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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Sé que Ninkey ha estado reorganizando los cajones de la entrada cuando no encuentro las llaves en el lugar donde las suelo dejar. No importa cuantas veces le diga a la elfina que no es necesario modificar el orden de los objetos cada vez que limpia el polvo de los estantes porque es gastar saliva a lo tonto. Lleva demasiados años en la familia como para que siquiera me moleste, pero he de reconocer que no voy precisamente libre de tiempo para andar buscando entre los armarios, de manera que salgo de la casa con las manos vacías y una cartera en mi bolsillo.

    La brisa de verano choca contra mi piel recordándome que debería haberme puesto una camisa más fina, aunque en seguida me olvido del calor cuando me pongo en movimiento. Nunca suelo retrasarme, eso es algo que me ha enseñado mi trabajo con el transcurso de los años; la diferencia que unos segundos pueden hacer en la vida de una persona me ha hecho darme cuenta del verdadero valor del tiempo, razón por la que acelero el paso metiendo las manos en los bolsillos. Aparecerme sería lo más cómodo, en especial porque el reloj de mi muñeca marca apenas la hora con la que he quedado con mi amiga, pero de ese modo no podría disfrutar de las maravillosas vistas que ofrece la puesta de sol.

    Miro en el interior del establecimiento solo para comprobar que mi acompañante aún no ha llegado, pro lo que tengo tiempo de ajustar mi ropa tras la rapidez de la caminata. Atiendo a girar para mirarme en el cristal cuando veo una figura rubia acercarse y sin poder evitar sonreír extiendo los brazos en gesto cariñoso. - Dichosos los ojos, Lulu Leblanc. - Doy dos besos sobre sus mejillas. - Como me alegro de que hayamos podido vernos al fin, el ministerio no deja tiempo ni para los viejos amigos, ¿eh? - No recuerdo cuando fue la última vez que nos vimos pero estoy seguro de que más tiempo del que debería si tenemos en cuenta lo mucho que solíamos pasar rato juntos cuando no éramos más que unos chicos. - ¿Qué te apetecería tomar? Sé que mañana hay trabajo pero no le diría que no a una copa de whisky. - Digamos que una copa nunca hizo mal a nadie, especialmente un jueves a punto de terminar la semana.
    Nicholas E. Helmuth
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    Eloise R. Leblanc
    Ministro de Educación
    El agua llevaba unos minutos sin estar todo lo caliente que debería, pero llevo tanto tiempo sin poder hacer algo tan sencillo como tomar un baño de burbujas, que me permito quedarme un poco más de la cuenta. Mis dedos están tan arrugados como pasas de uvas, y el vapor se está disipando un poco, pero estoy completamente relajada y no tengo ganas de mover ni un solo músculo. Que debería, porque había quedado con Nicholas en menos de una hora y, si bien no tardaría demasiado en estar lista, tampoco quería quedar mal llegando tarde. Mirando de reojo el reloj flotante de pared, dejo escapar un suspiro y quito el tapón de la bañera con los dedos de los pies. Me incorporo con todo el cuidado que hay que tener en una bañera repleta de agua y abro el grifo para que la lluvia de la ducha enjuague los restos de jabón, espuma y sales de baño.

    Gaspard se ha encargado de dejar mi bata de baño y una toalla extra perfectamente dobladas y calentitas, así que no tardo en envolverme en ellas y salir de la nube de vapor hacia la comodidad de mi habitación. Tomo la varita de la cómoda, y apuntando a mi cabeza, uso el hechizo de aire caliente para secar mi cabello con rapidez. Vestirme y aplicar un poco de maquillaje me toman lo mínimo, así que viendo que todavía contaba con algo de tiempo, decido realizar la mayor parte del viaje a pie. Era un día hermoso, y quería disfrutar de la primera tarde libre que tenía en meses.

    Mi amigo ha llegado antes que yo, lo cual no me sorprende si consideraba que era lo habitual en él, así que me limito a devolverle el saludo con una gran sonrisa. - Nicky, cariño. Han pasado siglos sin verte. - No de manera literal, pero llevaba bastante tiempo en verdad sin poder reunirme con él ni a tomar el té, y eso resultaba extraño cuando llevaba toda la vida de conocerlo. - Ni para los viejos ni para los nuevos. Tienes suerte de que prácticamente eres familia, o sino habrían pasado otras cuantas semanas sin verte. - Es broma claro está, pero ambos sabíamos que, si de verdad necesitabamos el uno del otro, siempre lográbamos hacernos un tiempo. Abro la puerta con un ademán rápido del brazo, y paso por ella hasta entrar al establecimiento en el que habíamos quedado. - Siempre supiste llegar a mi corazón Nicky, un buen vaso de whiskey suena perfecto, y si el doctor lo ordena… - Se nota por mi tono jocoso que estoy de buen humor, así que avanzo hasta la mesa que solemos ocupar y me dejo caer en uno de los sillones. - Pero cuéntame de tu vida. No veo a Oliver desde su cumpleaños, y sabes que los reportes no son lo mismo.
    Eloise R. Leblanc
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Siempre es un alivio poder dedicar unas horas a las viejas amistades, en especial cuando se trata de una relación tan estrecha como lo es la que tenemos entre los Helmuth y los LeBlanc. Nadie diría que los dos acabaríamos trabajando en la capital de habernos preguntado cuando no éramos más que unos mocosos del dos. Cuando me mudé al capitolio no tenía la certeza de que fuera a acostumbrarme a su estilo de vida, pero he de decir que Lulu fue una parte importante a la hora de adaptarse y familiarizarse con el entorno. - ¿Tan ocupada está tu agenda, Lulu? ¿Voy a tener que llamar a tu secretaria a partir de ahora? - Correspondo a su broma elevando los labios y dejando ver un poco de mis dientes. Siempre hemos sido muy dados a hablar por teléfono para cualquier cosa, incluso siendo una mujer tan ocupada como lo es Eloise.

    Me hago pasar dentro del establecimiento una vez mi amiga ha entrado, dejando correr la puerta mientras saludo con un movimiento leve de cabeza al encargado. Llevamos tantos años viniendo a este mismo local que el propio dueño nos conoce y, de vez en cuando, nos sorprende con invitarnos a una copa. - Ya sabes lo que dicen, nada mejor que un poco de alcohol para poder sobrevivir a lo que queda de la semana. - Que se me está haciendo eterna si no lo he dicho ya. Dejo caer mi cuerpo contra el sofá frente a ella, elevando uno de mis brazos para apoyarlo sobre el reposa brazos y cruzando mis piernas. Le hago un gesto al camarero con los dedos para que tome cuenta de lo que queremos antes de girar el rostro hacia Lulu.

    - Creo que ha crecido unos cuantos centímetros desde entonces, no le falta mucho para alcanzarme. - Digo con una tristeza divertida mientras alzo las cejas con resignación. Es algo que he terminado por asumir, después de todo no iba a durar toda la vida como un niño y hasta ahora no sabría decir si eso es mejor que tratar con un adolescente en plena etapa de crecimiento o peor. He de decir que Oliver siempre ha sido un chico excelente, de manera que tampoco tengo de qué quejarme. - Bueno, hemos tenido unas semanas moviditas por todo lo que ha ocurrido con el catorce. La mayoría de los aurores que llegaron ya se encuentran en sus casas, pero hay algunos que se resisten. - Porque sus lesiones aun son demasiado graves o porque aunque aparenten mejoría, el retroceso también forma parte de la rehabilitación. Como jefe de mi área no tengo contacto directo con los aurores, pero su llegada hizo que tuviéramos que reorganizar el sistema del hospital, y es por eso que estas últimas semanas han sido un poco estresantes.
    Nicholas E. Helmuth
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    Eloise R. Leblanc
    Ministro de Educación
    - Dudo mucho que a Clara le moleste que llames. Creo que te ha mirado bastante en más de una ocasión. - Y eso era mucho siendo que, dentro de todo, Clara era una muchacha dulce y bastante tímida. Pero era normal, Nick tenía ese encanto que solo generan los buenos sanadores, o los profesores de cursos iniciales. - Ya, hablando en serio, creo que es la primera tarde que puedo tomarme en meses. No serán vacaciones para mí, pero la carga de trabajo disminuye bastante en estas semanas, y agradezco eso. Lo necesitaba. - Sobre todo después del caos que implicaba las semanas finales de cursada. Entre actas, reportes y estadísticas… El alboroto volvería a comenzar en un mes, cuando haya que diagramar nuevamente todo el ciclo escolar siguiente. Pero como dije, eran unas semanas más tranquilas, en las que no había que descuidar el área de Servicios Sociales.

    - Creí que el dicho era con café, pero me gusta más tu versión. - Apoyo mi costado a un lado del sillón, y saco de dentro mi teléfono, chequeando por costumbre que no tenga nada urgente que demande mi atención. Era una mala costumbre, más cuando estaba ahí para charlar con un viejo amigo, pero todavía tenía papelerío de la última vez que había ignorado un mensaje, no iba a dejar que eso se repitiese. Por suerte no tengo notificaciones de nadie importante, así que vuelvo a tirar el aparato al bolso. Me giro justo a tiempo para ver que mi acompañante ha llamado al camarero, y le sonrío en forma de agradecimiento.

    - No puede ser que ya esté tan alto, lo ví hace unos meses, no más. - Comento con incredulidad ante su comentario. Que no debería ser tanta si pensaba en la edad que tenía el muchacho, y en las constantes brotes de crecimiento que tenían a la edad de Oli, pero de solo pensarlo tan alto como Nick…- Me haces sentir vieja. - Y es mitad broma, mitad certeza. Porque no es solo culpa de su hijo, sino que también de la mía y de mis alumnos, el tiempo más que correr, vuela cuando uno se acerca a cumplir cincuenta. - Y tú porque no estuviste en el ministerio, nunca antes me había alegrado tanto de trabajar en el área de educación. ¿Tuvieron muchas bajas? - Los reportes no eran públicos, y muchas familias preferían guardar silencio que mostrarse ante el ojo público. No los culpaba. - No me quiero ni imaginar por lo que debe estar pasando esa gente… Al menos tienen el consuelo de que sus allegados pelearon por una buena causa.
    Eloise R. Leblanc
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    El comentario acerca de su secretaria me toma por sorpresa, pero lo disimulo acariciándome la parte superior del labio con el dedo índice en un intento de esconder la sonrisa que esa clase de comportamiento me produce, en especial porque no creo que haya ninguna mujer por ahí que ande fijándose en mí a estas alturas de la vida,  y tampoco es como que yo ande buscando ese tipo de compañia. - Te diría que te tomaras un descanso de tus responsabilidades, pero te conozco lo suficiente para saber que pones tus obligaciones como ministra por encima de ti, aunque eso no significa que yo lo apruebe. - Le digo alzando las cejas en su dirección como señal de advertencia, si continúa de esta manera va a terminar enterrada en su propio despacho. - Sé lo exigente que puede llegar a ser el ministerio, ¿Ariadna lo está llevando bien? - Pregunto con curiosidad recordando la conversación que tuve con su hija hace apenas unos días sobre el mismo motivo.

    - Sí, bueno, estoy tratando de dejar el café, pero no me está dando muy buenos resultados. - Confieso con gracia cuando lo menciona. No es que lo esté dejando del todo, pero sí estoy tratando de reducir el consumo desde que dependo de más de tres tazas de café en una sola mañana y creo que me estoy pasando de la raya. No solo por que pueda llegar a tener una clase de adicción con la sustancia, sino que tampoco quiero que el blanco de mis dientes se vea destrozado por la corrosión. Elevo la mirada cuando veo al camarero regresar con nuestras bebidas, inclinando el torso hacia delante para coger mi copa en lo que termina de posarlo sobre la mesa y le agradezco con un gesto de cabeza acompañado de una sonrisa. Suelto un pequeño suspiro mientras vuelvo a relajar mi espalda sobre el sofá y le doy un trago al brebaje. - Cuánto hacía que no tomaba uno de estos. - Trato de no beber alcohol cuando estoy en casa, de manera que como no he salido mucho recientemente tranquilamente habrán pasado semanas desde la última vez que me permito tomar un trago de whiskey.

    Asiento con la cabeza como afirmación a mis palabras anteriores, tamborileando con mis dedos sobre la parte superior del sofá. - Tal cual como te lo digo, y me temo que lo seguirá haciendo, estos jóvenes de hoy en día crecen como gigantes. - Murmuro entre risas revoloteando los ojos en lo que vuelvo a llevarme el vaso a los labios y pego otro sorbo silencioso. - Bobadas, Lulú, no podrías sentirte vieja ni aunque quisieras, sigues tan radiante como siempre. - No podía decir lo mismo de mi aspecto, mi cuerpo ya no es el mismo que el de antes, lo dicen mis huesos cuando crujen apenas salgo de mi cama por las mañanas. - Más de las que nos gustarían, desde luego, muchos llegaron en un estado deplorable, pero salvamos a todos los que pudimos. - Que nunca llegarán a ser suficientes si tenemos en cuenta la cantidad de familias que han quedado destrozadas como consecuencia. - Afortunadamente ya todo ha terminado y esos terroristas no volverán a poner una mano encima a nuestra gente. - Lo digo con firmeza, como si con eso pudiera asegurar que efectivamente no volverá a pasar algo parecido como lo que pasó en el catorce, pero las dudas de si podrá ser cierto o no continúan muy a mi pesar.
    Nicholas E. Helmuth
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    Eloise R. Leblanc
    Ministro de Educación
    Miro a Nicholas con una sonrisa divertida, y creo que me sorprendo a mi misma cuando abro la boca para hablar. - Lo creas o no, planeo tomar una semana de vacaciones antes de que termine el verano. - Y así como así, sé que he sellado una especie de pacto con el diablo, porque mi amigo jamás dejará que me eche atrás en mis palabras, y básicamente me acabo de condenar a mi misma. Pero supongo que es para bien, ¿verdad? no recordaba haber vacacionado el año anterior, así que una semana de relajación no vendría mal. Ya vería qué opinaba en unos días cuando todo volviese a ser una rutina incesante de papeleo, reuniones, planificaciones, y más reuniones.

    Su pregunta sobre mi hija me descoloca unos segundos y tengo que aguantarme la risita que amenaza con salir de mi pecho. - Siempre fuiste demasiado sobreprotector con ella, Nicky. - Y suena a reproche, porque en cierta forma lo era si pensaba que, como su padrino, siempre la había consentido de más. - Tiene veinticinco años, ya está grande como para que le afecte mi forma de trabajar. Hay veces en las que creo que se quedó estancada en los quince y, si no fuese por su empleo, no notaría la diferencia entre mi hija adulta, y la adolescente. - Amaba a mi hija, eso jamás sería puesto en duda, pero no estaba segura de querer estar el día en que se diese de lleno con la vida. - Sé que no soy parámetro, pero si pienso en las cosas por las que ya había pasado a su edad… - Detengo mi línea de pensamiento antes de sumirme en recuerdos que estaban guardados bajo llave, y desecho la idea con un ademán de la mano sacudiendo el aire.

    - ¿Tú? ¿sin café? No me lo tomes a mal, pero es como si quisiera pensar en una pizza sin queso. - O como verme a mí brindando con sidra sin alcohol. Hay cosas que sin importar cómo, no sonaban bien. Y el no ver a Nick con una taza de café, o un vaso descartable cuando la ocasión lo ameritaba… Me enderezo ante la llegada del mesero y una vez que deposita las bebidas sobre la mesita me estiro hasta agarrar el vaso. Me cruzo de piernas, y me dejo caer contra uno de los apoyabrazos del sillón. - Palabras que nunca escucharás salir de mi boca. - Le sonrío y doy un largo trago como si tratase de probar mi punto. No era secreto para nadie que el alcohol era una debilidad para mí.

    - Adulador… - No diría lo mismo si fuese capaz de verme en las mañanas, con las ojeras todavía debajo de mis ojos, y sin una gota de maquillaje como para disimular mis arrugas o la tonalidad blanquecina de mi piel. La edad nos pasaba factura y con casi cincuenta años, no hay mucho que pudiese hacer. - Tienes razón. Habremos perdido gente, pero gracias a aquellos que se sacrificaron podemos caminar más tranquilos por la calle. - No era una seguridad completa y absoluta, pero desde la gala de Diciembre, que no dejaba de estar en alerta por todo. - Cambiemos de tema por favor. ¿Algo interesante que haya pasado en tu vida?
    Eloise R. Leblanc
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Alzo las cejas y esbozo una sonrisa ladina como si después de esa confesión no fuera a creerme sus palabras, algo que si me permite voy a tener la audacia de dudar de ellas, de manera que para reafirmar mi postura, elevo la copa para brindar por eso antes de llevármela a los labios. - Te vendrá bien, y lo sabes, luego puedes volver a tus papeles y reuniones con energías renovadas y la tranquilidd de haber disfrutado de unos días de playa. - Sonrío. Yo mismo debería planear una escapada al dos para visitar a mis hermanas, hace tiempo que no sé nada de sus vidas y eso viniendo de ellas suena extramadamente raro. En especial porque para ellas pasar dos días sin hablar por teléfono es prácticamente asumir que Oliver y yo hemos pasado a mejor vida o tenido un accidente de tráfico. En ocasiones me pregunto de donde habrán sacado el dramatismo pues está claro que de mis padres no lo han heredado.

    Me atrevo a mostrar una mueca culpable bajando la cabeza y rascándome levemente la barbilla, asumiendo que tiene razón con respecto al trato que se lleva por mi parte mi ahijada. - Lo sé, lo sé... pero por algo me nombraste su padrino, aunque reconozco que me estoy volviendo un blando con el paso de los años. - Creo que tiene que ver con que estoy viendo a crecer a mi hijo a una velocidad alarmante y comienzo a ser consciente de que está más cerca de mudarse de casa y tener hijos que de llevar pañales. - Sé que no es comparable, pero para eso les damos la vida que tienen ahora, para que no tengan que pasar por esas mismas cosas, para que tengan un futuro mejor. - Conozco de primera mano con todo lo que tuvo que cargar Eloise apenas empezada la adolescencia, desde su madre hasta tener tres hijos con alguien indecente y verse obligada a darlos en adopción. No hay duda de que eso la hizo más fuerte, la persona que es en el día de hoy, pero no es esa la razón por la que no quiero que nuestros respectivos hijos tengan que experimentar esas cosas, pero si puedo ahorrarles el mal trago, lo haré. Y no es porque quiera que se pasen la vida creyendo que la tienen resuelta solo porque nosotros les hicimos el trabajo.

    Me obligo a soltar un suspiro como para asimilar la desición que se supone que he tomado, cuando soy perfectamente consciente de que nada más suene el despertador mañana por la mañana mi cerebro va a pedir café a gritos. - Gajes del oficio. - Comento finalmente dándole el último trago a la copa. Muevo la misma frente a mis ojos como si no creyera la velocidad con la que he tomado su contenido, antes de sacudir ligeramente la cabeza para salir del trance y llamar con los dedos al camarero para que vuelva a rellenarla. Asiento con la cabeza para reafirmar sus palabras, dibujando una línea recta con mis labios al pensar en la cantidad de personas que perdimos por un puñado de traidores. Gracias a dios cambiar de tema se hace sencillo cuando vuelvo a tener la copa llena y me obligo a cambiar la expresión de mi rostro. - Pues ahora que lo mencionas... - Me inclino hacia delante para poder estar a una distancia más cercana y aprovecharme de su atención. - Parece ser que hay una vacante en el ministerio ahora que el antiguo ministro de salud ha dejado el cargo, no sé si habrás oído algo al respecto, puedo imaginarme que sí. - Sería lo lógico teniendo en cuenta su puesto en el ministerio. Me aclaro un poco la gargante antes de continuar. - He acudido a varias juntas y reuniones desde entonces, pura invitación en realidad, o eso pensaba, resulta que me han ofrecido el puesto, si lo quiero. - Podría haberme demorado más en explicar todo el proceso, pero ir directamente al grano me facilita mis próximas palabras. - Es una gran oportunidad, no hay duda de ello, pero no quería tomar ninguna decisión sin tener en cuenta tu opinión primero. - Porque es mi amiga, familia, más que eso, prácticamente nos hemos criado juntos. Ella sabe las dificultades por las que tuve que pasar criando a mi hijo tras perder a mi mujer, conoce la debilidad que me supone mis seres queridos. Tomar el cargo de ministro no es algo que pueda tomarse a la ligera.
    Nicholas E. Helmuth
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    Eloise R. Leblanc
    Ministro de Educación
    Lo miro con una expresión que quiere ser hastiada pero que, en el fondo, no es más que una afectuosa. - Te nombré su padrino porque eras, eres la persona en la que más confío. Si le llegaba a suceder algo sabría que tú te harías cargo de ella sin dudarlo. - ¿No habíamos tenido ya esta discusión? Si no mal recordaba, habíamos entablado una conversación muy parecida hace aproximadamente un cuarto de siglo, aunque claro, no la habíamos vuelto a repetir desde entonces. No me gustaría que Nicky no supiera lo mucho que significaba su presencia en nuestra familia. Aún así… - Pero ya creció, y espero que si algo me suceda, no necesite de tí más que para lo emocional. Es grande, una adulta responsable que debería poder hacerse cargo de sí misma. - Y desde hace ya unos meses en los que estoy meditando ciertamente el decirle que vaya buscando otro lugar en el que vivir. Mis puertas siempre estarán abiertas para ella, pero necesita explorar y conocer el mundo. Y darse la cabeza contra unas cuantas paredes. Es la única forma en la que creía que se podía crecer de verdad. Por cuenta propia y con muchos errores. - Trabajo para que tenga un futuro mejor, y no quiero que jamás le falte nada. Pero siento que ha estado entre paños de seda toda la vida, y que si en algún momento se golpea y no me tiene cerca para tratar de ayudarla… No sé si va a poder con eso. - Y así oficialmente me consagraba como la madre del año.

    - Y es por eso por lo que agradezco que ustedes sean sanadores, y no aurores. Respeto mucho su profesión pese a que jamás sería capaz de ejercerla. - En algún momento me había interesado por la sanación, pero pese a ser una adulta hecha y derecha, la vista de la sangre todavía me revolvía el estómago. Lo que debería ser sorprendente si contábamos el hecho de que había pasado cuatro veces por el quirófano al menos. Pero gracias al cielo en todas las ocasiones había estado anestesiada y al despertar había soportado bastante bien todo, sin contar aquella vez en la que me habían dado arcadas cuando me preguntaron si quería cortar el cordón umbilical de Jacques.

    El camarero llega bajo la indicación de Nick, y cuando lo hace asiento con la cabeza cuando me pregunta con un ademán si también rellena mi vaso. A decir verdad ni siquiera me había dado cuenta del momento en el que había vaciado mi bebida, y a estas alturas me preguntaba si eso debía ser preocupante o no. - Sabía que se había liberado el puesto, pero no tenía idea de que te lo hubiesen ofrecido. - Y no es que estuviera al tanto de la mayoría de los rumores en el ministerio, pero había cosas que uno tendía a enterarse, más aún cuando el departamento de Salud estaba cruzando el pasillo. Literalmente hablando. No sé ni por qué me estoy sorprendiendo. Lo tienes más que merecido Nicky. Jamás me opondría a algo como eso.- Con su profesionalidad, me sorprendía que no se lo hubiesen ofrecido antes, pero tampoco estaba muy al tanto de Larsen si íbamos al caso. - Seguramente sea muchísimo trabajo, pero nada a lo que no estés acostumbrado. Y tendrás más tiempo para Oli… O bueno, al menos horarios más normales. - A estas alturas el niño estaba más que acostumbrado a las guardias eternas que tenía que sufrir su padre, y había pasado unas cuantas cenas con él gracias a eso. - Si mi opinión era la única que faltaba, pues ahí la tienes.
    Eloise R. Leblanc
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Coincido en todo lo que dice, de verdad lo hago, lo demuestro por la forma que tengo de asentir levemente con la cabeza mientras habla, dándome cuenta no por primera vez, de lo fuerte que puede llegar a ser mi amiga. Se me escapa una sonrisa tan tímida como honesta cuando confiesa ser la persona en la que más confía, como una forma de expresar que el sentimiento es mutuo. – Mientras yo esté aquí para impedirlo no le pasará nada a tu hija, y a ti tampoco, después de todo solo nos tenemos a nosotros, ¿no es cierto? – Me atrevo a decir. Nos conocemos desde que somos unos niños, pero nuestra relación va mucho más allá de amistades infantiles, somos familia. Ella estuvo ahí para mí cuando perdí a mi mujer, me dio un punto de referencia que mis hermanas no fueron capaz de darme por mucho que pusieran de su parte; de la misma forma que yo estuve a su lado cuando firmó los papeles de adopción y lo que conllevó después. Las relaciones que he tenido a posteriori con otras personas puede que no duren para siempre, pero sé que Eloise siempre estará para mí.

    Bueno, pero eso tampoco tiene por qué ser malo. Esas cosas llegan por sí solas y cuando menos te las esperas, desgraciadamente. Y por mucho que quiera no hay forma de que pueda evitar que algún día sean ellos los que sufran, pero son fuertes, superarán cualquier cosa que se les ponga por delante. – Confío plenamente en ellos. Ariadna perdió a su padre no hace siquiera tanto tiempo, sé por experiencia propia que a veces nuestros sentimientos nos juegan una mala pasada, pero puedo asegurar que mi sobrina es dura de roer. Al igual que mi hijo, por las mismas él creció sin una madre, y pese a tratar de cubrir cualquier necesidad que ella haya podido darle y yo no, sé que en muchas ocasiones la echa en falta aún sin haberla conocido. – De igual manera, quitando algunos altibajos, no podemos decir que no hemos hecho un buen trabajo. – Bromeo para aligerar el ambiente, se suponía que esto era una salida para relajar nuestras mentes, no ponerlas más melancólicas.

    Me llevo el vaso a los labios, tanteando con el líquido en la boca antes de tragar mientras escudriño sus facciones para ver en su rostro alguna cosa que no me esté diciendo en serio. Pero es Eloise, cualquier cosa que no le guste de mí o sobre mí me lo diría sin pelos en la lengua, de manera que relajo la expresión. – No lo sé, Elo… No deja de ser un puesto que quién sabe si se me quedará demasiado grande. Nunca se me ha regalado nada en la vida, soy consciente de ello porque yo mismo me he dejado las manos para conseguir lo que tengo, pero… – No es propio de mí el dudar, más trabajando en una profesión como lo es la medicina, donde la toma rápida de decisiones va casi ligada al trabajo. Aunque siendo un compromiso tan grande supongo que dudar resulta ahora mismo lo más sensato. – Si solo el mundo me tuviera la misma fe que tú tienes en mí, Lulú. – Murmuro cuando su cumplido hace que eleve las mejillas sin quererlo, sintiendo estas un poco más acaloradas que de costumbre. Lo de las guardias, por otra parte, hace que suelte una risilla. – Eso sí que estaría bien para variar un tanto, no sabes lo eterna que puede llegar a ser una noche cuando llevas más veinticuatro horas de turno. – Suspiro dramático. Si se da el caso de que acepto la oferta, estoy seguro de no ser el único que agradezca ese cambio. – En ese caso, supongo que a partir de ahora seremos compañeros de trabajo, señora ministra. – Y como si con eso diera la decisión por tomada, alzo la bebida en su dirección para brindar con ella.
    Nicholas E. Helmuth
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    Eloise R. Leblanc
    Ministro de Educación
    Como es Nicky quien está delante mío, no dudo en estirar mi mano hasta posarse sobre la suya en muestra de agradecimiento por sus palabras. No era una persona demasiado fanática de las muestras de cariño, y mucho menos en público. Pero eran años de conocernos con Nick y sus palabras, aunque ya conocidas, seguían siendo tan sinceras como la primera vez que las había escuchado. - No hace falta que vuelva a darte las gracias, ¿verdad? - Porque habían pasado años desde que esas formalidades habían dejado de ser necesarias entre los dos.

    - ¿Algunos? - Suelto un resoplido divertido que por poco y no se convierte en una de mis risas estridentes. - Habla por tí, llevo más de treinta años siendo madre y aún así creo que no he entendido ni una sola cosa de la maternidad. Explícame cómo haces tú, que con casi la mitad del tiempo haces que todo parezca tan fácil. - Porque creo que jamás había presenciado una pelea entre padre e hijo. Y nunca lo había escuchado quejarse más de la cuenta, o decir algo en contra de su hijo. A su lado, me veía como una madre terrible, y si Ariadna había salido como había salido, era gracias a su padre y no a mí. No me consideraba precisamente un fracaso, pero era perfectamente consciente de que no había estado tan presente como debería en la vida de mi hija.

    Me distraigo con sus palabras, tratando de recordar la última vez en la que lo ví tan dubitativo con respecto a algo, y tengo que volver años hacia atrás hasta toparme con un recuerdo. Poco más de dieciséis años atrás, cuando un Nick algo más joven tenía algo de temor al enfrentarse a la paternidad. Temor claro está, que había logrado superar en poquísimo tiempo, pero aún así… - Si solo tú te tuvieras la misma fé que te tengo yo, Nicky. - Niego con la cabeza y dejo que se me escape un suspiro largo y cansado. - El resto del mundo puede meterse sus opiniones por dónde más quieran. - Nunca conseguiría la aprobación total de la gente, pero eso no era de importancia alguna. Con la ética laboral que tenía Nicholas, era poco probable que encontrasen algo que reprocharle. - Así está mejor… señor ministro. - Levanto la copa a su salud y respondo a su brindis con una amplia sonrisa. - ¿Cuándo le dirás a Oli? Casi que quiero estar presente solo para ver su cara…- El muchacho podía ser un adolescente que se adentraba poco a poco en la adultez, pero amaba a su padre, y estaba seguro de que la perspectiva de tener a su padre más tiempo en casa le gustaría bastante.
    Eloise R. Leblanc
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Eloise no es una persona que se caracterice por muestras de afecto, de manera que me tomo el contacto con su mano como un ejemplo de que se muestra completamente sincera. La misma mano que hace un gesto despreocupado para desentendernos de los agradecimientos se posa sobre la suya para darle un ligero apretón. Llevamos demasiado tiempo conociéndonos como para no saber de lo que estamos agradecidos en esta extraña relación que hemos ido formando con el paso de los años. Porque al final puede que no seamos familia directa, pero yo la considero como una.

    Su confesión acerca de la maternidad me hace reír, sacudiendo la cabeza como si no creyera que acaba de llamarme padre del año entre dientes. – Tonterías. He recibido mucho ayuda, ¿o te tengo que recordar la vez que Oli casi se escapa por la puerta trasera sin que apenas yo me enterara? – Gracias a dios que tengo unas hermanas benditas que se pasaron los primeros años de la vida de mi hijo ayudándome con la paternidad. Si no hubiera sido por ellas, creo que no hubiera conseguido ni la mitad del hombre que es a día de hoy Oliver. – Y tú no eres una mala madre, te gusta ser muy autocrítica contigo misma, pero mira que mujer más capacitada has educado. – Puede que Ariadna haya crecido en una burbuja de la que yo mismo haya formado parte en crear, pero eso no quita que sea una mujer que se ha esforzado por ser una persona inteligente, con todo lo que eso conlleva. – No seas tan dura contigo misma. – Le aconsejo, aunque sé que mis palabras no van a hacer el efecto que me gustaría en ella.

    Con todas las reuniones que han tenido lugar estos últimos días, resulta casi imposible no dudar ni siquiera un poco en que puede que esté tomando una decisión equivocada. La vida en el ministerio tiene muchos lujos, pero también conlleva responsabilidades que no estoy seguro de estar preparado para tomar. Aunque vuelta a lo de siempre, creo que nunca nadie llega a estarlo. – Bueno, no deja de ser la gente la que está en nuestras manos, Lulú. – Suspiro. No me gustaría tener que enfrentarme al voto negativo de la sociedad por tomar malas decisiones. – Le diré antes de que sea definitivo, así por lo menos tendrá tiempo para asimilarlo, aunque no es como si su vida vaya a cambiar en lo más mínimo. Después de todo solo tendrá que mudarse a la isla, y no creo que eso vaya a ser un problema. – Seguirá yendo al mismo colegio, quedando con los mismos amigos, no, no creo que me ponga ninguna pega. – Si acaso me pondrá mala cara por pasar más tiempo en casa. Es un chico responsable pero no sería la primera vez que organiza una fiesta secreta sin mi permiso. – Es lo que tiene un trabajo con guardias por la noche, que nunca sabes lo que está teniendo lugar en tu casa.
    Nicholas E. Helmuth
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