The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Estiro los brazos sobre mi cabeza en un gesto vago mientras reviso los papeles que tengo frente a mí. Cuando tomé el puesto de jefe de área no esperaba que fuera a tener que ocuparme de tanto registro y papeleo, aunque un descanso de las eternas guardias de planta también se agradece. Sé que me estoy haciendo viejo cuando no puedo soportar más el dolor de mi espalda consecuencia de las horas que he pasado sentado. Aún me quedan unos cuantos historiales que revisar, pero como también debo pasarme por las habitaciones de los pacientes que tiene la suerte de recibir el alta hoy, decido hacer eso antes de quedarme encerrado entre estas cuatro paredes el resto de la tarde.

Mientras realizo la tarea, aprovecho para ponerme al día con algunos de mis pacientes con los que he formalizado una relación más cercana. Resulta tranquilizador para ellos que el médico transmita la seguridad que quieren buscar una vez salen de un lugar como este, por eso siempre trato de entablar un vínculo cálido y familiar. Termino la rotación con ganas de cambiar la bata por el abrigo y poder marcharme a la comodidad de mi casa, cuando escucho mi nombre por el megáfono de los pasillos. Supongo que el sofá tendrá que esperar, por lo menos hasta saber la causa de mi llamada.

Meto las manos en los bolsillos a la par que cruzo el pasillo general hasta las urgencias, haciendo un leve gesto con la cabeza a un compañero que él sí tiene la suerte de irse. Me encuentro con el panorama de un hombre que yace inconsciente en una de las camillas, acompañado de quien parece ser su esclavo. - ¿Qué ha pasado? - Apreso a preguntar mientras mis dedos se van inconscientemente a su cuello para palpar su pulso. Un enfermero alcanza a darme un historial que imagino han debido de buscar tras su llegada en lo que confirmo que su corazón late, despacio, pero por lo menos lo hace. - ¿Hace cuánto tiempo perdió la consciencia? ¿Conoces lo que ha tomado? - Ante todo no podemos perder la calma. No puedo suministrarle ninguna clase de medicamente antes de saber la sustancia que ha ingerido, o podría tener el efecto contrario en su organismo. El vistazo que hecho a su historial me es suficiente para sospechar que se trata de una sobredosis. - Necesito todos los datos que puedas darme. - Le digo al esclavo mientras hago un gesto al enfermero de turno para que vaya colocándole una vía en el brazo.
Nicholas E. Helmuth
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Andrew H. Keogh
Tributo
La comida llevaba lista unos pocos minutos, y estaba esperando a que diera la hora para ponerme a servirla. Era una de las dos comidas obligatorias que Riley estaba destinado a soportar mientras no estuviese en el trabajo e incluso habíamos acordado que sin importar qué, para la cena podría interrumpirlo aunque estuviese metido de lleno en algún proyecto. Tenía la sospecha de que Lara era quien había influenciado ese acuerdo pero, habiendo lidiado con una de sus maratones de inspiración, no podía decir que era algo malo. Mi dueño tenía la mala costumbre de enfrascarse demasiado en su trabajo, y estaba seguro de que si no fuera porque es algo mecánico, hasta se olvidaría de respirar.

El reloj marca la hora y sirvo con rapidez antes de colocar todo en una bandeja para ir a llevársela a Riley. Toco la puerta a modo de advertencia, y paso por ella sin esperar una respuesta, sabiendo de sobra que es poco probable que obtenga una. Lo que no esperaba obtener era una vista como la que se encuentra delante mío… ¿Pero qué mierda? Apoyo la bandeja casi lanzándola al mueble del costado y sin importarme el ruido que produce el vaso de vidrio al caer y romperse. - ¡Amanita! - Nunca he llamado a la elfina, así que ruego que responda al sonido de mi voz porque no tengo ni puta idea de qué hacer con él.

¿Es espuma lo que sale por su boca? ¿Pero con qué mierda se ha dado? - ¡Amanita, con un demonio ven aquí! - Trato de enderezar a Riley mientras me cercioro de que no se le vaya la lengua para atrás. En el mercado lo hacíamos con los que sufrían de algún ataque epiléptico o aquellos que se desmayaban por la deshidratación, pero hasta ahí llegaban mis conocimientos. No tenía idea de cómo tratar lo que sea que le hubiese pasado y lo único que quería era que la elfina apareciese de una vez. Como si leyera mis pensamientos (o después de ignorar su aparente sordera), se escucha un estallido y siento su presencia detrás de mí. Me doy vuelta y le hago señas para que se acerque, y si bien en un principio no parece entender lo que sucede, luego sus ojos, que ya de por sí tienen el tamaño de pelotas de tenis, se abren tanto que parece que en cualquier momento se saldrán de sus cuencas. - Apresúrate, ¿puedes aparecernos en el hospital?

Todo pasa muy rápido. Amanita hace lo que le pido y ni bien llegamos al hospital el personal de guardia se encarga de todo a velocidades que no había visto nunca. Es cuestión de minutos hasta que Riley se encuentra en una camilla  y un tipo rubio se acerca haciéndome un sinfin de preguntas a las que no puedo responder. - No tengo idea, lo encontré así hace unos minutos, pero por lo que sé podría llevar horas en este estado. - ¿Cómo podía averiguar esas cosas? El hombre tenía un sinfín de sustancias, polvos y vaya a saber cuántas cosas mágicas y no mágicas metidas en la habitación. Tampoco me había quedado a investigar, solo quise mantenerlo con vida. ¿Qué se supone que se hacía en estas situaciones?
Andrew H. Keogh
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Riley Kavalier
Desde mi adolescencia que la línea entre lo que está bien y está mal es tan delgada que me sorprende a mí mismo el haber vivido en el límite durante más de 15 años. Hubo ocasiones en las que mis padres me tiraron de la cuerda para volver a ponerme en camino y hubo veces en las que Lara lo hizo, pero ahora la situación simplemente fue demasiado grande como para que mi madre o mi mejor amiga pudieran hacer algo... En un pestañeo de ojos una increíble idea pasó a ser la peor decisión de mi vida y ahora ya es demasiado tarde como para evitarlo.

¿Qué pensaba en ese momento? Pues quería aguantar un poco más, empujarme al límite para conseguir algo bueno para el mundo y compensar todo lo malo que causé. Una respuesta, un invento, algo que demostrara a mis jefes que podía hacerlo y demostrarme a mí mismo que pese a estar pasando un mal momento emocional podía salir por mi cuenta sin necesidad de Lara. Porque no soy un ser dependiente... ¿O sí? No, no lo soy. Aunque la evidencia actual diga lo contrario.

Supongo que la droga nubló mi juicio y perdí la noción del tiempo. Lo que creí que habían sido 5 horas fueron menos, lo que causó una superposición de dosis que causó estragos en mi cuerpo. Al menos no me mató, pues no me siento muerto, pero sé que cuando abra los ojos lo primero que me preguntarán es si intenté quitarme la vida. No quería hacerlo, al menos no conscientemente. Mi yo racional jamás lo haría pues ¿Qué lograría resolver con eso? Solo abandonar la historia a medio camino sin haber logrado algo realmente.

Escucho un grito y luego preguntas, quiero responderlas pero siento que no dispongo de un cuerpo para hacerlo. Como si mi mente estuviera flotando en una nube fuera de contexto, luchando para encontrar un recipiente funcional que cumpla con sus propósitos. Creo que no me queda más remedio que esperar y resignarme a que cuando abra los ojos, porque lo haré, olvidaré todo lo que está pasando por mi cabeza ahora mismo.
Riley Kavalier
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Vuelvo a echarle un vistazo al historial médico mientras el enfermero le pone la vía al que a partir de ahora pasa a ser mi paciente, pero no puedo evitar levantar la vista hacia el esclavo con el ceño fruncido cuando admite no tener idea de nada. - ¿Horas? ¿No sabes decirme nada más? - Murmuro con evidente nerviosismo hacia él, pues está en juego la vida de un mago, pero me recuerdo que no puedo descargar mi furia contra el hombre hasta que no tengamos claro qué es lo que ha pasado. Suelto la carpeta en el aire para que se sostenga por sí misma en lo que saco mi varita de uno de los bolsillos de la bata. Con mi dedo pulgar elevo el párpado de uno de los ojos de mi paciente y apunto hacia él el extremo de mi varita, del cual sale un brillo de luz para analizar el estado de sus pupilas, completamente dilatadas por supuesto.

- Muy bien, no nos queda otra que improvisar. - Le digo al resto de mi equipo para después informarles de las indicaciones que deben seguir. Basándonos en lo que sabemos, o más bien en lo que intuyo por sus antecedentes, hago que el enfermero le suministre un fármaco que ayude a contrarrestar los efectos de la intoxicación en que se encuentra. Si todo va bien y no nos hemos equivocado con la dosis ni con el antídoto, debería recuperar la consciencia en menos de unos minutos. Estoy a punto de mandar otra orden cuando observo que sus párpados comienzan a moverse tratando de abrirse. Recupero la respiración que había estado aguantando por un tiempo y me vuelvo a acercar a la camilla para comprobar su estado.

- ¿Señor Kavalier? ¿Sabe usted dónde se encuentra? - Murmuro y pongo un dedo frente a sus ojos cuando veo que me está prestando la atención suficiente como para realizarle un examen neuronal, moviendo el mismo de un lado a otro con lentitud para que lo siga. - ¿Podría decirnos qué es lo que ha pasado? - Tampoco quiero abrumarlo a preguntas, puesto que apenas ha recuperado la consciencia y lo más probable es que se encuentre aturdido, pero esa información es crucial para que pueda hacer mi trabajo. Bajo el dedo tras comprobar que funciona y le hago un gesto a mi compañero para que me haga el favor de suministrarle algo de suero.
Nicholas E. Helmuth
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Andrew H. Keogh
Tributo
Podría decirle un sinfín de cosas más si eso es lo que quería, pero no creía que ninguna de ellas fuera adecuada ni en este ámbito, ni en esta situación. No me serviría que me devolvieran al mercado o algo peor, solo por tratar de incompetente (con palabras no tan agraciadas) al hombre que tenía delante. ¿Qué esperaba que hiciera? Le había dicho todo lo que sabía, y había actuado tan rápido como había podido. La próxima vez esperaría a que Riley despertase, y le preguntaría detalladamente qué sustancias había ingerido antes de traerlo al hospital. - Le he dicho todo lo que sé. - Es lo único que logro que salga de mis labios, sin que suene mordaz o sin que se me escape un insulto.

¿Improvisar? ¿De verdad eso es lo mejor que podían hacer? Uno creería que, teniendo su tan preciada magia, habría un hechizo que les permitiese identificar las drogas que se habían ingerido recientemente o, cuando menos, que no admitieran en voz alta el no tener idea. Tenía que admitir que, si yo fuese otra persona y no un esclavo, ese comentario me habría hecho ir a buscar a su supervisor o quien mierda estuviese a cargo de este lugar.

Estaba distraído, así que me toma por sorpresa el ver al medimago hablando en dirección a la camilla, y cuando vuelvo la vista hacia allí, puedo notar como mi dueño parece haber recuperado la conciencia. Me abstengo de responder yo por él ya que me parece injusto que su primera pregunta sea esa. Riley tendría un cerebro bastante excepcional por lo que me iba contando, pero la mayoría del tiempo no tenía ni idea de dónde se encontraba parado. -. ¿Hay algo que pueda hacer? - ¿Huír tal vez? Incluso tengo la tentación de excusarme para ir a llamar a Lara. ¿No había sido ese su pedido?
Andrew H. Keogh
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Riley Kavalier
Mi incorporeidad termina cuando siento alguien que me jala de la cintura hacia atrás, ese recipiente que estaba deseando hace un momento por fin llega y abro los ojos presentándome en una realidad algo confusa. Pasan pocos segundos que nublan mi juicio incluso más que en la centésima uno así que parpadeo varias veces antes de atreverme a sacar conclusiones. Frente a mí se encuentra un hombre de rostro amigable, es mayor que yo y siento que podría confiarle mi vida, al parecer ha logrado salvarla ¿Estoy en el hospital? Al parecer sí. Solo espero que no llegue cierta sanadora pues no me siento preparado para escuchar gritos agudos ahora mismo.

Hago lo que me ordena, pero mis ojos quedan clavados en un costado al ver la figura de Drew a unos pasos de la cama - Gracias - digo simplemente intentando estirar la mano en su dirección pero algo me lo impide, debilidad quizás. Solo espero que sea algo temporal. Escucho preguntas pero no las proceso de inmediato, sin embargo cuando Andrew pregunta si puede hacer algo asiento y hago un gesto con mi cabeza para que se acerque. Es un rostro conocido, alguien real, que me ha traído desde la casa y tiene cierta forma de ver el mundo que me saca de la burbuja - Mi secretos mueren contigo, recuerda - agrego citando aquello que me dijo en nuestro primer encuentro antes de volver la atención hacia el medimago.

- En el hospital, no sé cual. Cocaína, láudano, raspado de pezuña de threstral, opio... Eso es lo que ocurrió - respondo a ambas preguntas respirando con algo de dificultad. Casi que no reconozco mi voz, sumado a la desobediencia de mi mano tengo que mirar hacia abajo para cerciorarme de que, en efecto, estoy en mi propio cuerpo - No quise suicidarme - aclaro mirando a mi ayudante de casa que injustamente no goza de un sueldo apropiado - Solo quería funcionar al máximo y no sentir dolor...
Riley Kavalier
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Si por mí fuera mandaría al esclavo a la sala de espera o a algún lugar donde no estorbe, pero ante la reacción de mi paciente cuando recupera la consciencia me deja claro que no va a mejorar o empeorar nada que esté aquí, de manera que lo dejo estar. Permito que mantengan una breve convresación mientras me cercioro de que la frecuencia cardíaca del señor Kavalier continúa mejorando por segundos en lo que el suministro de medicacion también hace su trabajo rebajando la intoxicación. - Bien, se encuentra usted en el capitolio, pero no se preocupe, está en las mejores manos posibles. - Son palabras calmas, en contraste con todo lo que está sintiendo ahora mismo.

Hago que uno de mis compañeros apunte las sustancias que menciona, algunas de las cuales recuerdo leer en su historial no hace menos de unos  minutos. - No creo que haya querido suicidarse, señor Kavalier, pero me temo que está usted jugando con su vida si pretende seguir por este camino. Es casi un milagro que siga con vida. - No conozco la situación de este hombre, los problemas personales o laborales que puede tener son un misterio para mí, pero sí hay algo que sé, y es que la drogadicción que lleva pujando por años no va a hacer nada por mejorar su situación, todo lo contrario. - Esto es lo que haremos, vamos a hacerle una analítica, suministrarle oxígeno para que pueda respirar mejor, después le haremos unas pruebas para comprobar que todo está en orden. ¿Le parece bien? - Le explico con tranquilidad acercándome hacia él para asegurarme de que comprende lo que le digo. - Puede que se encuentre un poco mareado en las próximas horas, es por el efecto del fármaco que se le está suministrando. - Me tomo la confianza de palmar su brazo una vez como forma de expresar  la serenidad que pretendo que imite.

- No quiero abrumarlo, señor Kavalier, pero cuando esté usted en mejores condiciones deberá responder a unas cuantas cuestiones. - Es pura formalidad, un proceso de larga anamnesis de la cual me temo no se puede librar. Es un hombre joven, con toda la vida por delante y estoy seguro que es un hombre de mucho talento como para querer desperdiciarlo por algo tan ordinario como lo es la droga.
Nicholas E. Helmuth
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Andrew H. Keogh
Tributo
No estoy seguro de que Riley se esté dirigiendo a mí en un inicio, primero porque no entiendo qué es lo que tiene que agradecer, y segundo porque no tengo ni la más mínima idea de a qué secretos se refiere. Hasta que caigo en la cuenta de mi pequeño discurso improvisado al conocerlo, y por unos segundos me siento algo culpable de haberle mentido alevosamente en ese entonces, y de volver a hacerlo ahora cuando asiento con la cabeza como para darle a entender que haré caso de su petición. No es cierto, si Riley no sale vivo de esta lo más probable es que busque la forma de desvalijar la casa con todo el cuidado que me sería posible para no levantar sospechas, pero él no tiene por qué saber eso.

Cuando esta vez sí se dirige al medimago y confiesa las drogas que usó, puedo reconcer al menos tres de las cuatro cosas que nombra, y no sé cómo es que todavía está en pie (figurativamente hablando),  porque son cosas que no estaban hechas para ser mezcladas a menos que tuviera el organismo de un elefante y los cuatro estómagos de una vaca. Pudo no haber querido suicidarse, pero cualquiera con dos dedos de frente puede atinar a que lo que hizo es un sinónimo muy cercano.

Sigo las palabras del hombre que le explica los pasos a seguir, pero no entiendo del todo lo que le van a hacer. A decir verdad, lo único que quiero en estos momentos, y viendo que mi amo está en las manos de gente que puede ayudarlo, es volver a la casa y quedarme allí hasta nuevo aviso. Lástima que no tenga excusas salvo… - Tu amiga, Lara. Me dijo que la llame en estos casos. ¿Te parece que haga eso? - Lamentablemente, tengo que pedirle su permiso, o sino no me dejarán salir de este lugar de ninguna forma.
Andrew H. Keogh
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Riley Kavalier
Bien, así que estoy en el Capitolio. No quiero ser elitista o sonar como mi padre pero es mejor estar en mano de éstos sanadores que los que hay en cualquier otro distrito. La capital por algo es la capital, tiene los mejores recursos y puede pagar lo que sea para contratar a los mejores - Genial, se necesitarán las mejores manos para controlar ésto - respondo y mis ojos se cierran. Hago fuerza para abrirlos otra vez pero me cuesta más de lo normal, aún el efecto de la pezuña de Thestral sin duda.

Intento sonreír de lado pero no logro terminar con mi inexpresiva cara. Es un juego que estoy jugando desde hace muchos años y hasta ahora lo venía ganando y por mucho. Conozco a otras personas como yo, adictos, los he visto en las veces que estuve en rehabilitación y todos son perdedores... Ninguno de ellos es funcional como yo ¿Eso no me da derecho a jugar eternamente sin que esté en peligro mi vida? Al parecer no - Aunque me parezca mal debería hacerlo o sería un terrible doctor - respondo y ésta vez sí logro sonreír, aunque no sé por qué me he despertado tan graciosito, quizás también sea lo que me están dando.

Asiento cuando dice que cuando esté mejor tendré que responder unas cuantas preguntas y pienso en dormirme cuando la pregunta de Drew hace que gire mi cabeza de nuevo hacia él - No - respondo sencillamente - No puedes decirle lo que pasó ni ahora ni nunca ¿De acuerdo? - vuelvo a remarcar por las dudas. Vendría a ayudarme y ésto es algo que necesito superar solo, no la quiero cerca y según me han recomendado recientemente puede que eso sea lo mejor para mí.

Creo que eso era lo que necesitaba para ponerme alerta porque de repente me siento incapaz de conciliar el sueño como lo quería hace unos segundos - Creo que ya puedo responder las preguntas - digo al sanador que aún sigue allí - Andrew puedes ir a la casa si quieres, pero no le digas a Lara ni a nadie, te lo prohíbo - y confío en que cumplirá pues él mismo me dijo que guardaba los secretos de sus anteriores amos.
Riley Kavalier
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
No sé como tomarme su broma acerca de su propio estado e historial con las drogas, de manera que solo realizo un leve movimiento con mi barbilla hacia abajo. Según las hojas que tengo frente a mí, el medimago que lo ha tratado en ocasiones anteriores es el mismo que se encuentra de vacaciones temporales en estas semanas por motivos personales, así que me tocará llevar a mí el caso hasta que él pueda incorporarse. Sin embargo, hay algo en el hombre que me incita a querer saber más acerca de su pasado, a querer ayudarlo pese a que lo más probable es que esté muy lejos de querer ser ayudado. Por otra parte, no deja de ser un paciente que ha pasado a mi cargo, y no me gusta pensar que no tienen solución.

Me giro para apuntar un par de cosas en la libreta que me entrega la enfermera, añadiendo un par de datos y finalizando con una firma que pone en marcha el tratamiento para el señor Kavalier. Cuando se dirige hacia mí, tengo que elevar la mirada por encima del papeleo para responder. – No tenemos por qué hacerlo ahora, señor Kavalier, podemos esperar a que haya descansado. – Le aseguro, pero como veo que ya se está preocupando por largar a su esclavo con tareas, asiento con la cabeza en señal afirmativa en lo que termino con el bolígrafo.

Les dejo un tiempo para que se aclaren con sus cosas, no queriendo meterme en asuntos que no me competen, después de todo lo menos que puede hacer ahora es avisar a sus familiares o seres queridos de que se encuentra bien. Lo cual me recuerda... – Si nos da un teléfono de contacto podemos asegurar de que a su familia le llegue el saber que está bien, si es lo que quiere. – No sé hasta que punto quiere o no que ellos se enteren, aunque personalmente si yo estuviera en su lugar me gustaría estar acompañado. No es difícil hacer el duelo solo en una camilla de hospital rodeado de gente desconocida. – ¿Seguro que no prefiere esperar a mañana? – Le doy una última oportunidad, al fin y al cabo las preguntas no van a escaparse de la noche a la mañana y lo más probable es que ahora ni siquiera se encuentre capacitado para responder con claridad.
Nicholas E. Helmuth
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Riley Kavalier
Andrew abandona la habitación y solo cuando veo desaparecer por completo su figura dejo caer mi cabeza contra la almohada. No creo que Lara vaya a preguntar por mí hasta que esté muy lejos de aquí así que confío en que estaré tranquilo hasta que me den el alta. Aunque no puedo evitar preguntarme qué será del esclavo si lo dejo así sin más en la casa, quizás las autoridades no noten mi ausencia y no vayan por él o quizás meta la pata en algún momento si lo dejo sin vigilar... Sé que tiene la orden de cuidarme a mí pero creo que de cierta forma debería hacerlo yo también.

Me preocuparé por eso luego pues ahora el sanador insiste en que será mejor dejar las preguntas para mañana ¿De verdad tardaré tanto en estar en un estado más o menos decente como para irme? - No tengo familia - miento. Llamar a mi madre no está entre las opciones - De acuerdo, será mañana entonces - concedo al final ¿Pero qué debo hacer ahora? ¿Dormir? ¿Hacer fuerzas para estar mejor? Quizás puedan encender la televisión y entretenerme con viejos capítulos de Fiendfyre, eso siempre me anima.

- Gracias - agradezco al hombre girando mi cabeza sobre la almohada para poder verlo mejor - Disculpe pero me gustaría saber su nombre - pido luego pues si algo me ha enseñado tantas visitas al hospital es siempre saber el nombre del sanador que te atiende - Y también pedirle que si conoce a la sanadora Tremblay no le diga que estoy aquí, secreto sanador paciente, por favor.
Riley Kavalier
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Apenas presto atención a la salida que hace el esclavo porque estoy más pendiente de lo que tiene por decir mi paciente. El hecho de que no tenga familia me resulta un poco triste y pese a que lo siento por dentro, no dejo que las emociones se interpongan en mi trabajo. Al final termino por asentir brevemente con la cabeza como última palabra, metiendo ambas de mis manos en los bolsillos de la bata para depositar ahí el bolígrafo que llevo conmigo. – Por ahora puede dedicarse a descansar, los enfermeros estarán en cualquier momento por si necesita algo y le trasladarán a una habitación más cómoda. – Dirijo una mirada al resto del equipo que aún no se ha marchado para recibir por su parte un movimiento de cabeza afirmativo. Las urgencias no es lugar para reposo, que es básicamente lo único que necesita mi paciente mientras el suero se encarga de liberar su cuerpo de toxinas.

Con todo el movimiento se me había pasado por completo el presentarme, aunque tampoco me hace falta por la tarjeta identificatoria que llevo al cuello. Me recuerdo que no se encuentra en estado de leer nada como para andar fijándose en ello, por lo que me animo a acercarme a su camilla. – Helmuth, si necesita de mí puede decírselo a alguna enfermera y ella se encargará de hacérmelo saber. – Le aseguro, dándole una suave palmada a su brazo como muestra de confianza en lo que sonrío levemente. Su siguiente petición me toma totalmente por sorpresa, lo cual evidencian mis cejas al alzarse en un movimiento rápido al escuchar el nombre de mi sobrina. – ¿Conoce a mi ahijada, señor Kavalier? – Pregunto curioso ensanchando aún más la sonrisa, pues verdaderamente esto es algo que sí que no me esperaba. No hay más sanadoras Tremblay por aquí que puedan confundirse con Ariadna, de manera que no puede tratarse de otra. – No se preocupe, no diré nada que usted no quiera que diga. – Aunque me gustaría saber la clase de relación que tienen entre los dos, la confidencialidad médico-paciente es algo que no puedo ignorar.
Nicholas E. Helmuth
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Riley Kavalier
Descansar es sinónimo de aburrirme hasta estar limpio supongo. Al menos sé que me darán algo para controlar la abstinencia de forma momentánea, el resto ya dependerá de mí luego pero es problema para otro día. La idea de ir a otra habitación me agrada pues tendré algo más de privacidad para... bueno, aburrirme. Quizás aquí en urgencias podría entretenerme viendo otros casos a lo lejos pero supongo que no va a poder ser. De todas formas siempre puedo dormir, creo que tengo el sueño atrasado desde hace varios años.

Helmuth, me encargaré de recordarlo para el futuro y de seguro lo haré pues cuando dice que Ari es su ahijada me dan ganas de hundirme en la almohada y pasar hacia el otro lado mágicamente. De hecho hago lo primero y contengo la risa por mi mala suerte, dicen que uno debe reír para no llorar ¿No? Pues creo que éste es el caso - Ella atendió mis primeros problemas graves con las drogas y por alguna razón decidió ser mi amiga de todas formas luego de eso - comento  sin apartar los ojos del techo, ya no puedo mirarlo, sé que no soy suficiente amigo para su ahijada, no sé si una mala influencia pero definitivamente no digno de su amistad - Gracias - agradezco luego.

Respiro profundo preguntándome a mi mismo si de saber quién era le habría dicho sobre Ariadna de todas formas y llego a la conclusión de que si. El secreto profesional es sagrado y realmente no se ve como la clase de tipo que va esparciendo chismes sobre los pacientes en el hospital ni mucho menos, aunque no puedo confiar mucho en mis ojos pues hace no mucho estaba viendo dragones, unicornios y elfos domésticos bailando música de hace cinco siglos atrás - No le quito más tiempo, seguro tiene más pacientes que atender - digo al final en un amable intento de que me deje solo - Gracias, de nuevo.
Riley Kavalier
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