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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    Enero

    Tener a un squib amarrado sobre la camilla es la victoria definitiva para mí, por fin todo eso que estuve estudiando por tantos años podrá ser puesto en práctica y así sacar adelante la investigación. De todas formas sé que será difícil porque no hay dinero para hacerlo como corresponde, ya estoy incumpliendo con mi supuesto papel imparcial al desviar más fondos de los debidos a una investigación propia pero de guiarla otra persona también lo haría, porque es algo que cambiará el futuro y que podría modificar la balanza de los números a nuestro favor. Si sale bien, los defectuosos estarán agradecidos, podríamos curarlos y no hay forma que luego de eso se unan al ejército contrario.

    Me he pasado toda la mañana quitándole sangre a Paul, sus labios ya están pálidos así que no me queda más remedio que esperar unos días a que se recupere y seguir con mi trabajo. Porque no puedo darle una poción para recuperarlo de inmediato, no hay presupuesto para eso porque al parecer se las llevan los aurores que están en el campo de batalla. No importa, la ciencia avanza con paciencia y si ya he esperado hasta ahora puedo hacerlo unos días más. Tengo que esperar a que se recupere para hacer los primeros intentos, anticuerpos monoclonales que con suerte le quitarán su defecto o terminarán de destruirlo. Espero que no pase ésto último porque es mi único sujeto de estudio y no quiero que muera sin antes poder reemplazarlo.

    - Bienvenido al subsuelo del ministerio de la magia - le doy la bienvenida con una sonrisa sarcástica cuando veo que empieza a abrir los ojos. Tomo asiento junto a la camilla y me acomodo los lentes y la bata blanca, por si se le ocurre hacer algún movimiento brusco y ésas cosas me juegan en contra - Grita lo que quieras, no te escucharán... Es un sitio maravilloso ¿No crees? Lo diseñé especialmente para que me dejen tranquila - cuento pese a que sé que en realidad no le importa un comino - Tu acostado y amarrado ¿No te trae recuerdos? - bromeo a continuación antes de ponerme de pie.
    Silas Jensen
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    Paul Jefferson
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    Está loca. Esta maldita mujer está más trastornada que otras del norte a las que el hambre o las tragedias rompieron mentalmente, se la escucha explicarse como si estuviera en sus cabales y todo esto tuviera un sentido para ella. Puede que tildarla de demente sería justificarla, porque roza en la crueldad cuando no se inmuta a todas las pruebas que me someten. Me siento drenado por toda la sangre que perdí de mis venas, piel seca y vacía tendida sobre una camilla en la que paso los minutos que suman para mí como un par de eternidades, en lo que tardo en conseguir que mi mirada vuelva a enfocarse en puntos concretos de la habitación y mis ojos dejen de estar a la deriva, confundiendo sombras con figuras que se acercan para tomarme de la mano, en un consuelo que se desvanece antes de que pueda aferrarme a sus dedos. El consuelo me queda en cerrar los ojos, en evocar los rostros que necesito para resistir a esto, ese estado de inconsciente del que me veo obligado a salir porque me habla, se esfuma también para mí.

    No te daré el gusto de gritar— muerdo entre mis dientes, deslizando mi mirada por esos rasgos duros que conocí hace unos años, que me golpean con el recuerdo espeluznante de una experiencia que sellé en el fondo de mi memoria y que emerge tan tangible entre nosotros. Mis manos se tensan por las correas en mis muñecas, de las que tironeo para incorporarme lo poco que puedo en la camilla, así puedo escupirle todo mi desprecio con ese tono de burla que quiere usar. —Se ve que no cambias tus maneras. ¿Por qué no me sueltas y comprobamos si puedo hacerte gritar tan fuerte como lo recuerdo?—. Las correas me queman la piel cuando tiro lo más que puedo para encontrarme con su mirada. —¡Cuando te cierre las manos en la garganta, perra!— entonces grito, cargado de la rabia por la impotencia de saberme en las manos de esta mujer una vez más. Forcejeo con la poca fuerza que encuentro en mi cuerpo, magullado por el episodio de los licántropos y en veces sucesivas en la celda a la que me arrojaron como la carne para experimentos que seré. Uso de esa furia para resistirme, porque si no me queda la agonía de rendirme al recordar cada detalle del asesinato de mi hijo y lo lejos que estoy de Kenny.
    Paul Jefferson
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    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    Me gustaría tener un espejo para que pueda ver lo miserable que luce ahora mismo. Estoy segura de que así se le irían todas las ganas de responderme y probablemente también perdería las ganas de seguir luchando pues notaría cuan perdido está ya - No quieras engañarme, Paul, no tienes la fuerza para hacerlo - respondo aún con tono burlón, algo coqueta pues estoy segura de que ahora le duele más a él que a mí el que nos hayamos acostado. Sí, fue un momento bajo para mí, pero haberte visto de esa manera con tu torturadora debe ser de lo más desagradable... Pobre Jeff.

    Veo como se incorpora y ruedo los ojos aburrida pues aquí vamos en su primer intento de librarse de unas cuerdas que podrían tenerlo sujeto a la cama por eones. No va a escapar y cualquier cosa estúpida que haga lo único que hará es causarle dolor, como llamarme perra por ejemplo - Crucio - conjuro con una sonrisa apuntándole con mi varita y pronto la maldición hace efecto haciendo que se retuerza en su lugar. Solo dejo que dure unos segundos pues no lo quiero inconsciente del dolor, no aún.

    - No tienes poder aquí, cariño
    - comento cuando su cuerpo vuelve a estar quieto - ¿Sabes qué es lo maravilloso de la maldición cruciatus? Por supuesto que no, ni siquiera sabes lo que es hacer magia - comento respondiéndome a mí misma antes de que pueda agregar nada - Lo maravilloso es que el dolor está en tu mente, en realidad no le hago daño a tu cuerpo así que puedo torturarte todo lo que quiera sin dañar mi elemento de estudio ¡Es fantástico! - la emoción me consume, tanto que mi voz se pone un poco más aguda de lo normal y de ser una adolescente probablemente habría pegado un saltito - ¿Cuándo podrías aguantar? Anda, apuesta conmigo, hagamos que sea divertido.
    Silas Jensen
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    Paul Jefferson
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    Si no fueran por las correas creo que la mataría. No, no lo creo. Estoy seguro de que lo haría, que si pudiera volver a ese breve pasado que compartimos en que conocí lo que era dormir en la misma cama con esta mujer, la habría asesinado. Porque no habrá día de ahora en adelante en que no me arrepienta de haberle puesto un dedo encima, de tocar su maldita piel que ahora desprecio tanto como el roce de una serpiente, porque eso es lo que es. Un asqueroso basilisco que disfruta de torturarme, de todas las maneras en que su mente perturbada puede imaginar. Usa su varita como la demente que es para que su deseo de martirio se concrete en mí, porque sé lo que hará incluso antes de escuchar el hechizo en sus labios. Maldita, maldita zorra.

    Apretar con fuerza mis párpados para cerrarlos no anula el dolor que me sacude entero en esta camilla, en la que estoy obligado a permanecer por los agarres. Se tensan las venas de mi cuello por el grito que me niego a pronunciar y mi mandíbula se desencaja por la mueca muda. Mi cuerpo encuentra la manera de doblarse a pesar de las cuerdas, las punzadas que se sienten como muchos cuchillos clavándose en mi carne, alcanzando mis huesos y atravesándome de lleno, me hacen retorcerme sobre mí mismo en una postura antinatural. Mis dientes chocan con tal violencia al contener un alarido que esta mujer se gana todos los insultos que mi mente logra conjugar, pese a lo imposible que se me hace por un momento hilar un único pensamiento coherente. Todo lo que puedo hacer es maldecirla, con todos los insultos que conozco, cuando el dolor cesa después de unos segundos y le siguen espasmos que tienen mi cuerpo temblando. —No— contesto, pero mi tono sale hueco, no tiene forma. —No seré el juguete de tu mente enferma— encuentro mi voz en el fondo de mi pecho para gritar. —¡Estás enferma, maldita!
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    Silas Jensen
    Ministro de Investigación
    Lo observo con una sonrisa mientras su cuerpo se retuerce en la camilla sin ser siquiera libre de hacerlo como debería por culpa de los agarres. Termina en una forma extraña, siempre quise ver un opstótonos y nunca creí que lo haría abandonando la medicina para dedicarme a la investigación, pero todas las cosas llegan a su tiempo y a su manera... Y aquí está mi retorcido paciente. Es una lástima que no me quiera seguir el juego, pero es nuestra primera sesión y estoy segura de que su espíritu cederá en el futuro. Tenemos un largo camino por delante y muchos experimentos más que hacer.

    -Eres un aburrido, Jefferson, no me arruines mi momento de gloria - le reprocho volviendo a tomar asiento a un lado, a una distancia considerable que me dejará a salvo de cualquier estupidez que quiera cometer. Lo observo en silencio pues está equivocado en nuestros roles - Pero eres tú el que está enfermo, cariño, y yo voy a curarte - informo con una sonrisa de lado - Tu magia está reprimida, tu cuerpo la rechaza como si fuera algo extraño y antinatural pero no es así... Voy a convertirte en tu mejor versión, serás como nosotros ¿No quieres eso? - pregunto con una ceja en alto.

    Quizás explicándole el sentido de mis experimentos pueda mostrarse más colaborativo... No encuentro razones por las que no querría dejar de ser un squib. Le estoy dando la chance de unirse a una especie superior, ser como los demás y convertirse en un ciudadano de Neopanem ¿Por qué elegiría seguir siendo repudiado? Ahora mismo no es más que un simple humano, puedo cambiar eso, juntos podemos revolucionar la ciencia... Espero que sea el primero de muchos.
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    Paul Jefferson
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    Procuro, claro que es inútil, de llegar a ella que se sienta tan cerca. Si no fuera por las correas estaría a mi alcance para que pueda arruinarle mucho más que su momento, porque si tengo la oportunidad de echarle las manos encima, no lo desperdiciaría con charla. La estrangularía, juro que la ahorcaría con mis manos, por tenerme aquí amarrado como un animal, torturándome, después de que asesinaran a mi hijo con indiferencia. —¿Cómo ustedes?— lo pregunto con tal desprecio, que ella puede suponer que nada ha cambiado en estos años, nada de lo que pensaba sobre los magos.

    Son basura arrogante que nos condenan, pese a nacer de una línea en la que hubo magia, nos dan la espalda. Se hace más fácil tener afinidad con los muggles, la falta de esa magia que para ella es una enfermedad, nos hace más cercano a ellos y eso definió mi lealtad. Todo lo que me queda en esta vida es Kenny, pesa sobre nosotros una condena por culpa de nuestra sangre, la suya mezclada con criaturas mágicas, y mientras haya brujas psicópatas como Silas, eso no cambiará.  

    Así que decido seguirle con su locura, para tenerla donde la quiero. — ¿Sigues con ese delirio, Silas? ¿Qué ha renovado tu confianza?— pregunto, relajando mi cuerpo sobre la camilla, los espasmos de la tortura reciente se van desvaneciendo, lo que perdura es el choque de mis dientes que retienen la tensión en mi mandíbula. —¿Esta vez sí podrás sanarme?— escondo la burla en mi tono, lo hago sonar como un pedido dicho en un arrastre de mi voz. La sonrisa en mi cara es tan tirante, tan hipócrita, que lastima mis pómulos. —No digas estupideces que exceden tus posibilidades, quiero creer en lo que dices, que es posible activar la magia en un squib, ¿pero en verdad es posible?— aguardo a su intento de persuadirme, a tenerla un poco más cerca.
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    Silas Jensen
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    Inspiro a la vez que alzo mis hombros porque en realidad fueron muchas cosas las que me devolvieron la oportunidad de seguir con el sueño que nació tantos años atrás. Creo que el factor más grande fue haberme convertido en ministra, ya que eso me dio los recursos y me quito de la nuca a los molestos jefes y su estúpida idea de querer ser equitativos con todos - Lamento informarte que has sido tú, Jeff - digo en cambio con una sonrisa - No podía avanzar sin un sujeto de estudio, pero ahora puedo hacerlo... Al fin - continúo caminando una vez más - Es una lástima que ese hijo tuyo haya salido con magia, sino podría haber tenido un destino más útil que ser abono para la tierra.

    Escucho sus preguntas sin estar segura de tragarme su intención, pero de todas formas respondo con tranquilidad - Todo lo que no logre será porque tu cuerpo no lo tolere, la teoría es perfecta - respondo con una ceja en alto y una mueca por estar cuestionando mis habilidades - Es posible, debería serlo... Y supongo que lo sabremos con certeza dentro de poco - continúo - Si no lo logro tendré que buscar otro squib, pero el proyecto sigue adelante, no me gusta dejar las cosas por la mitad. - la única forma de que quede inconcluso es que yo muera antes.

    Me alejo de la camilla para ir por un par de guantes y luego de eso tomo una aguja ya preparada con lo que tengo que inyectarle, un poco de estimulante para apresurar el proceso de regeneración y así seguir adelante - Tu amiga Kenny es una semi-veela ¿Cierto? Quizás pueda ir por ella luego y experimentar un poco con esa especie. Respeto a los que tienen esa sangre pero no a ella, así que no me costará torturarla un poco.
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    Hija de perra, la mataré. Mataré a esta mujer en cuanto tenga la posibilidad de tocar un centímetro de su piel, la ahorcaré para sacarle hasta la última de sus respiraciones, marcaré a rojo su garganta y la soltaré entonces, cuando en su mirada no quede más que el vacío, me miraré en esos ojos para sentir mi revancha, porque no usará su asquerosa boca para mencionar a mi hijo muerto por su obsesión enferma de verme capturado y amenazar con torturar a Kennedy con un experimento similar al que me somete. —Si siquiera te acercas a ella, si respiras el mismo aire que ella, voy a ser quien te torture antes de una morir de una manera en la que ni siquiera te imaginas— digo con una rabia fría como la que tiene una tormenta antes de desatarse con la furia de sus rayos. —No tendré una varita, pero eso me hará mucho más creativo para buscar el modo en que me ruegues que te mate, antes de seguir soportando tu piel.

    No estoy en una posición de hacer amenazas como estas, pero lo hago de todas maneras. Abandono mi intento de engañarla y conseguir un acercamiento que le haga bajar la guardia como para tomar ventaja, porque cada cosa que sale de sus labios me enerva, hace que mi sangre se agite y me olvide de las cuerdas en mis muñecas, si tengo la más mínima oportunidad de devolverle un golpe, aunque no equilibre los tantos, lo haría. —Te mataré— le aseguro, — si no soy yo, será el siguiente squib con el que decidas experimentar. Esta maldita obsesión tuya te matará. Y, ¿quieres saber cómo te mataría yo?— pregunto, con una embaucadora dulzura en mi voz, las sogas vuelven a lastimarle las muñecas cuando tiro de estas para incorporarme lo que puedo en la camilla y así pueda ver el odio crudo en mis ojos. —Te quemaré, perra. Te quemaré por partes. Como la bruja que eres, tú y tu jodida magia sufrirán el fuego.
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    Ministro de Investigación
    Simplemente escucho, dejo que largue todo su veneno porque sé que necesita hacerlo, es nuestra primera sesión y nos quedan muchas por delante en las que podré seguir demostrándole cuan insignificante es ahora mismo. Porque lo tengo atado y podría seguir lanzándole cruciatus a diestra y siniestra, pero no lo hago ¿Quién dice que no tengo compasión? De todas formas son solo amenazas que tanto él como yo sabemos que no podrá cumplir jamás. Lo más probable es que muera en este laboratorio, en silencio, sin que nadie llegue a enterarse nunca... No habrá un gran revuelo, no tendrá el derecho de arder en llamas en medio de la plaza principal del Capitolio, simplemente dejará de existir y yo pasaré a mi siguiente sujeto.

    - Ahí tienes tu motivación entonces... Aférrate a esa ira para sobrevivir otro día - ahora lo necesito vivo para avanzar lo más posible - Sueña con matarme porque es lo único que podrás hacer, Jeff, soñar. No te moverás, tu paisaje será éste laboratorio y tu celda de la base - continúo apretando los dientes - Quizás algún día arda, sí, pero puedo asegurarte de que eso será mucho tiempo después de que tu dejes el mundo - no tengo planes de que sea pronto, pero honestamente, no puedo pretender morir de vieja en la cama en mi casa junto a la playa.

    Me quito los guantes y los lanzo en el tacho, luego me quito la bata y la cuelgo en el perchero junto a la puerta - Esto recién comienza para nosotros, Jeff... Descansa, porque necesitarás la fuerza - y dicho ésto lo apunto con mi varita para ponerlo a dormir. Abandono el laboratorio, no sin antes dar la orden de que alguien lo lleve hasta la base, y me dirijo a la parte alta del ministerio en dónde se encuentra mi nueva oficina. Me gusta estar allí, pero mi alma siempre estará en éste subsuelo, donde la verdadera magia ocurre.
    Silas Jensen
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