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  • The Mighty Fall
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    OTOÑO de 247421 de Septiembre — 20 de Diciembre


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    Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

    Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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    Invitado
    Recuerdo del primer mensaje :

    Las salas del departamento de tecnología se me hacen tan familiares como mi taller en el distrito 6, sé dirigir mis pasos por el entramado de pasillos hasta llegar a la oficina donde puedo encontrar a Riley. La costumbre de visitar el edificio por los proyectos colaborativos me permiten moverme por el sitio como una más, pero desentono entre los científicos con mi atuendo rudimentario, llevo unos vaqueros gastados y las botas de trabajo. Cuando una de las secretarias hace una crítica a mi vestimenta, pido disculpas por haber olvidado mi sombrero en punta de bruja.

    Riley no está en su escritorio, eso es lo que me dice, y lo único que me llevo de esta visita es su comentario despectivo. Claro que no. Anuncio mi intención de esperarlo y no hace falta que me diga qué puerta es, la conozco de sobra. Estuve aquí otras veces como para que mi presencia no se sienta invasiva, pese a que supongo que los científicos en general son recelosos de sus investigaciones. Creo tener con mi amigo la confianza como para matar el tiempo echando una ojeada a sus cajones. Estoy curioseando en uno, a punto de descubrir si es que trae sus hongos al trabajo, lo que me intriga mucho y en caso de ser así recibirá un buen sermón de mi parte.

    Es en ese momento cuando escucho la puerta abrirse y doy un respingo, asustada. —Annie, eres tú— respiro con alivio. Mi reacción es equivocada, se supone que sí debe preocuparme que la jefa de mi amigo me encuentre chismeando entre archivos confidenciales de sus científicos. Pero si vamos al caso, conozco las teorías más locas que pasan por la mente de Riley, hay pocas cosas que puedan sorprenderme en ese escritorio. Y Annie también me conoce desde hace años, tengo la suerte de trabajar en conjunto con viejos compañeros del Royal a los que admiro profundamente. Una suerte que no valoro lo suficiente, si soy honesta conmigo misma. —Vine a buscar unos diseños que Riley me prometió y me toca esperarlo— explico, después de todo estoy en su jurisdicción. —¿Qué tal todo?— pregunto, cómodamente recostada en la silla de mi amigo.
    Anonymous
    Invitado
    Invitado
    Bien, aquí estamos. No creo que ser una maestra en el campo como para responder a este tipo de dudas, si me baso en mi experiencia para aconsejar a la gente, estaría encaminando sus vidas a terrenos que no creo que quieran conocer y me odiarían por ello. No obstante, tengo una sensación de familiaridad con la situación porque por un instante fugaz pienso en Riley, con quien divago un poco sobre lo que es dejar que tus sentimientos te muestren en el camino. —No se trata de dejar de ser fría totalmente, necesitas poner distancia para que la mierda de las relaciones no te afecte. Sí es necesario dejar un poco de lado eso cuando quieres que una persona entre en tu vida… porque le coges aprecio, porque crees que lo vale—. Toca hacerle un espacio, de todas maneras se terminará quedando. Y si no lo vale, que siga de largo. Que toque otras puertas y busque otro hospicio, que la caridad de dar cariño porque es gratis es tan perjudicial a largo plazo como la caridad en sí. —No es que no lo haya disfrutado— y sí, a su favor puedo decir que soné exactamente como si encariñarme con alguien fuera un martirio. —Las relaciones son complicadas y los sentimientos cambian todo el tiempo. Me gusta tanto estar sola, es tan tranquilo en comparación. Pero no me niego a lo que pueda sentir por una persona que quiero, sea bueno o malo, dure o no. Da calor, y a veces es lo que buscamos, sentir ese calor.

    Soy una maldita romántica, elevo mis ojos al techo hasta ponerlos blancos. Suena como si lo fuera, por debajo de todas mis capas hay una sensibilidad que escondo y resguardo porque me asusta lo feo que se podría poner para mí combinar mi carácter temperamental con un corazón sensible. ¿Meter también a la monogamia en esa ecuación? Requiero de inteligencia para hacer mi trabajo, toda la estupidez que pueda importunarme será combatida. Y todavía creo muy fervientemente que la voluntad doblega los sentimientos. —Si me hubiera casado, seguro que todo el alcohol de la fiesta estaría en mi sangre. Porque para que aceptara hacer ese juramento…— niego con la cabeza. —No va a pasar, Annie—. Hay ciertas certezas indiscutibles que se dan en la vida y la mía es que jamás haría una promesa que tiene todo para ser rota y lastimar a las partes, matarlos incluso. —Y sí, supongo que me cansaba. La atracción se extingue más temprano que tarde, y si no hay algo, si tampoco estás dispuesta a que haya algo, sobre lo que continuar… terminas abandonando. Y si mantuve mi excepción con alguien, fue porque dejó que me fuera, no se sentó a esperarme, no me hizo reclamos al volver y el sexo fue genial otra vez. Sigue siendo una elección, no una obligación, estar con esa persona. Y mientras sea una elección, se puede sentir libertad—. Soy tan genial en esto, maldición. Transcribiré estas charlas y las que tengo con Riley para mis memorias, apuesto a que será un éxito póstumo cuyas ganancias irán a una pandilla de hippies puesto que no tendré herederos que exijan sus derechos.

    Tengo que centrar mis luces en la idea de Annie porque me está costando entender su punto y el zapato del que hablamos es una cosa casi tangible entre nosotras. El zapato es la respuesta, el zapato es Dios. —Esto se pone interesante— acoto, cuando nuestro calzado en cuestión se transforma en un artefacto maldito que circula por redes invisibles de comunicación con destinos que pueden ser impredecibles si no ajustas como se debe esta red. Maldita sea, tendremos a un montón de gente tratando de intervenir esta red. No importa que tan exclusiva la hagamos, si alguien sabe de su existencia, la oportunidad estará para los que pretenden afectar el trabajo del ministerio. Y algo se sobre los secretos, solo funciona entre dos. Si hay una tercera, ya no es secreto, si hay una cuarta, una quinta… —Botones, eso es lo que quieres— resumo. Puedo con eso. Los botones más pequeños y más fuertes que resistirán la presión de los hechizos de cincuenta magos. Se puede lograr. En la naturaleza abundan ejemplos de diminutas partes que lo resisten todo, ¿por qué no podríamos crear algo así? —Botones que también puedan reconocer a su dueño. Si los toma alguien que no lo es, que se bloquee—. Me estoy adelantando en mi silla casi sin darme cuenta, mirándola con precaución para comprobar si piensa lo mismo que yo sobre los riesgos. —Y nada de copias, ni que los desarmen para alterarlos. Marcaré a cada uno con un código que será confidencial entre nosotras, ¿de acuerdo? —. He aquí el problema real: seré quien los construya, ¿no? Y soy en quien no se puede confiar, no porque éste en el bando contrario, más bien porque tampoco estoy en este aunque lo deje parecer.
    Anonymous
    Annie C. Weynart
    Jefe de Área en Investigación
    ¿Calor? No hubiese creído jamás que Lara, con todos sus tecnicismos y con la mente brillante que tenía para sus inventos, fuese en el fondo una sentimental. O tal vez yo era incluso más cínica de lo que pensaba. No había podido identificarme con ninguna de las reacciones que describió, y aunque tenía cierto encanto poético, no lograba comprender el concepto que quería plantear. Nunca me había gustado la idea de que las personas “entrasen” en mi vida, mantenía a todos a una distancia determinada, familia o no, y no veía como podría dejar que alguien se acercase lo suficiente como para cambiar eso. Sentimientos, emociones… no podía decir que carecía de ellas, pero no había sentido esas variables que mencionaba, no lograba sentir un cambio radical en las mismas. Tenía reacciones y sensaciones que fluctuaban, los sentimientos ya eran otra cosa. - Puedo entender eso de que te guste estar sola. Lo del calor… Eso ya es otra cosa. Y lo siento, pero creo que no he pasado por eso. ¿Soy una persona terrible por ello? Puedo divertirme, pasarla bien y ligarme por un tiempo acotado a alquien; pero eso es todo. - Tal vez sí era una persona horrible y fría, y pese a que la opción estaba, no podía sentirme mal por ello tampoco.

    - ¡Gracias!- Casi que le grito, divertida, elevando las manos al aire en un gesto de victoria. - El juramento es una idea tan absurda dentro de los matrimonios, que me sorprende que no se reporten más muertes a causa de este. ¿Quién es tan idiota como para jurar cosas que no va a cumplir? Miento tanto en una base diaria, que probablemente no duraría ni tres días si me llegase a casar. - Y no creía estar exagerando. No me imaginaba casada con juramento, a menos de que fuese el juramento más flexible del continente, con muchas lagunas y conceptos que podían ser malinterpretados incluso por la magia misma. - Aunque deberíamos hacer una fiesta de todos modos. Alguna despedida de solteras falsas, solo para divertirnos con la idea. - No es que se necesitase alguna excusa para beber alcohol, pero la idea no parecía tan terrible. - ¿Y eso se considera relación? Lo siento bonita, no puedo evitar pensar que básicamente tuviste un amante más. La idea de relación que me plantaron en la cabeza desde que tengo memoria, es mucho más monógama y contiene más tiempo compartido. No veo la diferencia que puede haber con tener un amante regular si vamos al caso. .

    Y nunca creí que podría mantener una charla acerca de relaciones, casamientos y sentimientos, así que distraerme con el proyecto me parece una cosa mucho más productiva. - Ahora sí estás hablando mi idioma. Es exactamente lo que quiero. - Y esbozo una sonrisa de satisfacción que dice más de lo que podría decir con palabras. - Confidencialidad, practicidad y seguridad… Tres de mis cosas favoritas volcadas a un proyecto que podría llegar a ser de mucha utilidad si se lo emplea de manera correcta. - Claro que podríamos tener todo hablado de palabra, pero esto era un proyecto ministerial y por ende, había mucha documentación detrás que cumplir. - La semana siguiente te mostraré los primeros diagramas, los materiales posibles, y te haré firmar la cláusula de seguridad. No sé si lo tienes que hablar con tu jefe o algo, pero supongo que no importará siendo que es un proyecto conmigo. - Ser jefa tenía sus ventajas, y eran algunas que podrían aprovecharse. - ¿Tienes un cálculo aproximado? Porque no sé si los que incluí en la planificación original coincidirán con los que tu dictes. Siempre pongo un margen interesante para estas cosas, pero hay varias cosas técnicas que discutir antes. ¿Cuento contigo?
    Annie C. Weynart
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    Sometimes · Annie - Página 2 IqWaPzg
    Invitado
    Invitado
    No soy quién para juzgar, Annie. Menos si tiene que ver con la capacidad de mantener una relación afectiva— aclaro, porque no soy una eminencia en la materia, puedo compartirle lo que pienso sobre ciertas cuestiones y cómo me siento al respecto si eso no implica tener que dar nombres, que puede o no coincidir con sus propias experiencias, a partir de ahí, el universo de relaciones posibles que las personas tienen es inabarcable. Lo único que sé es que a mí hay una mayoría que no me ha funciona, una minoría que sí al conservar cierta distancia. El ideal romántico es cuento que se creen otros, yo no. Trabajo con cosas prácticas. Lo único que busco y que me ha bastado hasta ahora, sin que se me haga necesario pedir más, es calor. Supongo que soy una criatura de sangre caliente al final de cuentas, y puedo ironizar sobre que los científicos requieren pulso frío para trabajar en sus laboratorios, pero suena tan cerca a que me estoy mofando de ellos. No voy a las comparaciones que después de todo apostamos a lo mismo y así nos va bien. —Me ahorraré la predicción fatalista de las tías de que te sientes así hasta que encuentras a alguien que cambia tu modo de parecer. Si estás bien así, ¿por qué cambiarlo?— concluyo para las dos.

    Podemos reafirmarnos en esto, pedir la abolición del juramento que de todas maneras no haremos y celebrar falsas de despedidas de solteras, si estamos bien con el hecho de que no buscamos apego con nadie. Pero como los casados que se burlan de la soltería por pura envidia, el que los solteros se mofen de las relaciones es algo que me queda cosquilleando la piel. —Tampoco puedo entender cómo alguien acepte hacer votos a costa de su vida— le doy la razón, toda esa parte de que mentir es un acto tan cotidiano que se vuelve natural y que los sentimientos se cansan con el tiempo, ¿cómo alguien puede asegurar algo y seguir cumpliéndolo cuarenta años después? Me da un principio de pánico de pensarlo siquiera. Y la pregunta válida de «¿por qué no hay más muertos por culpa del matrimonio? » Esa es mi gran duda. —¿Tal vez se creen sus propias mentiras y eso cuenta cómo verdad?—.  ¿Ya estoy buscando como burlar al sistema? No, no le dedicaré un segundo pensamiento a esto como si estuviera considerándolo. —No me hagas caso— retiro mi duda porque no quiero abordar el tema, cuando aún me queda pendiente encontrar una explicación que valga para categorizar a las relaciones. La cuestión aquí es que no tendría que hacerlo, ni tampoco soy una promotora de las relaciones “correctas” para decir que es y que no es una relación, pero lo que me hace notar Annie sin proponérselo, es que no tengo las cosas tan claras como creo y que solo estoy improvisando, y las improvisaciones a veces salen mal. —Quizás…— sugiero finalmente— ¿Quizás deberíamos preguntarle a alguien más? Y no, Riley no es una opción. ¿Amalie ya se fue? Ella lleva casada con su marido, ¿cuánto? ¿Quince años? —. Trabajar siguiendo una jerarquía y entre disciplinas te enseña a que a veces uno no puede solo, queda pedir la consulta de alguien más, con cierta experiencia.

    Volvemos sobre lo que nos interesa y con lo que estamos bien, donde nos entendemos de una manera diferente, no por coincidencia de hábitos esquivos sino por lo que podemos aportar a la otra. Los científicos tienen una mente tan hermosa, que lo presumidos que pueden llegar a ser algunos es justificado, todas las ideas que corren estrambóticas por sus neuronas da gusto apreciar cuando se demuestran en la exaltación de sus miradas. Me agrada tener un proyecto para trabajar con Annie y espero que no sea el último, a riesgo de que esto se vuelva una relación regular. Lo bueno es que la monogamía no es un peligro, porque tengo mis asuntos con Riley. Dejando de lado el humor ahora que parece que llegamos a una comprensión común de lo que será este artefacto, quedan las formalidades del ministerio y esa cuestión de la cláusula de seguridad. Podemos evitar esto con ahínco en otros aspectos de nuestras vidas, pero siempre nos toparemos con la burocracia de los papeles. —Cuentas conmigo— le confirmo. —Haré mis propios apuntes y podemos hablar de los detalles la semana que viene. Hablaré con mi jefe— recuerdo ser obediente, por más que me haga chocar los dientes. Repiqueteo mis dedos en el borde de la mesa que tengo cerca y me levanto de la silla. —Creo que dejaré mis saludos a Riley porque tengo que volver a mi puesto—. No tengo idea de donde estará metido, pero me conformo con la fantasía de que andará con Volkov. Me encamino hacia la salida y antes de tocar la perilla, me giro hacia Annie. —Ah, por cierto. Si hablas con Amalie, luego me cuentas en nuestra fiesta falsa de despedida de solteras que te dice.
    Anonymous
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