The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Hans M. Powell
M. Meerah Powell
6 participantes
Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Recuerdo del primer mensaje :

La primera nevada del año produce cierta sensación de silencio en el exterior, mientras las ventanas se empañan y la música no deja de sonar en la sala de estar, cuya iluminación se ve ayudada gracias a la chimenea encendida que me hace olvidar que nos encontramos en el distrito cuatro. Le doy un golpecito suave a la muñeca de Meerah para que apunte mejor la varita, porque la estrella que trajo para la punta del enorme árbol navideño que hemos conseguido con su tía le está quedando torcida y sé que no se lo perdonará luego — ¿No crees que le falta algo? — pregunto y me doy unos golpecitos en el mentón con la varita, hasta que intento probar algo nuevo y la sacudo para que las bolas brillen suavemente, cubriendo las zonas más apagadas de las ramitas — Bueno, podría verse peor — me resigno, está claro que no soy el de las decisiones estéticas en esta familia. El suéter que mi hija me regaló en cuanto llegamos a la casa de su tía lo puso en evidencia, porque resulta que se pasó semanas preparando un montón de prendas de Navidad para todos. No sé exactamente cómo tomarlo, porque es la primera vez que paso esta fecha en familia después de lo que creo que fue una eternidad y apenas pude darle las gracias antes de ponerme sentimental y echarle la culpa al alcohol que no he empezado a beber.

Me paso una mano estirando la prenda nueva y agradablemente calentita al guardar la varita, giro en cuanto mi nariz reconoce que la mesa se va llenando y mi olfato no falla puesto que veo a Mohini pasar con una bandeja de no sé qué cosa, pero que se ve bastante bien. Tanto que hasta Charles, el novio de mi hermana, deja de acomodar la pila de regalos para ir a chequear qué es lo que se está perdiendo — ¿Por qué siento que tu madre será la estrella de la noche? — me excuso con subir el volumen de la música para murmurar cerca del oído de Scott, sonriéndole con expresión burlona al señalarle el muérdago que Phoebe ha colocado en el árbol — ¿Quieres que robe uno de esos para más tarde? — tengo toda la intención de hacer una insinuación que se siente demasiado fuera de lugar si consideramos que no estamos solos y no confío en que la música nos cubra, así que solo le estampo un beso veloz en la mejilla y me alejo para tomar uno de los bocadillos salados de la mesa. Es un poco temprano para empezar a cenar, así que conformaré a mi estómago con los platos de entrada. Me estoy llenando la boca con más de uno cuando Phoebe hace su aparición, así que tengo que tragar con algo de fuerza y palmearme el pecho para decirle lo que vengo queriendo comentarle desde que puse un pie en su casa hace menos de una hora — ¿Qué crees? — señalo su sala con un movimiento de la cabeza, seguro de que mis ojos reflejan la sonrisa que se me va asomando por las comisuras — Una Navidad digamos que completa. ¿Quién lo hubiera dicho? — desde luego, no nosotros. No cuando hace un año aún estábamos solos y no teníamos más que recuerdos, que ahora podrían ser reemplazados por memorias nuevas y, posiblemente, mucho mejores.
Hans M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Tanto griterío y palabrería me sirve para volverme invisible en lo que ocupo un lugar en la mesa y paso a servirme algunos aperitivos para llenar mi plato y mi boca en un intento de continuar siendo la sombra poco interesante de una conversación que se va muy atrás, a los tiempos donde los Powell eran niños y el resto no estábamos pintados en el cuadro. Apenas muestro una señal de vida cuando Lara me llama la atención y propone que cambiemos de lugares, lo que me lleva a mirar que tiene a su lado a mi cuñado y me pregunto si es una buena idea, una a la que debería acceder solo por hacerme el amable. Por suerte, ella desiste y yo solo me encojo de hombros llevándome una copa de vino a la boca, sonriéndome por las historias ridículas. Me pregunto si mis hermanos me meterían en los mismos problemas y, si en verdad pasamos año nuevo con ellos, esto no se volverá un desastre.

Es mi desgracia que Mohini pase toda la atención a mí y me relamo el vino de los labios para ganar tiempo, apoyando la copa sobre la mesa en lo que me acomodo en la silla — Yo… — pero no invento una excusa lo suficientemente rápido, Lara rápidamente saca una carta que me hace atragantarme con mi propia saliva y tengo que toser un poco para aclararme la garganta — Nada de eso, nosotros no… — bueno, en realidad hubo una vez en la que pensamos que seríamos padres, pero quedó muy atrás en el tiempo y prefiero dejarlo olvidado — No vamos a tener un bebé, no hay planes sobre ello — al menos, no todavía, pero podemos dejar esos detalles para otra ocasión. No pienso decirle al ministro de justicia que tengo cuidado al acostarme con su hermana, no soy tan suicida.

Me fijo en que Hans ha dejado la copa vacía sobre la mesa, así que me estiro y se la lleno hasta el tope y lo disimulo llenando los cristales que no parecen tener suficiente contenido — Aunque sí tenemos planes para nosotros. Mudarnos juntos fue un gran paso , así que queremos que las cosas sean tranquilas. Bueno, de momento solo nosotros dos está bien, aunque… — le echo un vistazo a mi novia, porque si sigo hablando voy a cagarla y no le estoy pidiendo permiso, sino que le paso la pelota — ¿No tienes algo que decir, Phee?
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Sonrío con sorna hacia mi hermano al ver que mis comentarios encubren los suyos y podemos dejar de hablar de cómo me chupaba el dedo cuando era una cría y solo atino a llevarme un poco más de pan a la boca cuando Mohini alude a nuestra pelea de niños como buenos adultos que somos. No soy la única que se fija en que Charlie está más callado de lo normal, bueno, al menos con el resto presente, pero probablemente se deba a que esta cena está muy salida de su zona de comfort y no se lo tengo demasiado en cuenta. No lo hago hasta que Mo decide que es una buena idea hacerlo evidente en medio de su silencio, lo que me hace mirar a mi prometido con cara de sálvese quién pueda y estoy casi por darle un pellizco por debajo de la mesa para que reaccione antes de que se le ocurra a alguien interponerse. Y, efectivamente, ahí va Lara a lanzar una bomba que hace que tire casi la copa al estar bebiendo de ella. — ¿Qué? — Es lo primero que me sale como si la cosa no fuera conmigo, hasta que me doy cuenta de que la hermana soy yo y tengo que negar con la cabeza tan efusivamente que temo volcar el contenido del cristal en lo que lo poso sobre la mesa, acompañando las palabras de Chuck con ese movimiento en lo que mis ojos revolean por todo el mundo menos en Hans.

Dejo que él mismo se explique con toda la tranquilidad de que nadie más va a saltar con ningún comentario inapropiado y estoy apartando unas migas del borde de la mesa cuando mi nombre vuelve a salir en el aire y ahora sí pongo mi mejor expresión de terror hacia mi novio. ¿Qué? ¿Tan pronto? ¡Pero si apenas va por la segunda copa! ¿No dijimos que mínimo cinco? — ¿Mm? — Bueno, creo que ya es evidente que algo no va bien, así que me armo de valor para no dar marcha atrás en mis palabras y casi puedo sentir la risa nerviosa acumularse en mi garganta como siempre que tengo que tratar algo serio. Que alguien me recuerde una vez más por qué decidí ser yo la que diera esta noticia y por qué de pronto siento tanto calor en mis mejillas. — Bueno... Aprovechando que estamos todos juntos, creo que es el mejor momento para decir que... — No mires a Hans, no mires Hans, no está lo suficientemente borracho como para esto, en serio. Siento la necesidad de estirar un poco la mano para aferrar la de Chuck en un gesto tímido, pero que debe notarse a leguas entre el silencio y la expectación. De paso, le sonrío a mi prometido algo nerviosa antes de girar la cabeza hacia el resto. — Charles y yo nos vamos a casar. — Ah, ¡listo! Ya lo dije, no fue tan malo, al final, a excepción por la parte en la que aguanto la respiración para ver la reacción de mi hermano.
Phoebe M. Powell
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Intento mostrarme todo lo inocente y encantador que puedo, sin abandonar una sonrisa que busca pedir una disculpa — Mientras Lara y yo no estemos casados, los títulos de ese estilo no son oficiales, ustedes me entienden — que no voy a ponerme a explicar la relación que tenemos porque no creo que haga falta, con suerte nosotros estamos animándonos a asumirnos como pareja como para empezar a hablar de títulos en una cena navideña. La cena sería una excusa perfecta para cambiar el rumbo de la conversación, pero el contraataque de Phoebe hace que me salgan patas de gallo de lo forzado que le sonrío a mi hermana — Eran los mejores calzoncillos que un niño podía pedir. Y no me hagas hablar de mi lámpara, porque la envidiabas y usabas siempre para tus juegos. Me gustaba la ciencia ficción — me excuso a los demás, encogiéndome de hombros como si estuviese diciendo algo obvio para un niño de esa edad — Scott, tú sabes que te mueres por un mini Hans, no importa lo que Phoebs diga — y no le digo nada sobre cómo me miraba antes, porque ya dijeron que hay chistes que no se pueden hacer en la mesa por esta noche.

Al menos, mi batalla se ve en pausa en lo que termino mi copa  de un saque y la atención se centra en Charles. Creo que se oye muy sonoramente cómo me atraganto cuando Lara tiene la idea curiosa de que mi hermana está también embarazada y, aunque me aclaro con una sacudida de la cabeza y una mueca que busca relajar los músculos de mi garganta, mis ojos se van derecho a los acusados en busca de una negación que no tarda en llegar — Menos mal. No necesitamos más genética Powell correteando en pañales por ahora — sé que no puedo prohibir nada en sus vidas, pero creo que ya tenemos suficiente por un tiempo como para sumar otra bola llorona. Un paso a la vez, por favor.

Ni acabo de pensar en ello y apenas llego a agradecer que mi copa vuelva a estar llena, que Phoebe empieza a balbucear y una de mis cejas se alza tanto que creo que se ha evaporado en el aire. Tengo un momento de no reaccionar, no conecto la idea de que sea mi hermana pequeña la que esté diciendo esas palabras y mis ojos buscan velozmente un anillo en sus dedos que no consigo visualizar — Phoebs… — mi voz suena suave, como si quisiera aconsejarle a un niño que no meta los dedos en el enchufe porque es algo simplemente que está mal. ¿Cómo le digo que apenas llevan viviendo unos meses como para tomar esa decisión? Creo que sonrío con una diversión falsa, casi sarcástica, que la reta a decirme que está bromeando cuando meneo la cabeza y vuelvo a vaciar la copa — Eso es…  si es lo que tú quieres… — levanto una mano en dirección a Charles en un intento de que no lo tome como una ofensa, pero apenas despego la vista de mi hermana — Sé que no estás pidiendo mi bendición, pero al menos te pido que me digas que estás segura de esto, si es lo que en verdad te hace feliz — por el modo lento que tengo de cerrar mis dedos en un puño, estoy seguro de que se me ha tensado un poco la mandíbula y que necesito de otro trago. Las actas de matrimonio no son una firma a la felicidad, nosotros lo sabemos bien. Y a ella, principalmente, ya la dañaron demasiado.
Hans M. Powell
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Invitado
Invitado
Me muerdo la carcajada en los labios por lo seguro que se muestra Hans de que deseo un hijo que sea una mini versión de sí mismo, sólo por ser época navideña hasta podría concederlo, y lo hubiera hecho si no fuera porque la conversación se va tanto por las ramas que soy yo quien termina acusando a Phoebe de estar embarazada. Tengo que sonreírle a la otra persona sentada en esta mesa que también ha creído que los Powell pueden valer el riesgo, para sacarlo de su error más ingenuo. —No se necesitan planes para que eso suceda, Charles—. ¡Vaya! ¡Si hasta me he sentido mi madre por un momento toda seria y sabia!

Y es la primera que miro cuando se me cae el tenedor sobre el plato, con mi mandíbula desencajándose. Se lo digo todo con la mirada, ¿lo has escuchado? ¡Se van a casar! ¡¿Lo has oído, Mo?! En lo que espero que mi madre reaccione descorchando el champagne porque al menos hay un par que le cumplirá el sueño de suegra honoraria, deslizo mi mirada hacia Hans para lanzar una única y fuerte carcajada en lo que tarde en bajarse el vino. ¡JAAAAA! Tengo que sujetarme el estómago para contener las carcajadas cuando todo en su semblante muestra lo alterado que está y las palabras que suelta son tan medidas que puedo verle como saca los colmillos hacia el pobre de Charles para saltarle a la yugular. —Así que al menos uno de los Powell sabe decir que si— digo, colocando mis manos sobre la mesa. He esperado este momento toda mi vida. Bueno, no, no tanto. Sólo un par de días.

Saliendo de toda broma hacia Hans, mi preocupación real cae sobre Phoebe y tengo que extender mi brazo para hacer a un lado a Charles, así no se mete en el miedo. — ¡¿ESTAS SEGURA?!—. Yo no tengo por qué mantener la compostura como su hermano, a riesgo de que no vuelvan a invitarnos en las próximas festividades a mi madre y a mí. —Phoebe, es una decisión muy importante la que están tomando. Están decidiendo que… quieren pasar su vida juntos. Eso es mucho tiempo, ¿estás segura? ¿en serio estás segura?— pregunto a borbotones, busco su mirada con la mía y que sepa que pueda confiar en mí para gritar pidiendo ayuda si así lo siente. —Si en algún momento cambias de opinión, por lo que sea, cuando sea, minutos antes de la boda… iremos con Rose a buscarte, ¿sí? Y te rescataremos, ¿bien?—. No me importa que su novio esté escuchando mi proposición de rescate, que sepa a qué atenerse. —O si después cambias de opinión, semanas o meses después, no te preocupes… tu hermano está trabajando en leyes para el divorcio. ¿Verdad, Hans? No todo estará perdido— le aseguro, ni que estuviera diciéndole que encontraremos la cura para una enfermedad terminal. Basta ya, que mi madre me desheredará si sigo por este rumbo. —Pero si es lo que te hace feliz, si en serio te hace feliz, entonces hazlo. No tenemos el tiempo asegurado como dejar pasar lo que nos hace felices— acabo. Y luego le lanzo una mirada funesta a Charles Sawyer, como amenaza de que espero que la haga feliz.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
¡Oh, por favor! Mo era un amor y sabía tratarme como una cuasi adulta el ochenta por ciento de las veces en las que estaba con ella, claro que este preciso instante tenía que entrar dentro del veinte por ciento restante y me obligó a largar un bufido mientras rodaba los ojos con exasperación. - Oh vamos, no me voy a horrorizar por sus insinuaciones. Lara está embarazada, por todos los cielos. - No tenía que ser muy gráfica como para imaginar cómo había terminado mi futuro hermano o hermana ahí. Además, mi madre era la persona más cínica del mundo, nunca me fue con el cuento de las cigüeñas o siquiera Papá Noel. Creo que la persona más pudorosa de esta sala era Charles, y eso solo porque seguro todavía no entraba en confianza. Al menos Mo centra su atención en ellos y me hace reír con eso de ser o no su suegra independientemente de cualquier tipo de nombre que pudiesen ponerle a su relación.

Almaceno mentalmente la información que van soltando tanto mi padre como mi tía, pero opto por no comentar acerca de ello. Ya lo sacaría en otro momento cuando fuese oportuno y no en medio de una cena navideña. Niños… tenía que darle la razón a Mo en eso. - El pobre bebé tendrá que soportarme a mí poniéndole cientos de conjuntos. Supongo que podré aguantar jugar con ponys o jedis. - Me encojo de hombros, acomodándome mejor en el asiento y dispuesta a tratar de tener una cena más o menos normal. - Y prometo que no serán calzoncillos o bombachas con dinosaurios. Va a tener más clase que eso. - Sonrío y paso a entretenerme con la comida, que como de costumbre, es deliciosa.

Claro que no me esperaba la acusación de Lara hacia Charles, y tengo que apretar fuerte los labios para no reírme ahí mismo. Podría decirle que está proyectando, pero la idea se me hace de lo más encantadora. A menos claro que me traten como la niñera oficial de los bebés. Podía aceptar todo, pero no quería cambiar pañales. Pobre Charles… primera cena familiar y ya tenía que estar en medio de todo el caos. Aunque bueno, era una primera vez para todos. Al menos es inteligente y le pasa la bola a Phoebs quien, no solo la toma, sino que la lanza directo a la cara de mi padre. Claro que no me distraigo con él, sino que dejo que mi romántica interna aparezca, y junto las manos en un gesto contenido para no gritarle “felicidades” en medio de la mesa. - ¿Cómo que uno de los Powell? - Mi alegría se evapora reemplazada rápidamente por la indignación, y giro la vista hacia Hans tratando de comprender lo que acabo de oír. - ¿RECHAZASTE A LARA? - Pero mi sorpresa no termina ahí, ya que la futura madre de mi hermano, se encarga de lanzar un ataque verborrágico hacia mi tía y tengo que volverme hacia ella con los ojos bien abiertos.

- ¿Pero qué les pasa? - ¿No eran ellos los adultos? Tal vez por eso mismo se comportaban como unos insensibles y ponían en duda las decisiones ajenas como si fuesen cosa simple. - Mejor pregúntenle a Charles si todavía está seguro de querer casarse después de ver los cuñados que le toca tener. - Conocía a Phoebe solo desde hace unos meses, y aún así estaba segura de que no tomaría una decisión así a la ligera. ¡Se habían mudado juntos! Estaban queriendo planificar una vida juntos, y no topándose con ella de sorpresa. - Por mi parte, Felicidades. A ambos. - Les aclaro mirando primero a uno y luego al otro. - Espero que sean felices y que no quieran mudarse luego de... esto. - Y si Hans y Lara seguían comportándose de esa manera, buscaría alguna manera de vengarme en nombre de mi tía. ¿Tal vez podría convencer a Mo de mudarse al cuatro? O mejor, ¡de mudarse con nosotros!
M. Meerah Powell
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Mohini R. Khan
Bueno, Lara tiene un punto convincente ahí que no le puedo negar, pero vamos, que después de la sorpresa fui bien amable con mi yerno, hasta se podría decir que somos familia ya. Claro si como dice mi hija la hermana de Hans está embarazada… entiendo que el chico esté con sus partes masculinas como corbata. Y… menos mal que no dije eso en voz alta, puf, estar con estos jóvenes hormonados me está empezando a pasar factura. Camuflo mi desilusión cuando Phoebe y Charles niegan semejante noticia llevándome el tenedor a la boca para no marcar la decepción con palabras, que esto de ser abuela me lleva por la vena sensible y hasta me hubiera gustado que mi nieto fuera a tener un primito, alguien de su edad con quien jugar. — Qué lástima… — No me aguanto las ganas de decir, aunque vuelvo a silenciarme a mí misma llevándome la copa de vino a los labios.

Mis ojos se mueven de una figura a otra en lo que el nuevo notición explota en la mesa, y ahora sí que no puedo esconder mi felicidad porque por fin alguien está haciendo las cosas como se deben. Me llevo las manos a la boca como si se tratara de mi propia hija, o de mi propio hijo, qué más da, el caso es que luego me llevo una de mis manos al pecho para expresar lo mucho que eso me ha llegado al corazón. Imagínense como hubiera sido si Lara lo hubiera dicho. De todas formas, no me dejan manifestar mucho la alegría por la pareja porque ya tiene que venir mi yerno a aguar la fiesta, seguida de mi hija a la que no puedo evitar poner una mala cara. — ¡Lara, por favor! — La indignación en mi tono es suficiente para que hasta Meerah se dé cuenta de lo ridículo que es su comportamiento con respecto al casamiento, y me siento tan mal con el pobre hombre que siento la necesidad de levantarme para abrazarlo.

Bueno, eso último no lo hago pero sí me pongo en pie para ir en su dirección. — ¡Justamente! ¡Los dos que menos tendrían que comentar son los primeros en abrir la boca! — Niego en decepción con la cabeza, posando una mano sobre el hombro de Charles con toda la decisión del mundo. — Que estos dos maleducados no te tiren para atrás, Charles, que ellos no tengan sentido del compromiso no significa que los demás no puedan tenerlo. Es una decisión más que maravillosa y motivo de celebración, no de interrogatorio ni de pensamientos de última hora que no sirven de nada. — Miro a Hans y a Lara con toda la mala onda por siquiera insinuar algo así, antes de girarme nuevamente hacia la pareja. — ¡Y yo solo puedo decir que enhorabuena! Al menos hay un hombre aquí que tiene las cosas claras. — Sí, eso lo digo cogiéndole el moflete entre mis dedos para después darle una nueva palmadita de enhorabuena y girarme hacia la futura novia para plantarle un beso en la mejilla. Mientras me vuelvo para sentarme nuevamente en mi siento, atino a golpear en el hombro a Hans con la servilleta de tela que me llevé por el camino. — ¡A ver si aprendemos! — ¿Qué es eso de que mi yerno rechazó a MI hija? Como lo pille de imprevisto…
Mohini R. Khan
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Bueno, puede que estruje un poco de más los dedos de Charles en el proceso de no perder la compostura, porque me conozco ese tono de voz que utiliza Hans como si se trata de nuestra madre a punto de preguntar quién de los dos se comió el último trozo de tarta. Claro que esta vez no me voy a poner a quejarme y en su lugar imito su forma de reaccionar para responder a la misma como mecanismo de defensa. — Hans… — No tengo mucha oportunidad de argumentar mi decisión que ya pronto caen todos como lobos contra el cuello de Charles y en el proceso mi yo interno quiere morirse de la vergüenza por la que le estoy haciendo pasar solo por haber traído a la luz una noticia que, en teoría, debería de ser foco de festejo. Creo que esa misma humillación se puede ver perfectamente reflejada en mi rostro, que estoy por levantarme y salir de esta casa llevándome a Chuck conmigo, pero el problema es que estaría saliendo de mi propia casa y no con muchas opciones a donde ir más que a emborracharme bien lejos porque es evidente que con mi hermano no ha funcionado.

Antes que contestar a mi hermano, a quien no puedo aguantar la mirada por más que los dos primeros segundos de esta conversación, me giro hacia Lara cuando me toma del brazo interponiéndose en el espacio que ocupa Charlie. — No va a hacer falta ningún rescate, ni ningún divorcio, ni nada por el estilo. Voy a casarme, nos vamos a casar, no necesito que nadie me pregunte si estoy segura porque lo estaba incluso antes de que se propusiera. Charles me hace feliz, ¿de acuerdo? Somos felices juntos y precisamente por eso agradecería mucho que no saltarais a por él como si fuerais hienas que no han comido en año y medio. — Me aclaro la garganta, desprendiéndome del agarre de la morena e intercambiando su mirada por la de mi prometido para murmurar un lo siento con mis labios bien merecido por el espectáculo que están montando. Ahora mismo se me apetece bastante la idea de habernos casado en secreto antes de tener que pasar por esto una segunda vez.

No es que mi hermano merezca una explicación, creo que la merezco yo más que él y, por esa misma razón, me volteo en su dirección para terminar con la discusión que comenzó. — No voy a aceptar que proyectes tus miedos en mí, o en mi futuro matrimonio, me niego a vivir estancada en el pasado y en los errores que cometieron otros. — Es evidente, y tanto él como yo lo sabemos, que solo hay una persona a la que me refiero cuando lo digo. Yo misma soy consciente de que esos miedos también me afectan, lo he podido comprobar las últimas semanas en la que el terror a perderlo todo ha podido conmigo en más de una ocasión, pero estoy aprendiendo a combatirlos y mi padre no va a ser alguien que se interponga en eso. — No soy esa niña más, Hans, he crecido, he aprendido por la fuerza y no estaría tomando esta decisión si no fuera lo que quisiera de verdad. Así que, ¿por qué no cambias esa cara de haber chupado un limón y te alegras por mí? — No sé si es una sonrisa lo que escapa de mis labios, más bien una mueca en lo que giro al rostro hacia Chuck y aun con la mano sobre la suya, uso mis dedos para acariciar su piel a modo de segunda disculpa. Y con respecto a las felicitaciones tanto de Mo como de Meerah, que parece que son las únicas que verdaderamente se alegran, solo puedo elevar un poco las mejillas en señal de agradecimiento.
Phoebe M. Powell
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Invitado
Invitado
Por estas cosas es que luego mi madre me dice que no hace falta que diga en voz alta todo lo que pasa por mi mente, tengo que meterme un pan en la boca cuando libro a Charles del peso de mi mirada y una tras otras nos van mandando callar. ¡Vamos! ¡Ni que lo fuera a asustar en serio! Tengo un metro y medio y me estoy poniendo redonda lentamente, ¿qué daño le puedo hacer a un hombre con esa espalda y cabeza que casi llega hasta el techo? Como mucho darle un puntapié. ¡Pero hienas! Que Phoebe nos llame hienas a su hermano y a mí me hiere en mi sensibilidad hormonal, que me llevo una mano al pecho para suavizar el impacto que me está causando las palabras duras de estas mujeres, que al menos sabemos que Hans lo poco que ha dicho es porque está asustado por Phoebe todo lo que ella no, de que algo la lastime. Y yo también me preocupo por ella, es de esas personas que han pasado por tanto que sólo puedes desearle que tenga su maldito momento feliz, pero aquí estoy echándole la carta de un montón de inseguridades. Meerah no lo dice, pero su frase siempre oportuna de "¿estás proyectando?", se me viene a la mente. ¡Ah! Si cada vez me queda más claro que Phoebe y Meerah son tía y sobrina, ya la palabra la dijo ella.

Lo siento, Phoebe— me disculpo con la hermana de Hans, retractándome de mi acto de "rompebodas", que mi madre estaba en lo cierto al decir y recordarme que porque crea que algo no va a funcionar con uno mismo, no significa que no funcione con otros. Casarse es lo más normal del mundo, que yo le vea ciertos defectos desde afuera y esté contemplando riesgos todo el tiempo, no quiere decir que las personas que lo viven sean siquiera conscientes de eso. Porque a veces se ven... bien. Como Phoebe que dice que es feliz con Charles y tiene una seguridad tan firme en ello, que creo que movería todos los astros con su voluntad para que esta boda se celebre y salga bien. Se habla tanto en esta mesa de ser feliz, de la felicidad, de los momentos felices que no se pueden dejar pasar, que me está poniendo de este humor raro en que salto con comentarios pesimistas a la primera y a punto de conseguirme el descontento del hombre a mi lado. Del otro hombre, Charles, que Hans ya me conoce. —Y lo siento, Charles. No quería asustarte con mi... tonito agresivo de vecina metiche a la que nadie todavía invitó a la boda—. Miren bien, el gnomo de Navidad diciéndole al semigigante que no le va a morder el dedo del pie. —Puedes dormir tranquilo, no entraré por la ventana a robarme a tu novia—. A menos que Phoebe cambie de opinión, entonces... Bien, no. Nadie cambiará de parecer.

Tengo que aclarar mi garganta y poner empeño en decir lo que sé que se debe decir en estos casos, a mi manera, claro, para que sea sincero y dicho con un sentimiento real. —Felicidades, a los dos,— digo, aunque mi mirada esté fija en la de Charles porque los hermanos Powell están teniendo su propio duelo de miradas, —porque en este mundo que se sacude todo el tiempo, que por fuera de nuestras casas no es para nada bonito, entre las muchas personas que van y vienen, se encontraron o se reencontraron. Y creo que eso es motivo suficiente para celebrar, todo lo que viene después, que sea solo para reafirmar lo que ya saben, que encontraron la persona con la que quieren estar—. ¿Dónde está mi copa de vino? Ah, no, cierto. No tomo. ¿Mi postre? ¿Dónde está mi postre? Miro a mi madre para ver si ella tiene la respuesta, y que al menos me muestre un poquito de orgullo porque aprendí a pedir perdón después de meter la pata. Y nadie quiere tener de enemigo al vecino que mide dos metros.
Anonymous
Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Creo que el que no está suficientemente ebrio soy yo. Siento la imperiosa necesidad de sacar a Phoebe de aquí, que escape de las miradas acusadoras de su hermano y las preguntas incómodas de su cuñada. Soy alto, quizá demasiado como para poder hundirme en el asiento en lo que pienso cómo remarcar que somos felices, que decidimos esto como dos adultos que solo quieren pasar tiempo juntos y compartir lo que nos queda de vida, después de tanta basura. La interrupción de Meerah me vale una sonrisa pequeña de agradecimiento, en lo que muevo la cabeza en su dirección — No pasa nada. Comprendo de dónde vienen los comentarios y los miedos, no esperaba otra cosa — siento que me estoy disculpado más que nada con MP y Meerah, porque tengo la sensación de que si muevo la atención hacia los otros dos, voy a llevarme un mordisco; repentinamente, me alegra el tener a Lara entre mí y el otro Powell. Agradezco a la mujer mayor con una palmadita en la mano que posa en mi hombro y paso a tomar con cuidado los dedos de mi prometida, en vista de las acusaciones que pasan volando por encima de la mesa como balas de plata. Hasta ignoro el agarre de mi mejilla porque creo que estoy más enfocado en sujetar a Phoebe con algo de fuerza, pretendiendo advertirle. Que no diga cosas que luego la lleven a un arrepentimiento, es lo único que pido — Creo que no es necesario tocar ciertos temas. Es Navidad — murmuro, creo que todos aquí podemos excusarnos con esta fecha festiva para que nadie se saque los ojos con nadie.

Es un poco más honesta la sonrisa que le dedico a Lara, acaricio los nudillos de Phoebe en busca de calma y me atrevo a mirar el espectáculo por el resto de la mesa antes de tomar aire y hablar — Gracias, de veras. Sé que quizá es un poco apresurado pero... hey, que allí afuera pasa de todo y la vida nunca ha sido tan incierta como ahora — ninguno aquí puede negarlo, mucho menos el ministro que quemó rebeldes en la plaza principal de la capital, para variar. No me pondré político esta noche — Con Phee sabemos lo que queremos y estamos seguros de que no hay mejor modo de acabar de sellar todos los años que compartimos. Las relaciones se trabajan, no importa si hay un papel en medio o no. Y ese es nuestro objetivo — me acerco una copa y le echo un vistazo — ¿Podemos brindar ahora o hay algo más que decir?
Charles B. Sawyer
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
No sé qué es peor, que Lara lo eche en cara o que Meerah repare en ello — ¡Yo no dije que no! — que no quiero ponerme a dar explicaciones cuando hay asuntos más importantes que atender, como que Scott se ponga de mi lado y Mo se tome esto a la tremenda. Me encuentro con la incómoda sensación de pasar mis ojos de mi hermana a su novio, tratando de comprender cómo es que funcionan para lanzarse conscientemente a un matrimonio por mera elección. Son las palabras de mi suegra las que me hacen quebrar el silencio y resoplar — La única razón por la que dije que no quería casarme ahora, es porque llevamos solo dos meses conviviendo. Hay decisiones que no deben ser tomadas a la ligera antes de firmar un papel — ¿Y ellos qué piensan hacer con eso?

Lo que no me espero son las palabras afiladas de Phoebe. Me muerdo la punta de la lengua con un rostro obviamente envenenado, tengo que recordarme que no es momento de armar un escándalo y permito que Lara y Charles se pongan a escupir arco iris en el que parece ser una pequeña celebración de aceptación. Ni bien mi cuñado acaba de hablar, lleno de nuevo mi copa y me levanto con demasiada efusión para cumplir con su brindis — Pues entonces que sean felices, si es lo que quieren. Y para que sepas, Phoebe, que me alegro por ti. Pero eso no quiere decir que me olvide de otras cosas. Quizá tu deberías mirar mejor antes de cometer estupideces por simples actos desesperados de amor. Si tú quieres olvidar... bien por ti — no espero a que alguien más beba que me termino la copa, la dejo sobre la mesa y pido permiso para ir al baño con un movimiento de la cabeza que me saca de la mesa. Para cuando cierro la puerta a mis espaldas, sé que necesito lavarme la cara.
Hans M. Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
No me importa que con lo que dice Lara parece retractarse en sus palabras, mantengo la mirada fija sobre la de mi hermano, apenas sintiendo la presión en mis dedos por parte de Charlie, y que tampoco despegan mis ojos de en frente. Porque ya sabía de antemano que se lo tomaría a mal, lo que no esperaba es que fuera a relacionarlo con lo peor que le ha pasado a esta familia y de lo que parece que no podemos despegarnos ni aunque yo esté tratando de hacerlo. Ni siquiera escucho las palabras de Charles que van con intención de relajar el ambiente, estoy demasiado concentrada en que las lágrimas no se acumulen en mis ojos al tiempo que intento evadirlas parpadeando varias veces. Me duele bien profundo en el interior de mi pecho que diga que estoy dispuesta a olvidar, cuando es perfectamente consciente de que esa es una de las cosas que mi cerebro se ha negado a hacer, pero no por eso voy a vivir mi vida pensando que todo lo que haga va a llevarme por el mismo camino.

Cuando se levanta, trato de seguirle con la mirada, pero se me pierde en lo que la bajo hacia mis piernas en el asiento por culpa de una lágrima que decide traicionarme y para evitar que el resto lo vea, escondo el rostro hacia abajo. Voy a ponerme seriamente a llorar si no salgo de ahí en los próximos cinco segundos, y es el tiempo que limito para desprenderme de la mano de Chuck y arrastrar la silla hacia atrás con mi peso para ponerme en pie. Soy una arrastrada, siempre lo he sido y siempre voy a pensar que toda reacción que se salga de lo normal viene dada por mi comportamiento y que, por tanto, es mi culpa, por lo que me apresuro al baño por dónde ha escapado mi hermano y agradezco que esté algo alejado de la sala para cuando elevo la voz en un murmullo. — Hans... — Comienzo, apartando alguna que otra lágrima de mi mejilla y con un nudo en la garganta del que no me deshago hasta que vuelvo a hablar. — ¿Qué es lo que pasa? — Lo que verdaderamente pasa, eso de lo que nunca hablamos porque sigue demasiado reciente pese a que nos hemos convertido en adultos. — ¿Es por mamá? ¿Por todo lo que pasó con papá? — Trago saliva, me siento incapaz de preguntar algo parecido a como terminó todo. — Hans, por favor... — Mi voz es una súplica que empieza a mezclarse con las ganas de llorar acumuladas en mi garganta. — Yo... jamás dije que quisiera olvidar, sabes... sabes que eso no es posible para mí, para ninguno. — Sacudo la cabeza con lentitud pese a que ni siquiera puede verme, apoyando un hombro sobre el marco con la esperanza de que en algún momento abra la puerta. — Sal de ahí, por favor... — No sé quién de los dos es quién necesita más explicación, si él o yo.
Phoebe M. Powell
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Mohini R. Khan
Bueno, soy perfectamente consciente de cuando la situación se sale un poco de rosca y deja de ser una pelea de hermanos corriente, e incluso las palabras de disculpa de Lara no son suficientes para separar mi vista de los Powell en lo que se dedican a lanzarse comentarios que, como intrusa en la historia de esta familia, no capto como para poder soltar alguna que otra cosa que los calme a ambos. Miro al pobrecito de Charles que me está dando una pena terrible por la respuesta de su cuñado y casi le miro como para decirle que conmigo está todo bien, pero es obvio que no necesita de mi aprobación y que la misma está lejos de consolarle. En su lugar, me veo siguiendo con la mirada a mi yerno cuando se levanta con expresión de sorpresa. — Y luego dicen que yo soy la dramática... — Mierda, ¿dije eso en voz alta? Me disculpo echándole una mirada hacia Phoebe, que es la única Powell adulta sentada en la mesa, aunque no por mucho tiempo. — Pero, tesoro... — Alcanzo a decir antes de que ella misma desaparezca de la habitación.

Me quedo mirando al resto de miembros, uno detrás de otro, en lo que el silencio parece envolvernos en una capa tan incómoda que me apresuro a sacármela de los hombros. — ¿Deberíamos...? — No conozco tanto de su pasado como para conocer si sería demasiada intromisión que alguno de nosotros vaya a ver lo que está ocurriendo, y mi mirada pasa de Lara a Charles porque ellos son los que más saben acerca de los temas que debemos y no debemos tocar con los hermanos. Estoy por ofrecer la cesta del pan a mi nieta para romper con la incomodidad, pero lo considero un poco fuera de lugar dadas las circunstancias, así que me limito a llevarme un trago de vino a la garganta, por necesidad más que nada. — Estoy segura de que lo solucionarán. — Asiento, como para que hagan lo mismo y me lo confirmen y no me quede yo sola con la esperanza.
Mohini R. Khan
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Invitado
Invitado
Medito si tiene algún caso que salte a rescatar a Hans del meollo en que lo he metido y en el que se enreda así mismo al dar explicaciones, cuando lo que está sumiendo a toda la mesa en una incomodidad que no acabamos por resolver es el anuncio de la boda de Charles y Phoebe, que nos divide en dos bandos enfrentados por una cuestión en que las partes involucradas han tomado una decisión que no va a cambiar por nada de lo que se diga. ¿No queda solo desearles lo mejor? Siento que Hans está siendo un poco idiota con su hermana y que lo piense yo que le compito en estupidez cuando nos ponemos en ese modo es mucho. —Hans…— lo llamo cuando se pone de pie, pero mi mano se queda en el aire porque está a medio abandonar el comedor en una actitud a la que Mo pone su firma. —No está siendo dramático— digo, cuando Phoebe lo sigue fuera con una mirada que no nos engaña a ninguno de los que nos quedamos sentados como tontos en esta mesa. —Phoebe y Hans, por debajo de todas esas peleas de ponys, son niños que han sufrido mucho, mamá— comparto lo que es mi opinión sobre lo que está pasando, que creo que es algo que pudo percibir Mo con su instinto maternal y que quizás el único que sepa con mejores detalles que cualquiera es Charles por todo lo que compartió con Phoebe. —Y esas heridas todavía están abiertas— suspiro.

Hinco los codos en la mesa, en una pose pensativa en la que me golpeteo lo labios con los dedos. He perdido todo el interés en la comida en lo que creo que el bebé me apoya por primera vez, no podemos comer si estamos pendientes de lo que está sucediendo a pocos pasos. Escucho la pregunta inconclusa de Mo para la que no tengo una respuesta inmediata, esta me llega después. No tengo idea de cómo funcionan las relaciones de hermanos, soy hija única. Mi bebé tendrá una hermana, trece años mayor, tampoco será una relación de las típicas. Podría preguntarle a Charles si tiene hermanos y si es así que nos ilustre un poco sobre sí es conveniente que lo resuelvan solos. Hans y Phoebe tienen un pasado en común al que ninguno de nosotros pertenecemos, no conocemos del todo a los fantasmas que se enfrentan y podríamos sólo dejar que lo solucionen, esperar a que vuelvan y darles abrazos navideños que los hagan sentir mejor. Pero a riesgo de que en serio no nos inviten el año que viene, pongo mis manos sobre la mesa y retiro mi silla. —Yo digo que vayamos, todos, porque esto es algo así como una familia y ellos deben saber que ya no están solos en esto.

Casi que espero que Phoebe me empuje cuando la tomo por los hombros si es que me hace sentir mal que esté llorando de una manera en la que se está rompiendo, si no fuera porque se está sosteniendo a la puerta, creo que estaría deshecha en el suelo. —Hans— acompaño a la voz de su hermana, un poco dudando de lo que estoy haciendo. —No te encierres— pido, si no golpeo la puerta con mis puños o la echo abajo, es porque quiero respetar la distancia que pone y esperar a que por su cuenta decida que está listo para hacer frente a las preguntas que chocan contra la madera de la puerta cerrada. —Sal y habla con tu hermana—. ¿Es muy bajo si juego la carta de que tiene que dar el ejemplo a sus hijos de cómo se resuelven los problemas entre hermanos? Sí, es muy bajo. —No te encierres, por favor— repito, frotando los brazos de Phoebe cuando me aparto para tampoco abrumarla con mi presencia. Vaya, sí, después de esta noche me quedará calzado el título de vecina entrometida. Si no fuera porque no soy sólo al vecina, y no sé bien qué soy, pero lo mismo digo: —No te encierres solo si tienes una familia que está para ti—. Presiono el hombro de la mujer al alejarme de ella, que creo que invadí demasiado el espacio privado de los hermanos y debería volver a la mesa donde está mi madre, quien creo que ya adoptó a los Powell como hijos e incluso a Charles, ni que decir de Meerah, a quien creo que ya puso por delante de mi nombre en su testamento. Ojalá para los demás sea tan fácil como para Mo abrirnos a la idea de que hay alguien a nuestro lado, no solo sentados físicamente, sino para lo que haga falta.
Anonymous
Hans M. Powell
Ministro de Justicia
El agua corriente del baño es lo suficientemente tibia como para calentarme el rostro en una sensación irónicamente refrescante, paso la mano por la nuca y siento algunos mechones de pelo mojarse entre las yemas con el masaje que intenta calmarme. Sí, sé que he reaccionado mal, pero voy a ser infantil y excusarme que ella no tenía que meter el dedo en la herida y retorcerlo adelante de todo el mundo, esperando que solo asienta con la cabeza y no escupa absolutamente nada al respecto, cuando incluso soy consciente de que podría haber sido peor. Podría haberle remarcado todos los errores y los horrores que ella se perdió, las cosas que no tuvo que ver porque ella estaba lejos y sola, sí, pero yo me quedé juntando los platos rotos sin saber cómo conseguir pegamento. Me niego a llorar, a volverme una vez más el mocoso que lagrimeaba por los errores de los demás y eso hace que respire con algo más de fuerza, hasta que trago saliva y creo que me he recompuesto, como siempre. Entonces, escucho su voz.

Veamos, no es la primera vez que Phoebe ruega por mí del otro lado de la puerta. Cuando éramos niños, era común escucharla llorar hasta que se me pasaba el capricho y la dejaba entrar. Ahora, no se siente muy diferente, aunque el reflejo del espejo haya cambiado tanto. No sé cómo poner en palabras lo que quiero decirle, incluso cuando éstas siempre se me han dado bien. Pero no las emociones, ese es un terreno diferente. Me quedo callado, frunciendo mis labios con una mano sobre el grifo que acabo de cerrar y sé que debo salir en algún momento, que no puedo arruinar nuestra primera Navidad de esta manera y que tengo que controlar mi mal humor. Estoy en ello cuando se suma la voz de Lara, murmurando sobre una familia que no debería ser parte de los errores del pasado. Me resigno, apago la luz y tiro de la puerta, encontrándome con ambas y pasando la mirada de una a la otra. Bien, no puede ser más incómodo.

Phoebs… — me doy cuenta de que mi voz se encuentra estrangulada y tengo que carraspear para aclararme, apoyo mi peso en el marco de la puerta y me resigno con un suspiro — No lamento lo que dije, sino cómo lo hice. No era el punto. Todo esto no significa que no quiero que seas feliz, sino todo lo contrario: temo que salga mal y eso te joda la vida. No sé si me entiendes — le doy un golpeteo incómodo a la puerta con los dedos y fuerzo una pequeña sonrisa, sin muchos ánimos — He tratado de no vivir estancado, pero no vivimos las mismas experiencias. Firmar un acta de matrimonio no hará tu felicidad, no significa que los problemas se solucionarán y no te regalará ningún final feliz. Pero es tu decisión si quieres arriesgarte y si confías tanto como para hacerlo — es ciertamente incómodo el decir esto frente a la persona que planteó la idea de casarme con ella. Espero que ambas entiendan de dónde viene para no tener que seguir estirando este momento bochornoso y cierro un puño para darle un toquecito suave y cariñoso a mi hermana en el mentón — Solo espero que me dejes llevarte al altar después de todo esto — le amenazo — Me merezco el intimidar a tu novio hasta el último segundo antes de entregarte. Y tú… — ladeo la cabeza en dirección a Scott y le pellizco uno de sus hinchados pómulos — No vuelvas a tocar el tema del matrimonio delante de tu madre o Meerah, que sospecho que van a hechizarnos y obligarnos en cuanto tengan la oportunidad.
Hans M. Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
En el proceso de pegarme a la puerta, cruzo ligeramente los brazos debajo de mi pecho, con los hombros encorvados al tiempo que aún me restriego por las mejillas alguna que otra lágrima que se escapa de mi control. Aprieto los labios hacia dentro, manteniéndome firme a la espera de que mi hermano se vea en posición de abrirme la puerta, aunque mentiría si dijera que no siento que pasa una eternidad en lo que permanezco ahí, acongojada por la idea de que esto es todo lo que somos: una familia rota que no supo arreglarse en su día y cuyos pedazos siguen perdidos en el tiempo pasado, pero como en el presente y probablemente también en el futuro que está por llegar. No soy consciente de las pisadas de Lara y ni siquiera la escucho llegar, pero por el modo que tengo de permanecer en el sitio estoy bien lejos de sorprenderme por su tacto. De todas formas, ese gesto creo que es la gota que colma el vaso para que la expresión de mi rostro vuelva a ser camuflada por el intento en guardarme para el interior las ganas de llorar.

No llego hacerlo, por suerte, porque sería bastante más ridículo hacer esto con treinta años que con cinco, y no creo que nos haga falta más alusión al pasado para que sienta la necesidad de disculparme nada más mi hermano abre la puerta. No sé exactamente por qué, pero resulta más una costumbre que una elección, de modo que mis labios susurran una disculpa antes incluso de que Hans empiece a hablar, pero es un sonido tan entremezclado con el balbuceo de mi garganta que ni se aprecia. Al menos, los oídos me funcionan bien y puedo escucharle murmurar todas esas cosas que me hacen plantearme como es que alguien con tanto miedo a que las decisiones que tomamos acaben mal puede ser la misma persona que ha decidido tener un bebé con una mujer con quien hace menos de un año ni siquiera tenía trato. No lo digo, porque creo que no es momento de hacer más acusaciones posibles después de lo que ha tenido lugar en la sala, de modo que me limito a asentir con la cabeza, aunque es más bien un movimiento reflejo de hermana menor que escucha a su hermano mucho más mayor y sabio que ella.

Al menos, ese comentario me saca una sonrisa algo mustia aún, pero que me sirve para dar pie a mi propia intervención con un poco más de gracia en el ambiente. — ¿No crees que le has intimidado ya para lo que queda de noche y más? — Que el pobre Charlie debe de estar más acongojado que yo en el sitio, lugar donde le he dejado yo a la deriva con una mujer como Mo en frente. Mientras recuerdo ese pequeño detalle, Hans se centra en la figura de Lara, y yo paso a hacer lo mismo, con una curvatura algo tímida en los labios. — Gracias, no tenías por qué hacerlo. — Si ya es difícil tener que lidiar con los problemas personales, creo que no necesitamos añadir a su lista tener que ir detrás de dos hermanos traumados. — Deberíamos... volver. — Antes de que esta pausa se vuelva más extensa de lo que debería siendo una noche de festividad y alegría. Regreso a la sala, apartándome un poco el pelo de la cara para encontrarme con que Mo ya ha descubierto el modo de alegrar un poco la mesa con su charleta que ni sé de qué va, porque me fijo demasiado en la figura de Chuck. Paso los brazos por encima de sus hombros y beso su mejilla rápidamente en lo que nadie nos está atendiendo. — Lo siento. — Se merece eso, al menos, una disculpa por todo lo que acaba de pasar. Podría separarme de él, pero en su lugar me mantengo en esa misma posición cuando levanto un poco la cabeza hacia el resto. — ¿Meerah tú no querías ver fotos de tu padre aprendiendo a ir al inodoro? — Pregunto a mi sobrina un poco más animada, que así tienen tiempo todos de entretenerse un rato con Hans de bebé.
Phoebe M. Powell
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Invitado
Invitado
No sé qué hacer cuando la puerta se abre, ni dónde meterme. Llevo una mano detrás de la curva de mi oreja para rascar allí en un gesto de supuesta indiferencia a la charla que se desarrolla entre los hermanos para darles algo de falsa intimidad. Tardo en decidirme a regresar mis pies hacia el comedor y los tengo un poco inquietos, moviéndome sobre la misma baldosa, con el cabello cayendo sobre un lado de mi rostro así parte de mi expresión dubitativa queda escondida de ellos. Escucho lo que Hans le dice a su hermana, claro que lo escucho. Pero si tengo alguna opinión sobre eso no la daré porque me inmiscuí demasiado por esta noche, así que me limito a sonreír para mí cuando al final de todo acepta que su hermana caminará hasta el altar con el hombre que eligió ¿y qué firmar un papel no es garantía de felicidad? Puedo decir sabiendo que corro un riesgo menor de equivocarme, de que Charles y Phoebe saben más de lo que otro que de la felicidad en sí. Y que tal vez conocí a dos personas que por encima de lo que pueda hacerles daño o darles bienestar, lo que les importó más que nada es estar juntos. Hans podrá haber dicho en su arrebato que son un par de estúpidos, pues a mí me parecen valientes y es una cualidad que admiro porque carezco de ella.

Y eso nos deja a nosotros dos, con Hans picándome la mejilla y teniendo que usar mi mano para apartarlo como si fuera un molesto mosquito que no deja mi cara redonda en paz. Espero a que Phoebe se alejé lo suficiente al volver a la otra habitación, para que no escuche mi respuesta a su hermano, que sus lágrimas todavía son muy recientes como para incomodarla con mi humor inapropiado. —Ningún hechizo funcionará conmigo, soy muy esquiva, ¿no lo sabías?— presumo de lo que es uno de mis peores defectos. —¿Y no escuchaste? No dejo que nadie que no esté seguro se case, así que si nos obligan a lo que sea, seré la primera en ir a buscarte y rescatarte, por hechizado que estés— lo tranquilizo, caminando a su lado para poder darle unas palmaditas reconfortantes en su brazo, que está seguro conmigo de esos papeles que pueden llegar a ser tan atemorizantes. —Puedo robarme al novio y llevarlo lejos— es una broma que no tiene por qué ser una promesa de nada, estamos preocupándonos por cosas que pueden estar a años de pasar, puso un plazo muy razonable con su «rechazo que no fue un no» para que vuelva a preguntarle tal cosa, si es que lo hago, y por el momento hay otra boda que planear que puede acaparar toda nuestra atención. Lo bueno es que en la mesa hay dos mujeres que saben todo lo que Phoebe pueda necesitar para armar algo así, mientras yo vuelvo a los postres que se me da mejor. Y, ¿alguien ha mencionado las fotos vergonzosas de Hans otra vez? Aunque no esté incluida en la invitación para verlas, no voy a perderme eso, así que dejo al hombre en cuestión para acercarme a Meerah y acompañarla a donde sea que su tía tenga guardado ese tesoro.
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Mohini R. Khan
Ven, este son el tipo de cosas que sabría si alguien se hubiera dignado a avisarme previamente de los traumas infantiles que corren en esta familia y que desconozco al completo, salvo por una pequeña advertencia antes de nuestra llegada que tampoco esclareció mucho la situación. Como no sé hasta donde puede llegar mi curiosidad y me niego a preguntar precisamente en este momento sobre el tema, me limito a mantener silencio, escuchando la voz camuflada de Phoebe a través de las paredes que nos separan. Veo a mi hija muy decidida a hacerse aparecer entre los hermanos, lo cual no me parece del todo una buena idea, en especial después de haber presenciado como es que afecta hablar de ciertos asuntos en esta familia y siento que interrumpirles ahora resultaría una intromisión a su intimidad, una en la que no sé si deberíamos entrometernos.

De igual forma, pese a la mueca en mis labios que dirijo muy abiertamente a Lara, desaparece igualmente y yo me quedo observando a los dos últimos que quedan sentados. — Ya entrará en razón, Charles, no sé hace cuánto conoces a Phoebe, pero no parecía muy dispuesta a cambiar de opinión y su hermano simplemente tendrá que aceptarlo. — Le sonrío con algo más de suavidad y hasta ternura. — Y si no, pues no te preocupes, hombre, que yo le hago cambiar de opinión enseguida, le tengo dominado ya, verdad que sí, ¿Meerah? — Bueno, creo que me gusta más dármelas de suegra que a él el hecho de reconocer que lo soy, pero algo haya que decirle al pobre hombre para que no se me desanime.

¿Veis? Ya lo decía yo, ¿todo bien, tesoro? — Levanto la cabeza en dirección a Phoebe cuando la veo aparecer de vuelta, que aun parece un poco sensible y con los ojos algo llorosos. No obstante, agradezco que quiera animar al personal con la amenaza de sacar las fotografías de mi yerno cuando era un niño, lo que me hace levantar la vista hacia donde debería de aparecer el susodicho con mi hija. — ¿Y dónde están esos dos? ¡Cómo los pille haciendo...! Ah, ahí están. — Vaaaaale, no estaban haciendo manitas, nadie se queda sin postre entonces. — ¡Yo también quiero ver esas imágenes! Pero antes... ¿quién quiere postre? — Puedo ir a buscarlo a la cocina mientras ellos se acomodan en el sofá, si ya casi es como mi casa esto. Bueno, tampoco, pero hay que ver que cocinas más luminosas tienen aquí en el distrito cuatro. Quizás sí voy a tener que considerar más seriamente lo de mudarme a este lugar. Por el bien de mis elaboraciones, por supuesto, ¿por qué otra cosa iba a ser?
Mohini R. Khan
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Intento no darle demasiada importancia a lo que acaba de pasar, siento innecesario añadirle más drama del que ya ha tenido lugar a una festividad que hace tiempo no paso en familia, que casi puedo decir que he pasado más navidades con Chuck que con Hans en toda mi vida, y eso lo hace bastante singular ya, como para encima tener que competir con el pasado a cuestas. Sé dónde estuvo mi error, pero también soy lo suficientemente modesta como para responsabilizarme por ello y no seguir dándole bola. Tengo que agradecerle a Mo que me siga la corriente, y aunque no tengo ni menor idea de lo que se supone que hay de postre, alzo la mano en un intento de continuar con la cena como si no hubiera habido una interrupción. — Postre, fotografías bochornosas de Hans y regalos, ¡no específicamente en ese orden! — y recalco bien lo de mi hermano porque de seguro hay una foto mía durmiendo en la cama y chupándome el dedo, pero no necesito que eso salga a la luz y el foco de interés siempre ha estado en Hans.

No obstante, antes de que pueda decir algo más que los lleve a todos a sentarse en el sofá, suena el timbre de la puerta, lo que me hace ladear la cabeza para mirar a Chuck, como para intentar averiguar si se trata de alguien que él pueda conocer siendo que esta casa perteneció a su hermano primero, pero termino por dirigirme hacia el resto. — ¿Quién de todos pidió pizza? — bromeo, dedicándole a Mo una mueca divertida porque de seguro va a considerar ese comentario como una ofensa a su comida. — Iré a atender eso, tardo un segundo. — le doy una palmadita en el hombro a Charlie y me separo de su espalda para salir fuera de la sala, acomodándome un poco el jersey por las muñecas al recorrerme una repentina sensación incómoda por el cuerpo.

La sonrisa con la que abro la puerta en mi tarea de descubrir quién hay al otro lado en una noche como esta se me va borrando poco a poco al punto de convertirse en una línea recta y que incluso delata cierto grado de disconformidad junto con el resto de expresión en mi cara. Para cuando abro la boca con la intención de que salga algo más que espanto por ella, creo que he perdido todo el color en mi rostro y toda la sangre de mi cuerpo se ha evaporado, además de la obvia ausencia de mi capacidad para formular palabras. Como consecuencia de todas esas acciones, permanezco en el umbral de la puerta, con los ojos fijos en la última persona que esperaba ver aquí, aquí o en cualquier otro lugar. — Tú. — es lo único que atino a decir, como si con eso pudiera resumir todo lo que está pasando por mi cabeza en estos instantes, desde el último recuerdo suyo que tengo hasta la más reciente pesadilla en que ha aparecido. La cosa con las pesadillas es que suelen ser imaginarias, ficticias, mientras que esta se presenta como una realidad que me mantiene sin poder moverme, con los pies fijos al suelo. Mi respiración se vuelve pesada, lo sé no porque pueda escucharme, sino porque puedo sentir mi corazón palpitar con fuerza dentro de mi cabeza, acelerando la regularidad de mis pulsaciones como la señal que necesito para saber que esto está lejos de ocurrir dentro de un sueño. Aunque eso ya lo sabía, decidí por cuenta propia ignorarlo porque siempre estuvo la posibilidad de que no fuera más que un mal recuerdo. Sin embargo, pese a ser consciente de lo mucho que difiere esto de cualquier producto de mi imaginación, no puedo pedir ayuda, vuelvo a caer muda en la idea errónea de que esto no debería de estar pasando, no hoy, no en ningún tiempo cercano, nunca.
Phoebe M. Powell
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Hermann M. Richter
Fugitivo
Tenía que admitir que llevaba tiempo sin pisar las playas del cuatro; una pena a decir verdad, era un aire ciertamente renovador que invitaba a querer disfrutar de unos días vacacionales sino fuese porque… bueno. Al menos el clima frío me ayudaba a camuflarme un poco, lo suficiente como para que hasta llegar a mi destino un hombre con bufanda y gabardina con un obsequio bajo el brazo no llamase mucho la atención. Incluso a estas horas, cuando la mayoría se encontraba cenando, no era muy extraño ver algún que otro rezagado llegando tarde a las celebraciones.

Repaso las casas al pasar, midiendo los peligros y asegurándome de llegar a la correcta. No sería difícil, las casas de por aquí eran bastante distintivas y de mayor acceso si consideraba que la Isla Ministerial estaba un poco alejada de mis posibilidades. No es que no hubiese sido divertido intentarlo, pero había una fina línea entre ser ocurrente o simplemente suicida. Ya estaba al borde en este preciso instante como para querer forzarlo un poco más allá.

El timbre apenas se siente al otro lado de la puerta cuando llego a la entrada, y pasa algo menos que un minuto antes de que una mujer sonriente aparezca por el marco. No me es difícil identificarla, pero creo que incluso sin las fotografías con las que me he hecho en este último tiempo habría sido capaz de reconocerla. Había algo en su mirada que no había cambiado desde la última vez que nos habíamos visto, era como un terror silencioso que se anticipaba a cualquier reacción que pudiese tener. Como padre, no debería sentirme orgulloso de eso, pero en cierta medida, lo estaba. - Vaya que has crecido, Ebby. - Le sonrío sardónicamente cuando se refiere a mí con un pronombre tan impersonal, y le devuelvo un saludo con un apodo que incluso yo creía olvidado. Eran otras épocas, unas en las que me causaba gracia que a la niña le costase pronunciar su propio nombre.

No me cuesta hacerla a un lado y adentrarme a la casa justo a tiempo para ver cómo una muchacha rubia aparece a trote ligero preguntando a Phoebe si necesita ayuda. Se frena en seco ante mi presencia, pero me apresuro hasta quedar a pocos pasos de ella. Su apariencia es la que más me llega porque, pese a que sabía de su existencia, no había conseguido ningún otro detalle con respecto a su persona, y aún así, es tan reconocible que no hubiese hecho falta nada para identificarla. - Vaya que eres igual a Penny, le hubieses encantado, pequeña. - Le entrego con rapidez el regalo, obligándola con el gesto sorpresivo a aceptar el paquete envuelto, y sonriéndole mientras aprovecho mis manos libres para desenroscar mi bufanda. - No lo abras todavía, pero tampoco lo sueltes. - Es una advertencia vaga, pero espero que no la tome a la ligera, no quisiera tener que acortar mi visita por un accidente. - ¿Cómo te llamas? No he tenido mucho tiempo para ponerme al día con todas las noticias.
Hermann M. Richter
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Jamás se intimida demasiado al marido de tu hermana menor, acostúmbrate — que si planea pasar la vida con Charles a su lado, tendrá consecuencias aunque sean puras bromas a su costa. Por lo menos puedo dar este episodio de la noche por finalizado, mis ojos siguen a Phoebe cuando se adelanta hacia la sala y aprovecho a pasar el brazo por encima de los hombros de Lara en lo que escucho lo que tiene para decir. No contengo la sonrisa, es pequeña pero está acompañada por un suave apretoncito en su costado — Es un alivio, podemos ir planificando las ideas de escape desde ahora — más cuando puedo escuchar como el bullicio de la sala se centra en retomar las burlas sobre mi persona y seguir llenando nuestras barrigas, incluso cuando puedo ver cómo mi plato todavía no fue tan consumido cómo debería. Es más, creo que soy el único que se fija que las bandejas siguen bastante llenas y todavía nos queda un rato largo para comer sin apuro, hasta que los regalos pasen a ser el centro de atención de la noche. Separo las manos de Scott frente a la acusación de su madre y las pongo en alto para demostrar que soy completamente inocente, ni siquiera alcanzo a tomar asiento una vez más que el timbre suena y me agarra estirándome para tomar la copa de vino y volver a llenarla.

Estoy con el alcohol mojándome los labios en lo que oigo lo que parecen ser murmullos y le echo la culpa a la curiosidad el acercarme, en especial porque veo la silueta de Meerah sosteniendo algo en medio del pequeño vestíbulo al cual accedo pasando por el marco del comedor — ¿No te estás apresurando para…? — no puedo reprender a mi hija con respecto a esperar a la medianoche, porque pronto mis ojos se centran en la figura que tiene delante y tardo un segundo en que se me paralice el cerebro. Es como si el timbre hubiese sido tocado por el fantasma de unas Navidades muy pasadas, pero el rostro de Hermann Powell es identificable incluso a pesar de los años que han marcado sus líneas de expresión, esas que me hacen sentir, por un breve segundo, como el niño que temía escuchar sus pasos en las escaleras. Ahora lo miro desde una altura diferente, casi puedo decir que nuestros ojos se encuentran en línea recta, pero aún así la habitación pasa a sentirse inmensa y me sorprende estar sosteniendo una copa de alcohol y no una limonada.

Sabía que no estaba muerto, lo habría encontrado en los archivos que envié a buscar para calmar las ansias de Phoebe. Pero me tardo más de lo normal en recuperar la voz que se me perdió en algún punto en el cual la espalda se me ha tensado como un gato erizado y tengo los dientes apretados de manera tal que siento que se me van a partir las muelas — Meerah, ven aquí, ahora no es una petición amable, sino una orden directa que busca ponerla detrás de mí antes de que su abuelo se le acerque un centímetro más — Y tú… — ladeo la cabeza, casi busco tronar mi cuello en lo que me recuerdo que tengo la varita en el portador del cinto — Te lo suplico, dame una razón por la cual no deba llamar a los dementores. Creí que te había quedado en claro que no eres bienvenido — ni aquí, ni en su propia casa, de la cual lo arrastré de los pelos hace ya todos estos años. Lo recuerdo como un mal sueño.
Hans M. Powell
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Hans M. Powell
M. Meerah Powell
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