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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    2 participantes
    Ariadna T. Tremblay
    Miembro de Salud
    Recuerdo del primer mensaje :

    Sabía que habían cosas peores en el mundo, la pobreza, el hambre, las enfermedades, guerras y podía continuar con una extensa e interminable lista mental. Por esto mismo Ariadna se regañaba a si misma, estar triste o enojada con lo que había sucedido en las últimas semanas, que era nada comparado con lo que sufrían y se enfrentaban los demás, era una estupidez.
    Tenía que dejar de apartar a las personas de su vida o terminaría como su...No, tampoco así.
    Aprovechando el día libre lejos del hospital, durmió hasta pasado el mediodía e incluso se perdió el almuerzo. Como era algo que jamás hacía, su pobre elfina se preocupó bastante por la salud de la rubia.

    El celular vibró en la mesita de luz y aunque intentó volver a conciliar el sueño, no pudo. Estiró su brazo con mucha pereza, tanteó la madera con los dedos hasta encontrar el aparato y sin sacar la cabeza debajo de las sábanas, leyó el mensaje que su padrino le había enviado.
    Solía verlo casi todos los días en el hospital, pero durante las pasadas semanas había tanto trabajo en todas las áreas, que simplemente perdió la cuenta de cuándo fue la última conversación con el hombre que consideraba un padre.
    No podía ignorarlo.
    Envió la respuesta estando aún algo somnolienta y luego de estirar su cuerpo hasta escuchar los pequeños crujidos quejosos, caminó hasta el baño privado para tomar una ducha fresca.

    Con un bonito sombrero y gafas oscuras protegiéndola de los rayos del sol, caminó entre la multitud eufórica. No entendía cómo podían seguir emocionados y festejando lo ocurrido con el Distrito 14. Si eran terroristas, pero no sólo ellos había perdido, también algunos aurores no ganaron la batalla dentro de las habitaciones del hospital.
    Se envolvió a sí misma entre sus brazos y continuó avanzando hasta el café pactado para el encuentro. No tomó asiento, la idea de una caminata por el largo parque de en frente, resultaba más tentadora que poner algo dentro de su estomago.
    Aguardó la llegada del hombre y cuando lo tuvo en frente, sonrió enseñando todos los dientes. Claro que terminó envolviendo el torso masculino en un fuerte abrazo, algo que no hacía con Eloise desde hace mucho. —Padrino...— Murmuró. En verdad le venía muy bien aquel encuentro fuera del ámbito profesional.
    Ariadna T. Tremblay
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    I'll be living one life for the two of us||Nicholas. - Página 2 IqWaPzg
    Ariadna T. Tremblay
    Miembro de Salud
    Un pequeño pájaro, bastante colorido, juntaba ramitas para armar su nido en la cima de un árbol. Ariadna lo siguió con la mirada un par de veces, sin olvidar que su padrino le estaba dando un buen consejo que en verdad necesitaba.
    El gesto afectuoso la tomó por sorpresa, no estaba acostumbrada a recibir abrazos y por esto mismo no tardó en acomodar su cabeza, sobre el hombro de la figura paterna más cercana que tenía. —Lo intentaré...¿Tú te has hecho daño al interponer los sentimientos?— Preguntó mientras su brazo rodeaba la espalda baja masculina y se mantenía allí. —Objetiva como un robot sin sentimientos.— Bromeó sin borrar la diminuta sonrisa de su rostro y soltó un ligero suspiro de sufrimiento. —Lo único que espero es que con los años todo se vuelva más llevadero. No tienes ni idea lo que me dolió ver a este niño pequeño.— Alto ahí, rubia. No digas más.

    El gesto de duda no pasó desapercibido y la rubia mientras se apartaba para caminar con mayor comodidad, rió. Estaba segura de que no sería el primer trago de su primo, pero le gustaría ver a su padrino en la situación planteada: Con ella y Oliver dentro de un bar, donde probablemente ambos intentarían buscarle una pareja o dos.

    Cuando el hombre estuvo de acuerdo, Ariadna se acercó al carrito y pidió un vaso de ensalada de fruta de estación, ya que se veía refrescante, recientemente hecha y dulce. —Gracias, pero no deberías, puedo pagar por mi.
    Probó los primeros bocados mientras esperaban por el café de Nicholas y cuando este entregó las monedas a la señora, caminó hasta la porción de césped cuidado y con delicadeza se dejó caer hasta quedar sentada. Estiró las piernas, las cruzó ya que llevaba una falda y apoyó con cuidado la espalda en el tronco del árbol. —¿Y tienes idea de cuales son algunas de las opciones?— Levantó la mirada hacia el rostro de su padrino, al tiempo que llevaba una cucharada de ensalada a su boca.
    Aunque no lo estaba demostrando con sus expresiones, en verdad estaba feliz de haber aceptado la invitación de el brujo. Salir de casa hacia un lugar que no fuera el hospital, pasar el rato con un conocido, lejos de todo, le había devuelto un poco el buen humor. Además la fruta estaba deliciosa al igual que el clima.
    Ariadna T. Tremblay
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    I'll be living one life for the two of us||Nicholas. - Página 2 IqWaPzg
    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Le doy un trago al café en mis manos para después rascarme la barbilla pensativo ante su pregunta, lo que me recuerda que debo afeitarme pronto, no que la lleve larga pero me incomoda siquiera que no esté completamente ausente. - Una vez tuve un paciente joven, llevaba muy poco tiempo trabajando y era inexperto, entablé una relación bastante cercana con su madre. Como médico siempre quieres tener a los parientes en el lado bueno, pero cometí un error, le prometí que no le pasaría nada su hijo, que estaría bien. - Tomo aire para llenar mis pulmones una vez los recuerdos comienzan a aflorar en mi cabeza. Hago un gesto con mis cejas alzándolas muy rápido para dar a entender como terminó todo sin tener que mencionarlo, al mismo tiempo que bajo la mirada hacia el vaso antes de volver a posar mi mirada sobre mi sobrina. - En un trabajo así, no puedes prometer nada que sea incierto. - Al final por muy bien que esté alguien o por muy buen pronóstico que tenga, cualquier mínima cosa o fallo puede torcer el resultado esperado. Lo aprendí por las malas, pero jamás volví a cometer el mismo error.

    - Bueno... un robot tampoco. Lo suficiente para que tus pacientes sepan que te preocupas por ellos, pero sin llegar a comprometerte demasiado. - Para estas situaciones es conveniente recordar el dicho de que lo mejor para guiarse en la vida no son los extremos, sino el punto medio. Claro que encontrar ese punto requiere de mucha experiencia que muchos no encuentran hasta pasados ya los cincuenta. - ¿Era un niño? No lo mencionaste. - Murmuro cauteloso ante la reacción que pueda tener, si no ha querido mencionarlo ha debido de ser por algo, puesto que los pacientes pediátricos suelen ser los que más se recuerdan por su corta edad. Es por eso que yo prefiero tratar con personas más adultas, no es que no merezcan el mismo respeto ni nada por el estilo, pero la ingenuidad y pureza de un niño es algo que no puedo contener por la misma razón que no podría soportar a mi hijo sufriendo.

    Alzo las mejillas pegándole otro sorbo a mi bebida, la cual ya casi me he terminado con tan solo dos tragos. - Lo sé, pero en ocasiones me gusta encargarme de mis obligaciones como padrino e invitar a mi ahijada aunque sea una joven independiente. - Le digo a modo de broma con una pizca de orgullo. Ariadna siempre tendrá un pequeño hueco en mi corazón, pues a pesar de no compartir sangre, la quiero como si fuera una hija mía más. Me subo un poco los pantalones antes de doblar las rodillas para sentarme en el suelo, soltando un suspirito y poniendo cara dramática para darle a entender a mi sobrina que el hacerse viejo tiene sus consecuencias. - Esa pregunta es mejor que se la formules a él, porque para mí cada día me viene con una propuesta diferente. - Termino por reírme porque al final es algo por lo que todos pasamos, unos lo tienen más claro y otros tienen que tomar el camino largo y dedicar unos años más a encontrar su pasión, pero el tiempo no importa si uno termina por el buen camino. - Le gusta el quidditch, pero no creo que quiera dedicarse a ello profesionalmente, lo considera más un pasatiempo, aunque no lo juega mal. No sé cuando será su próximo partido ahora que la temporada ha terminado, pero puedo llamarte si un día te apetece ir. - Si a planes se quejaba, ya tiene a su tío para organizarle una cena con película e invitación directa al partido de su primo.
    Nicholas E. Helmuth
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    Ariadna T. Tremblay
    Miembro de Salud
    La bruja prestó atención a la historia relatada por su padrino, varios de sus colegas y compañeros le habían contado una parecida, incluso sus profesores pasaron por algo similar cuando entablaron una relación más afectuosa con sus pacientes y por esto mismo el único error que no había cometido, era hacer promesas que no sabía si podría cumplir.
    Asintió con la cabeza entendiendo el final que tuvo el niño y el sabor dulce de la fruta en su boca, se tornó un poco agrio. —Creo que precisamente con eso, no tendré problemas.— Comentó sujetando su vaso de ensalada con ambas manos mientras caminaba hacia el bonito espacio en el verde césped.
    El día del accidente, Ariadna se había despedido de su padre con un fuerte abrazo y como estaba comiendo una paleta frutal, sin querer manchó su mejilla con pegote de mango. Él no la regañó, se rió y besó su frente, antes de dar la media vuelta y abandonar el hogar con el bolso colgando del hombro.
    Allí es cuando la niña comprendió lo fácil y débil que es la vida humana, como se evapora y apaga en un abrir y cerrar de ojos...Como todo cambia en un parpadeo.

    La pregunta de Nicholas le sacó una diminuta sonrisa y en respuesta sólo se encogió de hombros, al tiempo que arqueaba ligeramente las cejas. —Por lo general los niños que vienen a mi área, son por confusión y miedo de los padres. Es muy extraño que sean casos en serio, casi siempre atendemos a quienes están expuestos a las criaturas por sus trabajos, aurores, cazadores, pescadores...—Y la lista continuaba. —No creí que fuera necesario, es todo.— "Si, porque si dices la verdad, tendrás graves problemas" Respondió la vocecita dentro de su cabeza, "Él no lo entendería".

    Apartó sus cabellos del rostro y movió el vaso en círculos lentos para mezclar el jugo con las frutas, luego la risa escapó de sus labios. —Agradezco eso, sin embargo debo corregir tú error, ya que aún no soy independiente por completo.— Ariadna podía dejar la casa de su madre cuando quisiera, pero ese era el problema, no quería. Ella era su única familia junto con Nicholas y Ollie, ni siquiera pudo conocer a sus abuelos, no tenía tíos, tías, primos, nada. Desde siempre fueron ella dos y no perdería eso.
    Se acomodó sobre el césped, apoyando la espalda contra el tronco y sin intenciones de ser maleducada, cuando observó que su padrino intentaba agacharse tal y como ella lo había hecho, trató de imitar con su boca el sonido que hace la madera vieja, ese crujido irritante y aterrador. Claro que no le salió para nada bien y sólo terminó riendo. —Lo haré en la cena, tal vez te sorprenda y siga tus pasos.— Sonrió y apoyó su cabeza en el hombro masculino durante unos segundos.

    Al volver a incorporarse para continuar comiendo su ensalada de frutas, observó a los brujos y brujas que paseaban frente a ellos. —Hace años que no piso un estadio de Quidditch, volvería sólo por los deliciosos bocadillos.— Bromeó aceptando la segunda invitación. Al parecer Nicholas se había tomado muy en serio eso de que debía abandonar un poco la casa y el trabajo, si seguían hablando, terminaría con veinte planes nuevos para agendar y no olvidar.
    Ariadna T. Tremblay
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    Nicholas E. Helmuth
    Miembro de Salud
    Soy el primero en reconocer que perder a un ser querido no es algo que se pueda asimilar de forma fácil, e incluso, basándome en mi propia experiencia, nunca se llega a superar del todo. Perdí a mi mujer cuando dio a luz a lo que hoy en día es lo más importante en mi vida, y pese a tomar la decisión de seguir adelante, no fue algo que pudiera hacer solo, hay días que me despierto por las mañanas sintiendo su presencia a un lado de la cama. La pérdida es algo que siempre se queda con nosotros, recordándonos lo sencillo que es salir herido. Es por eso que tengo que dirigirle una mirada sincera, apenas dibujando una sonrisa triste con mis labios en lo que dejo escapar un suspiro. Es de esa manera que sacamos lo mejor de las situaciones adversas, y en este caso es la relación que mantuvimos los Leblanc con los Helmuth pese a las dificultades.

    Asiento con la cabeza, comprendiendo lo que me dice sobre los niños, yo mismo he tratado con ellos en más de una ocasión, y en más de una los hemos perdido también. – Por eso es bueno que no te guardes lo que sientes, Ari. A veces las palabras no son suficientes para hacernos sentir mejor, pero ayudan. – Porque es lo que siempre va a quedarnos, el consuelo que podemos ofrecernos entre nosotros. La familia está para eso, puede que haya momentos en los que no nos comprendamos, pero siempre estaremos ahí para ellos, en las buenas y en las malas. – Bueno, la independencia siempre llega tarde o temprano, no tengas prisa por eso. Además, puede que tu madre no pase tanto tiempo en casa, pero de seguro le agrada llegar del trabajo y tenerte allí. – No hay duda de que tienen sus cosas y sus diferencias, que en los últimos años su relación no ha sido de las mejores, pero se quieren, solo se tienen entre ellas, sin contarnos ni a mí ni a Ollie.

    Bajo la mirada hacia mi café, jugando con el líquido mientras le doy un par de vueltas al interior con la mano teniendo cuidado de que no se desborde. Le doy un último sorbo a lo que queda antes de sonreír por ese gesto cariñoso al apoyar su cabeza sobre mi hombro. Me da tiempo a posar un beso fugaz sobre su cabello antes de que se reincorpore como si aún tuviera diez años. Parece mentira que se haya convertido en una mujer adulta cuando hace nada y menos solía tenerla subida a mis hombros. – Te alegrará saber entonces que los siguen haciendo, cuando empiece la temporada de nuevo te avisaré, estará bien ir con alguien más que no sean padres gritones. – Me rio. Creo que yo nunca he puesto en ridículo a Oliver como lo hacen los padres fanáticos de sus compañeros que gritan por cualquier infracción y se toman el juego demasiado en serio.
    Nicholas E. Helmuth
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