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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Ferdia U. Wallace
    Recuerdo del primer mensaje :

    Por irónico que suene, estoy aburrido. Creo que ha pasado un día, no tengo idea de eso en este sitio que no tiene relojes ni ventanas que delaten el paso del tiempo, pero lo único que veo es una celda blanca, aurores que van y vienen en un intento de saber qué hacer como nosotros y, de vez en cuando, a mis compañeros caídos, quienes solo aparecen cuando tienen que hacernos algún chequeo. Me han pinchado un par de veces, me han preguntado cosas que me he negado a responder y, suerte para mí, una mujer vino a curar mis heridas. No sé por que se molestan, aunque por las palabras que ha soltado la sanadora, no quieren permitirnos morir hasta el día del juicio. Genial, van a juzgarnos, condenarnos y matarnos. No sé por qué, pero la idea hasta me parece aceptable. Ya encontraré cómo hacer que todo este circo sea algo beneficioso para nosotros y no para ellos.

    La soledad es lo que hace que me sorprenda cuando la puerta metálica se abre y empujan a Kenny al interior de la celda que, hasta el momento, ha sido solo para mí. Abro los ojos en señal de confusión y me levanto del rincón del suelo que he estado ocupando, moviéndome descalzo hasta llegar a ella y tomarla del brazo tras el empujón del auror, en un intento de ayudarla a estabilizarse. Apenas logro echarle un vistazo de reproche al sujeto antes de que la puerta vuelva a cerrarse — ¿Estás bien? — sé que es una pregunta que puede sonar estúpida, considerando el escenario en el cual nos encontramos, pero aún así me siento obligado a decirla. Además, es un modo de chequear que no han hecho nada inapropiado con ella. Sea como sea, no puedo contenerme y la estrecho en un rápido abrazo, cerrando los ojos en el suspiro de alivio. Después de todo lo que ha pasado, tener un rostro amigo adelante se siente bien, ni hablar de que sea el suyo.

    Lamento que las cosas pasaran así. No tenías por qué terminar en este lugar — en especial, cuando sabemos que en la lista de los aurores está la descripción de una mujer como ella en señal de alguien que ha atacado a un ministro. Eso complicará las cosas en su juicio. Me separo de ella, tomándola por los hombros para continuar con mi chequeo general a su persona — ¿Viste a los demás? — por lo que he visto, muchos han conseguido huir. Al menos, ellos pueden continuar cuando nuestras cabezas estén clavadas en una pica. Un poco medieval pensarlo así, pero ya que.
    Ferdia U. Wallace
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    Ferdia U. Wallace
    Es un poco deprimente hablar de lo que deseamos y jamás vamos a tener, ahora que lo pienso, incluso cuando tiñe la situación de una nostalgia sobre tiempos mejores y memorias que jamás ocurrieron, pero que se encuentran ahí con una calidez propia. Su broma sobre Jeff y sus dos hijas me hace reír por lo bajo, me encuentro con una sonrisa honesta en medio de un par de escenarios mentales que, ahora mismo, me guardo para mí mismo. Creo que el odio que me ha consumido por estos años es culpa de que yo pude haber tenido todo eso y alguien me lo quitó de los dedos. Se fueron mis padres, mis hermanas, la mujer de mi vida, los planes de una familia y un futuro que no llegué a conocer, pero que se siente arrebatado de todos modos. Sé que el pasado no fue ideal, me gusta creer que el futuro podría serlo, pero sé que no voy a estar aquí para verlo. Hoy, ellos ganan, incluso cuando hice lo posible para que no lo olviden: siempre habrá quien les diga que no. Jamie Niniadis no será eterna, sus allegados cambiarán, morirán o serán reemplazados y muchas cosas van a quedar en el olvido. Es una lástima que el ser humano jamás aprende de sus propios errores.

    Mi silencio es interrumpido por su suspiro y creo que mis ojos tardan un momento en enfocarla en mi campo de visión, incluso cuando la tengo delante. Antes de siquiera reaccionar a lo que me dice, mis manos ya la sujetan con una creciente fuerza. Sé lo que va a decir antes de que lo suelte y, aún así, mis ojos no hacen otra cosa que mostrar confusión, tratando de encontrar las palabras justas — ¿Pero qué dices? — la voz se me quiebra en una risa corta y angustiada, como si solamente me estuviera tomando el pelo. Sé que no lo hace, solo elijo creerlo, al menos dos segundos. Enrosco nuestros dedos y uso ese agarre para enderezarme, buscando estar más cerca de ella y poder afirmar el sostén — No digas estupideces, ¿de acuerdo? No me molesta matar a quienes se lo merecen, pero no puedo… — sacudo la cabeza, sintiendo como las cejas se me arrugan — No puedes pedirme que haga algo así. No puedes ser tan egoísta — ¿O yo lo estoy siendo? Porque sé las razones que la impulsan a pedirlo y sé que no tienen nada de egoísmo. Moriré pronto, no tengo por qué vivir con la culpa demasiado tiempo y ella lo sabe. Y aún así…

    Me encuentro sacudiendo la cabeza una y otra vez, para convencerla a ella, para convencerme a mí. Suelto sus manos porque uso las mías para tomar su rostro y sostenerla con una suavidad que busca ser firme, tratando de no dar por apagada la llama que siempre me mantuvo en movimiento. Sé que esto es el fin, pero quiero que sea de esta manera — ¿Realmente crees que podría hacerlo? ¿Crees que podría sostenerte hasta que te quedes sin aire? ¿O golpearte hasta que pierdas la consciencia? — no hay muchas opciones en esta situación y espero que vea a donde quiero llegar — ¿De verdad me crees capaz de regalarte esa agonía? Ya he perdido demasiado, Kenny, como para que pretendas que sea yo quien cause que te pierda también. Lamento informártelo, pero no soy una roca — sé que lo sabe, todos somos humanos, todos tenemos pensamientos y emociones que van más allá de nosotros. Mis pulgares acarician sus pómulos y busco regalarle una sonrisa, por triste que sea — Siempre dije que haría lo que me pidieras, pero no esto, no así, no ahora. No me obligues a hacerlo — quizá, ahora yo estoy pidiendo demasiado.
    Ferdia U. Wallace
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    Kennedy Wang
    El quiebre de su voz es suficiente para que las lágrimas que hasta ahora habían sido incapaces de salir, se deslicen por mis mejillas sin cuidado. Supongo que ahí se va la última chance y me siento un poco culpable por creer, al menos por un momento, que de verdad lo haría. Eso me hace preguntar si la situación fuera a la inversa cómo actuaría yo y la verdad es que no podría hacerle daño, podría intentarlo pero estoy segura de que me quebraría al final y todo terminaría siendo un intento inútil que solo dejaría una mancha de dolor imborrable por lo que quedara de nuestras vidas.

    - Estoy intentando no serlo - respondo en voz tan baja que a penas si yo misma puedo escucharme. Sé que eso no sería fácil para él pero la red merece vivir en paz mucho más de lo que nosotros lo merecemos por los días que nos quedan. Aun así comprendo, he pedido demasiado y supongo que tendré que conformarme con la alternativa: Morir sabiendo que por mi culpa los que amo ya no tendrán oportunidad en el mundo. Jeff quizás ni siquiera pueda volver a ver a su hijo, Dave a su familia... Estoy segura de que la pequeña Charlie quedará destrozada al saber que su hermano está en peligro constante por una cruzada como la nuestra, o quizás lo crea un héroe, no lo sé.

    Toma mi rostro como yo lo he hecho en situaciones pasadas y con eso logro calmar un poco las lágrimas, aun así lo veo borroso pero no importa, con el tacto me alcanza para saber que está ahí y ahora mismo no puedo pedir más que eso, ya lo comprendo - Lo lamento, Ferdia - me disculpo pues sí, creí que sería capaz de hacerlo o al menos tenía la esperanza.  No lo creo una bestia sin corazón, de hecho creo que estamos aquí porque el suyo late demasiado fuerte, tanto que contagió al mío - Sé que no eres una roca pero necesito que lo seas - pido y mi voz suena casi desesperada - Necesito que lo seas porque me estoy derrumbando, morir es malo pero saber que voy a hacerlo habiéndolos traicionado es  peor - lo digo solo para sacarlo del pecho una vez más, por alguna razón parece no ser suficiente.

    Trago saliva y respiro profundo para recuperar la compostura. Inclino mi cabeza hacia un costado y disfruto de su caricia pues, por tonto que parezca, es reconfortante. Pequeños detalles que sé que no harán ninguna diferencia a largo plazo pero ahora mismo lo significan todo... Es todo lo que tenemos - ¿Qué nos queda entonces? Podemos soñar pero saber que jamás lo tendremos también duele... Cuando los aurores entren por esa puerta me llevarán y solo tendremos nuestros pensamientos de compañía - sigo llevando mis manos a sus mejillas también - Me gusta pensar cuando saldrán acciones de ello - es lo que más me gusta de planificar cada programa, o lo que me gustaba pues jamás podré volver a hacer uno. Vaya... Ni siquiera recuerdo cuál fue el último, de haberlo sabido lo habría atesorado con lujo de detalle - Pero ahora solo parece el último de los castigos.
    Kennedy Wang
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    Ferdia U. Wallace
    Pues no está intentando con demasiada fuerza. Sus disculpas no sirven de nada, las palabras ya han sido dichas, la idea se cuela entre nosotros como un insulto poco agradable y un veneno que ahora me dejará la eterna duda sobre si hacer lo correcto o lo que yo siento que es inaudito. Me está pidiendo la clase de milagros que jamás fui capaz de hacer, me siento fuerte para provocar una guerra que podría asesinar a miles de personas, pero no puedo concebir la imagen de mí mismo asesinando a una mujer que respeto y admiro. Ni siquiera cuando llora, cuando me lo pide de nuevo, cuando sé que no hay un camino hacia atrás porque ya cerramos todas esas puertas — Si lo hago, querrán saber por qué lo hice y no les costará saber la verdad. No sé tanto como tú, pero aún así… — Son excusas, lo sé, intento buscar una falla en su plan cómo podría encontrar miles en todos los que he armado en mi vida. Al menos, uno me salió bien.

    Uso la caricia de sus manos como sedante y trato de concentrarme en su tacto, más no en su voz, porque la lógica que emplea me da golpes en zonas de mi cuerpo que no sabía que poseía. Cierro con fuerza mis ojos en un intento de contener un llanto que desea brotar pero que busco anudar en mi garganta, estoy seguro de que mis ojos se han cristalizado a pesar de que las lágrimas no los abandonan, no del todo — Supongo que, al final, lo único que funciona como un reloj es el karma — porque no nos queda nada, salvo la salida más fácil y más difícil de todas. Una de mis manos abandona su mejilla húmeda y cae por su cuello, estiro los dedos y me doy cuenta de lo frágil de sus huesos. Quebrarlo no me tomaría muchas dificultades, tengo el entrenamiento suficiente como para saber cómo hacerlo. Es tan pequeña, sería tan fácil… que en lugar de eso, me inclino hacia delante para apenas acariciar sus labios con los míos. Se siente furtivo, aún así me tomo unos segundos en saborear esa idea y mis ojos buscan los suyos cuando me aparto, buscando lo incorrecto — Lamento no ser el soldado firme que necesitas ahora mismo, Kenny — consigo murmurar, mi voz sale áspera como si no quisiera hacer un acto de aparición — Supongo que te he fallado en eso.

    Mis ojos se levantan en busca de una señal, inspecciono los rincones de esta celda con la mirada, seguro de que deben estar vigilándonos con cámaras que no podemos ver. Tomo estos momentos para juntar fuerzas que no tengo y, abatido, la suelto, como si lo que voy a decir a continuación no me hiciera merecedor de tocarla — ¿Cómo deseas que lo haga? — evito su mirada, apenas me escucho decir esas palabras. Al menos, que me ahorre la terrible decisión de siquiera pensarlo.
    Ferdia U. Wallace
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    Kennedy Wang
    Quizás buscarán una explicación o quizás no. El que hayan permitido que un montón de fugitivos y repudiados entren al Capitolio con solo meter un poco de poción multijugos en sus organismos dice mucho de su capacidad de pensar así que no creo que vayan más allá de lo evidente. Probablemente lo atribuyan a nuestra naturaleza salvaje o quizás quieran sacarle una respuesta a Ferdia, pero al menos así no sabrán quién es el padre de Moira y no solo la mantendrá a salvo a ella sino que también a todos los Lackberg, también a los Rockefeller y a los Meyer, a cada una de las personas que alguna vez nos dieron una mano... Hay mucho en juego y estoy segura de que mi muerte les permitirá vivir a muchos más.

    El ritmo de mi respiración baja cuando desliza su mano sobe mi cuello y casi que puedo sentir mi propio pulso golpeando contra su piel. Cierro los ojos y nuevamente me permito soñar con la idea de que terminará con mi vida, pero en cambio siento el roce de sus labios y mi espalda se tensa por un breve momento, solo lo que me tardo en caer en la cuenta de cuánto  lo necesitaba, un contacto agradable y desinteresado... Pero sobre todo, seguro. Aún así dejo que solo quede en eso pues necesito dejarle en claro que no me ha fallado, con todo lo que ha hecho por todos, exceptuando el catastrófico fallo del final, tiene suficiente como para irse del mundo seguro de que ha hecho el bien, creo que la balanza está a su favor.

    - Fallar nunca, Ferdia, te estoy pidiendo demasiado y con todo lo que has dado hasta ahora estoy en deuda - porque de verdad no creo haber contribuido a su vida como él lo ha hecho a la mía. Claro, quizás le ofrecí un poco de alcohol de vez en cuando, una charla, un abrazo, una cómplice al final pero aun así no parece suficiente. Y debo sumar una última cosa a la lista pues finalmente acepta mi propuesta y, para mi sorpresa, sonrío. No es que me alegre morir pero... Es lo mejor.

    Quiero agradecerle pero parece inapropiado. Uno no dice gracias a otra persona por cumplirle los deseos suicidas así que recurro a lo segundo mejor que se me ocurre y tal y como ha hecho él rozo mis labios con los suyos, pero creo que soy más débil pues termino convirtiéndolo en un beso que dejo que dure un par de segundos antes de sentarme de espaldas a él y tomar sus manos para rodear con la izquierda mi torso a la altura del diafragma y la derecha en mi rostro para que cubra mis vías respiratorias.

    - Lo que hemos hecho ha valido de algo... Las cosas cambiarán, la gente vivirá mejor y Jamie caerá - intento consolarlo y aprieto sus manos con la mías para darle la señal. Haré todo lo que pueda para no luchar, sé que el instinto me obligará a luchar para respirar pero creo tener el objetivo en claro como para al menos presentar batalla contra eso. Debo hacerlo, para que le resulte más fácil la tarea.
    Kennedy Wang
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    Ferdia U. Wallace
    ¿En deuda de qué? No se lo digo en voz alta, pero estoy seguro de que mi mirada se lo cuestiona. No hice nada demasiado significativo, demasiado grande para ella, salvo aquello que surgió de mí por el simple factor de actuar en base a lo que creí correcto. Esta vez, soy incapaz de responder a su sonrisa del mismo modo, me ofende verla, me quema en alguna parte de mí que no soy capaz de reconocer. Quizá es el beso lo que me hace reaccionar, uno que no espero y que me toma con la guardia baja por culpa de mis últimas palabras, que se siente mucho más profundo que ese toque que me permití darle y que, por dos segundos, me hace aferrarme a ella como si no quisiera dejarla ir. Incluso me tomo el atrevimiento de hundir los dedos en su cabello, como si así pudiese respirar mejor de ella antes de que se me patine de las manos. Y pasa tan rápido, es tan efímero, que sé que este es el punto final. Ya no hay más cervezas, no habrá otra rebelión. Hemos llegado al fondo del frasco y la tapa se ha cerrado sobre nosotros. Me gusta creer que alguien más va a abrirla en algún momento.

    Me siento un autómata cuando ella es quien se coloca en posición y me obliga a rodear su cuerpo con mis brazos, siento la presión ejercida y comprendo de inmediato cuál es su idea. La lenta, la que me obligará a presionar sobre su cuerpo hasta que la vida se le escape de las manos. Sus palabras me pintan una sonrisa amarga y asiento, seguro de que puede sentirlo al rozar mi mentón con su hombro — Nunca nadie tuvo unas últimas palabras tan ciertas — intento que suene a una broma, la última. Mi nariz se permite tocar su pómulo, en el gesto más tranquilo que podré regalarle en sus últimos momentos — No tienes idea de cuánto lo siento — no soy capaz de despedirme, no me atrevo a decir esas palabras. El apretón de su mano es la señal que necesito y, aún así, no reacciono de inmediato. Me tomo unos instantes en procesar la orden antes de buscar cumplirla, por mucho que intento ignorar los gritos en mi cabeza que me indican que no puedo hacer esto.

    Ejercer la fuerza suficiente como para dejarla sin aire es mucho más sencillo que el sostenerla, en parte por la reacción automática de su cuerpo, en parte porque solo quiero dejarla ir. La aprieto como si se tratase de una muñeca de trapo, la estrecho con el abrazo más mortífero que he tenido que dar en mi vida y solo ruego a que se termine, mientras mi rostro busca estar lejos de ella, de cualquier campo de visión que se me quede grabada en la retina hasta que acaben conmigo. Pero soy lento o débil, o ambas cosas. Porque la puerta se abre, porque intento terminar con esto antes de que el hechizo del auror me lance hacia atrás y termino golpeándome contra la pared. Mi visión se nubla, sé que pierdo la consciencia por unos segundos antes de que me levanten por el aire. Soy capaz de ver a Kenny en cuanto me sacan de la celda en urgencia, trato de gritar su nombre con la voz ahogada y, cuando la puerta se cierra, sé que no la volveré a ver. Esto es todo y he fallado en su última demanda. El punto final.
    Ferdia U. Wallace
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