The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Todavía tengo las manos aferradas al escritorio, con los ojos vidriosos clavados en las pantallas que se elevan frente a nosotros y no puedo procesar lo que acabo de ver en primera persona. La pantalla que pertenece a las lentillas de Annie se encuentra distorsionada y salpicada de algo que reconozco como sangre, lo que me da a entender que mi mejor amiga ha muerto con los ojos abiertos. Creo que estoy temblando, pero no estoy seguro y el sonido de las apariciones me dan a entender que nuestros representantes que no ha corrido al hospital, han regresado. Lo veo primero en las pantallas que aún no han cortado transmisión, después porque me volteo y encuentro el impulso de arrancarme el comunicador de la oreja y correr hasta la barandilla que me separa del terreno de aparición — Saquen a los prisioneros de aquí… — la orden intenta sonar firme, pero creo que parece algo desganada cuando estoy más ocupado en correr las pocas escaleras abajo que me separan de ellos. Ni me doy cuenta de lo que estoy haciendo cuando tiro de Colin para que se aparte y me inclino sobre el cadáver de Annie, tomando su rostro con la urgencia de chequear que todo ha sido un espectáculo. Pero esta no es Annie. Su cara jamás ha lucido así.

No reconozco mis manos como las que tiemblan y se manchan de su sangre y sé que hay un nudo que me aprieta la garganta, pero me niego a llorar. No aquí, no ahora, cuando todavía hay trabajo por hacer y siento el calor de la furia y la desesperación quemándome por dentro — ¿Era tan difícil? — mascullo entre dientes y levanto una mirada helada a Jack, a quien tengo más cerca — ¿Era tan complicado matarlos a todos? Son aurores entrenados… ¿Y un grupo de salvajes hizo esto? — me pongo de pie con el impulso de la impotencia, buscando culpar a quien sea, cómo sea — ¡¿Cómo pudieron dejar que escapen?! ¡La orden era clara! — hacen magia, por Merlín. Un avada kedavra nos hubiera ahorrado muchos problemas. Y Black sigue suelto.
Hans M. Powell
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Invitado
Invitado
Al abrir los ojos, tuvo que parpadear varias veces por el cambio de iluminación a una mucho más brillante, sin embargo en ningún momento soltó el agarre hacia la rehén que había logrado mantener consigo. —No compliques las cosas.—Murmuró en voz baja y ante la orden del ministro de justicia, empujó el cuerpo de la chica para que empezara a caminar hacia las celdas.
No tardó más de cinco minutos en regresar, tomó asiento guardando la varita en el interior de su uniforme y lo primero que hizo fue quitarse las lentillas y la cucaracha del oído. Estaba exhausta y sólo había pasado una hora dentro de aquella horrible y húmeda mina. Si, definitivamente se quedaba en su puesto de cazadora.

Los gritos de Hans poco le importaron, estaba dolido y lo entendía, pero de todos modos creía que habían hecho lo mejor que pudieron con la poca información que se les entregó.
Bianka sujetó sus codos en una especie de abrazo, evitando en todo momento tener contacto visual con el cuerpo de la mujer en el suelo y por esta misma razón, pasó a apoyar los brazos sobre una de las mesas, sujetando su rostro con las palmas abiertas. El dolor de cabeza que sentía desde el primer atentado, aumentó. —Quizás podríamos haberlo hecho desde un comienzo, teníamos la ventaja en número y ustedes decidieron pasar por todo ese acto de intercambios.— Respondió sin alzar la voz, utilizando el tono más neutro y educado posible. Powell era un viejo amigo, pero seguía estando al mando y no iba a pecar por desacato a la autoridad. —¿Por qué no nos entregaron la información completa?— Después de todo se lo merecían, estaban yendo a una misión secreta y peligrosa, exponiendo sus vidas y ni siquiera sus jefes les advirtieron.

La maldita orden era negociar y en el peor momento cambió a "lancen hechizos imperdonables a todo lo que se mueva", apretó los labios y mordió su lengua para no volver a reclamar, tampoco expuso sus pensamientos en voz alta, no lo valía y estaba cansada.
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Me doy cuenta de que estoy llorando cuando me aparezco en la base y tengo que dar algunos manotazos para eliminar las lágrimas silenciosas y furtivas. Mi trabajo siempre ha estado separado de lo personal, pero lo que acabo de vivir es algo que nadie puede reclamarme. He conocido a Annie por años, pasamos gran parte de nuestra primera juventud en bares y no comprendo cómo es que hace tan solo unos días estuvimos jugando a las cartas entre shots de tequila, para acabar con su cabeza siendo volada justo a mi lado, sin que yo pudiera hacer algo para evitarlo. No sé si me niego a procesarlo o no puedo hacerlo, pero poco a poco el vacío me va consumiendo para decirme que es real.

Los gritos de Hans hacen que cierre los ojos y me cubra el rostro con una mano, relamiéndome las lágrimas que se han patinado hasta mi boca. Jamás lo escuché reaccionar de esta manera, estoy acostumbrada a sus tonos calmos y generalmente prepotentes, confiado en que no es necesario alzar la voz para imponer respeto. Le doy la espalda al cadáver de mi amiga y apunto con la varita al hombre que mi marido ha traído con él, cuyo rostro está desfigurado por los golpes y lo elevo, congelando su anatomía — Yo lo llevaré — anuncio con un hilo de voz, más que nada a Jack — Lo siento… — espero que lo entienda, necesito marcharme de aquí porque no puedo soportarlo.

Sin más, salgo de la habitación y arrastro a Ferdia Wallace conmigo, en busca de las celdas donde pueda encerrarlo y que no salga hasta nuevo aviso. Al cuarto no regreso, encuentro un baño donde encerrarme y cubrir mi boca para que nadie oiga cuando consigo quebrarme.
Rose S. Harkness
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Invitado
Invitado
Siento tal desgano en mi cuerpo, que cuando nos aparecemos en la base de seguridad, mis dedos sueltan la muñeca de Annie y en un tiempo que se me hace breve por el aturdimiento, me encuentro haciéndome a un lado por un empujón del ministro de Justicia que examina el rostro desfigurado de mi prima como si esperara encontrar su mirada. Me aparto con un brazo cruzando sobre mi estómago, sosteniendo mi palma allí donde rozó la segunda bala y cierro mis párpados mientras la adrenalina todavía me hace ajeno al dolor, al menos unos minutos más para poder estar presente a lo que tienen para decirnos, porque creo que hay mucho por decir ahora que todos sabemos que el chico que escapó de la mina es el hijo que no sabíamos que tenía Orion Black.

Siento un tirón en el hombro en el que me concentro cuando una de las cazadoras es la primera en exigir explicaciones cuando Powell nos recrimina la incompetencia, es fácil decirlo cuando no ha movido el culo de su silla, y creo saber qué sucederá después, solo cuento mis respiraciones mientras dejo que a mi alrededor se empiecen a alzar las voces. Pienso en mi hermano que está de regreso, seguramente su esposa está con él y al menos de eso no tengo que preocuparme, porque no sé cuándo me sentiré capaz de ir a verlo. Me pongo lentamente de pie con la dificultad que me representa, y doy unos pasos alejándome del centro de la sala donde nos aparecimos, dándole la espalda al ministro, a los otros miembros de seguridad y también a Annie, con la excusa de que necesito un sanador por las heridas. Creo que se lo digo a alguien al pasar, mi voz ni siquiera suena firme y forzo la garganta que me arde tanto como los ojos, así que aprovecho la oportunidad de irme y que quien vea mi cara crea que es por dolor físico, no hay manera de que pueda reconocer ante nadie que hay otro tipo de dolor que ha consumido todas mis fuerzas y se ha llevado para siempre una parte de mí. Entre los aurores que salen con los prisioneros, me escabullo por la puerta.
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Invitado
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Todo se había ido a la mierda, desde el principio un cartel enorme con luces de neón nos decía que era una mala idea y que lo más probable es que todo saliera mal, eran cinco por tres en un principio, luego paso a ser el supuesto chico Black el centro de la atención, todos los querían, hasta los ministros eran poco pago, o al menos eso había dicho la difunta Annie. No me lo podía creer, fue una milésima de segundo que un arma muggle terminaba con su vida, el intercambio nos había dejado peor, sin el supuesto Black y con un nuevo muerto.

Me quité los estúpidos aparatos mientras me concentraba en Hans, parecía tocado, no como si solo fuera una baja más, que no lo era, sin embargo, todos habíamos perdido, y no todo se podía pasar por alto. -¿Desde cuando los rebeldes son gente con la que negociar? Debimos atacarlos sin pensar, como era de esperarse el negocio falló. -dije con frialdad, pero no pude evitar sentirme mal por su sufrimiento. -Fue confuso… debimos saber que el chico era importante… si nos quedábamos a luchar íbamos a ser enterrados… siento su perdida Hans, hare lo posible para que esa perra pague. -dije en un tono normal y luego alcé la voz, daba igual como fuera el gobierno, había mucha mierda entre los rebeldes. Si había fallado como auror haría lo que estuviera en mis manos para reparar ese error. Me alejé un poco de Hans y la difunta Annie para apoyarme en una pared por ahí, pensativo, enojado, decepcionado.

¿Cuál era el siguiente paso?
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Jack W. Tyler
Personal de Defensa
Arrastrar al tipo que me había obligado a soltar al niño Black, es la única satisfacción que tengo luego de todo el desastre que resultó ser la negociación. Pensar… ¿Cómo habíamos vuelto a dejar que un grupo tan escueto fuera capaz de superarnos? Algunos ni siquiera tenían varitas por todos los cielos. Y Annie, no era amigo de ella como lo era mi esposa, pero no la consideraba una mala mujer, y cuando quería, solía ser muy considerada pese a que quisiera aparentar lo contrario.

Lo que de verdad no me esperaba al llegar a la base, era la reacción de Hans. Eran años de conocerlo y nunca… nunca lo había visto de esa forma. Rose aprovecha esa oportunidad para irse, y no la culpo. Espero que entienda con la mirada que estaré allí para ella si me necesita, de momento, se que prefiere estar sola.

No encuentro las palabras para responder el reclamo de Hans. Ni yo mismo entiendo cómo mierda todo ha podido darse vuelta tan pronto. Cómo un tipo que ni siquiera tenía las manos libres había conseguido derribarme como si fuese un niño. Callo, o trato de hacerlo por los pocos segundos que dura el silencio antes de que comiencen los reproches por parte del resto. - Oh por favor, cómo se nota que ustedes los cazadores sólo se enfrentan a criaturas. - No es mi intención menospreciar su profesión, pero a estas alturas… - Pese a que no quiera considerarlos como tal, son salvajes, no animales. Y no podemos ir atacando a diestra y siniestra cuando todavía tienen a nuestra gente, y aún más, cuando tienen información que aportar. - Yo sabía quién demonios era el pendejo Black, y eso no había cambiado las cosas en nada. Para lo único que había servido era para hacerme sentir aún más inútil de lo que era posible. - No tengo excusas para mi propia ineptitud así que no sé en qué más pueda servirte, Hans. - y vuelvo la mirada hacia el cadáver de Annie Weynart, sabiendo que su muerte podría haber Sido evitada si tan solo no nos hubiésemos confiado.
Jack W. Tyler
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Creo que lo único favorable de todo esto es que los prisioneros pronto están fuera de mi vista y no podré echarles la bronca por mi propia mano. Los reclamos de Bianka me hacen bufar y les doy la espalda, llevándome las manos a la nuca en un intento de masajearme y encontrar una solución entre el montón de reclamos y confusiones, porque ahora mismo no encuentro un punto de partida. Sé que debo serenarme y decidir con la cabeza fría, pero siento que esto es personal. Voy a matar a esa mujer, no por haberme llenado de balas hace diez días, sino también por todo lo que representa. Si pensaba que podía matar a uno de los míos y seguir danzando bajo la lluvia, se equivocaba — Porque no pensé que Annie diría que el chico era un Black. Eso era información confidencial, una carta a jugar en última instancia y ustedes no tienen el rango ni los motivos para saberlo — respondo tajante — Pero es muy simple. Si yo les digo que el plan cambia y tienen que tirar a matar, ustedes tiran a matar. Ahora tenemos un montón de rebeldes sueltos y con ellos, un niño que puede jodernos la vida con un chasquido de los dedos — expongo la idea haciendo sonar los míos y me giro de nuevo, deteniendo mi paseo para volver a enfrentarme al equipo de seguridad. Matthew y Jack al menos parecen arrepentidos, así que inflo mis mejillas y largo el aire, tratando de mirar hacia cualquier lado excepto al sitio donde el cuerpo de la mujer yace sin vida.

Sé que Riorden acaba de ser rescatado, pero no puedo evitar maldecir por su ausencia. Este es su departamento, no el mío y siento que tengo que guiar a un curso de infantes siendo el profesor suplente — Creo que no tengo que aclarar que nada de lo que ha ocurrido se manejará en público. La información que ustedes obtuvieron como parte de este escuadrón será clasificada y el que lo diga, será tomado como traidor. ¿Está claro? — me apresuro a apuntar, retomando el tono de voz habitual. Mucho más parecido al ministro de justicia y no al hombre que acaba de ver como matan a su amiga a sangre fría — Por otro lado, el que me traiga la cabeza de Kendrick Black o de cualquiera de estos — señalo las pantallas, a pesar de que la transmisión se ha cortado — tiene asegurado que voy a negociarle un ascenso — es lo mínimo que pueden hacer. Sin poder contenerme, me fijo en la figura de Annie y siento que se me tensa la mandíbula — ¿Alguien puede sacarla de aquí?
Hans M. Powell
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Invitado
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Observé la respuesta de Jack, la verdad que si creía era diferente, un circulo infranqueable alrededor del chico a lo mejor era suficiente para que no escapase, o llevarlo encadenado, o imperiado, él no era uno más, debíamos incluso defenderlo como si fuera un ministro o más, es más, ¿para que lo habían llevado? Tras las palabras de Hans que otorgan enorme poder al Black mi rostro cambia, ¿en verdad era suficiente que aparezca el heredero para que comience una nueva revolución? Había jurado luchar para que esa tiranía no regresase, era mi principal objetivo como auror, además de defender a los civiles de quien sea. No había sido tan duro, lo había tenido a tiro una o dos veces, solo debía convertirme en un asesino, al menos así los Black no regresarían, ¿y ahora?

-Entendido. -dije rápidamente asintiendo, estaba claro que no abriría la boca. Lo siguiente llamó mi atención, ¿un ascenso por matar a nuestros enemigos? Era una buena opción, aunque en ese mismo instante mi orgullo me gana, me siento en la necesidad de reparar mi mal trabajo en la mina. -Yo… hare lo que pueda… quiero decir... lo haré. -respondí observando los monitores, decidido.

¿Ahora como procedía? Busco las típicas bolsas que, aprendimos a usar con tanta frecuencia y sin decir más nada me acerco al cuerpo de Annie, la observo pensando en quien le hizo aquello, recordando a mi hermana, a mi amigo, asesinados sin más. Con la ayuda de mi varita coloco el cuerpo de la mujer en la bolsa cerrándola, luego me levanto haciendo flotar el cadáver a mi lado, para llevarlo a donde correspondiera.
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No se levantó de su asiento, de hecho continuó con el rostro oculto detrás de las manos, mientras un ataque de tos la golpeaba, sentía que aún tenía polvos y tierra hasta dentro de los pulmones. Cuando por fin pudo respirar con normalidad, levantó la mirada hacia Jack. —Si, nos enfrentamos sólo a criaturas, pero al menos hacemos bien nuestro trabajo. Si ustedes, los aurores, hubiesen hecho el suyo el día del atentado, no estaríamos aquí.— Era una estupidez ponerse a pelear por quién la tenía más grande en cuestiones laborales o quién era el culpable, pero tampoco toleraría que la insultaran cuando lo único que intentaba era ayudar.

La respuesta de Hans la distrajo de su discusión con el enorme auror y aunque no quería ser pesimista, no pudo evitar pensar en que habían hecho todo mal desde el comienzo. —Si, era una carta valiosa y se las regalamos a todo un grupo de rebeldes. Nosotros no divulgaremos nada, pero ellos seguramente si, vaya abriendo el paraguas señor Powell.— Recomendó.
Se puso de pie mientras Matthew cubría a la mujer y hundió las manos en el interior de los bolsillos de su capa. —Lamento mucho su perdida, si me necesita, estaré en el Distrito 4 e intentaré obtener información de los traidores yendo hacia el norte.— Con una inclinación de cabeza se despidió de los presentes y salió de la habitación escoltando el cuerpo de Weynart y a Rosier.
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