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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    Creo que tengo que agradecer que hayan pasado dos días y mi cabeza siga sobre mis hombros, no las tenía todas conmigo y aun estoy esperando a que aparezca alguien para hacer una cosa así, pero supongo que puedo respirar tranquila cuando me envían a casa después de pasar casi dos días en el hospital. No, esto no se ha terminado, está lejos de haberse acabado, al punto de que casi estoy por ir rellenado mi dimisión como funcionaria de este gobierno, pero también creo que el hecho de que me despidan debería ser el menor de mis problemas. No lo voy a negar, los últimos dos días he querido morirme, ahogarme en el pozo más profundo y no salir de ahí en lo que me queda de vida. Ya no solo porque me siento avergonzada a un nivel inexplicable por lo que le hice a Rose y a su hijo, que aun estoy pensando en cual es la mejor manera de plantear mis disculpas, unas que sé que no va a aceptar fácilmente, sino que además he reconocido en televisión nacional que el líder extremista encargado de liberar a la población muggle en un ataque terminado en catástrofe, es mi padre. Y yo que pensaba que no podía caer más bajo.

    No me dan las cuentas de lo mucho que he llorado desde que llegué a casa con Charlie, demasiadas pocas horas para la cantidad de lágrimas que han podido soltar mis ojos en ese tiempo, pero después de un rato llega el momento en que se me seca hasta el propio cuerpo y la deshidratación no me deja llorar más. La cabeza me explota y no precisamente por las heridas, razón por la que decido tragarme una de esas pastillas para dormir que me dio una enfermera simpática por si las necesitaba. Y claro que las necesito, desde que mi padre empezó a aparecérseme en sueños, hubiera estado bien tenerlas para entonces. Eso es lo que me da más rabia de todo, que yo sabía que algo malo iba a pasar, que no se trataban solo de pesadillas o secuelas del pasado, conocía de la importancia de mis visiones porque no hay nadie que las conozca mejor que yo, y aun así, decidí hacerle caso al resto del mundo menos a mí misma.

    Me reincorporo un poco en la cama cuando me despierto de un descanso de unas horas, con la ropa puesta por ser mediodía, esperando una visita que sé que no va a tardar en llegar. Charles es mucho más comprensivo que mi hermano, no sé si porque tiene que serlo o porque ha decidido que es la mejor manera de abordar el tema, pero sé que Hans no va a tener la misma paciencia, ojalá. Me levanto solo para acercarme a abrir la puerta y bajar las escaleras hacia el salón, salvo que no tengo tiempo de hacer nada de eso porque escucho las pisadas reconocibles de mi hermano subir las mismas y tengo que sentarme en el borde de la cama rápidamente, como preparándome para el chaparrón que me espera. — Antes de que digas nada, ya lo sé. Soy imbécil, una estúpida y... nos he metido en un gran lío por mi culpa, ¡lo lamento! Lo juro, no fue mi intención, yo... — trato de excusarme de todas las maneras posibles, pero creo que no hay excusa para esto, la expresión de mi rostro lo dice, ni siquiera la de que actúo muy mal bajo presión, él ya lo sabe desde que éramos unos niños. Trago saliva, con miedo de que si no lo hago será la culpa de mi interior la que salga por mi garganta. — Lo siento muchísimo, Hans — dejo que el peso de la rendición caiga sobre mí, apoyando mis codos sobre las rodillas solo para esconder la cara entre mis manos.
    Phoebe M. Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Hay un problema que he estado pateando desde el sábado y sé que no puedo ocultarlo mucho más. La aparición de mi padre en Navidad trajo un shock demasiado grande que nos llevó a murmurar simples sospechas y consuelos, preguntándonos cómo alejarlo de nosotros para que nunca más vuelva a aparecer en nuestras vidas. Es curioso, el mes sin una novedad sobre su persona me bastó para sentir que quizá podía retomar cierta normalidad y, no obstante, aquí estamos. Ha muerto gente, han liberado esclavos, me he convertido por unos minutos en el padre dañino que jamás quise ser, he puesto en peligro a quienes más me importan. Y sé que ahora vendrá un nuevo capítulo, porque Magnar no dejará pasar mis errores y tendré que sostener el tablero con ambas manos y posiblemente también la cabeza para que mi familia se mantenga estable y a salvo, cuando tenemos todas las de perder. Sí, he estado durmiendo con un ojo abierto.

    Sé que debo enfrentar a mi hermana, pero temo lo que pueda suceder cuando lo haga. Admito que se ha dejado llevar por el pánico, pero pensé que no sería consumida por la Phoebe de ocho años que no sabía contener el miedo delante de su padre. Debe ser por eso que apenas levanto la voz y temo que Charles no me haya escuchado cuando me abre la puerta, pero no necesito dar muchas explicaciones para que me deje subir las escaleras y estoy seguro de que se ha encerrado en la cocina para no tener que escuchar absolutamente nada. Mejor así. Creo que hay asuntos familiares que nosotros tenemos que solucionar como hermanos, incluso cuando no tengo idea de cómo se supone que vamos a hacerlo.

    Abro la puerta y me quedo de pie en el marco, con la mano aún sujetando la manija en lo que mi hermana hace una perfecta demostración de cómo es atajarse en menos de un minuto. Uso mi mano libre para tratar de pedirle silencio al levantarla, pero ella sigue hablando y yo me relamo el labio inferior en los segundos callados en los cuales solamente la miro en análisis de sus movimientos y palabras — He trabajado toda mi vida para que gente como nuestro padre no tenga poder sobre los magos — murmuro de manera calma y pausada, aunque mis ojos demuestran todo lo contrario — He pasado noches enteras sin dormir para ser el ministro que jamás pudiese ser relacionado con mierda como esa. Y lo tiraste a la basura en cinco segundos — fue un trabajo familiar, valga la ironía. Hermann cagó nuestras vidas y Phoebe solo se encargó de abrir las ventanas para que salga el olor. Cierro la puerta detrás de mí y me cruzo de brazos sobre el pecho, no muy seguro de qué es lo que quiero decirle — ¿Te das cuenta de lo que será ahora? Nos tendrán bajo la lupa, a ambos. Y ni hablemos de lo imprudente que fue Lara con Aminoff… — lo cual aún me revuelve la bilis — Hice todo lo posible para que los Powell seamos respetables y ahora somos el chiste de NeoPanem. Y uno muy malo — nuestra sangre no es secreto y la porquería de nuestra familia no tardará en salir a la luz. Y somos más que dos niños como para poder cubrirnos a todos con una sola mano.
    Hans M. Powell
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    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    Aparto mi rostro de mis manos, apretando un labio contra otro en lo que aguanto la respiración durante el tiempo que le toma a mi hermano poner todos mis errores sobre el aire para que la habitación se cargue de un ambiente tenso que me mantiene con los músculos en tensión, sin ser capaz de murmurar palabra porque sé que no tengo ninguna que me vaya a servir. Mi cara es reflejo de ese remordimiento que me carcome desde entonces, tratando de guardar la compostura a pesar de que hace horas que la perdí, detalle que se denota cuando dejo de erguir la espalda para echar los hombros ligeramente hacia delante. He dejado de mirarle ya a mitad de discurso, ese que escucho como si sus palabras fueran pequeños cuchillos afilados clavándose en mi pecho, porque conozco demasiado bien el reproche y la decepción que manifiesta su voz. No tengo excusa, me muestro en silencio precisamente por eso, sé de sobra donde me equivoqué, el problema es que no es la primera vez que lo hago. Ya lo hice en su día cuando no pude contener mi enfado que desencadenó en mi primera muestra de magia y que terminó por cargarse la relación de la familia que fuimos. Esa mirada crítica ya la conozco de antes, de mi padre, por la vergüenza que le significaba tenerme en su familia, llevando su nombre. Ahora, cuando mi hermano hizo de él un reconocimiento nuevo, tuve que aparecer. Y lo he vuelto a hacer.

    Enfrento su mirada de reprobación, alzando mis manos un segundo solo para dejarlas caer sobre mis piernas con resignación casi al instante. — ¿Qué es lo que quieres que diga, Hans? ¿Que lo siento? ¡Ya lo hago! Pero sé que eso no va a cambiar lo que dije, no puedo dar marcha atrás en el tiempo. — no ahora, no entonces, no habría otra cosa que me gustaría más que cambiar lo que ocurrió, pero eso es imposible, de la misma manera que sé que mi hermano no va a ser capaz de perdonarme esto, porque herí su orgullo y no creo que sea igual de permisivo que cuando tenía seis años. Ya no soy una niña, tengo treinta años, y sigo teniéndole miedo a mi padre como si fuera la primera vez que lo enfrento. — No voy a ponerme excusas, no las tengo y tampoco las merezco, solo... estaba furiosa, entré en pánico y... no lo sé, Hans, tenemos un psicópata por presidente y nuestro padre solo ha demostrado que él también es uno, reaccioné mal, de la peor forma posible, ¿era eso lo que querías oír? — aparto la vista de sus ojos, me quema demasiado la angustia mezclada con la culpa como para mantener los míos sobre ellos, sacudiendo la cabeza de forma lenta en señal de decepción conmigo misma.

    No soy tú, Hans, ¿de acuerdo? A algunos nos cuesta controlar las emociones. Entiendo que me odies, que quieras gritarme o no volver a verme en la vida, estás en todo el derecho. Me he cargado absolutamente todo y no puedo hacer nada para remediarlo. — una vez más. Siento la necesidad de disculparme de nuevo, creo que es lo único que voy a poder hacer en su presencia a partir de ahora, mejor empiezo a acostumbrarme. — Lo lamento. — sí, lamento ser un desastre, no ser el mismo semblante calmo que él en situaciones complicadas, vamos, le solté un tortazo a mi padre cuando Hans lo controló de una manera que yo nunca hubiera podido imitar. Por el modo que tengo de tragar saliva sé que he tocado fondo en esta familia, tanto por un lado como por otro, haría mejor en regresar al once donde pertenezco de verdad, ya ha quedado demostrado que arruino todo lo que toco.
    Phoebe M. Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Le doy el beneficio de ser escuchada, me mantengo de pie con una frialdad distante y el semblante imperturbable en lo que ella escupe disculpa tras disculpa, desperdicia el aliento en pensar como una niña de diez años y quejarse sobre la vida de mierda que nos tocó vivir, cuando ya he aprendido hace tiempo que somos nuestras historias y nosotros decidimos qué hacer con ellas — No — respondo con una paz que no siento y apenas muevo las cejas — No, no sé qué es lo que quiero oír. Solo necesitaba decirte lo que pensaba, por si no te habías dado cuenta de la magnitud del problema y del cuidado que deberás tener de ahora en más si planeas mantener tu alma dentro de tu cuerpo — no le deseo el mal, todo lo contrario. Phoebe es una de las personas por las cuales yo mismo daría la vida, entra en un puñado de prioridades que pocos han llegado a siquiera olfatear. El pánico es lo que me tiene aquí de pie, enojado y frustrado con que el control se me escape de los dedos, porque esto va mucho más allá de mí mismo. Si estuviera solo, no sería un problema. Ahora hay una fila de personas a las cuales necesito mantener seguras y cada detalle cuenta.

    Me cuesta abrir la boca porque el sonido no acude a mis labios, siento una presión incómoda en el pecho en lo que ella declara que siente que la odio. Tomo eso como la señal que necesito para ver que ella está viendo las cosas mal y me apresuro a romper la distancia en tres zancadas para ponerme de cuclillas delante de mi hermana y tomar sus manos, apretándolas seguras entre las mías — Jamás digas algo así. Te he prometido hace una eternidad que siempre te cuidaría, ¿recuerdas? — es una memoria demasiado vaga, de dos niños apretando sus meñiques en la orilla de un lago que ya debe estar seco — No podría odiarte ni desear que te vayas lejos. Pero… ¿Cómo voy a cuidarte, cuando tú no lo haces tampoco? Nuestro padre será el menor de los problemas si Magnar cree que nosotros somos uno. Puede tener las buenas intenciones de acabar con los problemas de los muggles, pero sus métodos… — trago un poco de saliva y bajo un momento la mirada hacia los dedos que acomodo con cuidado — He visto cómo se mueve y cómo trabaja. Si no tenemos cuidado, nos matará o enviará a un dementor a besarnos. No es tiempo de ser imprudente, Phoebe. En este juego, nadie es indispensable — mucho menos para él. Labors fue un ejemplo perfecto de lo que nos espera.

    Suelto sus manos y apoyo las mías en sus rodillas, ladeando la cabeza en busca de su mirada, tan similar a la mía — Temo por mis hijos, Phoebe. Hermann ya demostró que no le importa que alguien de nuestra familia salga lastimado y no pienso permitirlo. Haré lo que tenga que hacer para ganar esta guerra y solo voy a pedirte que mantengas un perfil bajo mientras todo se termina. ¿Puedes hacer eso por mí? — no le estoy pidiendo demasiado.
    Hans M. Powell
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    Phoebe M. Powell
    Director del Servicio Social
    Una sensación incómoda parecida a un escalofrío recorre mi cuerpo cuando menciona lo que podrían hacernos los dementores si a Magnar se le cruza un cable y decide que somos una amenaza para su gobierno, lo que directamente me hace volver a notar como el sentimiento de culpa crece por mi garganta al punto de que tengo que tragarme la saliva como si fuera una piedra que me está obstruyendo las vías respiratorias. Aun así, la sensación de malestar sigue estando en mi cuerpo. — Me he dado cuenta, Hans. — es lo único que soy capaz de decir, porque creo que es la primera cosa que percibí nada más alguien que no fuera parte de mi círculo de conocidos puso la mirada sobre mí. Sé lo mucho que voy a tener que cuidarme las palabras ahora, en especial si no quiero tener al presidente respirando tras mi oreja como estoy por segura ya lo está haciendo con todo lo que hay sobre mí. — Yo... solo espero que entiendas que yo jamás pondría en peligro tu posición o la de cualquiera que te importe a propósito, ¿sabes? Sé que no actúo siempre de la mejor manera, pero de verdad que no lo hago con intención de dañar a nadie. — sí, sigo intentando que tome mis disculpas porque creo que no han quedado lo suficientemente claras con anterioridad.

    He perdido la mirada de sus ojos hace ya un rato, pero ni siquiera cuando se acerca soy capaz de buscarla, y en su lugar me quedo observando nuestras manos, moviendo un poco mis pulgares entre las suyas para apretar en una caricia la piel de sus manos. Estoy aguantándome seriamente las lágrimas que amenazan con salir de mis ojos, por eso mismo agradezco que el recuerdo de la promesa que hicimos hace ya tanto tiempo me haga aparecer una sonrisa que me saca un poco de ese estado compungido, sorprendida porque siquiera lo recuerde. — El parque de los patos. — comento de pasada, solo para darle a entender de que yo también me acuerdo y no como forma de desviarnos del tema principal. Escucho sus palabras con la mirada aun sobre nuestros dedos, asintiendo a lo que dice de forma muy breve, pero en un gesto que indica que lo entiendo, que no pretendo hacer nada que lo pueda poner en peligro otra vez. Solo cuando pregunta soy capaz a levantar la vista para posar mis pupilas sobre las suyas, tomándome la libertad de poner las palmas de mis manos sobre sus nudillos y acariciarlos antes de hablar. — Lo haré, lo prometo. De veras, no pretendo meterte en problemas, ni resultar en una amenaza para tu familia. Sé que te he puesto en una situación de estar entre la espada y la pared, pero lo que ocurrió el sábado no se volverá a repetir, ¿de acuerdo? — no es como que pueda cagarla más, pero bueno, tampoco diré que no es posible porque creo que he aprendido la lección, solo no meteré la pata hasta el fondo como ha quedado demostrado que puedo hacer.

    Hay algo que no pongo en palabras de forma tan rápida, me tomo mi tiempo en volver la mirada hacia abajo, moviendo los labios al igual que mis cejas en un gesto dubitativo hasta que me decido por hablar. — Hans... No hablamos mucho de lo que ocurrió en Navidad porque bueno... supongo que los dos quisimos dejarlo atrás, pero ahora ya no podemos ignorar el hecho de que nuestro padre ha vuelto. — tan horrible como pueda sonar eso, es la pura realidad, lo que haremos a continuación sobre ello es otra cosa que no puedo saber con seguridad. —Se presentó en mi casa, Hans, en esta casa, ¿sabes lo que puede significar eso? — obvio que lo sabe, que nuestro padre tiene ojos puestos donde no debería de tenerlos, que quién sabe a cuántas personas ha engatusado para conseguir la información que le ha llevado hasta nosotros. Mi hermano no es muy fácil de adivinar porque es ministro, pero él vive bajo la protección de la isla, ¿con qué seguridad se supone que tengo que hacerle frente a un hombre que puede pasearse por la calle y entrar en mi propia casa con tanta facilidad?
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    El parque de los patos. El lugar dónde nos gustaba tomar helado y que sirvió de refugio cuando no tuvimos otro sitio a dónde escapar. Es extraño, pero en ese entonces las cosas eran difíciles y aún así, sé que estábamos mucho más a salvo que ahora. Los años trajeron nuevos problemas, amenazas que en ese entonces jamás se me habrían cruzado por la mente y aquí estamos, somos dos adultos peleando con manos desnudas contra los fantasmas del pasado — No lo prometas por mí o mi familia, sino también por ti. Es un combo — espero de verdad que entienda esa parte. Si yo caigo, no seré el último en hacerlo. Seguirá ella, o mis hijos, o Scott, o quien venga en la lista de prioridades del ministerio o de nuestro padre. Sé que ese hombre tiene rencor por lo que ha pasado y puedo apostar a que nada bueno puede salir de eso, si consideramos que tampoco es un santo de mi devoción.

    Hago una muequita porque sí, había enterrado ese tema y ahora no podemos ignorarlo. Solo hago un asentimiento con la cabeza y me enderezo para tomar asiento a su lado, tomando el permiso del aire para sentir que soy bienvenido en su espacio personal, a pesar de haber llegado sin intenciones pacíficas — No va a ponerte un dedo encima, Phoebs. Haré que tú y Charles tengan vigilancia disponible y firmaré un permiso legal para que tu casa tenga encantamientos de seguridad en su perímetro. No dejaré que papá arruine a nuestra familia de nuevo — ella se merece ser feliz. Se merece tener su bendita boda, criar a todos los hijos que quiera tener, comprarse un jodido perro si se le da la gana. Conservar un trabajo que le gusta y sentir que puede prosperar, como un ciudadano común sin un padre que ha enloquecido en los últimos años. Phoebe se merece tenerlo todo, porque es una persona que vi que le han arrebatado la mayoría. Si le fallé una vez, no pienso hacerlo de nuevo.

    ¿Crees que los sueños de los cuales me hablaste eran una advertencia? — le he dado muchas vueltas al asunto, las suficientes como para tomarlas un poco más en serio. Él mismo se presentó como un irónico aviso, lo que me hace pensar que ha tenido esto fríamente calculado desde hace mucho tiempo — He pensado en buscar el modo de comunicarme con él. Me gustaría tener una charla a solas — no es la mejor idea que he tenido, pero hay cientos de cosas que tengo que solucionar por mi propia cuenta. De una manera u otra, Hermann y yo tenemos historia que no hemos compartido con nadie más.
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    Es un asentimiento muy leve el que hago, apenas cambiando la expresión de mi rostro cuando mis ojos demuestran que no tengo intenciones de romper con mi palabra. No planeo ser un estorbo en su vida, no ahora que tiene otros a los cuales proteger, y creo que es momento de decir que debe centrarse en ellos por el tiempo que pueda, porque no sé cuánto nos va a durar lo que tenemos. Espero no ser la que acabe con el ya de por sí fino cable que nos está sosteniendo a ambos en esta pirámide, porque yo sé lo que significa pisar fondo y no estoy muy segura de querer volver ahí en un tiempo cercano. Aun así, sé que por mucho que ponga de mi parte, hay muchas cosas que no puedo controlar, las acciones de mi padre vienen siendo una de ellas, esas dependen de otros factores que cada día me son más liosos de comprender. El cómo consiguió elaborar lo del sábado siendo uno.

    Acomodo un poco mi peso en el colchón cuando toma asiento a mi lado, dedicándole una mirada de confianza porque conozco sus palabras, las he escuchado antes de su boca, el problema es que ya no tengo ocho años como para poder creérmelas solo porque las dice mi hermano mayor. — ¿Qué diferencia hará eso, realmente? Sé que tienes las mejores intenciones, Hans, pero no puedes protegerme de todo, creo que ha quedado demostrado que nuestro padre es capaz de hacer lo impensable, y salir victorioso con cada paso que da. — me muerdo el labio inferior, manteniendo una mirada baja sobre sus manos. Es evidente que no hay muchas cosas que se le resistan a mi hermano, pero mi padre siempre ha sido una de ellas, creo que es lo que más le cuesta reconocer. — Papá organizó un ataque contra el país, fue quién secuestró a ese escuadrón de aurores hace tiempo atrás, ha burlado la seguridad en más de una ocasión y no ha tenido problema en dejar claro que no va a retirarse de la guerra, ¿qué te hace pensar que no podrá burlar esos encantamientos si se le antoja? — no soy consciente de hasta qué punto me tiembla la voz cuando hablo, siendo esa la razón por la que aprieto el labio con más fuerza con mis dientes.

    No pensaba que fuera a traer a colación las pesadillas que me han estado atormentando el sueño desde hace meses, pero ahora que lo menciona siento que es algo de lo que deberíamos haber hablado con más detenimiento que en las ocasiones anteriores. Asiento con la cabeza una vez más, guardándome las palabras para segundos después en los cuales utilizo ese tiempo para subir la vista hacia sus ojos, tan parecidos a los míos que por un momento creo estar viéndome en el espejo. — ¿Recuerdas cuando te hablé de ellos, verdad? Te dije que eran algo más que sueños, que no se sentían como una premonición corriente. — le recuerdo brevemente, bajando un poco el mentón como forma de preguntar si me sigue. — Sigo creyéndolo, Hans. Después de lo que ha pasado no puedes decirme que me lo estoy imaginando, siento que estoy cargando con un peso sobre mi espalda desde lo de Navidad, no me deja respirar y mucho menos tras lo ocurrido en el estadio. — ¿se podría haber evitado de haber tomado mis advertencias más en serio? ¿buscar a nuestro padre antes del desastre hubiera sido una tarea tan complicada de saber que algo malo ocurriría? Creo que la respuesta la obtengo haciéndonos un repaso con la mirada. — Aquella tarde te dije que tenía miedo de lo que podría significar, ahora también lo tengo, pero por haberlo averiguado. — respondo. Mi padre entra dentro de esa categoría de cosas por las que estoy dispuesta a hacer estupideces, y no lo quiero cerca de la gente a la que quiero precisamente por eso.

    No obstante, lo que dice a continuación me hace cambiar de posición, colocando una mano sobre su hombro para girarme un poco hacia él en lo que acomodo una parte de la pierna sobre la cama. — Ni se te ocurra hacer eso, ¿estás loco? ¿Qué beneficio obtendrías de hacer algo así? Sabes de sobra que papá no atiende a razón cuando él cree que la lleva. — vamos, ¿cuántas veces escuchamos gritarle argumentos que ni siquiera tenían valor a nuestra madre, pero se salía con la suya igualmente porque se le dan demasiado bien las palabras? A mí me costaba bastante seguirle la conversación, y eso que los últimos meses en los que estuvimos solos los tres me dejaba muy claro como se sentía con respecto a mí. — ¿Es esto cosa de Magnar? ¿Quiere que te veas con él como una baza para conseguir algo a cambio o qué es lo que quiere? No puedes hacerlo, Hans, te lo he dicho, nada bueno va a salir como lo hagas. — por el modo que tengo de bajar la mano hasta su brazo y aferrarme a la tela de su ropa creo que es obvio que el terror por lo que pueda pasarle si lo hace me consume en un segundo, mirándole con la expresión de pánico reflejada en mis ojos.
    Phoebe M. Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    La lista que despliega deja en evidencia mis fallas, pero tampoco voy a retirarme sin intentarlo. Mi padre ha demostrado ser listo, pero sé que puedo ganarle en eso. Mi desventaja en este juego es que yo soy una figura pública y él se esconde en las sombras, así que tengo que encontrar el modo de empatarlo. Solo debo ganar una vez, solo una, para que sea suficiente — Al menos déjame intentarlo. No está muerto quien pelea, dicen por ahí — es un consuelo infantil, pero espero que entienda. Si el catorce se ocultó de todo NeoPanem por tantos años, nosotros podemos hacer lo mismo. Hay una lógica que no se puede vencer y dudo mucho que Hermann tenga tiempo de querer tomar venganzas personales ahora que le ha declarado la guerra a toda la nación. De todas sus preocupaciones, dudo que seamos la prioridad y espero no estar equivocado.

    Asiento una vez, recuerdo su miedo y lo que contó que yo tomé como si fuese un simple sueño, algo a lo que no deberíamos prestarle atención para seguir durmiendo con una egoísta calma. Obvio, la vida me sigue pasando factura, como si el karma se hubiese encaprichado conmigo — No tienes que culparte por ello. Si era una premonición, no había nada que hacer contra ella. Las desgracias suceden, Phoebs. Solo tenemos que tomarlas y decidir qué hacer con ellas — de eso se trata vivir, es una escalera de momentos hasta que llega el final y las experiencias nos hacen quienes somos. No soy la historia más bonita, pero me he culpado de mil cosas y sé en el fondo que no he ganado nada con ello. No quiero que mi hermana viva con remordimientos, que no sabemos por cuánto más estaremos aquí como para desperdiciar nuestros minutos.

    El ruedo de ojos que se me sale es muy parecido a aquellos que le daba cuando éramos niños y ella me decía que no le robe manzanas a la vecina, cuando yo aseguraba que no podría verme si me trepaba por el lado correcto del árbol que teníamos en el jardín — No es cosa de Magnar, es mía. Es un capítulo que necesito cerrar de alguna manera para poder sanar todo lo que ha dejado en mí — no espero que lo comprenda, no del todo al menos. Hemos vivido esta experiencia de formas diferentes y el rencor me ha carcomido el alma por muchos años, incluso cuando pretendo ser una persona lógica al momento de tener que elegir entre molerlo a golpes o mantener el orden. Uso la mano contraria para tomar la suya y trato de hacer que afloje el agarre que presiona mi ropa — De alguna manera me siento responsable. No le puse un alto cuando pude. No… — tengo que pasar algo de saliva antes de continuar — Pude haberlo terminado la noche en la cual lo entregué y lo dejé vivir. Fui un cobarde y permití que te llevase lejos. No abrí la boca y mamá pagó las consecuencias. Papá tiene poder porque todas las acciones que hice a lo largo de mi vida lo llevaron a ese lugar, junto con las suyas. Y si mi trabajo es mantener el orden de NeoPanem, lo voy a hacer. Y si soy yo quien deba terminarlo… — a pesar de la convicción, mi voz tiembla, como si le echase un montón de alcohol a una herida abierta — Pues que así sea.
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    Director del Servicio Social
    Quiero creer que tiene razón, que no podría haber hecho nada para evitar lo que ocurrió con nuestro padre porque al final sus acciones no dependen de mí, por mucho que me gustaría pensar que siempre hay algo que podemos hacer para que esas desgracias no nos encuentren. Es un pensamiento algo estúpido, porque mi vida se ha basado en una seguidilla de esas desde que tengo memoria, y cuando he empezado a apreciar lo que tengo y reconocer lo propio, parece que el destino prefiere reírse de mí, persiguiéndome con fantasmas del pasado que no me dejan seguir hacia delante. — No me estoy culpando por ello, solo pienso que quizás si lo hubiera tomado de forma diferente, solo quizás… no lo sé, podría haberse evitado. — ni yo misma me lo creo, en realidad, pero siempre queda ese resquicio de esperanza por el que pensamos que tenemos alguna clase de poder sobre las decisiones que toman los demás. Es evidente que no es así, ya debería haber aprendido la lección, en especial siendo lo que soy. Creo que también por eso trato a toda cosa de eludir algunas cosas, porque sé que son inevitables pese a poner todo mi empeño en demostrar que no es así. Quiero tener la capacidad de controlar algo que no puede ser retenido, y ese es mi principal error en todo esto.

    Entiendo lo que quiere decir, pero aun así no rebajo la fuerza con la que mi mano se cierra alrededor de su brazo, más bien su ropa, manteniendo la mirada fija sobre él. Lo comprendo porque yo misma llevo unas semanas de querer darle un cierre a esa parte de nuestra vida que jugó un papel tan importante en lo que somos hoy, quiero sanar del mismo modo en que él quiere hacerlo, pero pienso que su forma de hacerlo no viene de la manera adecuada. Sacudo la cabeza como si con eso pudiera explicar lo que pienso, apretando sus dedos cuando coge la mía solo para terminar colocando mi otra mano libre sobre la suya. — Basta, Hans, no te hagas eso a ti mismo, por favor. — no tardo mucho en usar mis dedos para levantar su mentón en un intento de que sostenga la mirada en mi dirección, tal y como solía hacer nuestra madre y que en ocasiones él también hizo conmigo cuando ella ya no estaba. — No fuiste ningún cobarde, ¿me oyes? Fuiste sensato, como siempre lo has sido, y eras un niño, ¿qué hubieras conseguido de haber intentado frenarle los pies? Nada, probablemente llevarte a ti también cuesta abajo. — suelto su mentón, pero espero que siga mirándome para cuando sigo hablando. — No podrías haber acabado con él porque seguía siendo nuestro padre, Hans, no es una decisión fácil de tomar para un adulto ni aunque fuera una basura de persona, ¿qué te hace pensar que lo sería para un chico? En el momento creíste que era lo mejor, ya está, eso no te hace responsable. — mi voz es firme cuando termino, de verdad pensando que con eso valdrá para sacar de su cabeza la carga de responsabilidad que cae sobre sus hombros sin sentido alguno.

    Papá tiene poder porque siempre ha sabido moverse por ese rumbo, fueron sus acciones las que lo llevaron a creer que es invencible, no las tuyas. — vamos, no puede decirme que él ha sido responsable de que nuestro padre sea ahora lo que es cuando ya cuando éramos niños era evidente quién tenía la autoridad en la casa. — No puedes reprocharte sus decisiones como si tú hubieras tenido algo que ver con ellas, somos responsables de nuestras propias acciones, no los demás. — él ya debería de saberlo, pero no tengo ningún problema en recordárselo ahora que se ha echado encima toda la culpa de los errores que cometieron otros. Me quedo con lo que ha dicho de cerrar este capítulo, bajando mi brazo libre para apoyar la mano sobre su antebrazo, acariciando con el pulgar el dorso de su otra mano. No sé como hacer la siguiente propuesta, es obvio por el modo que tengo de mover los labios para hablar antes de volver a apretarlos. Le miro, no muy segura de cómo va a reaccionar ante lo que estoy por pedir. — Hace tiempo me dijiste que habías vendido la casa donde crecimos… ¿verdad? — o bueno, donde intentamos crecer al menos, hay algunas cosas que siguen doliendo.
    Phoebe M. Powell
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    Ministro de Justicia
    Creo que siempre sucede lo mismo cuando una persona se deja caer en su propia miseria. Hay una parte racional que nos dice que no teníamos otra opción, pero siempre estará esa voz desagradable que nos susurrará todos los errores que cometimos y que nos llevaron a ese punto sin retorno en el cual nos volvimos miserables. Sé que yo era un niño, sé que saqué a mi padre a patadas en la calle siendo un adolescente un poco más flacucho de lo que soy ahora. Sé que una parte de mí me dijo esa noche que debía matarlo a golpes y no lo hice, me bastó con hacerlo sangrar para llevarlo a que otros se encarguen de él. Hubo una extraña adrenalina en ello, un miedo nuevo que todavía no puedo describir, como si el terror se mezclase con el éxtasis. Y sin embargo… — Siempre pensaré que pudo haberse evitado, Phoebs. Es el complejo de culpa del sobreviviente — porque yo no la tuve fácil, pero a veces siento que fui un mero espectador gracias a mi suerte. Observé todo desde un rincón y agaché la cabeza hasta que fue demasiado tarde.

    Papá siempre fue listo, lo sé, no hace falta que me lo recuerde. No pude haberlo controlado ni aunque lo quisiera, pero aún así siempre lo tendré dando vueltas en alguna parte de mi cabeza — ¿Y crees que el resto no nos hará responsable? Somos los únicos que tienen datos certeros de ese hombre, nuestros tíos están muertos. Cualquier error, cualquier acción que nuestro padre cometa, nos pesará a nosotros. Nos apuntarán con el dedo, ya lo verás — sé que suena pesimista y quizá un poco dramático, pero conozco la política y los chismes de la gente. Si tenía a parte del público con cariño hacia mí, estoy seguro de que lo he perdido. ¿Y qué es de un político sin popularidad? Van a despedirme, que lo sé bien. Y eso es lo más suave que podrán hacer conmigo.

    Todo lo que demuestro es confusión porque no sé de dónde sale esa pregunta, así que la miro con una ceja alzada antes de contestar, vacilante — Claro. Necesitaba el dinero cuando la moneda muggle dejó de servir y ya sabes que toda nuestra casa era por demás costosa — me bastó para hacerme cargo de la abuela hasta su muerte y luego dediqué mi tiempo a trabajar, así que no voy a decir jamás que pasé hambre — No he regresado al distrito uno desde que me mudé al Capitolio. No le veo sentido alguno, mucho menos ahora. Es un lugar que me gustaría dejar enterrado, ya sabes — ella va a comprenderme mejor que nadie con esto. Aún así, mi mirada se entorna en su dirección — ¿Por qué lo preguntas?
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    Director del Servicio Social
    Sí, bueno, ahí está otra vez recordándome como la he cagado a lo grande, pero me aguanto y me trago cualquier disculpa que pueda volver a estirar porque no le veo el sentido a hacerlo. Ha quedado claro que los lamentos nunca valen para cuando las cosas ya se han hecho, solo me queda apechugar con lo que me toca y asumir las consecuencias de unas acciones que, como dice, nos colocan en el punto de mira de todo el mundo. — ¿Datos certeros? ¿Qué datos son los que tenemos exactamente, Hans? Porque yo no he sabido nada de nuestro padre desde que cumplí los ocho años, más allá de lo que me has contado tú, no poseo nada que pueda interesarle al gobierno. — eso lo saben, ¿verdad? ¿o serán capaz de tergiversar mis palabras para hacerlo parecer de otra forma? — Tú más de lo mismo, y la información más actualizada que poseemos es que se tomó la libertad de irrumpir en nuestra vida como el parásito que es. — soy consciente de como mi voz se va marchitando hacia un tono más grave, pero es que se me siguen revolviendo las tripas de pensar en que ese hombre se presentó en mi casa en la cena de Navidad como si se tratara de un invitado más, amenazando a toda nuestra familia en el proceso.

    Asiento con la cabeza ante la información que enseguida recibo, como si con eso pudiera aclarar mis ideas sobre cómo abordar lo siguiente sin que se lo tome demasiado personal, en especial después de escuchar lo que tiene él por decir al respecto. Es personal, de todas maneras, tampoco existe otra forma en que pueda tomárselo. Entrelazo un poco mis manos, por puro juego entre mis dedos en lo que los miro un segundo antes de posar mi mirada nuevamente sobre mi hermano. — Me gustaría volver, Hans. A casa. — sé que va a decirme que ese lugar no es nuestra casa, y en cierto modo lo entiendo, porque no lo es, pero también está la parte que sigue pensando en ese hogar como algo donde los dos vivimos experiencias que no vamos a poder borrar jamás. Se siente lógico que quiera regresar para dejarlo según mis condiciones. — Solo a verla, nada más que eso. Solo... siento que necesito cerrar ese capítulo, y creo que tú también lo necesitas. Puedo ir sola si es que tú no quieres volver, lo entendería perfectamente si no quisieras. — al final, él pasó más tiempo dentro de esas paredes que yo, pero de seguro que él puede conseguir una orden que nos permita ir si es que hay una familia que está viviendo en ella. — Yo... no me fui en las mejores condiciones de ese lugar, solo quiero ser quién decida como dejarlo ir, por esta vez, ¿entiendes? — no le pido muchas cosas a mi hermano, esta tiene que ser una de las pocas, aunque entendería que me dijera que no. — Te parece una mala idea, ¿no es así? — pregunto, porque su silencio me incomoda y siento la necesidad de rellenarlo con palabras.
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    ¿Y crees que eso a ellos les importa? Querrán saber lo que sea — no sé en qué momento pasé a hablar del gobierno como si yo no formase parte del mismo, quizá porque por primera vez desde que los Black cayeron que éste ha empezado a significar cierta amenaza para mí. Me froto el cuello con una mano como si así pudiese calmar la sensación de una soga invisible, demasiado similar a la presión de mi propia corbata cuando Magnar decidió ajustarla en el escenario. Esto me recuerda las razones por las cuales no podría dejar mi trabajo, incluso cuando eso también significase arriesgarme. Renunciar sería ser un cobarde y mantener la ley en mis manos me permite el poner un colchón que nos ayudará a todos, prohibiendo la entrada al caos generalizado. A pesar de todo, incluyendo sus basureos, sé bien que Magnar me respeta a su manera.

    Me lo esperaba, no tendría otra razón para preguntar por ese edificio que quedó tan atrás en mi memoria. Phoebe y yo crecimos en una casa grande de dos pisos, con jardín y una cerca blanca. Teníamos una cocina iluminada y una chimenea donde colgábamos las medias de Navidad todos los diciembres, la estampa de la familia perfecta con el padre correcto, la madre bonita y los hijos educados. Nadie vio esa fotografía dañarse hasta volverse una mentira, como la basura la fue consumiendo hasta volverla cenizas — Phoebe… — mi tono es suave, como una pequeña advertencia a una persona ingenua, pero no digo nada más porque le permito que termine de hablar. Al final, chasqueo la lengua con la mirada perdida en lo que creo que es un zapato de Charles, al menos que mi hermana tenga un pie incluso más grande que el mío — No sé si es una mala idea, hasta puedo comprenderlo. Pero… ¿Crees que será sano? Para ti, para los dos. Esa casa es un fantasma en sí misma — tenemos buenos recuerdos, pero también guarda los peores de mi vida. Sé muy bien lo que recuerdo cuando los dementores se me acercan demasiado y todas esas voces y sensaciones se vivieron dentro de esas paredes.

    Pero ahora no somos niños, podremos verlo desde otra altura, ella en especial. El día que dejé esa casa yo tenía diecisiete años y recuerdo que solo junté unas pocas cajas, el resto fue donado o vendido. Mi abuela me preguntó si olvidaba algo solo porque estuve una eternidad sentado en la sala y me negué a echarle un vistazo a mi dormitorio cuando cerré la puerta detrás de mí. Recuerdo respirar aire limpio por primera vez en años, no sé cómo veré ese sitio desde mi perspectiva actual. Y aún así… — Iré contigo — prometo, porque siempre he asegurado que soy incapaz de dejarla sola si me necesita — Quizá pueda ver mejor dónde falló esa historia para poder ver mejor la mía. No será fácil — creo que los dos lo sabemos, pero es la primera vez en la vida que ambos estamos buscando formar nuestros hogares y debemos enterrar el anterior. Lo que me lleva a un detalle — Tendremos una niña — suena un poco desligado, pero se me patina una pequeña sonrisa en su dirección antes de fijarme en como raspo una palma con los dedos de la contraria — Lara y yo. El bebé es una niña. Lo supimos con las ecografías luego del incidente. Y de verdad… — mi pecho se hincha en lo que tomo aire y lo suelto con fuerza, demasiado cansado — solo quiero que los Powell ya no tengamos que preocuparnos de nada en ninguna casa. Quiero que esta niña y Meerah sean felices, que Lara lo sea, que tú lo seas. Quiero ser el padre que Hermann no fue y que mis hijas tengan la infancia que nosotros no tuvimos. ¿Crees que eso sea posible? — porque a pesar de todos mis intentos, esas sombras siguen ahí. Inamovibles.
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    Pues no, la verdad es que no sé en qué momento se me ocurrió que el hecho de no saber nada sobre nuestro padre nos haga ajenos a él de cara al gobierno, pero estoy lejos de comentar al respecto, aprovechando el silencio como respuesta para no tener que poner en palabras las que no poseo. Aparto un poco la mirada de su figura cuando comienza con pronunciar mi nombre de una manera que deja claro que le parece una mala idea, no tarda mucho en decirlo en voz alta, aunque su contestación no es un no rotundo que me hace volver la mirada hacia su figura. ¿Es sano? Eso es algo que no puedo saber con certeza, quizás lo sea, o quizás solo empeore las cosas y mi visión acerca del futuro que nos acecha como la familia rota que salió de ese lugar, pero lo que sí sé es que quiero hacerlo, no es que quiera exactamente, siento que lo necesito. — Lo sé, pero precisamente por eso pienso que deberíamos volver. — sí, esa casa es un fantasma que grita de nuestro pasado, pero seguirá gritando como no lo dejemos enterrado por nuestra propia mano. Quizá hasta podríamos visitar la tumba de mamá, hace que no voy allí desde la última vez que puse un pie en el distrito uno, cuando apenas tenía la madurez como para comprender qué es lo que estaba pasando. Eso me hace pensar en que pronto empezará la primavera, el abril se acerca y creo que es la primera vez que estamos juntos en esas fechas. Al final, cuando acepta, solo puedo mirarle con una sonrisa tímida de agradecimiento. — Es hora de que dejemos atrás esa parte de nuestra vida, Hans, juntos. — como debió ser siempre, no cada uno por nuestra parte y de cualquier manera.

    No esperaba ese cambio de tema tan repentino, lo que me deja mirándole un poco extraño antes de hacer la relación que necesito para entender de qué me está hablando. — Oh, Hans, ¿en serio? — la expresión de mis ojos cambia completamente al pasar a mirarle con la emoción que no demuestra él pese a esa sonrisa de lado, lo que me lleva a pensar que hay un trasfondo más pesado dentro de su cabeza. — Eso es estupendo. — le sonrío con gran amplitud, posando una mano sobre sus nudillos en lo que busco su mirada con un movimiento de mi cabeza. No obstante, pese a la felicidad que se me acumula en el pecho por él y por Lara, mantengo la conexión de nuestros ojos cuando su reflexión no me toma por sorpresa, pero sí transforma un poco la sonrisa de mis labios en una pequeña mueca. — Espero que lo sea. — contesto, más honesta de lo que me gustaría, pero sé que no somos dueños de nada ni tenemos nada por seguro, menos en los tiempos que corren. Por ahora, creo que debe conformarse con eso, aunque el conformismo nunca haya llegado a ninguna parte, la aseguración de los hechos nunca ha demostrado jugar de nuestra parte. Aun así, elevo un poco mis mejillas, tratando de que no se lo tome como un comentario pesimista, sino de esperanza. Sin decir mucho más, le rodeo con mis brazos para apoyar mi mejilla sobre su hombro, dándole un ligero apretón a su cuerpo en un gesto de mi más profundo cariño. — No sabes lo que me alegro por ti, Hans. — susurro, incapaz de moverme de la afectuosa postura.
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    Juntos, como no hemos podido estar. No quiero seguir reprochando cosas que ya quedaron atrás, quizá hacer esto con Phoebe es parte de mi proceso de madurez, uno que posiblemente no he alcanzado en todo su esplendor a pesar de la edad. No me siento un adulto cuando se trata de mi familia, especialmente de mis padres. Hay cosas de mí que me siguen llevando al niño que fui y al adolescente que buscó un orden imposible, perdiéndose en el hombre que se supone que soy todos los días — El exclusivo club secreto de los hermanos Powell — le recuerdo en un murmullo, le regalo una sonrisa sincera y siento que es suficiente para hacer un nuevo pacto, uno que en esta ocasión intentaré mantener. Nadie, ni siquiera nuestro padre, podrá volver a separarnos y evitar así que rompa mi promesa, una vez más.

    Solo soy capaz de hacer un asentimiento, sé que hablar del bebé no es lo que ella esperaba pero en mi mente tiene toda la lógica. Yo también espero que mi hija sea feliz, con ella podré darme los gustos que con Meerah no tuve y sé que arruinaré millones de cosas como todos los padres, pero no quiero ser un eco del mío. No se me dan los niños pequeños, pero por esa bola de maní con forma de alien puedo intentarlo. Mi silencio se siente cómodo en lo que mi hermana pequeña me abraza, mis brazos buscan apretar su cuerpo contra el mío y acomodo mi mejilla sobre su cabeza, como si nuestros cuerpos no hubiesen crecido tanto en todos estos años — Lo sé — porque estoy seguro de que su cariño es sincero, como lo son sus lamentos y arrepentimientos — Y sé que yo me tomé mal lo de Charles en un principio, pero también estoy feliz por ti. Serás una novia bellísima. Prefiero decírtelo ahora antes de hacerlo pasado de copas en medio de tu boda — una que jamás pensé que fuese a ver — A mamá le hubiese encantado todo esto. Es una lástima que Pelusa no pueda asistir — bromeo. Algunas cosas las damos por sentadas y, sin embargo, aquí estamos. Quizá el diploma de Buen Hermano Mayor sí ha servido para algo y, a partir de ahora, es el título que debería lucir con mayor orgullo. Al final, la vida es demasiado corta para dejarla atrás.
    Hans M. Powell
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