The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Recuerdo del primer mensaje :

No recuerdo haber estado tan callado en mucho tiempo. Cuando salimos a la calle y me sujeto a sus dedos para aparecernos en el muelle de la isla, tengo la sensación de que mi cerebro se ha quedado atrás, en el consultorio en el cual los latidos de una pelusa microscópica se hicieron escuchar para dar el grito al mundo de que es real, de que no podemos fingir que nada de esto ha pasado y que nuestras vidas ahora están ligadas de un modo que ninguno de los dos pudo haber planificado. Al menos, gracias a los cálculos del sanador podemos confirmar la fecha aproximada de concepción, lo cual me hace maldecir internamente al curry y me juro que no volveré a probar nada de eso sin asegurarme una caja de condones en el bolsillo. Para cuando entramos a mi vestíbulo, me desarmo en un suspiro largo y me paso las manos por el rostro, sin saber cómo girarme hacia ella para enfrentarnos con la soledad de una casa que ahora nos envuelve como futuros padres de algo existente, cuyas imágenes ella lleva en sus manos en un sobre blanco.

Ha sido una mañana larga, pero con la excusa de ir al médico pude salir después del almuerzo y así encontrarnos en la puerta de la clínica en la cual pude conseguir un turno tras algunas llamadas de urgencia realizadas a primera hora. Pero siento que han pasado horas, me vendría bien aunque sea un café y, cuando dejo caer las manos y chequeo el reloj que decora la habitación, me recuerdo que Meerah estará pronta a llegar del colegio. No sé qué será más extraño de explicar, si el decirle que va a tener un hermanito o que Lara se quedará con nosotros unos días a causa de ello. Tengo la cabeza embotada con demasiadas incógnitas que solucionar, como si tuviese diez minutos y no menos de ocho meses para poner todo en orden. ¿Cómo vamos a hacer? ¿Lo tendrá en su casa, se mudará aquí, iremos juntos a las consultas, tendremos régimen de visitas, tendré que comprar dos cunas? Quizá un café es muy light. ¿Qué tal un café irlandés…?

¿Tienes hambre? — me volteo hacia ella con un tono de voz algo más alto de lo normal en evidencia a mis intentos de tomar las cosas con naturalidad, aunque creo que ya debo estar completamente despeinado y tengo la sensación de que me late un ojo — ¡Poppy! — como a la primera no me presta atención, repito el llamado una vez más y la elfina aparece con un “¡plop!” justo a mi lado, haciendo que me sobresalte — ¿Puedes preparar una merienda y llevarla a la sala? Meerah no tardará en llegar, así que ya sabes… incluye chocolates — muevo un poco la mano para indicarle que no tengo nada más que pedir y cuando desaparece, doy los pasos necesarios para pasar por la puerta corrediza ya abierta que deja en evidencia que ha sido día de limpieza, porque todo se encuentra demasiado ordenado y no hay rastros de mi copa de vino de ayer por la noche. Mi primer amago es encender la televisión, pero muevo un poco el control remoto entre mis dedos y se lo tiendo a Lara por si ella quiere ver algo, porque no tengo estómago para soportar noticias sobre el mundo real ahora mismo — ¿Crees que Meerah se lo tome a bien? — se me escapa, ya sin poder contenerme y hasta camino hacia la ventana que da al jardín delantero, tratando de verla al asomarme por la cortina, aunque solo veo las hojas cálidas del otoño cayendo a pocos metros — Quiero decir… es un bebé de verdad — lo suelto como si quisiera dar el punto de que ella se sorprenderá por eso y no como si en realidad estuviera tratando de meterme la idea de que somos tres y no dos personas en esta habitación.
Hans M. Powell
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Invitado
Invitado
¡No me mires así!— me quejo por la manera que tiene de arquear su ceja, juzgándome por usar la expresión de «nuestro color favorito», casi alcanzo la nota alta de un ligero berrinche para lo que más tarde tendré la excusa de las hormonas, pero lo cambio a un tono más moderado tras respirar hondo. —No tenemos muchas cosas en común y es solo ropa azul— suspiro, regresando mi mirada a Meerah que está traduciendo toda la noticia de tener un hermano o una hermana en el lenguaje que mejor conoce: el diseño. Creo que es una buena manera de tomárselo, hasta me siento aliviada, tiene muchos proyectos y no pienso desestimar ninguno, aunque lo de la ropa maternal a juego puede que lo discutamos mejor cuando llegue el momento de tomarme las medidas. —¿La estación en la que nacerá…?—. Creo que el sanador nos dio unas fechas aproximadas, tengo que pasar los meses a estaciones, y no es un cálculo muy difícil para hacer por mi cuenta si estamos en octubre y faltan ocho meses… —Será a finales de primavera— pienso en voz alta, dándome cuenta de algo muy importante. Sucederá después de mi cumpleaños. OH, POR MORGANA. Cuando cumplí treinta dije que estaba a favor del reciclaje y que nunca tendría hijos y para cuando cumpla treinta uno, estaré a punto de dar a luz. Necesito aire. Necesito… eso, comida. La merienda puesta sobre la mesa por arte y magia de los elfos.

No sé si es una buena idea discutir lo del apellido cuando tengo a dos Powell en la sala y soy la única Scott. Con Meerah claudicando a favor del honor familiar, en vez del buen gusto, tengo perdida la batalla. Mejor retirarse a tiempo. —Nos estamos adelantando, tendremos unos largos meses para considerar cuál queda mejor…— propongo una tregua de paz, y es mi genio el que no cede tan fácil, maldito. Me escucho decir: —Si es niño siempre puede llamarse Scott Powell y se resuelve la situación—. ¡No es más que una mancha meciéndose en la fotografía que le di a Meerah! ¡¿Ya le estoy poniendo nombre?! Lleno mi boca del resto de muffin para callarme a mí misma, no puedo contestar a la duda de Meerah hasta tragar y eso da tiempo a su padre de pellizcarme la mejilla. Coloco mi mirada sobre él, fulminante, pero no aparto su mano. Puede ver como pongo los ojos en blanco al ver por donde se desliza la suya, no puedo contestar a eso delante de Meerah. —Podemos dejarlo en cincuenta puntos para tu padre, así puede poner su apellido en primer lugar— digo cuando trago el muffin y no tardo en tomar el scon entre mis dedos para cargarlo con dulce. —Y tú, con los puntos que sumes, puedes pensar un apodo. ¿Qué les parece?— ¿Estamos haciendo un juego de esto? ¿En serio?

A lo que sigue después del «entonces» aguardo a medio comer el scon, que se trate de un manual de convivencia en la casa me hace sonreír con migas en las comisuras. —Lejos de la televisión y lejos del escritorio, creo que puedo vivir con eso— bromeo, no quiero pensar mucho en el cambio, en lo que será familiarizarme con las habitaciones de esta casa que abarca cinco veces mi departamento, que de todas formas no me quedo por los espacios sino por la compañía y si tengo que ponerme a mirar novelas adolescentes con Meerah al volver del trabajo, creo que podría hacerlo. Memorizo los nombres de los elfos domésticos, y no sé por qué doy sentado que Jordan también es uno, pese a que no va con esa aclaración. El «bicho» de Meerah y yo nos conocemos, así que no tendré problemas con él. No pienso alimentarlo, ni entrometerme en su cuidado, que nunca he tenido mascota. Está a salvo de mí. Lo último que dice hace que me rompa en carcajadas, no puedo parar de reírme y por poco no me atraganto con las migas del segundo muffin. —¿Una Powell honoraria? ¿Por sangre mezclada? Las cosas que se te ocurren…— meneo mi cabeza de un lado al otro dándolo como un caso perdido, como hizo conmigo por querer decir que este era un bebé anarquista. —Tengo que volver a casa a buscar unas cosas… y a visitar a mi madre para cancelarle mi ración de tuppers de esta semana—. Antes de eso, claro, lo importante y es que a su hija se le ocurrió tener descendencia.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
Almaceno los datos que me da Lara, mientras noto con satisfacción como cuando mínimo tengo seis o siete meses para prepararme para la llegada de este bebé. Me gustaba tener las fechas con antelación, y con tanto tiempo de preparación tenía un amplio margen para experimentar a mi antojo. Claro que trataría de no concretar nada hasta saber el sexo del bebé, pero…- Por favor díganme que no esperarán hasta que nazca para saber si es niño o niña. - La pregunta se me escapa con rapidez, a sabiendas de que mi ansiedad y yo no seríamos capaces de contar con ese factor sorpresa. Había miles de preparativos que tener, y si necesitaron sorprenderse con algo, pues ya lo tenían ahí: iban a ser padres, no necesitaban jugar con el azar de esa manera.

Asiento con la cabeza a lo dicho con Hans, habiendo experimentado lo que era tener el doble apellido por un corto período de tiempo, y sabiendo que tenía razón. Lara pide una pausa, pero cuando da una idea, la miro con la alerta pintada en el rostro. - No, no tengo problema con tu apellido Lara. De verdad que no, pero me niego a que mi posible hermano tenga nombre de perro. - Seguramente sería más adorable que un cachorro, pero de ahí a que se llame como uno… no, no. Me niego. Al menos Hans parece recuperar un poco su humor y bromea con Lara, hasta que no lo hace y me veo obligada a correr la vista con rápidez, completamente indignada. - Sigo aquí, Hans. Y tengo la edad suficiente como para reconocer insinuaciones. - Podía saber la teoría detrás del sexo, pero no necesitaba ver la previa a la práctica desarrollarse delante de mis ojos. - Y no necesito puntos para eso. Será “Muffin” hasta que se decidan por un nombre. - No importaba que ahora pareciese tener el tamaño de un chip de chocolate. Me negaba a decirle “chip” a sabiendas de que ese era el apodo de Meyer.

Estoy a mitad del tostado cuando Hans llama a mi serie “basura” y pesé a que tengo la boca con medio bocado, no puedo evitar quejarme. - Go sob basuga - Trago, me aclaro la garganta y repito con mejor dicción. - No son basura. - Son entretenimiento no rico en contenido, pero alimentaban a toda la nación y servían para darnos un momento de dispersión a todos los adolescentes. Y no lo acuso de ver también el la serie, porque todavía no lo he encontrado completamente infraganti, sé que se queda a medio camino cuando pasa delante de la sala de vez en cuando, pero como la puerta se encuentra a mis espaldas, cuando volteo ya se encuentra encaminándose hacia otro lado. - No sé si por sangre mezclada, pero me gusta eso de Powell honoraria. Tal vez así se acostumbre al apellido y no tenga reparos en que Muffin lo tenga primero. - Me termino el sandwich y me estiro a alcanzar un vaso de jugo de naranja. ¿Mo ya lo sabe? - Consulto cuando nombra a su madre en el medio de sus planes.
M. Meerah Powell
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Me encojo de hombros sin tener una respuesta concreta, no había pensado en lo del sexo del bebé hasta que ellas lo sacaron a relucir y no estoy seguro de cuánto deseo saberlo. Conociéndome, hará que piense aún más sobre lo que debo comprar o solucionar y prefiero no pensar en eso ahora, que recién estoy comenzando a procesar la idea y a aceptarla con algo más de calma; obviemos el episodio de hace unos minutos — Y me niego a que mi hijo se llame Scott Powell Scott — aclaro, creo que ni hace falta agregar el detalle de que suelo llamarla por su apellido y eso generaría demasiadas confusiones. Da un poco igual ahora, cuando Meerah se indigna y yo me enderezo demasiado rápido en el asiento, tal y como si éste me hubiese dado un empujón — No me estaba insinuando — que no es mentira, fue solo una observación y creo que aún no planeo pasar ese límite. No voy a pasar de mi política inconsciente de cero contacto físico a pedirle sexo delante de ella, por todos los cielos. Lo de los puntos hace que medite como si fuese un sistema demasiado complicado y, como buen negociador, chasqueo la lengua con una negativa de la cabeza — Veremos cómo nos resulta. No sé qué tan buen negocio sea a la larga, todavía estamos en la recta inicial.

No me tomo en serio la defensa de Meerah, cosa que dejo en claro por la miradita que le lanzo de refilón, dejando mi rostro en dirección a Lara hasta que se me patina la sonrisa — Lo sé, el bebé debería heredar mi inventiva — ironizo junto a un tono ególatra, hasta que una de las cosas que dice Meerah me deja recalculando — “¿Primero?” — pregunto, girando por completo la expresión hacia ella y metiéndome parte del muffin en la boca, aunque mastico con algo de lentitud — Que yo sepa, aquí estamos debatiendo la herencia de apellido en mano de una sola persona, no dos — de verdad, verdad, espero que Meerah no empiece con sus psicologías rebuscada de niña romántica, porque ya sería el colmo de la semana y eso que recién es lunes. Le saco un chip demasiado grande a mi bocadillo y me lo llevo solo a la boca, adoptando una postura más relajada en el asiento y sin prestar mucha atención — Siempre puedes decirle que siga cocinando y lo traes aquí — ¿Por qué siento que no es el chiste adecuado para este momento? Demasiado hogareño, demasiado… no.

Sí me da curiosidad si su madre lo sabe y, aunque no levanto el rostro, mis ojos se clavan en ella unos momentos. No había pensado en ese detalle, que este bebé va a nacer en una familia que tiene más integrantes además de nosotros y tendremos que medir sus reacciones, en especial cuando nosotros no tenemos una relación pactada. Puedo lidiar con comentarios chismosos, pero no sé cómo será con mis amigos cercanos o mi hermana — ¿Phoebe lo sabe? — cuestiono a Meerah, pasando la vista hacia ella — Ya que tú lo sabías y pasaste la noche con ella… Solo no quiero sorpresas — me termino el muffin con un último bocado y froto mis dedos, acomodándome para dejar caer las migajas sobre una servilleta de la mesa ratona. Con el café terminado, tanteo mis bolsillos en busca del teléfono y chequeo la hora, a sabiendas de que mis momentos libres en este horario son un permiso del cual no puedo abusar. No es como si el trabajo no se acumulase en mi ausencia, así que cuando vuelvo a mirarlas, parece que estoy evaluando si encontraré la casa de pie al regresar. Supongo que confío en los elfos como para que eso no suceda.

Si prometen que no quemarán la casa… — meto el móvil de nuevo en el bolsillo mientras me acomodo para poder deslizarlo, buscando poco a poco el enderezarme — Me marcho de regreso al trabajo. Intenten no sufrir de un empacho o algo por el estilo en mi ausencia. Además, si Meerah come mucho después tiene pesadillas y molesta a la noche — arrugo la nariz con gracia como si estuviera contando una nimiedad al terminar de ponerme de pie, ni hace falta aclarar que no hablo en serio y estoy más ocupado en chequear que tengo todo en los bolsillos que en pensar mucho lo que voy a decir — Supongo que… ¿Nos veremos luego? — no sé qué tan extraño es esto, tampoco confío en que pueda acostumbrarme con facilidad. Tendré que verlo como las noches en las cuales me quedaba en el departamento de Lara en el seis, solo que aquí se ha agregado un componente nuevo que estaba fuera de los límites. Estoy aún perdido en eso cuando el atropello me hace que me incline con rapidez a robarle un beso de los labios, del cual me separo con una mueca que me tuerce el rostro hasta negar con la cabeza — No digas nada — le amenazo a Meerah, levantando un pulgar en su dirección — Solo… no importa — me bastan segundos para bordear el sofá y salir de la habitación, seguro de que escuchan mi portazo al despedirme. No sé cómo se supone que se regresa a la rutina después de lo que ha pasado, seguro de que no veré otra cosa que manchas latentes en los papeles de la oficina.
Hans M. Powell
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Invitado
Invitado
Se me hace un nudo de ansiedad en el estómago, un poco más arriba de donde creo que debe estar la pelusa, al pensar si será niña o niño. No sé si quiero pensar en eso aún, en empezar a hacer una imagen mental de un posible bebé con la nariz de Hans, por culpa de lo que dijo anoche es el primer rasgo que tengo más o menos definido. ¿El resto? Basta echarle un vistazo a él, evocar mi imagen en el espejo, para plantearme cómo será alguien que pueda combinar nuestros rasgos más dispares. —Supongo que lo sabremos cuando tenga que ser— murmuro, sea durante el embarazo si es que se muestra o en el parto mismo. ¿Ahora mismo? No es ni una cosa, ni la otra. Es cualquier cosa, todo. Y tengo asumido que el debate por el apellido será una guerra larga. —CREO que es algo que podemos resolverlo luego— alzo mi tono de voz por encima de las suyas, que dicen que mi apellido es el nombre de un perro y que el niño acabará con un nombre y apellido igual. ¡No! ¡Nada de eso! Muevo mis manos para pedirle que se calmen, que hay tiempo para que lleguemos a un acuerdo, que no voy a ceder yo tampoco en una primera discusión cuando somos dos contra una. —Tenemos unos meses para decidir un nombre y el orden de los apellidos.

Muerdo la sonrisa de mis labios al escuchar la reprimenda de Meerah por un comentario de Hans que solo iba a dejar pasar, no puedo hacerlo cuando son sus palabras las que me dan pie a bromear a su costa. —Sí se me estaba insinuando— digo, intercambiando una mirada de suficiencia con la chica. —Se me insinúa todo el tiempo…— claramente mi tono está cargado de humor, lo puede ver cuando me giro hacia él para mostrarle mi sonrisa. Todavía la tengo cruzando mi rostro cuando tomo su parcial aceptación del sistema de puntos con un asentimiento de cabeza, —Puedes evaluar los términos y condiciones con tus abogados— digo a modo de chiste, tan seria como si estuviéramos discutiendo un contrato, y es que no pierde sus mañas de negociador, mañana me vendrá con una contraoferta o una desestimación total de mi sugerencia por encontrar un argumento válido. Lo sé. Meerah ni siquiera negocia, será «muffin» y me queda aceptarlo con un encogimiento de hombros. —De acuerdo— digo, estiro mi mano hacia ella para deslizar mi pulgar por su mejilla en una caricia que dura poco.

Tu inventiva y tu preciosa humildad— acoto al halago que se hace Hans, rodando mis ojos otra vez. Este hombre hará que me quede bizca así porque no acabo de escuchar lo que dice Meerah, lo cual me saca una sonrisa ya que puedo entender lo de «Powell honoraria» como una estrategia de acostumbramiento al apellido para ceder ante ellos cuando nazca el bebé, que a él se le ocurre hablar de «dos», no solo de uno. Lo estoy mirando como si no acabara de creerme lo que ven mis ojos, que sus pensamientos ya tome tantas prevenciones a futuro no sé cómo asimilarlo. —¿Dos niños? ¿En serio?—. Paso mi mirada de él hacia Meerah, que fue la tuvo el acto fallido. Esta conversación se está volviendo una de locos, necesito limpiar el aire otra vez con las manos. —Hablemos de este bebe— tomo una inspiración profunda al girarme a la chica para contestarle. —No, no lo sabe. Se lo diré hoy, así que deséame suerte— le pido, mis cejas se mueven para mostrar lo expectante que estoy a la que puede ser la reacción de mi madre. —La voy a necesitar— murmuro y me río de que tenga que seguir trayendo la comida conservada de mi madre también a esta casa, para que Hans siga comiéndola. Haría un chiste sobre que ahora podrán hablar y autoinvitarse a almorzar con ella, que no me necesita de intermediaria como traficante de tuppers, pero tengo que hablar primero con Mo antes de cruzar esa frontera con una broma.  

Llevo a mi boca el pedazo de muffin que me queda, descubriendo así que mi plato se ha quedado vacío, pero no lo cargo porque aguardo la respuesta de Meerah para saber si se lo ha dicho a Phoebe. ¿Debería… quizás… decírselo a Hans? ¿Qué es mejor? ¿Sufrir dos indignaciones suyas la misma noche o dejar una para mañana? Tengo chocolate en la boca y mi valentía no es para tanto, decido callarme, solo espero. Estoy recargando el plato cuando se pone de pie, entonces recuerdo que sus horarios de trabajo difieren un poco de los míos. Se siente raro quedarme en su casa y que él se marche, pero la presencia de Meerah a mi lado hace que el lugar se sienta cómodo. Busco la mirada de ella cuando su padre la trata como una niña, en todo caso, con esta merienda es mejor que se olvide de que su baño estará disponible de siete a ocho cuando me dan las arcadas. ¿Por qué no le advertí de eso cuando estábamos hablando de las reglas de la casa? El baño me pertenece. Bueno, será luego. No me esperaba que fuera a despedirse con un beso, que tengo mi mano en el aire a punto de sujetar una medialuna. Contengo la sonrisa y siento que la advertencia también es para mí, así que no digo nada. Cuando nos da la espalda para salir de la sala, huyendo más rápido que una snitch, la sonrisa se me sale de los labios. Me muevo en el sillón para quedar un poco más cerca de Meerah, subo mis pies enfundados en medias al tapiz y los escondo debajo de mi cuerpo. —¿Qué opinas de tu papá? Se lo ha tomado mejor de lo imaginaba— reconozco, estoy llenándome la boca de comida una vez más. —Pensé que iba a tener una crisis nerviosa, pero se ha ido a trabajar como si nada. Nunca entremos en detalles con lo de la crisis del muffin, ¿sí? Reaccionó mucho mejor que yo y me daría vergüenza que sepa que me puse a llorar en una cafetería— pido. Encuentro su mano para tomarla con la mía, me gusta poder estar así con ella, quedarme con los Powell no suena a una mala idea. —Entonces… ¿de qué trata tu novela?
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Lo observo con la incredulidad pintada en la cara cuando se defiende ante mi acusación. No era tonta, se le estaba insinuando, y si eso no había sido una insinuación, definitivamente no quería estar presente cuando una de verdad ocurriese. Podía encantarme la pareja que hacían, pero incluso sabiendo que Lara tenía un bebé ahí adentro, había cosas que una joven mujercita no quería enterarse. Al menos Lara me da la razón, aunque sea de manera infantil, y me regocijo en la complicidad que hemos alcanzado. La morocha se había convertido fácilmente en una de mis personas favoritas en el mundo, así que el que fuese ella la que estuviese por darme un hermano me daba alegría, y no el ataque de celos que esperaba tener en un caso como este.

Junto las palmas con satisfacción cuando Lara acepta el apodo, alegrándome de saber que no estaré con los dilemas constantes de él o ella al momento de querer dirigirme a mi futuro hermano o hermana. Sería “Muffin”, simple, adorable y unisex. ¿Qué tanto me odiarían si le confeccionaba un gorro con esa forma para el momento de su nacimiento? - ¿Qué? No. Con primero me refería a Muffin Powell Scott. - Explico ni bien logro entender la confusión, dibujando en el aire un arco imaginario por cada palabra que pronuncio. - Cualquier otra cosa que hayas pensado por tu cuenta, es cosa tuya. Hablaba de que primero fuese el Powell, nada más.- En ningún momento plantee un casamiento, o siquiera un segundo hermano o hermana. No iba a querer forzar nada… tan pronto. Me contentaba con Muff.

Le regalo a Lara una mirada de compasión al saber que Mo no está enterada, pero se transforma rápidamente en una de pánico cuando Hans pregunta por su hermana. De acuerdo, debía haberlo visto venir. ¿Dónde está tu bola de cristal ahora, tía? -  Phoebe lo sabe. - Escupo nerviosa, con la voz finita y tratando de no verme culpable. Hasta que recuerdo algo y enseguida subo una octava en mi gritito. - Y según ella fue la primera en enterarse, así que técnicamente no es mi culpa! - Le aseguro. Todo había sido un accidente, nada de lo que fuese realmente culpable, pero no iba a aclarar eso a riesgo de que me prohibiera visitar a mi tía por haber andado espiando. Que no era espiar (aunque sí lo fuese).

- ¡Eso es mentira! - Le aseguro cuando se inventa no sé qué cosas de las pesadillas. Hubiese recordado tener pesadillas y andar molestando… ¿verdad? - Y si así fuese, ¿cómo lo sabrías? tu habitación está del otro lado. - La casa era lo suficientemente grande como para no andar molestando. Aunque no me distraigo mucho con eso, demasiado feliz nuevamente al ver cómo mi padre se despide de Lara. No digo nada tal y como me lo pide, pero mi expresión lo dice todo.

Cuando por fín se va y nos deja con Lara, siento que una especie de peso se ha liberado de mi pecho. No importa que le hubiese asegurado a la morena que todo estaría bien, daba gusto el ver que mi padre sí era alguien en quien podía confiar. - No le diré nada, pero sabes que más adelante lo usaré como material de extorsión o algo así, ¿verdad? Ahora eres una Powell honoraria, así que tienes acceso al trato familiar. Lo siento. - La advertencia es a modo de chiste, así que cuando me toma la mano, aprovecho para reclinarme contra su costado en una muestra de afecto. - Uffff… Por dónde empiezo…
M. Meerah Powell
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