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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    After the storm

    Sin lugar a dudas aquel no era de mis mejores momentos, había vivido situaciones similares, llenas de injusticias, pero que de una forma u otra eran diferentes. Otra vez me tocaba perder a alguien cercano, y cada día me daba más cuenta cual era mi objetivo como auror, más que jurar lealtad absoluta al gobierno por un ideal, era jurar lealtad para poder proteger a la gente que vivía dentro de ese sistema. Probablemente la mayoría de la gente era inocente por lo que atacar indiscriminadamente era algo que aborrecía, Londres, el Distrito 14, o el Ministerio, simplemente no me entraba en la cabeza, ¿era demasiado bueno acaso? ¿O no estaba lo suficientemente loco?

    Ese día me habían enviado a la isla ministerial como refuerzo para la seguridad de esta, como era de esperarse la seguridad había aumentado muchísimo, había turnos dobles y los aurores y fuerzas de seguridad intercambiaban turnos en todo momento para dar abasto, estábamos en una situación delicada. Estar ocupado me hacía olvidar de Julian, pero solo funcionó un día o dos, era inevitable, demasiado reciente.

    Una cara conocida se cruzaba conmigo, pero no podía identificar bien quien era un principio, hasta que noté que era Ariadna, parecía no estar del todo bien. -Identificación por favor. -bromeé solo para que me mirase. ¿Qué le pasaba?

    12 de septiembre. Tres días luego del ataque. Calles de la Isla del Capitolio.

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    Ariadna T. Tremblay
    Miembro de Salud
    Si había dejado el hospital, no fue por decisión propia, si no porque su superior la obligó.
    Al aparecerse en la isla, lo único que quería era tomar una ducha rápida, dormir unas dos o tres horas y regresar a atender a sus pacientes y chequear el estado de su madre. Claro que no iba a ser posible, porque lo primero que hizo después de quitarse las prendas del hospital y relajarse bajo la corriente de agua cálida, fue vestirse para visitar a su "primo".
    Lady Cora le preparó un emparedado de atún y huevo, pero como todavía tenía el estomago cerrado, al final se lo terminó comiendo Liesel, mientras ella estaba en el baño.

    Vistiendo unos pantalones de jeans ajustados, unas sandalias de tacón bajo y una camisa azul marino con manga cortas, abandonó su hogar y empezó a caminar hacia la casa de Nicholas, el nuevo Ministro de salud.
    Iba demasiado distraída, con la mirada pérdida en el suelo y la mente pensando en el último paciente que no logró salvar culpa del veneno de la criatura.

    La voz de un auror la devolvió a la realidad y aunque lo primero que pensó fue en: ¿Qué rayos? Sólo atinó a sacar la identificación de su bolsillo trasero, sin decir palabra alguna. Era obvio que la seguridad aumentaría en todos lados luego del atentado.
    Al extender el documento, levantó la mirada y entonces negó con la cabeza al comprender la broma demasiado tarde. —Muy gracioso.— Comentó al tiempo que guardaba su credencial con algo de torpeza. Estaba agotada, pero el maquillaje lograba disimular un poco las ojeras.

    Te perdí de vista luego de todo eso...Me alegro que estés bien.— No sabía qué decir en una situación tan nueva, así que decidió esconder sus manos en los bolsillos delanteros de sus jeans y se encogió de hombros. —Justo iba de camino a visitar a mi primo.
    Ariadna T. Tremblay
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    Invitado
    Invitado
    No la conocía demasiado ni sabía si aquella broma le molestaba demasiado, pero era mi forma de ser, claro que no le haría una broma a nadie que no había visto en mi vida, ¿y si era amigo de alguien de las atrás cúpulas del gobierno y me denunciaba? Con ella eso no pasaría, aunque bien que era la hija de una ministra. Sonreí ampliamente al verle la cara. -Gracias. -asentí al escucharla y reí. -Pequeña broma, lo siento. -me disculpé, no porque estuviera arrepentido, sino porque no se veía demasiado bien ahora que la veía más de cerca y no quería molestarla, solo un poquito, a decir verdad.

    -Si, cada uno fuimos por su lado, pude reducir a una persona no autorizada ahí. Aunque se me puso difícil con ese bicho, gracias a ti y Colin que me solucionaron el problema. -le comenté pensativo y luego dije lo que iba a decir desde un principio, solo que había decidido hablar mucho. -También me alegro de que estés bien. Me has sorprendido. Peleaste bien, no sabía que eras una sanadora guerrera. -sonreí y la escuché con atención, ¿tenia tiempo para hacer visitas? -¿Puedo acompañarte? Mi camino es el mismo que el tuyo, mi patrulla termina en esos lados. -pregunté con normalidad y apunté con mi dedo hacia la dirección hacia donde caminaba.

    -Oye… ¿estás bien? Porque realmente no te ves nada bien. Dime que no has estado tres días curando gente… -pregunté algo preocupado haciendo una acotación que era obvia, sin duda había estado curando gente, era la única respuesta.
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    Ariadna T. Tremblay
    Miembro de Salud
    Hiciste bien— Respondió la rubia sonriendo de lado y una vez que consiguió guardar toda la documentación en su bolsillo trasero, escondió sus manos para calentarlas un poco. Si, era verano, pero Ariadna siempre tenía los dedos congelados.
    Las siguientes palabras le hicieron poner los ojos en blanco y de nuevo negó con la cabeza varias veces. No estaba molesta, pero lo que suponía ser un halago, para ella era un insulto. —No entiendo porqué me están diciendo eso, no soy una guerrera, sólo una sanadora y ya.— Empezó a caminar hacia la casa de su padrino y sólo con los gestos de su rostro y cuerpo invitó al auror a que la acompañara.

    Es mi trabajo.— Respondió y sacando una de las manos de su bolsillo, acomodó un poco sus cabellos cortos para apartarlos de su rostro. Si, estaba agotada y lo único que quería hacer era recuperar a Nicholas, pero aún así no podía encerrarse y llorar, tenía que seguir adelante y ayudar como podía. —¿Cómo están las cosas para los de seguridad? Supe que se llevaron al Ministro de Defensa también...junto con mi padrino.— Preguntó, sin embargo lo hacía para cambiar el tema con educación y delicadeza.

    Sin dejar de avanzar por el camino que la guiaba hacia la casa del ministro de salud, volvió a mirar a su acompañante con las cejas alzadas. Ya conocía algunas de las típicas expresiones de los familiares que sufrían pérdidas y sin controlar su lengua, soltó. —Perdiste a alguien durante el atentado.— Fue una afirmación, no una pregunta y al instante se sonrojó por la brusquedad de sus palabras.
    Ariadna T. Tremblay
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    Invitado
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    -Solo era una, hubiese sido mejor atraparlos antes. -respondí quitándome esa pequeña victoria de encima, no estaba para nada conforme con la seguridad, era algo que no debía haber ocurrido y que aún no entendía como es que había pasado. ¿Infiltrados o traidores? La verdad es que ya nada me sorprendía tanto.

    -Guerrera tiene muchos significados.
    -comenté, era uan guerrera en el interior. La seguí al entender que podía hacerlo, la verdad es que estaba todo más que calmado, los rebeldes sabían bien que todo estaría blindado y era un suicidio meterse con nosotros ahora que estábamos alerta. -Tu trabajo es sanar, y allí combatiste, y bien. No seas modesta, lo has hecho bien. No se puede decir que todos los sanadores sean buenos defendiéndose o protegiendo a otros. -insistí, aunque no quisiera aceptarlo, sabía que era una gran sanadora, pero no podía ignorar lo otro.

    -Mal. Dos ministros para ser exactos, y al director de servicio social.
    -negué con la cabeza, afligido, había sido un golpe duro. -Aún estamos en shock y hay demasiado enojo, si contraatacamos ahora, sería un desastre, y luego esta el tema de los secuestrados. Espero intercambien los nuestros por los que nosotros tenemos. Es la mejor forma en recuperarlos sin que salgan heridos, pero no creo los suelten tan fácilmente. -le comenté en un tono de voz más bien bajo para darle mi opinión y que nadie escuchara demás.

    La observé con atención cuando hizo aquella afirmación. -Si, tanto entrenamiento para ser asesinado por la bomba de algún cobarde. ¿Cómo lo sabes? -pregunté curioso luego de demostrar mi tristeza al hablar del tema. -¿Tu... has perdido a alguien? -pregunte esperando que su respuesta fuera que no.
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    Ariadna T. Tremblay
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    Para evitar un mal momento, problemas o simples malentendidos, Ariadna decidió callar y ceder ante las palabras del auror. Si ya le había comentado que era una simple sanadora y no lo comprendía, no tenía sentido alguno seguir discutiendo sobre el tema.
    Con las manos aún ocultas en el interior de los bolsillos, comenzó a caminar seguida por Matthew e intentó no pensar en todo el trabajo que todavía quedaba por delante, ahora mismo sólo debía preocuparse por la salud y el bienestar de su primo Ollie, quien seguramente estaba alterado y algo aterrado por lo sucedido.

    Sé que todo ha sido un desastre y que esto recién comienza, pero en verdad sólo espero que acabe pronto...Con el menor riesgo y pérdidas posible.— Si no había quedado claro en los vídeos donde enjaulaba a la mujer asiática para no dañarla, lo volvería a repetir ahora. —No me gusta la violencia, en ningún sentido de la palabra.— Presionó sus labios y sacando las manos de los bolsillos, se abrazó a si misma. Sin detener el avance a través del estrecho camino de piedras blancas, volvió a mirar al auror junto a ella.

    Tenía el rostro algo sonrojado por la vergüenza, había sido muy abrupta al comentar aquello con tan poco tacto y eso sólo significaba que debía descansar. Cuando pasaba tanto tiempo sin dormir, no se volvía agresiva, pero si algo irritante. —Experiencia, trabajo en un hospital ¿Lo olvidas? Lamento mucho lo de tú amigo.— Lo observó de lado a modo de disculpas y  terminó negando con la cabeza. —No he perdido a nadie...Aún.— Y como ya había mencionado, planeaba recuperar a su padrino, no enterrarlo.
    Ariadna T. Tremblay
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    Invitado
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    El tema de su buena actuación con la varita en el atentado quedó en segundo plano, entendía su postura, era sanadora, sin embargo, había ayudado a que nadie más muriera o saliera herido, de alguna estaba relacionado con su trabajo, ¿y si no tenía su ayuda y aquel bicho me mataba? Era algo a tener en cuenta.

    -Yo también espero eso… aunque bueno… nunca nada fue fácil. Primero los Black, ahora los rebeldes, las perdidas siempre están ahí, pero esperemos no sea el caso, ya muchos nos dejaron. -dije seriamente e hice una pausa para escucharla. -Lamentablemente la violencia siempre está ahí, ojalá todo pudiera resolverse de otra forma, pero al parecer no funciona así. -me sinceré, realmente deseaba poder haber hecho otra cosa de mi vida, pero sabía como eran las cosas, sabia necesitaban aurores y por eso estaba donde estaba.

    -Experiencia entiendo si… gracias.
    -agradecí, pero no añadí nada a su respuesta, esperaba continuase así, sin perder a nadie nunca. -Entonces… ¿vas de visita cuando deberías dormir por horas y horas para reponerte? Digo, perdona si hago mal al preguntar eso yo… en fin, ya lo hice. -pregunté con normalidad pero luego me arrepentí un poco, quizás me estaba metiendo demasiado en su vida, pero de alguna manera parecía que necesitaba verlos a todos bien, y también a ella luego de entender que no había parado de trabajar desde el atentado, era su trabajo pero se merecía un descanso.
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    Ariadna T. Tremblay
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    Ariadna se sintió bastante incomoda frente al auror, estaba tocando temas delicados en plena luz del día y a pesar de coincidir con él, decidió cerrar la boca y simplemente asentir con la cabeza. Vamos, sólo lo había visto tres veces en la vida y era desconfiada por naturaleza.
    No dejó de avanzar a través del estrecho camino que la guiaba hasta la casa de su padrino, su mente estaba trabajando a mil y ya podía sentir el cansancio de los días repletos de trabajo, la falta de sueño la volvía irritable, le costaba parpadear frente a los rayos del sol e incluso podía jurar que su cuerpo reaccionaba un poco más tarde, frente a las ordenes que su cerebro demandaba.

    Se encogió de hombros y se detuvo frente a la entrada del nuevo hogar de Nicholas y Oly. —Deberías tener más cuidado con las cosas que dices, sobre todo dentro de la isla.— Sugirió abrazándose a si misma. —Y...no lo tomes a mal, pero ya tengo 25 años sumado a una madre bastante exigente, por lo tanto sé muy bien lo que debo o no hacer. Te he visto sólo un par de veces, no significa que puedas darme consejos de vida, ¿Crees que puedo dormir cuando mi padrino está secuestrado?— La rubia frotó sus brazos para entrar en calor, bajó la mirada hacia el suelo y terminó rascando un poco su cuero cabelludo algo nerviosa.

    No tenía tiempo para continuar con la conversación, tenía que comprobar que su primo estuviera bien y ayudarlo a llevar sus cosas hacia la casa de Eloise, pues el niño quería quedarse con ellas hasta recuperar a Nick. —Yo, estaría encantada de tomar algo contigo cuando las cosas mejoren, pero no necesito otra persona en mi vida que me diga qué hacer...Ya no te molesto más...— Se despidió con toda la amabilidad que pudo y terminó trotando hasta ingresar a la mansión.
    Ariadna T. Tremblay
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    Invitado
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    Sus palabras luego de mis comentarios sobre la violencia me hicieron arquear una ceja, ¿Qué le pasaba? Era la realidad, pero al fin y al cabo era solo un comentario, ya había vivido en una dictadura donde lo mejor que podíamos ser era esclavos, no viviría en otra, aunque esta se parecía mucho a una, eso sin contar que me subestimaba. -Quizás debería, pero no he dicho nada que fuera a comprometerme. Si no estuviera de acuerdo con el gobierno tampoco lo iría diciendo, así como así. Pero la violencia esta, y no hay que ser hipócritas. -me encogí de hombros restándole importancia, excepto a lo de la violencia que lo creía así.

    Debía admitir que no esperaba las palabras que vendrían a continuación, si no fuera por el cansancio que tenía, sin duda me lo tomaría mal. Simplemente sonreí falsamente y miré el suelo. -No entiendo porque te lo tomas así. Solo me ponía en tu lugar, ya que tampoco he dormido, se lo diría a cualquier compañero. Muchos no han podido dormir, ni yo, el rostro de mi amigo siempre está ahí. -respondí, pero ya no con una sonrisa, sino más bien sorprendido y pensativo, o estaba así por no dormir, o en verdad tenía muy mal carácter, en verdad no parecía quien me había curado aquella vez, quizás era distinto al ser paciente.

    -En realidad nadie te dijo que hacer, no te lo tomes mal. Como quieras, adiós.
    -me despedí sin más siguiendo mi camino para continuar patrullando.
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