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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    Hago girar la sortija sobre la superficie limpia de papeles del escritorio, la entrada de luz por la ventana le devuelve el aura de brillo que perdió con los años. Tengo las carpetas apiladas a la distancia de mi brazo, no hace falta que vuelva a ver las fotografías porque tengo esos rostros grabados en mi mente, los veo con cada vuelta del anillo y detengo con mi mano ese andar, lo oculto debajo de mi palma como si así pudiera apagar todos esos pensamientos. Encontrarme con un chico que tiene la edad de quien estoy buscando puede ser coincidencia, que tenga este anillo es una segunda coincidencia por la que no se puede acusar al azar. Se inicia un patrón y tengo el teléfono a mano para llamar, pero no me decido a hacerlo.

    Pienso en acudir a Ivar que me dijo que ayuda a los huérfanos del norte, para ponerlo al tanto de que hay un grupo que podría necesitarlo. Adoptar una postura paternalista sobre estos chicos y decidir por ellos que es lo mejor. Pondría bajo sus ojos a un muchacho que podría no ser un huérfano cualquiera, ¿y quiero compartir con Ivar esta sospecha? No se trata de si quiero o no, si creo que debo hacerlo o no, esperaría que se me diera como una reacción natural llamarlo y contarle todo, si es que quiero recuperar una vieja posición que me colocaría de su lado, como debería ser. No debería pesarme como una traición hacia Hans si eso acomoda las piezas en su lugar, al final de todo estará esa línea por cruzar. Pero postergo un día más el tener que hacerlo. Guardo las carpetas para sacarlas de la vista, de la mía principalmente, las escondo en el fondo del cajón donde confino viejos proyectos y patentes que heredé de mi padre.  

    Se cumplió una semana desde mi acuerdo con Ken, y a lo largo de los días en que me atormenté de especulaciones, lo único que saqué en claro es que lo que decida hacer no puede afectar la vida de este chico. Tomo la alianza con dos dedos y lo levanto a la luz, quiero creer que cada persona está a cargo de su destino y no importa que sea un chico de dieciséis años, es su derecho. Acabo por juntar todo lo que creo que puedo necesitar en una nueva visita al distrito 12, y como es costumbre, digo un par de mentiras cuando la mala suerte me obliga a responder al llamado de mi madre antes de salir. En vez de encerrarme a ajustar los detalles de un plano como le dije que haría, estoy deambulando por el mercado, fingiendo interés por tonterías, y cuando da la hora aproximada a nuestro anterior encuentro, me acerco al puesto de enlatados para esperar a Ken. Siento la sortija en el bolsillo de mi pantalón, pero no quiero que vuelva a verla hasta no tener algunas respuestas de su parte. Cuando por el rabillo noto que alguien se acerca y tengo la confirmación de que se trata de él, pago al vendedor por unas cuantas latas. Muevo la barbilla en dirección a la salida del mercado para marcarle el camino y espero que me siga. —¿Cómo ha estado todo?— lo saludo por arriba de mi hombro. —¿Lo llevan bien?
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    Kendrick O. Black
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    Lo dudo tanto que algo me dice que estoy cometiendo un error. He pasado una semana fastidiosa, debatiéndome entre lo correcto y lo incorrecto y sintiendo que estoy dando un paso en falso tan grande que no sé si debo temer o no. Es una suerte que Kyle apoye mis ideas, pero al mismo tiempo temo por el día en el cual tenga que ser sincero con el resto del grupo. Lo que más me duele, por obviedad lejana, es tener que mentirle (u ocultarle, lo que viene a ser lo mismo) a Delilah. Porque… ¿Cómo se supone que ponga en palabras todo lo que ha pasado, frente al grupo de personas que estoy arrastrando conmigo? ¿Y nos estoy poniendo en riesgo o solo estoy siendo paranoico? ¿Cómo sé en quién debo confiar y en quién no, cuando los adultos que me guiaron toda la vida me dijeron que no debo fiarme de nadie? Aún así, esas latas nos han mantenido con la panza satisfecha, las heridas fueron curadas, parecemos un poco más humanos…

    Por eso es que ni siquiera pido compañía cuando me marcho y lo hago temiendo el haber dudado demasiado, tanto que no voy a encontrarla. En mi poca vida dentro del distrito doce, no he encontrado nada que pueda serle de ayuda. Huérfanos hay cientos y me hace pensar que ella está buscando una aguja en un pajar. Las personas te miran con desconfianza, así que hacer muchas preguntas es algo que no veo válido. Y carecer de mucha información me deja con recursos limitados. Tengo las manos en los bolsillos y la cabeza algo gacha cuando consigo meterme en el mercado, ese lugar que ya me conozco de memoria a pesar de no haber venido demasiado. Puede que sea porque no es muy grande, pero aún así estoy orgulloso de esa pequeña proeza. La veo antes de que ella me vea a mí y me acerco, tratando de mantener el aire casual. De todos modos, su voz me indica que me ha visto y eso me hace suspirar de alivio, porque no tenía idea de cómo iniciar esta conversación. Le respondo con un movimiento de hombros un poco pesado y desganado y hago una muequita — Dentro de lo que cabe… — en lo que a ella respecta, solo somos un grupo de huérfanos que siempre han estado solos. Si la vida es una mierda, debería ser cosa de todos los días.

    Empiezo a caminar a su lado, por lo que tengo que apretar un poco el paso hasta ir a su ritmo — No he encontrado nada muy útil — le digo casi de inmediato. Hablo en voz baja, aunque el aire con el cual me muevo intenta ser casual; tanto que creo que estoy exagerando, así que me esfuerzo por no caminar con movimientos tan pomposos de los hombros — Hay cientos de adolescentes en el norte muertos de hambre, muchos de la edad que tú buscas. ¿No tienes algún dato más? ¿Nada de lo que aferrarte? — tiene que haberse olvidado de algo, sino no entiendo qué se supone que está buscando. Lara debería tener más cosas a favor que yo, si consideramos que ella viene de la ciudad y yo de la ignorancia.
    Kendrick O. Black
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    Invitado
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    «Dentro de lo que cabe…» es un mundo. Si tengo que restringir las posibilidades a lo que se puede apreciar de la vida en el norte, estos chicos siguen esforzándose por su supervivencia. Recorro con una mirada todo el mercado, los puestos que vamos dejando atrás al encaminarnos a la salida, los rostros marcados por arrugas de cansancio o con gestos que delatan sus mañas. Estos chicos están creciendo en un sitio como este, y me gustaría decir que eso me quita el sueño por las noches, me avergüenza un poco reconocer ante mí misma que no es así. El sentimiento de culpa se manifiesta durante el día, cuando camino a la par de una persona que me recuerda todo lo que está mal. Hay una opresión en mi pecho diferente a otras que sentí en otras ocasiones, con otras personas, al acompasar sus pasos con los míos. Rozo con mis nudillos allí donde el aire se me estanca por tener que callar mi sospecha, miro al frente para que no pueda ver mi expresión.

    No esperaba que tuvieras más suerte que yo en unos pocos días— lo consuelo, en especial si tenemos en cuenta que le di pocos datos y algunos erróneos. —¿A ti como te ha ido en tu búsqueda?—. Sí, puede ser que estoy desviando la atención hacia otro lado, si bien me sirve lo que pueda contestarme. Necesito saber si todavía necesita de lo que pueda ofrecerle o si encontró al salvador que lo alejará, si es así doy por hecho de que perderemos el contacto, se me escaparía entre los dedos y a quien tengo que aferrarme es a él hasta que sepa quién es en verdad. —No pensé que habría tantos chicos, es más triste de lo que pensé…—. Estoy a punto de preguntárselo a bocajarro, aprieto mis pasos hacia la salida mientras me calmo y nos distancio del bullicio del mercado para la ilusión de que podremos conversar a solas. Podría decirle que el niño o la niña que buscó tuvo una madre squib y un padre que murió antes que naciera. ¿Cómo voltearía entonces ese interrogante hacia él? ¿Cómo eran sus padres? Me giro de perfil hacia él. —¿Te acuerdas que te dije que cualquiera podría ser este chico? Creo que a estas alturas, su tío podría aceptar a ciegas a quien le lleve…— miento. —De todos los chicos que hay en el norte, solo sería encontrar a alguien cuya historia encaje con unos pocos detalles. Podría darle esa oportunidad a cualquiera para que salga de este distrito, de las condiciones en las que viven— voy improvisando mi discurso, no tomo aire al hablar, cada palabra me sale una tras otra y la presión en mi pecho se intensifica. —¿No… te gustaría tomar a ti esa oportunidad, Ken?— incluso uso un tono esperanzador, como si lo estuviera eligiendo primero para una oferta única en la vida, de esas que solo se dan una vez. —¿Tienes familia que reclame por ti? ¿Padres? ¿Abuelos? Si no es así,… tal vez… podrías…— se lo dejo como una posibilidad abierta, puede tomarla o rechazarla. Espero que la rechace.
    Anonymous
    Kendrick O. Black
    Fugitivo
    ¿Que cómo ha ido mi búsqueda? De momento, no demasiado bien. He estado esperando a que Kyle consiga algo de información, pero las cosas son complicadas. Así que le respondo de forma escueta, me encojo de hombros para indicarle que no tuve suerte y eso es todo. No confío tanto en ella, al menos por ahora, para darle esos detalles. La sigo por los pasillos del mercado con pasos de autómata, mordiendo mi lengua para tragarme un comentario digo de alguno de mis tíos. Porque es obvio que la gente que no es del norte no se percata de las necesidades ajenas ni de su inmensidad, pero no quiero ser descortés con ella. Eso sí que no se lo ha ganado.

    Pero me salta con un discurso que no me espero, uno que hace que reduzca el ritmo de mi paso para poder mirarla mejor y asegurarme de que está hablando en serio — ¿Qué...? — la incredulidad tiñe las facciones de mi rostro hasta que me detengo en seco, mirando a mi alrededor como si alguien pudiera juzgarme por los pensamientos que estoy teniendo. Una vida cómoda, con todo a mano luego de todo lo que ha pasado, es una tentación enorme. Y aún así... — Jamás podría hacer eso. Le estarías mintiendo a alguien que solo quiere recuperar a su familia y es deshonesto — y resulta que a mí me lo hicieron. De manera diferente, claro está, pero la idea es la misma. Yo no podría vivir con una mentira tan grande a cuestas y mirar a esa persona a los ojos.

    Para lo siguiente que voy a decir, me cruzo de brazos en una actitud que denota tanto incomodidad como defensa. Doy una suave patadita a una piedra pequeña del suelo y retomo el andar, a pesar de hacerlo mucho más lento que antes — Nadie va a reclamarme, ya vengo haciéndome la idea de será así — puedo buscarlo, pero él no ha reclamado a su hijo por más de quince años. ¿O sí lo hizo? Intento no ser tan optimista, porque sé que la disolución sería peor en caso de encontrar algo que no quiera — Mi mamá... bueno, no sé nada de ella, solo que murió cuando yo era bebé. Jamás conocí a nadie. Esto es todo lo que soy — y me señalo a mí mismo de forma completa, porque no sé si eso es algo bueno o algo malo a estas alturas. Solo lo acepto como la total realidad.
    Kendrick O. Black
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    Invitado
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    Me habría bastado una negativa después de dar una o dos vueltas a la posibilidad de poder abandonar la miseria del norte, no lo habría juzgado duro por considerarlo. Su fuerte rechazo a la mentira me llena del orgullo que se siente por aquello que todavia no fue corrompido, habla mucho de su carácter y me tardo al menos un minuto en asociar a este chico con aquel que buscan, el que nació de familia pública sobre la que pesó el castigo social por los crímenes cometidos. —Lo sé, está mal...— murmuro con vaguedad, con una nota difusa de angustia. -Pero algunas mentiras son necesarias, hay personas quebrantadas o llenas de remordimientos que necesitan de la paz que le pueda dar una mentira, y otras almas libres, en paz, a quienes una verdad puede atar y atormentar- digo, pensando en cómo sería revelarle a este chico o a otro, que su destino está marcado por sus antecesores. Es libre mientras no lo sepa, no querría quitarle eso. —No me hagas caso, supongo que me amargué con un par de mentiras. Pero valoro la verdad, admiro tu honestidad y se que está mal lo que te propuse— sonrío hacia él. La valoro aún más con cada nueva mentira que me toca decir y añado a mi colección. —No dejes que nada te quite eso. Todos tenemos dentro algo que nos hace quienes somos y cuando nos quitan— tengo la sensación de que esta charla la tuve con anterioridad —no lo recuperamos. Debemos protegerlo a toda costa.

    Aminoro mis pasos para acoplarme a los suyos, y tomo su hombro con mi mano para un apretón suave cuando habla de su familia, le debo al menos este gesto por estar indagando sobre su historia personal para saber qué hacer. —Lamento mucho lo de tu mamá— lo digo con sinceridad, puedo sentir compasión por su pérdida. Muchos años estuve enojada por la muerte de mi padre, pero hay quienes nunca han tenido uno. El dolor que sentí me cegó a ver que todas las personas tienen sus propios conflictos y duelos internos, y no es hasta que entendí esto, que pude ver que hay personas que son capaces de sobreponerse a mierdas peores y no podía seguir maldiciendo al universo. —Si no conoces a nadie más...— me pesa tener que insistir con esto. —Sí podrías ser el chico que busco, Ken. La mujer de la que te hablé escapó de casa y vino sola al norte, su hijo era todo lo que ella tenia... y sin ella, ese hijo... sería un huérfano más— respiro, tomo precaución antes de continuar. —Podría ser solo una coincidencia, ya lo dijiste, hay demasiados huérfanos en el norte. Lamento, en verdad lamento, que no conozcas a tu familia— me dolería aún más llevarla como cordero de sacrificio a los tribunales. —¿Sabes algo de tu padre? ¿Lo que sea? ¿Su nombre?... ¿si está vivo?— continúo, de manera en que pueda creer que sólo me impulsa querer ayudarlo.
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    Kendrick O. Black
    Fugitivo
    Algunas mentiras son necesarias. He estado tratando de comprender ese contexto desde hace semanas, pero sigo sin encontrar una lógica que acepte. Una mentira puede aminorar el impacto, pero siempre será una mentira. Siempre habrá una verdad faltante y las consecuencias llegarán tarde o temprano. ¿Echo sentía esa paz? ¿O solo intentó dármela a mí y le salió el tiro por la culata? — Ya me han mentido demasiado, así que dudo perderlo — porque aprendí que no hay que hacer a los demás lo que no te gusta que te hagan y es una ley básica de niño de cinco años. Intento devolverle la sonrisa, pero solo se queda a medias y no es más que una expresión vaga, casi efímera.

    El apretón en mi hombro es un gesto familiar y lo relaciono automáticamente con mis amigos, así que eso ayuda a que no me aparte en esta ocasión. Busco quitarle importancia a la pérdida con una muequita y una sacudida de la mano, pero sé que no es muy convincente. Jamás la he conocido, pero desde que me fui del catorce puedo sentir su pérdida de una manera mucho más personal. Porque siempre creí que esa mujer había decidido abandonarme y estaba en algún lugar recóndito, para luego enterarme que en realidad me dejó porque la muerte optó por llevársela y siempre estuvo más cerca de lo que pensé. La perdí dos veces cuando jamás llegué a tenerla, no de verdad, y eso duele incluso más que la mentira — Espera… — mis pensamientos pesimistas hacen que vaya un poco más lento en la conversación, así que me demoro en girar mi rostro hacia el suyo con ojos cargados de sospecha — No tiene sentido nada de lo que estás diciendo. Porque dijiste que se fue hace diecisiete años, no dieciséis. No hay manera en que sea una coincidencia porque los datos no coinciden — uso mis dedos para entrelazar ambas manos en un intento de graficar lo que estoy diciendo — ¿Acaso tienes una fecha límite para entregar tu trabajo y por eso la urgencia? — si está apretada con sus responsabilidades, yo no seré su conejillo de Indias.

    Pero ella insiste y hay algo en esto que me produce cierta incomodidad, lo demuestro en mi manera de apretar el paso y rascarme los pelos de la nuca, los cuales están más sucios de los que solían estarlo en casa — No, nada. Solo… — ¿En qué podría dañarme una información que no comprendo y que, justamente, no dice nada? — Solo me dijeron que no lo busque. Y sé que si me lo dijeron por algo será, pero quiero hacerlo. Quiero preguntarle cientos de cosas y saber si puedo tener un hogar… no puedo vivir por siempre en la calle, ¿O sí? — quizá estoy siendo demasiado optimista porque sé que hay gente que pasa sus vidas en la miseria, pero me niego a terminar de esa forma. Me detengo cerca de uno de los oscuros callejones que sobresalen del mercado y contengo el aire, no por la peste, sino porque me volteo a ella con cierta inquietud que se delata en como golpeteo los dedos contra mi costado — ¿Por qué tantas preguntas?
    Kendrick O. Black
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    Respiro lentamente para demorar una respuesta. Los dedos que uso para quitar los mechones sobre mi rostro y llevarlos hacia atrás se hunden en el trayecto haciendo presión contra mi cuero cabelludo. Estoy a una palabra de seguir mintiendo, lo que me arrastraría por un camino del que se haría complicado regresar. El que haya muchas personas que lo engañaron debería hacerme sentir mal, detenerme en el momento en que separar mis labios para contestar, obligarme a arrojar la verdad. —No tengo una fecha límite y no me molestaría estar años dando vueltas por aquí buscando a este chico— todo lo digo con la mirada apartada de su rostro,—pero las respuestas a las búsquedas son necesarias, ninguna puede ser eterna. Se necesita una conclusión. Sé que lo entiendes— murmuro. Cierro los ojos cuando habla de la oportunidad de un hogar si encuentra a su padre, y es que lamento mucho que sea un niño que perdió a su madre al nacer, pero si tenemos que empezar a poner nombres a los fantasmas, su caso no es el mismo que el de otros niños huérfanos. Hay quienes no van a sentir empatía por su pérdida, hay un par que lo esperan para juzgarlo por culpa de nacimiento, ciertamente no hay un hogar.

    En el momento en que se queda aguardando a que le conteste, me divido entre darle la verdad que dice valorar y que nos involucraría a ambos en la gran incertidumbre de no saber si esto se reduce a un juego perverso de coincidencias o hacer de esta sospecha un secreto privado. Porque la verdad no le dará nada de lo que quiere. —El padre del chico que estoy buscando está muerto, Ken— digo, esta vez buscando sus ojos. —Hay personas que lo estamos buscando, pero encontrarlo también lo pone en peligro. Estas familias… no son las familias de ensueño— espero un poco más a desmentirme sobre el tío adinerado que paga por hallarlo. Me paro delante de él con una expresión grave, se cruzan mil pensamientos contradictorios en mi mente, el deseo de huir también está presente. Pienso en quien podría acudir para que me de certezas y que no sea una amenaza para él. —Si quieres saber la verdad, Ken, yo no puedo dártela porque solo tengo coincidencias y sospechas…—. A este punto ya no tengo dudas sobre qué hacer y a quién acudir si tengo que hacerlo. —Sinceramente quiero ayudarte— murmuro. —Esto es entre tú y yo, nadie más. Tengo un amigo que trabaja en los laboratorios del ministerio y si quieres… podríamos rastrear en la base de datos—. Oh, Morgana. Riley va a matarme.
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    Kendrick O. Black
    Fugitivo
    Sé que todo tiene un final, solo espero que en mi vida no sea una muerte sin tener respuestas a lo que siempre me he preguntado. Su búsqueda no será eterna y la mía tampoco, pero eso no es excusa para llevarme en nombre de alguien que no sabemos quién es y que perderá la oportunidad de recuperar su identidad, algo que yo he buscado desde que tengo uso de razón. No puedo quitarle a alguien más lo que yo siempre he añorado y espero que lo entienda, en especial cuando no le contesto pero sí le regalo una expresión reprochadora de labios apretados. Ese no soy yo, el de las injusticias no es alguien a quien reconozca dentro de mi propia persona.

    Su resolución tajante sobre la familia de este desconocido me golpea como una verdad desconcertante, porque no sé por qué me está diciendo todo esto y repentinamente, el escenario prometedor de una vida tranquila se convierte en una zona peligrosa según sus palabras. Apenas me doy cuenta de que llevo la mano al bolsillo y la dejo ahí dentro, pero ésta se encuentra rodeando los dedos en la varita, más por impulso que por deseos de usarla — No comprendo — me siento un estúpido al insistir con ello. Siento que estamos teniendo una conversación donde solo manejo la mitad de la información y no tengo el talento de leer mentes, para mi desgracia — ¿Por qué repentinamente crees que yo pueda servirte? ¿Qué es lo que sabes? — porque habla de sospechas, de coincidencias y yo no veo ninguna, salvo la falta de padres y de esos hay a montones. Para cuando quiero notarlo, estoy dando unos pasos hacia atrás, vacilando en mi acercamiento a la oscuridad del callejón — ¿Rastrear a quién? ¿Cómo? — reconozco que mi voz se endurece y mis ojos parecen dos rendijas algo brillantes. Parece que me está otorgando la solución a mis dudas muy libremente, como si fuera demasiado sencillo para ella, pero por primera vez no estoy pensando en la tentación de encontrar mis respuestas. Porque hay otra palabra en todo lo que dijo que me produce un calor desagradable — ¿Por qué tienes amigos en el ministerio?

    Casi puedo escuchar a mi padre, al hombre que me crió y no al que me engendró, gruñirme en el oído que corra. Incluso así, lo que hago es sacar la varita, pero la mantengo firme a un costado y no la levanto — Lo siento, Lara, pero no haré esto contigo. Quizá no sé mucho, pero siempre me enseñaron en no confiar en las personas de ese lugar. Y si te juntas con ellos… tú tampoco deberías ser de fiar — me duele en el alma, de veras, el saber que puedo estar rechazando algo que podría ser una oportunidad única. Pero ella habla de muertos, de familias que no son agradables, de coincidencias que se está sacando de la galera y mi instinto dice que me vaya lejos. No hace falta que mire hacia atrás para darme cuenta de que es un callejón sin salida, así que muevo la varita entre mis dedos — Si me lo permites, quisiera terminar nuestro trato aquí.
    Kendrick O. Black
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    Yo tampoco lo comprendo, ya somos dos. Las dudas que me devuelve me ponen en tensión, por un momento vacilo. Si este chico fuera un espejismo de todo lo que supone que estoy buscando, como podría ser cualquier otro de su edad, ¿qué sentido tiene insistir? Estoy tocando la nada con mis manos y se está desvaneciendo cuanto más me acerco. Pero el anillo en mi bolsillo me dice que es él, lo busco hasta rozarlo con las puntas de mis dedos y el mal presentimiento se hace más intenso. No encuentro mi voz para decirle que mis suposiciones podrían tener su confirmación en esta joya, porque tal vez... Necesito que conteste algo más, antes de tener que ir punto por punto de su interrogatorio que cuestiona todo lo que dije. —Ken, el anillo que me diste... ¿sabes de quién es?— pregunto, aún más seria para esconder mi propia turbación. No puedo esperar que siga colaborando conmigo dándome respuestas ciertas, si es poca la honestidad que le comparto.

    Camino un paso hacia él y mi mano queda pendiendo en el aire, me detengo de tomarle del brazo por precaución a su postura a la defensiva. Su varita a la vista me recuerda la mía, pero no quiero llegar a ese punto. Guardo las manos en los bolsillos traseros de mi pantalón y retrocedo, se que se irá después de esta charla y no estoy segura de si volveré a verlo, a menos que se produzca otra casualidad. Pero, ¿por qué lo retendría? ¿Para qué necesito estar en contacto con él si es realmente el chico de los Black? De todas maneras, no lo iba a entregar. Y quizá sea lo mejor, sacarlo de mi vista. —Es que no soy de fiar, nunca lo fui— murmuro, apartando mis ojos hacia las paredes sucias del callejón. -Quiero ayudarte, pero lo que está a mi alcance podría hacerte más daño que servirte de ayuda- se que sigo hablando con acertijos, vuelvo a pasar los dedos por mi pelo, tirando de algunos mechones, y al final suelto un suspiro. —De acuerdo, vamos a terminarlo— acepto. Puede que yo también esté escapando al elegir esta opción, sobre la que tendré consecuencias después. Echo la culpa a la posesión de la sortija de este mal augurio que no me abandona. —El anillo... ¿lo quieres de vuelta?—. Si se lo devuelvo, podrá buscar respuestas por su lado y no tendré nada que ver con eso, pero si lo retengo... ¿no estaría haciéndole un favor aunque no sepa?
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    Kendrick O. Black
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    Sacudo la cabeza, porque al contrario de ella, yo sí me manejo con completa honestidad. No sé cuál es su problema con ese anillo, porque solo es una baratija vieja y oxidada de la cual jamás pude descifrar la inscripción que tiene en su interior porque no conozco ningún hechizo que borre el paso del tiempo y la lluvia. Estoy seguro que, de donde proviene, hay anillos mucho mejores que este. Por otro lado, estoy seguro de que entiende perfectamente mi postura porque es lo suficientemente inteligente como para dar un paso hacia atrás, alejándose del peligro de que levante la varita. No soy tonto, sé que ella podría conmigo si quisiera, pero se me hace que ninguno de los dos quiere pasar por la incómoda situación de armar un escándalo en medio del mercado.

    ¿Alguna vez te dijeron lo irritante que es que no seas clara con lo que dices? — me quejo, empleando un tono que mi padre diría que está siendo irrespetuoso — Si quieres decir algo, solo dilo y sino, solamente no abras la boca y ya — porque ahora sé, muy a mí pesar, que no dejaré de pensar en todo lo que me ha dicho. Que le daré mil vueltas a sus palabras en mis pensamientos y que caeré en la paranoia de haber estado en contacto con alguien que es un peligro más que una ayuda. Esto me pasa por confiado, que lo sé yo.

    Así como así, el acuerdo se termina y de todos modos me las arreglo para no relajar los músculos de mi anatomía. La varita sigue entre mis dedos cuando miro el anillo, ese que me impulsa a dar un paso hacia delante. Lo hago, incluso levanto la mano para tomarlo, pero entonces la dejo caer — Hicimos un trato, así que es tuyo— no sé para qué lo querría de todas formas, pero da igual. No voy a aferrarme a ello. Doy los pasos necesarios hasta pasar por su lado, pero me detengo lo suficientemente cerca como para verla mejor. Si ella solo fuese unos pocos centímetros más alta, podría verla directamente a los ojos sin esfuerzo — Si te interesa, lo saqué de la tumba de una mujer llamada Coco. No la conocí ni sé mucho de ella, así que no es importante. Lo tomé por curiosidad, no significa nada — no hay secretos, no tiene nada mágico en el. Me encojo de hombros para señalar que queda en sus manos el tomarlo para donde quiera y me dispongo a marchar, no muy seguro de que esta sea la última vez que nos veamos. Quizá así es mejor — Espero que encuentres a quién estas buscando — y para cuando lo haga, espero estar muy lejos.
    Kendrick O. Black
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    Invitado
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    Nunca me sucedió que lo que pudiera decir determinara la vida de una persona, hasta este momento nunca importó lo que pudiera o no decir, lo enrevesada que pudiera ser con mis palabras. Podría decírselo, porque entre todas las mentiras que digo, la verdad sería lo menos creíble. Busco en su mirada un atisbo de su posible reacción, me anticipo a la incredulidad como única respuesta posible. Si fuera clara… pero tomé una decisión, incluso antes de salir de casa. No seré yo quien se lo diga, pero espero que algún día pueda descubrirlo, por eso le hago dar vueltas sobre aquello que tendrá significado para él quizás en otro tiempo, cuando esté listo para ello y que no sea solo un rumor de labios de una mujer que encontró por casualidad. El anillo es una pieza necesaria a encajar para que todo cobre sentido, y conservarlo se siente como una maldición porque no soy quien debe cargarlo. Sé que tenerlo me traerá problemas, será la prueba de quizás encontré a quien tenía que buscar y lo dejé ir. Y no me libraré de esa falta, porque las veces que una persona puede perdonar se agotan y siempre tuve presente eso, cometeré a conciencia y a voluntad los errores que me condenen.

    Se estremece mi piel al saber el nombre de la mujer que poseía este anillo, y con la salvedad de que no es herencia sino hallazgo, Ken es frente a mis ojos el final de mi deambular por el norte. —Podría significar todo— murmuro. Tengo que cerrar con fuerza los ojos por un segundo que se acaba pronto, mi voz sale pausada de mis labios al continuar: —A Cordelia Collingwood le decían Coco. Me quedaré con el anillo, pero te dejo ese nombre. Ese sí me parece un trato justo…— o no. No quiero sentir que estoy robándole algo, no quiero ser quien diga las palabras irreversibles. Apenas si lo conozco, y es un chico que todavía tiene que encontrar sus respuestas. Recuerdo que mi misión era solamente decir dónde encontrarlo, marcar una cruz en un mapa. Con suerte, no lo volveré a ver y él olvidará mi rostro en unas semanas. Yo espero olvidar su rostro. Dejo la bolsa de conservas en el suelo y le hago una seña un momento antes de darme la vuelta para irme, con lo que acabo de hacer no tengo prisa en desaparecer y regresar a mi distrito, porque lo más acertado en este momento podría ser caminar y caminar, hasta que el tiempo en todos los relojes se acabe.
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    Kendrick O. Black
    Fugitivo
    Las incógnitas no se terminan, ella se encarga muy bien de eso. Suelta unas palabras que me dejan en mudo, tratando de encontrar un significado y preguntándome si he oído ese nombre en otra ocasión. No estoy seguro, mi memoria jamás ha sido la mejor y muchas cosas se me han patinado con el paso del tiempo y sus desgracias. Es por eso que me quedo quieto mientras ella se da la vuelta, dejándome con la confusión calada en el rostro y los ojos puestos en su figura que se aleja — ¿Quién es Cordelia Collingwood? — pregunto nomas, pero no alzo mucho la voz y creo que no me escucha. Sé de inmediato que me haré esa pregunta más de una vez en los próximos días, porque parece que Lara tenía razones para darme esa información. Porque la dueña de ese anillo no parece ser un anónimo sin rostro y no puedo evitar sentir la urgente curiosidad de encontrar una respuesta. No puedo regresar al catorce y buscar su tumba porque estoy seguro que allí no queda nada, pero ahora sé que nombre buscar en cuanto tenga oportunidad. Posiblemente, no me diga nada, pero uno no pierde nada con intentar…

    Miro a ambos lados antes de tomar la bolsa de conservas y me alejo lo más rápido que puedo, a sabiendas de que debería sentir que me quité un peso de encima, pero extrañamente tengo la sensación opuesta. Porque el ministerio podría estar cerca, porque estoy seguro de que esta mujer sabe algo y porque, además, siento que simplemente la he dejado ir. Y si tratar de ser cuidadoso me convierte en un cobarde, pues me he convertido en lo que jamás he deseado ser.
    Kendrick O. Black
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