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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    3 participantes
    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Creo que el aire de mar no me hace del todo bien, porque me siento mareada y algo desorientada. Debe ser por eso que terminé con el culo en la arena sin siquiera poner mi abrigo debajo para no manchar mi vestido. He perdido a Hero en algún momento de la noche y no estaba muy segura de qué hacer, se supone que luego de la fiesta me quedaría a dormir en su casa, pero con esto del mareo no quería ser inoportuna; era su cumpleaños y no tenía por qué lidiar conmigo sintiéndome mal. Así que hago lo más sensato que se me ocurre en el momento y decido salir en busca de Hans; es mi padre, ¿no se supone que los padres saben qué hacer cuándo te sientes mal?

    Me doy vuelta como puedo y termino gateando un poco antes de poder incorporarme, no sin dificultad, para dirigirme al camino principal bordeando la gran mansión de los Niniadis. Aún es de noche, pero las luces iluminan la acera, y puedo distinguir un par de casas a unos metros; todas igual de imponentes, pero ninguna que me suene familiar. Tiene sentido, nunca he visitado la casa de Hans. Aún así, camino con una certeza que no creía que fuese capaz de poseer, y cuando llego a la entrada de la mansión, toco el timbre tres veces y me alejo unos pasos. La persona que sale es una mujer rubia, muy alta y muy parecida a la Ministra de Educación; tan parecida, que me veo obligada a enderezarme todo lo que puedo antes de preguntarle por la casa de mi padre.

    - ¿Acaso dices que Hans Powell es tu padre? - La sonrisa que tiene me hace sonreírle también, y luego de responderle con seguridad que sí lo es, me coloca una mano en el hombro, se agacha hasta estar a mi altura y me indica la casa vecina. Claro que antes me pregunta si estoy bien y no me deja marchar hasta asegurarle que lo estoy, pero cuando lo hace y me alejo, puedo jurar que la escucho bufar con diversión.

    Repito exactamente el mismo proceso de tocar el timbre tres veces y me quedo esperando por un par de minutos antes de tocar la puerta con algo de insistencia. ¿Acaso no estaba? - ¿Hans? ¿Estás? Sé que es tarde, pero… - ¿Pero? Estaba mareada, no era la muerte de nadie y nunca había venido acá. ¿Qué se me había pasado por la cabeza? - ¿Podrías abrir? Tu vecina dijo que esta es tu casa.
    M. Meerah Powell
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    Chandelier • Priv UD4bajj
    https://www.themightyfall.net/t8295-powell-margareth-meerah
    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    ¿Meerah?— el sonido de la voz que le sigue al golpeteo de la puerta es lo que me hace alzar la cabeza, totalmente desorientado. No sé qué hora de la madrugada debe ser, pero creo que entre todos los sonidos que hubiera esperado, mi hija no es uno de ellos. Le doy un empujón a Annie con la mano que tengo libre e intento alcanzar mi varita, esa que ha quedado demasiado lejos de mí al estar sobre la barra. No es que tenga la otra ocupada, pero la soga que me mantiene aferrado al mueble ahora mismo es más una molestia que un motivo de diversión — ¡No te quedes ahí, Annie y sácame esto! — si empieza a reírse, juro que la mato, por mucha gracia que esto podría hacerme en otra ocasión.

    Hemos decidido pasar un fin de semana juntos y eso significa que toda mi sala de estar se encuentra repleta de vasitos, botellas y snacks, además de que la ropa decora gran parte del suelo. Era una especie de necesidad, si consideramos el estrés de la semana, pero ahora mismo no puedo evitar unos incómodos nervios nuevos. No es hasta que Annie me ayuda que la soga desaparece y puedo lanzarme por algo de ropa, subiéndome los calzoncillos y aferrando entre mis dedos la remera que paso por mi cabeza en el camino a la puerta, no sin antes cerrar la corrediza de la sala para evitar cualquier momento bochornoso.

    ¿Mi vecina? — son las primeras palabras que salen de mí en cuanto abro la puerta, horrorizado de que haya charlado con Eloise a estas horas. Es su estado el que me hace olvidar ese detalle, tomándome el atrevimiento de sujetarla del brazo para hacerla ingresar en el vestíbulo — ¿Qué haces aquí, Meerah? ¿Y por qué apestas a alcohol? — por si las dudas me olfateo a mí mismo, no sea cosa de ser en realidad culpa mía. Pero... ¿acaso está ebria? ¿Qué clase de mala suerte me cargo?
    Hans M. Powell
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    Chandelier • Priv Oxzp2zI
    https://www.themightyfall.net/t8234-powell-hans-michael
    Annie C. Weynart
    Jefe de Área en Investigación
    El sonido de la puerta me desconcierta y me veo obligada a interrumpirme en mis acciones. No precisamente por el timbre, eso se puede ignorar, es la voz que proviene desde afuera lo que me toma por sorpresa, seguido del nombre que escapa de los labios de Hans. ¿Qué hace su hija de doce años fuera de su casa pasadas las cinco de la mañana? Actúo por inercia cuando me pide que lo suelte, aún confundida por todo; y lo imito al buscar algo de ropa con la cual cubrirme.

    Lo observo desaparecer por puerta que da al vestíbulo en lo que me termino de vestir, y aprovecho los momentos en los que el cuarto queda cerrado para poner un poco de orden en el lugar. No sé mucho de niños o adolescentes, pero si me baso en mi propia experiencia, la vida sexual de mis padres no era algo de lo que quisiera estar al tanto. Si pensaba que padre e hija recién se estaban conociendo, no me costaba suponer que ninguno de los dos querría tocar mucho ese tema frente al otro tampoco.

    Solo me lleva un par de movimientos de varita el dejar todo en condiciones razonables, y estoy bastante decidida a quedarme dentro del cuarto sin hacer demasiado ruido, hasta que escucho la acusación de Hans. Podía no saber nada de personas que tuvieran la mitad de mi edad, pero sí conocía bien los efectos del alcohol. Rebuscando en mi bolso luego de haberlo rescatado de abajo del sillón, encuentro un blíster de aspirinas y la botella de agua que siempre cargo a todos lados, y salgo de la habitación con ambas en mano.

    No sabía del todo que esperaba encontrar si es que en algún momento conocía a Meerah, pero sea lo que fuese que hubiera imaginado en definitiva no era lo que tenía en frente mío. - No mentías con lo del parecido. - Es mi único comentario en lo que le entrego las cosas a Hans para que él decida cómo tratar con su hija.
    Annie C. Weynart
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    Chandelier • Priv IqWaPzg
    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    La puerta se abre de par en par, y la no tan conocida cara de Hans me toma por sorpresa pese a que era él a quien esperaba ver. Está más alto, o yo estoy más baja, y su porte me resulta extraño al no verlo con camisa y pantalón de vestir - Sí, tu vecina. La que se parece a la ministra de educación - Le contesto como si fuese una obviedad mientras dejo que me guíe puertas adentro. De haber estado un poco más consciente y dentro de mi misma, podría haber apreciado el esplendor que es su mansión en sí. Ahora, simplemente quiero tomar asiento, y me dejo caer en el piso, olfateando mi hombro ante la acusación de Hans.

    - Lo siento. Parecía lógico el acudir a ti. ¿Dices que huelo a alcohol? - No recordaba haber tomado ningún tipo de bebida alcohólica, solo un jugo un tanto picante que creí era un tipo de excentricidad de la isla. Era rico y hacía calor así que había tomado bastante, ¿sería alcohol? Hero me habría advertido de haberlo sido, ¿verdad? - Siento que mi cabeza da vueltas. No quería aparecerme sin avisar per… - Me veo interrumpida a mitad de la frase cuando veo aparecer de la nada una mujer que juraba que hace un instante no estaba allí.

    Soy una idiota, era obvio que al presentarme de improvisto a su casa probablemente lo estuviese interrumpiendo. Simplemente genial, no llegaba a ser un mes de haber conocido a mi padre y seguro ya me debía estar odiando. Nada más divertido que tener una hija que te interrumpía en tu vida priva… ¿Había dicho parecido? ¿Hans le había hablado de mí? Oh, eso era lindo. - ¿Gracias? - Creo que mi tono de voz no sale exactamente como planeo, pero aún así me incorporo de un salto para saludar a la extraña, lo cual termina siendo una pésima idea porque de golpe siento que necesito aferrarme a algo para no caerme.
    M. Meerah Powell
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    Chandelier • Priv UD4bajj
    https://www.themightyfall.net/t8295-powell-margareth-meerah
    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Por un segundo, creo que puedo comérmela viva — ¿Fuiste a la casa de Eloise? — espeto entre dientes, seguro de que mis ojos se han abierto en expresión mortificada de alguien que no va a parpadear por unos cuantos segundos. No sé cómo levantarla del suelo sin sacudirla demasiado porque siento que, si lo hace, me acabará vomitando encima, así que me inclino un poco en su dirección — Apestas a bebida blanca, específicamente — una parte de mí, la que es racional, intenta no enfadarse con ella, en especial porque su aspecto es penoso. Resoplo con un ruedo de ojos y le hago un ademán para que no dé explicaciones de por qué ha venido a mí, cuando la presencia de Annie tras oír la puerta corrediza hace que se me hiele la sangre, echándole una mirada de advertencia. Al menos, hasta que veo lo que tiene en las manos.

    Fuerzo una veloz sonrisa en dirección a la adulta y tengo que apresurarme a sostener a mi hija con una mano cuando la veo incorporarse, haciendo uso de mi cuerpo para poder agarrar las aspirinas y el agua — Espero no verme así estando ebrio — gruño mientras saco una de las pastillas y se la paso a Meerah para ser libre de abrir la botella de agua — Toma esto. ¿Estabas en la fiesta de Hero? — asumo por inercia, sino no sé cómo es que entró a la isla a estas horas. Todo el escándalo fastidió en la zona por horas, por suerte existe el muffliato. Me obligo a rodearla con un brazo y la llevo conmigo hacia la sala, empujándola para que tome asiento en el sofá. Ya le agradeceré a Annie por haber dejado todo presentable — ¿Por qué bebiste? ¡Tienes doce! — ¿Qué se supone que deba hacer en un momento como este? No estaba preparado, porque en mi lógica el alcohol no debería llegar hasta más adelante — A tu edad yo apenas y estaba mirando chicas y solo había probado el vino de mesa. ¡Voy a tener que…! — me detengo, levantando la vista hacia Annie en busca de apoyo — ¿En estos casos llamo a su madre o qué?
    Hans M. Powell
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    Chandelier • Priv Oxzp2zI
    https://www.themightyfall.net/t8234-powell-hans-michael
    Annie C. Weynart
    Jefe de Área en Investigación
    De nada, linda. - El apodo me sale de manera natural, más que nada porque así llamo a mis sobrinas en los escasos momentos en los que paso tiempo con ellas. No soy precisamente una tía ejemplar, y aunque Ethan fuese mi preferido gracias a nuestras profesiones, incluso él acababa bajo el apodo de “querido” cuando estaba en piloto automático. Mi atención se vuelve a Hans cuando me habla, y le dedico una sonrisa de costado antes de contestar. - Tengo que admitir que no presto mucho atención a tu aspecto cuando estás ebrio. - y dejo que el comentario quede ahí, porque su hija está presente y no creo que quiera que sepa en lo que pienso en esos momentos. No cuando implicaban algunos usos de su boca o sus manos que una niña de doce años no debía conocer.

    Tengo que admitir que la vista de Hans como padre, no es una mala vista en lo absoluto, pero me distraigo de ese tipo de pensamientos al tener que aguantar la risa en partes iguales. - Si la llamas a esta hora le vas a causar un infarto. - Eran las cuatro de la mañana y un poco más, si a una madre le llegaba una llamada a esa hora teniendo una hija menor… no tenía que ser una experta en maternidad como para saber que las alarmas se dispararían en cuestión de segundos, y toda la situación terminaría escalando hasta volverse un escándalo en los tabloides. - ¿Por qué no dejas el reto para cuando la niña tenga la capacidad de procesar lo que le estás diciendo? - No se que tan borracha estaba, pero si su apariencia decía algo, la resaca no sería nada bonita luego.

    Annie C. Weynart
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    Chandelier • Priv IqWaPzg
    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - Que no, fui a la casa de tu vecina. La que se parece a la ministra Leblanc. - Y me falta agregar un “dah”, porque ¿tan difícil era entender? Creo que sabría reconocer si me hubiese encontrado cara a cara con la ministra de educación, no era tan tonta. - No sé cómo huele la bebida blanca, nunca la he probado. - Sabía que no me gustaba el olor a la cerveza, y el del vino lo sabía reconocer. Sin embargo, y aunque conocía los nombres de las bebidas blancas, no tenía idea de cuál era su gusto, o cómo es que olían. Si dice que apesto a ellas no debían oler demasiado bien, pero tampoco podría decirlo a ciencia cierta. Me siento tentada a olfatearme, pero cuando intento mover la cabeza reparo en que es una pésima idea el hacerlo.

    - Pero yo bebí jugo nada más. - Hago un puchero que normalmente me reservo para la ría Eunice cuando me acusa de algo, y que no creí tener que hacer en frente de Hans nunca ya que no quería que me considerase una niña tonta. Pero… ¡yo solo había bebido jugo! ¿por qué llamaría a mamá? Al menos la morocha lo corrige, y aprovecho su breve charla para tomar la pastilla que me ha dado. - Puedo entender los innuendos. - Le aseguro cuando recuerdo el comentario que ha hecho antes la mujer. Creo que no estaban hablando de eso, pero es lo único que me ha quedado grabado. - Aunque tengo una duda, ¿no te habías acostado con Lara? Ella me dijo que sí… dijo algo de regular, ¿o era laboral?
    M. Meerah Powell
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    La señora que se parece a la ministra Leblanc es la ministra Leblanc. Estás en la isla ministerial, NeoPanem, planeta Tierra… — intento no sonar tan sarcástico en medio de toda esta situación, pero hay partes de mí que no pueden contenerse, en especial cuando mi humor se mantiene frágil — Y si quieres saber cómo huele la bebida blanca, solo chequea tu aliento — es el comentario de Annie lo que hace que la mire sin saber si debo reírme de eso o no; sé muy bien que nuestros recuerdos de ebriedad juntos no son un tema para conversar ahora mismo, mucho menos los que incluyen mi dormitorio o fiestas de rincones oscuros. Es un poco triste, pero tengo que declarar que Annie conoce demasiado bien ese lado de mi persona, el que por lo general intento mantener oculto bajo unas cuantas capas. Nada personal ni especial, pero ya tenemos la confianza suficiente.

    Balanceo la cabeza de un lado al otro dándole la razón a Annie, porque de seguro Audrey debe pensar que su hija se encuentra en casa de su tía y no en mi living, mucho menos en el estado deplorable con el cual ha llegado a la puerta. Empezar un escándalo no es algo que me interese, especialmente porque no son horas como para querer soportar una posible histeria por parte de una ex novia preocupada a las cuatro o cinco de la mañana. La vocecita de Meerah me saca un poco del estado de meditación y mis ojos se achinan en segundos, confundido por la mención de alguien que no viene a cuento y que no sé cómo es que cuadra en esta conversación — ¿Que qué? — mi parpadeo parece querer indicar que no la he oído bien, o espero creer que así haya sido — ¿Por qué Scott te diría algo así? — no son cosas que se le dicen a una niña. En realidad, creí que era obvio que no se le diría a nadie, pero lo de Meerah era algo implícito. Se salva porque es plena madrugada, sino estaría al menos pegándole unos cuantos gritos por teléfono, por no decir que podría tocarle la puerta con una niña ebria y la petición de unas cuantas explicaciones.

    Regular, laboral, o lo que sea, esquivar los detalles hace que me fije en el detalle de que ya se ha tomado la pastilla y le quito la botella, que dejo sobre la mesa ratona — No son cosas que voy a hablar contigo, mucho menos cuando pareces Kirke en la festividad de año nuevo — aprovecho la postura para tomarla por las axilas y moverla, lo suficiente como para alzarla en agradecimiento de que no sea alta. Me cuesta un poco tomar el envión, pero pronto la acomodo en mis brazos y hago un movimiento para obligarla a aferrarse de mi cuello — ¿Qué te parece la idea de tener tu propio cuarto en la casa, eh? — no pensaba dárselo o, al menos, de momento no se me había cruzado la idea. Tengo que hacerle una seña con la cabeza a Annie para indicarle que necesito su ayuda y me volteo para liderar la marcha, esa que nos lleva a uno de los dormitorios más grandes del ala opuesta al mío, en el piso superior. Mi amiga tiene que abrirme la puerta para facilitarme el andar hasta que acomodo a la niña sobre la cama, demasiado grande para su anatomía diminuta — Annie va a ayudarte a vestirte — me pongo en cuclillas para poder quitarle los zapatos, aunque la mirada burlona que le lanzo a la morena deja bien en claro que le estoy pasando el trapo sucio de un menor pasado de copas. Dejo caer el calzado al suelo y señalo el armario con la cabeza, seguro de que debe haber algunas ropas de repuesto. Básicamente, camisetas viejas que no he sabido dónde meter, pero que pueden funcionar — ¿O una niña es mucho para ti?
    Hans M. Powell
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    Chandelier • Priv Oxzp2zI
    https://www.themightyfall.net/t8234-powell-hans-michael
    Annie C. Weynart
    Jefe de Área en Investigación
    Es imposible, no puedo contener  la risa y se me termina escapando una carcajada que, aunque es corta, es lo suficientemente fuerte como para que resuene contra las enormes paredes de su mansión; con una acústica como esa me preguntaba qué tanto se escuchaba hacia afuera de la casa. Sabiendo que era imposible disfrazar mi desliz con una tos repentina o algo así, termino por aclararme la garganta un poco antes de hablar. - ¿Tu hija sabe con quienes te acuestas? - O mejor aún, ¿una niña de doce años hablaba con una de sus amantes? Por unos segundos quedo con la duda de qué tan chica tiene que ser la mujer en cuestión, hasta que Hans nombra un apellido que me resuena familiar y termino uniendo conversaciones con caras y nombres para por fin cerrar el círculo de esta pequeña historia. - ¡Oh! Así que Lara es la ex de tu ex… - No recordaba el saber que le gustasen las mujeres también, y aunque eso suena levemente tentador, descarto rápidamente el pensamiento al recordar que ella forma parte de mi departamento. Tenía mis límites… o algo así.

    Observo con diversión como Hans tiene que lidiar con su hija en tal estado de ebriedad, y lamento no tener una cámara ahora mismo para capturar este momento.No todos los días se ve al ministro de Justicia cargando a una niña en brazos. Definitivamente tendría que fabricar algunos lentes de contacto que permitiesen grabar este tipo de cosas… Un momento, esa no era una mala idea.

    Salir de mi mente me toma una fracción de segundo cuando Hans pide mi ayuda con una seña y lo sigo sin dudarlo a sabiendas de que no me quiero perder este espectáculo. O al menos eso pienso hasta que me deja a cargo de la niña. - ¿Esto es por qué me reí, ¿no?- Al menos la ebriedad era algo con lo que sí sabía tratar, que fuese una niña era lo de menos, sobre todo porque no se comportaba como una niña en sí. Emma era un año más grande que ella pero aún así no se parecían en nada. - ¿Me ayudas, Meerah? Claramente una niña sí es demasiado para tu padre- Y le devuelvo la mirada burlona en lo que me alejo a buscar algo con lo que se pueda cambiar, a sabiendas de que no es lindo dormir con ropa de vestir en una cama desconocida.
    Annie C. Weynart
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - ¡Pero te digo que no!- Suelto un bufido exasperado en lo que le recrimino el tema, pero prefiero dejarlo ahí o esto se va a hacer eterno. Había visto a lla señora Eloise por la tele, y también en un acto del colegio. Siempre estaba bien arreglada, maquillada y con la ropa tan impecable que me daban ganas de preguntar si usaba un hechizo para que no se formasen arrugas en la tela. Además tenía un gusto impecable, y estaba segura de que de haberse tratado de la ministra, jamás estaría con un pijama escocés al menos un talle más grande, y con el cabello en las condiciones que lo tenía. Yo siempre procuraba irme a la cama con el pelo en trenzas para evitar levantarme con una melena de león, e incluso mi ropa de cama estaba hecha a la medida. Por mí claro, pero ese no era el punto. El punto es que su vecina se parecía mucho a la ministra Leblanc, y que Hans no me creía.

    Me encojo de hombros cuando me pregunta por Lara y trato de ser lo más honesta que puedo pese a que no estoy muy segura de cómo se había dado la conversación. - Creo que yo le pregunté a ella si se habían acostado… No recuerdo, por algo había preguntado. - Trato de hacer memoria, pero nada más viene a mi mente. Excepto… - Ah, sí. También comimos pastas. Son exquisitas, tendrías que probarlas. Es un pequeño lugar en el seis, no es bonito pero es muy rico.- Me río cuando noto que mis palabras rimaron un poco, y le sonrío mostrándole todos mis dientes.

    - ¿Quién es Kirke? - no recuerdo haber escuchado ese nombre antes, pero tampoco puedo pensar mucho en ello porque de golpe el suelo desaparece por debajo de mis pies, ¿qué demonios? Al menos Hans parece estar al tanto de que no hay piso, porque me sostiene y me hace agarrarme con firmeza de su cuello. - ¿Aquí? ¿De verdad? - ¿Tendré un cuarto en la casa de mi padre?

    Al parecer ya lo tengo, porque solo pasan un par de minutos hasta que estoy en una cama enorme, con Hans quitándome el calzado. - No necesito ayuda. - Declaro más por el hecho de que me han tratado de niña que por otra cosa. Sin embargo, cuando trato de incorporarme es obvio que sí necesito ayuda, y termino aferrándome al brazo de la mujer. - ¿Quién es ella? - Le consulto a Hans.
    M. Meerah Powell
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    https://www.themightyfall.net/t8295-powell-margareth-meerah
    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    ¿Cómo es posible que mi sábado de distracción y relajación haya terminado en una situación que habría evitado hasta el fin de los tiempos? — Claro que no lo sabe… — al menos, no por mí. Me ahorro el empezar a darle explicaciones a Annie, porque los detalles que mi hija va soltando se van a la lista de razones por las cuales empezaré a cuestionarme el cómo mantener los votos de silencio de ciertas personas — Espero probar esas pastas algún día — es un murmullo entre dientes que deja implícito el factor de que una cena es lo último en lo que estoy pensando ahora mismo. De verdad… ¿Era realmente necesario?

    Aquí, de verdad. Y Kirke… bueno, no es nadie a quien me gustaría presentarte — de tan solo pensarlo, puedo decir que me calificaría a mí mismo como un pésimo padre. No es que sea un mal tipo, pero no creo que sea la clase de compañía que me gustaría para mi hija menor de edad, quien parece tener un muy bajo nivel de resistencia al alcohol. Pensarlo me hace meditar en que se parece más a mí de lo que me gustaría admitir, incluso en nimiedades como esa.

    El reproche de Annie acentúa el breve disfrute de la situación, dedicándole una mueca indefinida que se remarca con el encogimiento de mis hombros. Pongo mi mejor expresión de completa inocencia y alzo las manos, manteniéndolas en el aire como si de esa manera ella no pudiese discutirme — No es que sea demasiado para mí, sólo estoy tratando de ser respetuoso. Creo que Meerah está lo suficientemente grande como para que su padre la cambie — y sí, obviemos que la risa se lleva parte de la culpa, tanto como conocerla lo suficiente como para saber que no es justo que ella tenga algo de entretenimiento esta noche y yo no. A pesar de que me cruzo de brazos en una obvia postura que busca discutirle a la negativa de mi hija, no me tardo en descruzarlos cuando amago a querer atajarla, cosa que ella hace por su cuenta al aferrarse de Annie.

    Puede que vacile un poco, pero me decido por la honestidad — Ella es Annie. Trabaja conmigo en el ministerio y sí, ella sí es una de mis mejores amigas — aprovecho la situación para dar unos pasos hacia la puerta, recargándome en el marco como quien no quiere la cosa. Parece que estoy huyendo y, para qué mentir, no está lejos de la realidad — Antes de que lo preguntes: no, no estamos saliendo. Y como sé que vas a sacar tus propias conclusiones, ni me molesto en hacer aclaraciones que no vienen a cuento. Y como sé que estás en buenas manos… — apoyo mis dedos alrededor del pomo de la puerta y muevo mi cuerpo hasta encontrarme más fuera que dentro de la habitación, dedicándole una rápida y divertida sonrisa a la morena — Estaré aquí fuera hasta que me llamen — probablemente acabo de sentenciarme a una noche sin las razones principales para cuales nos juntamos, pero al menos sé que podremos reírnos aunque sea cinco minutos de esto luego.
    Hans M. Powell
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    Escuchar de su boca que soy lo suficientemente grande, sin importar bajo qué situación es que lo menciona, me alegra. No me gusta que me traten como niña, aunque en cierta forma lo haga al sugerir que necesito ayuda para cambiarme de ropa. Lo mío son las prendas, incluso en todo mi mareo no me debería ser difícil el salir de mi vestido, sin importar cuantos cierres tenga.

    Presenta a su amiga, y aunque estoy agarrada de su brazo la examino de arriba abajo y de abajo arriba. - Entonces se acuestan, pero no son nada más que amigos.- No es una pregunta. No es difícil leer a los adultos y cuando Hans dice que saque mis propias conclusiones, no me es complicado acertar si considero todo el escenario en el que estábamos. No había que ser muy inteligente para suponer que estaban haciendo a la madrugada de un sábado con él en calzoncillos. - Es bonita. - Se me escapa, y rápidamente me rectifico al recordar que no me gusta que hablen de mí como si no estuviese en la habitación. - Perdón, eres bonita. Soy Meerah, Margaret Meerah Niniadis, pero odio que me digan Margaret. Me giro a mirarla cuando me presento, y aunque la suelto para tratar de deshacer el moño que está detrás de mi espalda, sigo analizándola.

    Hans desaparece por la puerta y es cuando lo hace que me giro para darle la espalda a Annie, pidiéndole de esa manera que sí me ayude a quitarme el vestido. No es que no pudiera, que no podía, pero no quería que mi padre viese realmente el nivel de inutilidad que estaba manejando. No tardo en estar fuera de mi atuendo, y cuando la mujer me ayuda a pasar la vieja remera por mi cabeza, me obligo a no juzgar la prenda y solo agradezco que me llegue casi hasta las rodillas. - Griacias. - Apenas y es un murmullo, pero estoy segura que puede escucharlo, porque me palmea la cabeza en respuesta. - ¡Ya puedes pasar! - Grito mientras me arrodillo a mitad de la cama y trato de quitar el cobertor que está enganchado por debajo de la almohada. No hace frío, pero me gustaba dormir con las sábanas puestas.

    Todavía estoy luchando con las frazadas cuando reparo en algo y no puedo evitar frenarme en mi tarea y preguntar. - ¿Por qué no sales con nadie? Digo Lara y Annie son muy bellas... no como tu secretaria que tiene muy mal gusto para vestirse.
    M. Meerah Powell
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    Annie C. Weynart
    Jefe de Área en Investigación
    Hago una mueca divertida con lo de Kirke porque ese hombre era alguien que uno no quería presentar en general, ni a hijos, ni a padres, ni a hermanas… Podía dar fiestas excelentes, pero eso no era sinónimo de decencia, y definitivamente no eran lugares aptos para niños. Mis sobrinas se divertían cuando eran más chicas escondiéndose detrás de cortinas o arbustos; en esas fiestas la gente también se divertía en esos escondites, pero no como lo haría un menor de edad. Voy a hacer de cuenta que te creo, pero me lo voy a cobrar. - Lo miro con diversión hasta que recuerdo la presencia de la niña, y pienso en el cómo puede tomarse mi comentario. - No por tí, linda. Disculpa. - No me costaba nada el ayudarla con su ropa, y simplemente estaba jugando con su padre, no es que me quejase de ella.

    Hans me presenta, y hago un ademán con  la mano que tengo libre a modo de saludo que queda a mitad de camino cuando la pequeña vuelve a abrir la boca. La risa que se me escapa muere en segundos, pero no dejo de sorprenderme con el terrible parecido que tiene padre e hija pese a que no han convivido juntos jamás. Gracias, tú también eres muy bonita. - Le aseguro agradeciendo que este en una edad en la que si me es posible tratarla sin querer salir corriendo por la puerta a la primera oportunidad. Y yo soy Anneliese Charlote Weynart, pero puedes decirme Annie como todo el mundo. - No creía que fuese a cruzarla en muchas ocasiones, así que no había necesidad de formalidades cuando Hans ya nos había presentado con simpleza.

    La ayudo cunado Hans sale, y en cierta forma me da algo de ternura el ver como quiere quedar bien ante su padre. Al parecer Hans no debía temer demasiado por cómo opinaba su hija de él, porque era claro que ya lo tenía en una especie de pedestal.

    Me doy vuelta para doblar la ropa que ha descartado la muchacha, y la apoyo sobre una cómoda no muy lejana en lo que Hans vuelve a entrar; y cuando la muchacha vuelve a hablar creo que hago mi labio sangrar de lo mucho que lo aprieto contra mi dentadura para no largarme a reír ahí mismo. Jamás pensé que una noche en esta casa cambiara tanto de rumbo, pero no me arrepentía ni un segundo de haber venido solo para presenciar esto. Cuando Reynald se enterase...
    Annie C. Weynart
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    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Obvio, ella saca la carta correcta y tengo que hacer un enorme esfuerzo para no contestarle o rodar los ojos en evidencia. No voy a contestarle, Meerah no necesita que le confirme o niegue nada para formarse por sí sola una idea. El silencio además me ayuda a no mentirle en la cara tan descaradamente, cuando los tres sabemos que no tiene sentido el ir navegando con mentiras. Demasiadas presentaciones, demasiadas charlas tentativas y bromas que se mueren en mi lengua, porque tengo el decoro de pensar que no puedo terminar por hundirme en tan poco tiempo. Me apoyo en la pared del pasillo y me quedo observando por la ventana más cercana, notando como el sol empieza a asomar, al menos lo suficiente como para que el cielo no se encuentre tan oscuro como lo estaba hace un rato. Se me hace un tiempo corto el que queda entre un bostezo y el permiso que oigo de Meerah, así que me muevo con algo más de pereza de lo que hubiese pensado. Para cuando entro, mi hija está tratando de meterse en la cama y mi impulso me lleva a acercarme para tironear de las mantas, tratando de ser de ayuda. Claro que lo que dice hace que me congele un momento y tengo que recordarme el no mirar a Annie, porque si la conozco como la conozco, sé que tendré que verla ahogándose en su propia risa.

    Josephine no tiene tan mal gusto… — es una defensa dudosa, pero me sirve para volver a reaccionar y tiro un poco de la sábana para darle el empujoncito que necesita para estar dentro del lecho. No me espero a que se acueste, que ya la estoy cubriendo con las sábanas, sin detenerme a pensar demasiado en que jamás he arropado a nadie — Salir con alguien con formalidad incluyen cosas que simplemente no ocurren. Que alguien me guste físicamente no es suficiente como para una relación, pero creo que ya sabes esas cosas — cuando creo que ha quedado envuelta como un burrito, me siento en la cama y se me escapa una sonrisa divertida — Además, Annie aquí presente coincidirá conmigo en que las relaciones son complicadas y toman un tiempo que ninguno de los dos tenemos. Y en cuanto a Lara… — lo pienso un momento, torciendo los labios en un intento de disimular la risa que intenta escaparse, a pesar de que es un poco complicado explicarle la situación a una niña que no debería saber ni la mitad de lo que ha pasado entre la morena y yo — Sé que te agrada, pero jamás funcionaría de esa manera. Simplemente, somos muy diferentes— listo, creo que de ese modo no es nada comprometido.

    Aprovecho un momento de silencio para acabar de acomodar el borde de la sábana para que no le dé en la cara y luego vuelvo a hablar — Jamás pensé que la primera vez que alzase o acostase a un hijo, sería por una borrachera. Vamos a conversar de eso mañana, espero que lo sepas — intento sonar lo más autoritario que puedo, pero un nuevo bostezo interrumpe la frase y tengo que hacer una mueca para acomodar los músculos de la cara — Si necesitas algo, solo llama a Poppy y ella aparecerá. Y esa puerta que está ahí, es un bañito — señalo con la cabeza al otro extremo de la habitación. No es un sanitario tan grande como el que tengo en mi dormitorio, pero esta es el único cuarto aparte del principal que tiene su propio baño y eso me ahorrará muchos problemas e interrupciones — ¿Puedo dejarte dormir o quieres que Annie te cuente un cuento? — bromeo, tratando de dar por finalizada esta situación, de la cual espero poder huir entero.
    Hans M. Powell
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    M. Meerah Powell
    Fugitivo
    - Pfff, ni tú crees eso. - Josephine se vestía peor que algunas compañeras de mi curso, y eso era decir bastante. Ninguna persona con un trabajo decente debería combinar las prendas como lo hacía ella. Había un límite para lo que es moda funcional, diseño y texturas, y su secretaria los había cruzado todos. Claro que luego hace algo que no me espero, y de golpe mi pelea con las sábanas termina gracias a sus manos más habilidosas que las mías a estas horas. No sé cómo, pero me veo envuelta como un burrito en un un plato gigante, aunque mucho más cómoda que la cerámica de casa.

    ¿Saber cómo son esas cosas? Que aparentara saber todo, no significaba que realmente lo hiciera. No podía considerarme ni cerca de ser en una experta en relaciones. - ¿Sabes que viví con mamá los últimos doce años de mi vida, no? No sé cómo son esas cosas. Para mi salir con alguien no implica casamiento, solo pasar tiempo con otra persona sin andar escondiéndose. - Y me encogería de hombros para remarcar mi punto, pero estoy muy cómoda, así que el gesto se convierte en un acurruco, seguido de un leve suspiro que nada tiene que ver con la conversación. No le veo la complejidad. - Termino por declarar, sin prestar mucha atención a las palabras de Annie secundando su opinión.

    No comento nada más con respecto a Lara, porque tenía el leve presentimiento de que no llegaría a ningún punto si es que lo hacía. Si el quería creer que eran diferentes y quien sabe cuántas cosas más, allá él. Yo estaba segura de que no, y en algún momento se lo mostraría. Solo que ahora tenía sueño y muy pocas ganas de discutir. - Que no es borrachera… - Hago un puchero mientras frunzo el ceño, pero un bostezo se me escapa y vuelvo a acurrucarme contra las sábanas. - Ya, tengo doce, no seis. Hasta mañana papá. Un placer conocerte, Annie. - Me despido, cierro los ojos y ya no me entero de nada.
    M. Meerah Powell
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    Annie C. Weynart
    Jefe de Área en Investigación
    Que me meta en una discusión con su hija de doce años acerca de relaciones, se siente como si tratara de meter a una prostituta en una escuela, básicamente, fuera de lugar. Sin embargo, expresa su opinión con toda franqueza, y al menos puedo coincidir con su punto de vista ya que los dos pensábamos lo mismo. - Complicaciones, tiempo, reclamos, compromisos… No es que no haya gente que pueda hacerlo funcionar, pero prefiero estar más abocada a mi trabajo. - Era tedioso tan solo pensar el tener que andar rindiéndole cuentas a alguien, sin contar que la monogamia en sí no estaba hecha para mí.

    Claro que, como digna hija de Hans, tiene un buen argumento ella también, y tardo unos segundos en pensar en como refutarlo. - Ojalá fuera tan sencillo, pero cuando comienzan los chismes de oficinas, todo se torna completamente molesto. - Y por chismes de oficina, me refería al radiopasillo que generaba Lollis y su séquito de huecas con tiempo libre. No me importaban demasiado los chismes, pero las juntas a veces eran una tortura por las constantes miradas molestas, y las risitas que terminaban quitando la atención del trabajo.

    No digo nada más, y me aparto hasta la puerta en lo que dejo que Hans se meta de lleno en el rol de padre. De verdad lamentaba no tener una cámara en estos momentos, nadie creería jamás que el mismísimo Hans Powell había arropado a un niño antes de dormir. Bueno, tal vez Reynald, pero no sería tan mala person… ¿Cuento? - Igualmente - Me doy media vuelta, salgo de la habitación y espero hasta que Hans hace su aparición en el pasillo antes de volver a hablar. - Iba a tener piedad de tí, pero solo por eso último buscaré la manera de cobrarme. - Claro que luego veo su cara de agotamiento, y al final sí decido tener piedad de él.
    Annie C. Weynart
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    Chandelier • Priv IqWaPzg
    Hans M. Powell
    Ministro de Justicia
    Triste pero cierto, no conozco a su madre. Tengo una idea de quien solía ser hace mucho tiempo, pero ahora somos adultos y extraños el uno para el otro. Por eso no puedo contradecir o aceptar su punto, ese que me hace alzar los hombros a pesar de que Annie secunde mis palabras. El chisme es lo de menos, el ser capaz de que me agrade alguien lo suficiente como para querer estar con ella es un poco menos probable. A decir verdad, ya no recuerdo cómo se siente — Verás la complejidad en un par de años — ahí se va, el tonito de “lo entenderás cuando seas mayor” que no pensé emplear jamás, pero supongo que viene incluido en el chip parental. Supongo que tendré que acostumbrarme.

    Sus negativas solo me provocan el querer burlarme de ella, pero que la palabra “papá” salga de sus labios tan repentinamente, me deja un momento fuera de juego, observando el perfil dormido de una persona demasiado pequeña para el tamaño de su almohada. Es un momento de extraña calma, el que uso para estirar la mano y acomodar algunos de los mechones de su pelo antes de ponerme de pie cuidadosamente, buscando que el cambio de peso en su lecho no fastidie su sueño. El estremecimiento helado no se quita, ni siquiera cuando apago la luz, salgo al pasillo y cierro la puerta lentamente, apenas oyendo el click. Es la voz de Annie la que me regresa, haciendo que levante la vista en su dirección y reconociéndola entre la leve iluminación que ingresa por la ventana.

    ¿Debería tenerte miedo? — el cansancio hace que mi burla no cobre intensidad y la sonrisa apagada solo secunda mi falta de ánimos. Paso la lengua por mis dientes delanteros al despegarme de la puerta, sin saber muy bien dónde meter las manos. Acabo produciendo un chasquido con la lengua al cambiar la expresión y dignarme a hablar — Me llamó “papá— no sé si lo ha escuchado o no, pero creo que solo necesito expresar mi desconcierto — No creí que tendría que oír algo así como… bueno, nunca — supongo que ella me entiende. He hablado de mis miedos sobre la paternidad en más de una ocasión, pero tener a la bomba a punto de explotar durmiendo del otro lado de la pared no era algo que hubiera tenido en mente. Con un resoplido, me acerco lo suficiente como para picar su costado e incitarle a continuar por el pasillo — Como supongo que ya no hay ánimos… ¿Qué me dices de beber algo e ir a la cama? Creo que dejamos algo de vodka sobre la mesa…

    Un último trago y descanso. Ya mañana será otro día y, espero, algunas cosas se acomoden.
    Hans M. Powell
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