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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    3 participantes
    Hero N. Niniadis
    Fugitivo
    Me-quiero-morir.
    No, en serio: me quiero morir.

    Recapitulemos. Es un hermoso sábado de primavera y falta tan solo una semana para mi cumpleaños, así que es momento de empezar a pensar qué es lo que haré para mi próximo cumpleaños. Además de elegir el vestido, el decorado y los nuevos zapatos, tengo que tener en cuenta que cumpliré catorce y no es un número cualquiera, puesto que significa que seré aún más una adolescente y tendré nuevas obligaciones a cumplir como la única hija que queda de pie junto a mis padres. Y ni hablar de mi vida personal. Eso me ha llevado a organizar una nueva cita con Patrick para poder pasar el día fuera de casa, lejos del estrés de las fechas y de todo lo que incluye el tener a Sage cerca, cuando básicamente mi padre ordena que éste último me acompañe para que no quede sola durante la jornada sin ojos que me vigilen. Juro que estoy por ponerme a patalear, pero sé que de hacerlo lo verán como algo sospechoso y termino aceptando. Una vez más: me quiero morir.

    Así que aquí estoy, con las manos hundidas en una falda con bolsillos que me permiten esconder los dedos nerviosos y mordiéndome con exageración los labios, de pie en la esquina que con Patrick hemos acordado el vernos y con Sage a un lado, aunque no le dirijo la mirada. Aún recuerdo la conversación que he tenido con Maeve hace unos días con demasiada claridad como para pretender que eso jamás ocurrió y eso solamente provoca que le lance alguna que otra miradita de soslayo, tratando de sopesar lo que me pasa con tan solo una mirada. Es tan ridículamente atractivo para ser un esclavo que no ayuda a mis pensamientos, así que acabo carraspeando para mantenerme ocupada — Sé que mi padre te dio órdenes de quedarte cerca, pero es imposible tener una cita con ojos ajenos pegados en la nuca — mascullo con la vista en alto, sabiendo que no me oirá porque papá dijo que debe quedarse conmigo así que todo esto es en vano — Al menos intenta no ser una molestia — le lanzo una miradita fastidiosa, como si él tuviese la culpa de todo. Sí, en gran parte la tiene.

    Por suerte, veo a Patrick cruzando la calle y mi expresión cambia a una enorme sonrisa que muestra todos mis dientes, quizá no tan honesta como las de todos los días. En cuanto está lo suficientemente cerca doy algunos pasos en su dirección, poniéndome un rizo tras la oreja — ¡Hola, Patrick! — exclamo con un suave saltito de mis pies que me elevan sobre las puntas durante un breve instante — Estaba pensando que podemos ir por una malteada. ¿Qué te parece? No tienes por qué preocuparte por la carga — señalo a Sage con un movimiento de la cabeza y ruedo mis ojos con exasperación — No será una molestia — sin mucho más, le tiendo la mano por mera costumbre, sabiendo que no va a rechazarla.
    Hero N. Niniadis
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    Patrick D. Singleton
    Civil
    Cuando recibí la invitación por parte de Hero mis padres se mostraron muy felices, "¡8 citas con la joven Niniadis!" gritaba mi mamá en el recibidor de la casa y mi papá me palmeaba el hombro mientras me llamaba campeón.

    La verdad no entendía porque tanta sorpresa, era casi el capitan del equipo, guapo y de una de las mejores familias de magos, claro que todos querrian juntarse conmigo. Era de esperarse que Hero quisiera mi compañia, todas las niñas lo hacían.

    Asi que deje a mi esclavo ordenando mi cuarto después de pensar el mejor atuendo para salir, unos jeans sueltos y una camisa blanca con un sweater azul, y fui al encuentro de mi cita. La encontre en la esquina que acordamos junto con su guardia, supongo que ser la hija de alguien tan importante merecía vigilancia aunque fuera humano. Claro que a mi me dejaban salir solo porque podía defenderme.

    - Hola princesa - la saludo, asi le gusta que la llame - Lo que tu quieras, no tenía ganas de hacer nada hoy, aunque tendremos que caminar después para bajar las calorias del chocolate, al menos medio kilometro ya que la leche si hace bien - le explico - De estas cosas se mucho ya que debo mantenerme en forma por ser jugador de quidditch

    Tomo su mano cuando me la ofrece más por inercía que por otra cosa, esta claro que quiere alardear de tenerme cerca y no voy a llevarle la contraria.

    - No me molesta la sombra, estoy acostumbrado a la atención extra - al fin y al cabo, todos me siguen siempre, desde que tengo memoria. Podría vivir con una camara pegada a mi espalda y ni la notaría.
    Patrick D. Singleton
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    Sage A. Noble
    Fugitivo
    Ma-ten-me. De verdad, no pedía mucho. Ni siquiera me interesaba que la muerte fuese indolora, pero por favor: ¿alguien podía matarme? ¿No se suponía que el sr. Niniadis era el sensato? Lo último que necesitaba una niña de catorce, o bueno, casi catorce años, era tener a alguien extra colado en su cita. ¿Se habría enterado del incidente de la bañera y este era su castigo? De acuerdo, estaba exagerando. Pero no había nada que desease menos en la vida, que pasar una tarde entera jugando a ser niñera.

    Lo peor es que no me habría molestado tanto si Hero no hubiese pasado los últimos días evadiéndome como la peste. Bueno, no evadiéndome en sí; seguía dándome órdenes y tareas, pero solo me hablaba lo justo y lo necesario, y acto seguido se ponía a fingir que tenía otra cosa para hacer. Un error, un único error en tres años de servicio y se ponía así. - Voy a tratar de no serlo. - Le aseguro más por inercia que por creer de verdad que evitaré ser un grano en el culo. Su padre me había ordenado vigilarlos, así que eso es lo que haría… si es que el mocoso aparecía claro. Tal vez tenía suerte y algo le había sucedido en el cam… Nop, ahí estaba. De nuevo: mátenme.

    Cuando nada cae del cielo para aplastarme luego de mi pedido, me resigno y doy un paso atrás para darle algo de ¿privacidad? Claro que la distancia no es suficiente para evitar el sonido de sus voces, y poco me falta para largar el desayuno cuando el niñato la llama “princesa”. Claro que el gesto no dura, y no ha terminado ni tres oraciones antes de ponerse a hablar de sí mismo. El sr. Niniadis se habría ahorrado un par de problemas si le hubiese regalado un espejo al muchacho en vez de mandarme a seguirlos como si fuesen niños de jardín.

    - Estoy para servirles. - Pronuncio como respuesta a su cotilleo. Y es protocolo el anunciarme, pero lo último que quería era servir a ese Narciso de segunda que se creía el ombligo del universo.
    Sage A. Noble
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    Hero N. Niniadis
    Fugitivo
    Mi sonrisa se acentúa cuando oigo a Patrick hablar, pero por alguna extraña razón que desconozco siento que es un gesto que tironea mis mejillas como si estuviesen enganchadas con delgados alambres invisibles que me obligan a sonreír. Patrick no se tarda en tomar mi mano, por supuesto, y siento que la tengo un poco más sudada de lo normal. ¿Por qué? — Lo siento — me apresuro a murmurar, soltándolo para limpiarme rápidamente y con horror sobre la falda y luego volver a entrelazar nuestros dedos — Una malteada no podría arruinar lo excelente jugador que eres, Patrick. Pero si quieres caminar… — por mí, está bien.

    El comentario de Sage hace que lo mire por un momento, segura de que desearía estar en cualquier lado menos aquí y apostando a que yo deseo lo mismo sobre él. De entre todos los sirvientes… — Servir es lo único que haces, así que… — sin más, tiro de la mano de mi cita con intenciones de arrastrarlo conmigo y empezar a caminar entre la multitud del Capitolio, tan cargada de colores que refleja a la perfección la primavera que se respira en el ambiente. Me gusta salir así, por mi propia cuenta y sin una escolta demasiado grande, porque eso significa que puedo hacer lo que quiera con el poder que poseo. ¿Qué mejor manera de ser el centro de atención que viviendo tu vida sin nadie que te ande tapando? Este tipo de situaciones son para que Patrick se fije solo en mí, nada más.

    Mi puesto de malteadas favorito está prácticamente a la vuelta de la esquina y pronto sus colores pasteles llaman por completo la atención de mi vista. Puedo sentir mi estómago gruñir por la repentina urgencia de mi hambre, pero intento mantenerme delicada y seria mientras balanceo vagamente nuestras manos — Siempre pensé que este lugar es el mejor sitio para una cita. ¿No crees, Patrick? — acoto en tonito soñador — Tan cerca del lago, con buenas vistas, un poquito de soledad. ¿No es perfecto? — soledad, claro. Al llegar a la entrada, me giro en dirección a Sage y aclaro mi garganta — ¿Podrías traernos las malteadas? Ya sabes qué pedir — como si fuese la primera vez que viene con nosotros — Que no se te olviden los confites. — como si Sage no fuese más que una sombra, me giro a Patrick rodando mis ojos con gracia y hago un ruidito con mi lengua — Así hacemos que al menos valga de algo el no estar solos. ¿No?
    Hero N. Niniadis
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    Patrick D. Singleton
    Civil
    Dejo a Hero guiarme porque realmente no tenía planeado nada para el día y también tengo un poco de hambre. Debe ser por los abdominales que hice más temprano, me pregunto si pasaremos por una vidriera para poder verme o tal vez le pida su opinión a Hero, y de paso asombrarla con mi genial cuerpo.

    Me doy cuenta que Hero esta hablandome y no he escuchado casi nada de lo que ha dicho, por lo que uso la estrategía que he empleado con gran exito con las chicas.

    - Tienes toda la razon, siempre - le digo mientras sonrió de lado y le coloco un mechon detras de la oreja - No podrías ser más perfecta.

    Creo que me ha salido bien.

    - Traeme una malteada de vainilla - le digo al esclavo, eso evitara el chocolate, y la guió a Hero hacia el lago - Alquilemos un bote, el reflejo del agua resaltara mi rubio natural y tendremos mejor privacidad.
    Patrick D. Singleton
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    Sage A. Noble
    Fugitivo
    Creo que si hay algo peor que escuchar al mocoso adularse a sí mismo, es escuchar a Hero adulándolo a él. Porque una cosa era escuchar sus comentarios de “Patrick esto, y Patrick lo otro”, pero ver en carne propia como le ponía ojitos y buscaba agradarle… patético. La pelirroja podría ser una niñata engreída y superficial, pero todo su egocentrismo era casi que bien merecido; al punto de que me atrevía a decir que incluso le daba cierto encanto particular. MUY particular, pero al menos la hacía verse confiada y segura de sí. En cambio, cuando el mocoso estaba cerca, de la nada se transformaba en una niñita idiota que asentía a las palabras ajenas mientras parecía buscar su aprobación.

    Ruedo los ojos sin disimulo alguno cuando Hero me manda a buscar malteadas, sin estar seguro de si hace la petición porque recuerda cuál es mi trabajo, o si cree que de esa forma logrará que le saque la vista de encima. - Enseguida. - Le respondo solamente a ella, porque no creo que pueda decirle algo al rubio sin hacer que suene como un ladrido.

    Me acerco al mostrador con rapidez, mirando todo el tiempo que puedo hacia los dos preadolescentes mientras que realizo mi pedido. Lo bueno es que el que sirve las bebidas ya me reconoce y como siempre ando en la urgencia de completar los pedidos de mi ama, también sabe a quién sirvo y actúa en consecuencia a eso. Tal vez es por eso por lo que termino con dos vasos gigantes en la mano en cuestión de minutos, sin que falte nada, ni siquiera los confites de chocolate que tanto le gustan a la pelirroja.

    - Aquí tienen. - Le extiendo su malteada a Hero, y pese a que la mirada del otro es una que me fastidia, lo siquiente que hice no fue intencional. O al menos eso creo… ¿tal vez? - Lo siento, lo siento. - De verdad, volcar la malteada sobre el pantalón del muchacho había sido total y completamente…

    ¿A quién quiero engañar? No había sido intencional, pero incluso aunque sufriese el más atroz de los castigos, nadie me quitaría este pequeño momento de satisfacción, ni el recuerdo de la cara de pato del idiota de Patrick.
    Sage A. Noble
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    Hero N. Niniadis
    Fugitivo
    Desde que conozco a Patrick, éste tiene una facilidad insuperable de hacerme sonreír con dos simples palabras o gestos de los más simplones. El halago hace que mis labios se levanten en algo parecido a una sonrisa, pero por alguna razón que desconozco mis ojos se van por un instante a Sage para chequear su expresión. Sé que Patrick no le agrada, no es algo que haya ocultado jamás, pero sé en algún lado de mi interior que no es eso lo que ando buscando en su cara. ¿Entonces qué es?

    Como mi esclavo se va de inmediato a buscar las malteadas, cruzo mis manos por delante y me muevo sobre las puntas de mis pies, dándole la espalda al mostrador para regalarle toda mi atención a mi cita — ¡Siempre tienes ideas tan encantadoras! — exclamo con un movimiento efusivo con mis manos — Podemos alquilar un bote, ahora que los días son lindos y soleados, con la brisa perfecta. Sage puede quedarse en la orilla, o mejor, remar para que nosotros no tengamos que preocuparnos por trabajar con las manos — o podría hechizar el bote, pero ahora mismo no recuerdo el conjuro para producir ese efecto. Debería darme vergüenza el ser tan inútil con la magia justo cuando el momento lo amerita.

    Antes de que pueda dar más de dos pasos con la guía de Patrick, la malteada de chocolate aparece frente a mis ojos y me relamo con obvia glotonería, tomándola con mis dos manos y dándole un sorbo que me hunde las mejillas brevemente. Deliciosa y empalagosa, tal y como me gusta. Los empleados de este lugar son siempre encantadores, especialmente porque nunca me fallan cuando se trata de cumplir mis expectativas. Lo malo e inesperado viene después.

    Abro los ojos de tal manera que creo que me ocupan la mitad de la cara cuando la malteada de Patrick termina por toda su ropa, haciendo que me lleve una mano a la boca para cubrirla y así suavizar el gritito agudo que se me escapa automáticamente — ¡Sage! ¿Qué has hecho? — exclamo con histeria. Mi instinto me obliga a mirar a todos lados para chequear las reacciones de aquellos que nos rodean, realmente rogando que nadie se fije en nosotros. Grave error: cuando veo los ojos curiosos, realmente ruego el poder cubrirme con el largo vaso de mi malteada y desaparecer. ¿Por qué aún no me han enseñado la aparición conjunta?

    Ven aquí — básicamente le gruño a mi esclavo cuando lo tomo de la muñeca con mi mano libre y nos alejo a los tres con paso veloz por la calle, oyendo los cuchicheos a nuestras espaldas. No me toma demasiado el meternos a todos en una callecita angosta para nada transitada, donde podremos escondernos del resto del mundo en lo que tardo en solucionar esto. Le doy un tirón a mi varita, esa que sobresale por uno de los bolsillos de la falda e intento rememorar el hechizo, pero ahora mismo tengo el cerebro en cortocircuito — ¡¿Cómo te atreves a hacerle algo así a un mago?! — le espeto a Sage, a quien solté hace unos momentos como si tuviera la peste — Será mejor que te disculpes… ¡Últimamente no sé que pasa contigo! — no hemos vuelto a hablar del incidente de la ducha, pero creo que no es necesario que dé muchas explicaciones. Con un suspiro, le tiendo mi malteada para que la sostenga mientras me aparto el cabello de los ojos tratando de concentrarme — No te preocupes, Patrick. Esto no es nada que yo no pueda solucionar. ¡Fregotego! — y sin más, como si nada, los restos de la malteada de vainilla empiezan a desaparecer a pesar de que mi mano sigue temblando como una hoja. No sé cómo podré seguir salvándole el cuello a Sage si continúa cometiendo este tipo de fallas.
    Hero N. Niniadis
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    Patrick D. Singleton
    Civil
    Cuando sugirió lo del esclavo remando solo pude pensar de que querría hablar y la verdad no me gustaba eso, siempre me perdía cuando Hero quería mantener una conversación y me hacía sentir incomodo que esperara una respuesta, ni que decir cuando me miraba con aquellos ojos saltones.

    Le iba a explicar que mejor sería que yo remara para mantener mis brazos en entrenamiento y además pudiera admirar mi cuerpo en movimiento, pero solo alcance a levantar un dedo cuando el esclavo volvió con las malteadas y termine con una sensación humeda por todos mis pantalos. Y se que no me había hecho encima porque no ocurría desde que tenía 5 y aquel momento que no debía ser nombrado pasó.

    No podía advinar si había sido un accidente o los celos habían sacado lo mejor del esclavo, pero Hero ya nos estaba llevando a los tres hacía un lugar menos vistoso.

    - Tranquila princesa - le dije a Hero - No es la primera vez que me tiran cosas en la ropa, ser un deportista tan querido trae estas consecuencias - aunque ella lo limpió rápido con un hechizo - Y a veces los esclavos cometen errores - le digo palmeando el hombro del suyo - A veces se portan mal para poner a prueba tu autoridad, tienes que mirarlos fijos y mostrar quien es el alfa - le explico muy serio - más de una vez tengo que hacerlo con el mio, y si eso no funciona un castigo fisico siempre ayuda. ¡Ya se! Llevemoslo a correr, eso seguro lo agotara.
    Patrick D. Singleton
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    Sage A. Noble
    Fugitivo
    El grito de la pelirroja me sorprende por lo agudo que es y por unos segundos lo único que puedo hacer es poner la expresión más inocente que se me ocurre y que, si vamos al caso, solo me hace parecer un idiota que no entiende las cosas.  Lo bueno es que su afán por mantener su reputación me mantiene a salvo por unos instantes, y en lugar de verme regañado, me encuentro siendo arrastrado por una muñeca de brazos flacuchos que no tendría que tener la fuerza que tiene al poder pegarme el primer tirón.

    Lo peor de todo el asunto es que todavía no decido si estar preocupado o resignarme y simplemente reírme del asunto porque en serio, no era el único que había visto la cara de pasmado del otro idiota, ¿verdad? - Ya dije que lo sentía… - Mascullo sonando de cualquier forma, menos arrepentido. No había sido intencional y me negaba a hablarle al niñato más de lo que era estrictamente necesario. Además, como lo había demostrado en cuestión de segundos, un movimiento de su varita y todo solucionado.

    Estaba por excusarme nuevamente, al menos ante ella, cuando el rubio abre la boca y me deja tan pasmado que por segundos considero seriamente que me han golpeado con algo. ¿Acaso…? Nadie podía ser tan idiota, ¿o sí? Parpadeo un par de veces, sin poder creerme del todo lo que acabo de escuchar, y miro a mi dueña sin poder disimular mi cara de incredulidad. Incluso olvido cerrar mi boca que está entreabierta la haberme quedado con las palabras a medio salir, y me es imposible no levantar la mano y señalar al mocoso con el pulgar. - ¿Es en serio? - Se me escapa en un tono que más bien quiere decirle “¿de verdad te gusta esto?”. El egocentrismo de Patrick solo podía ser superado por su estupidez, y de verdad quería creer que la pelirroja tenía más neuronas de las que aparentaba en público solo por encajar. - De nuevo, lo lamento. Fue mi error, no volverá a pasar. - Comienzo sabiendo que Hero me ha ordenado que me disculpase, y obteniendo así mi permiso para hablarle al mocoso. - Pero debo consultar, dijiste que eras deportista, ¿no?. ¿Juegas al quidditch? en el mercado comentaban algunas cosas sobre lo peligrosas que podían ser las bludgers...- Y si no lo habían golpeado repetidamente en la cabeza, debería decretar que lo suyo era patológico.
    Sage A. Noble
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    Hero N. Niniadis
    Fugitivo
    Sí, sí, sí, Sage puede decir que lo siente mil veces, pero creo que es un poquitito obvio de que no voy a escucharlo. Para mi espanto, Patrick abre la boca y empieza a decir un montón de cosas sin sentido, empezando porque jamás hubiese creído el verlo palmeando el hombro de Sage como si fuese solo un cachorrito de la calle — ¿El alfa? — le pregunto con obvia confusión. Sé que Sage debe responder ante mí y todas mis exigencias, pero jamás lo visualicé como si fuésemos una manada, especialmente porque me niego a tener una manada con él.

    ¿Llevarlo a correr? Sé que me muestro embrollada y, sin darme cuenta, miro a Sage como si él pudiese darme la respuesta a las cosas que no comprendo sobre mi cita. Lamentablemente, mi esclavo parece estar incluso más perdido que yo. Lo bueno es que vuelve a disculparse, pero una vez más suelta algo que no me espero y realmente me gustaría poder desaparecer de aquí, dejándolos a los dos atrás. ¿Y eso ha sido un insulto? — ¡Sage! — exclamo una vez más, aunque en un tono más agudo de lo que fue la primera vez. Lo raro es que, me guste o no, termino cubriéndome la boca con una mano para reprimir la risa (un poquito histérica y aguda) que amenaza por salir. ¿Por qué me estoy riendo de un chiste que un muggle está haciendo a costa de un mago? Si Maeve estuviese aquí, se pondría insoportable. Presiono un poco más la palma contra mis labios en un intento de controlar la risa y respiro una y otra vez hasta calmarme, desarmando la postura cuando mi mano pasa de mi boca a darle una palmada de reprimenda a Sage en el brazo — Cállate o te mandaré a correr al parque — ¿He hecho una broma? ¿Con él? Me muerdo el labio inferior y desvío la mirada, pero la risita se me escapa sin poder contenerme. Todo esto es taaaaaaan ridículo…

    Tengo que calmarme y callarme dando otro sorbo a mi malteada, guardo mi varita y aprovecho el tener la mano libre para enroscar mis dedos con los de Patrick — Tienes que aprender una cosa o dos sobre los esclavos, Pat — le comento con un retintín. Aún siento el calor en mi rostro, pero tanta risa tonta al menos ha aflojado el pánico. Cuanto antes nos movamos de aquí, mejor para mí — Por un error como este, podría tener una semana de castigos si quisiera. Mamá dice que la mano dura es el mejor modo de recordarles dónde se encuentra su escalón en la escalera de la sociedad. ¿Comprendes? — y creo, solo creeeeo, que esa pregunta final va para ambos.
    Hero N. Niniadis
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    Patrick D. Singleton
    Civil
    El esclavo se arrepintió al instante de sus acciones, fue más rápido que cuando Oscar se disculpaba por sus acciones. Yo sabía que el castigo físico siempre funcionaba. Incluso intento distraerme con una conversación sobre quidditch. Toda esta situación me hace hinchar el pecho en orgullo.

    - Estoy en carrera para conseguir el puesto de capitán - le contesto - Pero no tienes que preocupar tu cabezita con esas cosas, yo se ustedes los muggles no entienden mucho de ello - le comento, palmeandolo por segunda vez, pero esta vez en su cabeza.

    Hero llama mi atención tomando mi mano y separandome de su esclavo. Se ve un poco nerviosa con sus mejillas casi tan rojas como su pelo, seguro no ha castigado nunca a su esclavo porque estando en su casa su mamá se encarga de imponer respeto como el alfa, y diciendo la verdad la presidenta da un poco de miedo. Bueno, supongo que es mi trabajo dejarla tranquila como buen caballero, tal como me han enseñado.

    - Princesa - digo pasando mi mano suelta por mi cabello brillante y atrayendo su anteción hacia mi - He aprendido que el mejor castigo siempre es el agotamiento, ya que si no los castigas al instante ya no saben porque los castigas, y se vuelve confuso en su mente cuando los premias. Asi que dejame encargarme de esto - suelto su mano y me saco el sweater, para luego darselo - Vamos Sage, tienes que seguirme el paso - le digo al esclavo mientras empiezo a trotar en mi lugar para calentar.
    Patrick D. Singleton
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    Sage A. Noble
    Fugitivo
    Los ojos se me abren como dos platos de esos de porcelana que hay en la cocina, y debo apresurarme a esconder el rostro en la curvatura de mi brazo antes de que se escuche la risa que no puedo contener. Trato de disimular y hacer de cuenta que es una tos, pero estoy seguro que, al menos a Hero, no la voy a engañar tan fácil. ¡Pero vamos! La pelirroja acaba de bromear… y conmigo de todas las personas. Criticando al mocoso por el cual se desvivía. ¿Qué tipo de realidad paralela es esta? Al menos no soy el único que se ríe. - Felicidades, seguro te han golpeado mucho hasta conseguir eso… digo, te has esforzado. - Estoy tentando a la suerte, lo sé. Pero ya me resigné por completo y este instante de diversión no me lo quita nadie.

    Y tan repentinamente como llegó, el momento se corta y la muchacha vuelve a tratar de explicarle las cosas más simples mientras lo toma de la mano. Espero que la estupidez no se contagie por ósmosis. - No tengo problema con los escalones, pero… ¿Es mucho pedir la semana de castigos? - Cualquier cosa menos tener que aceptar las órdenes del niñato, o seguirle el paso cuando estaba muy seguro de que era capaz de sobrepasarlo por bastante en una carrera de verdad.

    Y no sé como accionar en esta situación, así que hago lo más sensato que es quedarme clavado al piso a la espera de la decisión de la muchacha. No iba a ser tan cruel, ¿verdad? Porque no había sido tan mal esclavo, le cumplía sus pedidos, me portaba bien... más allá de tirar cosas, no había hecho nada malo. ¡Y es en serio que habían sido cosas sin querer!
    Sage A. Noble
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    Hero N. Niniadis
    Fugitivo
    Tan solo dura un segundo, pero no puedo no sonreír con una hinchazón en mi pecho cuando Sage nota mi broma y ríe conmigo. Intento disimularlo sorbiendo de mi malteada, pero tengo que hacer un enorme esfuerzo para no atragantarme con esa conversación sobre Quidditch de la cual no quiero ser parte. ¿Cómo puedo hacer que esto se detenga? ¿Cómo los callo a ambos y huyo de aquí como si nada hubiese pasado? Espero que no me salga un tic en el ojo, porque ya siento la inquietud de mis pies. Patrick no hace las cosas más fáciles, Sage parece estar decidido a tomarse libertades y yo solo trato de no perder los estribos, porque no puedo reírme con esclavos, porque esto no debería estar pasando y porque… bueno, porque las bromas me han calmado y me odio por ello.

    ¿Pero qué…? — no estoy acostumbrada a recibir órdenes y mucho menos a ser usada de perchero, pero de golpe Patrick me pasa su suéter de modo que tengo que atraparlo en el aire y la manga me golpea de lleno en la cara, haciéndome fruncir el rostro y cerrar los ojos. ¿Cómo se atreve…? Si mis elfos hubiesen visto ese accionar, posiblemente se habrían horrorizado y estarían arrancándome el abrigo de las manos en un santiamén. En lugar de eso tengo a Sage, que me mira esperando una orden y la verdad es que no sé si dársela — Patrick… — me aclaro la garganta para hacerme oír, pero tardo más de lo normal en hablar por cómo está calentando. Esto es inaudito — Lo lamento, pero Sage es mi esclavo y educarlo está entre mis responsabilidades. ¿Cómo es que mamá me permitirá heredar su puesto alguna vez, si no puedo hacer algo tan simple como esto? — porque sí, sé que no soy la primera en línea de sucesión, pero también sé que soy la única disponible para heredar el gobierno de este país. NeoPanem no puede ser gobernado por alguien que permite que su esclavo sea entrenado por alguien más, mucho menos con los problemas que veo que mis padres tienen que soportar a diario. Y además… bueno, no sé si quiero ver a Sage haciendo ejercicio.

    Yo solo quería una malteada y cinco minutos contigo — ahora sí parece algo como un capricho. Incluso frunzo el ceño y todo, tratando de no sonar tan tarambana como creo que lo hago. Le paso el suéter a mi cita con algo de fuerza, doy otro sorbo de mi malteada y salgo de la callecita con paso veloz e insistente, demandando que vengan detrás de mí — Si hubiese querido un momento de educación para Sage, me habría quedado en casa. ¡Se supone que tengo una cita contigo, no con él! — ay de mí, ¿por qué dije eso? Hasta me obligo a reírme para que no suene tan serio, pero creo que solo se queda en medio de una mueca y un sonido desinflado.
    Hero N. Niniadis
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    Patrick D. Singleton
    Civil
    Cuando Hero habla sonando bastante molesta me encojo en mis hombros y la miro con arrepentimiento. No era mi intención arruinar nuestra cita, solo quería aprovechar el buen día para movernos un poco y ayudarla a distraerse ya que la había notado algo inquieta, pero supongo que me sobrepase.

    - Perdóname Princesa - le digo con mi voz más honesta y pasando mi mirada al suelo, mamá estaría decepcionada de mí si supiera que he hecho cargar mis cosas a una señorita, por lo que recupero mi sweater de sus manos- Me deje llevar y no hay excusa que valga, si quieres terminar la cita no me negaré pero al menos dejame acompañarte a casa - me atrevó a levantar la vista esperando su perdon.
    Patrick D. Singleton
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