, pasarás a puntos negativos, sin contemplaciones— lo amenazo. Muerdo el postre y ¿cuándo esto se ha vuelto la felicidad hecho algo real? Creo que todo mi rostro trasluce la emoción que siento por este bocado de chocolate.
    Anonymous
    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    ¿Era muy mala persona si me alegraba porque la frustración de Hans fuese dirigida hacia Lara? Porque no me sentía demasiado buena persona al alentar mentalmente a que el reproche fuese dirigido a la mujer embarazada de mi futuro hermano o hermana, pero siempre me iba a alegrar de que no fuese yo la culpable de algo. Era instintivo, sin importar que tan culpable me sintiese luego. - Aunque no evité la crisis de muffins, lo siento. - Y trato de emitir ese comentario para cortar con la especie de extraña tensión que se formó en el ambiente, pero luego recuerdo lo que fue la crisis en sí, y eso me lleva a hacer una mueca. Claro, había sido divertido, pero iba a tratar de evitar ese local por un tiempo. Al menos hasta que el bebé naciera cuando menos. Tal vez podríamos llevarlo allí como celebración, buscar a la mesera que nos atendió, y mostrarle la vida que había salvado al apurar el pedido en las cocinas.

    Sonrío con satisfacción cuando Lara concuerda conmigo y trato de no olvidar nada de lo que viene a mi mente solo con imaginar el poder crear conjuntos familiares. ¿Podría hacerlos con Lara también? -¿Sabes lo que sería más mono? Ropa maternal a juego. - y mi sonrisa se ensancha, sabiendo que no hay manera alguna en la que pueda cambiar de opinión. Lo lamentaba por ella, pero aunque no la hiciera modelar esos diseños, iba a vestirlos cuando menos. ¿Tal vez fotos familiares? - No creo que sea difícil, aunque claro… todo dependerá de la estación en la que nazca. Aunque bueno, va a crecer, no es muy difícil adaptar tamaños al pasar de las estaciones… - Y me concentro en el proyecto en sí, porque con la postura de Hans puedo notar que no apreciaría mucho que me burle del “nuestro”. ¡Ni siquiera yo sabía cuál era su color favorito!

    - Mira el lado bueno, tienes un par de meses para acostumbrarte. Conmigo tuviste mucho menos tiempo. - O mucho más, dependiendo de como lo viese. Pero ya había entendido su situación, y pese a que el concepto de mi existencia hubiese estado presente en su cabeza casi catorce años atrás, no era lo mismo que saberlo a ciencia cierta. Que tener la evidencia en la mano de uno y el haber decidido seguir con todo hasta el final. Y por algún motivo tengo el impulso de levantarme para poder abrazarlo, pero me reprimo a tiempo y lo disimulo al acomodar mi falda con las manos en lo que veo como los elfos traen la merienda a la sala. Tomo un saandwich casi al mismo tiempo que mi padre, y me lo llevo a la boca en el momento justo para que mi risa quede ahogada con el mordisco que pego. Y es que… No estaba acostumbrada a Hans y toda su actitud… ¿Era resentida o infantil?

    - Uff, ni a mí me gusta eso de “segundo lugar”. Cambié de opinión, me gusta más Powell Scott. - Tal vez me estuviese adelantando, pero quería que, cuando estuviese en el colegio, lo llamaran con el Powell primero. Era una cuestión de… orgullo, mero orgullo, no iba a negarlo. Siendo que yo misma había dejado de lado el apellido de mi madre… - Aguarda, porque con ese sistema ¿cuál es el tope de puntos al que hay que llegar? Porque a medio punto por cada comida, dos puntos y medio a cada día de estadía, y los puntos en negativo dependiendo de tu tamaño… - La observo de arriba abajo y para lo último la termino señalando con el tostado. - No será muy difícil acumular. ¿Yo sumo puntos también? - Y no espero a que Hans cumpla su petición, sino que estiro mi otra mano y le alcanzo el muffin para que pueda deleitarse. No pienso interponerme entre Lara y un muffin, jamás.
    M. Meerah Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Para secundar casi treinta y cuatro años de madurez, pego un resoplido y ruedo los ojos por las excusas de esa mañana de muffins de la cual no voy a preguntar demasiado. No va a comprenderlo, tampoco pienso explicarlo porque no voy a tolerar las burlas ni tampoco quiero hacer una escena frente a una hija con la cual todavía me debato ciertos límites y respetos. Ya no importa, de todos modos. Me aplaca un poco la frustración el comentario sobre los colores, solo porque soy libre de alzar una ceja en dirección a Scott como si, sin la necesidad de palabras, le cuestionase el hablar de nosotros de ese modo. Exactamente, como un “nosotros”. Jamás pensé en ella y yo como una unidad, pero supongo que es algo a lo que voy a tener que acostumbrarme ahora. Es decir, el bebé es “nuestro”, nos mezclamos en un nivel que no creí jamás llegar con ella. Ya estamos jodidos.

    Mastico el tostado y tengo que dejarlo a un lado para ser libre de acercarme la taza de café que reconozco como mía, me quito algunas migajas y uso ese tiempo en tragar para ser libre de hablar — Legalmente no cambia nada. Pero sí cambia el uso, la gente no lo llamará por los dos apellidos, irá por el primero toda su vida. Además, si en el futuro decide pasarlo… ya, nos estamos complicando demasiado por esto — no puedo creer estar discutiendo casos hipotéticos de una persona que aún no es siquiera un verdadero feto, sino más bien un embrión minúsculo que lo único que hace es que Scott se lleve la comida a la boca con una expresión tan placentera que me hace preguntarme que tan mal lo hice durante todos estos meses por no haber visto nunca esa cara. Al menos, el juego de los puntos me permite no apuntarlo y me ahorra el mal chiste frente a mi hija — Meerah ganará puntos por soportar tus antojos cuando yo no tenga ganas de hacerlo. ¿Ni siquiera podré bromear sobre tus cachetes? — creo que recupero el humor, porque tras un sorbo de café hago un puchero burlón como si estuviese hablando con un bebé bonachón y me estiro para pellizcarle un pómulo a Scott, el cual está repleto de muffin — Aunque no voy a quejarme de … otros cambios — intento contener cualquier gesto, pero la bajada rápida de mis ojos me delata. La verdad es que jamás me había preocupado sobre el asunto, pero hay dos cosas que anoche me hicieron notar la falta de atención que nos prestamos el último mes. Vaya ironía.

    Carraspeo y bebo un poco más, dejo la taza y me hago con lo que queda del tostado para terminarlo de una vez — Entooonces… — dejo caer, alargando la palabra para dejar en claro mi desvío del tema — Si vas a quedarte aquí, tendré que explicarte algunas cosas que se me pasaron por alto. Por ejemplo, Meerah es la dueña de la televisión a las siete de la tarde porque es una adicta a las novelas basura — bromeo. Sé que no es propiamente dicho una novela, pero da igual, me cansé de escuchar que Brad le metió los cuernos a Tiffany con el doctor algo Pero el escritorio es mi territorio, así que jamás te metas ahí al menos que quieras aburrirte con papeles legales. Si quieres comer algo, solo pídelo. Poppy se aparece con solo llamarla, no importa la hora. Su especialidad son los pasteles, pero el otro elfo, Maui, es excelente con los tragos… aunque no podrás probar eso. Jordan se encarga más que nada del jardín y no alimentes de más al bicho de Meerah, porque se tira unos gases horribles. Por lo demás — me encojo de hombros y me hago con un muffin, al cual le doy un generoso mordisco que me ensancha los cachetes — Eres libre de hacer lo que quieras. Pasaré tus datos a los guardias así podrás moverte en libertad por aquí. Nuestra casa es tu casa. Ya sabes… Powell honoraria por sangre mezclada y todo eso — me relamo el chocolate de los dientes, pero aún así la sonrisa va con los labios apretados, solo por las dudas.
    Hans M. Powell
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    ¡No me mires así!— me quejo por la manera que tiene de arquear su ceja, juzgándome por usar la expresión de «nuestro color favorito», casi alcanzo la nota alta de un ligero berrinche para lo que más tarde tendré la excusa de las hormonas, pero lo cambio a un tono más moderado tras respirar hondo. —No tenemos muchas cosas en común y es solo ropa azul— suspiro, regresando mi mirada a Meerah que está traduciendo toda la noticia de tener un hermano o una hermana en el lenguaje que mejor conoce: el diseño. Creo que es una buena manera de tomárselo, hasta me siento aliviada, tiene muchos proyectos y no pienso desestimar ninguno, aunque lo de la ropa maternal a juego puede que lo discutamos mejor cuando llegue el momento de tomarme las medidas. —¿La estación en la que nacerá…?—. Creo que el sanador nos dio unas fechas aproximadas, tengo que pasar los meses a estaciones, y no es un cálculo muy difícil para hacer por mi cuenta si estamos en octubre y faltan ocho meses… —Será a finales de primavera— pienso en voz alta, dándome cuenta de algo muy importante. Sucederá después de mi cumpleaños. OH, POR MORGANA. Cuando cumplí treinta dije que estaba a favor del reciclaje y que nunca tendría hijos y para cuando cumpla treinta uno, estaré a punto de dar a luz. Necesito aire. Necesito… eso, comida. La merienda puesta sobre la mesa por arte y magia de los elfos.

    No sé si es una buena idea discutir lo del apellido cuando tengo a dos Powell en la sala y soy la única Scott. Con Meerah claudicando a favor del honor familiar, en vez del buen gusto, tengo perdida la batalla. Mejor retirarse a tiempo. —Nos estamos adelantando, tendremos unos largos meses para considerar cuál queda mejor…— propongo una tregua de paz, y es mi genio el que no cede tan fácil, maldito. Me escucho decir: —Si es niño siempre puede llamarse Scott Powell y se resuelve la situación—. ¡No es más que una mancha meciéndose en la fotografía que le di a Meerah! ¡¿Ya le estoy poniendo nombre?! Lleno mi boca del resto de muffin para callarme a mí misma, no puedo contestar a la duda de Meerah hasta tragar y eso da tiempo a su padre de pellizcarme la mejilla. Coloco mi mirada sobre él, fulminante, pero no aparto su mano. Puede ver como pongo los ojos en blanco al ver por donde se desliza la suya, no puedo contestar a eso delante de Meerah. —Podemos dejarlo en cincuenta puntos para tu padre, así puede poner su apellido en primer lugar— digo cuando trago el muffin y no tardo en tomar el scon entre mis dedos para cargarlo con dulce. —Y tú, con los puntos que sumes, puedes pensar un apodo. ¿Qué les parece?— ¿Estamos haciendo un juego de esto? ¿En serio?

    A lo que sigue después del «entonces» aguardo a medio comer el scon, que se trate de un manual de convivencia en la casa me hace sonreír con migas en las comisuras. —Lejos de la televisión y lejos del escritorio, creo que puedo vivir con eso— bromeo, no quiero pensar mucho en el cambio, en lo que será familiarizarme con las habitaciones de esta casa que abarca cinco veces mi departamento, que de todas formas no me quedo por los espacios sino por la compañía y si tengo que ponerme a mirar novelas adolescentes con Meerah al volver del trabajo, creo que podría hacerlo. Memorizo los nombres de los elfos domésticos, y no sé por qué doy sentado que Jordan también es uno, pese a que no va con esa aclaración. El «bicho» de Meerah y yo nos conocemos, así que no tendré problemas con él. No pienso alimentarlo, ni entrometerme en su cuidado, que nunca he tenido mascota. Está a salvo de mí. Lo último que dice hace que me rompa en carcajadas, no puedo parar de reírme y por poco no me atraganto con las migas del segundo muffin. —¿Una Powell honoraria? ¿Por sangre mezclada? Las cosas que se te ocurren…— meneo mi cabeza de un lado al otro dándolo como un caso perdido, como hizo conmigo por querer decir que este era un bebé anarquista. —Tengo que volver a casa a buscar unas cosas… y a visitar a mi madre para cancelarle mi ración de tuppers de esta semana—. Antes de eso, claro, lo importante y es que a su hija se le ocurrió tener descendencia.
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    Almaceno los datos que me da Lara, mientras noto con satisfacción como cuando mínimo tengo seis o siete meses para prepararme para la llegada de este bebé. Me gustaba tener las fechas con antelación, y con tanto tiempo de preparación tenía un amplio margen para experimentar a mi antojo. Claro que trataría de no concretar nada hasta saber el sexo del bebé, pero…- Por favor díganme que no esperarán hasta que nazca para saber si es niño o niña. - La pregunta se me escapa con rapidez, a sabiendas de que mi ansiedad y yo no seríamos capaces de contar con ese factor sorpresa. Había miles de preparativos que tener, y si necesitaron sorprenderse con algo, pues ya lo tenían ahí: iban a ser padres, no necesitaban jugar con el azar de esa manera.

    Asiento con la cabeza a lo dicho con Hans, habiendo experimentado lo que era tener el doble apellido por un corto período de tiempo, y sabiendo que tenía razón. Lara pide una pausa, pero cuando da una idea, la miro con la alerta pintada en el rostro. - No, no tengo problema con tu apellido Lara. De verdad que no, pero me niego a que mi posible hermano tenga nombre de perro. - Seguramente sería más adorable que un cachorro, pero de ahí a que se llame como uno… no, no. Me niego. Al menos Hans parece recuperar un poco su humor y bromea con Lara, hasta que no lo hace y me veo obligada a correr la vista con rápidez, completamente indignada. - Sigo aquí, Hans. Y tengo la edad suficiente como para reconocer insinuaciones. - Podía saber la teoría detrás del sexo, pero no necesitaba ver la previa a la práctica desarrollarse delante de mis ojos. - Y no necesito puntos para eso. Será “Muffin” hasta que se decidan por un nombre. - No importaba que ahora pareciese tener el tamaño de un chip de chocolate. Me negaba a decirle “chip” a sabiendas de que ese era el apodo de Meyer.

    Estoy a mitad del tostado cuando Hans llama a mi serie “basura” y pesé a que tengo la boca con medio bocado, no puedo evitar quejarme. - Go sob basuga - Trago, me aclaro la garganta y repito con mejor dicción. - No son basura. - Son entretenimiento no rico en contenido, pero alimentaban a toda la nación y servían para darnos un momento de dispersión a todos los adolescentes. Y no lo acuso de ver también el la serie, porque todavía no lo he encontrado completamente infraganti, sé que se queda a medio camino cuando pasa delante de la sala de vez en cuando, pero como la puerta se encuentra a mis espaldas, cuando volteo ya se encuentra encaminándose hacia otro lado. - No sé si por sangre mezclada, pero me gusta eso de Powell honoraria. Tal vez así se acostumbre al apellido y no tenga reparos en que Muffin lo tenga primero. - Me termino el sandwich y me estiro a alcanzar un vaso de jugo de naranja. ¿Mo ya lo sabe? - Consulto cuando nombra a su madre en el medio de sus planes.
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Me encojo de hombros sin tener una respuesta concreta, no había pensado en lo del sexo del bebé hasta que ellas lo sacaron a relucir y no estoy seguro de cuánto deseo saberlo. Conociéndome, hará que piense aún más sobre lo que debo comprar o solucionar y prefiero no pensar en eso ahora, que recién estoy comenzando a procesar la idea y a aceptarla con algo más de calma; obviemos el episodio de hace unos minutos — Y me niego a que mi hijo se llame Scott Powell Scott — aclaro, creo que ni hace falta agregar el detalle de que suelo llamarla por su apellido y eso generaría demasiadas confusiones. Da un poco igual ahora, cuando Meerah se indigna y yo me enderezo demasiado rápido en el asiento, tal y como si éste me hubiese dado un empujón — No me estaba insinuando — que no es mentira, fue solo una observación y creo que aún no planeo pasar ese límite. No voy a pasar de mi política inconsciente de cero contacto físico a pedirle sexo delante de ella, por todos los cielos. Lo de los puntos hace que medite como si fuese un sistema demasiado complicado y, como buen negociador, chasqueo la lengua con una negativa de la cabeza — Veremos cómo nos resulta. No sé qué tan buen negocio sea a la larga, todavía estamos en la recta inicial.

    No me tomo en serio la defensa de Meerah, cosa que dejo en claro por la miradita que le lanzo de refilón, dejando mi rostro en dirección a Lara hasta que se me patina la sonrisa — Lo sé, el bebé debería heredar mi inventiva — ironizo junto a un tono ególatra, hasta que una de las cosas que dice Meerah me deja recalculando — “¿Primero?” — pregunto, girando por completo la expresión hacia ella y metiéndome parte del muffin en la boca, aunque mastico con algo de lentitud — Que yo sepa, aquí estamos debatiendo la herencia de apellido en mano de una sola persona, no dos — de verdad, verdad, espero que Meerah no empiece con sus psicologías rebuscada de niña romántica, porque ya sería el colmo de la semana y eso que recién es lunes. Le saco un chip demasiado grande a mi bocadillo y me lo llevo solo a la boca, adoptando una postura más relajada en el asiento y sin prestar mucha atención — Siempre puedes decirle que siga cocinando y lo traes aquí — ¿Por qué siento que no es el chiste adecuado para este momento? Demasiado hogareño, demasiado… no.

    Sí me da curiosidad si su madre lo sabe y, aunque no levanto el rostro, mis ojos se clavan en ella unos momentos. No había pensado en ese detalle, que este bebé va a nacer en una familia que tiene más integrantes además de nosotros y tendremos que medir sus reacciones, en especial cuando nosotros no tenemos una relación pactada. Puedo lidiar con comentarios chismosos, pero no sé cómo será con mis amigos cercanos o mi hermana — ¿Phoebe lo sabe? — cuestiono a Meerah, pasando la vista hacia ella — Ya que tú lo sabías y pasaste la noche con ella… Solo no quiero sorpresas — me termino el muffin con un último bocado y froto mis dedos, acomodándome para dejar caer las migajas sobre una servilleta de la mesa ratona. Con el café terminado, tanteo mis bolsillos en busca del teléfono y chequeo la hora, a sabiendas de que mis momentos libres en este horario son un permiso del cual no puedo abusar. No es como si el trabajo no se acumulase en mi ausencia, así que cuando vuelvo a mirarlas, parece que estoy evaluando si encontraré la casa de pie al regresar. Supongo que confío en los elfos como para que eso no suceda.

    Si prometen que no quemarán la casa… — meto el móvil de nuevo en el bolsillo mientras me acomodo para poder deslizarlo, buscando poco a poco el enderezarme — Me marcho de regreso al trabajo. Intenten no sufrir de un empacho o algo por el estilo en mi ausencia. Además, si Meerah come mucho después tiene pesadillas y molesta a la noche — arrugo la nariz con gracia como si estuviera contando una nimiedad al terminar de ponerme de pie, ni hace falta aclarar que no hablo en serio y estoy más ocupado en chequear que tengo todo en los bolsillos que en pensar mucho lo que voy a decir — Supongo que… ¿Nos veremos luego? — no sé qué tan extraño es esto, tampoco confío en que pueda acostumbrarme con facilidad. Tendré que verlo como las noches en las cuales me quedaba en el departamento de Lara en el seis, solo que aquí se ha agregado un componente nuevo que estaba fuera de los límites. Estoy aún perdido en eso cuando el atropello me hace que me incline con rapidez a robarle un beso de los labios, del cual me separo con una mueca que me tuerce el rostro hasta negar con la cabeza — No digas nada — le amenazo a Meerah, levantando un pulgar en su dirección — Solo… no importa — me bastan segundos para bordear el sofá y salir de la habitación, seguro de que escuchan mi portazo al despedirme. No sé cómo se supone que se regresa a la rutina después de lo que ha pasado, seguro de que no veré otra cosa que manchas latentes en los papeles de la oficina.
    Hans M. Powell
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    Se me hace un nudo de ansiedad en el estómago, un poco más arriba de donde creo que debe estar la pelusa, al pensar si será niña o niño. No sé si quiero pensar en eso aún, en empezar a hacer una imagen mental de un posible bebé con la nariz de Hans, por culpa de lo que dijo anoche es el primer rasgo que tengo más o menos definido. ¿El resto? Basta echarle un vistazo a él, evocar mi imagen en el espejo, para plantearme cómo será alguien que pueda combinar nuestros rasgos más dispares. —Supongo que lo sabremos cuando tenga que ser— murmuro, sea durante el embarazo si es que se muestra o en el parto mismo. ¿Ahora mismo? No es ni una cosa, ni la otra. Es cualquier cosa, todo. Y tengo asumido que el debate por el apellido será una guerra larga. —CREO que es algo que podemos resolverlo luego— alzo mi tono de voz por encima de las suyas, que dicen que mi apellido es el nombre de un perro y que el niño acabará con un nombre y apellido igual. ¡No! ¡Nada de eso! Muevo mis manos para pedirle que se calmen, que hay tiempo para que lleguemos a un acuerdo, que no voy a ceder yo tampoco en una primera discusión cuando somos dos contra una. —Tenemos unos meses para decidir un nombre y el orden de los apellidos.

    Muerdo la sonrisa de mis labios al escuchar la reprimenda de Meerah por un comentario de Hans que solo iba a dejar pasar, no puedo hacerlo cuando son sus palabras las que me dan pie a bromear a su costa. —Sí se me estaba insinuando— digo, intercambiando una mirada de suficiencia con la chica. —Se me insinúa todo el tiempo…— claramente mi tono está cargado de humor, lo puede ver cuando me giro hacia él para mostrarle mi sonrisa. Todavía la tengo cruzando mi rostro cuando tomo su parcial aceptación del sistema de puntos con un asentimiento de cabeza, —Puedes evaluar los términos y condiciones con tus abogados— digo a modo de chiste, tan seria como si estuviéramos discutiendo un contrato, y es que no pierde sus mañas de negociador, mañana me vendrá con una contraoferta o una desestimación total de mi sugerencia por encontrar un argumento válido. Lo sé. Meerah ni siquiera negocia, será «muffin» y me queda aceptarlo con un encogimiento de hombros. —De acuerdo— digo, estiro mi mano hacia ella para deslizar mi pulgar por su mejilla en una caricia que dura poco.

    Tu inventiva y tu preciosa humildad— acoto al halago que se hace Hans, rodando mis ojos otra vez. Este hombre hará que me quede bizca así porque no acabo de escuchar lo que dice Meerah, lo cual me saca una sonrisa ya que puedo entender lo de «Powell honoraria» como una estrategia de acostumbramiento al apellido para ceder ante ellos cuando nazca el bebé, que a él se le ocurre hablar de «dos», no solo de uno. Lo estoy mirando como si no acabara de creerme lo que ven mis ojos, que sus pensamientos ya tome tantas prevenciones a futuro no sé cómo asimilarlo. —¿Dos niños? ¿En serio?—. Paso mi mirada de él hacia Meerah, que fue la tuvo el acto fallido. Esta conversación se está volviendo una de locos, necesito limpiar el aire otra vez con las manos. —Hablemos de este bebe— tomo una inspiración profunda al girarme a la chica para contestarle. —No, no lo sabe. Se lo diré hoy, así que deséame suerte— le pido, mis cejas se mueven para mostrar lo expectante que estoy a la que puede ser la reacción de mi madre. —La voy a necesitar— murmuro y me río de que tenga que seguir trayendo la comida conservada de mi madre también a esta casa, para que Hans siga comiéndola. Haría un chiste sobre que ahora podrán hablar y autoinvitarse a almorzar con ella, que no me necesita de intermediaria como traficante de tuppers, pero tengo que hablar primero con Mo antes de cruzar esa frontera con una broma.  

    Llevo a mi boca el pedazo de muffin que me queda, descubriendo así que mi plato se ha quedado vacío, pero no lo cargo porque aguardo la respuesta de Meerah para saber si se lo ha dicho a Phoebe. ¿Debería… quizás… decírselo a Hans? ¿Qué es mejor? ¿Sufrir dos indignaciones suyas la misma noche o dejar una para mañana? Tengo chocolate en la boca y mi valentía no es para tanto, decido callarme, solo espero. Estoy recargando el plato cuando se pone de pie, entonces recuerdo que sus horarios de trabajo difieren un poco de los míos. Se siente raro quedarme en su casa y que él se marche, pero la presencia de Meerah a mi lado hace que el lugar se sienta cómodo. Busco la mirada de ella cuando su padre la trata como una niña, en todo caso, con esta merienda es mejor que se olvide de que su baño estará disponible de siete a ocho cuando me dan las arcadas. ¿Por qué no le advertí de eso cuando estábamos hablando de las reglas de la casa? El baño me pertenece. Bueno, será luego. No me esperaba que fuera a despedirse con un beso, que tengo mi mano en el aire a punto de sujetar una medialuna. Contengo la sonrisa y siento que la advertencia también es para mí, así que no digo nada. Cuando nos da la espalda para salir de la sala, huyendo más rápido que una snitch, la sonrisa se me sale de los labios. Me muevo en el sillón para quedar un poco más cerca de Meerah, subo mis pies enfundados en medias al tapiz y los escondo debajo de mi cuerpo. —¿Qué opinas de tu papá? Se lo ha tomado mejor de lo imaginaba— reconozco, estoy llenándome la boca de comida una vez más. —Pensé que iba a tener una crisis nerviosa, pero se ha ido a trabajar como si nada. Nunca entremos en detalles con lo de la crisis del muffin, ¿sí? Reaccionó mucho mejor que yo y me daría vergüenza que sepa que me puse a llorar en una cafetería— pido. Encuentro su mano para tomarla con la mía, me gusta poder estar así con ella, quedarme con los Powell no suena a una mala idea. —Entonces… ¿de qué trata tu novela?
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    M. Meerah Powell
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    Lo observo con la incredulidad pintada en la cara cuando se defiende ante mi acusación. No era tonta, se le estaba insinuando, y si eso no había sido una insinuación, definitivamente no quería estar presente cuando una de verdad ocurriese. Podía encantarme la pareja que hacían, pero incluso sabiendo que Lara tenía un bebé ahí adentro, había cosas que una joven mujercita no quería enterarse. Al menos Lara me da la razón, aunque sea de manera infantil, y me regocijo en la complicidad que hemos alcanzado. La morocha se había convertido fácilmente en una de mis personas favoritas en el mundo, así que el que fuese ella la que estuviese por darme un hermano me daba alegría, y no el ataque de celos que esperaba tener en un caso como este.

    Junto las palmas con satisfacción cuando Lara acepta el apodo, alegrándome de saber que no estaré con los dilemas constantes de él o ella al momento de querer dirigirme a mi futuro hermano o hermana. Sería “Muffin”, simple, adorable y unisex. ¿Qué tanto me odiarían si le confeccionaba un gorro con esa forma para el momento de su nacimiento? - ¿Qué? No. Con primero me refería a Muffin Powell Scott. - Explico ni bien logro entender la confusión, dibujando en el aire un arco imaginario por cada palabra que pronuncio. - Cualquier otra cosa que hayas pensado por tu cuenta, es cosa tuya. Hablaba de que primero fuese el Powell, nada más.- En ningún momento plantee un casamiento, o siquiera un segundo hermano o hermana. No iba a querer forzar nada… tan pronto. Me contentaba con Muff.

    Le regalo a Lara una mirada de compasión al saber que Mo no está enterada, pero se transforma rápidamente en una de pánico cuando Hans pregunta por su hermana. De acuerdo, debía haberlo visto venir. ¿Dónde está tu bola de cristal ahora, tía? -  Phoebe lo sabe. - Escupo nerviosa, con la voz finita y tratando de no verme culpable. Hasta que recuerdo algo y enseguida subo una octava en mi gritito. - Y según ella fue la primera en enterarse, así que técnicamente no es mi culpa! - Le aseguro. Todo había sido un accidente, nada de lo que fuese realmente culpable, pero no iba a aclarar eso a riesgo de que me prohibiera visitar a mi tía por haber andado espiando. Que no era espiar (aunque sí lo fuese).

    - ¡Eso es mentira! - Le aseguro cuando se inventa no sé qué cosas de las pesadillas. Hubiese recordado tener pesadillas y andar molestando… ¿verdad? - Y si así fuese, ¿cómo lo sabrías? tu habitación está del otro lado. - La casa era lo suficientemente grande como para no andar molestando. Aunque no me distraigo mucho con eso, demasiado feliz nuevamente al ver cómo mi padre se despide de Lara. No digo nada tal y como me lo pide, pero mi expresión lo dice todo.

    Cuando por fín se va y nos deja con Lara, siento que una especie de peso se ha liberado de mi pecho. No importa que le hubiese asegurado a la morena que todo estaría bien, daba gusto el ver que mi padre sí era alguien en quien podía confiar. - No le diré nada, pero sabes que más adelante lo usaré como material de extorsión o algo así, ¿verdad? Ahora eres una Powell honoraria, así que tienes acceso al trato familiar. Lo siento. - La advertencia es a modo de chiste, así que cuando me toma la mano, aprovecho para reclinarme contra su costado en una muestra de afecto. - Uffff… Por dónde empiezo…
    M. Meerah Powell
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