VERANO de 247521 de Junio — 20 de Septiembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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¿Organizar? ¿Yo?
Era difícil olvidar el horror que había vivido en la gala benéfica, pero eso no había sido menos que todo lo que había sufrido en Europa. Eso solamente le daba a entender que se había acomodado a su nueva vida, y ese golpe te decía bien claro que nunca, jamás, podías hacerlo.
El olor a café inundó la cocina de los Larsen, en esa mañana tan tranquila. Quién iba a decir que los ecos de la guerra estaban aproximándose. Elijah suspiró, y dejó la taza a un lado, mientras leía El Profeta. Ahí mismo estaba de nuevo la noticia de lo acontecido y ya no supo si dejarlo estar o seguir leyendo.
Dejó el periódico a un lado, y se acercó a las tostadas, sacándolas de ahí para untarle mantequilla, y a la otra mermelada. La casa estaba en silencio, y por eso mismo al ministro le gustaba levantarse temprano por las mañanas. El silencio mañanero lo ayudaba a pensar y a saber que haría en el día.
No supo que fue, pero cuando se sentó de nuevo, el sueño le vino y ahí se quedó, sentado como estaba, con la tostada en la mano y el café a un lado, durmiendo como alguien que no había pegado ojo en toda la noche.
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¿Organizar? ¿Yo?
Era ya costumbre que Elijah se levantara más temprano que ella. Estaba acostumbrada a levantarse y notar su ausencia a un lado de la cama, pero también estaba acostumbrada a bajar al comedor y encontrarse el desayuno hecho, así que tampoco se podía quejar. El olor a café inundó su nariz mientras se dirigía a la cocina y sonrió, sintiendo ganas de desayunar con su marido. No oyó ruidos, algo que le pareció extraño, mas no había otro lugar en el que pudiera estar Elijah en ese momento.
Claro que Elle, al llegar a la mesa, comprendió la ausencia de ruido. No quiso ocultar una sonrisa que oscilaba entre la burla suave y el amor profundo que le profesaba al doctor. Realmente la estampa era adorable. Elle se acercó a él, le quitó la tostada de la mano y le besó la frente con suavidad —Buenos días— le susurró, cariñosa, mientras le masajeaba suavemente los hombros con la intención de despertarle de aquella siesta improvisada de manera agradable.
Al ver que respondía, la rubia se apartó de él con una sonrisa y fue a coger algo de zumo. Se sirvió un vaso y se sentó al lado de su marido, todavía sonriendo un poco —Sabes que si quieres dormir tenemos una cama de lo más grande y de lo más cómoda, ¿verdad?— bromeó, acariciando con suavidad el brazo de Elijah antes de dar un sorbo al zumo que se había servido.
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¿Organizar? ¿Yo?
¿Minutos? ¿Horas? Realmente no sabía cuanto había pasado, pero la postura que había tomado sin calcularlo para dormir, le estaba pasando ahora mismo factura. Abrió los ojos despacio, cuando sintió un cálido beso en la frente, y parpadeó unos segundos mientras su cabeza se daba cuenta que tenía delante a Elle —Buenos días —respondió, moviéndose para despejarse y dándole un sorbo al café —¿Me he dormido? —Preguntó extraño, y movió la mano. Juraría que antes había tenido ahí una tostada.
Parpadeó ya más animado y despierto, y se giró para mirar a Elle. Sus músculos habían respondido bien a ese masaje y rió ligeramente contrariado —Lo sé, cariño, pero no se que ha pasado. Quizás el silencio y el café caliente han hecho que encontrara esta mesa cómoda —Se estiró un poco, y cogió la otra tostada que había en la mesa.
—Es tu culpa, por las noches me dejas agotado —Dio un mordisco y luego otro sorbo. Inocente de la vida —¿Hoy tienes día libre?
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¿Organizar? ¿Yo?
Elle se terminó el zumo y se permitió una pequeña risa musical cuando Elijah comentó que tal vez el silencio y el café habían sido los culpables de esa pequeña siesta improvisada. Se levantó para coger algo de fruta y unas galletas para desayunar y se giró hacia el hombre cuando él mencionó que era por su culpa, que le dejaba agotado por las noches. La mujer observó a su marido con una sonrisa divertida y meneó la cabeza, negando lentamente —No digas bobadas, anda— le dijo en tono cariñoso, sonriendo. Dejó la comida sobre la mesa y le abrazó por detrás. Posó los labios sobre la mejilla de su marido y la besó suavemente —Además, los dos sabemos que con los años he perdido facultades. Antes sí que conseguía dejarte destrozado por las noches— añadió, con algo de resignación en la voz.
Elle tomó asiento al lado de su marido y empezó a preparar la fruta para comérsela. Mientras pelaba una manzana y la cortaba en trozos pequeños, mordisqueó una galleta para saciar el hambre —Tengo el día libre de trabajo, pero tengo cosas que hacer— levantó la mirada hacia él con una sonrisa —. Tenemos, de hecho. Además de empezar a pensar cosas para la fiesta de cumpleaños de nuestra hija, tengo... Bueno, tengo noticias frescas. Sobre Riorden. Ya te contaré con detalle, pero la cosa es que tenemos que organizar una comida familiar. Ya sabes, una de esas comidas Weynart— añadió, sonriente, sin ni siquiera tratar de ocultar cuanto le gustaban esas celebraciones. Y, además, ilusionada por el motivo concreto de la que se avecinaba.
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¿Organizar? ¿Yo?
Siempre le había gustado el sonido de la risa de Elle, y nunca se cansaría de ella, pero sus palabras eran muy serias. Le ofendía. Oh si —No son bobadas, aquí el más viejo soy yo, pero si quieres que me calle pues lo hago —Se encogió de hombros, regresando de nuevo al periódico y al café, pero el abrazo de ella lo derritió tanto que se le notó en la bajada de hombros que hizo y en la leve elevación del periódico y los brazos para darle más hueco y comodidad. No respondió a su comentario porque ya quedó claro en su primera contestación.
La miró de reojo cuando cambió de postura y asiento, quedándose un rato callada mientras pelaba la fruta. Ese silencio era el anuncio de algo que a Elijah le daba pereza o huía hacer. La tormenta se avecinaba en cada trozo que cortaba, y la bomba llegó.
No. Organizar cosas no. No por dios.
Todas las neuronas de Elijah gritaban de que huyera, se escondiera o dijese que tenía cosas que hacer, pero lo de noticias frescas logró alimentar la curiosidad del ministro, aunque luego vino lo de la comida familiar y se lo cargó todo. Se sentía pequeño en eso, porque él no tenía familia, sólo a Laila, y Elle... Bueno, Elle tenía para llenar una catedral.
—Vale, si, organicemos —Giró el rostro hacia ella, y dejó el periódico, robándole un trozo de fruta —¿Y me podrías adelantar esas noticias? —Se lo comió y le robó otro.
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¿Organizar? ¿Yo?
No pudo ni quiso esconder una sonrisa cuando Elijah respondió diciendo que ahí el viejo era él. Una sonrisa con algo de compasión. Algo le decía que a Elijah no le estaba gustando ver cómo ya no eran tan jóvenes, y pensó que tal vez podía organizar algo para ellos dos. Pedirle a Riorden que se quedara con Emma un fin de semana y dedicárselo por completo a Elijah, a hacer cosas con él, a pasarlo bien en pareja.
Cogió un trozo de la manzana que había pelado y que Elijah le estaba robando y le dio un mordisco para después mirar a su marido con una sonrisa traviesa —Podría— dijo, simplemente, cuando él preguntó si podría adelantarle esas noticias. Se comió otro trozo de fruta, todavía con la misma sonrisa, y cuando terminó y tragó se limpió los labios con cuidado y se levantó de su asiento. Fue hacia su marido y se sentó a horcajadas encima de él, dejando su rostro muy cerca del suyo. Le dio un beso suave y luego le acarició la mejilla.
Se tomó un par de segundos antes de hablar. Miró a los ojos a Elijah y su sonrisa traviesa se convirtió en una de pura emoción —Mi hermano le va a pedir matrimonio a Zoey— dijo finalmente, mientras rodeaba el cuello de su marido con ambos brazos, transformando ese momento en un suave abrazo ininterrumpido —. Y creo que es bastante obvio que Zoey le dirá que sí. Riorden y ella están hechos el uno para el otro— dijo, con clara emoción en la voz también —. Y cuando Riorden me lo contó parecía tan agobiado por la pedida en sí que le dije que ya me ocuparía yo de organizar la comida familiar para que lo comunicaran oficialmente— besó de nuevo los labios de su marido, sonriendo, contenta —. Y si me ayudas y lo organizamos todo más rápido, tal vez podemos tener un rato para nosotros... Y podemos pasarlo bien— añadió, con una sonrisa entre traviesa y coqueta. Tal vez ya no era lo mismo que era hacía años, pero quería asegurarse de que seguía siendo capaz de hacer feliz a su marido en eso.
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¿Organizar? ¿Yo?
Tantos años juntos, le habían dado ciertas ideas a Elle de como manejar a Elijah. La promesa de algo entre los dos, de hacer cosas juntos, y la invitación escondida y perversa de sus palabras, fueron en parte las causantes de que él aceptara a ayudarla. Mientras que la otra parte fue meramente por lo que era ella; su mujer. La quería, y si tenía que organizar cosas, pues lo haría.
Elijah frunció el ceño, y sonrió de manera automática cuando ella lo hizo. La sonrisa traviesa de Elle lo encandiló tanto, que cuando ella se puso a horcajadas, las manos del hombre fueron directamente a la curva de la cadera y el muslo. Sabía ganárselo de una forma eficaz. Besos... caricias... silencio... Buscaba más, pero todo se fue al traste cuando inmediatamente se convirtió su sonrisa en emoción y sus palabras en propuesta de matrimonio Weynart.
El ambiente de fantasía se quebró, y el ministro se quedó callado, con cara de póker unos segundos para luego arrancar en risas y suspiros de resignación. Ladeó la cabeza, y subió los brazos para rodearle la espalda.
—Ya iba siendo hora, creí que nunca se lo pediría —correspondió al beso, y no pudo reprimir un mordisco a su labio. Puede que tuviera cincuenta años, pero todavía podía ser eficiente en ciertas cosas, y por supuesto, le seguía gustando como cuando era joven.
—Vale... Pues soy todo oídos. Alegremos a mi cuñado ¿Qué tienes pensado? —Le dio un rápido beso en el cuello y prestó atención.
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