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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    3 participantes
    Lëia A. Campbell
    Recuerdo del primer mensaje :

    Los rayos del sol ingresaban a través del enorme ventanal, directo hasta sus ojos. Soltando algunos quejidos, se removió para esconderse bajo la protección de las almohadas, mas al abrir los parpados, se sintió bastante desorientada.
    Hacia poco se había mudado a la isla, aún no desempacaba varias de las cajas y todavía no se acostumbraba al nuevo dormitorio demasiado grande para su gusto.
    Quiso volver a su maravilloso sueño donde era la mejor jugadora de quidditch, pero William empezó a dockear, saltando sobre su espalda. Era hora del desayuno y no se lo iba a perder.

    Ya, ya, lo he entendido.— Se levantó y pese a que el verano ya había comenzado, se colocó una bata fina y larga sobre el pijama. Pasó por el baño y luego si, alzó a su hurón hasta colocarlo sobre su hombro y salió con rumbo dirigido hacia la cocina.
    Empujó la puerta mientras refregaba sus ojos y bostezaba, sin embargo no alcanzó a ingresar que ya tenía encima a ¿Lliane? ¿Ese era su nombre? y a los elfos que trabajaban allí. La voces se mezclaron en su cerebro todavía no muy despierto. —No, no, está bien. Yo puedo hacer esto.— Murmuró cubriendo sus oídos algo aturdida y se encaminó hacia la heladera, donde tomó un huevo y un tupper de arroz blanco que había cocinado de la noche anterior.
    William comenzó a saltar encima de la mesada y Alex tuvo que apartarlo para poder mezclar sólo la yema con el cereal. Una vez listo, dejó que se acercara para desayunar.

    Era domingo, no tenía clases y de la nada le dieron ganas de pasear unas cuantas horas por la playa.  Tal vez podía tomar sol, zambullirse en el agua o simplemente recolectar caracoles marinos ¡Si, eso era! Podía buscar los más bonitos y hacerle un regalo a mamá.
    Corrió hacia el dormitorio, dejó al hurón sobre la cama y sólo entonces cambió los pijamas por un traje de baño enterizo color blanco, vestido de playa y un par de sandalias que se anudaban a los tobillos. —No te escapes de aquí, pórtate bien.— Depositó un beso en la cabecita de William y abandonó la habitación, cerrando la puerta tras si.

    Sujetando un sombrero tipo capelina en una de sus manos y una bolsa de tela en la otra, dio pequeños brincos hasta alcanzar la puerta principal, donde se detuvo al encontrarse con sus padres, quienes recién ingresaban a la casa. —Buen día...¿Dónde estaban?— Preguntó elevando las comisuras en una enorme sonrisa, estaba entusiasmada por salir y era la primera vez que se sentía bien luego de la mudanza. —No importa, ¿Vamos a la playa? Pueden ayudarme a juntar caracoles.
    Lëia A. Campbell
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    The line where the sky meets the sea|| Zoey y Riorden - Página 2 IqWaPzg
    Zoey A. Campbell
    Jefe de Área en Salud
    La misma rubia provenía de una familia grande donde las relaciones entre los miembros de ésta eran más bien nulas, o lo habían acabado siendo con el paso de los años. Tensión, discusiones, desencuentros. Quizás por aquella razón había decido, desde un inicio, que su relación con Lëia no fuera de aquel tipo, y mucho menos cuando se vió también envuelta la familia de Alec tanto por ser su padre, como por la relación que acabó manteniendo con Riorden. Las comidas, cenas o salidas familiares no eran algo extraño, disfrutaba escuchando a su hija hablar sobre sus clases aunque hubiera estado todo el día trabajando y estuviera agotada. El tipo de familia que se había esforzado en crear era aquella, y solo esperaba que se fortaleciera mucho más con los años y las cosas no cambiaran, dentro de los obvios cambios por la edad, la relación que los unía a los unos con los otros.

    Arqueó ambas cejas en el mismo momento en el que la mención de su ‘esposo Jerek’ hizo presencia en la conversación. Adolescentes. Sabía que habría un momento en el que acabaría teniendo que lidiar con ello, solo esperaba que Lëia fuera una quinta parte de cómo fue ella, y, aún así, sería problemática. Trató de contener una risa ahogada que provocó un par de inesperadas tosidas. —Alexandra, no seas mala— trató de regañar a su hija aún con la mano en el pecho en un intento de coger aire con tranquilidad.

    En el mismo momento en el que se quitó las zapatillas, la arena se coló entre sus dedos e hizo que un escalofrío de sorpresa la recorriera. Teniendo solo unos segundos antes de que Lëia aceptara el reto con gusto, rió dándole un pequeño codazo a Riorden en busca de picarlo un poco más. —Venga, te dejaré coger las más bonitas— bromeó apretando ligeramente su mano. Esbozó una alegre sonrisa en su dirección, la cual se desvaneció poco a poco cuando volvió a enfocar su mirar en Lëia. —¿Los dos?— masculló con rápidos parpadeos —De acuerdo, si ganamos…— comenzó a hablar cuando su interlocutora comenzó una carrera a la que nadie podría ganarle cuando predisponía de tal afán de ganar.

    Hizo un ligero gesto con la cabeza a Riorden, tirando de su mano para ir en la misma dirección que su hija había tomado segundos antes. —Adelante, señor competitivo, no querrás que una niña de dieciséis años te gane en un concurso de encontrar caracolas, ¿verdad?— dijo entre tenues risas antes de soltar su mano y pasarla por su cintura para apoyar la cabeza contra su hombro mientras caminaban. —Vayamos hacia allí— indicó una zona de rocas donde se encontraba Lëia, puesto que no se fiaba del todo de la seguridad de la zona y no quería estar lejos de ella por si algo sucedía,  y encaminándose con tranquilidad pero observando de tanto en tanto la arena bajo sus pies por si alguna concha aparecía.
    Zoey A. Campbell
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    The line where the sky meets the sea|| Zoey y Riorden - Página 2 IqWaPzg
    Riorden M. Weynart
    Me acabo cruzando de brazos, en un gesto exagerado de dramatismo, para hacerme el ofendido cuando dice que no me contara la primera regla pero a mi hijo mayor sí. — Y yo que pensaba traerte una sorpresa de aquí a pocos días... — Teniendo en cuenta todo el cambio de las últimas semanas, y que probablemente acabemos adoptando a Tyler en un corto período de tiempo, quiero prestarle un poco de atención a ella también. En plena limpieza de papeleos volví a encontrar unas viejas cartas que me escribió Alec hace años, así que tengo pensadas dárselas para que conozca más cosas sobre su padre biológico. No es mucho, pero hablan de cuando vino a NeoPanem, y hasta de cuando conoció a Zoey y se enamoró de ella. Lëia nació gracias a esa relación, por mucho que yo haya adoptado el papel de padre desde hace años, y por mucho que sea la única figura paterna que ha conocido. Siempre le he explicado todo lo que he podido, pero qué mejor que leer algo que él mismo escribió.

    Me recuerdo mentalmente preparar las cartas cuando lleguemos a casa para dárselas de aquí a unos días, y en medio de mis pensamientos, escucho algo sobre un famoso de no sé qué películas. — ¿Jer... qué? — No estoy muy puesto en temas de cine porque obviamente no me sobra el tiempo, así que el nombre no me es para nada familiar, por famoso que deba ser. Ni siquiera me gusta el cine porque durante toda mi vida fue un lujo que no solíamos poder permitirnos, así que cuando mi vida cambió a mejor, es algo que dejé de lado igualmente. Creo que puedo contar con los dedos de las manos cuántas películas he visto en toda mi vida. — ¿Tú sabes quién es? — le pregunto a Zoey. Imagino que sí por cómo ha dicho el nombre nuestra hija, como si su madre fuera a reconocerlo, pero tengo que preguntarlo igualmente.

    Y si el cine me gusta poco, la actuación también. Aun así, no voy a negarme a lo que Lëia quiere si gana porque siempre he hecho cualquier cosa con tal de verla feliz. — Vale, pero... — No me da tiempo a añadir nada porque la morena sale corriendo, y lo único que puedo hacer es girarme hacia mi mujer. — Confío en tus dotes, querida esposa — bromeo tras su comentario para picarme, y le doy un pequeño golpecito en la punta de la nariz con mi dedo índice. Después, paso el brazo por su cintura y vamos hacia donde dice, mientras voy con la cabeza agachada para prestar atención por si veo alguna concha por donde pisamos. Mejor eso que no notarlo porque directamente pise una y me haga daño.
    Riorden M. Weynart
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